Día del Sagrado Corazón: El Estilo de Jesús

La fiesta del Sagrado Corazón nos invita a volver la mirada hacia Jesús para preguntarnos cómo es su modo y cómo podemos vivirlo e imitarlo en el mundo de hoy.

Por Javier Rojas SJ

¿Qué hacer para derribar la corteza de la indolencia, la indiferencia, y la apatía que cubre el corazón del hombre?

En el corazón del ser humano hay bondad, hay deseo de Dios, capacidad de amar, y esa pizca de “locura” que hace al ser humano una persona capaz de hacer grandes cosas por los demás. Sin embargo, ¿qué nos pasa? ¿Por qué cuesta tanto a algunos cristianos salir del propio “querer y sentir” y mirar al que está sufriendo cerca suyo? ¿Cómo es posible que muchos cristianos sigan creyendo que seguir a Jesús es cumplir unas cuantas normas? ¿Dónde quedó el deseo profundo de imitar la manera de vivir de Jesús?

Cuando contemplamos el evangelio, vemos a Jesús que se acerca al que sufre. Su amor es compasivo. Está dispuesto a acortar la brecha que existe entre las personas que sufren y la vida que Dios quiere para ellos.

Para Jesús el amor es compromiso con la dignidad humana y no sólo palabras. Su amor también es gratuito. Está dispuesto a brindar su ayuda, dedica tiempo para estar con los que sufren, presta oídos para escuchar a los demás, y no teme quebrantar la ley cuando está en juego la dignidad humana.

Por último, el amor de Jesús está llenas de palabras inclusivas y acogedoras. Las palabras de cercanía y ternura que Él dirigía a las personas enfermas, les devolvía la salud. Su manera de hablar directa y firme, pero también suave y tierna, transmitían compasión, aceptación y misericordia. Las personas se sentían curadas por Jesús porque a través de sus palabras se sentían entendidas por Él.

Y nosotros, ¿Cómo procedemos? Necesitamos recuperar ese estilo de vida que tenía Jesús y ejercer el poder sanador que también tienen nuestras palabras y gestos cuando muestran compasión, aceptación y misericordia ante sufrimiento de los demás. Para Jesús la compasión es la manera de proceder de Dios. No es una virtud más, sino su estilo de vida. No se puede aspirar a ser santos sino se procede con compasión y misericordia.

 

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