Reflexión del Evangelio – Domingo 17 de Marzo

Evangelio según San Lucas 9, 28-36

 Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

Por Fabio Solti SJ

 En este segundo domingo de cuaresma (tiempo de volcar la vista al Señor), la liturgia nos propone meditar la Transfiguración.

 Jesús pide a sus amigos que lo acompañen al monte. Él ya tiene determinado el “para que”: Jesús se transfigura en oración y hace parte de esa trasfiguración a sus amigos que lo acompañan también “para rezar”.

 Durante la oración, nos dice el evangelio, el rostro de Jesús cambia y sus vestiduras brillan, lo que nos habla de la manifestación de su condición divina.

 Aparecen luego dos personajes: Moisés es representativo de la Ley, la Torá del Antiguo Testamento, que regía la vida del pueblo judío y Elías es representativo de los profetas en general. Podemos decir entonces que la manifestación de esos dos personajes, hablando con Jesús, nos dice respecto a cómo toda la Antigua Alianza ahora mira hacia Jesús. Así, la antigua alianza, converge en Nueva Alianza: La nueva y definitiva alianza que nos propone con Jesús, Dios Padre.

 En su oración Jesús acepta la misión del Padre, acepta ir a Jerusalén, con la certeza de lo que ahí va a ocurrirle, pero con la confianza en que adhiriendo a la voluntad del Padre la Humanidad estará salvada. Jesús no se evade en la oración.

 La verdadera oración consiste en intentar buscar y hallar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Rezar es incluir a la realidad en la “conversa” que tenemos con Dios en intimidad para asumirla con más responsabilidad. Es decir que, transfigurados en la oración, podemos también transfigurar la realidad, confiando siempre en el amor fiel e inagotable del Señor.

 Por otro lado, tenemos las imágenes de los apóstoles pidiendo a Jesús quedarse en esa “comodidad”. Esta sería una actitud errónea con la cual podemos entender una “oración”: evadirse de la realidad en la búsqueda de un momento intimista para encontrar una especie de paz pasajera o “comodidad” pasajera. Es muy interesante, que cuando los apóstoles piden quedarse “cómodos” aparece la voz del Padre que los invita a “escuchar” a Jesús.

 Es escuchando a Jesús, en intimidad, que vamos a poder mudar la realidad de pecado que encontramos en nuestra habitualidad. Es mirando a Jesús, nueva alianza, que vamos a poder responder con determinación a la invitación de continuar con su trabajo: denunciar las injusticias y anunciar y construir un mundo de equidad.

 Nosotros también podemos subir con Jesús a la “montaña de la oración”, para “CON ÉL” transfigurarnos y bajar para ser Iglesia que evangeliza anunciando su Palabra y poniéndola en práctica.

 Que este tiempo de cuaresma sea propicio para eso: volver a Jesús y dejar su marca.

 ¡Volemos alto!

 ¡Así sea!

Fuente: Red Juvenil Ignaciana 

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte III: Condiciones personales

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Cada uno de los miembros de una comunidad, o grupo, que pretenda embarcarse en la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios, a través de un proceso de discernimiento espiritual comunitario, debe vivir una auténtica experiencia de Dios; sentir a Dios como su Creador y Salvador, aquí y ahora. Sentir a Dios trabajando en su interior y en la realidad que lo rodea. Esta experiencia de Dios, que crea y salva en un mismo movimiento, debe llevar a los miembros de la comunidad que discierne, a una expresión y comunicación de la propia experiencia. El discernimiento espiritual no puede prescindir de este impulso divino, que lleva a las personas a salir de sí mismas, para trascenderse en el otro y encontrar, en este camino de vaciamiento que Dios escogió para revelarse a los hombres, la voluntad salvífica de Dios para cada uno en particular y para la comunidad en su conjunto.

Por otra parte, es necesario que estén superadas, o no existan, posiciones adquiridas y fijadas. El que se acerca al discernimiento compartido tiene que esforzarse por lograr una indiferencia auténticamente ignaciana, que le permita colocarse ante las alternativas de la búsqueda con una verdadera disponibilidad confiada en la novedad permanente de la Palabra de Dios, que se va manifestando a los hombres en cada paso del camino. Sin embargo, no es indispensable que todos hayan ya logrado una indiferencia plena:

«Pero no es necesario que todos los componentes del grupo la tenga ya conseguida desde el principio. Cada cual puede tener sus preferencias, y tendrá ocasión de manifestarlas. En la deliberación, la indiferencia consiste en aceptar que las preferencias personales se sometan a la decisión final. El método mismo del discernimiento comunitario, según vaya desarrollándose, colocará a cada uno de los componentes del grupo y al grupo entero en la actitud de indiferencia».

La indiferencia supone la disposición sincera de acoger la decisión final del superior competente, como la manifestación clara de la voluntad de Dios. Poco a poco, se irá alcanzando esta actitud tan necesaria para cualquier búsqueda, ya sea personal o comunitaria. Puede hablarse, también, de una actitud de pobreza y apertura confiada ante lo que Dios quiere manifestar a través del proceso comunitario. Discernir es ver, y cuanto más despejado esté el cristal de nuestros lentes, de la plata, más claramente podremos descubrir, detrás de él, la realidad de los demás y de Dios; cuanto más oscurecido por la plata esté nuestro cristal, más nos veremos a nosotros mismos, como sucede con un espejo.

Es necesario, también, que los que participan del discernimiento comunitario hayan experimentado en sí mismos los Ejercicios Espirituales ignacianos y, en este sentido, tengan el hábito de la reflexión, la oración, la contemplación, la meditación. Los EE, vividos en profundidad, deben haber alcanzado en cada uno, una capacidad de hacer discernimientos y elecciones personales, que sólo busquen lo que más y mejor los conduzca hacia el fin para el cual han sido creados, sin dejar que los afectos desordenados los desvíen del camino correcto. De hecho, el modelo orientador de todo discernimiento, hecho individualmente o en común, son, para quienes siguen la espiritualidad ignaciana, los EE. Los EE suponen una serie de condiciones que deben cumplir los individuos; es sabido cómo san Ignacio se negaba a dar los EE completos a quienes no consideraba suficientemente preparados para ellos. No se trata de excluir de la participación a ciertas personas o a ciertas comunidades, sino de saber prepararlas y disponerlas para que la experiencia produzca los frutos deseados.

Muy seguramente, quien haya vivido los EE ignacianos con un acompañamiento cualificado, también habrá reconocido la necesidad de la mediación de otro, y de los otros, para encontrar lo que debe hacer en cada momento de su historia. Habrá experimentado la incapacidad para hallar solo la voluntad de Dios en su vida. Habrá reconocido que a través de la experiencia espiritual de los demás, se nos manifiesta la voluntad de Dios:

«Habrá verdadero discernimiento espiritual comunitario si se produce un proceso en el que se quiere llegar a poder interpretar honradamente como voluntad de Dios una de las alternativas que se ofrecen en opciones que impone la vida; si luego se trabaja teniendo en cuenta que Dios se hace presente a través de persuasiones, sentimientos y reflexiones razonables en uno mismo o en otros para uno y en diversas personas para un grupo; pero teniendo en cuenta que Dios se hace presente en libertad y, por tanto, en tiempos y situaciones contingentes, no de forma intemporal y deducible; y también que Dios se hace presente suscitando libertad; por tanto, dando señales de sí que requieren atención e interpretación; de forma que solamente se le puede encontrar escuchando y atendiendo a lo que en la comunidad ocurre y a la forma como ella lo vive, tratando de interpretarlo con ella sin ilusiones iluministas».

Podríamos enumerar otras condiciones que se desprenden de lo que san Ignacio propone para la experiencia de los EE, pero aplicándolas en este caso para la disposición personal de los que se acercan a la experiencia del discernimiento espiritual comunitario. Es necesario llegar a él “con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su sanctísima voluntad” (EE 5). Es importante también, que todos los miembros de la comunidad estén familiarizados con “las reglas de la 1ª. y 2ª. Semana, que son para conoscer varios spíritus” (EE 8), puesto que, normalmente, habrá momentos de consolación y desolación que es fundamental saber interpretar desde la perspectiva ignaciana.

Conviene, también, que los que se van a embarcar en un discernimiento comunitario estén atentos a sus propias motivaciones y a buscar sólo lo que Dios nuestro Señor les vaya señalando, sin apegarse a sus preferencias, “de manera que la causa de desear o tener una cosa o otra, sea sólo el servicio, honra y gloria de la su divina majestad” (EE 16). De este modo, resulta también conveniente que las persona tengan una recta inteligencia del Reino y del seguimiento de Jesús (Banderas), suficiente libertad interior (Binarios) y un auténtico desasimiento de sí (Tres maneras de humildad).

Fuente: Jesuitas Latinoámerica

 

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte II: Requisitos y condiciones

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la segunda parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema.

Por Hermann Rodríguez SJ

Las condiciones que suelen proponerse para la realización de un discernimiento, que se pueda llamar comunitario desbordan, la mayoría de las veces, las posibilidades de las comunidades reales que se acercan a esta práctica. En otros casos, sencillamente, se prescinde de todo método y de cualquier condición previa, y se llama discernimiento a cualquier tipo de reunión en la que se busque un acuerdo comunitario sobre algún problema. Sin embargo, no hay que llegar a ninguno de los extremos: No hay que presentar unas exigencias tan desproporcionadas que hagan del discernimiento espiritual comunitario una utopía, en su sentido más estricto; ni tampoco podemos llamar discernimiento espiritual comunitario a toda forma de comunicación colectiva, sin tener en cuenta un mínimo de condiciones que son indispensables. Es fundamental partir de la situación propia de la comunidad, e ir dando los pasos posibles dentro de esta situación dada:

“Como, en la práctica, las condiciones ideales nunca se darán plenamente, lo mismo que acaece en otros campos, habrá que considerar en cada caso, si es posible dentro de los límites convenientes, comenzar un camino pedagógico grupal, que conduce a perfeccionar a los miembros del grupo o comunidad, humana y espiritualmente, cada vez más; o si se ha de renunciar por el momento hasta que las condiciones pedagógicas de sus miembros hayan alcanzado, al menos, los niveles mínimos recomendables para que la reunión sea fructuosa».

Por esta razón, el camino que proponemos se mueve entre el extremo de una lista estricta de condiciones, que debe ser satisfecha perfectamente antes de hacer cualquier intento en esta dirección, y la ausencia total de método, en la que se pretende avanzar sin orientación ni norte. Proponemos un proceso de crecimiento progresivo en las disposiciones, tanto interiores como comunitarias, para ir haciendo posible la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios a través de un discernimiento. Lo cierto es que el discernimiento espiritual comunitario, en alguna de sus formas, no puede perderse:

“Lo practiquemos o no con metodología ignaciana, este Discernimiento, aparte de pertenecer al patrimonio común de la Iglesia, sigue hoy exigido, tanto y más que en las décadas pasadas, por la necesidad ineludible de comunicación que experimenta el hombre de hoy y porque el trabajo en equipo es forma inevitable de muchos apostolados modernos».

Por tanto, teniendo en cuenta que se trata de condiciones ideales, que no se darán con frecuencia, habrá que estar dispuesto a caminar en esta dirección, sin imposiciones ni camisas de fuerza, pero sí, generando los espacios y el ambiente necesario para que florezca, en medio de las comunidades, una búsqueda sincera y colectiva de la voluntad de Dios, en el aquí y ahora de nuestra historia. Así lo ha vivido la Iglesia desde sus orígenes:

«Ni viváis solitarios, replegados sobre vosotros mismos, como si ya estuviérais justificados, sino reuniéndoos en un mismo lugar inquirid juntos lo que a todos en común conviene» (Carta de Bernabé, IV, 10)»[6].

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Discernimiento espiritual comunitario Parte I

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Para hablar del discernimiento espiritual comunitario, es importante recordar que desde los orígenes mismos de la vocación de Ignacio de Loyola, la mediación del otro, en la búsqueda de la voluntad de Dios, ha sido una constante irremplazable. El discernimiento espiritual, tal como lo desarrolló Ignacio, no puede entenderse como una búsqueda aislada del individuo, aunque para ejercitarse en él, la persona tenga que recurrir a los movimientos de su interioridad; estos movimientos o mociones más íntimas no se pueden considerar, sin más, como manifestaciones de la voluntad de Dios, si no están confrontadas con un acompañante espiritual, con el superior respectivo, con la comunidad de la Iglesia. San Ignacio coloca en la persona del Vicario de Cristo en la tierra, la última instancia frente a la cual es necesario avalar las búsquedas y los hallazgos hechos en el ámbito más personal.

El cristiano, en cuanto individualidad y también en cuanto referido a una comunidad particular, hace parte de un todo más amplio que es el cuerpo vivo del Señor Resucitado en la historia; esto supone que no es autosuficiente en su existencia, sino que vive en cuanto se abre a una comunión más amplia con otros creyentes. De ahí, que consideremos no sólo posible, sino necesario, el hecho de que todo discernimiento se mantenga en una apertura, no solamente frente a Dios, como trascendencia absoluta, sino también frente a la comunidad, como mediación fundamental de la Revelación de Dios en la historia.

Esto daría un giro a la discusión, en el sentido de que no sólo tendríamos que hablar del discernimiento que practica una comunidad creyente, sino también de la dimensión comunitaria de todo discernimiento verdaderamente espiritual. La confrontación con los criterios de la «sancta madre Iglesia hierárquica» (EE 170,2) y en general, una vez aprobada la Compañía, la necesaria mediación del superior en el proceso de discernimiento de cada jesuita, supone una apertura a un universo más amplio que el de la pura individualidad o el de la relación inmediata con Dios.

El ejemplo más claro de esta necesidad de la mediación comunitaria en la búsqueda de la voluntad de Dios en las fuentes de la espiritualidad ignaciana, quedó recogido en el documento sobre la «Deliberatio Primorum Patrum», de 1539. Esta experiencia, vivida por el grupo de compañeros, poco antes de la fundación de la Compañía, nos revela claramente cómo vivieron un auténtico discernimiento espiritual comunitario.

Algunas de estas nuevas formas de vivir el discernimiento en común, fueron aplicadas en la práctica de gobierno de Ignacio como Superior General de la Compañía de Jesús y, por lo menos, señaladas en las Constituciones que él mismo fue redactando con la colaboración de sus hermanos. Las Constituciones dejan abiertos muchos espacios para la búsqueda de la voluntad de Dios en las circunstancias concretas de la vida de los jesuitas a lo largo de la historia. La fidelidad a este cuerpo legislativo de la Compañía pasa por la misma recreación de las normas teniendo en cuenta los tiempos, las personas y los lugares en los que se quieran aplicar. Consideramos, por tanto, que el discernimiento espiritual comunitario, tal como ha sido promovido y animado por los últimos gobiernos generales y por las últimas Congregaciones Generales, tienen plena consistencia dentro de la tradición ignaciana y jesuítica.

Han pasado los tiempos de las discusiones dolorosas sobre la legitimidad de la práctica del discernimiento espiritual comunitario. Los ánimos de muchos se han ido tranquilizando, y los defensores y enemigos de esta forma de proceder son menos intransigentes. Sin embargo, el peligro que se corre ahora, después del ir y venir del péndulo, es que todo este movimiento se detenga y termine por archivarse el problema, dejándolo de lado por imposible. Son tantas y tan complejas las exigencias de una práctica tan compleja como novedosa, que puede convertirse en un sueño inalcanzable para muchos.

La Congregación General 36ª. ha querido invitar a la Compañía de Jesús, en sus obras y comunidades, a realizar su misión hoy, contando con tres herramientas fundamentales: el discernimiento en común, la colaboración y el trabajo en red. Sin embargo, a la hora servirnos de estas herramientas, es necesario tener claro cuáles son sus requisitos y exigencias. Nos queremos referir en este artículo a las condiciones de un ejercicio comunitario del discrernimiento hoy, tanto en el ámbito propio de las comunidades de la Compañía de Jesús, como en sus obras e instituciones.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Elige tu bandera

«Dejen la amargura, el resentimiento, el reclamo para quienes han renunciado a soñar y a creer que es no posible vivir siendo auténticos de verdad. Cuiden, defiendan, aférrense a ese fuego divino que son las ganas de vivir.»

Por Javier Rojas SJ 

«Hubo tiempos en que a los jóvenes se les tentaba con la revolución», con ser protagonista del cambio y de la innovación. Hoy, muy por el contrario, se los tienta con la mediocridad, con las pantallas del celular, y con el paco. Se los seduce con la apatía y la morfina. Se los incita a sobrevivir en lugar de alentarlos a crecer y desplegar lo maravilloso que cada uno es. Se les miente diciendo que no van a cambiar nada y con ello quieren enfrascar lo más maravilloso que tienen: el entusiasmo. La mayor conspiración tramada contra ustedes es seducirlos con la vulgaridad y la desesperanza.

 Es imprescindible que ustedes jóvenes defiendan lo mejor que tienen: el entusiasmo, la creatividad y la frescura de una vida que está desplegando. Dejen la amargura, el resentimiento, el reclamo para quienes han renunciado a soñar y a creer que es no posible vivir siendo auténticos de verdad. Cuiden, defiendan, aférrense a ese fuego divino que son las ganas de vivir. No la malgasten su energía en buscar brillar a los ojos de una civilización que ya no cree en que los grandes soñadores. No se suiciden sin haber nacido, sin haber sentido la sangre en sus venas ni haber sido conscientes de lo que son capaces de hacer si lograr desplegar el potencial que llevan en ustedes.

 Debes elegir tu bandera, tener claro tu horizonte y tomar el timón de tu vida con seriedad, responsabilidad y audacia. Quien ha estado enamorado alguna vez, quien se ha apasionado por algo en alguna ocasión o quien ha soñado con grandes utopías sabe lo que significa vivir. No estudies para aprobar, no leas para retener, no te sientes frente a tus apuntes pensando que solamente es una materia más que debes aprobar, sino que, por el contrario, hazlo porque estás ahí alimentando tu entusiasmo, porque estás dando contenido a lo que te apasiona, porque estás valorando lo que te enamora y, sobre todo, porque estás dando riendas y libertad a tus sueños.

 Queridos estudiantes superen la apatía, la vulgaridad y la mediocridad. Hagan que ese fuego divino se les note en la mirada. Tengan una mirada amplia y superadora de la realidad, no sean rastreros. Que se les note la juventud en la mirada positiva y esperanzadora sobre la realidad.

 Estudiar es darle un buen tren de aterrizaje a tus sueños. Si la pasión te hace volar, el contenido de lo que lees, la reflexión que haces sobre ello y las nuevas ideas le darán tren de aterrizaje a tus sueños.

 Cualquier buen maestro o profesor lo primero que debe enseñarte y transmitirte es que tú eres el responsable de tu alma, el único que puede dar alas a tu espíritu, y disciplina a tu voluntad.

 Por último, me gustaría decirles queridos jóvenes estudiantes que tropezar, fracasar, errar o equivocarse es parte del oficio; tener un fracaso es algo inevitable. Recuerden que ningún buen capitán se forjó en aguas tranquilas. Lo único malo es cuando los tropiezos te acobardan, los fracasos te hacen perder la esperanza o los errores te espantan los sueños.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana 

Fabián Antúnez SJ sobre la Preferencia Apostólica Universal n° 1

PAU n° 1: Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento.  

Fabián Antúnez SJ es el actual director del Centro de Espiritualidad Manresa, en Montevideo Uruguay. Además de ofrecer distintas tandas de Ejercicios Espirituales a lo largo del año, Manresa tiene propuestas variadas y diversas que permiten acompañar a quienes desean conocer y profundizar la espiritualidad ignaciana desde distintos aspectos de la vida cotidiana.

Por Fabián Antúnez SJ

 Esta preferencia de ir a las fuentes de nuestra Espiritualidad, de profundizar en la experiencia espiritual de Ignacio de Loyola constituye un motivo de consolación espiritual a nivel personal y en nuestra comunidad jesuítica, pues sentimos que la Compañía Universal está llamada a continuar compartiendo con otros su herencia más preciada. En la multitud de tareas que realizamos los jesuitas resulta fundamental el encontrar criterios que nos ayuden a un mejor precisar nuestra misión. En esta línea el ver plasmados los Ejercicios Espirituales y el Discernimiento Espiritual como un norte claro en nuestro modo de proceder futuro suscita en mí el deseo de profundizar el vínculo con Ignacio y cuidar el tesoro de los Ejercicios Espirituales.

A nivel personal siento el desafío de hacer de puente entre nuestras fuentes y el tiempo actual. Para esto siento que debo continuar profundizando de manera activa en la oración, lectura, reflexión y praxis de nuestra Espiritualidad. Considero que en los tiempos que vivimos de tanta incertidumbre a nivel de los valores, con tan pocas certezas en la toma de decisión y en el ejercicio de la libertad los Ejercicios Espirituales nos brindan las claves interiores para una mejor configuración de la conciencia personal y para tomar mejores decisiones que den respuesta a los deseos profundos del corazón.

En el Centro de Espiritualidad Manresa (en Montevideo), al ver plasmada como preferencia su labor cotidiana en el campo de la Espiritualidad, se experimentó el desafío de seguir buscando maneras creativas de poder llevar a cada vez a más personas,  las riquezas de los Ejercicios Espirituales. En esta línea, sentimos la confirmación de seguir ofreciendo nuestras tandas de ocho días (que se realizan en siete momentos distintos del año) y buscar profundizar en la experiencia introductoria a los Ejercicios (que la ofrecemos una vez al año).

Sentimos asimismo la confirmación de nuestras propuestas de Ejercicios en la vida diaria (que buscan acercar la oración ignaciana a nuestra vida cotidiana) y los talleres específicos que buscan acercar a laicos, religiosos y sacerdotes el discernimiento espiritual como una herramienta idónea para una mejor toma de decisiones en la vida.

Experimentamos con alegría y paz interior que vamos caminando en la dirección correcta de aquello que tenemos que potenciar y sentimos la interpelación de darlo a conocer a cada vez más personas. Para esto resulta imprescindible el avanzar en la comunicación y difusión de nuestras propuestas, logrando asimismo una personalización de las mismas como camino de crecimiento para los distintos procesos individuales de crecimiento.

La labor en la Provincia

En la Provincia los Ejercicios Espirituales y el desarrollo de la Espiritualidad constituía ya una prioridad importante. Prueba de esto son las ofertas que en diversos lugares de la misma se ofrecían como caminos de ahondamiento en la dinámica de la oración personal ignaciana.

Una labor importante que hemos comenzado a realizar recientemente consiste en la socialización de la información y el poder unificar la misma, para ofrecer de manera más integrada lo que venimos realizando en los Centros de Espiritualidad, Casas de Ejercicios, Parroquias y Templos de cara al fomento y difusión de nuestra Espiritualidad.

Considero que tenemos el desafío de seguir compartiendo recursos, reflexión y socializar con otros las experiencias exitosas en el área de la Espiritualidad. El poder avanzar en estas líneas nos permitirá ofrecer un mejor servicio y brindar una imagen de cuerpo que estamos llamados a plasmar.

Algunas mociones para avanzar sería: el potenciar un equipo que pudiese brindar los Ejercicios Espirituales en lugares con menores recursos pastorales, el poder compartir con otros los talleres- propuestas exitosas, el generar fondos de ayuda económica para que todos puedan acercarse a la experiencia de los Ejercicios Espirituales.

Desafíos

Con respecto a los desafíos o novedades, considero que como Centro de Espiritualidad deberíamos seguir avanzando en nuestras propuestas para convertirlas en ofertas cada vez más atractivas, que puedan suscitar el deseo de acercarse a experimentarlas. Mejorar la comunicación y difusión de las mismas parece fundamental.

Hemos buscado acercar diversas áreas de la vida como el trabajo, la familia, la comunicación, el noviazgo a nuestras fuentes con propuestas renovadas que intentan dar una respuesta desde la Espiritualidad Ignaciana a dichas zonas de nuestra existencia. Tenemos el desafío de seguir integrando otras dimensiones de la existencia en diálogo con nuestra espiritualidad, consideramos que esto constituye un desafío de primer orden.

Por último siento que tenemos el desafío de adaptación para que los Ejercicios Espirituales  puedan ser experimentados por personas más alejadas o carentes de formación en el área de la espiritualidad. Potenciar asimismo que los “más pobres” puedan acercarse a nuestra Espiritualidad constituye también un desafío de primer orden. En esto considero que debemos profundizar en la reflexión y el socializar experiencias exitosas para que todos podamos vernos enriquecidos con las mismas.

Intención de Oración del Papa – Marzo 2019

Compartimos el video con la intención de oración del Papa Francisco para el tercer mes de 2019, que es el ‘reconocimiento de los derechos de las comunidades cristianas’.

«Quizás nos cueste creerlo, pero hoy hay más mártires que en los primeros siglos.

Son perseguidos porque a esta sociedad, le dicen la verdad y anuncian a Jesucristo.

 Esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa todavía no está garantizada.

 Pero también en países que en la teoría y en los papeles tutelan la libertad y los derechos humanos.

 Recemos para que las comunidades cristianas, en especial aquellas que son perseguidas, sientan la cercanía de Cristo y tengan sus derechos reconocidos.»

Palabra de la CPAL- MARZO 2019

Juventud: ¡Divino Tesoro! Compartimos el Mensaje de la CPAL para toda América Latina en el mes de marzo. 

P. Rolando Alvarado S.J. Provincial de América Central

Así califica el poeta Rubén Darío a esa etapa central de la vida en la que se configuran los ideales y trazan nuestros sueños, en uno de sus más célebres versos: ¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer!

Llevamos alrededor de dos años como Iglesia católica y como Compañía de Jesús reflexionando y dialogando en profundidad sobre el valor e importancia de este tesoro. La Iglesia, con ocasión del Sínodo de octubre del pasado año llegó a tomar a los jóvenes como “lugar teológico”, una afirmación incisiva para quienes creemos que el Dios de Jesús se nos manifiesta en la vida y en la historia. Hoy nos toca “acompañarlos en la construcción de un futuro esperanzador” para la humanidad y para la tierra, nos ha indicado el Padre General Arturo Sosa SJ, al establecer esa tarea como una de las cuatro preferencias apostólicas universales para los próximos diez años.

Si bien, como se ha reconocido, hay diversas maneras de ser joven, marcadas por el lugar, la cultura, el idioma el sector socioeconómico en el que han nacido y se desenvuelven; la mayoría de la juventud comparten 5 rasgos comunes que los señalan como puntas de lanza para la defensa y edificacion de una nueva civilización; con un nuevo modo de vivir, convivir producir y compartir.

Ante todo, su intenso afán de libertad. Poseen un fino radar para detectar las diversas esclavitudes sociales y humanas que se tejen por intereses de todo tipo. Y su innegociable y sincero deseo de justicia para erradicarlas. Que viene acompañadas de una abundante y coherente generosidad en el esfuerzo cotidiano que ello supone; de una espontánea y contagiosa alegría en ese bregar; y una sincera y lúcida apertura a que sea la experiencia personal y grupal de trascendencia ética o religiosa la que alimente, sostenga y renueve continuamente la búsqueda de que la Tierra sea nuestra casa común, que las relaciones sociales e interpersonales estén signadas por la aceptación de una mutua y misma dignidad, y que el sentido pleno de la vida de unos no se establezca a costa del de los otros.

En este momento histórico, caracterizado por la globalización de la crueldad humana, la destrucción socio ambiental, el cínico engaño, el materialismo rampante, el lucro como motor de la historia, la superficial diversión, la exclusión social, y el fanatismo mental, se ha detectado con hábil astucia que es en los jóvenes en donde más y mejor anida la posibilidad de “resistencia” a la que nos exhortó Ernesto Sábato. Tanto por lo que dicha resistencia tiene de rechazo y aversión a su burda mentira, como por lo que posee de alumbramiento y creación de algo nuevo y distinto.

Es por ello que a la mayoría de ellos se les niega la formación competente y crítica, que se les cierran cada vez más las oportunidades laborales decentes, que se les empuja a la pobreza, que se les incita a la violencia, que se les intenta adormecer, que se les busca dividir, y sutilmente persuadir de que hagamos lo que hagamos, esa “ánfora rota” en que el ser humano consiste según Ernesto Cardenal, no tiene remedio.

En América Latina y el Caribe, todos los ignacianos (jesuitas y laicos) que colaboramos en la misión de El Señor de regalarnos “vida y vida en abundancia”, y que trabajamos con miles de jóvenes a través de múltiples ministerios, hemos recibido con entusiasmo la invitación de la Iglesia a redescubrir en ellos, en su realidad, en sus personas, en sus ideales y aún en sus sufrimientos, ese regalo de la vida como don de Dios y como tarea de todos. Y acogemos con gratitud y compromiso la decisión de la Compañía universal de acompañar a los jóvenes con espíritu de escucha y cercanía leal, en su ser punta de lanza en el advenimiento de una “nueva tierra” y un “nuevo cielo”.

Emmanuel Sicre SJ – ¡Qué pereza la pereza!

De lo que sucede y cómo podríamos afrontarla.

 Por Emmanuel Sicre, sj

 “Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata”. Mc 3, 27

 Es muy común escuchar en nuestro tiempo muchas personas afectadas por la pereza, en especial, entre jóvenes. Se lamentan de su incapacidad de asumir una iniciativa hasta el final, de poder levantarse del sofá o la cama para hacer algo “productivo” o que les provoque una pasión real, de sentirse enredados por las pantallas, de no poder sostener relaciones duraderas ni comprometerse con los vínculos de manera más profunda, de vivir cierto vacío existencial y aislamiento. Así, el sentimiento que acompaña la pereza no sólo es de impotencia, sino también de cierta indolencia, sinsentido y frustración anticipada. Veamos cómo comprenderla.

A ideales presumidos, culpa asegurada

La pereza, en principio, pareciera arribar al corazón cuando nos enfrentamos a un ideal exagerado sobre nosotros mismos -o sobre el mundo, que nunca logra encajar con lo que realmente anhelamos. Algo así como “yo tendría que ser capaz de esto” o “yo debería hacer esto, pero ahora no, será más adelante”. En este sentido, la pereza anidaría en las mentalidades pretensiosas que ignoran sus deseos más profundos y, lentamente, se va instalando como un invasor dispuesto a tomarlo todo. De hecho, en algunos casos, llega a la depresión.

Con esta constatación de no poder activarnos en pos del presuntuoso ideal, nace la constante postergación -procrastinación-, el dejar para después, para más tarde, para un mañana que nunca llegará. El problema es que el recurrente aplazamiento va minando el suelo de la vida hasta ahogarla en un crónico “no puedo”, “no tengo ganas”, “ay qué pereza”, “no vale la pena”. Así, brota, poco a poco, el vacío interior y el continuo abandono de sí mientras suena la música del inconformismo.

Sin embargo, este incumplimiento interior con el ideal desmedido de lo que debería ser, no es gratuito. No es que: “bueno, ya no lo hice y chau, ya fue”. Siempre, con mayor o menor intensidad, se experimenta un sentimiento de culpa hondo por la frustración de no alcanzar lo que deberíamos hacer o ser que se resuelve muchas veces con compensaciones placenteras[1] que no terminan de llenar el pozo de nuestras demandas espirituales de sentido. Quedamos seducidos por “placeres aparentes”, como le llama san Ignacio a una de las tentaciones del mal espíritu.

En efecto, cuando la realidad nos pregunta sobre nuestras responsabilidades y compromisos omitidos, quedamos expuestos al sufrimiento y a la autoimagen rota. Quizá algunos resuelven pensando que es un problema personal, pero lo cierto es que nuestras acciones y omisiones, tarde o temprano, repercuten en nuestro entorno, especialmente, entre quienes más queremos.

Las voces del autocastigo

Sin embargo, para menguar este sentimiento de culpa por no haber hecho lo que deberíamos, nos aparece una voz interna acusadora que comienza a castigarnos, muchas veces de manera desproporcionada. La ecuación sería: a mayor pereza y postergación, mayor culpa y autocastigo que podríamos llamar “reparatorio”.

Aunque lo cierto es que este castigo, finalmente, no repara nada, no logra darle a la voluntad el empujón que necesita para activarse y asumir lo que le toca para su bien y el de los demás.

El castigo interior severo no envalentona ni fortalece, sino todo lo contrario: licúa la voluntad dejándola dañada y lista para el próximo fracaso. De esta dinámica debilitadora viene, muchas veces, un miedo paralizante ante aquellos ideales forzados. El problema radica, entonces, en el hecho de no poder conectar con los deseos más hondos o de haberlos confundido con estos ideales desajustados.

La sana autoestima, un impostergable

El panorama poco alentador de este cuadro de pereza se completa con la dificultad de percibir la estima propia. Es lógico, casi imposible, quererse así de débiles o, al menos, ¡qué difícil resulta aceptarnos con amor así de frágiles y pusilánimes! Por lo general, quienes padecen la pereza sienten vergüenza porque socialmente está mal vista, no es rentable y representa una carga para su entorno.

Cabe decir aquí que la autoestima es un fenómeno primordialmente auditivo. La estima propia se fue construyendo a lo largo de nuestra vida con las voces de nuestro entorno, las de elogio y las de desaprobación, las de sobreprotectora dulzura y las de dureza seca que desoían nuestras necesidades tildándolas de inútiles, las que ponían la culpa afuera – “piso malo”, solemos decirles a los niños cuando se golpean y queremos encontrar algún culpable a los incidentes- y las voces que responsabilizaban desproporcionadamente – “culpa tuya estamos pagando todos…”. Todas las voces que hemos escuchado fueron modelando y afinando el tono a nuestra propia voz de la conciencia. Con esta voz con la que nos decimos las cosas, es con la voz interior con la que vivimos a diario la pereza y sus consecuencias.

Una voluntad debilitada por las voces negativas -propias y ajenas-, no logrará nunca levantarse por sí misma porque no ha encontrado apoyo en ningún resorte interno valorado, gozado, reconocido.

Su autonomía está amenazada, además, por la dolorosa comparación –propia o asumida- con un entorno que es percibido como productivo y capaz. Es por esto que debemos cuidar el modo en que decimos y nos decimos las cosas y las varas con las que nos medimos, ya que si están muy altas sólo las miraremos de abajo como un imposible aplastante.

Algunas paradojas culturales que estimulan la pereza

En nuestra cultura exitista esto se complejiza aún más porque valora y premia con voces positivas sólo a quienes progresan, a quienes cumplen con reverencia ritual ciertos estándares de belleza u obedecen ciegamente a altos niveles de rendimiento, a quienes tienen más poder, más fama, más placer o más cosas. Quien vea en esta cultura del “éxito individual” un ideal inaccesible, renunciará prontamente al medir sus fuerzas.

A su vez, estamos inmersos en un tiempo que olvida la profundidad de los procesos humanos y prefiere lo superficial. Es así que vemos un egoísmo competitivo voraz que pide siempre más para poder hacer y pertenecer, haciendo desear vivir muchas vidas en una. De ahí la autoexplotación que solemos llamar realización. Esto provoca un aceleramiento sin sentido para “haber experimentado”, en poco tiempo, mucho más de los que nuestras emociones, memoria y entendimiento pueden procesar. He aquí la sensación de ansiedad irresuelta que se llena de entretenimientos y nos lleva, no sólo a no poder estar presentes a nada, sino también a perder la capacidad de que el simple ocio creativo nos devuelva las ocurrencias de la imaginación que brotan de nuestra realidad más honda y nos invitan a crear.

Por otro lado, los tiempos que vivimos instan a que recibamos con una triste pasividad miles de estímulos sensibles que parecieran dar todo resuelto con un click desconociendo el trasfondo complejo de las cosas. Se compra, se vende, se goza, se aprende, se comunica, se juega, se entretiene, todo frente a una pantalla con sólo una buena conexión y dinero. Quien no pueda hacerle frente al frenesí cultural imperante, quedará a merced de lo que se le presente más fácil e inmediato.

Las exigencias del perezoso

Dichas paradojas culturales se acentúan en quienes padecen la pereza. Si observamos bien, por lo general, dichas personas suelen ser muy exigentes con su entorno. Demandan con cierto derecho adquirido. Un poco victimizándose por lo que les pasa, otro poco porque desconocen el esfuerzo verdadero que conlleva hacerse cargo de la realidad en su complejidad.

Lo cierto es que se trata de una exigencia un poco irracional que, por no poder asumirla a nivel personal, es proyectada sobre todo lo demás causando así modales sarcásticos, irónicos y quejones. Por eso, se da que quien no mueve un dedo, pide que la realidad baile a su antojo.

En este sentido, la pereza se basa en el mecanismo infantil del todo-nada. De ahí que la pereza lleva al escepticismo triste y melancólico de una realidad que nunca se adecuará y será siempre injusta. Es decir, nunca habrá, para quien padece la pereza, una realidad que se acerque a aquel ideal inflamado del que se ha enamorado. Entonces, la distancia insalvable entre lo que es y nunca será se llena con el lamento. Casi un tango.

 La pereza como autodefensa

Ante lo dicho cabe reflexionar si la pereza, en verdad, no funciona como un mecanismo de defensa a los mandatos sociales y familiares que hemos asumido como propios -tener un cuerpo esbelto, ser el mejor, ganar siempre, etc. Aquellos ideales excesivos de los que hablamos muchas veces vienen envueltos en paquetes de buenos deseos.

Sin poder juzgar del todo las intenciones de quienes nos proponen determinados valores desajustados, lo cierto es que, en algún momento de nuestra existencia, comprendimos que para nosotros eso no era ni un valor, ni un ideal, ni un interés, pero no pudimos revelar nuestra oposición, no pudimos defendernos ante la “amenaza” que suponía para nosotros no aceptarlos. Entonces, dado que no contábamos con la claridad o la fuerza para enfrentarlos, la pereza resolvía desactivarlos, postergarlos, fantasear que algún día llegarán para calmar las demandas propias y ajenas.

Por eso, es necesario identificar de dónde vienen, cómo son esos mandatos desencajados, pero, sobre todo, de qué me defiendo con la pereza. ¿Cómo? Al bucear en las aguas profundas de lo que deseamos y amamos.

 ¿Hay salida de la pereza?

Pues sí, algo hay para hacer. Lo primero, quizá sea encariñarse con lo posible, abandonar los ideales exagerados –propios o ajenos- con los que vivimos y que proyectamos hacia fuera y cacheteamos hacia adentro. Pero ¡ojo! Sólo los ideales excesivos que nos aíslan y autodestruyen. En cambio, los ideales que nos invitan a buscar lo noble de la vida, su sentido hondo, su verdad para mí. Esos hay que buscarlos, quererlos, protegerlos, y a lo mejor llamarles “utopías esperanzadoras” o simplemente “deseos”. ¿Cuáles? Animarme a querer un mundo más justo, a amar más, a servir mejor, a soñar la paz, a dar lo mejor de mí…

Este amar lo posible también significa asumir que somos seres limitados, pero no por eso menos dignos; frágiles y, al mismo tiempo, poblados de deseos inmensos. Lo segundo sería, entonces, aceptar la paradoja que somos y dejar atrás el jueguito infantil del “todo-nada”, del “blanco-negro”, del “siempre-nunca” que nos polariza la voluntad arrinconándola. Y bancar más los matices, hacer algo de todo lo que deseamos en vez de nada, dar el primer paso, aunque muchas veces parezca ser el único. E insistir y compartir.

Lo tercero es lograr distinguir, en un diálogo interior y con quien pueda ayudarnos, las voces que nos acribillan la estima propia. Cuidar con lo que nos decimos, vencer el impulso de castigar frenéticamente cada error o frustración, y asumir la actitud de quien desea lo mejor para el otro que soy yo mismo. ¿O acaso todavía creemos que a fuerza de tirones crecen las plantas? Vivimos en proceso constante. Acompañarnos y dejarnos cuidar, esperarnos, tenernos paciencia y darnos ánimo, aliento, celebrar los progresos, aunque a veces nos enojemos con lo que somos.

Lo último que agregaría es que tenemos que aprender a seleccionar las acciones importantes en nuestra vida y darles su verdadero lugar entre las que preferimos. Animarnos a descansar en las rutinas que nos ayudan y prescindir del pinchazo de novedades permanente. Muchas veces, hemos puesto todas las cosas que debemos ser, disfrutar y hacer en el mismo plano al punto de que se nos genera un fantasma que asusta.

Hay cosas que no nos interesan, pero son importantes, ¿qué lugar tendrán en mi vida? Las hay también que son importantes sólo para mí, sabiendo que no soy el centro del mundo ¿cómo las ubico respecto de las que son valiosas para mi entorno de relaciones? Esta búsqueda de equilibrio entre lo importante y lo que preferimos es una tarea urgente para vivir una vida real.

¡Qué pereza la pereza! Pero, bueno, ve, sé humilde, sacrifícate un poco, aunque no siempre obtengas resultados positivos, que no existe vida honesta y alegre que se viva sin esfuerzo y dedicación. ¿O acaso algún duende nos prometió un jardín de rosas?

Fuente: Blog Pequeñeces

 

Listos para servir: Nuevas Preferencias Apostólicas Universales

La Compañía de Jesús se encuentra próxima a anunciar sus nuevas Preferencias Apostólicas Universales (PAU).

Un cierto ambiente de expectación se deja sentir en la Curia General de los jesuitas en Roma. Se debe a que el P. General Arturo Sosa se halla en el sprint final para sacar al público una carta que orientará el porvenir de la Compañía de Jesús. Durante casi dos años, jesuitas de todas partes del mundo han discutido, discernido y rezado preguntándose: “Jesús, en este mundo de hoy en el que Él lleva su cruz, ¿a dónde nos llama?”, “¿Qué nos pide la Iglesia a nosotros?” y “¿Dónde somos más necesitados?”. De esos intercambios han nacido las “Preferencias Apostólicas Universales” (PAU), en un documento con potencial para reformar la Compañía de Jesus.

En 2003, el P. General Peter-Hans Kolvenbach publicó las “Preferencias apostólicas” en un momento en el que la Compañía de Jesús se hallaba embarcada en un discernimiento orante sobre las prioridades de sus ministerios apostólicos, en un mundo en pleno cambio.

El telón de fondo del documento era una idea sencilla: cuando hay que discernir entre misiones de igual importancia, hay que dar prioridad a las cabezas de lista. Los ministerios que han orientado la Compañía estos últimos años han sido 1) África, 2) China, 3) el apostolado intelectual, 4) las casas de Roma y 5) migración y los refugiados.

Esas preferencias no eran una lista de control de obras y tomas de postura que necesitaran refuerzos de personal. Era más bien un modo de recordar por donde las mociones del Espíritu Santo han ido dirigiendo a la Compañía en el seguimiento de Jesús. Vamos donde Lo encontramos, donde Él nos llama o hacia donde Él nos señala el camino. Era el reconocimiento que los jesuitas estaban siendo llamados a repensar su lugar en un mundo que había cambiado mucho en las dos décadas precedentes.

De la elección de estas 5 preferencias apostólicas han pasado ya 16 años, y una década desde que aquellas ‘Preferencias Apostólicas’ fueran adoptadas por la  Congregación General. Ahora lo que la Compañía de Jesús está haciendo es obedecer al mandato de la Congregación General 36 que pedía al P. General que “la Compañía prosiga su discernimiento de preferencias”. De la misma manera que las anteriores Preferencias Apostólicas hacían un llamado a los jesuitas para hacerse disponibles a las mociones del Espíritu Santo, así también las actuales Preferencias Apostólicas Universales convocarían a los jesuitas a adaptar, cambiar y crecer para servir mejor las necesidades de la Iglesia y de su pueblo.

La semana pasada el Papa Francisco recibió un ejemplar de las nuevas Preferencias Apostólicas Universales y de una sola pregunta: “¿Es esto lo que la Compañía de Jesús necesita hacer en este momento de su historia?”.

El sábado, el P. General Sosa fue recibido en audiencia por el Santo Padre, quien, después de haber tomado un tiempo para la reflexión y la oración, acogió al P. Sosa y le devolvió el ejemplar que ya no era un simple documento. Era una misión para la Compañía de Jesús.

El significado histórico de las PAU no pasa desapercibido para los miembros de la Curia. Todos los Departamentos, desde el Consejo hasta los diferentes Secretariados se están preparando para la publicación oficial de esta nueva misión del Papa Francisco a la Compañía de Jesús a nivel mundial. Después de uno de los más prolongados discernimientos en la historia de la Compañía de Jesús, los jesuitas alrededor del mundo están a la expectativa y se preparan a servir allí donde esta nueva misión les llevará.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica