Una mirada sobre los principales miedos que podemos tener frente al proceso sinodal

Todos tenemos miedo al Sínodo

Artículo escrito por Joaquín Tabera SJ

Desde el 2021 cuando el Papa Francisco convocó la preparación del XVI Sínodo Ordinario de los Obispos para tratar el tema de la sinodalidad en la Iglesia se han sucedido muchos movimientos tanto de apoyo como de rechazo. Especialmente la prensa “católica” ha aprovechado estos movimientos para dar cuenta de la falta de unidad en la Iglesia, y a modo de fuego cruzado, acusar a los bandos opuestos ya sea de cismáticos o de herejes. Es decir, han utilizado los miedos de los fieles para hacer política intraeclesial.

La RAE nos define el miedo como la “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”, y en su segunda acepción nos dice que es el “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. Desde estas definiciones, y desde lo que vemos en la prensa que está suscitando el Sínodo, me parece importante podamos admitir que todos tenemos algún miedo frente a lo que pueda resultar del Sínodo, ya que admitiéndolo e identificándolos podremos poner freno a algunas estrategias de desunión que se están entretejiendo.

A continuación desarrollare brevemente los que considero son los principales miedos que podemos tener frente al proceso sinodal.

  • Miedo a perder el poder:

Dentro de nuestra Iglesia, en tanto institución, hay muchos hermanos que conservan la visión del Reino y de la Iglesia típica de los Apóstoles antes de la resurrección, es decir, consideran que los puestos de mando son puestos de poder y no de autoridad, puestos de privilegio y no de servicio.

Para quienes detentan está imagen de Iglesia, el Sínodo, desde su intento de analizar las estructuras de gobernanza de la Iglesia para hacerlas más evangélicas, se vuelve una amenaza directa a lo que entienden debe ser el Reino y el cómo debe funcionar la Iglesia.

  • Miedo a perder la identidad:

Dentro de nuestra Iglesia hay muchos hermanos que viven su ser católicos desde un fuerte sentido identitario, otorgándoles la Iglesia un sentido de pertenencia fuerte en donde pueden encontrar códigos axiológicos desde los cuales estructurar su vida diaria. Estos hermanos, mayormente pertenecientes a ambientes donde se vive un catolicismo cultural, no siempre han logrado internalizar el elemento relacional de la fe (lo vital de la relación personal-comunitaria con Jesucristo) sino que se han quedado en los elementos, ciertamente virtuosos, de la vivencia externa del catolicismo.

Para quienes viven de este modo su fe, el Sínodo, desde su intento de escuchar lo que el Espíritu Santo le dice a la Iglesia hoy por medio del discernimiento, se vuelve una posible amenaza para con el modo de vivir la catolicidad al que están acostumbrados, diríamos que se vuelve una amenaza a su identidad como católico ya que han entendido su identidad como inalterable, y el Sínodo, desde la posibilidad de entender algunas de estas cuestiones solo como practicas externas no constitutivas, puede atacar su identidad.

  • Miedo a perder la batalla:

Dentro de nuestra Iglesia hay muchos hermanos que viven su ser Iglesia con un fuerte sentimiento de pertenencia a alguna comunidad, a alguna teología o a alguna región. Este sentido de pertenencia, que no es malo en sí mismo, puede desvirtuarse llevando a comprender a los otros modelos de Iglesia como “aquellos que están equivocados” o como “aquellos que no saben hacer Iglesia”, y aquí entran todos los adjetivos que ya estamos acostumbrados a escuchar: Herejes, Cismáticos, Conservadores, Liberales, Progresistas, Tradicionales, Tradicionalistas, Originales, etc.

Para quienes viven de este modo su ser Iglesia, el Sínodo, desde ser un espacio de dialogo y discernimiento en común que busca el consenso, se considera un peligro. El dialogar con otro que piensa distinto lleva implícito el reconocer que del otro puedo aprender algo ya que puede tener razón en algo, y eso, para aquellos más encerrados en su sentido de pertenencia, es intolerable. Es cómo que el Sínodo les plantease que deben ceder frente al otro, deben perder la batalla a propósito. Aquí entran aquellos que consideran también que la única postura valida es la que ellos, y sus grupos, plantean, de manera tal que toda otra decisión por parte del Sínodo estará equivocada, sesgada o será ideológica.

  • Miedo a perder certezas.

Dentro de nuestra Iglesia muchos hermanos viven su fe y su eclesiología como un cumulo de certezas incuestionables, dónde todo proceso que abra la puerta a preguntarse por esas certezas ya es tildado de sospechoso.
Para quienes viven de esta manera su fe y su pertenencia eclesial, el Sínodo, por la apertura de escuchar al Señor por medio de la oración y las inspiraciones del Espíritu Santo, es una instancia innecesaria ya que todo ya ha sido dicho y por lo tanto es todo es inamovible.

  • Miedo a perder la divinidad.

Dentro de nuestra Iglesia muchos hermanos consideran que la Iglesia solo debe ocuparse de las cosas de Dios (especialmente hacen hincapié en la liturgia) y que lo “mundano”, lo perteneciente a “las preocupaciones del mundo” deben ser ignoradas.

Para quienes viven de esta manera su pertenencia eclesial y su vivencia de lo sagrado, el Sínodo, desde su apertura a la encarnación por la que no hay nada del Hombre que le sea ajeno a Dios, se vuelve una gran amenaza de mundanización de la Iglesia. Consideran que este proceso es un tirar las perlas a los chanchos.

  • Miedo a perder el tiempo.

Dentro de nuestra Iglesia hay muchos hermanos que consideran que los ritmos del mundo en el que vivimos (aunque no seamos del mundo) cada vez exigen procesos más agiles y dinámicos por parte de la Iglesia para poder dar respuestas reales, eficaces y eficientes a las necesidades que nos plantea la evangelización de nuestros contextos.

Para quienes viven de esta manera las necesidades imperantes del tiempo y la evangelización, el Sínodo, en tanto proceso temporal que durará en total casi cuatro años, puede ser vivido como un proceso frustrante, el cual, si además no llega a plantear cambios estructurales a la Iglesia, podría entenderse que no ha hecho nada y que la sinodalidad ha sido solamente una moda teológica. Otra forma en que se traduce este miedo es el temor a que todo quede igual.

Ante los miedos mencionados anteriormente, que ciertamente podríamos identificar y analizar con mayor profundidad, considero que, si deseamos evitar que estos miedos influyan de manera negativa en nuestra fe y en el proceso sinodal de la Iglesia, podríamos tomar las siguientes medidas y disposiciones:

Hacernos consientes de nuestros miedos: ya sea algunos de los anteriormente mencionados, o algún otro que seguramente no se ha sistematizado, es importante ponerle nombre y enfrentarnos al mismo. San Ignacio nos dice en su 11º regla de discernimiento de primera semana que el mal espíritu mucho aprovecha el miedo para ir agrandando la tentación, y que enfrentándolo este vuelve a su estado normal huyendo y escondiéndose.

Orar por el Sínodo: pedirle a Dios por el Sínodo y especialmente por cada uno de nuestros hermanos reunidos sinodalmente. Este pedir a Dios no es pedirle desde nuestra imagen de Iglesia dejando que el miedo marque la oración, sino pidiéndole que sea en la Iglesia lo que Él quiera que sea. Este pedir tiene que ser un ejercicio de aquella indiferencia trabajada en el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales.

Las etiquetas dejarlas solo para la ropa: Es importante que nuestro modo de ser Iglesia tienda a la unidad, y en este sentido un buen modo para comenzar a trabajar en esta es el lenguaje, evitando todos aquellos adjetivos que, en una dialéctica casi maniquea, nos dividen entre buenos y malos, conservadores y progresistas, tradicionales y liberales, etc. Es importante que adoptemos, en este proceso y en nuestra vida eclesial, como modo de ser el estar más dispuestos a salvar la proposición del prójimo que a condenarla, sabiendo que cada uno busca lo mejor para la Iglesia.

• Todos los miedos mencionados anteriormente son miedos a perder. El perder algo implica posesión de eso que se pierde, y ninguno de nosotros, desde el recién bautizado hasta el Papa, tenemos la posesión de la Iglesia y la totalidad de la Verdad. Puede sernos importante recordar que la invitación del Señor es a perder la vida para ganarla, y esta invitación se nos hace también como Iglesia.

• Recordar que el Señor resucitado en sus apariciones a los discípulos siempre les dijo “no teman”. El miedo no puede ser nuestro criterio de discernimiento ni pauta de acción, podemos ser críticos, propositivos, cautelosos, o enérgicos frente a las propuestas del Sínodo, pero el miedo no puede ser, si somos seguidores de Jesús, el que marque nuestra agenda.

J. M. Rodríguez Olaizola SJ: Bailar y dialogar con el tiempo, desde la madurez

Bailar con el tiempo es el nuevo libro de José María Rodríguez Olaizola SJ. El jueves 05 de octubre fue el día elegido para su presentación, un diálogo-entrevista guiado por el jesuita Antonio Allende. La conversación llevó a profundizar en algunos de los temas que propone el libro, desde la metáfora del baile como imagen para hablar del vivir y discurrir de la vida.

En el texto encontramos una reflexión muy audaz sobre en qué consiste ese paso de la juventud a la vida adulta y las batallas que seguramente forman parte de casi todas las vidas: por la libertad, por saber vivir historias y no puros presentes desencadenados, por encontrar el amor verdadero, por aceptar los límites…

“¿Qué hace que la gente no quiera madurar hoy?”, el autor lo sintetizó en dos respuestas: los miedos y las renuncias. Reconoció que algunos de los miedos de los que habla el libro han sido grandes miedos personales suyos en el pasado y en otros todavía se reconoce. Son miedos muy humanos: al fracaso, al rechazo, a la soledad … y para sortearlos Olaizola exhorta “¡No dejes que el miedo te paralice!”. Así como propone no fijarse en las renuncias que conlleva madurar, sino en las elecciones en positivo que acarrea.

También se dialogó de la madurez que existe en los ámbitos de la sociedad más pública, y en especial el modo infantil como se tratan hoy públicamente los problemas, sin profundidad ni matiz. Un caldo de cultivo para su idea del auge de “la cultura de la cancelación” que explica así: “Es el tengo derecho a no escuchar aquello que me molesta” y para ello “tú te callas porque lo que vas a decir me pueda herir”.

Para Olaizola madurar tiene que ver, entre otras cosas, con “descubrir donde quieres echar raíz”, aprender a vivir los días grises y educar una mirada no egocéntrica que entienda que el otro es otro, independiente de tu propia realidad.

Con “Bailar con el tiempo”, el autor da continuidad a otra de sus obras donde la temática también se vehiculaba con el baile, “Bailar con la soledad” publicado en 2018. Y, nunca mejor dicho, si Dios quiere, esta trilogía se completará con un tercer volumen, ya en mente del autor, que se titularía “Bailar con Dios”.

Fuente: infosj.es

Sínodo: 3 primeras claves

La participación de toda la Iglesia: la presencia de no obispos enriquece el proceso. Especialmente de las mujeres, con derecho a voz y a voto, sobre todo las religiosas están siendo protagonistas positivas estos días.

La disposición de los participantes: el modo de estar con los otros, mirándose a los ojos, en 35 mesas redondas, ayuda la escucha atenta, el diálogo franco y mejora el proceso de discernimiento comunitario.

Esto impide que las –inevitables- tensiones perjudiquen el discurrir de la Asamblea y que unas pocas personas, amparadas en su jerarquía, acaparen la voz de la Asamblea.

La conversación espiritual: cuando en círculos menores, los 35 grupos comparten lo vivido al finalizar cada módulo como lenta apropiación de un modo de ser Iglesia al que el clericalismo no está aún acostumbrado.

#Sinodo | Card. Hollerich SJ: «No temer a las tensiones»

El Card. Relator General del Sínodo inició la segunda semana de trabajos del Sínodo convocando al desafío de la fraternidad y apertura de las puertas de la Iglesia a todas las personas, al modo de Jesús, dando testimonio del amor de Dios por el mundo aún frente a grupos “que podrían irritarnos porque su forma de ser podría parecer una amenaza a nuestra identidad”.

Al retomar las actividades, el tema en que se centrarán los ‘círculos menores’ por la dinámica de la conversación espiritual, se centra en la comunión y cómo ser más plenamente signo e instrumento de unión con Dios y unidad del género humano.

Las reflexiones teológicas del P. Radcliffe op, la prof. Anna Rowlands y el testimonio de 4 experiencias eclesiales en torno al tema central, el Card. Hollerich subrayó que esta 2ª semana los participantes deberán confrontarse «con preguntas precisas y concretas», fortalecidos por el «clima de colaboración» construido, en el que «empezaron a pasar del ‘yo’ al ‘nosotros’

Primeros pasos del Sínodo

En la primera semana del Sínodo, relatores de 22 grupos (denominados ‘círculos menores’) han expuesto diversas cuestiones a la Asamblea.

Entre los temas se han mencionado la formación de laicos y catequistas “con particular atención” a los seminarios.; la presencia ‘materna’ de la mujer en la Iglesia y la oración y misión de la Iglesia de “estar con los pobres y migrantes”.

Se destaca que están “aprendiendo a escuchar y a rezar” gracias a la dinámica y disposición física en ‘círculos’ dentro del Aula Pablo VI. También se menciona el clima general de alegría y expectativas en torno al funcionamiento general, aunque esto también ha mostrado algunas tensiones.

Otros tópicos presentes fueron el papel de la Iglesia como familia, las responsabilidades de los obispos, el clericalismo y las funciones de los pastores.

La Asamblea también ha puntualizado la necesidad de revisar la estructura de la Iglesia así como la purificación de actividades dentro de la Iglesia contrarias al Evangelio, los abusos dentro de la Iglesia y las dimensiones de la Curia Romana.

25° Aniversario del Centro de Espiritualidad Ignaciana de Argentina (CEIA)

En consonancia con la frase ignaciana “Traer a la memoria tanto bien recibido” (EE 234), el pasado miércoles 27 de septiembre tuvo lugar en el Salón de Actos del Colegio del Salvador (Callao 542) el festejo del 25° Aniversario del Centro de Espiritualidad Ignaciana de Argentina (CEIA).

La invitación fue abierta a tantos amigas y amigos que han participado y colaborado en Ejercicios Espirituales, cursos y diversas propuestas coordinadas desde el CEIA. Cerca de ciento cincuenta personas pudieron acercarse a este momento ideal para sentirse familia en el CEIA, conocer y recordar su historia y celebrarla.

El evento se inició con una eucaristía presidida por el Padre Provincial Rafael Velasco sj. Luego continuó con testimonios de religiosos y laicos, testigos del camino recorrido durante estos 5 lustros de actividad compartida comunitariamente, todos agradecidos de esta espiritualidad ignaciana, que tanto bien hace al ayudar a ver a Dios en todas las cosas. 

Incluyó asimismo un reconocimiento especial a Marita De Lorenzi y Susana Viñas, que hace 10 años fueron convocadas a formar parte de este equipo, y siguen participando en él, voluntariamente y con el mismo compromiso de siempre.

La ceremonia finalizó con un brindis y un ágape donde se respiraba fraternidad en esta bendición de Dios que ha sido y seguirá siendo el CEIA.

Elena Yeyati, colaboradora.

Mirá las fotos de la celebración en nuestra galería de imágenes

¿Qué tiene de particular el sínodo sobre la sinodalidad?

¿Qué es exactamente un sínodo?

Un sínodo es una reunión – tradicionalmente de obispos – para ayudar a la Iglesia a avanzar en una dirección común. La palabra “sínodo” procede del griego syn-hodos, que significa “el mismo camino”. Los sínodos eran habituales en los primeros siglos del cristianismo, y daban a los obispos la oportunidad de reunirse y debatir cuestiones de importancia para la vida de la Iglesia. En 1965, el Papa Pablo VI instituyó el Sínodo de los Obispos a nivel universal de la Iglesia. Quería encontrar un modo de continuar el intercambio fraternal y colegial que se había ensayado en el Concilio Vaticano II. Desde entonces, se organizan sínodos cada dos o tres años, que reúnen a obispos, expertos y delegados diversos para tratar temas como la Eucaristía, la Palabra de Dios, el Próximo Oriente, la nueva evangelización, la familia, los jóvenes, y la Amazonia.

¿Qué tiene de particular este sínodo sobre la sinodalidad?

A diferencia de los sínodos anteriores, el objetivo de éste no es abordar un tema en particular, sino permitirnos llegar a ser lo que Dios nos llama a ser como Iglesia, todos juntos, ¡en la realidad del mundo de hoy!

Ya no se trata sólo de un Sínodo de Obispos de un mes, como los anteriores, sino de un proceso sinodal de tres años para todo el pueblo de Dios. Todos están invitados y nadie debe ser excluido. Los laicos han participado desde el principio del Sínodo. Y ahora, por primera vez en la historia, algunos participantes laicos también tienen derecho a voto.

En segundo lugar, este Sínodo pretende ofrecer a toda la Iglesia una experiencia vivida de la sinodalidad. Se trata de recoger los frutos de lo que el Espíritu Santo nos dice aquí y ahora para llegar a ser una Iglesia más sinodal en el mundo de hoy.

Por último, el objetivo del Sínodo no es sólo hablar de la sinodalidad, sino ponerla en práctica ahora mismo, en cada diócesis, parroquia y país de todo el mundo. Nos llama a todos a renovar nuestra manera de ser y de trabajar juntos para avanzar.

Pero, ¿qué es la sinodalidad?

Básicamente, la sinodalidad consiste en un camino común. Se trata de escucharnos unos a otros, para oír lo que Dios nos dice. Es darse cuenta de que el Espíritu Santo puede expresarse a través de cualquiera para ayudarnos a avanzar juntos en nuestro camino como pueblo de Dios.

“Caminar juntos” está en el corazón de lo que es la Iglesia, como pueblo de Dios que peregrina en medio del mundo. En tiempos de la Iglesia primitiva, San Juan Crisóstomo decía que para él “Iglesia” y “sínodo” eran sinónimos, ya que la Iglesia consiste en este caminar juntos. En este sentido, la sinodalidad es una forma de renovar la Iglesia desde sus raíces más profundas, para que podamos estar más unidos entre nosotros y cumplir mejor nuestra misión en el mundo. En concreto, la sinodalidad es una forma de ser y de trabajar más cercana a las bases y más colaborativa. Pone de relieve el hecho de que todos tenemos algo valioso que aportar al Cuerpo de Cristo. De este modo, una “Iglesia sinodal” es una Iglesia de la escucha: “Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo.” (Papa Francisco)

En definitiva, esto nos llamará naturalmente a cambiar nuestras formas de hacer las cosas, para que seamos cada vez más lo que verdaderamente somos como Iglesia, y para que caminemos juntos en medio de toda la familia humana, guiados por el Espíritu Santo.

Fuente: www.jesuits.global/es

10 ideas clave de Laudate Deum

Por José Ignacio García SJ, Coordinador de Cuidado de la Casa Común (Provincia de España)

En mayo de 2015 el Papa Francisco publicó la encíclica Laudato si’ en la que marcó el horizonte de la visión católica de la cuestión medioambiental de nuestro tiempo a través de la «ecología integral» en la que lo medioambiental y lo social están intrínsecamente implicados. Pocos meses después, en diciembre de 2015, se reunió la 21 Conferencia de las Partes de la Convención del Cambio Climático, también conocida como COP 21. Es la reunión de los estados que han firmado la Convención para combatir el cambio climático. En aquel encuentro de Paris el mensaje de Laudato si’ resonó en muchas de las intervenciones de los líderes políticos.

Ocho años después, la ciencia continúa proporcionando evidencia del deterioro climático de nuestro planeta. Los efectos se van sintiendo con más fuerza y el impacto lo sufren, especialmente, las poblaciones más vulnerables y pobres. En diciembre de este año, 2023, se vuelve a reunir la conferencia, esta vez en Dubai (COP 28). El Papa Francisco quiere apoyar este encuentro, reconociendo la gravedad de la situación y cómo la respuesta hasta ahora ha sido totalmente insuficiente. El Papa desea que esta vez se logre un acuerdo que sea «drástico, intenso y que consiga el acuerdo de todos». Pero Laudate Deum, Alabar a Dios, que así se llama esta exhortación, además de querer impulsar un nuevo multilateralismo internacional que nos coloque en una senda de transformación económica y social, también se dirige a nosotros los católicos. El Papa nos invita a superar escepticismos y prejuicios y tomar conciencia de la gravedad de la crisis climática.

10 ideas clave de Laudate Deum

La motivación de este texto es que la situación sigue deteriorándose y los efectos son soportados por las personas más vulnerables.

Por esta razón, y porque la situación se vuelve más imperiosa todavía, he querido compartir con ustedes estas páginas. (4)

Ya no se puede dudar del origen humano –antrópico– del cambio climático.

Me veo obligado a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable (14)

Estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos.

Urge una mirada más amplia que nos permita no sólo admirarnos por las maravillas del progreso, sino también es apremiante prestar atención a otros efectos que probablemente ni siquiera podían imaginarse un siglo atrás (18)

El paradigma tecnocrático consiste en pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico».[1]

Provoca escalofríos advertir que las capacidades ampliadas por la tecnología «dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo […]. ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad».[2] (23)

La matriz de pensamiento propia del paradigma tecnocrático nos ciega y no nos permite ver que el aumento de poder no ha supuesto progreso para la humanidad.

En contra de este paradigma tecnocrático decimos que el mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada. Ni siquiera podemos decir que la naturaleza es un mero “marco” donde desarrollamos nuestra vida y nuestros proyectos, porque «estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados»,[3] de manera que «el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro».[4] (25)

Esta crisis no tiene sólo que ver con la físico o la biología, sino también con la economía y nuestro modo de concebirla.

La lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad. En los últimos años podemos advertir que, aturdidos y extasiados frente a las promesas de tantos falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos. (31)

Necesitamos reconfigurar, incluso, recrear el multilateralismo.

A medio plazo, la globalización favorece intercambios culturales espontáneos, mayor conocimiento mutuo y caminos de integración de las poblaciones que terminen provocando un multilateralismo “desde abajo” y no simplemente decidido por las élites del poder. Las exigencias que brotan desde abajo en todo el mundo, donde luchadores de los más diversos países se ayudan y se acompañan, pueden terminar presionando a los factores de poder. Es de esperar que esto ocurra con respecto a la crisis climática. Por eso reitero que «si los ciudadanos no controlan al poder político —nacional, regional y municipal—, tampoco es posible un control de los daños ambientales».[5] (38)

Necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y al mismo tiempo no tener la valentía de producir cambios sustanciales.

Si hay un interés sincero en lograr que la COP28 (Dubai) sea histórica, que nos honre y ennoblezca como seres humanos, entonces sólo cabe esperar formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente. Esto para lograr que se inicie un nuevo proceso destacado por tres aspectos: que sea drástico, que sea intenso y que cuente con el compromiso de todos. No es lo que ocurrió en el camino recorrido hasta ahora, y sólo con ese proceso se podría recuperar la credibilidad de la política internacional, porque únicamente de esa manera concreta será posible reducir notablemente el dióxido de carbono y evitar a tiempo los peores males.(59)

La fe auténtica transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado.

Al mismo tiempo, «las criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que él contempló admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa».[6] Si «el universo se desarrolla en Dios, que lo llena todo, entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre».[7] El mundo canta un Amor infinito, ¿cómo no cuidarlo? (65)

No hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas.

«Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo.

[1] LS (Laudato si’), 105

[2] LS, 104.

[3] LS, 139.

[4] LS, 220.

[5] LS, 179.

[6] LS, 100.

[7] LS, 223.

Testimonio Peregrinación a Itatí: «Lo que más me llevo es la fe de mis compañeros que movía a continuar el camino»

Soy Francesco Corraro, tengo veinticuatro años y participo en el grupo ‘Camino Joven IHS’ de la red juvenil ignaciana, un grupo de oración y espiritualidad ignaciana.

La peregrinación se trata de caminar en comunidad un total de casi 70 kilómetros para encontrarnos con nuestra Madre en su casa, Itatí. Todos los años los peregrinos llevan en sus corazones todas aquellas peticiones y promesas para entregárselas a la Virgen.

En mi caso este año fui como servidor, más concretamente en el servicio de agua. Nuestro rol como servidor consistía no solo en asistir a los peregrinos de acuerdo al servicio que elegiste, sino también el de dar apoyo emocional y espiritual durante el camino, alentando a nuestros compañeros a seguir. En una reunión previa a la peregrinación meditamos esta idea de “El verdadero servidor es el que primero se supo levantado por el Señor” y es así que, teniendo esto en presente, servimos a los demás devolviendo todas esas gracias y dones que hemos recibido de Dios pero no siendo algo que se queda sólo en la peregrinación a Itatí sino que se aplica en la vida misma, ya que estamos llamados a eso, a devolver todo el bien recibido.

Estoy muy agradecido por esta experiencia, de la que me llevo muchas cosas, esta fue la primera vez que participé de la peregrinación y lo hice como servidor, todo era nuevo para mí y aprendí mucho, pero lo que más me llevo es la fe de mis compañeros que movía a continuar el camino, una fe que muchas veces ni nosotros mismos dimensionamos que la tenemos en lo más hondo de nuestro corazón, y son justamente aquellos que caminan con nosotros los que muchas veces la despiertan.

Actividades previas al Sínodo de Obipos

Vigilia ecuménica precede el inicio del Sínodo

La Plaza de San Pedro convocó cristianos de todas las denominaciones a invocar la asistencia del Espíritu, el pasado sábado 30, como centro de distintas iniciativas de oración y relfexión.

‘Together’ fue el título elegido para esta celebración presidida por Papa Francisco, el Patriarca Bartolomé I y el arzobispo de Caterbury junto a líderes eclesiales.

La ceremonia organizada por la Comunidad de Taizé fue la ocasión de invocar al Espíritu Santo para que preceda el inicio del Sínodo en torno a cuatro dones: la unidad y el camino sinodal, el otro, el don de la paz y el don de la Creación.

La plaza de San Pedro estuvo ambientada como jardín florido en este Tiempo de la Creación, dedicado por el Papa a la reflexión por el cuidado de la casa común, en vísperas de la publicación de su nueva carta ‘Laudate Deum’, continuación de ‘Laudato Si’.

La preparación de la vigilia fue un auténtico ejercicio sinodal con el deseo de implicar a más de 50 interlocutores eclesiales, en conjunto con Dicasterios romanos.

Participantes del Sínodo en retiro espiritual

El 30 de septiembre, tras participar de la vigilia ecuménica ‘Together’ en la Plaza de San Pedro, los participantes de la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos iniciaron 4 días de retiro en Sacrofano.

Bajo la orientación de la Madre Ignazia Angelini y el P. Timothy Radcliffe, los participantes compartieron cada día meditaciones, oración personal, conversación espiritual y la eucaristía hasta el martes 3, víspera de la apertura del Sínodo ‘por una Iglesia sinodal’.

Las introducciones del primer día se hicieron en torno a Jesús, piedra angular (Slm 118) y el día lunes, M. Agelini reflexionó sobre el ‘Benedictus’, invocación inicial de los Laudes.

“Bendecir, -señaló- es la actitud sinodal básica desde que existe el pueblo de Dios: «porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición» (1 Pe 3,9)…, tal actitud presupone un acontecimiento en la vida del individuo, que amplía lo estrecho y se abre a lo mucho, del individuo se refracta, pasa contagiando a toda la asamblea: «Glorifiquen conmigo al Señor,  alabemos su Nombre todos juntos». (Sal 33,4).

Por último, la religiosa desafió a los integrantes del Sínodo con una pregunta: “¿Sabrán los pasos del camino sinodal registrarse en la longitud de onda de la bendición matutina?”