Encuentro de Parroquias y Templos jesuitas de Buenos Aires
Testimonio de Ignacio Rey Nores SJ, sobre el Encuentro de Parroquias y Templos jesuitas de Buenos Aires, realizado el pasado 24 de Marzo.
El pasado viernes 24 de Marzo nos juntamos en el Centro de Espiritualidad Ignaciana de la Argentina un muy buen grupo de representantes de las comunidades de los templos y parroquias jesuitas de Buenos Aires. Fue una jornada armada y llevada adelante por los distintos referentes laicos de las comunidades de las parroquias de San Miguel (Patriarca San José y Perpetuo Socorro), de Quilmes (N.S. de Luján y N.S. de las Lágrimas), y de los templos de Regina Martyrum y del Salvador.
El lugar que nos cobijó la mayor parte del encuentro fue el Salón de Actos del Colegio, y allí tuvimos como primer momento un rato de animación llevado adelante por la gente de Luján, que nos hicieron cantar y bailar. Luego el P. Juan Berli hizo una bienvenida hablando de la importancia de este tipo de encuentros que facilitan la comunión y comunicación entre nuestras distintas comunidades. Sandra Miguele, referente de AMBA, también nos dio la bienvenida y nos contó cómo sería la jornada.
Un momento fuerte de la mañana fue escuchar el testimonio de tres personas de comunidades de la Parroquia N.S. del Perpetuo Socorro, quienes nos compartieron cómo Dios pasó por sus vidas a través de la espiritualidad ignaciana y de la pertenencia a la comunidad. Con esos testimonios como telón de fondo, nos ofrecieron unas puntos para la oración personal en donde se nos invitaba a tomar conciencia de cómo nos viene hablando Dios a cada uno de nosotros y a preguntarnos en qué momento de nuestro camino estamos.
Luego compartimos en pequeños grupos las resonancias de los testimonios y de la oración, y terminado este intercambio, un miembro de cada uno de los grupos compartió en plenario algo de lo conversado en el rato anterior.
Cerramos la mañana cantando todos juntos Alma misionera y tuvimos luego un buen tiempo para el almuerzo, en mesas distribuidas en el patio del CEIA, y todos íbamos y veníamos por las mesas donde se fue sirviendo lo que cada uno trajo, y así fuimos picoteando de manera muy gratuita y fraterna.
El bloque de la tarde lo iniciamos en el salón grande del CEIA. Allí el P. Juan nos hizo una presentación de la misión de las parroquias a la luz del magisterio del Papa Francisco, y luego dos de los jóvenes del templo del Salvador, Florencia y Cristian, nos ayudaron a entender la experiencia de “amigos en el Señor” que vivieron los primeros compañeros, sobre todo Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Resonaron aquellas palabras que Ignacio le solía repetir al joven Javier “de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma…”, y ese trabajo lento y constante que Dios fue haciendo en Javier a través del acompañamiento y del testimonio de vida de Ignacio. Se nos dio una consigna nueva para trabajar en pequeños grupos que consistía sobre todo en compartir los ámbitos de misión en nuestra comunidad donde nos sentíamos más a gusto y en hacer una lista de los distintos servicios que se llevan adelante en nuestras comunidades, para lo cual se nos dieron unos stickers.
Volvimos al salón del CEIA y allí hicimos una presentación en plenario de lo que escribimos en los stickers, y la dinámica era ir pegando luego esos stickers en un papelógrafo donde se había dibujado un gran árbol, con enormes raíces, un gran tronco y muchísimas ramas. Flor y Cristian agregaron luego lo importante que es que todos estos “frutos” surjan de tener en claro cuáles son nuestras “raíces”. Me tocó a mí hacer una síntesis de lo trabajado en la tarde, retomando la frase de Ignacio a Javier, e invitando a tomarnos en serio esto de tomar conciencia de nuestras raíces, tal como habla el Salmo 1, y de estar en contacto con el Amor de Dios, para lo cual hice énfasis en el texto de Juan 15 del sarmiento unido a la vid.
El cierre del encuentro fue con la Misa que se celebró en el salón de Actos del Colegio. Termino destacando la consolación de las personas de nuestras comunidades de Quilmes (y no dudo que también entre las otras comunidades), el sentir que fue un día de gracia, de esos que uno agradece haber estado allí: alegría que brota simplemente del poder encontrarnos y compartir lo que somos y hacemos allí donde vivimos, allí donde estamos, allí donde celebramos el Reino de Dios entre nosotros.
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