Jorge Lugones: «si no hay esperanza para los pobres no la hay para nadie»

En una entrevista para el portal Religión Digital, el obispo argentino y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social Jorge Lugones reflexiona sobre la Semana Social de la Iglesia argentina y otros retos tras la pandemia. Apostando por el diálogo y la ecología para la reconstrucción social, Lugones reivindica acompañar «a los pobres no por un momento cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga». Cree que, después de la pandemia «no debería continuar la preeminencia del mundo financiero sobre el productivo» y asegura que Francisco es un gran líder «criticado, pero también valorado», porque va siempre un paso por delante, en alas del Espíritu.

Una Semana Social atípica y marcada por la pandemia, ¿verdad?. Como ya lo expresamos en el mensaje final, y a pesar de que no pudimos realizarlo como todos los años presencialmente con toda la riqueza de lo interpersonal, la tecnología permitió, por primera vez para nosotros, llegar a mayor número de personas de todo el país y del exterior, que de otra manera no hubieran podido participar de los paneles en simultáneo.

¿Ha sido un éxito, a pesar de todo?. Creemos que sí ya que sólo el primer día (recordamos que fueron cinco encuentros en cinco días consecutivos), tuvimos 5.843 visualizaciones, y casi 900 participantes en simultáneo. Además del interés que suscitó el sistema de chat que permitió hacer preguntas a los panelistas cada día.

En el mensaje final se hace un triple llamamiento:

Primero, a la unidad. ¿Por qué?

El lema de esta semana Social fue “Nadie se salva solo” pues hace referencia a la necesidad de unirnos por encima del conflicto. Creo que la unidad tiene como finalidad  la necesidad de cuidar y cuidarnos, y cuidarnos para cuidar a otros. El tema del cuidado creo que es muy importante. Para englobarlo diría que tenemos tres ejes que no podemos perder de vista y que debemos fortalecer si queremos consolidar la unidad, que son: el encuentro, el diálogo y el cuidado.

El encuentro, porque si no hay encuentro y cada uno va a seguir particularizando su sector político o social, no aportando al bien común, vamos a tener un problema.

Diálogo porque si no hay encuentro no hay diálogo. Para que haya diálogo nos tenemos que encontrar. Ahora, ¿pero qué diálogo queremos? ¿Un diálogo en el que voy a dejar que el otro hable pero yo estoy pensando en otra cosa? ¿O realmente respeto la opinión del otro y además a lo mejor empezamos por las coincidencias y no por las diferencias? Si empezamos por las diferencias después se hace todo muy difícil.

Finalmente el tema del cuidado. Es fundamental para el futuro. Cómo cuidamos el planeta pero, además, cómo cuidamos a la persona humana. Ante el hecho de no poder cuidar a la gente en situación de vulnerabilidad en los barrios populares o en las villas, lo que hemos visto es la toma de conciencia de la organización comunitaria, social, solidaria y fraterna.

En segundo lugar «a la esperanza para los pobres»

La esperanza se comunica a través de la consolación, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo. Los pobres obtienen una esperanza verdadera no cuando nos ven complacidos por haberles dado alimento, abrigo, o un poco de nuestro tiempo, -como expresa LS- sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gratuito que no busca recompensa.

La virtud de la esperanza se nutre de la confianza. Una de las notas de la esperanza es la “espera confiada”, por ello confiamos en la reserva de nuestro pueblo, teniendo siempre presente que “si no hay esperanza para los pobres no la hay para nadie”.

Y en tercer lugar, a «una economía con rostro humano»

Más que nunca es necesario repensar la economía con rostro humano para el escenario post pandemia. Una economía que ponga el centro de la atención en las personas, en la dignidad del trabajo, en el diálogo como factor articulador de las diferencias políticas y sociales. En una economía de la producción y el consumo antes que en una economía de la especulación.

Por eso Laudato Si no habla de crisis laboral ni económica, sino de “crisis ecológica”, porque lo engloba todo: la diversidad del ambiente y de la persona, la cuestión de la “tres T” (tierra-techo-trabajo). La crisis ecológica es un problema cultural antes que económico y su resolución -según nos dice el Papa- es la conversión de las estructuras culturales mediante la política, entendida esta como “la forma más alta de caridad”.

Necesitamos mejorar nuestro rumbo, un rumbo que, para ser sostenible, necesita colocar en el centro del sistema económico a la persona humana -que siempre es un trabajador y una trabajadora-, integrando la problemática laboral con la ambiental.

La cuestión laboral reclama la responsabilidad del Estado, al cual compete la función de promover la creación de oportunidades de trabajo, incentivando para ello al mundo productivo tanto como al científico-tecnológico y cultural, que se debe corresponder con un mundo de acceso social a los bienes y el consumo.

Fortalecer la realidad de los trabajadores de la economía popular con sus unidades productivas, y diseñar, en diálogo con todos los involucrados, políticas que contemplen las diferentes necesidades del sector y las modalidades de integración a la sociedad y al aparato productivo nacional.

Nada parece será igual, después de la pandemia, la armonía entre los diferentes sectores sociales y políticos debe aportar para realizar los cambios necesarios. No debería continuar la preeminencia del mundo financiero sobre el productivo.

¿Qué cambios visibles y concretos debe arbitrar la Iglesia después del coronavirus? Hemos sido sorprendidos por el hambre de Dios de nuestra gente, la iglesia doméstica se ha visto fortalecida, la oración en familia, la vida espiritual robustecida por la participación masiva a través de los actos religiosos y de piedad por la web es un signo del valor intangible de la fe en nuestro pueblo. Como pastores hemos corroborado la paciencia y el amor con que los fieles han demostrado su confianza en Dios, en su Madre la Virgen y en el fructuoso hábito de compartir la Palabra de Dios.  Sólo crecemos cuando dejamos atrás nuestro pesimismo, nuestra forma nostálgica y amarga de mirar la vida, y nos animamos a buscar a Dios que está siempre delante nuestro para guiarnos, para orientarnos.

Decididamente el Discernimiento Social de la Iglesia insta a encontrar maneras de poner en práctica la fraternidad como un principio regulador de orden económico. Donde otras líneas de pensamiento sólo hablan de la solidaridad, el Discernimiento Social de la Iglesia habla también de fraternidad. Reconocer al otro en forma personal implica visibilizarlo con bondad, implica no prejuzgarlo, y con lucidez, es decir con discernimiento, percibir, descubrir cuál es la urgencia, la necesidad o la situación particular de mi prójimo.

La situación vivida nos invita a repensar nuestros proyectos pastorales, a cuestionar nuestra escala de valores, a pensarnos como personas interdependientes, a unir voluntades, a repensar nuestras catequesis desde la dimensión social de la fe y de una  Iglesia cercana, abierta, samaritana, encarnada y arraigada en del mandamiento del amor.

Como expresa el Papa Francisco: No sería correcto interpretar este llamado al crecimiento exclusiva o prioritariamente como una formación doctrinal. Se trata de «observar» lo que el Señor nos ha indicado, como respuesta a su amor, donde se destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero, el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos… La exigencia ineludible del amor al prójimo.

Podes encontrar la entrevista completa en: www.religiondigital.org

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