Una Iglesia que baila

Pablo Michel SJ se encuentra realizando sus estudios de Teología en Chile. Sin embargo, desde allá, tuvo la oportunidad de incorporarse a la vida comunitaria de los Promeseros de Jesús y de María, un grupo de baile religioso que asiste hace décadas a la fiesta de la Tirana para expresar su fe bailando para la Virgen del Carmen; y nos cuenta su experiencia.

Pablo Michel SJ

Cada vez que iniciamos un viaje emprendemos también un camino interior. Nuestros sentidos comunican al alma que dejamos nuestro lugar, los colores que nos acompañan habitualmente, los sonidos que nos rodean, los olores y gustos de nuestra rutina. Al armar la mochila nos enfrentamos a nuestras inseguridades frente a lo ‘por venir’ y también a nuestros deseos. Desplegar lo que iremos a llevar sobre la cama se convierte en metáfora de lo que cargamos, señala lo que tememos enfrentar y lo que nos ilusiona. Nos subimos a un avión y nuestra alma despega mientras que nuestro mundo cotidiano se empequeñece tras la ventanilla. 

Dejo atrás Santiago de Chile, mis estudios de teología y aterrizo en Iquique, unos dos mil kilómetros al Norte, entre el mar y el desierto. Respiro el aire puro del desierto mezclado con la brisa marina y siento alegría. Mi alma se oxigena entre estas dos inmensidades y se dispone a la aventura de lo desconocido. 

Nos tomamos un minibús en el mercado antiguo de la ciudad y nos adentramos en el desierto hacia La Tirana, un pueblito de unos 800 habitantes. Somos parte de una gran peregrinación. Unas doscientas mil personas que se encaminan ilusionadas a encomendarse a la Madre de Dios. Siento que mi entorno ha cambiado, se respira algo así como expectación, acaso esperanza. Al llegar me encuentro con una verdadera explosión de sonidos musicales y con un mar inmenso de colores y de movimiento. Experimento una saturación sensitiva, no comprendo la abundancia de la que soy testigo y que me alegra y emociona de manera inesperada. 

Me toca incorporarme a la vida comunitaria de los Promeseros de Jesús y de María, un grupo de baile religioso que asiste hace décadas a la fiesta de la Tirana para expresar su fe bailando para la Virgen del Carmen, la Chinita. Mis sentidos experimentan de inmediato la bondad y la alegría que reina en la sala que hace de comedor comunitario. Como extranjero de ese mundo experimento e poderoso gozo de ser recibido. Se me sirve casi inmediatamente un plato colmado de comida, chistes por mi ser argentino, cariño profundo por ser jesuita y haber sido precedido por una lista de compañeros que guardan en el corazón: Esteban, Gustavo, Rafael, Santiago… Mi paso por la Tirana se inscribe entonces en una tradición, en una historia de amistad. 

Desde ese primer momento el gusto experimenta entonces por primera vez la delicia del cariño hecho comida que no se detendrá ni por un minuto en toda la semana. El pan amasado por la mañana, los queques y los postres, un picante de guata con pata con charqui, unas papas a la huancaína, ceviche de pollo, un tremendo asado. Todo va nutriendo una vida comunitaria muy rica, hecha de conversación profunda y también de juego. Descubro un mundo de una gran belleza, de mucha alegría y de fe vivida con profundidad. 

Los Promeseros son uno de los más de doscientos bailes que participan de la fiesta. Comprendo viviendo con ellos que el baile es oración que compromete toda la vida. Se preparan todo el año para estar ahí, recaudando fondos, elaborando sus propios trajes y ensayando sus pasos. Pero descubro además que pertenecer a un Baile es una profunda experiencia de ser Iglesia. Las personas se incorporan a una comunidad creyente bien organizada, a un itinerario catequético y sacramental, y a una vida sumamente atrayente para otros y de una evangelización tremendamente eficaz. El Baile es concreción del Reino de Dios, sin más. 

Al partir, Wil y Ale y su hijo Mateo me regalan una foto del baile y un pequeño bailarín de yeso. Me piden una bendición para su joven familia. Hacemos una oración juntos y marco una pequeña cruz en sus frentes. Soy yo el bendecido. Al partir, agradecido, grito bien fuerte como me han enseñado: “-¡Chaaau Baile!”. No funciona. El baile ahora viaja conmigo.

50 años de Justicia y Reconciliación – Por Michael Czerny SJ

“En el congreso de Nápoles 1997, el Padre Kolvenbach dijo que los primeros compañeros nunca hubieran soñado presentarse como Compañeros de Jesús sin incluir ni asumir la opción preferencial por los pobres. Así que después de este congreso, nosotros clarificamos las características del apostolado social y la dimensión social de la misión de la Compañía.”

Michael Czerny SJ 

A 50 años de la creación del Secretariado para la Reconciliación y la Justicia Social, los diferentes Secretarios han compartido su experiencia y trabajo en el área. 

Puedes mirar el video en el siguiente link

Fernando Azpiroz SJ comparte su experiencia de misión en China

Fernando, en su paso por la Provincia, visitó Córdoba para compartir con los estudiantes jesuitas de filosofía su experiencia en Macao y su trabajo en Casa Ricci de Servicios Sociales.

Con su humor habitual, compartió cómo conoció la Compañía a través de la figura de los Santos Mártires Rioplatenses, los inicios de su vocación y el discernimiento vocacional acompañado por el P. Rossi SJ. También destacó de qué manera fue creciendo, como experiencia espiritual, el impulso misionero.

Después de más de 10 años en China, residiendo en Macao, destaca que la fe que los impulsa no deja de sorprender a las propias autoridades locales y que su labor no tiene nada de extraordinario: “lo único curioso –apunta-, es que se desarrolla en China”. Se trata de labores que no todos están dispuestos a llevar adelante por el sacrificio que implican: es el acompañamiento de toda una vida a quienes más están sufriendo el abandono y la desprotección.

Herederos de Francisco Javier y Mateo Ricci, los misioneros jesuitas combinaron desde siempre el trabajo en educación superior –fundando la primera universidad en Oriente-, y la asistencia social –con el primer hospital, que fue un leprosario. 

Siglos más tarde, el P. Luis Ruiz SJ pasó muchos años en Macao hasta iniciar, a los 78 años, el trabajo en favor de refugiados de la Segunda Guerra Mundial, afectados por la secuelas del conflicto, con la idea de integrar a todos en un gran proyecto común: construir sólidos puentes de unión y amistad. Para esto, Casa Ricci promueve la integración de quienes, por las secuelas de la enfermedad, son excluidos pues las secuelas de la lepra o el VIH no son sólo físicas sino también sociales. 

La obra del P. Ruiz, que ahora le toca dirigir a Fernando, además de cubrir los medios de subsistencia básicos a pobres y enfermos, trabaja en pos de la promoción integral de la persona, sea en lo físico, cultural o espiritual. Desde su fundación, en la década del 50, Casa Ricci lleva atendidos más de 10000 pacientes afectados por lepra en más de 150 centros, distribuidos en 13 provincias de China.

Una participación fundamental en el cuidado de las personas, su inclusión y reconocimiento de su dignidad, la tienen las más de 70 religiosas de 8 congregaciones, viviendo en 19 comunidades, que trabajan en la asistencia diaria de los residentes.

A lo largo del tiempo, Casa Ricci ha mantenido su espíritu de servicio, con amor solidario, aprendiendo a cooperar con los demás para dar hoy, sin demoras, respuestas a aquellos que están sufriendo. Defendiendo la vida y dignidad humana. Creando esperanza allí donde no la hay. Solidaridad allí donde reina la división y la discriminación. “Sirviendo, compartimos alegría.”

Es gracias a la presencia estable y generosa de las religiosas que se desarrolla este espíritu que Casa Ricci tiene como distintivo. A través de su testimonio, los enfermos recuperan la noción de su dignidad y comienza a cambiar la mirada que de ellos tiene el resto de la sociedad, comenzando por sus vecinos. De este modo se logra vencer los miedos y se fortalecen los puentes de vinculación con el resto de la comunidad. 

Se generan poderosos vínculos de relación entre las hermanas y los residentes que los llevan a reconocer que resulta muy difícil trasladarlas de un sitio a otro o incluso cerrar una comunidad. Y resulta insustituible su presencia en los centros para el fin que Casa Ricci se propone.

Para finalizar, Fernando compartió el aprendizaje más profundo de su experiencia en China, que tiene ver con la capacidad de sentir con el corazón del otro. Cuanto más distinto a uno es el otro con quien uno vive y trabaja, tanto más profundo e interno es el proceso espiritual de construirse como persona, con una comprensión más profunda de sí mismo y del evangelio.

El legado del Padre Arrupe para la Fe y Misión

El  Padre Arturo Sosa SJ, Superior General de la Compañía de Jesús, ha manifestado que se siente continuador del legado de Padre Arrupe. 

Arrupe ha influido de forma muy importante en la institución religiosa fundada por San Ignacio de Loyola y aun, de forma más global, en la propia vida de la iglesia. En esta perspectiva queremos centrar esta reflexión, en el legado y herencia que nos deja el P. Arrupe para la vida de la iglesia, de la familia ignaciana y de la fe en general, para su presente y futuro.

Y empezaremos por lo que, sin duda, era el propio pozo donde bebía Arrupe. Lo que configuraba e impulsaba su vida hasta las entrañas: la relación y encuentro profundo, personal con nuestro Señor Jesucristo, para seguirle y amarle más, como reza la fórmula espiritual ignaciana. La primera clave del legado arrupiano, la clave de bóveda que cimentaba toda su vida y misión, es la espiritualidad y mística cristocéntrica o cristo-teologal. Esto es, el enamoramiento y pasión por Jesús, experienciada en su vida de oración y contemplación del Crucificado-Resucitado. En la liturgia y celebración sacramental-eucarística, en el amor y la pasión por la justicia, en el fermento y devoción mariana, amor por María, la madre de Jesús y de la iglesia.

 El amor y fidelidad profunda de Arrupe a la Iglesia

Este seguimiento y unión profunda con el Señor Jesús, le llevaba a la comunión con su pueblo y cuerpo místico, la iglesia. El amor y fidelidad profunda de Arrupe a la iglesia, y con ella a su Pastor universal, al Papa -sucesor de Pedro-, signo también distintivo de la institución que él presidía, es la segunda clave que nos transmite. Un amor y fidelidad verdadera a la iglesia y al Papa, que cimentada en el depósito de la fe eclesial, consistía en la fidelidad, actualización y profundización del Evangelio de Jesús y su iglesia en los tiempos y contextos que le tocó vivir. Esto es imprescindible para que haya verdadero amor y fidelidad eclesial, el abrir los nuevos caminos y surcos en la historia. Por donde el pueblo de Dios puede ir caminando, con  la Gracia del Evangelio en el Espíritu, siempre fermento, renovador y transformador del mundo y de la humanidad.

De ahí que esta comunión con Jesús y con su iglesia, llevara al P. Arrupe a  la misión evangelizadora. Él nos enseña, con la iglesia, que la misión del cristiano y del pueblo de Dios es la proclamación y realización del Reino en la historia y en los pueblos; que la iglesia es por naturaleza misionera, que ella no existe para si misma, sino para evangelizar y servir a la humanidad. El camino de la iglesia es el camino de las personas y de los pueblos, la vida del ser humano, con sus gozos y esperanzas, sus tristezas y sufrimientos, en especial de los pobres y víctimas.

Arrupe y la inculturación del Evangelio

Tal como nos enseña la iglesia actualmente, Arrupe fue iniciador y pionero, en esta época contemporánea, de lo que hoy se conoce como inculturación del Evangelio. Nos muestra como la misión evangelizadora, para ser autentica, debe plasmarse en un mutuo dialogo e inter-relación de la fe con la vida y cultura de los pueblos. Una reciproca inter-penetración donde todo lo bueno, verdadero y bello de esta cultura y vida de los pueblos quede asumido y plenificado por la luz del Evangelio que, a la vez, libera y transforma todo lo inhumano, inmoral e injusto.

El P. Arrupe nos muestra cómo la misión evangelizadora debe hacerse desde esta perspectiva de dialogo sincero y profundo, respetuoso y crítico, desde una fidelidad y creatividad o novedad evangélica. Con alegría y ternura, con libertad y co-responsabilidad mutua entre todos los miembros del pueblo de Dios, con humildad y profecía. Él nos enseña todo este modo de vida y de comunión, de responsabilidad, de ejercicio ministerial y de  misión eclesial, fiel al Evangelio y a lo mejor de la tradición de la iglesia. Un misión evangelizadora que, de esta forma, dialoga y se inter-relaciona con el pensamiento, con las distintas ciencias y materias formativas, con las cosmovisiones e ideologías, con la increencia y el ateismo. Y que por lo tanto requiere una formación cualificada, actual e inter-disciplinar.

Un cristiano que no posea esta formación sólida y vida madura, que no sea  adulto en la fe con su diálogo con la razón, no podrá evangelizar de forma adecuada. Desde todo lo anterior, Arrupe fue pionero así en el dialogo ecuménico, inter-religioso e inter-cultural, en la inter-relación de las distintas culturas, cosmovisiones y éticas de los diferentes pueblos o civilizaciones. Para intentar buscar la civilización del amor, la cultura de la solidaridad y el bien común global, como nos enseña hoy la iglesia.

La herencia de Arrupe

Sin duda, una de las claves más importantes de la herencia arrupiana es el constitutivo e irrenunciable carácter o dimensión social-política de la fe, que exige la justicia, la paz y la transformación del mundo, de sus relaciones, estructuras e instituciones. Una fe que se expresa u opta por el amor liberador desde y con los más empobrecidos, oprimidos y excluidos del mundo. Arrupe fue un verdadero profeta que supo denunciar el mal e injusticia, y anunciar el Evangelio de la justicia, de la paz y reconciliación en un mundo profundamente injusto y desigual. Con el empobrecimiento y exclusión creciente del llamado Tercer Mundo o Sur del planeta. Llevó a la Compañía y a la Iglesia por una senda y testimonio coherente, comprometido en la defensa y promoción de la dignidad y derechos del ser humano, de los explotados y marginados de la tierra.

De ahí su elogio y admiración por todos estos testimonios, mártires que entregaron su vida por el Evangelio del amor, la justicia y de la paz, por la Buena Nueva liberadora de los empobrecidos, excluidos y marginados. Testimonios y nombres, que él incluso conoció y trató personalmente. Como Rutilio Grande SJ, Mons. Romero, Ll. Espinal SJ, I. Ellacuría SJ y sus compañeros mártires jesuitas de la UCA (El Salvador), etc. que le dejaron una huella imborrable en su vida.

De estos testimonios y mártires, decía Arrupe, que eran verdaderos modelos y ejemplos para la Compañía de Jesús, para la vida religiosa y de fe en general; que eran prototipo de jesuitas, de miembros de la iglesia y de cristianos para nuestro tiempo. Muchos más cosas se podrían decir del P. Arrupe y su legado espiritual, humano, ético y social. Pero con la intención de no alargarnos más, creemos que lo escrito hasta aquí es lo más esencial de su herencia. Y sirve para tomar conciencia de la talla humana y cristiana del jesuita vasco. Como tantos santos y testimonios admirables a lo largo de la historia de la iglesia, Arrupe supo vivir e ir a lo primordial, a la entraña del Evangelio. Es decir, el seguimiento de Jesús, en la santidad y mística-espiritualidad del Dios del amor, la justicia y la paz. El Dios liberador y universal, de los pobres y excluidos del mundo. Arrupe fue todo un profeta y renovador de la vida religiosa, eclesial y cristiana. Ahora  nos sigue sonriendo y alentando, desde la comunión con el Dios Trinitario y con todos los santos.

Fuente: Loyola and news

Rafael Velasco SJ: “Que sepamos estar al lado y del lado de los pobres”

Con ocasión de la fiesta de San Ignacio de Loyola, Rafael Velasco sj, Superior Provincial de Argentina-Uruguay, compartió con los jesuitas sus deseos para estos tiempos de Provincia, invitando a que sigamos al Señor «identificándonos con sus crucificados, sus pobres, los sufrientes, los que padecen injustamente».

Inspirado en el número 101 de las Constituciones de la Compañía de Jesús recordó que nuestra vocación se fundamenta en la identificación con cuantoCristo nuestro Señor ha amado y abrazado’ y de esto «depende nuestra vitalidad apostólica personal, comunitaria y como Provincia». 

Animó a todos, tanto en nuestras obras y comunidades, cuanto en nuestras opciones apostólicas y estilos de vida, sepamos «estar al lado de estos Cristos, como Compañeros, aprendiendo de ellos, siendo sus amigos. Pero, además, estando de su lado, es decir, utilizando nuestra influencia como institución para expresar y amplificar sus razones»

«(Esto) significa también hoy -remarca- amar y desear pasar aquello que Cristo ha pasado en su vida histórica y lo que sigue padeciendo en los cristos sufrientes que completan hoy lo que le falta a su Pasión… (entre quienes están) las personas en situación de calle, los migrantes, las personas sumidas en la prisión de la droga, los campesinos a los que se les avasallan sus derechos, los niños y niñas que son postergados a los márgenes de la sociedad, los sin crédito, los jóvenes que luchan en desventaja, los ancianos que no tienen dónde caerse muertos…»

Ya el mismo San Ignacio, advierte el Provincial-, anticipó que esto compite contra los deseos mundanos (‘ganar honra, fama y estimación de mucho nombre’). Éstos también nos habitan hoy y «se deben ‘aborrecer en todo y no en parte’, por lo que invita a pedir, por intercesión de nuestro Padre Ignacio, vencer las tentaciones extremas del cinismo, la autocomplacencia y la dureza de juicio.

«Somos pecadores perdonados -finaliza Velasco SJ-y llamados por Cristo. Sólo eso. Ni más ni menos… Que nos sintamos re-visitados por esos deseos de ‘vestirnos de la vestidura y librea de Cristo nuestro Señor por su debido amor y reverencia’.Cada uno en particular y todos como Provincia  «Que sigamos deseando estar cerca de los pobres».

Fiesta de Monseñor Angelleli y compañeros Mártires

Hoy  17 de julio, celebramos, por primera vez, la fiesta de los Beatos Mons. Enrique Angelelli,  Fray Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera.

Un día como hoy, nació Enrique Angelelli, uno de los 4 mártires rioplantenses beatificados el 27 de abril de este año. El obispo de la Rioja forma parte de la historia reciente de la Argentina, y como tal, cuenta con tantos seguidores como detractores. 

Compartimos aquí una homilía de Monseñor Angelelli tomada de la Carta Pastoral, del  6 de abril de 1969; que coincidió con la Pascua.

“Tenemos que ir modelando una Iglesia diocesana, donde todos nos sintamos fuertemente corresponsables de la misión salvadora traída por Cristo al hombre de nuestro pueblo, son atadura ninguna y servidora de todos; profética y santificadora, y a la vez identificada con este pueblo; del mundo sin ser del mundo, pero cuidando de no alienarse un alienar al hombre en sus auténticas manifestaciones de religiosidad popular; sin temor de anunciar el Evangelio y a la vez comprendiendo y respetando el proceso de maduración de la fe; sin ataduras ni silencios cómplices con el poder civil y a la vez colaboradora eficaz de todo esfuerzo que signifique liberación y desarrollo, 

auténtica promoción del hombre; unida y a la vez diversificada en la riqueza de dones distribuidos por el Señor a cada miembro de esta Iglesia particular; servidora de los pobres y a la ve realizadora de la fraternidad con todo hombre que pise el suelo riojano; convertida y a la vez hermana del débil, ha pecado y busca reencontrarse con el Señor; abierta a todos y a la vez fiel a su origen divino, a su naturaleza y a su misión; anticipada de los signos de los tiempos y fiel a Pedro y a los Doce; santa en su origen y pecadora en sus miembros; misionera y dinámica pero caminando con todos y no solo con algún sector; violenta con la violencia del Espíritu de Dios y no con la de los hombres; sintiéndose siempre joven y a la vez eterna, y la gran experimentadora de los hombres”

El sueño de Samuel

¿Cómo sueña Dios a la Compañía de Jesús? En este video, un jesuita con 70 años en la orden, se pregunta por el deseo de Dios para la Compañía en el siglo XXI. Frente a este interrogante, se encuentra con la respuesta de Dios. 

El video fue producido por los Jesuitas de España, y está dedicado a todos los jesuitas mayores que rezan por la Iglesia y la Compañía de Jesús. Puedes mirarlo en el siguiente link

Una contribución de los jesuitas a la Iglesia: Discernimiento y Liderazgo

En el año en que se cumplen seis años en el pontificado del Papa Francisco, los jesuitas están llevando a cabo un programa de liderazgo en la Curia General. El objetivo del mismo es reflexionar sobre las características de un liderazgo discernido desde el nuevo paradigma que propone del Papa Francisco, que enfatiza la escucha, la voluntad de Dios y no la nuestra propia y hacer lugar para el Espíritu Santo.

Esta iniciativa es respuesta al espíritu de servicio a la Iglesia que el P. Arturo Sosa, Superior General, ha puesto en evidencia en la presentación que ha hecho de las recién publicadas Preferencias Apostólicas Universales. El programa incluye varias dimensiones espirituales: un tiempo de reflexión, la llamada “conversación espiritual”, compartir en pequeños grupos y un tiempo de oración personal. Todo ello para crear un espíritu de equipo. El liderazgo guiado por el discernimiento implica todo un modo de proceder que, según el Padre Sosa, “nos permite entrar en comunión en el cuerpo único cuya cabeza es Cristo”.

La primera parte del seminario se ha celebrado en la Curia jesuita del 27 al 31 de mayo. Una segunda parte, con los mismos participantes, será ofrecida en octubre. El encuentro reúne a personas de los Dicasterios Vaticanos, a Superiores Generales de diversas Órdenes y Congregaciones y a algunos miembros del propio Consejo General del Padre Sosa.

La Compañía de Jesús ofrece este tipo de servicio porque cree que la tradición ignaciana, con su énfasis en el discernimiento, posee un gran potencial que puede ser muy útil a la Iglesia de hoy. En efecto, nos vemos confrontados a problemas difíciles, algunos completamente nuevos, debido a los rápidos cambios que se producen en el mundo.

El mensaje cristiano fue, desde el principio,radicalmente nuevo en su visión de las relaciones entre Dios y los seres humanos y en su manera de dar prioridad a los más pequeños, una lectura con discernimiento de los signos de los tiempos puede resultar muy importante. Así un liderazgo competente en sintonía con la tradición ignaciana puede dar a luz un estilo eclesial contemporáneo y lleno de vitalidad.

Fuente: sjcuria.global

Nuevos rumbos, un mismo camino… Hno. Santiago Centeno SJ

Con este título queremos compartir con ustedes las primeras impresiones de aquellos compañeros que reciben un nuevo destino para seguir colaborando en la misión de Cristo, con una nueva tarea o en un lugar diferente al que estaban.

Los invitamos a conocer la perspectiva con la que perciben su tarea y los desafíos que reconocen para este tiempo de novedad, un modo también de acompañarlos en la misión compartida.

Hno. Santiago Centeno SJ – Destinado a la Comunidad jesuita en Corrientes.

Vuelvo a la ciudad de Corrientes después de 13 años. Allí,  espero encontrar una comunidad distinta a la que dejé; ya sea por el paso del tiempo, como por los cambios que se fueron dando.

En esta misión, trabajaré en la pastoral de la Vicaría San Pablo, junto con Antonio Ocaña, y allí, me imagino que me tocará trabajar con los grupos que funcionan en la Vicaría; al mismo tiempo que visitar las casas de las familias del barrio.

Uno de estos grupos, el de la Obra del Niño Jesús, lo fundamos años atrás con David Sánchez. Éste promueve actividades con los niños del barrio como apoyo escolar y una huerta comunitaria. Este grupo sigue funcionando con voluntarias desde hace 18 años. Otro de los grupos con los que espero compartir la pastoral y la presencia religiosa es el de la Escuela Profesional San Pablo, que depende del Arzobispado y brinda talleres de formación en salones de la Vicaría

En estos días, espero con la alegría de afrontar los desafíos del nuevo destino –aunque ya conocido-. Al aceptar la misión del P. Provincial, me vino una alegría grande de volver a Corrientes; donde espero poder responder bien la misión.

Me encomiendo a Nuestra Señora de Itatí, poniendo toda la confianza en Dios Padre.

“Mártires riojanos”: los nuevos beatos de la Iglesia en Argentina

La Iglesia en Argentina espera la beatificación de los “mártires riojanos” que tendrá lugar el 27 de abril: los hoy Venerables Siervos de Dios, monseñor Enrique Angelelli, tercer obispo de La Rioja; presbítero Gabriel Longueville, sacerdote diocesano; fray Carlos de Dios Murias, sacerdote profeso en la Orden de los Frailes Menores Conventuales; y Wenceslao Pedernera, laico y padre de familia, serán beatificados en La Rioja, en una misa que presidirá el cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Los «mártires riojanos»

“Su muerte (de monseñor Angelelli, en agosto de 1976) se inscribe dentro del contexto martirial de la Iglesia de La Rioja, de la que son expresiones inobjetables la muerte de Murias, Longueville y Pedernera (en julio de 1976). También confirma la coherencia testimonial de vida, pensamiento y opción pastoral del mismo Angelelli. Él fue testigo del Reino de Dios y de su justicia en una Iglesia perseguida, obstaculizada y martirizada en sus sacerdotes, religiosos y laicos. Esa fue su identidad más genuina, la básica, la que fundamentó y orientó toda su existencia hasta la consecuencia lógica de demostrar el mayor amor: dar la vida por su pueblo y ser instrumento de la luz del Evangelio”, señalaron los obispos argentinos en una declaración conjunta de noviembre de 2018 titulada: “Pascua Riojana, alegría de la Iglesia”.

Fuente: eclesia.info