Oscar Freites SJ: «he podido resignificar el deseo de entregar la vida por los demás»

Desde la frontera Colombo-Venezolana, Oscar Freites nos cuenta sobre su experiencia apostólica desde que ingresó a la Compañia de Jesús hasta hoy: el acompañamiento a los jóvenes y  su labor en el Servicio Jesuita a Refugiados. «Voy vislumbrando que las fortalezas metodológicas, estratégicas y proyectivas del apostolado social tienen mucho para aportar a nuestro servicio entre los jóvenes.», afirma.

Testimonios SJ

Soy Oscar Freites, oriundo de la ciudad Río Cuarto en el sur de la provincia de Córdoba; hijo de Oscar Esteban y Delia del Carmen, y hermano de Julio César. Tengo 34 años de edad e ingresé a la Compañía de Jesús en marzo de 2011. Actualmente me encuentro estudiando teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

Mis principales horizontes apostólicos, antes de ingresar a la Compañía y durante los primeros años de la formación, han estado vinculados con la pastoral entre los jóvenes. Desde los grupos misioneros de jóvenes hasta las pastorales juveniles diocesanas en Río Cuarto y en San Miguel (Buenos Aires), acompañando grupos del MEJ y alentando la articulación de la Red Juvenil Ignaciana. El magisterio también fue un tiempo para profundizar y hacer síntesis de este trabajo entre los jóvenes colaborando en el Centro Manresa de Córdoba. Así mismo, las horas de clases de las materias de formación en la UCC también me ubicaron dentro del mundo juvenil cordobés.

Frente a estas experiencias, el apostolado durante la teología me ha propiciado un escenario pastoral muy diferente: el Servicio Jesuita a Refugiados – Colombia (JRS/COL). El trabajo entre los migrantes y desplazados forzados me ha vinculado novedosamente con el sector social de la Compañía de Jesús, siendo una oportunidad de crecimiento personal y de fructuosos aprendizajes en torno a los institucionales modos de proceder en el servicio entre los más pobres.

Una de las experiencias más significativas de este tiempo en Colombia ha sido poder estar cerca de las comunidades campesinas que se dedican al cultivo de coca en la frontera colombo-venezolana. Comunidades víctimas del conflicto, desplazados forzados y migrantes que aún viven entre el fuego cruzado de los grupos armados y bajo la presión de los narcotraficantes. Allí, junto a sus líderes sociales, he podido resignificar el deseo de entregar la vida por los demás, el valor silencioso del servicio, la gratuidad de lo celebrativo y la fortaleza de aquello que se construye comunitariamente. Así también, desde esta experiencia de resistencia, compromiso y esperanza comunitaria estoy escribiendo mi trabajo de grado.

Colaborando con el Servicio Jesuita a Refugiados Colombia he descubierto que las herramientas y los aprendizajes del trabajo entre los jóvenes me han sido muy útiles para el acompañamiento a nuestros asesores y colaboradores. Profesionales jóvenes que, en medio de la diaria tarea de acompañar, servir y defender a la población en situación de movilidad humana, siguen discerniendo su personal proyecto de vida. Personas que también van reconociendo en su propia historia heridas que necesitan narrarse y ser escuchadas para comenzar a reconciliarse. Pero así también, voy vislumbrando que las fortalezas metodológicas, estratégicas y proyectivas del apostolado social tienen mucho para aportar a nuestro servicio entre los jóvenes. Frente a ello, me voy sintiendo llamado a poder establecer este diálogo y articulación; reconociendo la importancia de la proyección social de nuestra tarea entre los jóvenes y del acompañamiento discerniente con cada uno de nuestros colaboradores del sector social.

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