Reflexión del Evangelio – Sexto Domingo de Pascua

Evangelio según San Juan 15,9-17.

Por Rafael Stratta SJ

En la vida, podemos quedarnos o permanecer de muchas maneras: puede ser el “quédate en casa” que, con intención de cuidarnos propone el distanciamiento; también podemos permanecer en el encierro de quien no quiere compartir –por la razón que sea- ni una migaja de su intimidad; podemos también permanecer en la huida, escapando de todo lo que nos cuestiona e incomoda; y hasta podemos permanecer “aguantando”, apretando los dientes y soportando los golpes hasta que la cosa pase.

Hoy Jesús propone como “mandamiento” un permanecer nuevo, con un tiempo y un espacio propios: “permanezcan en mi amor”, nos dice. ¿De qué permanencia nos habla? Por un lado, aunque sea mandamiento, el amor no puede ser sino pura gratuidad, regalo. Por eso viene del Padre y se regala a nosotros, para que lo sigamos compartiendo permanecer, entonces, es saberse compartir uno y dejarse regalar por otros.

Por otro lado, la permanencia que se propone es un espacio de gozo y gozo del bueno (‘perfecto’). Que Jesús sea misterio no quiere decir que nos oculte cosas, sino que nunca podremos abarcar la grandeza de esta vida resucitada que Él nos comparte. Por esta razón no se guarda nada y nos va revelando la plenitud del gozo que da este permanecer en el amor.

El mandamiento del permanecer en el amor es también un sitio de amistad, de reconocimiento mutuo. Es liberador, hace crecer en relación con Dios y los demás y nos permite acceder al corazón mismo de Dios que comparte su Vida con nosotros. La experiencia da mistad habilita a una intimidad única.

Finalmente, la permanencia es lugar de fecundidad, de frutos que perduran. Nos pasamos la vida queriendo dejar una huella. El fruto del que habla Jesús ya no es para que quedemos en el “bronce de la victoria”, sino que es un fruto vivo, que dura más allá de nuestro ego limitado y limitante. Este fruto nos hace más plenos porque nos conecta con la fuente de la vida que está más allá de nosotros mismos (o más adentro de nuestra propia interioridad, como podría decir San Agustín).

Fuente: www.cvxuruguay.org

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