Va a nacer, y no te lo puedes perder. Sí, va a nacer y lo debes retransmitir. Va a nacer y se lo tienes que contar a todos tus amigos. Lo debes compartir y darle una y mil veces a “Me gusta”. Es lo mejor que nos puede pasar así que ya podemos ponerlo en nuestro muro. Para esta noticia no hace falta resolución máxima, no hacen falta ni efectos especiales ni la mejor de las canciones…
Hace falta enfocarse el corazón, cada uno el suyo; hace falta hacerle espacio y darse cuenta de que quiere entrar en nuestra vida para llenarla, para darle sentido. Se nos va a dar un niño y nuestro móvil no va a sonar. Necesitamos el silencio para escucharlo, para sentirlo; necesitamos la sonrisa de un niño para entender cómo de grande es esta noticia. Va a nacer. Va a nacer y no nos lo podemos perder.
Segundo día del Triduo de preparación para la Navidad ofrecido por el Padre Javier Rojas Sj en la Iglesia de la Compañía de Jesús, de la ciudad de Córdoba, los días 17, 18 y 19 de diciembre .
Prepararse para vivir el nacimiento de Jesús es un proceso que lleva a dejar de pensar en lo que significa el Nacimiento y abrir los sentidos del corazón para poder descubrir la verdad de ese misterio que se está revelando en un niño envuelto en pañales.
Y decíamos que cuando nos acercamos al pesebre a contemplarlo, surgen preguntas que pueden ayudarnos a llegar a un nuevo nacimiento, a compartir con Él su nacimiento. Y la primera pregunta que nos ocupaba ayer, es aquella que hizo Jesús al comenzar su ministerio: ¿Qué Buscas?
Y en esa Pregunta, Jesús no solamente nos interrogaba por lo que necesitábamos, sino también por la marcha, por el rumbo que lleva nuestra vida. Es decir, una pregunta en la que está incluído también un interrogante. El modo que tengo de vivir, la manera que tengo de relacionarme, el camino que he elegido ¿Me conduce a aquél fin, a aquella meta, a aquél lugar que quiero alcanzar?
Decíamos: todos necesitamos la Paz: queremos sentirnos amados, queremos sentirnos entendidos. Y aquí surgía la pregunta de si el modo que tienes de vivir, de relacionarte te hace factible el vivir con Paz, el sentirse aceptado, el sentirse perdonado.
A veces equivocamos el camino. Vamos a buscar los que buscamos en lugares equivocados ¿Se acuerdan aquél famoso dicho “no le pidas peras al olmo”? A veces necesitamos que Jesús nos diga eso: “Me parece que estás buscando peras en el olmo”; “me parece que estás buscando algo en el lugar equivocado”. A veces el lugar, a veces la persona, a veces la carrera… Lo que buscas, lo que realmente quieres para tí, tal vez no lo vayas a encontrar ni en esa persona, ni en ese lugar, ni en esa carrera, ni en ese modo de proceder…
Vamos a interrogarnos, siguiendo el Evangelio, si el camino que llevamos nos conduce al lugar que queremos alcanzar. Eso fue lo que reflexionamos ayer.
Hoy vamos a profundizar en otra pregunta también muy bonita del Evangelio:
“ Ya cerca de Jericó, había un hombre ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello, y le dieron la noticia: es Jesús, el Nazareno que pasa por aquí. Entonces empezó a gritar ‘¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!’
Los que iban delante le levantaron la voz para que se cayara, pero el gritaba con más fuerza ‘¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!’ Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajeran, y cuando tuvo al ciego cerca le preguntó: ‘¿Qué quieres que haga por tí?‘. Le respondió: ‘Señor, que yo vuelva a ver’.
Palabra de Dios
Esta es la pregunta que vamos a reflexionar en esta noche ¿Qué quieres que haga?
Dice el texto que este hombre que estaba ahí, al borde del camino, un limosnero ciego, ya había escuchado hablar de Jesús, de este hombre que parecía que solucionaba los problemas ¿no? El que estaba ciego se curaba, el paralítico caminaba, aquella hemorroíza, resucitaba a los muertos. Para este ciego, cuando escuchó decir que era Jesús el que pasaba dijo ‘Aquí está la solución a todos mis problemas. Todo lo que necesito es llamar la atención de Jesús para que me arregle la vida y me solucione todos los problemas’.
Dice el Evangelio también que empezó a gritar, el hombre tenía claro su objetivo: era llamar la atención. Y los que estaban cerca, dice el Evangelio, le gritaban diciéndole ‘Cállate, no grites’. Como siempre, aquí hay pedigueños molestando a todos: ‘Estamos hartos de tus pedidos y de tus reclamos’. Pero aquí el evangelista Lucas parece querer resaltar una actitud que nos hace bien saberla. Dice el texto que Jesús se detuvo y que dijo “Tráiganlo, que venga”. ¿Pueden ustedes imaginar esa situación, hacer como dice San Ignacio ‘la contemplación del lugar’?
Imagínense a Jesús por ese pueblo, pasando por Jericó, la gente que se ha enterado, todo el mundo tiene muchas necesidades. Todos apretujándolo o gritando, todos queriendo llamar la atención. Y entre toda esa algarabía del gentío, este cieguito ahí, gritando también al costado “¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí!”. No sabemos, porque no dice Lucas, si también sanó a otros enfermos. Lo que sí sabemos es que, para Lucas, fue tan importante ese momento que quizo asentarlo, ponerlo por escrito.
¿Que había en el reclamo de este hombre que fue distinto a todos los reclamos y pedidos de los demás, que hizo que Jesús se detuviera?
Y no solamente se quedara ahí, y detuviera su marcha, sino que dijo “Tráiganlo”. En otros textos, paralelos a este en Mateo y en Marcos, relatan los evangelistas que alguien le dice “Vamos, levántate, que te llama”. Este es un texto también muy bonito: alguien siempre está ahí ayudándonos a acercarnos a Jesús.
La de ¿Qué quieres que haga por tí? es una pregunta que nos abre a la gracia, a la bondad de Dios. Nos ayuda a acoger con humildad nuestra limitación. Sin culpas ni reclamos, para descubrir la bondad de Dios.
Jesús se detiene también esta noche ante el lamento de tu corazón; ante el pedido de ayuda; ante la necesidad que tienes, se detendrá y te hará la misma pregunta: ¿Que quieres que haga por tí?
Yo tengo una pareja de amigos que son los dos ciegos: él es abogado (muy buen abogado) y ella canta en el Coro de Ciegos del Colón. Excelentes personas.
Un día me dijeron: “Javier te invitamos a comer una pizza”. Él me dijo que fuéramos a un lugar muy famoso en BuenosAires, que se llama “El Cuartito”. Allí se comen unas pizzas estupendas, y queda a unas 10 cuadras de mi casa. Y me dijeron: “Vamos caminando así vamos conociendo el barrio”. Y son ciegos. Cuando tú te relacionas con un ciego no sabes nunca si te están tomando el pelo o vos sos el único que no ve lo que ellos ven. Porque te dicen “Fijate que aquí está tal lugar, aquí está tal otro…”. Es increíble.
Lo simpático de esto es que yo soy el que veo, o eso fue lo que creí. Con lo cual asumí, sin preguntarles, que yo sabía el camino, que yo sabía (pero no muy bien) para dónde quedaba. En un momento, Rodrigo (mi amigo) me dice “Javier nos pasamos una cuadra”. Y está bien pero es vergonzoso, porque no sé si se está bromeando o me está diciendo en serio. Le digo “¿Cómo que nos pasamos”; “Sí, nos pasamos una cuadra, porque El Cuartito queda por Montevideo y ya estamos en Uruguay, tenemos que retroceder”. Le digo “Bueno, vamos a dar la vuelta”. Yo sigo conversando con ellos, me detengo porque estaba el semáforo en verde, osea que los autos estaban pasando. Y en ese instante, cuando yo me doy vuelta para conversar con ellos, me dice Ornella, la mujer: “Javier, ya podemos pasar, está en rojo el semáforo”.
Aunque parezca extraño, hay una manera de ver muy distinta de la que tenemos nosotros. Le dije a Ornella primero “Decime la verdad, te juro que tu secreto está a salvo conmigo ¿Cómo sabes?”. Y ella se rió porque siempre le pregunto lo mismo y ella siempre me responde lo mismo “Es sencillo Javier, porque no vibra es suelo”. ¿Ustedes se dieron cuenta de eso o no? ¿Ven que tampoco ven? O no sentimos…
Para ella, que el suelo vibre, significa que hay tránsito. En cada esquina, que el suelo no vibre, significa que puede cruzar. Es decir, hay una percepción muy distinta, hay una manera muy distinta de ver a la que estamos acostumbrados.
Jesús, cuando le pregunta a este ciego ‘¿Qué quieres que haga por tí?’, él le contesta ‘Que yo vuelva a ver’.
A veces me pregunto si esa petición que le hace este ciego a Jesús, no tendríamos que hacerla nosotros también. Es decir: ‘Señor, que me empiece a dar cuenta de aquellas cosas que perdí de vista, aquellas cosas que dejaron de ser importantes, aquellas cosas de las que ya no me doy cuenta, aquellas cosas que no veo y que me dejan al borde del camino como limosnero’.
¿Cuántos padres se han dejado de dar cuenta de que sus hijo ya son grandes? ¿Cuántos esposos han dejado de ver al otro como aquella persona con quien elegiste vivir toda la vida, y acompañarlo/a en las buenas y en las malas; ya sea que estés tosiendo toda la noche y no te deje dormir o cuando está sana? ¿Cuántas cosas hemos dejado de ver que hacen y son esenciales para nuestra felicidad?
Ante nuestras necesidades Dios se detiene, no pasa por alto lo que vivimos.
Dicen algunos entendidos que los seres humanos vemos sólo la novena parte de la realidad, y que para poder ver la totalidad necesitamos de otros ojos; para poder comprenderla.
Esa es una ceguera muy grande: la de creer que nosotros entendemos todo lo que vemos, y que lo que vemos es lo único que existe. Que solamente lo que yo veo es la verdad. Esa es la peor ceguera que puede existir.
Basta ver un poco nuestro gobierno para darse cuenta: cada uno de los de la oposición, que encima no saben para dónde rejuntarse, ven la solución magnífica para este país. En lugar de juntar la mirada y decir “salvemos esto”, dicen “Mi novena parte es la totalidad”. Y ahí está su ceguera. Con nuestras relaciones hacemos lo mismo “sólo lo que yo veo es la realidad, es lo verdadero y es lo que existe”. Esa, es la peor ceguera.
Dios se detiene ante nuestra vida, así como estamos; con la fragilidad que tenemos. Nos mira con ternura y nos pregunta “¿Qué quieres que haga por tí?” Cuando alguien dice a otro ¿Qué quieres que haga por tí? Está reconociendo que el otro no puede hacerlo por sí mismo. Pero el que pide, también reconoce que no puede. Cuando acompañamos enfermos a veces le decís ‘¿qué necesitas?’ ‘Pasame un vaso de agua’ porque no se puede levantar. El enfermo reconoce su limitación.
Una condición para ser ayudado por otro es reconocer la imposibilidad. Si no reconocemos nuestra limitación y nuestra imposibilidad nunca nos podrán ayudar. Es una condición básica de la relación de ayuda: saber que yo no puedo y que necesito de tí.
Cuando Jesús le pregunta al ciego ‘¿qué quieres que haga por tí?’, es como si le estuviera diciendo “¿Qué quiere ver ahora? Porque en la postura en la que estás no te das cuenta ¿Qué necesitas que te revele? ¿De qué tienes que darte cuenta?”.
A veces pedimos a Dios milagros cuando en realidad, lo que necesitamos es darnos cuenta de la situación en la que estamos. Pedimos a Dios ( y esa es también una experiencia muy metida en nuestra espiritualidad), vivimos muy sujetos a los milagros. Estamos muy sujetos a los “milagrillos” ¿Ustedes recuerdan aquella famosa propaganda (ya vieja) de unos caramelos sugus? La propaganda era que un chico iba a buscar a su prometida a la facultad; y mientras ella sale de la facultad y camina hacia el auto, él la espera, la mira, saca los caramelos sugus y dice esto: “si me toca un caramelo amarillo, me caso”. Ahí viene la prueba. ¿Y qué le sale? Amarillo. Y entonces dice “Bueno, si me sale por segunda vez”.
A veces nuestra vida de fe con Jesús, es así. Estamos esperandos que nos solucione problemitas. Y cuando lo hace dice “Bueno pero para cambiar necesito que también me acomodes esto”.
Por ejemplo, a veces decimos “Bueno, yo soportaría a mi suegra si fuera un poco más simpática”. Y si es simpática “bueno pero si es un poco menos metida”. Y si es menos metida “ojalá no existiera”.
Está muy distorsionada nuestra capacidad de darnos cuenta que el problema no es ese; el problema soy yo, que sólo tengo una visión y que por lo mismo estoy ciego.
Piense cada uno, en las veces que le ha dicho a otro “No estás equivocado, ésta es la verdad”. Y yo les digo a ustedes “No, están equivocados porque lo que hay aquí en esta Iglesia es un hermoso coro detrás mío” y ustedes me dicen que no, que lo que está detrás es un hermoso altar. Y yo les digo que no, que están equivocados porque yo lo estoy viendo. Esto pasa siempre.
Poder ver, en el Evangelio, es mucho más que sólo tomar conciencia de lo mucho o poco que mis ojos pueden contemplar. Es también, incorporar la mirada del otro. Ver lo que nos sucede como pareja, lo que nos sucede en el trabajo, lo que nos sucede en la familia.
Tal vez, fue porque Jesús se dio cuenta de que en este hombre había un verdadero reconocimiento de que no necesitaba mostrarse fuerte con el poder que Dios le podía dar a través de la vista, sino débil, al reconocer que no siempre tiene toda la visión que le gustaría; que se detuvo.
Yo a veces creo que Dios no nos da lo que le pedimos, no porque nos esté regateando milagritos, o porque se le estén acabando. Creo que a veces no consiente nuestro pedido porque no ve en nosotros la capacidad de poder transformarnos. Nos quedamos como niños, llorisqueando por el milagrito que no nos da, y vivimos exigiéndole, cuando lo que necesitamos en realidad es admitir que soy limitado, que soy frágil y que no puedo comprender ni ver todo lo que me sucede; que tal vez otros me pueden ayudar también.
Vamos a dedicarnos un tiempito para dejar resonar en nuestro corazón esta segunda pregunta, que el niño nos hará cuando nos acerquemos al pesebre el día de su nacimiento: ¿Qué quieres que hagas por tí? Señor, que vea. Señor, que me dé cuenta. Señor, que la soberbia no me enceguezca. Que la vanidad no me deje ver la realidad con claridad. Que la mentira no simule la verdad.
En muchas ocasiones nos hemos encontrado con personas que se lamentan no haberse dado cuenta de lo que tuvieron cerca hasta que lo perdieron ¿Se han encontrado con esas personas? Muchísimos se lamentan en la tumba de personas que han amado o que han tenido cerca, diciendo “me hubiera gustado poder decirle, me hubiera gustado poder darme cuenta, me hubiera gustado haberla abrazado más, haberla querido…”.
Tiene que ver con esta incapacidad de darnos cuenta. De prestar atención al que tenemos al lado; de mirarlo de contemplarlo; de darnos cuenta lo que están viviendo… el tiempo que vivimos parece que atenta contra todo vínculo sano; y también atenta contra el cultivo de nuestras relaciones sanas. Vivimos preguntando por el deber ‘Ya hiciste?’, ‘¿Ya te encargaste?’, ‘¿Ya terminaste?’, son preguntas que se hacen siempre con el objetivo de verificar si su obligación está cubierta. O si aquello de lo que se responsabilizó está hecho. Pero difícilmente preguntamos ¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís? ¿Estás a gusto? ¿Estás contento/a? ¿En algo puedo ayudarte? ¿Necesitás algo?
El ciego necesitó que Jesús le devolviera esa capacidad de mirar mucho más allá de lo que sus ojos pudieran contemplar.
Dicen algunos autores que la pregunta básica que se nos hará es si hemos amado. Y que el amor tiene una faceta que se puede dividir en dos tiempos: la primera parte de la vida nos pasamos buscando a alguien que nos ame. En eso radica nuestra intención y nuestra búsqueda: alguien que se enamore de mí. Hasta los 40/50 uno anda persiguiendo a alguien a quien enamorar, alguien a quién seducir, a quién cautivar. Nos encanta que alguien nos diga “qué bien que estás, que joven que estás…” no sabemos por qué, pero nos gusta. Y creemos que la felicidad está en que alguien nos quiera. Cuando en realidad, nuestra plenitud máxima está en encontrar a alguien a quien amar.
Tal vez lo que el ciego necesitaba era darse cuenta de que no tenía que estar al borde del camino pidiendo limosna: algo de afecto, algo de cariño, algo de atención. Lo que necesitaba era que él hiciera centro a otro distinto de sí mismo. Preocúpate por otro, trata de que el otro esté bien. Mira al otro, deja de mirar por sus necesidades y contempla un poco al otro. Lo que estamos necesitando ver es que al lado nuestro hay alguien que necesita de nosotros.
Presentamos el triduo de Adviento ofrecido por el P. Javier Rojas SJ. en la Iglesia de la Compañía de Jesús en Córdoba el dia 17, 18 y 19 de Diciembre de 2014. Son tres días de preparación para esta Navidad
En esta ocasión queremos tomar como centro estas preguntas que parecen surgir cuando estamos ante el misterio de aquello que no se puede comprender con la razón, con el pensamiento. Sino aquella verdad revelada, aquela que se alcanza cuando es el corazón el que está en juego.
Del misterio del nacimiento de Jesús suscita muchas preguntas, ¿Cuándo nos acercamos al pesebre con qué nos encontramos?
En el Evangelio de Juan, Jesús comienza su ministerio haciendo una pregunta ¿qué buscan?, las preguntas abren el corazón y la mente a buscar respuestas y si queremos preguntas verdaderas ya no nos quedamos con las que nos dan los demás, necesitamos ir a preguntas más ondas. Sólo Jesús puede responder cuales son aquellas cosas que en realidad estamos buscando.
En principio tenemos temor de hacernos preguntas, las verdaderas, las auténticas, porque tememos enormemente las respuestas que podamos hallar.
En la marcha de aquellos hombres, está el hombre actual y de todos los tiempos, insatisfecho por las respuestas despersonalizadas que responden a los hombres concebidos como en series, sin comprender su historia, sin comprender su vida.
El mundo actual parece dar respuestas a todo, pero con preguntas que conciben al hombre como en series, preguntas envasadas, preguntas armadas, preguntas hechas, y las respuestas que nos obligan a escuchar también tiene el mismo tenor.
Las respuestas en este tiempo nos quedan cortas para la realidad que vivimos. Tiene que haber algo más.
¿Te has preguntado que buscas hoy, en este tiempo en el que estás viviendo? ¿Detrás de qué vas? ¿Qué es aquello que atrapa tu corazón, te tiene preocupado, te tiene un poco sacado de tu centro? ¿Qué es aquello que parece haberte agarrado el corazón, secuestrado el alma y no te deja vivir en paz ni feliz?
Jesús no pregunta solamente por lo que buscamos, pregunta también por la marcha que lleva nuestra vida. Y este año que va terminado, este año en que nos vamos acercando al pesebre en la navidad… ¿por dónde has andado? ¿Por dónde te has metido? ¿De dónde te han sacado? ¿Por dónde deberías o sientes que deberías encausar tu vida?
Cuando nos preguntamos sobre el sentido de nuestra existencia, sobre el sentido de nuestra vida, acontece en nosotros un éxodo interno, salimos de las respuestas acartonadas para encontrar un algo nuevo, salimos de lo ya conocido para descubrir otra cosa.
En nuestra vida de fe necesitamos constantemente ir renovando nuestro camino espiritual, a veces saliendo de las comodidades ya construidas para preguntarle al señor: ¿Es esto Señor?, ¿Es así como te sigo mejor?
Jesús nos pregunta en el pesebre, ¿qué quieres realmente, en tu familia, en tu trabajo, en tus relaciones?, ¿qué andas buscando?, ¿vale la pena lo que estás haciendo?, ¿este modo de vivir te conduce a alguna parte?, ¿el caminar que llevas te dará lo que andas buscando?
Lo que uno busca define el camino que recorrerá, y en cierto modo anuncia lo ha de encontrar.
Preguntarse hacia dónde va mi vida. Preguntar al niño Jesús hacia donde voy, porque cuando nos preguntamos sobre lo que buscamos, no solo tenemos la posibilidad de avanzar confiados por el camino que ya hemos elegido, sino que además, nos da la posibilidad de corregir la dirección si fuera necesario.
Vamos a pedirle a Jesús, en este primer día de triduo, que en este camino de preparación para encontrarnos con él en el pesebre, llevemos también en el corazón el fruto de la reflexión: lo que busco, lo que tengo, hacia dónde voy, son preguntas que ayudan a re direccionar nuestra vida.
El destino final es Dios, pero cada uno debe encontrar el camino personal para recorrerlo, un camino que a la vez es comunitario, porque se transita con la fe en el corazón que nos vuelve a todos peregrinos de una misma tierra prometida. Cada uno transita su senda, pero el destino es único, cada uno tiene que encontrar la senda por la que transitar.
Vamos a pedirle a nuestra madre la Virgen, que se puso en camino cuando entendió y comprendió que su deber era acercarse a su prima o salir de prisa para cuidar al niño que llevaba en su vientre y escapar de la persecución. Que también a nosotros nos enseñe, nos de la fuerza: primero, para reconocer la marcha que lleva nuestra vida, pero también de hacer esos golpe de timón que estamos necesitando para volver a encausar nuestra vida, si lo estamos necesitando, con fe, con la esperanza que sólo un amor de madre puede inspirarnos.
Pocas millas antes de llegar a Roma, entra Ignacio en una pequeña Iglesia de La Storta, media derruida, y haciendo oración irrumpe en su alma una gran ilustración que jamás se podría olvidar. Laínez, uno de los compañeros que iba con él, nos informa: me dijo que le parecía que Dios Padre le había impreso en su corazón estas palabras: «Yo os seré propicio en Roma». Despues dijo que le parecía ver a Cristo con la cruz a la espalda, y el Padre eterno cerca de él que le decía: «Yo quiero que tú nos sirvas». Y por esto, tomando gran devoción a este Santisimo nombre, quiso llamar a la Congregación la Compañía de Jesús.
En la experiencia de La Storta queremos nosotros, cristianos ignacianos, re editar la experiencia fundante que Ignacio vivió, donde Dios se le revelo y lo invitó a emprender grandes cosas en Su servicio.
Así, buscamos en esta casa, que sea el mismo cristo quien se vincule a nosotros de una manera más íntima, más profunda.
Por ello venimos a vivir en comunidad y a compartir un tiempo de profundización apostólica y espiritual. Y todo esto, atravesado, por la cercanía de nuestros hermanos más necesitados y más pobres.
Este año varios jóvenes se sintieron invitados a VIVIR
EN LO COMUNITARIO
Cada participante se compromete a compartir su tiempo, su agenda, sus energías, de
acuerdo a las necesidades de cada comunidad. Obviamente, cada uno sigue también
con su vida y agenda personal, pero ésta queda supeditada a las necesidades e
instancias comunes. Se espera que ambas agendas, la personal y la comunitaria,
puedan coexistir desde un discernimiento compartido que ayude a todos a vivir los
objetivos de la experiencia, sin descuidar la propia vida, espacio y tiempo vital.
EN LO ESPIRITUAL
Se propone una vida intensa de oración y discernimiento espiritual. El Señor es un
ACTOR fundamental en esta experiencia, que ha de tener un espacio diario de
relación especial con Él.
Existen a destacar tres instancias fundamentales y obligatorias en cuanto a esta
dimensión:
· Examen-pausa ignaciana
· Reuniones semanales
· Testimonios
EN LO APOSTÓLICO
La comunidad como tal es quien asume la misión apostólica, y no cada uno a “título
personal”. Por lo que cada miembro deberá disponer de tiempo (cuantitativa y
cualitativamente significativo) para atender a las necesidades de los chicos/as de La
Huella (se plantea en este momento un mínimo de 4 horas semanales por joven).
Durante el tiempo de la experiencia, esos chicos/as son su PRIORIDAD APOSTÓLICA.
Mirá testimonio de Diego Migues, coordinador de castores, de lo que significó su pasaje por La Storta, en el Hogar La Huella.
Cada año de vida que se va trae uno nuevo, pero algunas veces queda la sensación de que no alcanzamos a agradecer tanto de lo vivido. O de tener la posibilidad de exprimir el jugo de muchas situaciones del año y que representan un valor significativo para la vida. Alguno podrá decir que no fue un año significativo, otro que resultó el más importante de su vida hasta entonces. Lo cierto es que siempre hay cosas para agradecer o encontrarles el sentido. Cumpleaños, eventos, sucesos, logros, festejos, despedidas, viajes, encuentros, partida de seres amados, llegada de nuevos miembros a la familia, nuevas relaciones, crisis, estudios, éxitos laborales, crecimientos, decisiones, fracasos, en fin, una lista interminable de situaciones habitaron nuestro calendario y merece la pena detenerse en algún momento para considerarlas.
Es posible preguntarse por qué hacer un balance. ¿Qué sentido reviste no hacer una reconsideración de lo vivido a la ligera y tomarse un tiempo para ver más allá? ¿Qué hay de tan importante en hacer estado de cuentas con la vida? ¿Acaso revivir con la memoria algunos hechos no resulta un poco doloroso, o poco deseable en algunos casos? O quizá haya situaciones que se fueron muy rápido y no alcanzamos a atesorarlas en el corazón. Como sea, es imprescindible hacer balances y agradecer todo, incluso aquello que no logramos comprender ahora. Esta tarea se encumbra como una de las más importantes de nuestra vida por varias razones.
– Porque nos ayuda a ejercitar la memoria que es el “músculo” más atacado por nuestra cultura. Los que pierden la memoria viven quejándose de todo y malhumorados, amargados con la vida porque creen que todo se les debe y nada se les pide. La tecnología y las redes sociales viajan a una velocidad indescriptible y logran entretenernos de tal modo que lo que fue importante en su momento, al poco tiempo resulte tan lejano y distante que hasta pareciera que nada tiene que ver con nosotros. Así nuestra capacidad de memoria se fragmenta hasta desaparecer. Por eso ejercitarse en recordar lo vivido en el año puede ser un buen camino para la felicidad.
– Porque volver sobre lo vivido trae un nuevo sentido a las cosas y nos permite descubrir muchos porqués a lo que nos pasa. El gran secreto del sentido espiritual de una vida es que logra concatenar todo y darle razón de ser, incluso a aquellas cosas que en su momento parecían absurdas. Esta es la dimensión espiritual de toda persona, aquello que los “animalizados” les cuesta lograr y entonces todo se evalúa en términos materialistas y contables.
– Porque quien no se da cuenta de lo que ha recibido nunca podrá saber aquello que es capaz de dar. Aquí hay un punto clave para la existencia humana. Si no estamos preparados para recibir no pensemos que podremos ofrecer algo de nosotros mismos. Aquello de lo que nos nutrimos nos configura, nos hace ser lo que somos. Es importante descubrir qué hemos recibido este año para entrar en sintonía con aquello que le fuimos entregando a los que nos rodean con el desgranarse de los días. Y aquí resultan los agradecimientos más profundos y los pedidos de perdón que restablecen la vida y los vínculos.
¿CÓMO HACERLO? Una técnica: la lista de contactos
Es posible que sea muy bonito decir que hace falta hacer un balance del año pero hacerlo ya no resulta tan fácil.
Primero, porque muchas veces nos convertimos en “faltalistas” y comenzamos por todas las cosas negativas, lo que no hice, lo que me faltó, lo que no logré.
Y segundo, porque nos podemos poner algo puntillosos o gruesos y, o queremos abarcarlo todo y nos terminamos dispersando o hacemos algo así nomás dejando pasar lo que en verdad importa.
Una técnica que puede ayudar es aquella de la lista de contactos. Repasar alguna de nuestras múltiples listas de contactos de las redes sociales o del celular. Ir persona por persona y volver a mirar el vínculo que me une con ella y qué significó en este año. Volcarse sobre cada una de las personas que habitaron mi año me puede dar una perspectiva de revisión del año nueva, humana, cercana a la realidad y vital. ¿Qué si no personas son las que me cruzo a diario en los distintos lugares donde me muevo?
¿Qué mejor que poder ponerle rostro a las miles de situaciones que este año le dieron un toque a mi vida? ¡Qué lindo saber que con el paso de los años hay personas que aún siguen allí sosteniéndonos!
¡Qué impresionante es darse cuenta de todo lo que significan nuestros vínculos para vivir más felices! ¡Qué mejor que elegir con qué quedarse de este año que se nos va y dejar atrás los rencores, las envidias, los momentos negativos y darle paso a la esperanza que trae un nuevo comienzo! Y entonces mirar al cielo y celebrar.
El Adviento nos invita a mirar nuestra realidad en profundidad y descubrir los nuevos signos de vida que están surgiendo. Esto dispondrá nuestro corazón para mejor celebrar la Navidad, y así darnos cuenta de que Dios sigue naciendo entre nosotros.
El profeta Isaías anunciaba: “saldrá una rama del tronco de Jesé, y un retoño brotará de sus raíces”. Isaías confiaba en esta nueva vida, hablaba de nuevos brotes, de nuevos nacimientos que surgirían de lo que al principio parecía seco y viejo.
El Niño Jesús sería más tarde ese vástago, ese retoño, que da cumplimiento de aquella profecía de Isaías. Jesé fue el padre del rey David, cabeza de su linaje, y de ese tronco familiar vino José, padre de Jesús. Jesús es hijo de esa promesa, es un pequeño tallo verde que brotó del viejo tronco. Jeremías también lo decía: “He aquí que vienen días en que haré brotar a David un retoño de justicia, y hará justicia en la tierra”.
Para nuestra CVX – Uruguay la vida sigue asomando con una fuerza imparable en el verdor, en lo novedoso, en su vitalidad y fecundidad. En este adviento, nuestra comunidad nacional ha dado a luz un nuevo proyecto apostólico. Un nuevo brote de vida comienza a tomar impulso con la conducción y gestión de Fátima; parroquia que nuestra Iglesia nos ha confiado como cuerpo apostólico laical. Dios nos sigue regalando nuevos retoños de vida, nuestra CVX sigue germinando y se llena de promesa y posibilidad!
Esta Navidad tiene que ser, sin lugar a dudas, muy especial para nosotros. Un nuevo crecimiento, un nuevo desafío, una nueva frontera para servir a nuestro mundo. Cuánta nueva vida, cuánta novedad! Ahora, al igual que María y José, tenemos que cuidar con ternura y confianza esta nueva misión.
Ojalá que en este Adviento, el proyecto Fátima, nos permita afirmar con nuestra cabeza, y sobre todo, gritar con nuestro corazón, aquello que Isaías afirmaba de Dios: “Yo estoy por hacer algo nuevo, ya está germinando, ¿no se dan cuenta?”.
De niños, creíamos que era el poder de imaginar lo increíble.
De adolescentes, hacer lo que nos apeteciera, sin imposiciones de nadie.
De jóvenes, la forma de escoger nuestro mejor futuro.
Pero de adultos, la libertad parece desaparecer, difuminada entre agendas laborales, familiares, sociales… ¿Dónde está la libertad? ¿Es una ausencia de decisión? ¿Se consume cuando se practica?
Quizás, desde un olfato ignaciano, podremos reconocer libertad cuando somos conscientes y cambiamos de lo que antes sucedía «automáticamente» en nosotros. Cuando en lugar de reaccionar con lo de siempre, soy capaz de responder al mismo enfado con otras palabras, a la misma rutina con otra mirada fresca, a las mismas personas con sorprendentes detalles…
Porque la libertad no se acumula pasivamente: si no la construimos y cuidamos con atención, desenmascarando ataduras y autoengaños, se pierde. ¿Te imaginas un camino por el cual dejar de ser hombres-masa, maniatados por publicidades escondidas, y lograr decidir por nosotros mismos?
¿Qué es esto, si no un sueño de Dios? Que en lugar de consumir la libertad recibida, acercándola a Jesús, lleguemos a crearla.
En un día que comenzó a pleno sol, en el Colegio Máximo de San José, y con una temperatura sumamente agradable representantes de las distintas comunidades de la región, incluyendo miembros de comunidades de iniciación, tanto de la ciudad como de la provincia, nos reunimos para agradecer y evaluar el camino recorrido durante el presente año. Nos alegró mucho contar también con la presencia de jóvenes jesuitas, como Rodrigo Castells, y Santiago Suárez.
El encuentro comenzó con una oración presentada por Cristina Bolderl, hasta ese momento Consejera regional, abordando “El lenguaje de la sabiduría”, teniendo presente los conceptos vertidos por el P. General Adolfo Nicolás sj, durante la pasada Asamblea Mundial en Líbano, dónde nos decía: “Tenemos que esforzarnos por PROFUNDIZAR en todo lo que hacemos…” (Ante la Globalización de la Superficialidad del mundo actual).
Pedimos ayuda al Señor, para reconocer y comunicar Su sabiduría en medio de la vida cotidiana: trabajo, familia y en todos los ámbitos en los que nos movemos, iluminados con los textos de Elías en el Horeb (1 Re 19, 11-13) y Samuel (1 Samuel 3,1-11a)
Luego de un espacio de oración personal, compartimos en grupos el fruto de nuestra oración. Lo hicimos en un clima de agradecimiento y de profunda alegría al poder reconocer como el Señor se nos ha manifestado en lo sencillo, cotidiano y oculto de la vida.
Antes del almuerzo, Carlos Acosta y Miguel Nazar (Presidente y Secretario CEN respectivamente), comentaron su experiencia del recorrido por las distintas regiones, así como también anunciaron el lanzamiento formal del Programa Magis V, en febrero próximo.
Por la tarde, se organizó una dinámica de trabajo invitándonos a acercarnos a la frontera a la que nos sentimos llamados (familia, pobreza, juventud y ecología).
Del rico intercambio, surgieron los creativos “posters” que luego fueron presentados y ofrecidos en la Eucaristía.
Antes de concluir nuestro encuentro, elegimos al nuevo Consejo regional conformado por María Laura Rolle y Daniel Fernández, para los próximos 2 años sin antes agradecer a Cristina por su entrega, disponibilidad y cercanía durante su mandato.
Como no podía ser de otra manera, concluimos el encuentro con la celebración eucarística, presidida por nuestro Asesor nacional, Juan J. Berli sj y Víctor Pacharoni sj. (Asesor de nuestra región), agradeciendo al Señor tanto bien recibido y misionando a nuestro flamante Consejo, poniendo nuestros talentos individuales para apoyar y acompañarlos en este tiempo.
Estoy sumamente agradecida al Señor por este encuentro que me anima y renueva mis esperanzas. Sin prisa pero sin pausa, esta comunidad CVX va creciendo y madurando en compromiso y disponibilidad, con tratando de seguir los pasos y el camino que nos traza Jesús.
Proyecto de Inserción Comunitaria «Para Aquellos que más se quieran afectar» Pocas millas antes de llegar a Roma, entra Ignacio en una pequeña Iglesia de La Storta, media derruida, y haciendo oración irrumpe en su alma una gran ilustración que jamás se podría olvidar.
Laínez, uno de los compañeros que iba con él, nos informa: me dijo que le parecía que Dios Padre le había impreso en su corazón estas palabras: «Yo os seré propicio en Roma». Despues dijo que le parecía ver a Cristo con la cruz a la espalda, y el Padre eterno cerca de él que le decía: «Yo quiero que tú nos sirvas». Y por esto, tomando gran devoción a este Santisimo nombre, quiso llamar a la Congregación la Compañía de Jesús. En la experiencia de La Storta queremos nosotros, cristianos ignacianos, re editar la experiencia fundante que Ignacio vivió, donde Dios se le revelo y lo invitó a emprender grandes cosas en su servicio.
Así, buscamos en esta casa, que sea el mismo cristo quien se vincule a nosotros de una manera más íntima, más profunda.
Por ello venimos a vivir en comunidad y a compartir un tiempo de profundización apostólica y espiritual. Y todo esto, atravesado, por la cercanía de nuestros hermanos más necesitados y más pobres.
Este año varios jóvenes se sintieron invitados a VIVIR EN LO COMUNITARIO. Cada participante se compromete a compartir su tiempo, su agenda, sus energías, de acuerdo a las necesidades de cada comunidad. Obviamente, cada uno sigue también con su vida y agenda personal, pero ésta queda supeditada a las necesidades e instancias comunes. Se espera que ambas agendas, la personal y la comunitaria, puedan coexistir desde un discernimiento compartido que ayude a todos a vivir los objetivos de la experiencia, sin descuidar la propia vida, espacio y tiempo vital.
EN LO ESPIRITUAL
Se propone una vida intensa de oración y discernimiento espiritual. El Señor es un ACTOR fundamental en esta experiencia, que ha de tener un espacio diario de relación especial con Él. Existen a destacar tres instancias fundamentales y obligatorias en cuanto a esta dimensión:
Examen-pausa ignaciana
Reuniones semanales
Testimonios
EN LO APOSTÓLICO
La comunidad como tal es quien asume la misión apostólica, y no cada uno a “título personal”. Por lo que cada miembro deberá disponer de tiempo (cuantitativa y cualitativamente significativo) para atender a las necesidades de los chicos/as de La Huella (se plantea en este momento un mínimo de 4 horas semanales por joven). Durante el tiempo de la experiencia, esos chicos/as son su PRIORIDAD APOSTÓLICA