Comprender el sínodo

El Sínodo de los Obispos es una institución permanente y consultiva instituida por Pablo VI en el marco del Concilio Vaticano II, para que ayude al Papa en el gobierno de la Iglesia, a través de sus consejos sobre todo tipo de asuntos que afecten a la Iglesia universal.

Desde 1965, se han celebrado 29 Asambleas del Sínodo de los Obispos. En ellas, obispos de todo el mundo, líderes y representantes de las Conferencias Episcopales y de las Iglesias latinas y de Oriente se reúnen, comparten experiencias y llegan a conclusiones que, posteriormente, el Papa plasma en un documento llamado exhortación apostólica postsinodal.

En los últimos años, el papa Francisco ha querido dotar de una nueva dimensión al Sínodo de los Obispos, implicando a todo el Pueblo de Dios: no solo obispos, sino sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, hombres y mujeres de todas las edades.

Esto es algo que se ve de manera patente en la próxima Asamblea, la XVI Asamblea General Ordinaria, dedicada a la sinodalidad, y que se celebrará en octubre de 2023, pero que en realidad ha comenzado en octubre de 2021, en un proceso que va a afectar a todos los bautizados.

1. ¿Qué es el Sínodo?

El Sínodo de los Obispos es un organismo consultivo creado por Pablo VI en el marco del Concilio Vaticano II, para pedir a obispos de todo el mundo que participen en el gobierno de la Iglesia, aconsejando al Papa sobre asuntos de interés para la Iglesia universal.

Etimológicamente, la palabra “sínodo” deriva de los términos griegos syn (“juntos”) y hodos (“camino”), y expresa la idea de “caminar juntos”.

2. ¿Qué es el Sínodo de 2023?

En el año 2023, el Sínodo de los Obispos se reunirá en su XVI Asamblea General Ordinaria, para tratar el tema ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’, a convocatoria del papa Francisco.

La fecha exacta de la Asamblea está por determinar, pero será en octubre, previsiblemente por una duración de 3 o 4 semanas, como suele ser habitual en los Sínodos.

No obstante, se introduce una novedad: el Sínodo de 2023 no solo es la Asamblea de octubre de 2023, ese evento donde participan el Papa y los obispos, sino que es todo un proceso que involucra, además, al conjunto de los bautizados (sacerdotes, religiosos, laicos, hombres, mujeres, jóvenes, adultos…).

La Asamblea de 2023 será la tercera fase del Sínodo, donde tomarán parte entre 200 y 250 padres sinodales. Antes, en 2021 y 2022, se celebrarán las fases de preparación donde habrán participado millones de personas.

Así, el Sínodo 2021-2023 no solo es la Asamblea de octubre de 2023, ese evento donde participan el Papa y los obispos, sino que es todo un proceso que involucra, además, al conjunto del Pueblo de Dios.

3. ¿Cuál es el objetivo del Sínodo 2023?

Al convocar esta reunión del Sínodo, el papa Francisco quiere que toda la Iglesia reflexione sobre la sinodalidad, un tema que él considera que es decisivo para la vida y la misión de la Iglesia.

Cuando se conmemoraron los 50 años de la institución del Sínodo de los Obispos, se celebró un acto en Roma. El papa Francisco pronunció un discurso donde señaló: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra ‘Sínodo’. Caminar juntos –laicos, pastores, Obispo de Roma– es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica”.

Y añadió: “Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino podrá recibir mayor luz. El Papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como bautizado entre los bautizados y dentro del Colegio episcopal como obispo entre los obispos, llamado a la vez –como Sucesor del apóstol Pedro– a guiar a la Iglesia de Roma”.

4. ¿Qué documentos se han publicado hasta ahora?

El 7 de septiembre de 2021, la Secretaría General del Sínodo publicó el Documento Preparatorio (lo que hasta ahora se conocía como Lineamenta) acompañado por un Vademécum (un manual “para la escucha y el discernimiento) y un cuestionario. El objetivo de esta documentación es proporcionar una metodología y facilitar la consulta y la participación de todos los creyentes en el ámbito de la Iglesia local.

El Documento Preparatorio se ha enviado a todas las diócesis, Conferencias Episcopales, dicasterios de la Curia romana, Unión de Superiores Generales, Unión de Superioras Mayores, otras uniones y federaciones de Vida Consagrada, movimientos internacionales de laicos, Universidades y Facultades de Teología.

Página oficial del Sínodo: www.synod.va/es

Fuente: religiondigital.org

Palabra de la CPAL: «Los jesuitas de Haití: de la catástrofe a la esperanza»

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de Septiembre.

P. Jean Denis Saint-Félix, S.J – Superior Regional Jesuitas Haití

Por su ubicación geográfica, Haití está constantemente sujeto – o expuesto – a diversos peligros naturales de origen geológico y meteorológico. Por su gran vulnerabilidad socio-económica, la quiebra del Estado, el sistemático debilitamiento de su institucionalidad por individuos ‘todopoderosos’, la decidía de sus élites y la institucionalización de la violencia, el país está siendo gravemente afectado; y los desafortunadamente repetidos desastres naturales se transforman en recurrentes desastres humanitarios, alimentados por la crisis política sostenida.

Situado cerca de la intersección de dos placas tectónicas que forman la corteza terrestre: la placa del Caribe y la de América del Norte, Haití es considerado territorio de ‘alto riesgo sísmico’ y ha pagado un alto precio ya desde el 12 de enero de 2010. En aquella fecha un terremoto de 7.0 en la escala de Richter le sacudió durante 35 segundos; el más poderoso que se haya registrado en 200 años. Su epicentro se encontraba aproximadamente a 25 km al suroeste de la capital nacional, Puerto Príncipe. Un balance – siempre imperfecto – del desastre dio cuenta de más de 220.000 muertos, 300.000 heridos, 105.000 viviendas completamente destruidas y más de 208.000 afectadas severamente. Más de 1.300 establecimientos educativos, 50 hospitales y centros de salud colapsaron y fueron declarados inutilizables. Casi 1.300.000 personas vivieron en refugios temporales en el área metropolitana de Puerto Príncipe durante largos meses. Hasta el día de hoy una gran parte de esas personas nunca fue definitivamente reubicada.

El país también se encuentra en la trayectoria de repetidos huracanes, y el período de junio a noviembre se considera temporada de ciclones. Las áreas que alguna vez representaron la cubierta forestal del país hoy son desérticas, y sujetas a erosión con la más mínima de las lluvias. Fue así que el 4 de octubre de 2016, el huracán Matthew afectó despiadadamente el Gran Sur; hubo ráfagas de viento que alcanzaron los 230 km/h, provocando grandes inundaciones y marejadas ciclónicas, deslizamientos de tierra (destrucción de un gran número de infraestructuras, incluidos edificios públicos, hospitales, iglesias, escuelas y residencias privadas), muertes y desaparición de muchas personas en los departamentos de Grand’Anse y Nippes. Las cifras comunicadas por el gobierno mencionan 546 muertos, 128 desaparecidos y 439 heridos a nivel nacional, además de 175.500 personas que se abrigaron en 224 refugios temporales en los departamentos de Grand’Anse, Nippes, Sur y Oeste.

Tras la magnitud de esa catástrofe los jesuitas de Haití, desafiados por el sufrimiento de la población y con la ayuda de la Compañía universal y de otros socios pudieron salir al rescate de sus hermanos y hermanas brindándoles acompañamiento espiritual y psíquico-social, y se empeñaron en la construcción de más de un centenar de viviendas que permitieron a muchas personas recobrar un poco de dignidad y de orgullo.

Como si el sufrimiento de los pobres nunca pudiera conocer el fin, el 14 de agosto pasado, justo 10 años después del terremoto del 12 de enero y sólo 5 años después del huracán Matthew, otro mega-terremoto, 40 veces más potente, atacó de nuevo. La región del Gran Sur fue la más afectada, en particular las zonas rurales, olvidadas durante mucho tiempo por las autoridades de la República desde Puerto Príncipe. El último informe oficial de la Dirección de Protección Civil reporta 2.248 muertos, 12.763 heridos y daños difíciles de cuantificar en las zonas más afectadas por el terremoto.

Ante este nuevo desastre los jesuitas de Haití, después de visitar y evaluar los daños en varios departamentos afectados, han proporcionado ayuda específica a algunas familias de las víctimas. Sin embargo, apoyados en la experiencia de intervención después del huracán Matthew, han decidido que su principal intervención ha de hacerse ayudando a seiscientas (600) familias a reconstruir sus hogares en zonas ya identificadas como: Henry Dulces, Ducis (Sur), Coral y Pestel (Grand’Anse). El modelo de casa que se adoptó y construyó después del huracán Matthew resistió bien el terremoto, y la estructura administrativa y operativa que se implementó en esa ocasión funcionó bien, como lo prueban los resultados obtenidos. Es por eso que se tiene la firme intención de aprovechar esta experiencia con el objetivo de satisfacer la necesidad crónica de casas dignas, sostenibles y seguras para el beneficio de familias seleccionadas entre las más vulnerables, siguiendo criterios claros, objetivos y transparentes.

Como todos ustedes saben en Haití la Compañía de Jesús aquí es todavía muy joven y carece terriblemente de recursos propios. Es porque queremos lograr juntos el objetivo propuesto, que ahora contamos con su bondadosa e indeclinable solidaridad, y con el soporte de todos los hombres y mujeres deseosos de colaborar en una causa noble, con la garantía de que su ayuda llegará a las personas más necesitadas. En nombre de todos los compañeros jesuitas y otras personas colaboradoras del Cuerpo Apostólico, y sobre todo en nombre del pueblo haitiano – especialmente de nuestras hermanas y hermanos del Gran Sur – les pido que acepten la expresión de nuestro más profundo y sincero agradecimiento.

¡Mèsi Anpil! ¡Gracias! ¡Gracias!

III Congregación Provincial

El martes 7 de sePtiembre, como estaba convocada, se constituyó la totalidad de los miembros participantes, en el Colegio Máximo de San José, para dar inicio a la III Congregación Provincial.
La oración al Espíritu Santo dio inicio a la 1a sesión en la que, cumplidas las formas requeridas, el P. Provincial presentó su informe a los congregados.
La misa concelebrada se dedicó al Santísimo nombre de Jesús invitando a todos a sentirnos nuevamente convocados, desde nuestras diversas historias y misiones, a caminar junto al Señor, como cuerpo apostólico y misionero.

Palabra de la CPAL: “Si hay capacidad y oportunidad, hay también responsabilidad”

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de Agosto.

Por Roberto Jaramillo, SJ – Presidente de la CPAL 

Es del P. Arrupe la frase con que se titula este escrito; fue pronunciada en un discurso sobre Nuestra Actividad Misionera durante la Congregación General 31 (oct/65). En él se refería a la centralidad de la acción misionera en “el instituto” (el ser) de la Compañía, estimulando a los jesuitas a ir más allá de las formulaciones “elegantes y sentencias bien pulidas”, porque ellas muchas veces esconden “un grave problema que no suele herir lo suficiente al que recorre el Decreto a la ligera”. Por eso se quejaba el P. Arrupe de percibir que “la voz de los dos mil millones de hombres y la suerte de tantos y sus inmensos problemas se escapan a muchos de los Nuestros.” 1

En el discurso citado hay cosas que ya no podemos rescatar porque la comprensión de los desafíos apostólicos misioneros, y sobre todo: de las respuestas a dar, ha mudado radicalmente en el transcurrir de los 56 años que nos separan de la CG 31; sobre todo lo que dice a la diferencia entre territorios misionales y territorios cristianos. Pero, en el conjunto del discurso, los criterios apostólicos que recuerda el P. Arrupe “se tienen en pie” de manera
extraordinariamente actual.

1. El principio de la universalidad territorial y de medios. “Si en las deliberaciones de la Compañía consideramos el mundo como una unidad y aplicamos los criterios propios de la selección de ministerios, no podremos menos de emplear en el apostolado nuestras fuerzas con una mirada más universal y con una norma más uniforme (…) Está claro también el principio de unidad, que rechaza el concepto de Federación de las Provincias de la Compañía. (…) Debe tener la Compañía ante los ojos las necesidades y oportunidades de todo el mundo para hacer una selección de fuerzas verdadera y eficaz”.

2. El principio de la paridad o de la Igualdad. “Los hombres en cuanto hombres son todos Iguales: tienen el mismo deber de venir al conocimiento de la Verdad y gozan de igual derecho de que se les ayude a conseguir tal deber. Bajo este aspecto fundamental desaparece todo sentido de superioridad que retienen los pueblos occidentales y se descorre el velo con el que se cubren indebidamente otros muchos derechos humanos”.

3. El principio de responsabilidad. “Síguese de aquí que todos nosotros tenemos el mismo sentido de responsabilidad, que es universal y se aplica del mismo modo a todos los miembros de la Compañía. Todos deben responder de las obras de la Compañía y de prestar a la Iglesia toda clase de ayuda. Responsabilidad que se ha de probar no tanto de palabra cuanto con los hechos, lo mismo en el orden espiritual que en el apostólico. Los mismos Provinciales en sus consultas de Provincia deben acordarse, conforme a las Constituciones, del bien universal de toda la Compañía. Errará quien quisiese medir su responsabilidad por la proximidad geográfica o afectiva: Nosotros somos “ciudadanos del mundo””.

4. Principio de movilidad. “El miembro de la Compañía, por Instituto, debe estar pronto para ir a cualquier parte no buscando otra cosa sino el bien universal. Esto nos hace ciudadanos de todo el mundo y cooperadores de la misión universal confiada a la Iglesia de Cristo. (…) Se ponen ahora muchos impedimentos a esta movilidad Ignaciana, algunos de los cuales proceden más que de la estructura o da las instituciones mismas, del modo rido y exclusivo de
interpretarlas; y otros de la disposición subjetiva que sabe a particularismo o provincialismo”.

5. El principio de unificación y de coordinación. “Quitada toda ambición de centralización, es necesaria una común planificación que muestre la unidad en la obra estratégica. En esta coordenada unidad se encuentra la raíz especial de la potencialidad para disponer la obra apostólica de un modo eficacísimo”.

De esos cinco principios deducía el P. Arrupe cinco consecuencias importantes para nuestro modo posconciliar de estar presentes a nombre de la Iglesia en el mundo como misioneros:

a) las misiones son responsabilidad de la Compañía y no sólo de unas pocas provincias o de unos pocos “llamados” o voluntarios,
b) la obra misionera es parte de la misión de toda y de todas las provincias, no como una extensión o un añadido (territorio alterno o encargo externo) sino como constitutiva de su propios ser (del Instituto),
c) cada día se asemejan más los problemas de las misiones a los que preocupan a las naciones ‘desarrolladas’: el neopaganismo es un desafío en todas las sociedades,
d) “las misiones no sólo tienen potencia receptiva sino, a su vez -por decirlo así- comunicativa”,
e) es necesaria y urgente la movilidad fundamental (disponibilidad) para enviar a misiones aun aquellos que no han pedido ser enviados.

He querido compartir con ustedes este tesoro de la parresia del P. Arrupe porque nos coloca, de manera actual y renovada, frente a lo más propio de nuestro instituto: la misión; nos permite reflexionar y revisar actitudes y prácticas personales e institucionales (en provincias, obras y redes) para calibrar qué tan “afinados” estamos con la partitura que el Espíritu Santo está tocando en medio de las urgencias y desafíos del mundo actual.

Los dejo con este párrafo del mismo discurso que el P. Arrupe refiere a la mutua colaboración: “en esto nuestra Compañía tiene una posibilidad extraordinaria y mucho dudo que otras Instituciones puedan superar en este campo a nuestra Compañía. Si hay capacidad y oportunidad, hay también responsabilidad. Se nos abre aquí un campo dilatado para una sincera colaboración…”

Palabra de CPAL – Junio 2021

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de Junio.

¿La conversión de Ignacio? ¡Muy bien! ¿Y la mía?

Roberto Jaramillo, S.J.  – Presidente CPAL

Tres actividades tenemos planeadas en común las 12 provincias para celebrar este año ignaciano, además de los programas propios de cada provincia.  

La primera de ellas es la publicación quincenal de un subsidio para la oración personal y comunitaria en torno de temas ignacianos. Las guías han sido preparadas por 31 personas diferentes, y bellamente editadas, tanto para el computador como para el teléfono, por el equipo de comunicaciones de la CPAL. Las acompaña, además, un brevísimo video que pretende motivar y provocar movimientos interiores para, en ellos, discernir por dónde pasa el Espíritu en nuestra oración. Les invitaos a usar esas guías de manera individual y colectiva en las más diversas instituciones. 

La segunda tiene que ver con dos programas especiales llamados FABRO, el primero, y CLAVER, el segundo. Del fondo apostólico e la CPAL hemos ido apoyando financieramente el trabajo de propiciar la experiencia de los Ejercicios Espirituales entre colaboradores inmediatos de nuestras obras (el programa FABRO) y entre personas de los medios pobres en que desarrollamos nuestra labor apostólica (programa CLAVER). En ambos programas la participación económica de la persona interesada y de la institución a la que está vinculada (o de la provincia) es fundamental, y el fondo apostólico de la CPAL financia hasta el 40% o el 50% de la experiencia a ser realizada. Queremos colaborar y provocar la mayor participación posible de colaboradores de nuestras obras apostólicas, por un lado; y de muchas personas pobres que nunca podrían financiar tres o más días de ejercicios espirituales en un lugar y con la compañía adecuada. EN el pasado año hubo más de 100 personas beneficiadas por estos dos programas. Los invitamos a ser creativos y generosos para compartir “todo lo mejor” que tenemos como herencia de San Ignacio. 

La tercera actividad es la organización, hacia el final del mes de octubre durante tres días (del 25 al 28), del Congreso Internacional de Ejercicios Espirituales con el tema “de la herida a una nueva vida”, de manera virtual, coordinado desde la facultad de Teología de la Javeriana y bajo la responsabilidad de la CPAL. En él participarán como ponentes principales, además del P. General, María Clara Bingemer, Javier Meloni, Benjamín González y Francisco de Roux, y se desarrollarán una serie de foros y talleres que nos ayuden a reconocer, acoger y trabajar las heridas propias y de nuestra sociedad, en clave ignaciana. Siendo un evento virtual todos y todas ustedes podrán participar; las provincias de la CPAL han “comprado” cada una veinte becas para ser distribuidas entre algunos de los jesuitas y colaboradores interesados, pero siempre habrá lugar para más inscripciones. En esta misma semana se espera distribuir la información completa sobre el Congreso. 

Asumamos con lucidez el llamado que nos hace el Señor para hacer de estas celebraciones ignacianas una oportunidad de nuestra propia conversión, tanto personal, como institucional. Bendiciones. 

Reflexión del Evangelio – Fiesta de la Santísima Trinidad

Evangelio según San Mateo 28,16-20

Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio SJ – CPAL

Andrés Sopeña Monsalve publicó en 1994 un libro llamado: “El florido pensil”, en el que presenta la (des)educación de varias generaciones de españoles de la posguerra en clave nacionalcatólica. Partiendo de los libros de texto de la época, evoca, con una gracia y un humor irresistibles, la escuela cotidiana en la que se formaron muchas generaciones durante la España franquista. Este estilo impregnó la educación en todos los niveles, incluida la formación religiosa.

Dice Andrés Sopeña: “Le temíamos a la clase de catecismo más que a una vara verde. Menos Fernandito y Tordecillas, raro era el que no salía con la cara caliente. Es que no podía ser de otra manera, porque, a ver: Dios es nuestro Padre, que está en el Cielo, ¿no? Y estaba bien; lo decías, y te librabas. Pero después don Simón te preguntaba: «¿Dónde está Dios nuestro Padre?» y tú: «Pues, en el Cielo». Y ¡plas! Tortazo. Que ya no estaba allí, hombre; que ahora era «En todo lugar, por esencia, presencia y potencia», fíjate. Y, de nuevo: «¿Por qué decís que está en los cielos?» y tú: «No, si ya no lo digo; es que me he equivocado» y ¡plas!, otra vez, que había vuelto: «Porque en ellos se manifiesta más particularmente su gloria», aclaraba Fernandito. Como en los dioses, que no me lo había estudiado, pero que lo saqué por matemáticas:

– P.: ¿El Padre es Dios? –le preguntaron a Fernandito, que seguro sabía del padre de quién hablaban…
– R.: Sí, padre; el Padres es Dios –para mí, primera noticia.
– P.: ¿El Hijo es Dios? –ésta era para Tordecillas.
– R.: Sí, padre; el Hijo es Dios.
– P.: ¿El Espíritu Santo es Dios?
– R.: Sí, padre; el Espíritu Santo es Dios –respondió el Ruiz, que ya le había cogido el truco a aquello.
– P.: ¿Son, por ventura, tres dioses?
– Tres, exactamente –respondí yo, que había llevado la cuenta. ¡Y me dio una torta!

Luego resultó que no eran dioses, que eran personas. Y a mí aquello me pareció un misterio. Que había que verlo, que una era un triángulo con un ojo y otra una paloma, no recuerdo si con olivillo o sin olivillo. De la otra, ni te cuento; que en mi enciclopedia unas veces tenía forma de corazón y otras de corderillo; según le pillara el cuerpo, seguramente. Pero, yo, callado. (…)”.

Las preguntas y respuestas del Catecismo del padre Astete facilitaban el aprendizaje memorístico de los conceptos clave, aunque no siempre propiciaban una experiencia que permitiera entrar en contacto con lo que confesamos en nuestra fe. Hoy seguimos sin entender este misterio de la Santísima Trinidad, “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”; pero nos preocupamos menos por la repetición de fórmulas y comunicamos la experiencia con la que sinterizó san Agustín ese misterio trinitario: “Aquí tenemos tres cosas: el Amante, el Amado y el Amor»; un Padre Amante, un Hijo Amado y el vínculo que mantiene unidos a los dos, el Espíritu de Amor. En nombre de esta comunidad de amor, que se necesitan en su diferencia y que no se anulan en una uniformidad ni en una individualidad estéril, quiere Jesús que seamos bautizados todos sus discípulos.

Fuente: jesuitas.lat

Mensaje del P. Provincial Rafael Velasco SJ para el inicio del año ignaciano

A toda la Provincia

El 20 de mayo comienza el “Año Ignaciano”, en memoria de los 500 años de la herida de Ignacio en Pamplona; herida que trajo aparejada en él un proceso interior de conversión que dio origen a una vida nueva. Esa vida nueva surge de su experiencia de encuentro con Cristo, que le dio una mirada nueva: como el mismo Ignacio relata en su experiencia a orillas del río Cardoner “le pareció ver nuevas todas las cosas”. De ahí que el lema de este año sea “ver
nuevas todas las cosas en Cristo.”

Este año puede ser un tiempo especial para todos, jesuitas y colaboradores, para dejarnos mirar por Dios nuestro Señor que vino a sanar nuestras heridas y nos llama desde los heridos de la vida. Será tiempo bien aprovechado el que empleemos en acompañar cercanamente a los heridos, los apaleados del camino (cfr.Lc.10, 30), los “leprosos” (cfr.Mc.1, 40), los que no tienen quien los ayude (Jn. 5, 7), los que desde el borde del camino gritan, a veces tumultuosamente, “Señor Jesús, ten compasión de mí” (Cfr. Mc 10, 47).

Mirar con los ojos de Cristo para ver nuevas todas las cosas, es también ver el costado luminoso de la vida y las personas, el movimiento esperanzador que ya está dándose en la realidad.

Necesitamos esa mirada para ver nuestro contexto golpeado por la pandemia y sus efectos colaterales, a veces más duros que el mismo virus. Vernos con una mirada nueva en Cristo.

Pidamos poder contemplar activamente lo que Dios va haciendo en la vida de las personas y de la creación toda… y ayudarlo. Pidamos tener esa mirada, no sólo en la vida apostólica sino también en nuestra vida comunitaria.

Si bien durante el año habrá eventos a nivel de la Compañía universal y latinoamericana y también en nuestra provincia, buscaremos que este año sea un tiempo para volver a lo Fundante, al Principio y Fundamento de nuestra vida y misión. En particular nuestro seguimiento de Cristo pobre y humilde.

Sería muy bueno poner los medios a nuestro alcance para realizar los Ejercicios Espirituales con toda la profundidad posible. Desde esa experiencia, lo sabemos, proviene una mirada nueva de todas las cosas.

Que Dios nos bendiga a todos y nos ayude a sacar mucho provecho espiritual de este año Ignaciano.

Fraternalmente,

Rafael Velasco SJ

Serie 16 caminos hacia Dios: XVI. «El desborde» – Emmanuel Sicre SJ

Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.

16. Camino hacia Dios: «El desborde»

Cuando una acción nuestra transforma algo de la realidad de los demás en su favor, dotándolos de un sentido aún mayor del que preveíamos, caemos en la cuenta de un misterioso desborde.
¿Qué es ese plus de sentido que percibimos como un caer en la cuenta de que hay algo más allá de nosotros mismos? ¿Cómo es que la manifestación de este “más” se hace tan clara a los sentidos compartidos por otros y nos llena de alegría? ¿Qué sostiene nuestro compromiso por continuar haciendo aquello que nos llena de un sentido no provocado, sino donado, regalado gratuitamente y sobreabundante? Nos estamos preguntando por el bien inmerecido, desproporcionado, que recibimos de lo que vivimos con pasión.
Así, cuando el hombre vio que se le da algo mucho más grande de lo que él dio con su accionar, y reconoce que nunca podría pagarlo o devolverlo por sus propios medios; y que, asimismo, desea con todo su ser seguir acrecentado esta experiencia que lo plenifica y lo abre a los demás con su trabajo; se transforma y se encuentra con la revelación gratuita, personal, impredecible, inaplazable, e inolvidable del Dios de Jesús.
Emmanuel Sicre SJ

Serie 16 caminos hacia Dios: XV. «La música» – Emmanuel Sicre SJ

Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.

15. Camino hacia Dios: «La música»

 Dios se parece mucho a la música. Es Misterio que reúne los elementos dispersos de nuestra vida creando armonías siempre nuevas. Es Voz que susurra su bondad en el oído del ser humano al punto de dejarlo con ganas de bailar ante su presencia, como David.
Dios se asemeja a la música cuando, al estar con él, el tiempo parece suspendido y, sin embargo, en paralelo, se está tejiendo el ritmo de la historia personal. Esa historia que no puede encontrar sentido si no es en el cadencioso compás del Gran Compositor de melodías. Con esa melodía es que nuestra pequeñez se hace parte del lenguaje común en el que están todos los sonidos que hubo y habrá en el universo entero.
Por eso, es necesario encontrar el tono único con el que damos en la propia armonía en medio de la Creación y dejar que el espíritu de Dios nos impulse a interpretar esa canción que nos hace vibrar en la misma sintonía: ser imagen suya.
Emmanuel Sicre SJ

Serie 16 caminos hacia Dios: XIV. «El odio» – Emmanuel Sicre SJ

Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.

14. Camino hacia Dios: «El odio»

 Nos estamos acostumbrando a ver el odio como un espectáculo más. Las mediaciones digitales y las manipulaciones ideológicas de turno nos van desvinculando de las verdaderas consecuencias del odio sobre las personas. Se nos va generando una sensibilidad profiláctica, aséptica y disminuida en su capacidad de vivir lo del otro con el otro. Vamos desconociendo la carne de quien sufre por el odio, y nos queda sólo su relato más o menos trágico. Tomamos distancia de los odiados. 
¿Será que pensamos que allí donde hay odio no puede estar lo de Dios? Pero lo cierto es que sí está. ¿Dónde? Padeciéndolo. Ese es el misterio de Cristo: un hombre sin maldad que absorbió en su carne la maldad de quienes lo odiaban para liberarlos de ese cáncer mortal y devolverles con su presencia la certeza de que la salud es posible. Es más, sólo hay que desearla.
Emmanuel Sicre SJ