Ciclo de Formación para Padres en el Colegio del Salvador

El Colegio del Salvador (Buenos Aires) ha invitado a los padres de sus alumnos a participar de un ciclo de Formación organizado por la misma institución. El objetivo del mismo fue que los diferentes encuentros funcionaran como espacios que permitieran a quienes, desde distintos lugares, forman parte de la comunidad del Colegio, hacer una pausa para reflexionar sobre el rol de la escuela y la familia en la vida.

Por otra parte, para cada nivel educativo (inicial, primario y secundario), se ofrecieron charlas relacionadas con las problemáticas que, por lo general, enfrentan los alumnos a cada edad. Con ello se busca fortalecer el rol de la familia en la educación de los hijos y su acompañamiento en los aprendizajes.

Aprovechando la temática del Año Jubilar de la Misericordia, las charlas fueron una invitación a considerar la experiencia de Misericordia que se hace en el ámbito familiar.

Durante los cuatro encuentros que se dieron en los meses de Mayo, Junio, Agosto y Septiembre se abordaron las siguientes temáticas:

  • • La Comunicación en la Familia: una Actitud de Misericordia, a cargo del Padre Javier Rojas SJ
  • • Familia y Colegio: Construyendo Vínculos que Educan, por María Eugenia Arias y Lucía Argibay Molinas.
  • • La Familia a la Luz de la Misericordia. Reflexiones a Partir del Sínodo de la Familia, brindada por María Marcela Mazzini.
  • • La Familia, Escuela de Misericordia y Solidaridad, a cargo del Padre Ángel Rossi SJ.

 

Universidades Comprometidas con el Medio Ambiente

Inspirados en la encíclica ‘Laudato SI’ y su llamado a cuidar la casa común, un grupo de jóvenes universitarios ha tomado la iniciativa y se dedica a evaluar y pensar modos de proteger el medio ambiente desde el modo mismo de funcionar de la Universidad.

ReciDar es un proyecto estudiantil que se lleva adelante en la Universidad Católica del Uruguay (UCU) que trabaja por la sensibilización y concientización de la importancia de la gestión de los residuos y las políticas de desarrollo sustentable. En la actualidad lo integran 14 estudiantes de varias carreras, tres docentes y dos ex alumnos. El pasado 28 de julio, en el marco de las Jornadas Universitarias de la UCU, hicieron una exposición de sus proyectos y tópicos de discusión e interés.

Las Jornadas Universitarias fueron un espacio de encuentro que reunió a docentes, funcionarios y gestores de la Universidad Católica bajo el título «Profesionales para el cuidado de la Casa Común”. El objetivo de estas Jornadas fue evaluar el camino que la universidad viene haciendo en el rediseño curricular, desde el enfoque particular de la Encíclica del Papa Francisco Laudato Si’. Además, se abrió la invitación a compartir diversas experiencias relacionadas con el cuidado del medio ambiente.

Así, entre los distintos intervinientes en las Jornadas, la Universidad otorgó la oportunidad de exponer sus actividades al grupo universitario ReciDar. Tal y como señala Agustín Labat, integrante del mismo, el proyecto tiene dos objetivos: «explicar quiénes somos y qué hacemos, y mostrar nuestra disponibilidad para que entre todos logremos avanzar en un tema que, tal y como señalaron tanto el padre rector Eduardo Casarotti sj, como también el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, Julio Martínez sj, son fundamentales para la Misión de la universidad”.

La presentación, que estuvo a cargo del estudiante de Recreación Miguel Rodríguez, comenzó con una cita de la Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco: “Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos” (Laudato Sí, 13). “Vemos a esta oportunidad de contarles sobre nosotros como un principio de respuesta a esa preguntas de la que habla Francisco”, señaló el joven.

Rodríguez explicó que el equipo de ReciDar, trabaja en dos planos distintos: “las Intervenciones y sensibilización de la comunidad universitaria, por un lado, y la reflexión en pos de una mejora permanente de la gestión de residuos en la universidad”.

En este sentido, Rodríguez destacó que la UCU forma parte de la Red AUSJAL de Responsabilidad Social Universitaria (RSU) que ha puesto entre los intereses de las universidades que forman parte de ellas, la gestión de recursos ambientales y culturales; y la educación ambiental. Luego, el estudiante llevó su exposición hacia el tema particular de la gestión de residuos, el consumo de agua, de papel y cartón y de electricidad en la UCU.

Fuente: Prensa UCU

 

Más diversidad, menos prejuicios

El Programa de Investigación, Docencia y Proyección Social de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), ha confeccionado un documento titulado: Inclusión educativa: la mirada desde las aulas de nuestra Facultad de Educación. El mismo, se ha desarrollado en el marco de la entrega, desde la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Provincia, de un material sobre la cuestión de las migraciones.

El documento desarrollado por la UCC constituye un aporte para el trabajo de los docentes en el espacio de Ciudadanía y Participación del segundo ciclo del nivel primario. Ofrece contenidos vinculados a la situación actual de la migración, que tienen a Córdoba como destino regional, y brinda una propuesta de actividades prácticas dirigida a los alumnos para abordar esos contenidos de manera transversal en diferentes espacios curriculares.

Para tener más detalles al respecto, se ha entrevistado a Eduardo Bologna, director del equipo de investigación.

¿Cómo se dan las relaciones entre los inmigrantes y los cordobeses en la escuela? ¿Cuál es el panorama en nuestra Provincia en relación a este tema?

En Córdoba, los inmigrantes no constituyen una categoría homogénea. En nuestro estudio hemos puesto la atención en quienes vienen de Bolivia y Perú o son hijos de personas nacidas en esos países. Como en toda cuidad receptora de inmigrantes, la inserción sucede de manera segmentada, es decir, que muchos de quienes llegan, en los primeros tiempos se asientan en zonas periféricas de la ciudad y se ocupan de tareas, en general mal remuneradas, es decir que tienden a incorporarse a los segmentos más desfavorecidos de la sociedad receptora. Nuestra mirada estuvo puesta en la escuela y los docentes, porque es el ámbito de socialización inicial de los niños inmigrantes o hijos de inmigrantes.

¿Qué fenómenos sociales han encontrado al respecto, o de qué hipótesis parten?

En las primeras entrevistas con docentes hallamos una mirada muy positiva hacia los alumnos que pertenecen a comunidades boliviana o peruana, en cuanto a la valoración de la escuela, respeto a normas, etc. Por eso quisimos saber en qué medida las creencias que son comunes acerca del posible efecto negativo de las migraciones, estaban también presentes entre los docentes de escuelas primarias. Esto es importante, porque ellos son agentes de alto impacto en la reproducción de las actitudes xenófobas: si un docente deja pasar o minimiza una broma xenófoba, es mucho lo que transmite al resto de los alumnos. El docente encuentra muchas oportunidades para tratar el tema en clase y aportar a reducir los prejuicios hacia los extranjeros que están presentes en diferente grado todas las sociedades receptoras de migración.

La valoración positiva que los docentes mostraron hacia los migrantes generó la pregunta sobre si sus actitudes hacia la migración serían diferentes a las de la población general.

¿Cómo se desarrolló la investigación?

Se hicieron entrevistas exploratorias a docentes y directivos de escuelas primarias de la ciudad de Córdoba y luego se diseñó y aplicó una escala para evaluar creencias que son frecuentes en la población general. El resultado mostró pocas diferencias cuando se tratan temas generales, como el impacto sobre servicios públicos o el mercado de trabajo, pero especificidades al tratar temas escolares, propiamente del aula. A partir de ello, pareció que nuestra expectativa de los docentes como agentes de cambio respecto de los prejuicios no se estaría cumpliendo. Así, propusimos como respuesta a una convocatoria de la Secretaria de Ciencia y Técnica de la Provincia de Córdoba, la elaboración de un material para uso en el aula que sirviera a que diferentes espacios curriculares pudieran tratar el tema de la migración, con el objetivo de conocer mejor el fenómeno y, sobre todo, ponerlo en discusión.

¿Quiénes estuvieron involucrados?

En el estudio se trabajó con docentes de escuelas primarias de gestión provincial, municipal y privada, de la ciudad de Córdoba. Primero con entrevistas exploratorias y luego se tomó una muestra de escuelas de cada uno de los tres niveles y se aplicaron los cuestionarios que evalúan la preeminencia de diferentes creencias sobre las migraciones en general y sobre los migrantes e hijos de migrantes en la escuela.

En el material que confeccionaron ¿cómo y desde que enfoque se trabaja el tema de la diversidad y los prejuicios?

El principal objetivo es poner en relieve en un lenguaje accesible al nivel primario que nuestro país en general y la ciudad de Córdoba en particular, se componen en gran medida por descendientes de inmigrantes europeos, que llegaron en condiciones difíciles y que las condiciones de recepción se parecían a las que hoy enfrentan los migrantes que llegan desde países cercanos.

¿A quién está destinado?

Se espera que pueda usarse en las aulas, como contenido transversal.

¿Qué resultados se pretenden conseguir?

Mejorar el conocimiento que hay sobre las migraciones en Córdoba, tanto las históricas como las que suceden en la actualidad y, por esa vía contribuir a reducir el prejuicio que tiende a estar presente.

Fuente: Prensa UCC

Julio Fernández Techera SJ Será el Nuevo Rector de la UCU

El P. Dr. Julio Fernández Techera, SJ sucederá, a partir del 29 de noviembre, al actual rector de la Universidad Católica del Uruguay (UCU), P. Dr. Eduardo Casarotti SJ.

¿Quién es el Nuevo Rector?

El P. Julio César Fernández Techera, SJ, nació en Montevideo en julio de 1966.

Es doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Ciencias Históricas por la Universidad de la República Oriental del Uruguay, licenciado en Teología y licenciado en Estudios Eclesiásticos por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.

Entre 2002 y 2011 fue Director de Bachillerato y Director Académico del Colegio Seminario de Montevideo, Uruguay.

Desde el año 2012, ha sido el Director del Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Humanas de la UCU y Director Ejecutivo de la Fundación Sophia.

Ha publicado varios libros, entre ellos, Recuerdos en Blanco y Negro, 1880-2005 (con Verónica Leone); Preparatorios del Seminario. Memorias de 60 años, 1942-2002 (con Carolina Greising, Inés Cuadro y Beatriz Fernández); y Jesuitas, Masones y Universidad en el Uruguay; que cuenta con dos tomos.

Por su parte, el P. Casarotti SJ ha sido destinado a trabajar como profesor en la facultad jesuita de Filosofía, en Argentina; una vez que deje su cargo en la UCU.

Fuente: Noticias UCU

 

Voluntariado Universitario en Dolores (Uruguay)

La Universidad Católica del Uruguay (UCU), ha invitado a sus alumnos a sumarse, durante las vacaciones de Invierno a realizar trabajos de construcción en el interior del Uruguay; en los que colaboran con la Comisión Honoraria Pro Erradicación de la Vivienda Rural Insalubre (Mevir), que se dedica a construir y reparar hogares para que las personas que viven en el espacio rural puedan tener acceso a condiciones habitacionales dignas.

Estudiantes y funcionarios de la UCU destinaron la edición de Trabajos de Invierno 2016 a colaborar en la reconstrucción de edificios en la ciudad Dolores, Uruguay.

La Vicerrectoría del Medio Universitario llevó a cabo una nueva edición de los Trabajos de Invierno. Desde hace cinco años esta actividad busca apoyar el trabajo realizado por Mevir para mejorar las condiciones de vida de quienes viven en entornos rurales.

En la edición 2016, sin embargo, los Trabajos de Invierno estuvieron enfocados a colaborar con la ciudad de Dolores, Soriano en sus esfuerzos por recuperarse del tornado que afectó a aquella localidad en abril de este año.

En esta oportunidad se sumaron 25 integrantes de la comunidad universitaria, entre estudiantes y funcionarios, quienes trabajaron con las familias afectadas realizando diferentes tareas como la preparación de los espacios para la construcción, nivelación de terrenos, construcción de platea y armado de estructuras.

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Además de las tareas de construcción, el grupo llevó adelante diferentes actividades de reflexión y proyección en torno al grupo y la propuesta, con la intención de darle un sentido personal y trascendente a las experiencias. “Este fue el primer año que fui a los trabajos de invierno y fue una experiencia inolvidable que me encantaría repetir”, cuenta Evangelina Prosper, estudiante de psicopedagogía. “La posibilidad de colaborar aunque sea con lo mínimo en la felicidad de otros es algo único y mágico”, agrega.

“Disponer de tu tiempo, romper la rutina para ir a darle una mano a aquellas personas que de verdad necesitan de nosotros, no hay nada más que llene tanto como sus testimonios de vida”, asegura Juan Pozzi, estudiante de Comunicación.

Juan destaca, además, algo que le dijo el hijo mayor de la familia en la que le tocó trabajar: «Entre todos de a poquito, vamos lográndolo». “Esa frase hay que llevarla a nuestra vida cotidiana, no dejar lo hecho en Dolores, sino traerlo para todos los días y que en los momentos difíciles siempre se puede encontrar una luz que nos aliente para seguir adelante y volver con más fuerzas», agrega. Los trabajos se realizaron entre el 27 y el 31 de julio.

Fuente:ucu.edu.uy

 

Reunión en la UCU con Autoridades de AUSJAL

AUSJAL continúa dando pasos en lo que refiere al desarrollo de proyectos comunes y colaboración entre las diferentes unidades académicas que la componen. Esta vez se han reunido en Uruguay para llevar adelante un proyecto de Fortalecimiento de la Cultura AUSJAL.

El pasado 13 de julio la Universidad Católica del Uruguay (UCU) realizó una reunión con las autoridades de la Asociación de Universidades Jesuitas en América Latina (AUSJAL) que participan en las distintas redes y proyectos de la misma. El marco de esta reunión es un proyecto de Fortalecimiento de la Cultura AUSJAL. El rector Eduardo Casarotti S.J. y el vicerrector académico, Ariel Cuadro encabezaron el encuentro.

Además, estuvieron presentes: Mariela Saettone, coordinadora regional del Grupo de Derechos Humanos; Mariana Marturet, de la Red de Homólogos de Responsabilidad Social Universitaria; Matías Ponce y Giorgina Santangelo, de la Red de Derecho a la Comunicación y Democracia; Pablo Landoni y Samira Sambaino, del Grupo de Editoriales Universitarias y del Grupo de Trabajo de Bibliotecas; y Carolina Greising, enlace AUSJAL e integrante de la Red de Homólogos de Cooperación Académica y Relaciones Institucionales (CARI) quienes presentaron los logros de sus trabajos.

Durante el encuentro se acordó reforzar la presencia AUSJAL en la UCU, por lo que pronto destinarán un espacio en la página web del departamento “Internacionales” en donde se pueda informar sobre los avances de los proyectos AUSJAL.

Fuente: AUSJAL

Educar en la Tolerancia

¿Qué es la tolerancia? ¿Cómo la practicamos y construimos como sociedad? ¿Qué consecuencias tiene? Algunas preguntas para pensar y reflexionar sobre el tema en este texto…

Por Félix Palazzi

A menudo la tolerancia se restringe al simple ejercicio del soportar o resignarse, sobrellevando pacientemente las posturas contrarias. Esta limitación ha conducido al escepticismo, a la indiferencia, pues en los espacios en los que no se logran distinguir los matices y valorar la diferencia, impera el reino del “relativismo” y la desesperanza.

La manipulación de la verdad conlleva la distorsión de la realidad humana; cuando no hay verdad perdemos cualquier punto de referencia que pueda servir de orientación en la configuración personal y colectiva.

Existen sectores de la realidad a los que se presta mayor atención en nuestro quehacer cotidiano, ya que atraviesan una profunda crisis, por el ejemplo, la economía, la política etc. Así que casi inadvertidamente y de forma silenciosa nuestra crisis humana resiste las vicisitudes diarias, porque no se trata de una crisis sólo política o económica, es también y con igual importancia, una crisis humana. Solventar los grandes problemas económicos o políticos que nos aquejan sin prestar atención a nuestra humanidad fuertemente golpeada por la violencia, la exclusión o la mentira será apenas una salida a medias con fuertes repercusiones futuras.

Cuando al presidente de Ruanda le preguntaron si él creía que no volvería a presentarse una crisis genocida en su país, dijo tener esperanza solamente en la educación de las generaciones futuras. No hay ninguna diferencia entre el ciudadano común que asumió un machete para emprender una limpieza étnica o el funcionario que a quemarropa dispara contra un estudiante o la población civil, ambos creen estar convencidos de cumplir con su deber, incluso piensan que hay principios que los justifican, y están persuadidos de que hay una verdad que defender. Pero educar en la tolerancia es educar en la verdad, sin educación no habrá paz.

Hay generaciones que han crecido escuchando hablar en los espacios familiares y comunes de enemigos y oponentes; hay generaciones ignoradas y abandonadas a la dinámica sangrienta de la violencia (bastaría observar la cifra escandalosa de jóvenes asesinados en nuestros espacios populares). Todos piensan tener principios claros desde los que pueden justificar posiciones irreconciliables.

Educar es tan difícil e importante como gobernar, ya que comúnmente se piensa que educar o la vida política es siempre tarea de otros, de un presidente, del partido, la escuela o el maestro. Pero educar es despertar la pasión por la verdad, y sólo desde la verdad se acepta la diferencia y se valora la realidad de lo distinto que evita la intolerancia. La verdad tiene como criterio de veracidad a la justicia. No hay verdad donde hay exclusión, mucho menos, si ésta produce o esconde la injusticia. Educar es despertar la pasión por la diferencia, el encuentro y el diálogo. Una pasión de la que todos estamos llamados a participar.

Teología Hoy

 

Emmanuel Sicre SJ: ¡Ay! si la educación sirviera…

Un cambio en el sistema educativo es una necesidad urgente que enfrenta la sociedad actual. Frente a este desafío se han generado (y se siguen generando) múltiples posiciones teóricas e instancias de debate a lo largo del mundo. Sin embargo, el modelo educativo tradicional sigue siendo un elemento que opera de manera muy fuerte sobre las personas que han pasado por él. ¿Qué es lo que se necesita, entonces, para llevar ese cambio adelante? ¿En qué consiste este cambio?

Por Emmanuel Sicre, SJ

“Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela.” George Bernard Shaw (1856 –1950)

La tristeza de educar

Cuando uno piensa en la educación actual siente un poco de tristeza. Es decir, desanima ver el desgano de tantos niños y jóvenes de asistir a clase, la desazón de los maestros agotados de controlar y soportar, la docencia como una salida laboral que desdibuja la vocación por educar, los liderazgos cuestionados sin piedad, las familias delegando en la escuela cada vez más sus responsabilidades naturales, el abandono de algunos Estados, los intereses de los gremios docentes que perdieron el rumbo, y la parsimonia del sistema educativo que no cumple su rol de transformación positiva de la sociedad.

Por lo general, hemos pensado que la educación es una tarea de la escuela o de la universidad, pero dada la desconexión que todos percibimos entre el mundo de la vida y dichas instituciones de formación, con facilidad solemos decir: «eso lo aprendí en la escuela de la vida». ¿Qué pasó aquí? ¿Acaso la escuela no forma desde y para la vida? ¿Acaso la universidad lanza sólo profesionales para el mundo del trabajo y nada más? ¿Qué hace una persona gastando 12 o 20 años de su vida en algo que no le sirve para ser parte activa de una sociedad más justa, más equitativa, más amplia, ni siquiera para conocerse y aceptarse un poco más a sí mismo y a los demás? ¿Para qué sirve educarse?

El posible engaño de lo privado

Por otro lado, hay quienes hacen la compleja distinción entre la educación pública y la privada creyendo que con esto logran darle la vuelta al tema de la decadencia del sistema de enseñanza-aprendizaje actual. De esta manera responden con buena intención, y sin el deseo de estigmatizar a nadie, a la lógica de que “si pago más, tendré una mejor educación”. Siendo optimistas hay que reconocer que, en algunos casos, se da y en verdad son una alternativa positiva a la pública dependiendo los contextos. Pero en su gran mayoría, quizá, lo único que se consiga es una mejor instrucción para el mundo profesional y competitivo, pero no mucho más. No existe, en realidad, una escuela privada que resista a la crisis del paradigma educativo dado que inunda todo el terreno cultural. La sociedad no recibe impactos positivos de modelos excluyentes e individualistas.

A decir verdad, toda educación es pública solo que la gestión de algunas asume una mayor o menor participación del Estado. En efecto, la escuela es un lugar de construcción de lo público y de lo social que no siempre ha provocado la conciencia sobre el cuidado de lo que es de todos. Por eso, la irresponsabilidad social en la que vivimos opaca tanto el concepto de Bien Común que lo lleva a un plano, en el mejor de los casos, solo discursivo. Aunque algunos intentos de hablar de ‘formación ciudadana’ nos permitan evitar un poco la carga política innegable de las instituciones, no logramos dar el salto de formar en conciencia de justicia, solidaridad y preocupación por la vida de cada uno y de todos.

En este sentido, el objetivo de las instituciones privadas «para los que pagan» no puede ser acompañar a «bienacidos solidarios» que cuando salen del sistema educativo recuerdan el Bien Común como un «tema» de la escuela y en la primera oportunidad eluden sus compromisos de justicia social, por ejemplo, evadiendo impuestos o malpagando a sus empleados. Ni a las de «los que no pagan» darles los sobrantes de la mesa de los sabios que ni pueden aprovechar porque los contextos de exclusión y violencia les roban las posibilidades. ¿No deberíamos formar bajo otro modo de comprender nuestro ser y hacer en el mundo?

Los contentos

Es cierto, valga notar, que muchos de los actores educativos están conformes con la escuela. Quizá porque les brinda una contención afectiva y social que no se encuentra a menudo en otros espacios. O porque su capacidad de adaptación al sistema no les impide aprovechar el porcentaje mínimo y desproporcionado de aprendizajes -un 20%, según algunos estudiosos- con el que salimos todos los que hemos pasado por las aulas durante años.

Sin embargo, en la búsqueda de una educación que sirva para algo se necesita construir otro tipo de sensibilidad sobre la función de la escuela y la universidad en lo personal y lo colectivo. Por ejemplo, ¿no deberíamos formarnos en el discernimiento de lo que ayuda y lo que no para vivir felices según nuestras búsquedas personales y sociales? Porque el panorama del modelo pedagógico heredado con el que convivimos corre el riesgo de marcar la hora de un país en el que nadie vive. Y si la educación no responde al contexto tanto local como global, es inútil. Se convierte en una torre de marfil. Además, la educación tiene que responder, una y otra vez, a la clásica pregunta de nuestros estudiantes: ¿Y eso para qué sirve?

¿El siglo XXI?

«No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar internamente de las cosas» San Ignacio.

La educación del siglo XXI no sería bueno que pasara de ser posindustrial (como la que tenemos) a tecnodigital (como la que parece irrumpir), debe ser una educación integral en el significado y alcance más amplio de la palabra. En efecto, “tendremos que ser más humanos que nunca –decían por ahí- porque los robots harán cosas que para nosotros serán imposibles.”

En este sentido, creer que el siglo XXI es de avanzada porque ha llegado a descubrimientos y técnicas nunca antes vistas, quizá sólo sea, además de un espejismo, la proyección de una porción de la sociedad que accede a la estos niveles y tiene el poder de divulgación.

Porque lo que se ve es que este tiempo es algo más complejo, más desigual, más violento en lo político, lo económico, lo tecnológico, lo comunicativo, y con un bienestar mal repartido. Por esto insisto con humildad en que si el sistema educativo que tenemos que construir no orienta sus esfuerzos hacia una mirada renovada del Bien de todos, fracasará otra vez al generar tecnócratas indiferentes y excluidos al acecho.

Un modelo pedagógico que reproduzca inconscientemente la meritocracia de los cumpliditos, el protagonismo despótico del docente-rey que ejerce la tortura pedagógica, el desprecio social y financiero por los educadores, la sobrevaloración de las ciencias duras en descrédito de las humanas, la uniformidad homogeneizante del pensamiento único, el cercenamiento de la dimensión espiritual de la vida, el elitismo de los mejores dentro del aula, la exclusión de los desnivelados, el estrés de la tarea pendiente, el horario de fábrica, el que hay que ir a la escuela ‘porque toca’ aunque se pierda el tiempo, la exigencia por la exigencia de los contenidos, la respuesta a preguntas que a nadie le interesan, la evaluación que juzga, condena y aplaza, la estigmatización del error y el fracaso, la violencia en los ritmos personales, la vagancia de los perdidos, y la astucia de los avivados, ¿de qué siglo XXI habla?

Experiencias de cambio

«La mayor señal del éxito de un profesor es poder decir: «Ahora los niños trabajan como si yo no existiera.» María Montessori (1870-1952)

Como varios sostienen, al modelo pedagógico posindustrial le ha llegado su hora. El reloj de la transformación educativa viene sonando su alarma desde hace tiempo en todo el mundo. Y reclama una hora renovada, fresca, atractiva, inspiradora, global, incluyente, que logre hacer de la convivencia humana feliz un proyecto vital de todo hombre porque lo descubre posible mientras crece como persona.

El modelo pedagógico que necesitamos nos exige responder lentamente al tiempo interior de cada estudiante y al del docente, al tiempo de la institución, al tiempo del barrio, al tiempo de los cambios sociales, al tiempo de las necesidades tanto del contexto inmediato de contingencia irrenunciable -como el de los empobrecidos ubicados en los bordes de las ciudades; como al tiempo de las zonas más desarrolladas del contexto global (nacional e internacional).

Esto es lo que algunas instituciones se van planteando, cada vez más, en algunas latitudes. Se trata de esos educadores que siempre la historia ha parido y que pretenden despertar y acompañar procesos de crecimiento, de búsqueda, de construcción personal y colectiva; y lo están logrando poco a poco.

En estas instituciones la innovación radica en que el centro del proceso de la enseñanza-aprendizaje pareciera ya no estar ni el docente ni el alumno -si bien es el foco del servicio-, sino en la comunidad toda (estudiantes, docentes, familias, contextos) en pos de una mirada dinámica sobre la sociedad que atienda al crecimiento de todos y de cada uno en su singularidad.

Desde reflexiones educativas como la de las inteligencias múltiples o la educación personalizada, entre otras, buscan atender a la mayor cantidad posible de dimensiones del ser humano en su formación, de manera tal manera que no se den cabezones indiferentes a su cuerpo, o completamente desconectados del mundo interior de sus emociones y de la realidad. Estos ámbitos quedan incorporados como parte activa, dado que conciben un aula colaborativa donde más de un docente trabaja en equipo con un grupo de estudiantes; que a su vez están resolviendo proyectos que los hagan pensar desde la interdisplinariedad de los saberes y desde las múltiples habilidades de cada uno. Para ello, en las aulas se reorganizaron sus opacos diseños rectilíneos “semicarcelarios” por otros más flexibles y adaptables. Pues se dieron cuenta de que un cambio así ayuda, estética y ambientalmente, a configurar el mundo, las relaciones y los espacios de otra manera, y a sentirse a gusto aprendiendo. Esto trajo aparejado también parte del bienestar que hizo disminuir los casos de conflictividad dentro del aula.

Uno de los principales desafíos fue transformar sus concepciones de mando al cuestionarse: ¿qué sucedería si el liderazgo fuera más distribuidamente comunicativo y menos secretista, si los problemas se abordaran con discreción desde varios niveles y dando posibilidad de discernimiento a la comunidad educativa? ¿Qué pasaría si cambiáramos la mirada desconfiada sobre las personas por una más arriesgada y alentadora? ¿No daría seres humanos más sanos, más creativos y lúcidamente autónomos? ¿Qué pasaría si la conducción de una institución fuera menos jerárquica y más horizontal reconociendo el valor innegable de la red de relaciones que la sostiene y fundamenta? Así es que crearon, por ejemplo, equipos de entre 6 y 7 docentes por nivel para todas las áreas del conocimiento y el aprendizaje, proponiendo la autonomía de trabajo que ellos mismos pretenden desarrollar en los estudiantes. Y cuando algo supera los conocimientos o destrezas del equipo de docentes, se recurre a especialistas, incluso dentro de las mismas familias (como abuelos, padres, o hermanos…) o actores sociales del barrio.

En efecto, se tomaron en serio la innovación cuando lograron convencerse de que en la comunidad educativa todos tienen algo que aprender y algo que compartir para el Bien de todos. Provocando así una mirada más dinámica de la realidad, menos fragmentaria o estratificada. Por eso el aporte y la integración de las familias al proceso de transformación fue vital. Si bien les exigió confianza, la clave estuvo en la preparación del terreno comunicando estratégicamente los desafíos y oportunidades.

La perseverancia en la formación de los docentes que encabezaron el cambio también es parte del nuevo paradigma educativo. El compromiso con las modalidades disruptivas de enseñanza-aprendizaje, no tiene que ver con un esnobismo vanguardista o el deseo de molestar al docente, sino con el contacto con su vocación de educador. Allí radica la fuerza del cambio. Sin este elemento no hay transformación posible, porque es el principio y fundamento desde el que se puede ser educador, es decir, una persona siempre aprendiendo y desaprendiendo para mejorar su servicio a la sociedad desde su llamado original.

El gran tema de la evaluación y los logros no queda por fuera. Se enriquece enormemente al diversificarse y complejizarse. Los maestros, en vez de estar calificando agotadoramente la reproducción memorística de contenidos que se esfuman luego del examen, o la destreza estandarizada de una acción no significativa para la persona; buscan con esfuerzo y creatividad, ayudar a sus estudiantes a ser conscientes de su propio aprendizaje del mundo. Al hacerles descubrir la importancia de los procesos, del gusto por saber lo que les inquieta, de la relación con el otro para aprender, de la imaginación como herramienta real, del sentido en la interconexión de los temas, de sus posibilidades para la vida concreta; los contenidos propios de las evaluaciones de Estado ‘entraron’ como agua en la esponja, porque no era un porque sí obligado. Para esto fue necesario que los docentes estuvieran dispuestos a aprender de los intereses curiosos de sus alumnos, perdiendo el miedo a ser evaluados como ellos evalúan con respuestas de preguntas que nadie hace.

Otra clave de la transformación educativa ha sido la consideración del tiempo en sentido amplio. Se dijeron: “como no podemos cambiar la escuela de golpe, pero hay que cambiarla sistémicamente, nos queda asumir el reto de ir por experiencias pilotos para calibrar el modelo que queremos y necesitamos”. Para ello se requirió de un tiempo prolongado de preparación del terreno para diseñar el modelo e ir de a poco formándose en algo que no conocían del todo y se va dando mientras andan. Al caminar con un paso en la zona de riesgo y otro en la de seguridad, van comprobando que el cambio funciona. Pero a condición de que se reconozca que el conflicto y el error deben abordarse desde una perspectiva de fecundidad que demuestre que el fracaso es no aprender de los errores, no evitarlos por miedo al cambio.

En este sentido orgánico y procesual del tiempo también comenzaron a reorganizar el esquema de horarios. En la búsqueda de armonizarse con los ritmos vitales, se abandonaron los horarios-mosaicos que hacían saltar de una actividad a otra sin conexión alguna, para pasar a darle su tiempo a ámbitos formativos muy necesarios. Por ejemplo, un momento para conectarse con el cuerpo, un momento para lo lúdico, otro para la meditación, otro para el trabajo cooperativo, otro para alimentarse, otro para descansar, otro para el acompañamiento personal, otro para las salidas, etc.

¿Cuál es la diferencia con el esquema tradicional? Que las actividades en el tiempo están diseñadas en función del área del conocimiento que la enseñanza aprendizaje concretas de los proyectos están buscando. Se evita la estandarización dando paso a la personalización del proceso. Es decir, se capitalizan para el objetivo deseado en el día, o la semana, o el mes, por eso se hace necesario el trabajo reflexivo del equipo docente que piense cómo alcanzar la meta deseada de manera orgánica. De esta forma, el conocimiento recupera su fuerza cuando la historia, la geografía, las lenguas, la matemática, la biología, la química, el arte, el trabajo colaborativo, el compromiso social, entre otros, van siendo parte de algo más grande que la materia aislada, para pasar a ser algo de la vida.

Soñar el cambio educativo

“Enseñar exige saber escuchar” Paulo Freire (1921-1997)

La educación para nuestro siglo quizá deba animarse a cambiar sus esquemas. No comprando franquicias de modelos hechos, sino trabajando para diseñar un modelo que inaugure un pacto educativo oportuno a cada realidad, pensando una nueva estrategia y abandonando lo que no sirve, sin olvidar lo mejor de las tradiciones educativas históricas, para no creernos los inventores del agua tibia. En definitiva, dar un paso en la zona de riesgo y otro en la de seguridad, de forma que nos mantenga siempre en la tensión de buscar el balance creativo en relación con el contexto desde el que somos cuestionados.

¿Qué pasaría si un estudiante llegara a su casa a contarle a su familia lo entusiasmado que está de aprender algo nuevo para su vida y de cómo en relación con sus compañeros puede descubrir su propia personalidad, sus gustos, sus deseos, sus anhelos, lo que le cuesta y desafía? ¿O si, a la vez que entiende la necesidad de gestionar sus emociones, lograra descubrir que es capaz de aportar algo que está discerniendo para mejorar la situación familiar y la de su barrio?

¿Qué sucedería si el docente, al vencer sus resistencias, descubriera que lo importante no es lo que sabe sino lo que testimonia en la sociedad, porque allí radica la posibilidad de ejercer su vocación de servicio, y el cómo será recordado por aquellos a quienes les entregó horas de su vida?

¿Qué pasaría si las familias se animaran a apostar más en la formación integral de sus hijos que en la escuela como fábrica de ‘preuniversitarios’? ¿O si apoyaran y se dejaran apoyar por la escuela cuando más lo necesitan para que se conviertan en parte del proceso y no en reclamantes espectadores?

¿No sería hermoso que la escuela estuviera abierta al contexto al que pertenece y en el vaivén de ir de adentro hacia afuera discerniera la posibilidad de aportar su granito de arena en la transformación necesaria de la sociedad?

Suena ideal, ¿no? Pues sí, pero si no nos atrevemos a soñar, nunca lograremos despegar, nunca podremos afrontar ni la transformación, ni el cambio, ni el conflicto que conlleva. Porque el deseo sostiene en las dificultades. ¿O acaso no nos cuesta soñar despiertos por miedo al fracaso de no conseguir la fantasía de la perfección y preferimos quedarnos al rescoldo inerte de ‘lo malo conocido’? Quizá sí, y con derecho. Pero no tenemos el mismo derecho a privar a las generaciones futuras de un modelo pedagógico eficaz y sincero con la realidad que nos toca vivir.

La viabilidad de dicho ideal o, mejor, de esta utópica esperanza queda seguramente opacada por miles de factores. No es una novedad. Los ministerios de educación y las políticas educativas de los Estados nacionales muchas veces van por un lado, los gremios por otro, y la vida en las instituciones por otro completamente distinto. A su vez, la realidad económica de la educación siempre queda relegada a intereses más inmediatos y efímeros, y en países envueltos en la voracidad de la corrupción, se da pie al banquete del desencanto donde se sientan más de un desilusionado dispuesto a criticar y no cambiar nada.

Sin embargo, hay una responsabilidad política, cívica y espiritual de quienes participamos del sistema educativo que llama a trabajar no en la innovación por la innovación misma, sino por el Bien de todos, y requiere de mártires concretos, soñadores imbatibles y almas dispuestas a luchar por una educación distinta y utópica para ser fieles a lo mejor de la humanidad cuando busca en sí misma el modo de dar respuesta a los desafíos irrenunciables que la historia le presenta.

 

El Modelo de Liderazgo Político propuesto por el CIAS

En función de su experiencia con el liderazgo político en la Argentina actual, Daiana Fernández, se pregunta si tiene sentido la pregunta por el liderazgo político en un país donde la práctica política aparece cíclicamente asociada a la corrupción.

Por Diana Fernández

Liderazgo político: ¿hay modo de rescatar lo específico de esa idea en tiempos decoaches, talleres de liderazgo empresarial, asesoramiento comunicacional, seminarios para líderes organizacionales, preguntas por el liderazgo emprendedor o incluso por el liderazgo emocional? ¿Cómo pensar al líder político en el incierto territorio de la Argentina actual? Aún más (y especialmente en una semana marcada por la detención del ex secretario de Obras Públicas, José Francisco López): ¿tiene sentido la pregunta por el liderazgo político en un país donde la práctica política aparece cíclicamente asociada a la corrupción?

Rodrigo Zarazaga, sacerdote jesuita, autor de ‘La pobreza de un país rico. Dilemas de los proyectos de nación, de Mitre a Perón’ (Siglo XXI), doctor en Ciencia Política por la Universidad de Berkeley y post-doctorado en la University of Notre Dame, no solamente piensa que sí, sino que también defiende la promoción de espacios de formación en liderazgo específicamente político. Y considera que uno de los factores decisivos de esa formación tiene que ver con un concepto frecuentemente citado con pudor o suspicacia: la vocación de poder.

«Cualquier transformación de la realidad tiene que ver con el poder», asegura. Conocedor de los aspectos más devastadores de la desigualdad (su tesis de doctorado se basó en largos años de trabajo en barrios carenciados del conurbano bonaerense), insiste: «Con las ONG, las fundaciones, estamos siempre parando el viento con la mano. Si querés una transformación, tenés que incidir en el Estado. Eso supone poder».

La articulación entre teoría y práctica parece ser un continuo en la vida de Zarazaga. Quizás por eso actualmente está al frente de la Escuela de Liderazgo Político que, en el marco del CIAS (Centro de Investigación y Acción Social), atraviesa su segundo año de vida. «Queremos alumnos ambiciosos -remarca-. Alumnos dispuestos a manejar recursos. Junto a la formación teórica, buscamos que no pierdan el norte, que es el contacto con la realidad, con el país sumergido en la pobreza.» Zarazaga no tiene pruritos en defender el «realismo político», al que entiende como algo «que implica valores, pero desde una ética situada. No la ética de los boy scouts». Y la duda, otra vez: ¿cómo plantearse formar líderes políticos frente a una ciudadanía que, tanto en nuestro país como a nivel global, se siente cada vez más distante de aquellos que dicen ser sus representantes? «Hay un reclamo de la sociedad ante una política que sirve sólo a la política», reconoce Zarazaga. Pero insiste: «Igual, la solución sólo puede venir de la política».

Voces nuevas

Mariana Bardisa tenía 16 años cuando la crisis de 2001 violentó al país. Oriunda de Concepción del Uruguay, recuerda esas jornadas de furia como un hito fundacional: el momento en que se dijo que haría lo que fuera para que toda esa desolación no volviera ocurrir. La cercanía al peronismo fue un indicio; la militancia en el FPV, el camino por el que optó y en el que persiste actualmente.

A su modo, Mariana representa una de las paradojas que marcan esta época. El ingreso, durante la última década, de un importante número de jóvenes a una actividad política que reivindican y sostienen desde diversos modos de militancia. Y en paralelo la persistencia, en otros sectores sociales, de cierto desencanto y hasta una franca desconfianza -¿ecos difusos de aquel «Que se vayan todos»?- frente a la política tradicional.

«Me considero una militante», asegura Mariana, y cuenta que se acercó a la Escuela de Liderazgo en busca de «herramientas para la formación de un cuadro político». Algo similar les ocurre a sus compañeros de cursada: jóvenes que en promedio rondan los 28 años, por lo general egresados de licenciaturas o posgrados, con diversas adhesiones partidarias y, en el caso de muchos de ellos, con actividad en la política, tanto en la militancia como en la gestión pública.

Los responsables de la escuela destacan dos datos que quizás estén indicando algún movimiento en el ámbito de las juventudes políticas: por un lado, la respuesta favorable ante la oferta de lugares de formación. A la hora de las inscripciones, este año se encontraron con la demanda de 460 postulantes para un espacio concebido para 30 vacantes. Por el otro, aunque conscientes de que el de las aulas es un ámbito pequeño y en cierto punto protegido, no dejan de sorprenderse ante la casi desaparición de la polarización en esos estudiantes básicamente veinteañeros y treinteañeros, provenientes de algunas de las principales fuerzas políticas del país. «Desde acá, la brecha es un mito», asegura Jorge Monge, director ejecutivo de la institución.

«Logramos espacios de debate verdadero», se entusiasma por su parte Ignacio Devitt, alumno de la escuela y funcionario del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación. Una actitud que comparten sus compañeros de cursada Juan Manuel López, abogado y asesor de Elisa Carrió en la Cámara de Diputados, y Gabriel Mraida, funcionario del Ministerio de Seguridad que no sólo rescata la cultura del diálogo sino también la posibilidad de reconocer los aciertos del otro: «Es necesario tener gestiones eficaces; implementar políticas públicas de modo eficiente y no apenas guiadas por criterios electoralistas-se explaya-. También es importante aceptar las políticas públicas que funcionaron en la gestión anterior».

Pensar un país

Construir poder desde el consenso, articular redes, modernizar el Estado, incorporar el mediano y largo plazo al diseño de políticas: en estos puntos, consideran los jóvenes estudiantes de liderazgo, existe la posibilidad de lograr un diálogo distinto en el campo de la política. Respecto de la disyuntiva «lógica de la política/ gobierno de los CEO» -otra de las dicotomías que circularon durante el último tiempo-, lanzan su fórmula: confluencia del gesto político con el rigor técnico. «Yo prefiero al político formado al político a secas o al técnico a secas», asegura Juan Manuel López.

A la hora de definir lo que para ellos significa el liderazgo político, hablan tanto de capacidad de interpretar e interpelar a la sociedad como de representar a las minorías y mayorías, trabajar en el equilibrio de intereses, saber «plantarse» y distanciarse de las presiones mediáticas, pensar en el largo plazo. Zarazaga, por su parte, no duda en definir los que, a su criterio, serían los principales desafíos que tendría que enfrentar cualquier líder político en la Argentina de hoy: «Conciernen a lo básico que hace a un modelo de país -explica-. Es decir: definir qué le vamos a vender al mundo, qué de nuestra producción vamos a proteger del mundo y cómo vamos a incorporar a la población que hoy permanece en la informalidad económica». Devitt apunta: «La Argentina es la eterna potencialidad. Hay que salir de la falta de planificación, pensar proyectos a mediano plazo».

En el caso de Claudia Cabrera, otra de las alumnas de la Escuela de Liderazgo, la reivindicación de la política tuvo su proceso. Proveniente de una familia de origen paraguayo, Claudia vivió en la Villa 31. Allí encontró, no en la acción política sino en el trabajo social, la primera vía para comprometerse con la vida de su comunidad. «En la villa siempre vi que eran los vecinos los que hacían algo, no los políticos -dice-. La gente se acerca a la política para sobrevivir, pero no está la idea de liderar.»

Claudia obtuvo una beca que le permitió estudiar Periodismo en la Universidad Católica Argentina. Convertida en la primera universitaria de su familia, quiso seguir estudiando. Otra beca le permitió llegar a la Escuela de Liderazgo. «Quería formarme. Me interesó profundizar en estos temas porque uno no puede opinar de cosas que desconoce», relata. Valores y privilegio de lo colectivo: por allí pasan sus prioridades al pensar en el liderazgo político. Y una aspiración: «Que nadie tenga que dar una dirección falsa para que lo acepten. Porque eso hacen hoy quienes viven en una villa».

Fuente: CPAL Social

 

Capillas en el Ámbito Universitario

La cuestión de las figuras y lugares religiosos en ámbitos públicos o privados seculares es una cuestión que ha generado polémica. A la luz de la experiencia en España y otros países europeos y anglosajones, el jesuita español Daniel Izuquiza, reflexiona sobre el tema en el siguiente artículo.

Por Daniel Izuquiza SJ

Lo primero es reconocer que, aunque en España nos resulte extraño y a muchas voces laicistas les moleste, las mejores universidades del mundo ofrecen servicios religiosos dentro del campus. Esto es un hecho bastante universal. No voy a fijarme en las universidades privadas, del tipo Harvard o el MIT en Cambridge, Massachusetts o Princeton en New Jersey (que, ¡oh, casualidad!, tienen una fundación cristiana y, evidentemente, ofrecen servicio religioso). Me fijo, más bien, en las universidades públicas. De entre las mejores del mundo, selecciono unas pocas, con criterios de variedad geográfica y cultural. En Estados Unidos, tenemos, por ejemplo, la Universidad de California en Los Angeles (la famosa UCLA) o la Universidad de Wisconsin en Madison. Ambas tienen capillas y espacios religiosos dentro del campus, y ofrecen una amplia gama de actividades religiosas.

Vamos con Europa. De entre las universidades inglesas me fijo en la de Cambridge, con su parroquia anglicana universitaria. La Universidad de Heildelberg es una de las más antiguas y prestigiosas de Alemania. Tiene ocho grupos religiosos organizados, incluyendo, por ejemplo, el Centro Católico Universitario o el grupo musulmán. Vamos con Paris que, por supuesto, representa la tradición laica y republicana como modelo de Estado y, en concreto, en el terreno educativo. Pues también aquí encontramos una presencia tan significativa como la Capilla de la Sorbona. A modo de curiosidad, recuerdo que hay un único español como rector de una universidad pública en Estados Unidos, concretamente Ángel Cabrera en la Universidad George Masson de Virginia. Y, vaya por Dios, también en esa universidad hay servicio religioso dentro del campus.

Primera conclusión provisional: mirando la realidad del mundo, no parece que haya problema en la presencia de capillas y servicios religiosos en la universidad pública. Tampoco parece que ello dificulte la calidad universitaria. No hay oposición entre la creencia religiosa y el desarrollo científico. No hay intromisión de un campo en el otro. No se coarta ninguna libertad, más bien al contrario. A quienes identifican religión con oscurantismo y piensan que si hay religión en la universidad, ésta será un espacio pueblerino, les recomiendo que comparen su propia universidad con Harvard, MIT, Berkeley, Heildelberg o Cambridge antes de seguir hablando.

Vamos, pues, con el segundo punto: la presencia de capillas católicas en la universidad española. Porque aquí el asunto es algo diferente. Se trata de capillas confesionales de una única religión. Esto puede tener una explicación histórica más o menos convincente, aunque, muy probablemente, el pluralismo actual requiera cambios y adaptación. Adviértase, sin embargo, que el asunto no empieza con el nacional-catolicismo franquista, sino que viene de más atrás, cuando a partir del siglo XIX se decidió dejar la teología fuera de la universidad civil. Cualificados observadores han señalado el empobrecimiento que este hecho ha supuesto, tanto para la Iglesia como para la Universidad españolas.

Los tímidos intentos realizados (como algunos cursos de verano en la Complutense o en la Menéndez Pelayo o la cátedra de Teología en la Universidad Civil de Granada) son todavía frágiles, limitados y, en ocasiones, vistos con sospecha. Hay que decir, por otro lado, que el número de capillas en las universidades madrileñas supone una situación excepcional, incluso dentro de la realidad española, pues de las 33 capillas universitarias, 16 se encuentran entre la Complutense, Politécnica, Autónoma y Rey Juan Carlos de Madrid.

La segunda conclusión provisional sería ésta: no parece imprescindible que haya capillas católicas en la universidad pública. Quizá no sea necesario que haya una capilla en cada facultad. Y, muy probablemente, no es la mejor idea que solo haya servicio religioso católico. Además, es bueno distinguir entre el servicio religioso a la comunidad universitaria y el estudio científico de la religión, que no puede ceñirse a la teología pero que tampoco puede obviarla.

A partir de estas dos conclusiones, puedo ya formular mi propuesta final. Es posible y, en mi opinión es positivo, que haya espacios religiosos en la universidad. En un tiempo en el que la universidad corre el riesgo de quedar dominada por los intereses mercantiles (sobra la filosofía y sobra también la teología), es necesario incorporar saberes como la teología, que va más allá del pragmatismo, y dimensiones de la vida que evitan el pensamiento único, reivindican la mirada utópica, superan la tecnocracia y alimentan las visiones holísticas. A todo ello contribuye la dimensión espiritual de la vida, que debe entrar en diálogo fecundo con la ciencia universitaria. En parte, además, porque numerosos investigadores, docentes y alumnos universitarios son también creyentes y tienen una dimensión espiritual. No conviene escindir la vida en compartimentos estancos.

Otra cosa es si esos espacios deben ser confesionales, interconfesionales o no-confesionales (probablemente necesitemos de todo). Es claro que deben impulsar el diálogo y el debate crítico. Creo que puede haber cesión de espacios públicos para usos religiosos, como para otras muchas actividades estudiantiles que van más allá de lo estrictamente académico: así como en resto de la sociedad, cuanto más plural sea la vida universitaria, más rica será. Por supuesto, una cuestión diferente se refiera a si debe haber capellanes de una determinada confesión y, en tal caso, quién los paga. Pero nada de eso debe bloquear la deliberación de un tema profundo y relevante. No vaya a ser que al final tiremos al niño con el agua sucia. Que, por miedo al fantasma de un nacional-catolicismo hoy inexistente o residual (agua sucia), perdamos la legítima y emancipadora contribución de las religiones al mundo universitario (el niño).

Fuente: Huffintong Post