¿Es Posible Liberarse del Sufrimiento?

«Sufrimos cuando sentimos que perdemos el control de algo”

Por Javier Rojas SJ

No sabría decir en qué porcentaje, -si se puede expresar así-, pero los sufrimientos que padecemos están más localizados en nuestra mente, más precisamente, en nuestros pensamientos, que en cualquier otro lugar del cuerpo. Antes que nada, es preciso mencionar la diferencia que existe entre el dolor y el sufrimiento porque no son lo mismo. Sentir dolor en alguna medida es saludable porque forma parte de la vida, del crecer, del madurar, está integrado al proceso vital y es uno de los maestros de la vida. El dolor, aunque nos cueste reconocerlo, nos hace descubrir dimensiones de la vida que de otra manera permanecerían ocultas.

Cuando integramos el dolor, estamos afirmando la vida en nosotros, y esta es una experiencia que nos hace crecer y madurar, más allá de lo desagradable que nos pueda resultar. En el sufrimiento, por el contrario, el que padece no es nuestro físico sino nuestro ego. Es fácil darnos cuenta cuando sufre el ego. Por ejemplo, si alguna persona nos da un pisotón o un empujón no nos duele tanto en el cuerpo como nos duele en el ego. Nos enoja el hecho de que no hayan sido cuidadosos, atentos ni respetuosos con nosotros. “¡Cómo no va a tener cuidado! ¿No sabe que estoy pasando yo por aquí?” Cuando el ego nos duele, sufrimos.

El sufrimiento tiene más un carácter mental que físico. Anida en los pensamientos, en la mente, más que en cualquier otro lugar. Sufrimos cuando sentimos que perdemos el control de algo, por ejemplo. Cuando nos dejamos llevar por las cavilaciones sin darnos cuenta de que nos hemos sumergido en una montaña rusa. Cuando no aceptamos lo sucedido, buscamos justificar el error o encontrar una persona a quién responsabilizar. Nos apegamos a los pensamientos creyendo que nos darán algún tipo de solución sin darnos cuenta de que en la mayoría de las veces complican mucho más la situación. ¿Por qué ocurre esto? Porque hemos otorgado a nuestros pensamientos un criterio de verdad incuestionable. Creemos que es verdad todo lo que pensamos. Estamos convencidos de que si «yo lo pensé» es así, y si es así como «yo lo pienso» entonces es verdad, y como es verdad entonces es «real». ¿Cómo es posible salir de esta situación? La meditación es un camino maravilloso para quitar a nuestros pensamientos la autoridad que le hemos otorgado.

En el silencio de la meditación aprendemos a tomar distancia de ellos, a observarlos sin implicarnos en ellos, a despegarnos del ego y a desdramatizar las situaciones que vivimos. El monólogo del ego está lleno de reclamos, reproches, rencores, que son perjudiciales para uno mismo y para los demás. Necesitamos recuperar el gobierno de nuestra vida, dejando que sea la sabiduría que anida en nuestro interior, y no los pensamientos egocéntricos, la fuente que nos nutra en el proceso de crecimiento y madurez. El sufrimiento del ego nos estanca y no nos deja fluir con la vida, con lo que sucede; nos boicotea el proceso de aceptación de lo “es”, por lo que “debería ser”, y esto nos hace sufrir.

 

Tengo sed del Dios vivo

¿Para qué tanta exigencia? Tampoco es para ponerse tan radical ¿no?

 

Podría seguir así, ir tirando más o menos..

¿Por qué complicarme la vida?

Tampoco es para tomárselo tan en serio ¿no?

Pero tengo sed del Dios vivo.

Quisiera no tener que elegir

No tener que tomar una decisión,

Preferiría no hacer una opción.

¿Para qué tanta exigencia?

Tampoco es para ponerse tan radical ¿no?

Pero tengo sed del Dios vivo.

Hasta aquí he llegado, y aquí me paro

A mí que no me despierten, estoy cansado.

Ya está bien ¿no? Total… ¿para qué?

Pero tengo sed del Dios vivo.

No quisiera renunciar a nada.

¿No sería mejor apuntarse a todo?

Sin decidirse por nada,

Sin arriesgar nada.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Pienso que Jesús fue un buen hombre

 

Que dijo cosas buenas y las hizo,

Lo mataron cruel e injustamente.

Soy un admirador de su figura histórica.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Creo en Cristo y en su mensaje,

La suya sí que es verdadera religión.

Creo que tengo fe,

A pesar de tanta duda y confusión

Creo que aún me queda esperanza

A pesar de lo que veo.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Soy bastante religioso a mi manera.

Ni soy un santo de altar

Ni una mala persona, creo yo.

Un cristiano de siempre, de toda la vida

Vamos, como todos

Un tanto rutinario

Y no muy cumplidor, es verdad.

Pero tengo sed del Dios vivo.

Fuente: Pastoral SJ

 

Jóvenes y Mística

“La experiencia mística no consiste tanto en tener visiones extraordinarias, sino más bien en tener una visión nueva de la realidad, descubriendo a Dios como su fundamento y su verdad definitiva”.

Por Raquel Lara

Un Padre-Madre Dios que nos “primerea”

Lo que caracteriza la experiencia mística, es por un lado la prioridad y la gratuidad del amor divino: “Dios nos amó primero” (1Jn.4, 19) y por otro, la llamada a compartir ese amor con los demás: “Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1Jn.412). “Dios es amor” (1Jn.4) y si Dios es amor solo se le puede experimentar en el amor: “El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios porque Dios es amor” (1Jn.4, 7).

En Jesús hemos conocido que el amor de Dios se caracteriza por la “desmesura”, la generosidad desinteresada y la disponibilidad absoluta para salir de sí. Estamos convencidos que también para la mujer y el hombre del siglo XXI el principal reto sigue siendo amar.

Experiencia mística en la cotidianidad de la vida y en el compromiso

La JOC promueve y ofrece un proyecto que lleva en sus entrañas el hacer experiencia de Dios en el seguimiento de Jesús, desde la vida concreta de cada joven. Ese proyecto suscita y provoca el descubrimiento de un “Dios Padre-Madre” que sostiene y cuida toda la creación y con el que es posible establecer una relación de amistad.

Desde nuestra comprensión de la fe cristiana, la experiencia mística no es de ninguna de las maneras un intento de evadirse de la realidad, pues no se trata de un ejercicio de “ensimismamiento” sino de “apertura al Misterio” que llevamos dentro, para poder reconocerlo en la realidad donde también se esconde. De todos los caminos que conducen al encuentro con Dios, el “rostro del otro”, el prójimo, es el único camino que garantiza que el Dios contemplado no es una proyección engañosa, una fantasía alienante que aleja de la realidad y de su clamor por la justicia.

La JOC suscita y acompaña a las y los jóvenes del mundo obrero a hacer experiencia de un Dios que en Jesús ha decidido salir a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de su proyecto de vida plena para todas las personas, empezando por las pequeñas y desfavorecidas, trabajando en comunión en la tarea de construir la fraternidad universal.

Las y los místicos de hoy son aquellos que aceptan que dentro de la historia humana lo divino puede experimentarse, decirse y comunicarse. Son aquellos que su relación con Jesús ha marcado el sentido de su existencia y en el proyecto humanizador del Reino que el Padre-Madre Dios pone en sus manos encuentran fuerza y razones para vivir con esperanza.

En la JOC, el joven aprende a descubrir que todo ello puede expresarlo en su cuerpo, con sus palabras y con su vida: la gratuidad y la alegría del encuentro, del compartir, del perdón, el estremecimiento que produce abrirse al Misterio que nos habita, la fuerza y el entusiasmo que genera la acción planificada, la reivindicación colectiva, la movilización, la lucha obrera, el cuidado y la defensa del medio ambiente, etc.

Mística de los ojos abiertos

El místico no se cansa de contemplar la vida porque busca en ella el rastro de Dios. Se zambulle en las situaciones humanas, felices o dolorosas, agradables o desagradables, buscando esa presencia de Dios que actúa dando vida y libertad. El militante cristiano contempla la densidad de lo humano y de la creación como lugar de revelación del Dios invisible, el Padre con entrañas de Madre.

Cuando el militante cristiano percibe esa presencia misteriosa en su vida, en los acontecimientos, toma conciencia de ella y la experimenta como amor, entonces, no puede sino darla a conocer a los demás y unirse a su acción liberadora en favor de la humanidad y de todo lo creado. Ese, y no otro, es el dinamismo y la experiencia de la que somos testigos en la vida de cientos de jóvenes que acompañamos en la JOC en este momento histórico y por la que nos sentimos agraciados y agradecidos, porque “nada de lo humano es ajeno a la mística cristiana”.

Fuente: Vida Nueva Digital

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 7 de octubre

Evangelio según San Marcos 10, 2-16

 Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?”. Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”. Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella”. Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, ‘Dios los hizo varón y mujer’. ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne’. De manera que ya no son dos, ‘sino una sola carne’. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”. Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

 Reflexión del Evangelio – Por Francisco Bettinelli SJ 

El Evangelio de Marcos se puede dividir en dos grandes secciones. La primera parte muestra el “éxito” de la misión de Jesús: las multitudes lo siguen, hace numerosas curaciones, la gente lo escucha y aprende de Él. En cambio, la segunda parte es el Evangelio del conflicto: los oponentes de Jesús se endurecen y lo atacan; los discípulos muestran su incomprensión del Evangelio, los grupos que lo siguen no son tan numerosos, empieza a dirigirse cada vez más en soledad hacia la Cruz. En ese contexto es que se ubica este relato de hoy. A Jesús, los fariseos lo cuestionan no porque quieran buscar la verdad, sino porque quieren tener algo de lo que acusarlo. Quieren ponerlo a prueba. Los fariseos no escuchan, sino que indagan, provocan, cuestionan. Le hacen a Jesús una pregunta sobre el matrimonio y el divorcio que, en efecto, no es fácil de responder. Lo ponen frente a la espada y la pared: Jesús debe responder sí o no.

Ahora bien, Jesús no entra en la trampa legalista que le tienden sus adversarios. Habla de la dureza de corazón que no es otra que la cerrazón de los fariseos que preguntan sin escuchar, que no se dejan interpelar realmente por lo que ven. La dureza de corazón del que ya sabe todo y no necesita de nadie más. La respuesta de Jesús, antes que definir lo que está bien o está mal, trata principalmente de señalar un camino, estableciendo una propuesta de plenitud. Habla de una sola carne, y es que en el proyecto de Dios no se entra en cuotas, sino que implica todo lo que somos. El proyecto de Dios para cada uno, sea cual sea, implica nuestra vida, nuestra historia, nuestra afectividad, nuestros sueños, incluso nuestra fragilidad. Es en esa realidad vulnerable que somos donde se muestra la posibilidad real de amar y ser amados.

 Precisamente, el Evangelio termina con una imagen muy peculiar que se opone a la de los fariseos. Frente a la cerrazón, la dureza, el prejuicio y el legalismo, Jesús afirma que el Reino de Dios es para los que son como niños. Imagen de vulnerabilidad, pero también de apertura, de aceptación, de confianza. Cuando el niño pregunta, pregunta de verdad, porque quiere saber, quiere aprender, conocer. Jesús nos recuerda que para entrar en el Reino de los Cielos debemos renovar la capacidad de hacer preguntas. El fariseo se muestra como el adulto: ya no tiene preguntas de verdad, ya tiene todo sabido y seguro. No necesita de nadie más, es autosuficiente, esconde su fragilidad.

Pero el Reino de Dios es siempre novedad. Solamente haciéndonos como niños, recuperando nuestra capacidad de asombro, podemos realmente abrirnos a esa plenitud que Jesús nos promete y quiere regalar. Solamente asumiendo nuestra fragilidad y vulnerabilidad es que podemos reconocer que necesitamos de alguien más que nuestras seguridades, y así abrirle un espacio al Señor que quiere venir a nuestro encuentro. En definitiva, este Evangelio nos interpela para poner en cuestión los aires propios de autosuficiencia y darle una oportunidad al Señor que desde la realidad nos grita para que escuchemos su Palabra, quizá, en quienes menos pensamos que puedan tenerla.

La Religiosidad en Córdoba

El pasado mes de junio la Universidad Católica de Córdoba (UCC) recibió la visita del P. Gustavo Morello SJ., ex docente y asesor pastoral de la casa de estudios, que actualmente se desempeña como profesor de Sociología en el Boston College (EE.UU). Morello expuso sobre estos temas bajo el título “Cambios religiosos y dinámicas demográficas: un siglo de catolicismo en Córdoba”.

Tomando como referencia la relación entre el número de nacidos y de bautizados en Córdoba entre los años 1914 y 2014 un grupo de investigadores trató de poner luz sobre las coincidencias y divergencias entre las conductas, costumbres y creencias en la provincia.

Del estudio surgen datos cualitativos como el incremento del porcentaje de bautizados en los nacidos entre los años los año 1947 y 1960, el descenso entre en las décadas de 60 y 70, el pico (en contra de la tendencia del año 1978), la estabilización en un 80% (aprox.) durante los años 80, y la tendencia que comienza en el año 2002 y se extiende hasta la actualidad en la cual es mayor el número de nacidos que el de bautizados. Los datos numéricos consultados al Arzobispado de Córdoba fueron contrastados con la contemporaneidad de gobiernos dispares: los liberales, más proclives a independizarse de la tutela de la iglesia, y los conservadores (incluso dictatoriales) menos proclives que los anteriores.

Igualmente es tomada en cuenta la incidencia de otros factores como el logro en el año 1974 de la paridad legal de la mujer en Argentina, dando comienzo a un cambio en la dinámica de los hogares al incorporar masivamente a la mujer a la economía fuera del hogar lo cual menguó el rol femenino en la formación religiosa doméstica. Otras influencias consideradas en la investigación son las pasadas directivas surgidas del Concilio Vaticano II o las actuales que marcan el tratamiento de “lo religioso” en los medios de comunicación.

“Lo religioso es un fenómeno emocional, la variable política sirve pero no lo explica todo” señala Morello, “El término creyente incluye al católico no practicante, al creyente “no afiliado” y a una constelación de creencias que van desde la reencarnación a la naturaleza religiosa de la práctica del psicoanálisis; para comprender todo esto hoy se intenta incluir sociología contemporánea en la formación de sacerdotes”. Con claro sesgo sociológico, apunta Morello: “Hoy el 30% de los hogares son monoparentales, es un fenómeno inserto en una población parte de la cual siente que la religión no tiene nada que ofrecer a personas entre los de 25 a 35 años de edad”.

Por otra parte: “Algunas personas religiosas “leen” todo lo que hacen en términos religiosos, su sentido es religioso y por eso aún las prácticas seculares son leídas religiosamente. Para algunas personas lo religioso es una forma de dar sentido a la vida, un sentido más allá de lo inmanente, para otras personas el sentido no está fuera de este mundo, piensan que trascender es llegar a futuras generaciones, a los hijos, a la sociedad en general.

Sobre las actuales formas del acceso a lo religioso de las clases populares, observa el sacerdote: “El domingo ya no es (exclusivamente) un día religioso, hay competencia por el tiempo libre”, y en cuanto a la localización geográfica y la lección entre cultos señala: “Se usa muchísimo lo que se tiene a mano”.

“Las religiones han sido amplias y variadas, con muchos siglos y distintas tradiciones, y muchas veces las diferencias son por cosas que no son dogmáticas sino por las aplicaciones de esos dogmas. En todo caso, esa es tarea de teólogos, no de sociólogos”, concluyó.

Fuente: UCC

 

Prepárate para la Prueba

Prepararse para los tiempos difíciles, para que sea oportunidad de crecer y aprender y no de replegarse sobre uno mismo.

Por Jaime Espiniella, sj

Vendrá la prueba. Vendrá porque decidimos seguir caminando cuando solamente probar no fue suficiente, cuando vimos claro que dar un paso más significaba no tener todo controlado y confiar en el horizonte que Dios dibujaba a su manera en nuestro interior.

Vendrá, ya lo sabíamos, aunque en momentos pensemos que quizás hubiera sido mejor no saberlo. Algo nos decía que compartir la vida con otros no impediría las preguntas, que la alegría de los que peor lo tienen tocaría la nuestra.

Vendrá y con ella el aprendizaje.

Vendrá y la entenderemos mal si la acompañan las ganas de acurrucarse en un rincón esperando que pase el temporal. Vendrá como oportunidad y nunca como peso aunque tengamos que hacer frente a la inseguridad o la duda.

Vendrá y caminaremos, aprenderemos lenguajes nuevos, nuestros ojos verán cosas que muchos otros no ven, descubriremos lugares que nunca hubiéramos imaginado, nos encontraremos con personas increíbles, creeremos que nuestras manos no son nuestras, que la vida nunca latió con tanta fuerza.

Vendrá y no estaremos solos. Nada tiene que ver con el miedo paralizante y mucho con hacernos más amigos, compañeros, hermanos.

Vendrá, prepárate. Sin obsesionarse ni buscarla, sino con el espíritu abierto y confiado del que sabe detrás de quién camina.

Fuente: Pastoral SJ

 

¿Por qué llevas esa Cruz?

Efectivamente, la sociedad está cambiando, pero no por ello la gente deja de apostar por la fe.

Por Elena Lozano Santamaría

Si me pidieran una definición sencilla de mí misma, podría decir que tengo 20 años, soy estudiante y me confieso creyente. Sí, soy joven y creyente a la vez, y lo subrayo porque en nuestros días hay quien dice, con total seguridad en su afirmación, que eso es imposible. Que las palabras joven y creyente no casan bien en una misma frase, porque “los jóvenes ya no hacemos eso”, porque “ser creyente es ser un carca”, porque “la sociedad está cambiando”.

Efectivamente, la sociedad está cambiando, pero no por ello la gente deja de apostar por la fe. Y digo apostar porque parece que en nuestros días creer supone arriesgarse a ser tomado en serio o no. Muchas veces, por miedo a perder una reputación, una seguridad o una confianza, preferimos callarnos y guardarnos lo que sentimos para alguien que comparta nuestra fe.

La gente creyente joven (y con joven me refiero a persona en edad universitaria) vive diariamente una serie de situaciones incómodas y sin sentido que hacen reflexionar. Son cosas tan simples como sentir vergüenza al decir que uno va a misa (o directamente ocultarlo) o llevar un signo religioso visible y que la gente le pregunte: “¿Por qué llevas esa cruz?” Pues ahí está la clave del asunto, ¿por qué llevamos esa cruz? ¿Por qué cargamos con el peso de la vergüenza y el incómodo cuando se trata de hablar de nuestra fe? Son muchas las ocasiones en que nos vemos obligados a callarnos o a minimizar nuestras creencias por miedo a lo que puedan pensar. Por miedo a que nos encasillen como ‘antiguos’ o a que, directamente, nos rechacen.

Sin embargo, ¿merece la pena ese miedo frente a la libertad de poder decir en alto lo que uno siente? Yo creo que no. Porque cuando uno ha elegido, o más bien, se ha sentido llamado a seguir este camino, el miedo no es más que un obstáculo que ralentiza la marcha. La duda es inherente a la fe, pero el miedo lo ponemos nosotros. Y toda persona se merece ser feliz siendo una misma. Pero es cada uno quien debe decidir sobre su vida, enfrentarse a sus miedos y pronunciar en alto las palabras que los provocan. Y también debe hacer ver a esa sociedad que no lo entiende que un joven creyente no es una persona antigua o alguien que acuda engañado a seguir las tradiciones de sus padres. Se trata, sencillamente, de alguien que busca respuesta a sus preguntas y que ha descubierto en su vida otra forma de ver el mundo. Alguien que busca más allá.

Fuente: Pastoral SJ

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 30 de Septiembre

Evangelio según San Marcos 9, 38-43 45 47-48

 Juan dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.

 Reflexión del Evangelio – Por Oscar Freites SJ 

Desde hace algunos domingos venimos siendo testigos del camino que Jesús viene haciendo junto sus discípulos; y de las enseñanzas y los desafíos que supone asumir la dinámica del Reino. En este domingo nos encontramos en Cafarnaúm, lugar de la cotidianeidad para los discípulos y para Jesús. Ellos, han hecho un alto en el camino después de algunas egocéntricas discusiones y de algún que otro fracaso en la misión. En la intimidad de lo cotidiano Jesús ha comenzado a instruirlos sobre algunas cuestiones fundamentales antes de continuar camino. Pues es necesario aprehender de verdad la contradictoria dinámica de un Reino que invita a ser los últimos, que impulsa al servicio entregado y desinteresado, y que pone en el centro a los pequeños. Cosas bien difíciles de entender y de encarnar en el día a día.

 Testimonio de esta dificultad, es la humana reacción que Juan tiene al constatar que otros están realizando milagros en nombre de Jesús; y que tiene éxito en ello. Podemos imaginarnos el torbellino de sentimientos que se han desencadenado en Juan: recelos, frustraciones, envidias… Ellos son los amigos, los compañeros de Jesús; y por tanto los únicos legitimados para obrar el bien en su nombre. Juan se ha apropiado de este vínculo, lo ha instrumentalizado al punto tal de reclamar una cerrada exclusividad de afecto y de dones. Quizás no se ha dado cuenta que, con su actitud está cuartando el mismísimo don que implica su relación de amistad con Jesús. La irrupción del otro o de unos otros, ha puesto en crisis la comprensión de su propia relación con Jesús; y su reacción no ha sido la más adecuada.

 Maravillosa ocasión para profundizar en la verdadera relación que Jesús quiere construir con los suyos, con sus discípulos, con nosotros. Dios es relación, y por eso Jesús no puede entenderse sin una constante referencia al Padre. Una relación que es amor y comunicación, entrega generosa y libertad desbordante. Jesús se sabe desde el otro y para el otro, y desde allí se entrega y ama libremente a todos. Para nosotros experimentarnos desde el otro y para el otro nos puede causar una leve sensación de vértigo o de perdida de libertad; porque quizás no hemos llegado a interiorizar las exigencias de un amor auténtico.

 El evangelio de hoy, por contraste, nos invita a asumir en la cotidianeidad de nuestras vidas las exigencias de amar auténticamente. Detengámonos entonces a considerar, desde la Palabra de este domingo, las exigencias del amor.

 La primera condición del amor es asumir una auténtica alteridad. Amar es aceptar que el otro sea realmente otro, rechazando todo intento de tomar posesión del otro o de vínculo que hemos construido. Una alteridad que no sea intimismo excluyente o exclusivismo egoísta. Quizás los discípulos habían comenzado a caminar por sendas que no conducían a una auténtica alteridad; cerrándose a la posibilidad de un nosotros incluyente capaz de dejar que la gracia se multiplique. “Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.”

 La segunda condición para que exista el amor, es la apuesta por la proximidad. El amor no se construye con distancia sino con una generosa presencia que sabe de hospitalidad, de gratuidad, de la alegría de compartir lo poco o lo mucho que se tenga. “Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua…” Ama quien libremente sabe acompasar sus pasos con los pasos de un otro (o unos otros), renunciando a permanecer como dueño exclusivo de un camino que no quiere cruzarse con los demás. Amar implica asumir el riesgo de la proximidad con aquellos otros que pueden trastocar todos nuestros planes y comodidades. Amar es aproximarse y dejar que se aproximen.

 La tercera condición del amor es el compromiso en una relación creadora de vida. Un compromiso con el otro que se niega a ser la causa de sus tropiezos: “Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe.” Desde esta perspectiva podemos afrontar los “más te vale” que Jesús nos lanza hoy. Podemos preguntarnos cómo nuestros pies, nuestras manos, nuestros ojos son creadores de vida en nuestro vínculo con demás; y cómo también pueden ser causa de tropiezo: modos de alejarnos de nosotros mismos, de Dios y de los demás. Examinarnos en este sentido ayudará a que nuestras relaciones sean fecundas fuentes de vida; y más aún, nos conducirán por entero hacia la Vida. Porque el Reino de Dios no es cosa de mancos, cojos o tuertos. El Reino de Dios es cosa de hombres y mujeres que se entregan por entero al desafío de amar auténticamente; y que aprenden a caminar día a día junto a los otros en un amor verdadero.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana

Perder el Miedo a Perder

Es curioso, pero no he encontrado a ninguna persona que teniendo todo lo que soñó, controlando todo cuanto puede o luchando a brazo partido por lo que debería ser, sea verdaderamente feliz.

Por Javier Rojas SJ

Pensar que la felicidad está en algún lugar no solamente es mentira, sino que además ese modelo mental es la fuente de sufrimiento.

Una de las enseñanzas más bellas y profundas del mensaje de Jesús está expresado en aquel pasaje del Evangelio que dice: «Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.» Y a renglón seguido, casi como si quisiera asegurarse de que comprendamos bien el sentido de sus palabras, agrega.

«El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna». Existe en todos nosotros una tendencia «natural» a construir nuestra vida conforme a lo que imaginamos, soñamos o proyectamos para nosotros y también, a veces, para los demás. Así es como pensamos que lograremos alcanzar la felicidad para nosotros y para los demás.

En realidad, la felicidad no es algo que está al final de un camino recorrido; está en el camino que se recorre. No está en el otro extremo de nuestros sueños o proyectos. La felicidad es parte de una experiencia mucho más honda, y está unida a la «plenitud de ser» que emerge de nosotros cuando le hacemos lugar en nuestro interior.

Mientras nuestra mente proyecta que la felicidad está fuera de nosotros y hacia adelante, en el silencio de la meditación descubrimos que en realidad está dentro de nosotros y en lo profundo. Pensar que la felicidad está en algún lugar no solamente es mentira, sino que además ese modelo mental es la fuente de sufrimiento. El ego secuestra nuestro anhelo auténtico de «ser» para convertirlo en un proyecto mental que está asociado al tener, conseguir, lograr o alcanzar.

Terminamos creyendo que «somos» si «tenemos». ¿Cómo recuperar el ser para vivir plenamente? Esto es lo que nos enseña Jesús: morir para vivir, perder para encontrar. La felicidad comienza en el mismo instante en que dejamos de tener miedo a perder, cuando soltamos en lugar de retener, cuando fluimos en lugar de controlar, o cuando simplemente comenzamos a aceptar «lo que hay y lo que es» en lugar sufrir imaginando lo que «debería ser».

Tenemos más de lo que necesitamos, acumulamos más de lo que podemos cargar, y estamos más atento a cosas que ni siquiera nos hacen bien descuidando lo que verdaderamente es esencial. El criterio de felicidad que tenemos adolece de inteligencia. Pareciera que hemos perdido esa capacidad maravillosa que tiene la especie humana para distinguir, para evaluar y elegir. ¿Qué nos está pasando? ¿Estamos perdiendo acaso nuestra «humanidad?

Aunque nos resulte extraño o nos cueste entender, el miedo y la angustia, -dos emociones que parece que se han apoderado de todos nosotros- nos dicen todo el tiempo. ¡Cuidado, puedes perder! ¡Cuidado, se puede ir! ¡Cuidado, te puedes quedar sin nada! Es curioso, pero no he encontrado a ninguna persona que teniendo todo lo que soñó, controlando o calculando todo cuanto puede, o luchando a brazo partido por lo que debería ser, sea verdaderamente feliz.

Por el contrario, son personas con el mayor índice de sufrimiento. La meditación nos sitúa ante la fuente de plenitud de ser, de felicidad, que no se acaba. Ayuda a independizarnos de todo, a desapegarnos, para disfrutar verdaderamente de todo. El miedo a perder que es propio del ego que nos hace creer que somos lo que tenemos, nos recorta la realidad al mínimo dejando nuestro ser, sujeto a cosas y personas. En la meditación, Dios, nos recrea en el ser y nos hace descubrir dónde hallar la verdadera felicidad. En el silencio de la meditación se cultiva el ser para que podamos disfrutar la vida cotidiana de manera plena.

 

El Papa pide rezar especialmente por la Iglesia a lo largo de este mes

El Papa le ha pedido a su Red Mundial de Oración que ayude a todos los fieles a rezar más intensamente este mes de octubre. Desde Click To Pray  se ha lanzado una campaña especial para responder a su pedido.

Durante estos últimos años y meses, en la Iglesia hemos vivido situaciones difíciles, entre ellas abusos sexuales, de poder y de conciencia por parte de clérigos, personas consagradas y laicos. Sumando divisiones internas. Ciertamente son favorecidas por el mal espíritu: “mortal enemigo de la naturaleza humana” (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 136).

Como vemos, el mal se manifiesta de diversas maneras y la misión de evangelización de la Iglesia se hace más difícil, incluso se va desacreditando. Parte es nuestra responsabilidad al dejarnos llevar por las pasiones que no nos abren a la verdadera vida, entre ellas: la riqueza, la vanidad y el orgullo. Son los escalones por los cuales quiere arrastrarnos el mal, que es un seductor. Trayendo pensamientos e intenciones buenas, poco a poco va llevando a la persona a sus perversas intenciones (discordia, mentira, etc).

 El Papa Francisco nos recordó en su Carta al Pueblo de Dios, del 20 de agosto del 2018, que “si un miembro sufre, todos sufren con él”… “Cuando experimentamos la desolación que nos producen estas llagas eclesiales, con María nos hará bien ‘instar más en la oración’ (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 319), buscando crecer más en amor y fidelidad a la Iglesia”.

 Durante este mes de octubre el Santo Padre nos pide a todos los fieles un esfuerzo mayor en nuestra oración personal y comunitaria. Nos invita a rezar el rosario cada día para que la Virgen María ayude a la Iglesia en estos tiempos de crisis, y a rezar al Arcángel San Miguel para que la defienda de los ataques del diablo. Según la tradición espiritual Miguel es el jefe de los ejércitos celestes y protector de la Iglesia (Apocalipsis 12, 7-9).