Reflexión del Evangelio: 1° de Julio de 2015
Por Leonardo Amaro SJ
“Fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros”.
Aquellos pobres desgraciados eran fieros, metían miedo y su propia vida era para ellos un infierno. Estaban más muertos que vivos. Es curioso que salgan al encuentro de Jesús para rechazarlo. Lo buscan para enfrentarlo, para recriminarle… pero lo buscan. Desde lo más íntimo, salen a su encuentro porque lo necesitan.
¿Cuántas situaciones de inhumanidad hay a nuestro alrededor? A quienes las padecen les tenemos miedo y no sabemos interpretar sus gritos estridentes como pedidos de ayuda. Jesús no se asusta ni se achica. Sabe que allí adentro hay gente y que debe ser rescatada. Y afronta la tarea.
El relato es muy curioso, con ese toque fantástico de los cerdos que pastaban cerca, en quienes se meten los demonios que Jesús expulsa de estas pobres almas y la piara entera termina despeñándose del acantilado y ahogándose en el mar. Parece evidenciar la fuerza de autodestrucción con que estos demonios arrastran a aquellos a aquellos en quienes habitan.
A los criadores de cerdos no les gustó la cosa y termina toda la ciudad pidiéndole a Jesús que abandone su territorio. Me hace pensar que liberar de verdad a tanto ser humano desfigurado por la esclavitud de las adicciones, las depresiones, las heridas arrastradas y mal sanadas y las historias de violencia que se reproducen es necesario establecer prioridades e invertir recursos; tienen un costo económico que a veces las sociedades no están dispuestas a pagar.
La opción de Jesús por todo ser humano implica una inversión de prioridades con un costo para todos nosotros -en tiempo, recursos, formación, corazón- que tenemos preguntarnos si estamos dispuestos a afrontar.
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