Arturo Sosa SJ: El Horizonte de la Misión para América Latina

El Padre General de los Jesuitas, Arturo Sosa SJ, estuvo presente en ImPACtando, un encuentro en el que los jesuitas de América Latina y el Caribe, se han reunido para evaluar su misión, el desarrollo del Proyecto Apostólico Común (PAC) y re-lanzarlo tras haber revisado la puesta en acción de sus prioridades durante los años anteriores.

El Padre General en el discurso de apertura del encuentro, introdujo ideas que hacen al horizonte universal de la Compañía de Jesús.

Esta reunión se propone revisar lo andado en la misión para América Latina y el Caribe y establecer los pasos a dar en los próximos años. Mi intención es poner el horizonte universal en el que se mueve la misión en América Latina y el Caribe a partir del discernimiento de la Compañía de Jesús reunida en la 36ª Congregación General en octubre de 2016.

Las ideas que comparto a continuación no son nuevas, forman parte del largo proceso que sobre estos temas viene haciendo la Compañía.

Muchas de estas ideas las he compartido en reuniones en la Curia General y en la conferencia de Asia Meridional el mes pasado.

I. La misión en el corazón y el corazón de la misión.

1. La CG 36 vuelve a insistir en la razón de ser de la Compañía de Jesús y la Iglesia: somos llamados a estar con Cristo y ser enviados en misión.

  • Vida-Misión o Misión-Vida son, por tanto, las dos caras de la misma moneda de nuestra vocación cristiana y jesuita.
  • La misión es la reconciliación1 que nos lleva a la conversión para tener una vida coherente con ella.
  • Una misión que no es nuestra sino del Señor en la cual muchos participan.

2.  La reconciliación es el corazón de la misión de la Compañía de Jesús.

  • Así lo ha entendido la Congregación General 36ª continuando la reflexión de la Compañía a partir del Concilio Vaticano II y todo el camino recorrido como lo van expresando las Congregaciones Generales 31ª a 36ª.
  • Habría evocar, aunque sea en grandes trazos, como el Concilio Vaticano II vinculo la misión evangelizadora de la Iglesia a la atención de las condiciones sociales, económicas y políticas de la humanidad en el cambio de época que se vislumbraba.
  • Para ello la Iglesia tenía que: 1) Volver a sus raíces espirituales y recobrar su rostro de pueblo de Dios, servidora de la humanidad; y 2) Revisar sus relaciones internas, abriendo paso a la responsabilidad laical –pueblo de Dios- en la tarea evangelizadora acompañada por los Pastores al servicio de la misión
  • Los Obispos latinoamericanos reunidos en Medellín trazaron el mapa de la ruta a seguir en el continente. Ruta que se ha seguido con no pocas tensiones, resistencias, conflictos, avances y retrocesos.
  • La Compañía de Jesús se vinculó a ese proceso con el audaz liderazgo del P. Pedro Arrupe, elegido Superior General poco antes de finalizar el Concilio Vaticano II. El impulso a la renovación de la Compañía fue constante y tampoco faltaron las resistencias ni los conflictos.
  • La formulación de la misión de la Compañía de Jesús como la de un cuerpo frágil (pecadores-perdonados-llamados) al servicio de la fe y la promoción de la justicia culminó un largo proceso y orientó el camino a seguir en las próximas décadas.
  • Organizativamente dimos un primer paso al organizar las obras apostólicas en sectores apostólicos en cada Provincia que se fueron también relacionando con otras Provincias de la Región.
  • Nos atrevimos a dar algunos pasos de interprovincialidad.
  • Luego descubrimos que se trataba de dimensiones apostólicas. Lo social o la espiritualidad o la educación no se restringen a unas obras o sectores son, más bien, características de todos los apostolados de la Compañía.
  • Nos ha costado bastante entender cómo cada obra apostólica es un instrumento de la misión y cómo los sectores apostólicos no son compartimientos estancos sino, más bien, dimensiones transversales características del modo nuestro de proceder y presentes en todos los sectores apostólicos y en cada una de las obras.

3. Al reflexionar sobre la misión, la CG 36ª, dirige su mirada a la crisis que vive la humanidad actual.

  • El mundo vive una sola crisis que envuelve el modelo económico, las relaciones sociales y el deterioro del medio ambiente.
  • Se han establecido relaciones entre los seres humanos que llevan al abuso de las personas y de los bienes

4. La misión a la que somos enviados tiene la fe como fuente de la que nacen acciones al servicio de la promoción de la justicia a través del diálogo con las culturas y las religiones. El servicio de la fe se actúa en el ministerio de la reconciliación de los seres humanos entre sí y con la naturaleza creada que lleva a la reconciliación con Dios en Cristo.

5. Se nos invita a ser mensajeros de la esperanza conscientes de las muchas dificultades que viven los pueblos, especialmente los más pobres. Inspirados en nuestra fe somos enviados al:

  • Ministerio de la reconciliación por el cual ayudamos a sanar un mundo herido.
  • Curar las heridas personales, promover nuevos modos de producir bienes y consumirlos garantizando el respeto a la naturaleza, orientar las relaciones sociales hacia la justicia de modo que todos encuentren las condiciones para una vida digna y libre.
  • La reconciliación comienza con entender dónde estamos parados y discernir nuestra contribución más efectiva (magis).por eso es apostolado intelectual que permita comprender y ayudar a comprender las situaciones en las que viven los seres humanos para contribuir a la transformación de nuestras culturas y sociedades a la luz del evangelio. Por eso lo llamamos “apostolado”. Se trata de un trabajo intelectual consistente capaz de ser vehículo de la Buena Noticia.

6. Es una invitación a integrar una vida coherente con la vocación elegida y la disponibilidad a la misión en colaboración con otros.

  • Una vida coherente con la vocación elegida supone:
  • Un proceso permanente de conversión para ganar libertad interior, superar los afectos desordenados y adquirir la indiferencia ignaciana.
  • Formar parte activa de una comunidad de vida, es decir desarrollar la dimensión humana de la fraternidad que nos hace hermanos y hermanas.
  • Cercanía afectiva y efectiva a los pobres. Los pobres nos retan a volver una y otra vez a lo esencial del evangelio. Hacernos amigos de los pobres, oírlos, aprender de su sabiduría, inspira una misión que busca un mundo justo donde todos caben y encuentran condiciones para una vida digna.
  • Sólida formación intelectual para comprender el mundo que vivimos y contribuir eficientemente en su transformación desde cualquiera de las actividades o ministerios al que podamos ser enviados. En fin, una vida de unión con Cristo que nos permite ir adquiriendo el estilo de vida de Jesús.

Fuente:imapctandosj.org

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