La Historia detrás del Nombre ‘Jesuitas’

¿Por qué a los miembros de la Compañía de Jesús le llaman jesuitas? ¿Siempre fue así? ¿De dónde viene ese nombre? ¿Qué significa?  Esta nota te dará la respuesta a estas preguntas y muchos otros datos que seguramente no conocías…

¿»Compañeros de Jesús” o “jesuitas»?

La palabra “jesuita” no fue inventada ni usada por Ignacio, ni por la Compañía. No se encuentra ni en las Constituciones, ni en ningún documento oficial, desde la aprobación de la orden por Paulo III, en 1540, hasta 1975.

Entre insulto y alabanza

A los “compañeros de Jesús” se les empezó a llamar “jesuitas” en Austria y Alemania.

En diciembre de 1544, Pedro Canisio en carta desde Colonia a Pedro Fabro, uno de los primeros compañeros de San Ignacio, le cuenta: …en cuanto a nosotros te puedo decir que nos llaman jesuitas. Al año siguiente vuelve sobre el tema: Nosotros seguimos llevando adelante los trabajos de nuestro instituto, no obstante la envidia y las injurias de algunos que incluso nos llaman “jesuitas”.

Con el paso del tiempo la palabra “jesuita” había adquirido un sentido muy distinto del que le daba Ludolfo de Sajonia, el Cartujano, en su “Vita Christi” que apareció en Alemania en 1350, 190 años antes del nacimiento y aprobación de la Compañía. Allí se decía: Así como los que, por la gracia bautismal, por Cristo somos llamados cristianos, así en la gloria seremos llamados, por el mismo Jesús, jesuitas, es decir, salvados por Él. En esta primera edición, al menos encontrada hasta ahora, el término “jesuita” es particularmente positivo y estimulante. Antes de la invención de la imprenta la obra había tenido gran difusión. Su primera impresión es la de Estrasburgo en 1474. Le siguieron 400 ediciones, muchas en los siglos XV y XVI, en diversas lenguas europeas. San Ignacio leyó, en su convalecencia de Loyola la traducción de Fray Ambrosio Montesinos, y conocía esta palabra. Probablemente en París no le pasó desapercibido el sentido peyorativo que se le daba.

En el “Confesionale” de Gottschalk Roremund (Amberes 1519) se propone, incluso, esta pregunta: ¿Has omitido enseñar la palabra de Dios por temor a que se burlen de ti y te llamen fariseo, jesuita, hipócrita, beguino?

El significado de jesuita como fariseo e hipócrita es ya muy despreciable; pero aún es más ofensivo el de “beguino”, vocablo de origen flamenco, que conlleva el sentido de hereje y depravado.

Por otra parte, con el auge de la devoción al nombre de Jesús en la Italia de los siglos XIV y XV, el pueblo dio el nombre de “jesuitas” a los “Clérigos Apostólicos de San Girolamo”, fundados en 1360 por el Beato Giovanni Colombini, porque iniciaban y concluían sus predicaciones con la frase “Alabado sea Jesucristo”, nombre que se convirtió en “jesuato”, sin ningún sentido peyorativo. San Bernardino de Siena en 1427 fue acusado de herejía por la forma en que propagaba la devoción al nombre de Jesús. El humanista Poggio Bracciolini lo denunció por su “jesuitismo”. El Papa Martín V, sin embargo le autorizó y exhortó a seguir en la predicación de esta devoción, enarbolando, como antes, el estandarte con el gran monograma JHS.

“Jesuita” como identificación de la Compañía

La evolución semántica de la palabra “jesuita” es un hecho normal. La evolución semántica de las palabras, habitualmente, es un reflejo del comportamiento humano; pero esa evolución después de la fundación de la Compañía parece querida, por:

1) Usar el término “jesuita” sólo y exclusivamente para designar a los miembros de la Compañía de Jesús.

2) Atribuir a los jesuitas fechorías de todo género.

3) Convertir el término “jesuita” en sinónimo de astuto e hipócrita, y así difamante. Protagonistas de esta tendencia fueron, sobre todo, la Alemania protestante, la Francia galicana y jansenista y la de la Ilustración, y un poco Inglaterra. De ahí se extendió el antijesuitismo a toda Europa y  consiguió la supresión de la Compañía. Con la supresión se atenuó un poco ese antijesuitismo, pero se reavivó y, con el correr de los tiempos se difuminó algo, pero todavía los diccionarios siguen repitiendo: “jesuita” miembro de la Compañía de Jesús, y persona astuta, intrigante e hipócrita.

Mientras el antijesuitismo seguía dándole un sentido difamante a “jesuita”, los católicos encontraban que la palabra, por su brevedad y por su significado etimológico, era muy idónea para sustituir las largas expresiones compañero de Jesús, o miembro de la Compañía de Jesús. Y en ese sentido exclusivo de miembro de la Compañía de Jesús se extendió de forma notablemente rápida.

Ese significado parece sancionado por el concilio de Trento. No lo usa en sus decretos, pero sí en sus actas. Al P. Diego Laínez se le llama General de los Jesuitas. La popularidad que el vocablo “jesuita” adquirió en el mundo católico no ha sido ni promovida ni deplorada por la Compañía.

Ha reconocido que para el pueblo católico no era más que un sinónimo de Societatis Jesu y Compañero de Jesús, y merecía un respeto. De hecho es de uso corriente en el lenguaje de la orden y de sus miembros que se refieren a sí mismos como “jesuitas”. Sólo ha sido usada oficialmente, 435 años después de la fundación de la Compañía, en la Congregación General XXXII (1975), en uno de sus decretos (2, 1): ¿Qué significa ser jesuita? Reconocer que uno es pecador y, sin embargo, llamado a ser compañero de Jesús, como lo fue Ignacio….

Fuente: Revista Jesuitas España

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