¿Fronteras?

¿Qué frontera se puede poner a lo humano? Hay que descubrirlo.

Por Fabricio Alaña, S.J.

La palabra frontera es un límite para separar regiones; están hechas por acuerdos humanos en base a guerras, peleas, consensos o en algunos casos por hitos naturales. Los seres humanos a través de sus Estados-Nación necesitan de las fronteras para definir su región, explotar sus recursos y vivir de ellos.

¿Eso es bueno o malo? Es necesario.

¿Eso define lo humano? Describe una cultura.

¿Qué frontera se puede poner a lo humano? Hay que descubrirlo.

Actualmente Ecuador está recibiendo cada día cerca de cuatro mil venezolanos, hombres, mujeres y niños, nos dicen las estadísticas. Ante esto, se quejaba un “ecuatoriano” (carente de memoria y humanidad) en un diario (El Expreso, sábado 11 de agosto de 2018, pág. 4 y 8 Cartas al editor), en los siguientes términos:

“Ante el flujo migratorio de venezolanos a nuestro país es necesario ya, que nuestras autoridades tomen medidas, y una de las más lamentables es cerrar la frontera norte. Despojémonos de sentimentalismos y procedamos… Si no tomamos medidas esto originará al Ecuador fuga de dólares al exterior y más desempleo. Ecuador también tiene problemas económicos”.

El señor que se quejaba en el diario, claramente no es la voz de miles de ecuatorianos que desde sus posibilidades tienden su mano para ayudar a los más necesitados, hace parte de los que en la Biblia se llaman los que murmuraban.

‘‘En la Biblia aparece mucho la palabra “murmurar” cuando un profeta o Jesús hace una acción maravillosa, “dar de comer a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, con solo cinco panes y dos peces” (Jn 6: 9-10). Entonces Jesús se revelaba como el Pan de Vida y la gente murmuraba (Jn 6:41) como murmuraban contra Moisés, “nos has traído a morir en busca de la tierra prometida, cuando estábamos tan bien en Egipto” (Ex 16:2). Es decir, reconocer que Dios actúa en la vida no es fácil, pero el murmurar, criticar y desear la esclavitud eso es más fácil.

El señor que se quejaba/murmuraba en la carta al editor del diario, tiene toda la razón, en el Ecuador también hay problemas económicos y sociales. Pero cerrando la frontera a los humanos/hermanos que vienen de otros países, no solo Venezuela, es no reconocer su naturaleza humana y la interdependencia de los pueblos para buscar soluciones reales y eficaces a los problemas de quienes llamamos cristianamente nuestros hermanos. La solución a veces es más simple de lo que pensamos, pero no queremos porque nuestro egoísmo es más grande de lo que creemos. Al parecer la memoria se ha borrado de quienes tienen este tipo de pensamientos, y se ha olvidado que nuestro país ha pasado por diferentes crisis que también han obligado a muchas de nuestras familias ecuatorianas a migrar en búsqueda de mejores oportunidades principalmente a España y Estados Unidos. Lo más reciente, cuando sufrimos el terremoto del 2016, no hubiéramos podido salir adelante sin la ayuda internacional.

Hoy los problemas locales son globales y todos nos debemos sentir responsables por el futuro de la humanidad. ¿Acaso la “casa común” se va a poder cuidar solo desde un país?

Quienes trabajamos con jóvenes tratamos de ampliar horizontes. El mundo es nuestra casa, la humanidad diversa y rica en sus expresiones culturales refleja una sola condición humana, las necesidades son comunes. Educamos para humanizar y al humanizar transformamos vidas, buscamos la felicidad. La mentalidad internacional es la clave para formar ciudadanos del mundo, no presos de un sistema o región. Las fronteras reales, compañeros, no existen; las mentales sí, y son las que destruyen la creatividad.

“Así como no puedes meter a un huracán en una caja, tampoco lo puedes hacer con la realidad. Los límites de la realidad son inmensos y movibles. Las fronteras solo están en tu mente, como las fronteras que deseamos que veamos cuando vamos en un avión. Eso es fragmentar la realidad y la realidad es global, es unidad” (Tony de Mello, sj, Autoliberación Interior, pág 126). Por algo, ya lo decían los antiguos, “nihil humanum alieno a me puto”. Nada de lo humano me es ajeno (Terencio). Y si me digo cristiano, ¿qué es para mí lo humano?

Fuente: Para ti Joven

 

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