«Mar adentro con Ignacio»: la familia ignaciana en Marsella

Aproximadamente 8.000 miembros de la “familia ignaciana” de la joven Provincia de Europa Occidental Francófona (EOF) se reunieron en Marsella el pasado 29 de octubre hasta 1 de noviembre. Jesuitas, por supuesto, pero también familias enteras, jóvenes del MEJ (Movimiento Eucarístico Juvenil) y religiosas de diversas congregaciones inspiradas en la espiritualidad de San Ignacio.

El P. François Boëdec, Superior Provincial de la EOF, estuvo en diálogo con el equipo de comunicaciones de la Curia General en Roma y compartió unas palabras que sobre este nuevo proyecto:

Estamos en el Año Ignaciano, oportunidad propicia para una renovación de nuestro espíritu de Ignacio. En el año 2006 tuvimos en Lourdes un encuentro de la familia ignaciana en la Provincia de Francia. La “familia ignaciana” tomó entonces conciencia de sí misma, y eso ha hecho posible una importante colaboración entre jesuitas y no jesuitas durante 15 años.

Ahora hemos pensado que el Año Jubilar significaba una nueva oportunidad, porque la familia ha crecido y ha evolucionado. Hay menos jesuitas y menos religiosas, pero hay más laicos que reciben inspiración de la espiritualidad ignaciana. Personas muy comprometidas.

  • Ha preparado usted esta gran reunión en época de pandemia: ¿no ha sido una idea descabellada?

Eso pensaron algunos. Por mi parte, pensé que era importante intentarlo, porque si esperábamos para hacer planes hasta que todo hubiera vuelto a la “normalidad”, podríamos tener que esperar demasiado tiempo. Nos pusimos en marcha; no fue fácil, pero al final nos vamos a reunir y será un momento importante.

  • ¿Cuál es el significado específico de la reunión?

Hace quince años estuvimos en Lourdes; esta vez en Marsella. Se trata de entornos muy diferentes; eso dice algo sobre la problemática que abordamos. Marsella es una ciudad intercultural, con una Iglesia valiente y pobre al servicio de toda esa gente. Me viene a la mente, por supuesto, la cuestión de los migrantes y, más ampliamente, la de las fronteras y las periferias. ¿Qué puede aportarnos hoy la espiritualidad ignaciana a propósito de la evolución del mundo?

Además, el encuentro tiene lugar en Francia, en un momento en que acabamos de recibir el informe sobre los abusos sexuales en la Iglesia. Esto es como un tsunami para los cristianos de Francia; va a teñir nuestra reflexión. No podemos simplemente celebrar un feliz encuentro, sobrevolando la realidad. Es obligado que nos preguntemos: ¿qué tipo de Iglesia queremos, qué tipo de compromiso con la población, qué tipo de proceso de conversión necesitamos? Esto está relacionado con el Año Ignaciano que nos pide “ver nuevas todas las cosas en Cristo”. Al mismo tiempo, también queremos que haya alegría. El Papa Francisco lo formuló bien: “¡Que nadie les quite la alegría!” A pesar de todas las dificultades, queremos sentir juntos que Cristo nos acompaña en este peregrinaje.

  • Además de los dos temas que acaba de mencionar, ¿cuáles son los retos que pueden abordarse durante la Asamblea?

Un reto para toda la familia ignaciana que constituimos, jesuitas y no jesuitas, es precisamente “¿qué imagen de Iglesia queremos diseñar para el futuro?” También están las Preferencias Apostólicas Universales, que suponen un guion para la acción y son tan relevantes para todos nosotros. Además, creo que el tema ecológico, la 4ª PAU, es cada vez más prioritario en relación con las otras tres; la situación del mundo nos obliga a mostrarnos cada vez más comprometidos y creativos en este ámbito. Sobre todo porque muchos jóvenes, jóvenes jesuitas y jóvenes de la sociedad, están haciendo hincapié en esto. Ello nos motiva a avanzar y todos los temas que implica estarán presentes en nuestra temática de Marsella.

  • Por otro lado, la organización de un evento de estas dimensiones ¿supuso una oportunidad a nivel espiritual para su Provincia?

Somos muy conscientes de que estamos en un periodo muy especial en la vida de la Iglesia, y también en la vida de nuestra sociedad. Un cambio de mundo, un cambio de época que nos exige estar bien arraigados, apegados a Cristo, y al mismo tiempo estar decididamente abiertos a nuevas cuestiones. Tenemos que mantener esto muy presente en una época en la que los miedos tanto se hacen notar. Para mí, celebrar esta reunión signfica infundirnos ánimos. No sólo para mantenernos unidos en un cálido nido, sino para sentirnos enviados.

Palabras del P. Arturo Sosa SJ para la ocasión

¡Qué placer para ustedes, escribió el Padre Sosa, poder estar juntos, reunirse después del aislamiento causado por la pandemia, y experimentar lo que significa estar en relación, diferentes pero unidos gracias a la experiencia de San Ignacio de Loyola hace 500 años! Añadió que había sido una gran audacia la organización de este encuentro, haberse propuesto emprender un viaje y mirar “mar adentro con Ignacio” -según el tema del congreso- y responder así al deseo del Papa Francisco de participar en la realización de una “Iglesia en las afueras”, ¡abierta al mundo y al diálogo!

En conclusión, el P. Arturo Sosa animó a todos los participantes en el Encuentro a seguir trabajando juntos, a poner en común sus respectivos talentos y medios, a insertarse en el mundo y a no vivir fuera de él. Les agradeció, de forma muy personal, la energía espiritual que le había proporcionado este encuentro. En una última llamada a la esperanza, afirmó: “Ser ignaciano es vivir, como pecadores perdonados, la alegría del Evangelio”.

 

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