Actividades solidarias en el Colegio del Salvador

En el mes de mayo el Colegio del Salvador realizó actividades solidarias a beneficio de la Obra y Hogar San José. Primero, se llevó a cabo una campaña de donación de toallas para que todas las personas que pasan por el hogar puedan tener su ducha diaria.

También, se realizó la tradicional feria americana organizada por un grupo de voluntarias, madres de alumnos y exalumnos del Colegio. Una vez más reunieron gran cantidad de prendas de vestir, juguetes y artículos para el hogar. El dinero recaudado de la feria se dona a la Obra de San José, para favorecer la hospitalidad de las personas en situación de calle.

Obra y Hogar de San José

La Obra y el Hogar de San José tienen por misión la atención psicosocial y espiritual de las personas en situación de calle para facilitar su autonomía y su promoción social. Conocé más aquí obrasdesanjose.org.ar

«Como cabello trenzado». Identidad y memoria indígena

«Miles de mujeres indígenas de América hemos aprendido a entrelazar nuestros cabellos para ordenar y rumiar las ideas que pasan por la cabeza y el corazón y del corazón a la cabeza. Son las extensiones del pensamiento que, a pesar del duro trabajo diario, se mantienen unidas en una trenza, atada con los colores del arcoíris.» 

Soy Jeannette, hija de Florinda y Nazario, dos jóvenes mapuches, migrantes del campo, que un día decidieron formar familia en las periferias de Santiago, la capital de Chile. Aquí aprendimos a expresar nuestra fe en Dios en una comunidad católica con catequistas férreamente alineadas con la Teología de la Liberación. Mujeres que nos mostraban un rostro de Jesús diferente al de la homilía del párroco de turno. Un Dios solidario y sediento de justicia en tiempos de la dictadura militar. Un Dios Libertador, compañero del Pueblo.

Desde pequeña he sentido la profunda necesidad de conocer el mundo mapuche hasta querer emprender en mi adultez, el viaje en búsqueda de la identidad indígena que me fuera arrebatada aún antes de nacer, cuando los profesores de mis padres los castigaron por hablar el mapudungun, la lengua del pueblo mapuche. Identidad fracturada por la discriminación laboral que experimentaron mis abuelos por ser indígenas que trabajaron como esclavos de los chilenos. Identidad expropiada y marginada a la exclusión social cuando mis abuelas fueron humilladas y obligadas a vender sus joyas para tener un trozo de pan para sus familias. Identidad que tuvieron que callar y ocultar para defender la vida y el futuro. Transmitir la cosmovisión heredada de sus antepasados significaba, castigo, degradación, muerte. Soy consciente de que soy descendiente de los y las sobrevivientes de los horrores del genocidio colonial.

Traigo a la memoria a mis ancestras y ancestros, porque de ellas y ellos vengo, de ellas y ellos nacen mis búsquedas, luchas y resistencias. Soy parte de sus cabellos. Esta memoria con memoria a tierra, a aromas, texturas, sonidos, colores que llegan a mi mente y a mi corazón aun cuando no los conozco. Una especie de visión, de intuición arraigada en las profundidades del misterio de la vida y de la fe.

Memoria… ¡Bendita Memoria que se abre paso a la luz a pesar de todo signo de muerte! Memoria que resiste y que atraviesa mis dos trenzas como dos fuentes que descubren mi historia, mi identidad y mi espiritualidad: mapuche y católica. Juntas, pero no revueltas.

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Servicio Jesuita a migrantes: encuentro de albergues

A mediados del mes de abril, el Servicio Jesuita a Migrantes organizó un encuentro de Albergues, refugios y hogares que reciben personas migrantes y refugiadas, en función de poder reflexionar, compartir y repensar algunos caminos de intervención.

Es de público conocimiento el grave problema habitacional que atraviesa actualmente la ciudad de Buenos Aires. Esto, sumado a las situaciones complejas que muchas personas migrantes y refugiadas tienen que transitar, hacen que el desafío de acompañar desde estos espacios sea aún más difícil. Hacerlo de manera comunitaria y colaborativa, puede ser una clave que nos ayude a todos/as.

Servicio Jesuita a Migrantes Argentina

Tercer domingo de pascua: Domingo del compartir

Los obispos argentinos han dispuesto que el tercer domingo de Pascua sea siempre motivo para reflexionar sobre la importancia del Sostenimiento de la Misión de la Iglesia. Este año, el 23 de abril, celebramos el segundo Domingo del Compartir en todas las parroquias y comunidades del país para recordar a la luz de la Pascua la importancia de sostener la Misión.

El sostener la Misión tiene tres aspectos fundamentales: el primero es la necesidad de hacer catequesis sobre esta temática junto al Pueblo de Dios, que tiene que conocer y recordar permanentemente que la Iglesia necesita sostenerse con el aporte de sus fieles. Más allá del aporte económico o más allá de qué es lo que puedo colaborar, es primordial la necesidad del compromiso y del sostenimiento como parte de la expresión de un vínculo comunitario que nos da la Fe. Es bueno recordar lo que decía en su momento el Plan Compartir y el recordado y querido Monseñor Carmelo Giaquinta: no se trata solo de dinero, sino de tiempos y talentos.

En segundo lugar, la Iglesia celebra esta jornada para concientizar sobre la necesidad del sostenimiento de su misión en el tiempo pascual. Las primeras comunidades, como narra el libro de Hechos de los Apóstoles, compartían lo propio y lo ponían en común. Todos los momentos donde aparece Jesús resucitado son parte de una comida que se comparte. Lo celebramos en tiempo pascual porque alrededor de la resurrección de Jesús comienza la experiencia del compartir.

En tercer lugar, el fortalecimiento concreto para posibilitar la ayuda económica por parte de los fieles para llevar adelante la misión. En esta jornada de concientización, volvemos a presentar la invalorable ayuda del Programa FE, el Programa oficial de la Iglesia para recibir donaciones. Este nos ayuda a tener una experiencia de transparencia, a poder tener un lugar donde las comunidades pueden participar y generar un compromiso.

episcopado.org

Hogar y Obra de San José: Renovando esperanzas

Araceli Barraza – Directora general

Comenzamos este año 2023 recibiendo muchas personas que se acercan en los desayunos con situaciones de vida muy difíciles y quizás aún más complejas que años anteriores.

Esta realidad hace que nos pongamos a pensar nuevos desafíos para renovar nuestros esfuerzos y esperanzas, y así poder acompañarlos en esta dura y difícil realidad que les toca vivir.

Hombres y mujeres en situación de calle que han perdido todo y que no encuentran la salida o el camino para revertir esa situación.

Han perdido el trabajo, la vivienda, se desvincularon de sus familias o de una u otra manera han sido expulsados (adicciones, violencia, delincuencia). Se han cortado sus lazos afectivos y sociales sin tener a quien recurrir. De este modo, cuando pueden hacerlo, empiezan a generar una cadena de asistencia entre los diferentes servicios que encuentran.

Son muchas las realidades que ellos viven, algunos llevan poco tiempo en la calle. Otros han permanecido en calle mucho tiempo, tienen adicciones, problemas psiquiátricos y problemas físicos y utilizan la red de servicios que van encontrando en la ciudad.

Están las personas que hace poco han recuperado la libertad, que en su mayoría son hombres jóvenes. Hay otro grupo de personas que corren el riesgo de caer en situación de calle y son los que más estamos viendo actualmente, clase media baja empobrecida que no llegan a cubrir sus necesidades básicas y poseen un trabajo inestable (changas) o lo han perdido recientemente. En general carecen de redes de contención familiar que los puedan apoyar económica o emocionalmente.

Un sinfín de personas con diversas características pero una en común: estar en situación de calle…

Para leer la nota completa: bit.ly/40i4hkt.

  • Colaborar con el Hogar y Obra de San José: bit.ly/3mJtSVK
  • obrasdesanjose.org.ar

 

Servicio Jesuita a Refugiados: testimonio sobre la misión en Siria

El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) busca acompañar, servir y defender la causa de las personas refugiadas y desplazadas forzadamente, para que puedan sanar sus heridas, empoderarse y decidir sobre su propio futuro.

Compartimos el testimonio de Gonçalo Fonseca SJ, sobre la presencia del JRS en Siria y su experiencia acompañando a las personas de un país hostigado por la guerra.

El amor que restaura la dignidad

Siria ha sido, para mí, una misteriosa fuente de descubrimientos de ocultos lugares de humanidad y una auténtica escuela del corazón. He visto convivir la vida y la muerte, el amor y el odio, la esperanza y la desesperación, la fe y el miedo en casi cada instante de los días que pasé allí.

He sido guiado a través de paisajes humanos que ni siquiera sabía que existían y mi propia geografía de comprensión del ser humano encontró nuevos caminos y transformó eternamente mi viaje en la vida. Recordando el libro de Hans Urs von Balthasar Percepción de la forma, sobre la estética teológica, creo que esta transformación procede de ser transportado por el Amor, el amor concreto de Dios en la forma de Cristo. El Amor que es paciente y bondadoso, y se alegra con la verdad. Siempre protege, confía y espera (1 Cor 13).

El amor que protege podría ser una forma de interpretar la misión del JRS de la que he tenido el privilegio de formar parte. La declaración dice que el JRS existe para «acompañar, servir y defender» la causa de los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza, para que puedan sanar, aprender y determinar su propio futuro. Desempeña un papel inimaginable en la restauración de la dignidad.

La dignidad es la cualidad de ser valioso, honrado o estimado. El primer artículo de la «Declaración Universal de los Derechos Humanos» de las Naciones Unidas en 1948, acentúa precisamente que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Como todas las guerras, la guerra de Siria y sus devastadoras consecuencias arrancaron la dignidad de las personas, cuando no sus vidas. Cuando se deshumaniza a alguien (es decir, se le priva de derechos humanos como la libertad, la libertad de expresión, la seguridad, la vivienda, la educación, el acceso a los servicios sanitarios o las necesidades básicas) se anula su dignidad y la persona se convierte en un vagabundo que busca un lugar al que pertenecer. La lucha por la paz y la esperanza es también una búsqueda para recuperar la dignidad.

Recuperar la dignidad – o la integridad y la honorabilidad – es una acción que conlleva una participación conjunta. Necesita de alguien que, al menos, reconozca la humanidad del otro, para que su dignidad sea declarada. El JRS, al cumplir con su misión, humaniza a los que son acompañados, servidos y representados; y al humanizar a los más vulnerables y privados de sus derechos humanos esenciales, el JRS participa en el restablecimiento de su dignidad a la vez que contribuye a una sociedad más pacífica y justa.

Esta percepción sobre el restablecimiento de la dignidad se vio reforzada por una experiencia concreta, una experiencia vital. En Siria, no me sentía seguro todo el tiempo, pero siempre me sentía protegido. ¡Extraña contradicción! De hecho, el contexto no era seguro, y algunas situaciones por las que pasé fueron especialmente amenazantes; sin embargo, aquellos con los que trabajé – o de los que soy amigo – siempre asumieron un papel protagonista para protegerme, basándose sin duda en el respeto, pero también por amor. Amor y protección son intercambiables en sus definiciones. En la medida de mis limitadas capacidades, también me percibí protegiéndolos y amándolos.

Un episodio muy angustioso me llevó a comprender de nuevo la recuperación de la dignidad. En un control militar rutinario, nos pararon a un par de amigos y a mí. Nada fuera de lo común, pero ese día, por la razón que fuera, los militares decidieron ampliar los interrogatorios y las peticiones de documentación de forma humillante. Nos registraron e inspeccionaron con la arrogancia del «poder». Vi cómo a mis amigos, impasibles, les arrancaban su dignidad y los deshumanizaban. Estaban resignados a su destino. Yo, aterrorizado, me preparaba para lo mismo. Ni siquiera se me ocurrió protestar. Sabía que las consecuencias podrían ser, como mínimo, muy desagradables.

Cuando llegó «mi turno», mis amigos se dieron cuenta de que iba a experimentar la misma humillación por la que ellos acababan de pasar. Se levantaron de su deshumanización, recuperaron la voz que les habían borrado, se interpusieron entre los militares y yo y me protegieron, a pesar de las posibles consecuencias de esa rebeldía. Ellos, que habían aceptado estoicamente su destino, no podían aceptar que yo tuviera una experiencia similar. De alguna manera, todos salimos indemnes.

Un profundo silencio nos cubrió. La vergüenza, el miedo, el alivio, la incomprensión. La desesperanza habitaba salvajemente ese silencio que se rompió tiempo después con una nerviosa broma para romper el hielo. También experimenté, sin embargo, un sentido de la belleza que solo comprendí más tarde.

Con cierta «distancia», pero aún revestida por las emociones, capté la misteriosa belleza de aquel acontecimiento; al protegerme, por amor, restauraron su propia dignidad que les había sido arrancada momentos antes; al salvaguardarme de la deshumanización, mantuvieron su humanidad iluminando los oscuros caminos de la injusticia. Se convierten en personas más dignas y humanas.

Comprendí que el amor también restaura o renueva la propia dignidad. Comprendí de nuevo cómo Cristo, amando a la humanidad en la cruz, no solo reparó la humanidad corrompida por el pecado, sino que elevó su propia humanidad a la plenitud. Comprendí de nuevo que el curso de mi propia humanidad – y de mi vocación – asumía nuevas escalas, ya que no solo me reconocía de nuevo como persona amada, sino que también aprendía nuevas medidas de amor.

Fuente: jesuits.global/es

Diócesis de Quilmes: últimas actividades

Juan José Berli SJ, sobre las últimas actividades en las parroquias de la diócesis de Quilmes

Gracias a la misión de Adviento que llevamos adelante con los novicios -Federico, Jaime, Yareth, Juan y Leonel- este año comenzamos la celebración todos los domingos en ambas comunidades, Santa Lucía y San Lorenzo, como lo hicimos el año pasado en María Peregrina.

Registro lo que me comentó uno de ellos: En algún momento, alguien me preguntó, «¿qué hacen ustedes en la misión?» Y en esto me emergió responder, «creo que colaboramos en poner un trozo de leña al fuego ya encendido, para que pueda encender con más fuerza».

Nos han aportado mucho más de lo que se llevaron, además de sentir el respaldo de la Provincia en estos lados de misión permanente.

Con el Hogar de Cristo permanecemos en ensayo acerca de los medios más convenientes para brindarles un acompañamiento de calidad, conjuntamente con una comunidad de laicos que viven con entusiasmo, responsabilidad y convicción este esfuerzo cotidiano. Son muchos los que piden ingresar, incluso nos envían de Resistencia y de Corrientes. Aunque en general no lleguen a los tres meses, en el tiempo que conviven en el Hogar, les brindamos todo lo que podemos; sabemos que tenemos mucho y sus agradecimientos son tan grandes porque tal vez nunca esperaron recibir contención, educación, ternura, paciencia y atención. Es cierto que sus inesperadas salidas nos provocan dolor y frustración, pero palpamos la certeza que la Obra es del Señor, y que es Él quien se hace cargo del resto.

La semana anterior a Semana Santa nos organizamos en comunidad jesuita con Fabio Solti sj, Nacho Rey Nores sj y Gabriel Perfumo sj, para dar cinco tardes de Ejercicios, en la Parroquia de Ntra. Sra. de las Lágrimas, con buena concurrencia y mucha aceptación, tanto de nuestros parroquianos, como de personas de las parroquias vecinas. Compartimos algunas fotos de lo vivido en estas tardes de profunda espiritualidad. El miércoles vinieron, además, los quince jóvenes que están en nuestras casas del Hogar de Cristo, que recibieron con mucha devoción lo que les ofrecimos. Además de la Catequesis básica, se les dan ejercicios en la vida -modos de orar- y algunos que perseveran en el proceso ya fueron adquiriendo el hábito de la oración personal pidiendo continuar con los ejercicios.

Los jóvenes de la Parroquia de Luján están preparando el Autosacramental de la Pasión y Resurrección, como en años anteriores. Lo hacen el viernes Santo y el domingo de Resurrección. El domingo de la octava de Pascua irán a representarlo en el Salón de Actos del Colegio del Salvador.

Continuamos colaborando con la diócesis en distintas actividades: pastoral juvenil y vocacional; consejo presbiteral; ejercicios espirituales a seminaristas; acompañamiento a sacerdotes y a candidatos del diaconado permanente.

Juan José Berli SJ

“Soy porque Somos: Historias de mujeres migrantes y refugiadas en Argentina”

En conmemoración al 8 de Marzodía internacional de la mujer, desde el Servicio Jesuita a Migrantes, en apoyo con la Organización Internacional de Migrantes y ADVENIAT, se realizó una muestra fotográfica acompañada de un cortometraje, que presenta la vivencia de mujeres migrantes y refugiadas que residen en argentina, permitiendo identificar los desafíos de integración, las barreras que muchas veces obstaculizan la garantía efectiva de sus derechos, así como los desafíos para que puedan vivir vidas libres de violencias.

La muestra presentó 14 fotografías, acompañadas con fragmentos de las historias de las protagonistas de este relato, la experiencia comienza con introducción y culmina con una obra interactiva donde los participantes expresaron a quien identificaron en la mirada de las mujeres.


Seguidamente se le dio inició al conversatorio con un cortometraje, obra realizada por Sofia Drada; las panelistas invitadas fueron Sandra Gil, Investigadora del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, quien expuso la acción colectiva de las mujeres migrantes como práctica de ciudadanía; Marta Guerreño, del Área de Atención Integral para las Mujeres Migrantes en el Ministerio de la Mujer, quien habló sobre las rutas de atención integral para mujeres que sufren violencia de género; Laura Herrera, Coordinadora del SJM CABA, quien compartió la experiencia de las organizaciones de sociedad civil en el acompañamiento a mujeres Migrantes y Refugiadas.

El evento se realizó en las instalaciones de la Universidad Católica de Córdoba, dónde asistieron más de 70 personas que experimentaron por medio de este encuentro que al mirar al otro nos reconocemos a nosotros mismos.

 

SJM ARGENTINA

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Tel: (+5411) 4951-8028
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¿En camino juntos? Huellas de sinodalidad

Por María Luisa Berzosa, fi

Recuerdo que en el Sínodo de la Amazonía se nos preguntaba si queríamos un Sínodo de la Mujer. Varias de las participantes dijimos claramente que no, pero sí un Sínodo de Pueblo de Dios.

Se dan sugerencias y el Papa decide. Nos sorprendió con el Sínodo de la Sinodalidad, invitándonos a iniciar un proceso renovador de nuestro ser estar en la Iglesia de un modo diferente.

Y puso los tres elementos que conocemos: Comunión, Participación y Misión. Estamos cumpliendo un año de andadura; hemos terminado la primera etapa y hemos podido dar nuestra palabra, discernir, orar, buscar juntos, presentar esas luces que iluminen las sombras –¡a veces demasiado abundantes!– de nuestra querida Iglesia.

Tengo el regalo de vivir este proceso desde muy dentro, en la Comisión de Espiritualidad, una de las cuatro que colaboran en él y cuando miro atrás no puedo menos de agradecer los pasos dados.

Es muy emocionante recibir tantas aportaciones de impulso, de ánimo, de fe en el Señor Jesús, en ese Dios Padre y Madre por el que vale la pena arriesgar y no cejar en la búsqueda de una Iglesia más parecida a lo que Él sueña.

Muchos grupos, comunidades de laicos, diócesis, congregaciones religiosas, personas individuales… han reflexionado, discernido, orado juntos porque esto no ser puede hacer de manera individual y se han manifestado desde dentro, con corresponsabilidad, con enorme creatividad, con adultez en la fe desde esa dignidad que nos confiere el bautismo. La invitación ha sido universal, nadie ha quedado fuera de esta posibilidad de sumarse para hacer camino juntos.

Todo esto deja en mi corazón una gran consolación. Pero el  proceso, tiene también otra cara: resistencias, indiferencia, ataques, desánimo, cierta agresividad… Duele, pero no se pueden poner frenos al Espíritu, esto es también una fuerza que invita a permanecer.

Audacia y valentía para dar pasos desde el evangelio, mirar a Jesús como centro; la Iglesia no es meta sino un puente que nos acerca a él.

Agradezco a Dios el hoy de la historia que me toca vivir, con posibilidades, sueños y proyectos que enamoran mi corazón de mujer y me susurran que vale la pena seguir al Jesús del Evangelio, aquí y ahora.

El desafío del fenómeno migratorio

Un artículo de Diego Pereira Ríos¹ para el blog cristianismeijusticia.net

El desafío del fenómeno migratorio

Sigue siendo increíble que, en pleno siglo XXI, sigamos teniendo en nuestras sociedades, tantas manifestaciones xenófobas, racistas, y tantas otras actitudes despectivas hacia los migrantes que nos llegan hoy a gran escala de otras partes del mundo. Según la Organización Internacional para la Inmigración (OIM), al finalizar el 2020, teníamos más de 281 millones de migrantes en el mundo[i], cifra que sin duda se vio frenada por el avance de la pandemia del Covid-19, pero que seguramente hoy día sea mucho mayor. Las diversas situaciones por las cuales los hombres y mujeres se ven obligados a emigrar están cambiando el panorama geopolítico mundial, haciendo necesario una toma de conciencia de toda la población para que este tema sea asumido con responsabilidad, no sólo por los gobiernos de turno, sino por la sociedad en su conjunto. Podemos decir que hay algunos planes inclusivos del extranjero, no solo en el plano legal, sino que, en las leyes laborales, en el acceso a la documentación también, pero lo que nos falta cambiar es la mentalidad de rechazo que impera.

Desde un pensamiento encarnado, que intenta ser crítico con la experiencia de la vida de las personas, necesitamos ahondar en una reflexión filosófica que se sirva sí de los datos estadísticos, pero que apunte a lograr explicar mejor qué implica hoy ser humano. Por un lado, para reconocerse mejor a sí mismo, y por otro reconocerse en el otro, que es distinto pero que necesita de lo mismo que todos para vivir. Cada ser humano, sea en la situación que se encuentre, depende siempre de factores históricos, políticos, geográficos, económicos, sociales y religiosos, que hacen de quien es una persona con características específicas. Pero hay una condición en el ser humano, dicha hace unos años por el filósofo francés Gabriel Marcel, que el ser humano es un homo viator, un “hombre viajero”, un ser siempre en camino, un ser de viaje, alguien que va de paso. En el tiempo y espacio que nos toca vivir, el ser humano es un peregrino que camina por este mundo en búsqueda de una mejor realización.

[…]

Debemos aunar esfuerzos por combatir las políticas del miedo al extranjero, donde muchas veces se canalizan los miedos más profundos del ser humano que son manipulados por intereses egoístas de los que tienen el poder. Normalmente hacemos una selección de a qué o quienes temer: no tememos al extranjero que posee capitales y viene a invertir en nuestros países. Le tememos al extranjero pobre. La aporofobia proclamada por Adela Cortina, revela el rechazo selectivo de nuestras decisiones que descartan en nuestro cotidiano vivir aquello que amenaza nuestros bienes, sin percibir la propaganda que está detrás de todo ello. Al contrario de aprender a compartir lo poco que tenemos, nos volvemos cada vez más egoístas y celosos de lo que poseemos. Y esto nos ciega haciéndonos incapaces de ponernos en la piel del inmigrante y el miedo que carga. Como dice Bude: “Unos tienen miedo porque se sienten amenazados por una minoría, y otros tienen miedo porque se sienten amenazados por la mayoría”[iv]. Si la mayoría unificara más esfuerzos, podríamos recibir al extranjero como un hermano y ayudarlo a rehacer su vida.

Necesitamos re-humanizarnos para lograr que aquellos que dejan sus países de origen, de los cuales seguramente no quieran salir pero que lo hacen por extremas necesidades, puedan ser acogidos dentro de un clima de fraternidad universal para que puedan continuar sus vidas donde elijan. Pero para eso, no basta procurar un cambio en las políticas migratorias, en los pactos internacionales, sino que sobre todo hay que provocar una educación en un humanismo comprometido con las necesidades de todos, que nos lleve a ir más allá de las normas. Como propone el papa Francisco: “Existe la gratuidad. Es la capacidad de hacer algunas cosas porque sí, porque son buenas en sí mismas, sin esperar ningún resultado exitoso, sin esperar inmediatamente algo a cambio. Esto permite acoger al extranjero, aunque de momento no traiga un beneficio tangible”[v]. Dar lugar a quien necesita, dar de comer al hambriento, dar cobijo a quien tiene frío, debería ser una práctica cotidiana que nos lleve a trabajar por una justicia interpersonal, donde aprendamos a colocarnos empáticamente en el lugar del otro. Sigamos procurando avanzar en este camino.

¹ Uruguayo, laico, 43 años. Profesor de Filosofía y Religión. Maestrando en Teología Latinoamericana (UCA, El Salvador), Doctorando en Filosofía (UCA, Argentina). Miembro de Amerindia Uruguay, de la Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo (ASETT) y de la RED CREA-Cómplices Pedagógicos para América Latina.

[i] https://publications.iom.int/es/node/4126

[iv] Bude, Heinz, La sociedad del miedo, Ed. Herder, 2017, p.135.

[v] Fratelli Tutti n.139.