iglesia ruinas en reducciones del paraguay

Experiencia Vocacional CARDONER 2024

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Desde el 12 al 18 de julio, cinco jóvenes con inquietudes vocacionales de diferentes partes del país participaron en la experiencia “Cardoner” en Posadas, Misiones.

 

Acompañamos esta experiencia Néstor Manzur, Oscar Freites, Santiago Suarez, Fernando Báez y yo. Nos recibió la comunidad de la Parroquia Virgen de Itatí. Fueron días de encuentro fraterno, donde cada uno compartió su camino, las búsquedas e inquietudes sobre la vida religiosa y el carisma de la Compañía de Jesús.

 

A través de momentos de formación, iluminados por la Autobiografía, los Ejercicios Espirituales y las Constituciones, profundizamos en los pilares de la espiritualidad ignaciana y en las prácticas del discernimiento, para conocer mejor hacia dónde nos inspira e invita el Espíritu.

 

Además, realizamos actividades con la comunidad local, como salir a misionar por la zona parroquial, acompañar las celebraciones eucarísticas y animar con cantos y bailes en el encuentro de catequesis familiar. También visitamos las Reducciones Jesuíticas de la zona, tanto en Argentina como en Paraguay, con el fin de conocer las raíces de la historia de la Compañía de Jesús en nuestras tierras.

 

Por último, finalizamos con un día de “desierto”, una jornada al estilo de los Ejercicios Espirituales, para recoger lo vivido, ver dónde el Señor salió a nuestro encuentro en estos días, discernir acerca de la invitación que Dios tiene para nuestra vida, y decidir el camino a seguir en adelante. Agradecemos por sus oraciones y los seguimos invitando a rezar por las vocaciones a la Compañía.

 

Saludos y bendiciones,

 

Federico Moya sj

posadas letrero en letras de la ciudadvista de edificio reducciones en experiencia vocacional cardoner. jóvenes de espaldas

Rafael Velasco SJ… ‘creer que Dios es el que nos ha llamado y el que nos sostiene y guía’

Carta del P. Superior Provincial con ocasión de la fiesta de San Ignacio de Loyola

Queridos Compañeros:

Pronto celebraremos a nuestro Padre San Ignacio. Es buena ocasión para volver a las Fuentes, para que re visitemos los escritos de Ignacio y, en particular, que hagamos los Ejercicios con devoción, de corazón; pero también que visitemos las Constituciones y sus cartas, es un buen homenaje a nuestro fundador.

Más allá de lo que la Compañía ha ido deviniendo en el tiempo en su esfuerzo por adaptarse a “los tiempos, lugares y personas”, nos hace bien volver a los textos fundacionales. Particularmente en este momento en el que estamos en proceso de elección del próximo provincial, me gustaría poner la mirada en algo que dice el Proemio de las Constituciones (134).

Allí se dice que “es la Suma Sapiencia y Bondad de Dios… la que ha de conservar y regir a la Compañía… y de nuestra parte, más que ninguna otra exterior constitución, la ley interior de la caridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones ha de ayudar para ello…”

Todo el edificio de la Compañía (diseñado en las Constituciones) se sostiene en la Suma Sapiencia y Bondad de Dios nuestro Señor. Y en la Caridad y Amor de nuestra parte. Necesitamos creernos eso, cada día, todos los días, con devoción. Necesitamos fe, creer que Dios es el que nos ha llamado y el que nos sostiene y guía, y que es Él el que guía nuestras obras, nuestras comunidades, y sostiene con su Bondad nuestros pasos, a veces cansados y frágiles…

Por otra parte, es la Caridad y Amor la que de nuestra parte va a hacer que este Instituto vaya adelante. Caridad apostólica para anunciar el Evangelio a la gente y Caridad fraterna para vivirnos como comunidad.

Cuando asumí este servicio, les confié mi credo personal; allí -entre varias cosas- les confiaba lo siguiente:

“Creo en la mirada Visionaria de Dios. Un párrafo acerca de nosotros: Hay quien afirma que no es verdad que “el amor es ciego”, sino que en verdad el amor es “visionario”; porque es capaz de ver en el otro lo que otros no ven, y que a veces ni el mismo sujeto ve. El amor es visionario porque ve lo más genuino y noble del otro aún contra las apariencias. Así de visionaria es la mirada amorosa de Dios. Él ve lo más genuino y noble que hay en nosotros (más allá de nuestros límites y pecados), y confía en nuestra mejor versión. Es una mirada que alienta, entusiasma y construye. Esa mirada visionaria entra en colisión –no pocas veces- con nuestras miradas heridas por el miedo, enojos, rencores, celos…Esa mirada desfigurada es fuente de desesperanza. De esa mirada surgen desvalorizaciones y descalificaciones y desde ese prisma, hasta pareciera que hay compañeros que ya no tienen lugar, ni remedio. Ese no es un camino de vida. Lo sé por experiencia.

Cuando conectamos, en cambio, con esa mirada Visionaria de Dios, entonces somos capaces de responder con generosidad y fraternidad; desde allí nos vivimos como hombres en misión, capaces de dar con generosidad, más allá de límites, sombras y agachadas personales. Y cuando la misión apostólica es desafiante respondemos mejor aún. Desde esa mirada nos descubrimos y sentimos Compañeros en una misión de reconciliación y justicia.

Le pido a Dios para mí y para todos, apostar cada día por esa mirada Visionaria Suya.”

Perdón por lo largo de la auto-cita, pero quería compartirla como un modo de gratitud a todos.

Que nuestro Padre Ignacio nos ayude a vivir con Fe en la Suma Bondad de Dios Nuestro Señor, y con Caridad y Amor del Espíritu Santo, y que así podamos ser fuente de Esperanza en este mundo.

¡Feliz día de San Ignacio!

Que Dios nos bendiga.

Fraternalmente,

Rafael Velasco S.J. Provincial ARU

31 de Julio: San Ignacio de Loyola. Fundador de la Compañía de Jesús

Ignacio de Loyola (Iñigo López de Loyola, 1491-1556) cojeaba levemente tras haber sido herido en la defensa del castillo de Pamplona en el norte de España.

Inmóvil durante el reposo a que le obligó la lenta recuperación de su herida, vivió una conversión interior que fue el comienzo de ulteriores aventuras, haciendo de él un peregrino movido por una inextinguible devoción a Jesucristo.

Recorrió Europa, atravesando una y otra vez España, Francia e Italia. Se embarcó para alcanzar Tierra Santa, partiendo desde Venecia. Adoptó el nombre de Ignacio, que es cómo le conocemos, pero en sus memorias prefiere darse el nombre de “el peregrino”

Además de distancias físicas y carreteras sin fin, Ignacio cubrió una distancia histórica enorme. Partiendo del universo medieval de una familia de la baja nobleza vasca – orgullosa de su actitud de defensa del rey y hostil al creciente poder de las ciudades – recorrió el camino que llevaba al floreciente renacimiento de los estudios de París y de la reconstrucción de Roma donde trabajaban artistas como Miguel Ángel y reformadores como Carlos Borromeo. Vivió una etapa de transición jalonada por figuras señeras como Enrique VIII y María Tudor, Rafael y El Greco, Lutero y Calvino, Cervantes y Palestrina.

[…]

La más conocida imagen de Ignacio es la de esta última parte de su vida. Se le representa casi siempre como el adusto legislador que señala con el dedo las Constituciones que escribió para el gobierno de la Compañía. Él se pensó siempre a sí mismo como “el Peregrino”, que es el nombre que se dio constantemente al dictar su autobiografía al final de su vida.

Originalmente compilado y editado por: Tom Rochford, SJ

Traducción: Luis López-Yarto, SJ

Enlace al artículo completo: t.ly/0Sg6y

aros olimpicos continente por colores

Los Juegos Olímpicos de París

Hoy comienzan en París los Juegos Olímpicos. Un evento mundial capaz de parar guerras y de centrar la atención de millones de espectadores en todo el mundo. De poner en el mapa a países de los que nunca hemos oído hablar, de recordarnos la nobleza de algunos referentes del deporte y de emocionarnos con grandes gestas e imágenes que quedarán para la Historia. Ya su fundador, Pierre de Coubertain, intuía que en el deporte había una sabiduría espiritual, y conocía bien la importancia de armonizar cuerpo y alma.

Estos días no ganan sólo los medallistas y sus respectivos países. Tampoco gana sólo la ciudad de París, las grandes marcas o los adictos a este tipo de eventos. En unos Juegos Olímpicos gana la humanidad, porque es capaz de reunirse y de festejar la vida, tanto en lo individual como en lo colectivo. Países y banderas distintas, todos ellos capaces de competir bajo unas mismas reglas para saber abrazarse unos instantes después. Es el sano patriotismo que sabe reconocer que bajo colores e himnos hay personas, lejos de prejuicios, armas e intereses de otro tipo.

En un mundo en guerra, donde a veces nos parece que gana la discordia y donde demasiadas vidas humanas caen en el olvido, hoy empieza una fiesta que pone a las personas al servicio del bien común por medio del sacrificio, del esfuerzo, del compañerismo y de la sana competitividad. Como ocurre cada cuatro años, gane quién gane, los Juegos Olímpicos seguirán siendo una gran noticia, y esto, hoy por hoy, no lo podemos olvidar.

@Pastoralsj

Fallecimiento del P. Armando Raffo SJ

El P. Armando Raffo, SJ falleció la tarde del miércoles 17 de julio, en la Enfermería de Montevideo, Comunidad del Sagrado Corazón. Tenía 68 años de edad y 47 de Compañía y 37 de sacerdocio. El deceso se produjo a raíz de la enfermedad terminal que venía sufriendo en estos últimos meses.

Recemos por su eterno descanso y démosle gracias a Dios por su vida.


Homilía en la misa exequial de Armando Raffo SJ (por Juan José Mosca SJ)

Lo que hemos vivido en estos días es el “zafarrancho” que hace el Espíritu Santo en la vida de Armando.  El diccionario de la Real Academia define el zafarrancho como “la acción y efecto de desembarazar una parte de la embarcación para dejarla dispuesta para determinada faena”. El cuerpo de Armando se fue debilitando y vaciando para un viaje inesperado.

Armando estudió y admiraba a una mujer brillante intelectualmente, una judía alemana filósofa, Edith Stein, atea en un principio, que se convirtió al catolicismo y finalmente se hizo religiosa carmelita. Los nazis entraron en su convento y se la llevaron presa.  Ella marchó con otros cristianos al campo de concentración de Auschwitz y todos fueron asesinados con gas cianhídrico.

Traigo a colación esta mujer porque ella poco antes de morir confesó: “lo que no estaba en mis planes, estaba en el de Dios”.

Y esto fue lo que paso a paso Amando fue reconociendo hasta llegar a vivirlo en profunda paz.  Pero a nosotros nos confundió tremendamente  el misterio de esta enfermedad y su rápido desenlace.

Con muchos otros pedimos un milagro de curación. En mi caso se lo pedí al P. Cacho Alonso.  Y creo que el Señor nos escuchó pero vivimos otro Milagro del que deseábamos: la cantidad inmensa de personas muy distintas, visitas, mensajes, familias, comunidades, grupos (del Uruguay y del extranjero), que hicieron una peregrinación testimoniando un antes y un después que se dio en el encuentro con Armando. Esto nos develó un corazón abarrotado de nombres. Así celebró lo que algunos teólogos denominan el 8° sacramento: escuchar la voz del Pueblo de Dios.

Algo muy significativo de Armando en su relación con las personas es cómo se comportaba cuando descubría en ellos la debilidad humana. En muchos se frena la relación y nos hace sentir incómodos. Armando siempre encontraba un bypass para ir más allá y aprovechar el momento para reflejar la Misericordia de Dios. Su hermana Mercedes me decía que muchísimas veces le hizo descubrir lo que no veía del otro. Por eso en su familia se convirtió en un puntal, y alguien clave para mantenerse unidos como familia.

Armando recordaba una pequeña Biblia Latinoamericana donde un compañero jesuita, Romi Lezama, tenía escrito en la contratapa: “Muchas personas no podrán leer otro evangelio como Buena Noticia que tu misma vida” y esto Armando se lo tomó en serio con amistad, hechos, palabras, siempre amando, reconciliando, acompañando y sanando heridas,  mediando en los conflictos con esa inmensa paciencia que tenía siguiendo el modo divino de operar.  Muchos con él fueron descubriendo que la Fe en sus inicios es esa capacidad de ver nuevamente por primera vez algo amoroso,  verdadero y bello en situaciones y personas que hasta ese momento habían sido prejuzgadas como perdidas. Es lo que en la nueva evangelización llamamos el Primer Anuncio.

Cuando Armando entró en la Compañía de Jesús fue introducido en un carisma regalado a La Iglesia toda. En una capilla llamada de “La Storta” camino de Roma el Padre  le concedió a Ignacio por medio de María “el ser puesto con su Hijo” y luego llegaste a manifestar de que Jesús portador de la Cruz lo admitiese como su servidor y Jesús lo aceptó dirigiéndose a Ignacio con estas inolvidables palabras: “Quiero que tú nos sirvas”. Esto se grabó a fuego en el corazón de Armando.

Los judíos cuando celebran la noche de Pascua rezan una oración donde van recordando lo que el Dios Yahveh hizo por ellos. Lo que nosotros identificamos como el salmo 135. Y en cada paso cantan o gritan el Dajenú que significa “con eso hubiera bastado”…..pero siguen haciendo memoria y aparece el Éxodo y el paso del Mar Rojo y nuevamente cantan Dajenú y así recorren su historia……Nosotros con los cuentos de las visitas de Armando podríamos decir también Dajenú con la traducción que suelen hacer los jóvenes del Dajenú.  Señor muchas gracias con el regalo de Armando en nuestras vidas realmente “te pasaste”,  “está de más”.

Armando desde su fe cuando le confiaba a Cristo sus pecados, sus heridas y dolores….y le pedía que lo librara de eso,  también escuchaba siempre la misma respuesta dada a San Pablo: “Mi Gracia te basta… Yo me hago fuerte en la debilidad”.

Cuando Jesús muere en la cruz el centurión romano le escucha decir “Padre mío por qué me has abandonado” Y el centurión confiesa admirado “Este hombre realmente era Hijo de Dios”. Armando recibió de Jesús esa experiencia de filiación “tú eres mi hijo querido” (preanunciada ya muy temprano en el amor incondicional de sus padres sordo-mudos) y se la hizo sentir a muchos en momentos claves de sus vidas.

Ahora Dios se hará pobre en esta Eucaristía para enriquecernos con su pobreza y hacernos  fuertes en nuestra debilidad para que podamos vivir la Pascua de Armando con una profunda Esperanza…

Como decía el P. Arrupe: “En Él sólo la esperanza.”

Que así sea.


ARMANDO JOSÉ RAFFO STARICO

Ingresó a la Compañía el 27 de septiembre de 1976, en Montevideo.
Hizo sus primeros votos el 19 de octubre de 1978, en Montevideo.
Estudió Literatura y Humanidades en el año 1979.
Estudió Filosofía en Montevideo, en el período 1979-1980.
Realizó su Magisterio en Colegio San Javier de Tacuarembó, durante el año 1981.
Estudió Teología en Madrid, en el período 1982-1987.
Se ordenó sacerdote el 2 de agosto de 1986, en Montevideo, por Mons. Partelli.
Realizó la Tercera Probación en México, en el año 1990.
Estudios especiales:
◌ึEspecialidad: Teología
◌ึTítulo: Licenciado
◌ึ1987, Universidad de Comillas, Madrid
Hizo sus últimos votos el día 3 de diciembre de 1991, en Montevideo. El celebrante fue el P. Andrés Assandri sj.

PRINCIPALES TAREA APOSTÓLICAS
◌ึ 1988-1990. Socio. Montevideo. Asesor de la CVX Uruguay.
◌ึ 1991-1994. Socio. Maestro de Novicios. Noviciado en Uruguay. Profesor de Filosofía de la Religión y Director del Departamento de Ciencias de la Religión UCUDAL.
◌ึ 1995. Provincial. Maestro de Novicios. Noviciado.
◌ึ 1996-2004. Provincial. Miembro del Consejo de la CPAL. Montevideo.
◌ึ 2004-2009. Rector del Colegio Sagrado Corazón. Colabora en el equipo central de la CPAL. Colegio Sagrado Corazón. Montevideo.
◌ึ 2008-2013. Trabaja en el equipo central de la CPAL. Brasil.
◌ึ 2009. Coordinador del Sector Formación de la CPAL.
◌ึ 2013-2023. Corrientes. Vice Superior. Asesor de la CVX.
◌ึ 2014. Profesor en el Instituto Mons. Pironio. Asesor CVX. Encargado casa de EE.
◌ึ 2020-2023. Vice Superior de San Roque González de Sta. Cruz (San Miguel). Director de Contenidos del Centro Loyola. Colabora con la parroquia del Patriarca San José.
◌ึ Desde 2023: Vice Superior de la comunidad dependiente Ntra. Sra. de Fátima, en Montevideo. Colabora en las Parroquias Ntra. Sra. de Fátima y Santa María de la Ayuda, en Montevideo.

Sra. Selia Paludo. Asistente del Presidente de la CPAL para la Espiritualidad

El P. Rafael Garrido SJ, presidente de la Conferencia de Provinciales en América Latina y el Caribe (CPAL), ha nombrado a la Sra. Selia Paludo como su Asistente para la Espiritualidad.

Selia Paludo es laica brasileña, actual directora del Centro de Espiritualidad Ignaciana en Chile. Es acompañante de Ejercicios Espirituales de San Ignacio, así como acompañante espiritual de personas. Licenciada en Historia y Magíster en Psicología Holística. Diplomados en Liderazgo Ignaciano, Orientación Educacional, Ejercicios Espirituales, y en Liderazgo y Gestión de Equipos de Alto Desempeño.

Le deseamos nuestros mejores deseos a Selia en esta nueva misión.

 

Oficina de Comunicaciones de la CPAL

sociedad de la nieve. personaje de rodillas en la nieve

LAS CORDILLERAS DE LA VIDA. A propósito del éxito de un fenómeno social: ‘La sociedad de la nieve’

No puedo imaginarme pobreza ni humillación mayor que la que vivimos en la montaña. Pero regresamos de la muerte y aquí estamos. Pregunten, que les contamos. Hay muchos que hoy están escalando sus cordilleras, y nosotros podemos prestarles los zapatos que nos ayudaron a salir de la emboscada“. (Roberto Canessa, sobreviviente, 70 años. Médico cirujano especialista en cardiología pediátrica. La sociedad de la nieve, 2008. Pág. 27.

 

En el presente artículo pretendemos aportar algunas ideas desde la psicología –y particularmente desde la Psicología del Desarrollo– a la comprensión de una realidad social, el fenómeno inesperado y espontáneo como es el éxito de la película La sociedad de la nieve (2023) dirigida por el cineasta español J. Bayona y basada en el libro de 2008 de Pablo Vierci, escritor uruguayo  y compañero desde la infancia de los sobrevivientes de los Andes.

 

Si bien la primera película rodada sobre la llamada por unos “tragedia” y por otros “milagro de los Andes” se realizó con el título original en inglés Alive, en 1993,  sobre el libro de Piers P. Read, publicado en 1974, tan sólo dos años después del acontecimiento de la pérdida de rumbo e impacto descontrolado de un avión de las fuerzas aéreas uruguayas con destino a Chile con los miembros jóvenes de un equipo de rugby del colegio Stella Maris de los Christian Brothers de Montevideo, y en el que fallecieron 29 (pasajeros y tripulantes) y lograron sobrevivir en condiciones indescriptibles –físicas y psicológicas– 16 tripulantes durante 72 días, en el llamado Valle de las lágrimas, un glacial en medio de la cordillera andina entre Argentina y Chile.

 

El primero es un film de factura norteamericana, de gran éxito en su momento,  si bien se centraba en aspectos más llamativos como fue el conocimiento de la antropofagia de algunos de los cuerpos de los fallecidos por sus propios compañeros como explicación necesaria de la supervivencia y en los supervivientes y no en los que fallecieron a partir de los primeros momentos del accidente, ni en los que perdieron la vida unos días más tarde a consecuencia de una avalancha de nieve que sepultó durante horas la parte del fuselaje del avión que les servía de refugio.

 

La película de Bayona insiste en la creación espontánea de una sociedad de la nieve –una comunidad nueva, idiosincrática, en la que participaron antes de perder la vida todos sus componentes– presentando la resiliencia de todos ellos, la solidaridad, la generosidad y la presentación de la decisión de alimentarse a partir de algunos cuerpos de los fallecidos como una acción comunitaria –en el sentido de comunión– y generosa de los unos con los otros.

 

No es este el lugar para destacar los elementos cinematográficos, sino dos hechos significativos surgidos a partir del fenómeno del éxito de la película: el primero, la contemplación de las imágenes en el cine y, por primera vez, a través de una plataforma de streaming (Netflix), contando con cientos de millones de espectadores en un breve lapso de tiempo y, el segundo, la búsqueda y el visionado de contenidos relacionados –actuales o no–, lecturas, entrevistas, conferencias, encuentros… con los supervivientes hoy en día –hombres entre 70 y 75 años– que presentan una cosmovisión, una generosidad y un afrontamiento de la vida y sus vicisitudes como adultos –profesionales, padres, esposos, abuelos– y en el proceso de envejecer que hace pensar en la necesaria conexión entre el acontecimiento vivido en el año 1972 y el desarrollo personal consecuente.

 

Lo que aportaba el libro de Vierci, con los 16 relatos de los supervivientes, 36 años después, nos muestra un desarrollo personal llamativo de esos jóvenes ya como hombres adultos mayores, las entrevistas actuales, 52 años más tarde, nos dan la oportunidad de valorar su proceso de envejecimiento. Sin embargo, no entendemos el acontecimiento vivido como la causa de ese desarrollo –o al menos no sólo–, sino que se puede indagar acerca de los recursos psicológicos con los que contaban como jóvenes y que se implementaron con dicho acontecimiento, como ocurre o puede ocurrir con ese recurso psicológico fundamental para afrontar los acontecimientos importantes de la vida, que denominamos madurez.

 

Si los algoritmos tienden a presentarnos contenidos relacionados –como hoy sabemos– las imágenes más vistas, las conferencias y las entrevistas más escuchadas de estos hechos a través de sus protagonistas, vienen a configurar una Gestalt, que nos remite a una explicación psicológica en clave de madurez psicológica. Todos utilizamos este concepto –madurez– en nuestra apreciación de las personas (sea cual sea su edad)… “fue muy maduro ante este u otro acontecimiento, se hizo muy maduro después de…, es maduro para su edad, afrontó con madurez lo que le aconteció en aquellos momentos…” y, sin embargo, el constructo madurez psicológica no fue abordado como tal hasta los años 90 desde la psicología del desarrollo y, concretamente, desde los estudios de Zacarés y Serra en la Universidad de Valencia (España).

 

El tema se abordó desde dos aspectos complementarios: por una parte, respecto a lo que, a través de entrevistas, se consideraba ser maduro llegando a encontrar diferentes teorías o creencias implícitas sobre dicha consideración. El segundo aspecto se realizó a  partir de lo que se denomina nominación de sujetos de diferentes edades sobre alguna persona que considerasen maduros –que fueran nominadas como tales– y de las que se describieran sus principales características. Estos dos métodos se habían utilizado por autores de la psicología acerca de las creencias implícitas sobre el desarrollo infantil (Rodrigo et al. 1994) o sobre la sabiduría (Sternberg, 1994) entre otros, con muy buenos resultados. Ambas aportaciones venían a dar luz sobre un constructo, el desarrollo y la sabiduría.

 

Según el diccionario de la RAE, un constructo es una construcción teórica para comprender un problema determinado. En nuestro caso se trata de la madurez como constructo.

 

Veamos los principales resultados de modo sintético sobre estas dos maneras de investigar acerca de lo que es la madurez y sus características, con el fin de poder conectar dichos resultados con la madurez de los supervivientes de los Andes.

 

Existían previamente a nuestro estudio, desde la psicología de la personalidad (Allport,1961), descripciones de las características de la personalidad madura:

 

  1. a) Extensión del sentido de sí mismo: descentramiento psicológico y participación auténtica en actividades.

 

  1. b) Relación emocional con otras personas: relaciones con altos niveles de intimidad, capacidad para la empatía.

 

  1. c) Seguridad emocional: Aceptación de sí mismo mediante el equilibrio emocional y la tolerancia a la frustración.

 

  1. d) Filosofía unificadora de la vida.

 

  1. e) Percepción realista y aptitudes para la resolución de problemas.

 

  1. f) Autoobjetivación resaltando la importancia del conocimiento de sí mismo y el sentido del humor.

 

Nuestro punto de vista era distinto e impelía a la búsqueda de las diferentes creencias implícitas sobre lo que cada uno consideraba ser maduro   y si, a partir de las diferentes concepciones –si las había- se podían crear diferentes formas de ver y valorar la madurez de una persona. Las respuestas y la elaboración de las mismas nos permitieron crear un conjunto de teorías (o creencias implícitas) sobre la madurez donde el sujeto se ubica y que recibieron una etiqueta para su mejor explicación.

 

Estas teorías podían ser evaluadas por un cuestionario que denominamos Cuestionario de Creencias sobre la madurez (CCM2. 1998) de Zacarés y Serra. A partir de los resultados obtenidos –y contrastados en múltiples investigaciones a lo largo de 20 años– se encontraron cinco teorías denominadas –por su concepción de la madurez-–: Teoría de la resistencia, evolutivo-normativa, relativista-escéptica, humanista-constructivista y de Peter Pan.

 

En este espacio, sería demasiado extenso y por tanto no pertinente explicar cada una de las cinco concepciones encontradas, sin embargo, sus propias denominaciones pueden dar idea de los elementos que las sustentan. Baste decir que los sujetos no se sitúan exclusivamente en una teoría sino que son más afines a unas que a otras, mostrando una evidencia que, como ejemplo, podría ilustrar al lector. La teoría de la resistencia se encuentra más alejada de la teoría Peter Pan, mientras que la teoría evolutiva-normativa se encuentra más cercana a la teoría humanista-constructivista.

 

Por su parte, la llamada  relativista-esceptica se sitúa como una cosmovisión que considera que la madurez no es algo constante y construido sino que depende de las circunstancias e incluso de las tareas humanas a las que nos refiramos laboral, familiar, social…

 

Podemos intuir, pero sólo es una intuición no contrastada, que en estos jóvenes, deportistas, predominaba –por el modo de comportarse ante la adversidad extrema– la teoría de la resistencia ante los eventos de la vida  más que otras creencias acerca del afrontamiento de acontecimientos vitales. En segundo lugar, y a partir del método de nominación pedimos a los sujetos de diferentes edades nominar a alguien considerado, a su juicio, maduro, y definir sus características.

 

De dicha investigación (Zacarés y Serra, 2000)  se obtuvieron seis tipos de características agrupadas en factores, cuatro de ellas asociadas positivamente con la madurez y dos asociadas negativamente con la misma: autocompetencia, empatía, generatividad y competencia social, por una parte, y tensión emocional e inseguridad personal, por otra.

 

“Es decir, de estos resultados se deriva que la madurez es un constructo multidimensional y,  examinando cada una de las dimensiones, se puede defender que estas dimensiones se poseen y, a su vez, se van construyendo a lo largo del desarrollo según se vayan afrontando los diferentes acontecimientos que jalonan  nuestra vida.

 

Dado que, a lo largo del desarrollo, nos acontecen sucesos esperados, normativos y no normativos de mayor o menor impacto sobre nuestras vidas, el recurso personal por excelencia que nos permite afrontar dichos acontecimientos es la madurez psicológica. Es decir, la madurez se contrasta  y se construye ante los acontecimientos vitales.

 

Cabe preguntarse, a la luz del traumático acontecimiento que vivieron los supervivientes –y los que perdieron la vida  días después de la catástrofe en la cordillera de los Andes– en su mayoría jóvenes uruguayos, estudiantes, miembros de un equipo  de rugby, si poseían la madurez psicológica suficiente (al comienzo de los 72 días de odisea), si poseían dicho recurso, o fueron madurando con el paso de los días, construyendo los elementos que requieren un afrontamiento maduro ante el acontecimiento más duro que es posible para un ser humano y la toma de decisiones   necesarias e imprescindibles para sobrevivir. Conocemos que los recursos de los que disponían, como jóvenes, se asentaban sobre las fortalezas que requiere la práctica de un deporte (el rugby), de equipo, la capacidad de sacrificio que requiere el esfuerzo, la disciplina, la renuncia a la individualidad, unidos a  la espiritualidad cimentada tanto en su educación familiar como escolar.

 

Pero los jóvenes que cayeron en el accidente salieron transformados después de la puesta en marcha de recursos durante los 72 días hasta ser rescatados.

 

Esta evidencia llama aún más la atención en cuanto a su perdurabilidad y crecimiento a lo largo de los años, sujetos mayores que muestran –todavía más consolidadas– las características de sujetos maduros en su vejez. La autocompetencia –a nivel profesional y familiar–, la empatía hacia los compañeros en su proceso de supervivencia o su pérdida y sufrimiento previo así como la necesaria compasión hacia los familiares de los que no sobrevivieron y que han mantenido a lo largo de sus vidas y que esta película de 2023 pone de manifiesto como cierre de un círculo que había quedado abierto –no completado– y así lo valoran los sobrevivientes entrevistados hoy.

 

La competencia social con la productividad y disponibilidad hacia diferentes ámbitos en sus vidas a lo largo de estos 50 años y sobre todo la generatividad –cuya virtud es el cuidado de los otros, la transmisión de un legado para las siguientes generaciones que va más allá de sus profesiones y relaciones familiares. Sus relatos, podríamos decir sus historias de vida marcadas por el acontecimiento de la cordillera, muestran narrativas en clave de generatividad (McAdams 2024) como evidencia de la mayor muestra de madurez psicológica.

 

El acontecimiento de la cordillera es único pero en la vida de cada uno de los seres humanos, existen cordilleras –enfermedades, pérdidas, traumas inesperados…- que todos debemos afrontar y que la madurez es el recurso necesario para seguir adelante.

 

El cómo afrontemos dichos acontecimientos va a ir fortaleciendo –o debilitando- este recurso. De ahí la metáfora que utilizamos de la madurez como la mochila con la que nos preparamos para la vida, con la que subimos a las cordilleras que debemos traspasar todos en nuestro curso vital y los elementos que, puestos en marcha al afrontar las dificultades, van rellenando y completando el transcurrir de nuestras vidas de forma más o menos madura.

 

Por ello, y este es el objetivo de esta reflexión compartida, llama la atención el éxito de este mensaje de madurez ante los acontecimientos adversos y la fuerza de testimonios de vida tan alejados de influencias mediáticas y de mensajes de debilidad, de desvalorización del esfuerzo, de individualismo extremo, que predominan en los mensajes de las llamadas “redes sociales”. Este mensaje de afrontamiento maduro y construcción de una vida valiosa y “con sentido” (Frankl 1946, trad. 2015) que perdura a lo largo de los años e incluso se acrecienta y se amplía a los descendientes de todos ellos –sobrevivieran o no- es, sorprendentemente, un soplo de esperanza en el panorama a veces demasiado sombrío, de nuestra época.

 

(*) P. Vierci  (2008). La sociedad de la nieve. Ed. Debate.

 

EMILIA SERRA

t.ly/F0mh2

@RevistaCrítica

EVANGELIO DEL DOMINGO. ‘…no pasar de largo’

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.


Pedir sensibilidad para escuchar el clamor de las gentes y no pasar de largo

El evangelio del domingo pasado nos había mostrado que Jesús envía a sus discípulos a predicar y expulsar demonios. En este evangelio, ellos regresan para contarle a Jesús todo lo que han hecho. Él los acoge, tal vez, entendiendo el esfuerzo que supone la misión e invitándolos a descansar un poco. Alcanzan a irse en una barca a un lugar aparte, pero llega la multitud antes que ellos y ya no es posible el descanso. Jesús siente compasión de toda la gente porque los ve sin nadie que los guie y se pone a enseñarles.

Este texto es la antesala del primer relato de la multiplicación de los panes que meditaremos la próxima semana. Por ahora digamos que, para la misión, no es suficiente el envío -aunque sin él nadie puede atribuírsela. Para la misión es imprescindible mirar la realidad, comprenderla y responder a ella. Es necesario tener en cuenta a los destinatarios que, en este caso, Jesús describe como ovejas sin pastor. En otras palabras, quien realiza la misión ha de tener un oído en la realidad y otro en la Biblia, como han dicho algunos teólogos, porque hay que captar al Dios que acontece en la historia y se compromete con ella.

Digamos algo más: la misión reclama todas las fuerzas de los discípulos, todo su tiempo, toda su persona. En eso consiste la evangelización: en dar buenas noticias a la gente que tiene tanta incertidumbre, tanta dificultad, insatisfacción, necesidades vitales, situaciones difíciles. Pero no daremos buenas noticias si no conocemos las necesidades que las requieren.

La enseñanza que ofrece Jesús no tiene nada que ver con doctrinas, con temas, con mandatos, como a veces lo hacen muchos evangelizadores. Tiene que ver con las vidas de esas multitudes que necesitan una orientación, un horizonte distinto.

¿Cuáles son las necesidades de nuestros contemporáneos? ¿Qué necesitan las personas hoy en su vida concreta para que el evangelio sea una palabra de liberación y esperanza? Estamos muy preocupados porque se van alejando más y más personas de la Iglesia, pero no tomamos en serio las reformas urgentes que se precisan en “sujetos, estructuras, procesos y acontecimientos sinodales” como se está diciendo en el sínodo de la sinodalidad, para responder a los desafíos actuales. Conviene, entonces, agradecer la confianza que el Señor ha tenido al enviarnos en misión, pero, también, pedir la sensibilidad adecuada para escuchar el clamor de las gentes y no pasar de largo, ignorándolo. Por el contrario, responder con todo lo que podemos, con los mismos sentimientos que tuvo Cristo, siempre dispuesto a atender a las multitudes que le siguen.

Escuchar para ayudar

 

Podría parecer que escuchar es deber exclusivo del que tiene que aprender. Pero no. Es también necesario para quien quiera enseñar y ayudar. Cuando amamos a alguien le llegamos a conocer más profundamente y deseamos ayudarle, para unirnos cada vez más a él. Y para eso nos damos cuenta de que debemos escucharle. Claro que esto pide confianza y lleva su tiempo.

I

Escuchar, para los que forman a otros, requiere un “tiempo educativo”, necesario para dar paso en el otro a un nuevo conocimiento, que comporta un cambio de disposiciones y de actitudes.

Durante ese tiempo, la autoridad ha de compaginarse con la atención y la cercanía, la paciencia y la misericordia. La relación entre estos dos polos, la autoridad y la cercanía o el cariño, se decide en la profunda relación entre la verdad y el amor.

El educador debe aprender a escuchar. La realidad personal de sus alumnos (sus vidas en sus contextos) pide ser escuchada y “obedecida”, es decir, atendida, reflexionada, respondida. Y no solo al principio o en una aislada actividad, sino continuamente y como dimensión de toda la tarea educativa. De esta manera el educador aprende y solo se puede educar si se aprende, entre otras cosas, a escuchar. Y si es atendido y escuchado, aunque no se dé cuenta, el que aprende también enseña al que le educa.

Muchas cosas se aprenden o profundizan solo cuando se escuchan de los demás, o incluso cuando uno mismo las expresa a otros. De ahí la importancia de la familia y de los grupos en toda tarea educativa.

II

Pues bien, como sucede con el conocimiento propio del amor, la fe es una escucha personal, unida a la adhesión, a la búsqueda de unión y al seguimiento (cf. Jn 1, 37; 10, 3-5).

La Biblia presenta la fe ante todo como un don de Dios, y también como “escucha” por parte del hombre. El conocimiento de la fe –como se observa desde Abrahán– está ligado a la alianza de un Dios fiel. El Dios vivo establece una relación de amor con el hombre y le dirige la Palabra que interpela personalmente a quien escucha.

Por eso San Pablo dice con expresión que se ha hecho clásica: fides ex auditu, “la fe nace del mensaje que se escucha”  (Rm 10, 17). La fe es confianza y respuesta, que proviene del fiarse de Dios y por tanto de escucharlo. Y así estar disponible para para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios (cf. encíclica Lumen fidei, nn. 13 y 29).

Porque la fe es escucha es también respuesta, que se traduce en coherencia de vida ante Dios y en forma de anuncio dirigido a otro. Así el cristiano colabora, con su palabra, en la transmisión de la fe. Ahora bien, la primera “palabra” es la autenticidad, la coherencia de la propia vida.

Que la palabra, especialmente la del educador en la fe, deba acompañarse y, más aún, ser precedida por la vida, es reflejo de la “pedagogía divina”. Dios se ha comunicado a los hombres “con palabras y con obras” (Concilio Vaticano II, const. Dei Verbum, 14). Y Jesús “hizo y enseñó” (Hch 1, 1). Así los acontecimientos de la historia de la salvación (por ejemplo en el pueblo de Israel), y más todavía los hechos de la vida de Jesucristo, son como las primeras “palabras” de Dios, que luego son explicadas por los profetas y sobre todo por Jesús, que es la misma Palabra hecha carne.

De esta manera las obras realizadas por Dios y especialmente por Cristo manifiestan y confirman las realidades que la doctrina o las palabras significan. A su vez, las palabras proclaman y esclarecen el misterio contenido en el obrar divino.

Por ejemplo, el paso del mar Rojo era prefiguración de la salvación que Cristo ha traído por el Bautismo, sacramento que nos hace hijos de Dios en su Hijo, tal como el mismo Cristo nos enseñó al querer ser bautizado por Juan y al hablarnos de renacer del agua y del Espíritu (Jn 3, 5).

Palabras y hechos, hechos y palabras. Por eso las enseñanzas del educador en la fe no pueden desvincularse de la autenticidad y coherencia de su vida cristiana y de su conducta. De nada serviría un catequista o un profesor de Religión que enseñara una cosa diferente de la que vive o intenta vivir. La educación en la fe, como parte de la evangelización, es al mismo tiempo testimonio y anuncio, palabra y sacramento, enseñanza y compromiso.

Que la fe es escucha significa que procede de otro y no de uno mismo. Como respuesta, la fe forma parte de un diálogo; diálogo con Dios y diálogo con los demás. La fe cristiana abre a la oración y se manifiesta también a la hora de confesar o profesar la fe: sólo se puede responder “creo” en el contexto del “creemos”; es decir en el “nosotros” de la familia de Dios que es la Iglesia (cf. enc. Lumen fidei, n. 39).

La confianza entre las personas es fundamental en la vida humana y sin ella no existiría la sociedad. En el ámbito de la fe cristiana, el que escucha reconoce los contenidos de la fe, es decir, el conocimiento propio de la fe que le lleva al amor a Dios y al prójimo. Todo ello lo acoge en libertad y lo sigue en obediencia (del latín: ob-audire, saber escuchar). Por eso San Pablo habla de la “obediencia de la fe” (Rm 1, 5; 16, 26). El Magisterio de la Iglesia es fiable porque él mismo se fía de la Palabra de Dios que escucha, custodia y expone (cf. Lumen fidei,  49; Dei Verbum 10).

La fe requiere un tiempo para que la Palabra sea anunciada y sea escuchada. Es el tiempo del seguimiento, de la escucha y de la respuesta. Es el “tiempo educativo” de la fe, el tiempo que requiere hacerse cargo de la verdad, del bien, de la belleza. El educador de la fe debe ser paciente y misericordioso. Saber esperar, perdonar, recomenzar una y mil veces, pedir luces para acertar, rectificar cuando sea necesario, siempre buscando el bien y nada más que el bien para aquellas personas que se le confían.

III

“Escucha Israel” (cf. Dt 6, 4) es el origen de la oración judía de la Shemá, recogido en la Biblia. También Jesús escucha y aprende de María y José. Luego escucha a los discípulos para enseñarles, a los enfermos y desvalidos, pobres y pecadores, para ayudarles. Escucha en silencio a Pilatos y a los que le maltratan. Y siempre escucha, ante todo, a su Padre en el diálogo de la oración. Jesús, que es Palabra eterna del Padre, quiere escucharle siempre, para unirse a Él por el Amor y manifestar ese amor al mundo.

Siguiendo el ejemplo de Jesús y unido a Él, el educador en la fe –padre o madre de familia, catequista, maestro o profesor, formador– debe escuchar diariamente a Dios en la oración. Así puede discernir Su voluntad, Sus caminos, Sus lecciones, para uno mismo y para los demás.

Y de esta manera se comprueba, sobre todo aquí, en la educación de la fe, que todos enseñan y todos aprenden. Unos y otros “obedecen” en distintos modos. El educador es un referente especial, por sus dones y formación, que le hacen más responsable ante Dios, la Iglesia y la sociedad.

Decíamos que muchas cosas se aprenden o profundizan solo cuando se escuchan de los demás, o incluso cuando uno mismo las expresa a otros. Esto es aún más importante en la educación de la fe, puesto que la fe viene en gran parte por el oído. Y se recibe, se vive y se transmite en la familia de Dios, la Iglesia. Y tiene consecuencias culturales, sociales y eclesiales. Hay que aprender a escuchar sobre la fe en familia.

Escuchar a los demás, para poder ayudarles, forma parte de escuchar a la realidad con el fin de comprenderla. Y aquí se trata de hacerlo siempre desde la fe, en la fe, escuchando al Espíritu Santo para secundar sus inspiraciones.

 

Ramiro Pellitero

t.ly/vhEwG

La oración judía de las mujeres

LA ORACIÓN de las mujeres judías representa un vasto campo de verdad en la literatura hebrea y abre cuestiones complejas. De orígenes antiguos, rastreables ya en la Torá. El ejemplo más arcaico sea el cántico de Miriam acompañado por el coro femenino con danzas y tambores que sigue al cántico de Moisés después de que el pueblo judío cruzara el Mar Rojo (Éxodo 15,20-21). Otras dos mujeres lograron elevar cánticos al Señor como ningún hombre lo hizo jamás: la profetisa Débora tras la victoria sobre Sísara (Jueces 5,1-31), y Ana que suplicó al Señor poder ser madre (Samuel 1,13). Esta súplica silenciosa en la que la desesperación de la mujer se revela en el movimiento de sus labios, viene seguida de una posterior oración de alabanza por el nacimiento de su hijo Samuel, el futuro profeta, que inspirará la súplica de la mujer en busca de un hijo y que tiene su precedente en las invocaciones de matriarcas estériles, empezando por Raquel (Génesis 30,6).

Desde el principio, la oración femenina ha tenido un papel significativo en el ámbito público y en el privado y se ha caracterizado por sus temas y estilos personales. A las antiguas oraciones de alabanza y súplica se suman las vinculadas a las mitzvot (mandamientos) dirigidas específicamente a las mujeres, así como los hombres se reservan para otras cuya ejecución debe ser a una hora o parte del día establecida. Así, por ejemplo, las mujeres no están obligadas a usar el talleth ni a ponerse tefilín (ambos accesorios litúrgicos) precisamente porque son mitzvoth relacionados con momentos específicos del día. Hay excepciones en las que las mujeres cumplen mandamientos litúrgicos en momentos específicos: la participación en el seder de Pesaj, la lectura de la Meguilat Esther en Purim y el encendido de las luces de Janucá.

Encendido de las velas

A ellos se suma la oración vinculada al encendido de las velas de Shabat, la primera festividad mencionada en la Torá y observada hasta por el Señor (Génesis 2,3). Es la mujer de la casa quien tiene el honor de cumplir esta mitzvá, a diferencia del hombre que da la bienvenida al Shabat participando en la oración en la Sinagoga. Como explica el Talmud, la mujer tiene el privilegio de acoger el sábado en su hogar.

Mi madre bendice las velas como en el cuadro de la lituana Antonietta Raphaël (1895-1975), la pintura más representativa de este momento femenino íntimo y doméstico. La obra, creada en 1932, plasma el instante más solemne de la mujer judía cuando enciende las luces que consagran la entrada al Shabat. En el lienzo, Antonietta Raphaël expresa un doble homenaje: A su madre Chaya y a la tradición que se convierte en base sólida y fundamento de su futuro, emblema de una religión que se transformará a lo largo de su vida de mandamiento a recuerdo. La obra ofrece una mirada conmovedora de la tradición y la espiritualidad femenina dentro de la familia judía.

La figura de la madre que perpetúa este antiguo ritual representa una profunda conexión con la historia y la cultura del pueblo judío que transmite sus valores e identidad a través de generaciones. En el centro de la imagen está la figura de la madre, cuyo rostro está iluminado por la luz de las velas que simbolizan el carácter sagrado y la tradición del Shabat. Las manos levantadas en gesto de oración, mientras su mirada parece absorta en el profundo significado de este antiguo ritual, representa el momento de conexión espiritual y gratitud hacia el Creador por el regalo del Shabat.

El detalle de la ventana al fondo desde donde se ve el sol de poniente, momento en el que la luz del día da paso a la noche, resalta el significado temporal de la ceremonia del encendido de las velas que marca el descanso sagrado y la renovación espiritual. La obra de Antoinette Raphaël captura magistralmente la esencia y la belleza de un momento tan significativo en la vida judía y transmite una sensación de paz, continuidad y devoción. A la dimensión doméstica e íntima, que hace de la oración de la mujer un momento privado e individual, pasamos a la dimensión pública y de sinagoga donde la mujer no tiene obligaciones. Su presencia no es marginal.

La madre

Maurycy Gottlieb (1856-1879) un año antes de su muerte, creó uno de los cuadros más representativos de su joven vida. Se trata de Judíos orando en la sinagoga de Yom Kipur, hoy conservada en el Museo de Arte de Tel Aviv. La artista, que fue una gran protagonista de la pintura judía polaca, logró plasmar con maestría toda la solemnidad del día del Kippur, ocasión en la que el pueblo judío hace teshuvà (“retorno”, arrepentimiento) mediante un ayuno de 25 horas acompañado exclusivamente de oración. La obra gira en torno a la imagen de la propia Gottlieb, que se representa a sí misma en tres momentos diferentes de su vida, son las mujeres retratadas al fondo las que dominan con su presencia.

En el conjunto de rostros podemos ver a la mujer amada por la artista, Laura Henschel-Rosenfeld, que aparece dos veces. Arriba a la izquierda está de pie con la mirada dirigida al espectador, como si nuestra presencia la hubiera distraído. Sostiene el libro de oraciones cerca de su pecho, con los dedos entre las páginas. La volvemos a ver a la derecha con la mirada inclinada hacia otra mujer a la que le susurra algo.

Probablemente sea la madre que, a pesar de mirar hacia nosotros, está absorta en la lectura del libro que tiene en la mano. El equilibrio armonioso del gran lienzo se debe a la disposición piramidal de las figuras masculinas lo que da al cuadro una sensación de estabilidad y orden visual dictado por la fuerte simetría de la composición, trazada por la columna que continúa en la imagen de la Torá en manos de uno de los asistentes. Esta disposición se ve contrarrestada por la posición horizontal de las mujeres que aparecen detrás, pero más arriba que los hombres en primer plano. Además de dar una armonía a la obra, podría tener un significado más profundo, en el que la oración de la mujer es percibida por la artista como una culminación imprescindible, no solo para la función litúrgica, sino para la existencia misma del hombre.

La oración doméstica femenina adquiere una función más compleja que la oración pública. Según la Torá la esfera pública es la del compromiso, donde la persona es llevada a asumir un papel, a ponerse una máscara. Pensemos en una de las heroínas judías más famosas de la historia, Esther, que significa “oculta”. Habiendo entrado en la corte y en el corazón del rey persa Asuero, a quien había ocultado su identidad, Ester invocó al Señor para que salvara a su pueblo del plan mortal de Amán.

El análisis de la oración de las mujeres judías a través de las obras de arte de Raphaël y Gottlieb nos ofrece una perspectiva fascinante sobre la dualidad y complejidad de este aspecto de la tradición judía. Desde antiguas súplicas silenciosas hasta expresiones públicas, emerge el papel fundamental de la mujer en el ámbito doméstico y en la educación de los hijos. A través de la práctica y la memoria, la oración femenina se convierte en un puente entre el pasado y el presente, uniendo generaciones y subrayando la continuidad milenaria del pacto con el Señor.+


*Artículo original publicado en el número de abril de 2024 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva