Invitación a orar

Cualquier acompañante espiritual, habrá recibido varias veces la pregunta de cómo hacer oración. Antes que una respuesta, estas líneas quisieran ser una invitación. Dicen que la plegaria es algo así como la respiración del alma. Quizá, pues, sea útil comenzar partiendo de la respiración del cuerpo: porque respirar es la actividad más importante y más inconsciente de todas las que hacemos. Vayamos a empezar por hacerla consciente.

1.- Una postura cómoda pero no repantigada, vertical más bien; cobrar conciencia del movimiento de inspirar y espirar: lentos y hasta el fondo de los pulmones. Este movimiento repetirlo una y otra vez sin palabras. En realidad (como decía Jesús), en la oración sobran las palabras; si son necesarias es solo para evitar nuestras constantes distracciones. Pero la meta es un silencio lleno, no un silencio vacío. Y que acabará siendo solo silencio exterior pero no interior.

Intentemos pues llenar ese silencio de pequeños mantras que procuren ser expresiones de afectos y necesidades personales, bien breves y dichas bien despacio (Te adoro, quiero amarte, gracias, necesito tu ayuda, quiero confiar en Ti, dime qué debo hacer… o alguna petición del Padrenuestro).

2.- Esto será en los comienzos un mero ejercicio que habría que procurar convertir en hábito: los hábitos vuelven fácil lo que antes era difícil. Si resulta costoso, tengamos en cuenta que la mejor definición de la oración no es la de “hablar con Dios” sino la de “buscar a Dios” (Ignacio de Loyola no temía decir que de cien personas que dicen tener mucha oración es probable que noventa no la tengan). Por tanto: la sensación de tiempo perdido o de distracciones, convirtámosla en una demostración práctica de que eso de encontrar a Dios, me importa tanto que estoy dispuesto a gastar todo el tiempo y todo el esfuerzo que haga falta. Recordando aquella “quimera del oro” de Charlot, hagamos nosotros una auténtica “quimera de Dios”.

3.- Cuando esa respiración silenciosa (o casi silenciosa) se haya convertido en un hábito, es muy probable que vaya dejando en nosotros una sensación profunda del misterio que nos envuelve. En contraposición a lo que es mero “enigma”, el verdadero misterio sigue siendo más misterio cuanto más te adentras en él: porque el misterio es la infinitud. Eso que llamamos Dios es el Infinito. Por eso, cuando queremos encerrarlo en nuestros esquemas o nuestras ideas, lo falsificamos y lo convertimos en ídolo.

Esa percepción de Misterio que nos envuelve irá dejándonos una sensación de paz, de profunda paz. Entonces ya no acudiremos a la oración como quien va a un ejercicio pesado e inútil, sino buscando esa paz. Y esa búsqueda ya es ejercicio de un afecto no expresado.

4.- Luego, según tradiciones diversas, pero válidas para todos, esa sensación del Misterio puede desplegarse por diversos caminos.

4.1.- Para las tradiciones orientales, el Misterio está «dentro de mí», en lo más profundo de mí: bajar a esa profundidad de mi ser equivale a encontrarme con lo mejor de mí mismo; y eso es lo que pide la plegaria cristiana cuando reza “ven Espíritu Santo”.

4.2.- La tradición judía tiene muy presente que el Misterio es el Creador y el Liberador. Creador quiere decir que es la Fuente de todo, pero de manera incomprensible para mí y no de la manera como yo puedo fabricar cosas. Los teólogos discutieron si era mejor llamar a Dios Causa o Fundamento. Y esa discusión, que no tiene respuesta, sirve para mostrar que la acción de Dios es diferente de todo lo que podemos imaginar: se ha comentado a veces el acierto de la Biblia cuando usa para la creación de Dios un verbo (barah) que no usa nunca para las obras humanas. Las lenguas latinas lo quisieron hacer más comprensible usando esa palabra “crear” para las obras de arte: como cuando algún Mozart saca “de la nada” una melodía y unos acordes que no estaban en ninguna parte, o Miguel Ángel saca un Moisés de un bloque de mármol donde no estaba el tal personaje. Pero es aún más fina la intuición bíblica.

Liberador quiere decir que nosotros tenemos algo o mucho de esclavitud no reconocida en nuestro interior. El libro del Éxodo cuenta que los hebreos se quejaban en Egipto de la esclavitud exterior a que los sometía el Faraón. Pero, contra todo pronóstico, cuando Dios llama a Moisés para que los saque de Egipto y los libere, una de las objeciones que le pone Moisés es esta: “Señor, ellos no van a querer” (6,12). Efectivamente: nos es más fácil renegar de las esclavitudes exteriores que buscar nuestra libertad interior.

4.3.- Finalmente, la tradición cristiana añade a esas experiencias del Misterio algo increíble: ese Misterio es Amor. Tanto que, por amor al ser humano, y para llevarnos plenamente hasta Él, ha llegado a vivir nuestra misma vida, tomando fragilidad humana y exponiéndose a nuestra maldad, en aquel “Empapado” (o “Ungido” = Cristo) de Dios, que fue Jesús de Nazaret.

Luego la razón y las culturas humanas tratarán de explicar eso y hablarán de subsistencia y naturalezas: lenguaje que hoy se nos escapa, pero resultaba inevitable desde la cultura griega (y que dio lugar a esa extraña expresión de “unión hipostática”). Como seguramente, si el cristianismo se hubiese implantado en India, habrían hablado de “advaita” o “no-dualidad”: una expresión que nosotros solemos deformar desde nuestro orientalismo barato, pero que viene a decirnos que nosotros solo somos una pretensión de advaita y que Cristo es la plenitud de esa no-dualidad que hace que no seamos (como creía Sartre) “una pasión inútil”.

Resumiendo: la apertura al Misterio puede tener la forma de llamada a lo más profundo de mí mismo, de conciencia de mi situación de dependencia (pero una dependencia del amor), de oferta de una libertad plena y de llamada al amor más desinteresado, sobre todo hacia aquellos en quienes la autonomía y el pecado de la creación impiden que aparezca la voluntad amorosa del Creador (por eso, en la vida de Jesús, los enfermos y los pobres y oprimidos fueron los verdaderos protagonistas).

5.- Con estos contextos de fondo, todo ese hábito de respiración serena y profunda llenará el silencio con unas sensaciones afectivas y unos estados de ánimo que quizá necesiten alguna palabra para no distraernos, como antes dije, pero saben bien que todo nuestro lenguaje, por elaborado que nos parezca, no pasa de ser algo así como los sonidos que emite el bebé cuando comienza a hablar y que solo puede entenderlos su madre.

6.- Todo lo anterior no ha sido más que ese afinar los instrumentos que solemos oír cuando vamos a un concierto antes de que comience la música. Quedan ahora las diversas partituras a seguir: reflexionar sobre una palabra de Jesús, o imaginar una escena evangélica, o contemplar desde nuestra interioridad la enorme maldad y el inmenso sufrimiento que hay en nuestro mundo, o desgranar las palabras de alguna plegaria oral compuesta por otros o, simplemente, seguir estando ahí paladeando esa sensación de Misterio. Aquí ya no puedo describir más estos caminos que el orante podrá ir encontrando con facilidad cuando haya afinado su instrumental.

7.- Pero sí quisiera concluir con otra observación: el título que di a estas reflexiones es una parodia de la complicada “Invitación al vals” de C. M. von Weber, que luego Berlioz orquestó y la hizo más asequible para nosotros los profanos. Ahora bien: el título alemán de la obra de Weber era propiamente “invitación a la danza”, pero sus compases tienen esos armónicos de placidez y sugerencia, tan típicos del vals, donde parece que, más que bailar, eres bailado; y supongo que de ahí viene el título castellano. He querido decir con esa parodia que la oración puede convertirse en una especie de descanso, plácido y sugerente como la danza.

Sí. Pero una danza que, en nuestra situación de Alianza, nos lleva a la esperanza e, inmediatamente, a ese esfuerzo de la “labranza”.

J. I. González Faus sj

Fuente: blog.cristianismeijusticia.net

La Sinodalidad en clave de los Ejercicios Espirituales

Un artículo de Mauricio López, Secretario interino de la Conferencia Eclesial de la Amazonía y del Centro de Acción Pastoral y Redes del CELAM.

Hay tres modos propios de la espiritualidad Ignaciana para comprender la Sinodalidad en la Iglesia. El primero es el Principio y Fundamento. Somos creados y creadas con un para qué, somos fruto del amor primigenio de Dios y no el resultado de un acto de voluntad autónomo.

El propósito mayor de la Sinodalidad no es una mejor eficacia o institucionalidad en los procedimientos o métodos de nuestro ser Iglesia, ni tampoco la mayor democracia en los caminos de la sociedad, sino siempre, y por encima de todo, cumplir la voluntad de Dios. Se nos invita a relacionarnos entre nosotros y con lo creado, sinodalmente, para cumplir esa vocación.

Encarnación y Amor

El segundo modo es la contemplación de la Encarnación. El ejercicio sinodal de la Trinidad como proceso comunitario en el Ver-escuchar la realidad comprendiendo toda su diversidad y multiculturalidad; discernir el llamado (considerar cómo mira la Trinidad) y actuar en el dinamismo de la Encarnación para redimir-transformar la realidad haciéndose uno con nosotros-as, abrazando la realidad concreta de las periferias.

Finalmente la contemplación para alcanzar Amor. Es el modo en que se concreta el camino sinodal. Se trata de un acto originado en y para el amor, y ello implica salir de sí mismo. Dar y recibir, comunicar, transparentar lo que se es y lo que no (lo que se tiene y lo que no). Para sabernos invitados a ser co-creadores, y contemplativos en la acción en clave de reciprocidad con Dios y con los otros-as, para la Mayor Gloria de Dios y para en Todo Amar y Servir en coherencia con este modo Sinodal hacia el Reino.

Fuente: asambleaeclesial.lat

En diálogo con Nathalie Becquart, miembro de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos

Una entrevista de María Luisa Berzosa FI a Nathalie Becquart sobre las responsabilidades y la participación de las mujeres en la Iglesia como resultado del trabajo sinodal del último tiempo.

Entrevista

Nathalie Becquart es religiosa de las Misioneras de Cristo Jesús (Xavière) y fue nombrada recientemente subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, primera mujer y con derecho a voto;  fue elegido también un religioso agustino español, Luis Marín de San Martín.

Pudimos compartir muchas horas de trabajo y reflexión conjunta en el Sínodo de los Jóvenes y, desde ese vínculo que se creó entre nosotras, me he atrevido a hacerla algunas preguntas, a las que ha respondido amablemente regalándome un espacio en su agenda, ahora cada vez más llena.

  • ¿Piensas que tu nombramiento es el resultado del trabajo realizado en los dos Sínodos anteriores donde hemos escuchado al Espíritu Santo?. ¿Cuál es tu opinión?

Los dos últimos sínodos ha hablado mucho de la cuestión de las mujeres. En el Documento Final del Sínodo de los Jóvenes y del Sínodo sobre la Amazonía podemos leer palabras fuertes que llaman, por un lado, a luchar contra toda discriminación de la mujer en la sociedad y, por otro, a dar más responsabilidad a las mujeres en la Iglesia.

Así, en el párrafo 13 del Documento Final del Sínodo de los Jóvenes: «La Biblia presenta al hombre y a la mujer como compañeros iguales ante Dios (cf. Gn 5,2): toda dominación y discriminación basada en el sexo ofende la dignidad humana»; o de nuevo en el párrafo 148: «Una Iglesia que pretenda vivir un estilo sinodal no podrá prescindir de la reflexión sobre la condición y el papel de la mujer en su seno y, en consecuencia, también en la sociedad. Las mujeres y los hombres jóvenes lo piden con mucha fuerza. Las reflexiones desarrolladas requieren ser puestas en práctica a través de un trabajo de valiente conversión cultural y de cambio en la práctica pastoral diaria. Un área de particular importancia en este sentido es la presencia de las mujeres en los organismos eclesiales a todos los niveles, especialmente en puestos de responsabilidad, y la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones eclesiales, respetando el papel del ministerio ordenado. Se trata de un deber de justicia, inspirado tanto en el modo en que Jesús se relacionó con los hombres y mujeres de su tiempo, como en la importancia del papel de ciertas figuras femeninas en la Biblia, en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia».

En esta misma línea, el Sínodo sobre la Amazonia abogó por que la Iglesia consulte a las mujeres, reconozca y refuerce su participación en los procesos de toma de decisiones (DF §101). Mi nombramiento puede leerse, pues, como un gesto del Papa Francisco en respuesta a las peticiones de los últimos sínodos.

  • ¿Qué podemos hacer para vivir la sinodalidad en la vida cristiana cotidiana sin dejar todo para el momento del Sínodo como tal?

En esta fase actual de la recepción del Vaticano II, en el contexto histórico que es el nuestro, estamos llamados a fortalecer y desplegar la sinodalidad en todos los niveles de la Iglesia. Está claro que «debemos avanzar en este camino. El mundo en el que vivimos, y al que estamos llamados a amar y servir incluso en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. El camino de la sinodalidad es precisamente el que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio»[1].

Por lo tanto, todos estamos invitados a promover y poner en práctica la sinodalidad allí donde estemos. Es decir, vivir nuestra fe cristiana en este estilo sinodal que es un estilo misionero para anunciar el Evangelio a los hombres y mujeres de este tiempo.  Se trata, en primer lugar, de dar vida a las instituciones sinodales que no son sólo el Sínodo de los Obispos o el sínodo diocesano, sino también un consejo pastoral diocesano o parroquial, un consejo presbiteral, un capítulo local, provincial o general para las comunidades religiosas, las asambleas generales y los consejos de los movimientos eclesiales…

Como nos dice el Papa Francisco, «Ser Iglesia es ser una comunidad que camina junta. No basta con tener un sínodo, hay que serlo. La Iglesia necesita un intenso intercambio interior: un diálogo vivo entre los pastores y entre éstos y los fieles» [2].  La sinodalidad es un estilo misionero que es un modo de la vida y una práctica marcada por la escucha y el discernimiento.

Para poner en práctica la sinodalidad en el día a día necesitamos integrar y vivir la espiritualidad de la sinodalidad que requiere actitudes de fe y confianza (en Dios, en los demás), de escucha y humildadde diálogo y de libertad para buscar la verdad. Se trata de desarrollar una verdadera cultura del encuentro al servicio del bien común, en la aceptación y el respeto de las diferencias con la convicción de que el Espíritu habla en cada persona y que sólo podemos discernir las llamadas del Espíritu juntos en esta escucha mutua. La sinodalidad significa pasar del «yo» al «nosotros», redescubrir la primacía del «nosotros» eclesial, de la comunidad, una comunidad abierta e inclusiva que camina junta con Cristo en el centro. La sinodalidad, al poner a Cristo y a los demás en el centro, nos construye como Pueblo de Dios.

  • ¿Tendremos padres y madres sinodales en el próximo Sínodo? ¿Laicos y laicas? ¿Crees que habrá una verdadera experiencia sinodal?

«Se ha abierto una puerta», así dijo el cardenal Mario Grech al comentar mi nombramiento, porque de hecho, según la Constitución Episcopalis Communio, la misión de Subsecretario de la Secretaría General del Sínodo conlleva ser miembro de derecho del Sínodo y, por tanto, derecho a voto. Esta cuestión se ha planteado masivamente en los dos últimos sínodos, y muchos han expresado su incomprensión por el hecho de que los superiores generales no clericales que representan a las órdenes religiosas masculinas puedan votar como padres sinodales y no las religiosas, que hasta ahora sólo podían participar en el sínodo como auditoras o expertas.

La historia del Sínodo de los Obispos desde su creación al final del Concilio en 1965 nos enseña que evoluciona de sínodo en sínodo. Por lo tanto, podemos suponer que la evolución continuará. En particular, se espera que el próximo sínodo sobre la sinodalidad en 2022 dé lugar a una importante fase de preparación en las Iglesias locales, posibilitando experiencias sinodales concretas a nivel de parroquias, diócesis, conferencias episcopales, etc., haciendo hincapié en la escucha del Pueblo de Dios.

  • Ciertamente, he sentido la alegría de muchas mujeres por tu nombramiento, ¿qué podrías decirnos, como mujer, a todas nosotras?

Sí, me han impresionado y emocionado los numerosos mensajes que he recibido de todo el mundo tras mi nombramiento [3]. Todos ellos expresaron la alegría compartida por quienes recibieron la noticia. Muchas mujeres, por supuesto, y en particular las religiosas que recibieron este nombramiento como algo suyo. Pero también muchos hombres, muchos sacerdotes, obispos, cardenales que me decían lo contentos que estaban con esta decisión del Papa Francisco y lo que simboliza: la inscripción en la estructura misma del Sínodo de los Obispos de la presencia de las mujeres, de los religiosos -no hay que olvidar que fui nombrada junto a otro religioso agustino español subsecretario, el padre Luis Marín de San Martín-, de los laicos.

Es una señal visible de que se tiene en cuenta el Sensus Fidei. Me siento llevada y apoyada por la oración de muchos. Esto me llama a vivir esta misión como un humilde servicio estando profundamente conectada, vinculada al pueblo de Dios, escuchando a todos, especialmente a los más pobres y sufrientes.

Muchas gracias, Natahalie, por este compartir cordial y profundo que nos anima a seguir caminando sinodalmente.

María Luisa Berzosa, FI –Roma-

 

[1] Discurso del Papa Francisco con motivo del 50º aniversario de la Institución del Sínodo, 17 octubre 2015

[2] Discurso del Papa Francisco a los responsables de la Iglesia greco-católica ucraniana, 5 julio 2019.

[3] Entrevista al cardenal Grech, Secretario General del Sínodo de los obispos

Fuente: hijasdejesus.org

Preguntas a un Dios que perdona

Una reflexión de Emmanuel Sicre SJ

¿Qué te mueve, Señor, a esperarnos tanto? ¿Qué es esa paciencia?
¿Qué buscas en nosotros aún cuando te rechazamos?
¿Cómo haces posible el perdón cuando el mal duele tanto?
¿Cómo es posible que ames a todos, absolutamente a todos, sin pedirles nada?
¿Cómo te las arreglas para corregirnos de esa manera tan eficaz, silenciosa y bella que nos hace tirar la piedra con la que condenamos a los demás?
¿Cómo sabes, Señor, que el llanto sobre lo que no podrá ser sino aceptado, es sanante bálsamo para desamarrarnos?¿De dónde esa astucia con la que. transformas los recuerdos más dolorosos en memoria fecunda y sabia?
¿Por qué insistes hasta morir y resucitar para liberarnos de lo que no podemos soportar solos?
¿Qué necesidad tenías de construir y cruzar el puente y reconciliarnos contigo?
¿Por qué te empecinas en sanar nuestras heridas y besar nuestras cicatrices? ¿Qué encuentras allí?
Eres demasiado perdonador para mi gusto algunas veces, pero no encuentro forma más hermosa de ser Dios que buscándote/nos incesantemente hasta encontrarnos y hacernos uno contigo en el amor.

Reflexión del Evangelio – II Domingo de Pascua

Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, SJ

Hace algunos días Seve, comentó en nuestra comunidad que un profesor del Seminario de Planificación pastoral de la Casa de la Juventud, había hecho un halago de uno de nuestros compañeros. Cuando comentó que vivía en la misma comunidad con Gonzalo Castro, el profesor dijo: «¡Ese es el jesuita más coherente que yo conozco!» A lo que Seve respondió: «¡Y yo, que vivo con él, ni me había dado cuenta!»

Este hecho me trajo a la memoria aquella historia del abad de un célebre monasterio que fue a consultar a un famoso gurú en las montañas del Himalaya. El abad le contó al gurú que, en otro tiempo, su monasterio había sido famoso en todo el mundo occidental; sus celdas estaban llenas de jóvenes novicios, y en su iglesia resonaba el armonioso canto de los monjes. Pero habían llegado malos tiempo: la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu, la avalancha de jóvenes candidatos había cesado y la iglesia se hallaba silenciosa. Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus obligaciones. Lo que el abad quería saber era lo siguiente: «¿Hemos cometido algún pecado para que el monasterio se vea en esta situación?»

«Sí», respondió el gurú, «un pecado de ignorancia». «¿Y qué pecado es ése?» Preguntó el abad. «Uno de ustedes es el Mesías disfrazado, y ustedes no lo saben». Y, dicho esto, el gurú cerró los ojos y volvió a su meditación. Durante el penoso viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía cómo su corazón se debocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías!, había vuelto a la tierra y había ido a parar justamente a su monasterio. ¿Cómo no había sido él capaz de reconocerlo? ¿Y quién podría ser? ¿Acaso el hermano cocinero? ¿El hermano sacristán? ¿El hermano administrador? ¿O sería él, el hermano prior? ¡No, él no! Por desgracia, él tenía demasiados defectos… Pero resulta que el gurú había hablado de un Mesías «disfrazado». ¿No serían aquellos defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el monasterio tenían defectos, y uno de ellos tenía que ser el Mesías.

Cuando llegó al monasterio reunió a los monjes y les contó lo que había averiguado. Los monjes se miraban incrédulos unos a otros: ¿El Mesías… aquí? ¡Increíble! Claro que, si estaba disfrazado… entonces, tal vez… ¿Podría ser Fulano…? ¿o Mengano, o..? Una cosa era cierta: Si el Mesías estaba allí disfrazado, no era probable que pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto y consideración. «Nunca se sabe», pensaba cada cual para sí cuando trataba con otro monje, «tal vez sea éste…». El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo desbordante. Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser admitidos en la Orden, y en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de los monjes, radiantes del espíritu de Amor.

Eso fue lo que le pasó a Tomás. Quería ver «en sus manos las heridas de los clavos» y meter su mano en su costado para poder creer. Jesús resucitado se hace presente entre nosotros de una forma tan cotidiana, que corremos el riesgo de no reconocer su presencia y pasar de largo junto a él. La Pascua es un tiempo propicio para reconocer en aquellas personas con quienes vivimos, la presencia resucitada del Señor.

 

II Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 20, 19–31)
Hermann Rodríguez Osorio, SJ

 

Fuente: jesuitas.lat

Emmanuel Sicre SJ: «El silencio Pascual»

No es difícil experimentar el silencio de Dios en nuestras vidas. Muchas veces nos encontramos con la necesidad de escucharlo, de sentirlo, de recibir su consejo… y nada. Silencio, vacío, aparente mudez, sensación de abandono. Jesús también lo vivió así antes de morir. “Mi alma está muy triste, hasta la muerte…” (Cf. Mt 26, 38) 

El Dios del Génesis que crea con su Palabra, que resuena en los profetas y responde enérgico en los reclamos orantes, el que dispone del tiempo y de la historia, comienza a sumirse en el silencio de la pasión. Cada vez más callado, Jesús, apenas responde, enigmático, contemplativo ante los tribunales humanos. Lo cierto es que, a medida que se acerca al umbral de la muerte, podrá regenerarlo todo de nuevo.Es por medio de ese silencio pascual que nos va diciendo que se queda en cada realidad para siempre, que permanece silente para percibir con toda su humanidad el dolor de las criaturas, el nuestro, y encontrar en ellas mismas el soplo originario del Dios que les dio la vida con su Palabra. Es decir, se reencuentra consigo mismo que es el Verbo Encarnado.

Con la Pascua Dios calla para que podamos callar con él, silenciarnos y percibir su “estar llegando” a todas las cosas para sembrarse en ellas. Por eso, el ruido es la negación de que Dios está. El ruido del griterío del pueblo, el ruido de la música atronadora, el ruido en las comunicaciones desencontradas, el ruido de todo lo que condenamos injustamente a sufrir con nuestro estruendo más atroz: el egoísmo endiosante que nos hace creer hijos e hijas únicos y dioses de los demás.

Por el silencio de la Pascua es que somos convertidos en lo contrario de nuestro ego posesivo y endiosado. Se nos transforma en hermanos y hermanas de las criaturas hechas de Dios por el espíritu que Cristo, al descender a nuestros infiernos, sopló en el interior de todo ser para que, como en el camino de gestación, el viacrucis, entráramos a vivir en el útero de Dios. De modo tal que podamos ser dados a luz a la vida de las personas nuevas que buscan la fraternidad y la justicia que solo quienes han sido libres del infierno de su miseria necesitan comunicar a los demás para que gusten de quien salva.

El silencio de Dios en la Pascua es el laboratorio de la Nueva Creación donde se elabora la medicina para nuestras heridas de muerte, donde el aceite del consuelo ha encontrado su textura justa para regenerar el tejido llamado a ser cicatriz en mí y en la sociedad. En ese laboratorio del Silencio Pascual es donde Dios ha definido la misteriosa fórmula de toda felicidad humana: el amor entregado sin condiciones. 

Por eso cada vez que Dios calla nuestra confianza tendría que arder como pasto seco, porque sabe que se han puesto en marcha las transformaciones necesarias para nuestro ser. Si Dios calla, si lo percibimos silente, como distraído de nuestras demandas, estemos en paz porque está trabajando en la carpintería de nuestra intimidad. Quizá por eso de José no conocemos más que su silencio.

El silencio de Dios en la pasión es el silencio que nos visita en nuestras propias pasiones personales y sociales, para que, cuando los efectos de la resurrección lleguen a nuestras vidas, seamos lanzados al mundo cual cupidos, cual sembradores desprevenidos del terreno, pero generosos con la semilla, cual mujer alegre con sus vecinas al encontrar la moneda que se le había perdido.

Hagamos silencio para espiar a Dios librando la lucha por quedarse en nuestra vida para siempre y desplazar el mal que debilita las fibras divinas de las estamos hechos.

  • ¿En qué zonas de mi vida me gustaría escuchar a Dios pero lo siento callado?
  • ¿Ante qué situaciones no me queda más que el silencio contemplativo que no comprende pero confía?
  • ¿Qué me gustaría oír hacer a Dios en el silencio de mi intimidad y en lo secreto de nuestra sociedad?

Emmanuel Sicre sj

Xavier Melloni SJ: «El sentido de la resurrección»

El Pasado Domingo de Pascua, el P. Xavier Melloni SJ participó del Ciclo de Conferencias organizado por «Talem – Escola de Vida»

Así presentaban este espacio: «Con una mirada nueva, huyendo de la visión infantil a la que estamos mayoritariamente acostumbrados, el profesor Xavier Melloni nos explica el simbolismo de esta tradición religiosa. Nos habla de resucitar como un nuevo comienzo, un brote, un impulso hacia la Vida. Es un cambio de nivel de conciencia. “Es la emergencia de algo totalmente nuevo, inédito e inesperado”. Pero para que esto suceda, antes tiene que haber habido una muerte. Igual que “la semilla debe morir para que surja la Vida”. Lo que pasa es que nosotros esperamos ver algo que ya conocemos, y ”el árbol y la semilla no se parecen en nada”. Resucitar nos hace seres abiertos. Primero hay que quitar la losa de la tumba, como quien retira un velo de sus ojos. Luego vendrá lo nuevo, que será diferente para cada uno de nosotros. Y éste es el momento. El confinamiento nos ofrece la ocasión para recorrer ese camino interno: “no tengamos prisa en salir, pongamos toda nuestra energía en entrar”.

 

Fratelli tutti: versión popular para la pastoral de parroquias

En el Domingo de Pascua, el Arzobispado de Lima anunció la publicación de una versión popular de ‘Fratelli Tutti’, elaborada por el Padre Mateo Garr SJ, y pensada para el trabajo pastoral y comunitario en las Parroquias.

Este esfuerzo ha sido posible gracias a la experiencia y enorme creatividad del Padre Mateo Garr, quien inspirado en el llamado del Santo Padre a la fraternidad y a la hermandad, decidió escribir una versión popular que incluye preguntas para meditar en nuestras Parroquias.

«El texto está escrito para leer en grupo, en una comunidad. Y es presentado en frases cortas, letras grandes y algunos dibujos que hagan más amigable esta importante enseñanza social del Papa Francisco, en una forma que la gente pueda comprender mejor», explicó Mateo Garr.

El Padre Garr indicó que la versión popular de Fratelli Tutti es «el producto de una Iglesia realmente participativa», una invitación permanente al diálogo, «el mismo diálogo que el Papa Francisco mantuvo con los obispos y miembros de la Iglesia en todo el mundo. Por eso, no basta con leer este documento, tenemos que reflexionar y ver cómo aplicar las enseñanzas de la carta a nuestras propias vidas, y luego, compartir nuestras experiencias».

Un documento para reflexionar en comunidad

Uno de los aspectos más interesantes de esta versión popular de Fratelli Tutti, es que al final de cada capítulo incluye una serie de preguntas abiertas para discutir y reflexionar en comunidad: «este ejercicio ayuda a captar en grupo lo que hemos conversado. Como diría el educador brasileño Paulo Freire, un método que solo da información no funciona, tenemos que participar, y desde nuestra experiencia y nuestra propia cultura, descubrir cada lección en nuestra vida para compartirla con los demás», comentó Garr.

El Padre Mateo agregó que la nueva Encíclica de Francisco nos interpela a ampliar nuestros círculos de amor a una amistad social, considerando a personas que son diferentes a nosotros o piensan diferente, a través de un diálogo con las periferias, con las personas pobres y las personas que no comprendemos:

«El Papa Francisco habla de luchar en contra del sistema del mercado, del consumismo, imperio del mercado, pero lo hacemos en diálogo con esos grupos, con el convencimiento de que todos tenemos algo que aprender del otro. No estamos diciendo que hay que perdonar y olvidar la corrupción o la violencia en el mundo, sin embargo, se tiene que buscar, en el mismo conflicto, cómo ir dialogando para crear una sociedad nueva».

Espero que esta versión popular pueda ser tratada en las Parroquias con grupos de adultos, con grupos de jóvenes, y en todas las comunidades, no solo para que conozcamos la lección de que todos somos hermanos y hermanas, sino también, para que busquemos la forma concreta de ir llevando esto haciéndolo una realidad que promueva la hermandad», recalcó Mateo Garr.

Descargar PDF Fratelli Tutti – versión popular

Pascual Cebollada SJ: Una invitación al año ignaciano

Por Pascual Cebollada SJ, coordinador del Comité del Año Ignaciano

Hace varios años se diseñó el «Camino Ignaciano» con el objetivo de recrear el recorrido que Íñigo hizo desde su casa en Loyola hasta Manresa en 1522. Hoy se ofrece a quienes quieran seguir los pasos del «peregrino» en el norte de España.

Todo había empezado para él el año anterior, cuando el 20 de mayo de 1521 fue herido gravemente en las piernas mientras defendía de los ataques franceses el castillo de la ciudad de Pamplona. Trasladado a Loyola, pasó allí varios meses convaleciente, incluso en peligro de muerte, hasta que sanó del todo. Como sabemos, la lectura de libros religiosos fue el medio del que Dios se valió para tocarle el corazón, de tal forma que los de su casa se fueron dando cuenta de que algo había cambiado en su interior, sospechando que el enfermo no era ya el mismo que antes. Así ocurrió, de tal forma que Íñigo decidió abandonar lo que había hecho hasta entonces y peregrinar a Jerusalén como penitente. En febrero de 1522, llevando apenas nada consigo, salió hacia Barcelona para embarcar allí a Tierra Santa. Pero antes de llegar a la costa mediterránea pensó en quedarse unos días tranquilos en la villa de Manresa. Allí estaría hasta febrero de 1523, casi once meses, que fueron decisivos en su conversión

Ahí fue donde reconoció «que le parecían todas las cosas nuevas». Fue la consolidación de su transformación inicial en Loyola. Y por esto, al recordar al Ignacio peregrino 500 años después, el lema escogido ha sido «Ver nuevas todas las cosas en Cristo». En Cristo, su Señor, tras cuyos pasos querrá caminar toda su vida. Aquel al que descubre interiormente y al que ayudará a otros muchos a conocer, amar y seguir por medio de los Ejercicios Espirituales.
Ahora, la Compañía de Jesús ofrece para ella y para todos sus amigos y colaboradores la ocasión de renovarse profundamente a partir de la experiencia de su fundador. La vuelta a temas como el camino espiritual, la reconciliación, la conversación espiritual, el discernimiento, la identidad e historia ignaciana y jesuítica, las vocaciones y su promoción en los jóvenes, la misión de evangelización … ayudará a reconocer la obra de Dios a lo largo del tiempo hasta hoy. En particular, el «Año Ignaciano» se concentrará alrededor de dos realidades: la conversión y la pobreza, a partir de las cuales tiene lugar la evangelización. Así ocurre con Ignacio de Loyola, que, despojado de sus cosas, se deja conducir por el Espíritu sin adelantársele. Una pobreza que vincula con Cristo pobre y humilde, al mismo tiempo que con los pobres, sus amigos. Una pobreza que hoy se vive comunitaria institucional y globalmente, revisando el modo de combatir mejor la injusticia que sufren las personas y la naturaleza. Desde 2019 la Compañía se ha propuesto dar estos mismos pasos con las Preferencias Apostólicas Universales, de las cuales se trata abundantemente en este mismo Anuario. La celebración del Año Ignaciano, pues, no pretende añadir más elementos, sino combinar con ellas los que se propongan.
Para ayudar a promover estas actitudes, varios grupos trabajan, sobre todo en España y Roma, desde 2017. El objetivo es que esta conversión pueda vivirse en los ámbitos adonde llega la espiritualidad ignaciana: colegios, universidades, centros de espiritualidad, centros sociales, lugares de hospitalidad y ayuda a migrantes y refugiados, parroquias y santuarios, a través de las letras y las artes, gracias a los diversos medios de comunicación, etc. Naturalmente, se invita a ingeniar y organizar muchas actividades, pero con la condición de que no distraigan del propósito principal: ayudarse del camino interior de Ignacio tanto entre Loyola y Manresa como después hasta Roma, para que cada uno, adaptándolo convenientemente, «saque provecho», como piden los Ejercicios Espirituales. La acción deberá combinarse en su justa medida con la contemplación y la mirada hacia dentro de sí con la mirada exterior. Ayudará a ello captar el modo en que Ignacio se deja llevar en su seguimiento de Cristo, para que realmente la novedad de las cosas que se experimentan tras una conversión pueda considerarse como algo vivido junto a Jesucristo.
Si el inicio del Año recordará la herida de Íñigo (20 de mayo de 2021), y su clausura será cuando se celebra el nacimiento para el cielo del peregrino (31 de julio de 2022), en el centro se hará memoria de los 400 años de la canonización de san Ignacio (12 de marzo de 2022); el mismo día en que fueron también canonizados san Francisco Javier, santa Teresa de Jesús, san Isidro Labrador y san Felipe Neri. Esta será probablemente una ocasión para reflexionar sobre la santidad en la Iglesia y sobre las vías por las que Dios ha conducido desde siempre a quienes se ponen a tiro, tal como lo sigue haciendo en la actualidad.

Papa Francisco: la Pascua da esperanza y no defrauda

La mañana del Domingo de Resurrección el Papa Francisco ha celebrado la Santa Misa y seguidamente ha impartido la bendición Urbi et Orbi. “Jesús, el crucificado, ha resucitado, como había dicho. Aleluya”.

En su mensaje, Francisco insistió en que el anuncio de la Pascua no muestra un espejismo o una fórmula de escape ante la situación que estamos viviendo: “La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Este es el escándalo de hoy”.

“Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús porque cumplió plenamente su voluntad de salvación: asumió nuestra debilidad, nuestras dolencias, nuestra misma muerte; sufrió nuestros dolores, llevó el peso de nuestras iniquidades. Por eso Dios Padre lo exaltó y ahora Jesucristo vive para siempre, es el Señor”, afirmó el Romano Pontífice.

El resucitado, subraya Francisco, es esperanza para todos los que sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que han perdido un ser querido. “Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios”. Seguidamente el Pontífice llamó a continuar con el proceso de vacunación: “en el espíritu de un “internacionalismo de las vacunas”, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”.

Cristo resucitado es consuelo

El Papa recogió las duras condiciones de vida que viven quienes han perdido el trabajo o están en problemas económicos. “Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas”.

Seguidamente, pidió por Haití: “Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza”.  A continuación, el Papa dijo: “Y les digo que mi pensamiento va especialmente a ustedes, queridos hermanos y hermanas haitianos: estoy cerca de ustedes, estoy cerca de ustedes, y quisiera que los problemas se resolvieran definitivamente para ustedes. Rezo por ello, queridos hermanos y hermanas haitianos”.

El resucitado, esperanza para los jóvenes

Francisco expresó: “Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”.

Igualmente, el Papa expresó su cercanía a todos los jóvenes del mundo, particularmente a “los de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor”.

El Resucitado, fuente de renacimiento para los emigrantes

“Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día” afirmó el Papa. A continuación, agradeció la solidaridad de Líbano y Jordania porque reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio.

El Papa también pidió por el pueblo del Líbano y dijo: “Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo”.

Francisco terminó su alocución con las siguientes palabras: A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos. Y ahora recemos para que los efectos beneficiosos de esta curación se extiendan a todo el mundo. ¡Feliz Pascua, serena y santa a todos!

Podes ver el mensaje completo haciendo click en el siguiente link: Mensaje de Pascua y Bendición “Urbi et Orbi” 2021

 

Fuente: www.vaticannews.va