Sobre la Gratuidad de la Red

Una reflexión sobre la privacidad y el valor de lo que compartimos en las Redes Sociales.

Por Sergio Redondo

El reciente escándalo en torno a Facebook y la fuga de datos de millones de sus usuarios ha traído a primer plano el asunto de lo que es gratis en Internet y lo que no.

Son muchos los que se han llevado las manos a la cabeza al enterarse de dicho trasvase de información y los que se han indignado no tanto con este hecho, sino con el uso posterior que, supuestamente, la empresa Cambridge Analytica hizo de ellos. Esto está provocando que muchos usuarios hayan decidido darse de baja de la red social creada por Mark Zuckerberg, incluyendo personalidades famosas como Elon Musk, fundador de, entre otras empresas, Paypal y Tesla.

No entraré aquí a analizar el hecho, ni mucho menos a ofrecer una opinión al respecto, pero sí me gustaría resaltar algunas cuestiones que, según mi criterio, creo que planean alrededor de semejante situación y que, en la mayoría de las conversaciones que escucho al respecto, se pasan por alto.

Nada es gratis

Sin duda, la primera cuestión que todos deberíamos tener meridianamente claro. Siempre existe una contraprestación, en todo. Pensar lo contrario es de ingenuos.

Incluso en proyectos que pueden parecer relativamente simples, casi siempre uno de los umbrales de acceso consiste en dejar un correo electrónico. En el mismo momento en que accedemos a intercambiar nuestro correo por un determinado servicio o producto estamos aportando información sobre nosotros, los usuarios, a una empresa.

Habrá quienes piensen que Facebook o Twitter son gratis por el simple hecho de no haber tenido que ‘pagar’ por ellos, pero esas personas no se dan cuenta de que en realidad lo que han hecho es confirmar una transacción utilizando otro medio de pago, información, posiblemente mucho más valiosa que una económica cuota monetaria mensual o anual.

Y tú, ¿lees el aviso legal antes de aceptar?

En estas transacciones ‘invisibles’ que venimos comentando, existe siempre un paso por el cual todos tenemos que pasar: se trata del típico aviso legal, el cual debemos aceptar —sí, sí, marcando esa casilla obligatoria antes de enviar nuestros datos— y que en caso de no hacerlo, no podríamos disfrutar del servicio o producto en el que nos estemos registrando.

En este punto, es posible que las empresas que ofrecen sus servicios pequen un poco de oscurantistas o extremadamente legalistas, ya que el vocabulario empleado en estos textos, que no dejan de ser legales, implica un considerable esfuerzo por parte de los usuarios para su completa comprensión, y lo que no podemos hacer es recurrir a un abogado cada vez que vayamos a querer hacer uso de un servicio en el cual se requiera aceptar este tipo de condiciones.

Aunque reconozco lo complicado del tema, ya que las empresas deben guardarse las espaldas ante posibles reclamaciones, tal vez podrían hacer el esfuerzo de ofrecer más claramente los puntos principales o más críticos de sus condiciones, con la opción de leer una versión más desarrollada o completa de las mismas.

Vivimos en la era de la información

Parece como si muchas veces nos olvidásemos de esto. Todos hemos escuchado en algún momento eso de ‘la información es poder’, idea que algunos atribuyen a Thomas Hobbes y otros a Francis Bacon. Independientemente de quien formulara la frase por primera vez y de su connotación, lo realmente importante aquí es tener claro que vivimos en una época en la que la posibilidad de disponer de información o, mejor dicho, de más información que los demás, supone una ventaja competitiva.

Y sin embargo, es curioso que esto parezca exclusivo de la época en la que vivimos cuando realmente ya desde muy antiguo dicha ventaja ha sido buscada y aprovechada por todos: reyes, nobles, conquistadores, comerciantes, revolucionarios, inventores, etc. Saber más que otros siempre ha supuesto ir un paso por delante. Y esto, en la época digital y, más aún, en la época de la publicidad y la globalización en todos los órdenes, alcanza cotas de poder cuyo alcance, muy seguramente, a muchos se nos escapa.

Solo hay que prestar un poco de atención

Es curiosa la indignación de muchos usuarios. Es ahora que salta el escándalo cuando raudos corren a renunciar de su perfil de Facebook. Sin embargo, es como si nunca les haya resultado extraño que, tras compartir o haber abierto una noticia o un producto en el Whatsapp o haber visitado una web en el navegador, inmediatamente hayan empezado a recibir impactos publicitarios relacionados.

No cabe duda de que el alcance del uso de los datos va mucho más allá de lo que podamos imaginar y, de hecho, su relación con la campaña electoral de Donald Trump viene a confirmarnos que vivimos en un mundo en el que la información que consumimos procede de un filtrado previo —recordemos, el filtro burbuja— realizado en base a nuestros gustos, hábitos e inclinaciones. ¿Cómo se puede realizar este filtrado? Pues gracias a nuestros datos, que ofrecemos muchas veces de manera directa, y otras de manera indirecta.

Insisto, nada es gratis en la Red. Por todo hay que pagar, y la información es un medio de pago que se revaloriza cada vez más.

Fuente: Entre Paréntesis

 

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