Para Sentirse Iglesia: 3 Actitudes

De las reglas que propone San Ignacio al final de los Ejercicios Espirituales para ‘Sentirse Iglesia’, podemos inferir 3 actitudes a las que se nos invita:

Obediencia

Creer en la Iglesia supone obedecer. Pero no es la obediencia de quien acata pasivamente lo que se le manda, sino aquella que se ejerce con madurez y libertad. La invitación es a una ‘obediencia creativa’ que nazca del deseo de hacer lo mejor posible dentro de una Iglesia que es de Dios pero que también es mía y de cada uno. Implica asumirnos parte de la Iglesia, de su misión y de la misión a la que cada uno, dentro de ella, ha sido enviado para ponerse al servicio.

Actitud Positiva

Esta actitud positiva se refleja en el verbo ‘alabar’, que aparece en gran parte de las reglas de San Ignacio para sentirse Iglesia. Esta actitud requiere, por un lado, una disposición a encontrar la presencia de Dios que habita e impulsa la Iglesia; pero desde un espíritu crítico bien entendido. Que implica no sólo señalar lo malo sino desde la actitud de quien desea colaborar con la edificación de la Iglesia, preguntándose qué podemos hacer, como tal, frente a los problemas actuales. Al mismo tiempo, frente a los defectos de la Iglesia, Ignacio recomienda denunciarlos frente a quien pueda hacer algo para remediarlos.

Justo Equilibrio Espiritual

Esta actitud implica buscar un justo equilibrio entre los diferentes componentes de la vida. Tarea que apela a hacer un uso pleno de nuestra realidad humana y a dejarse guiar por el Espíritu Santo para encarar maduramente la tensión entre la diversidad de tensiones:

-Equilibrar Fe y Razón. Esta llamada tiene que ver con poder crecer, por un lado en relación afectiva con Dios y su Iglesia, y por otro, poder dedicar tiempo a una formación que permita hacer más sólida la propia fe desde la razón y no sólo desde los sentimientos.

-Equilibrar Fe y Obras. Un desafío muy contemporáneo que implica hacer dialogar dos modos complementarios de estar con Dios y de ser Iglesia. Por un lado, dedicar tiempo para crecer en intimidad y relación personal con el Señor a través del encuentro con él en la oración y la vida comunitaria. Pero también, aprender a estar cerca suyo reconociendo que está presente en nuestros hermanos y buscando acciones concretas en las que poner nuestras manos a disposición de la construcción de su Reino.

-Sopesar Pecado y Gracia. Una tensión constante que nos exige asumir la realidad en toda su complejidad para vivir en el tiempo y en la historia en la que nos ha tocado vivir. Estamos llamados a no intentar simplificar la visión y tampoco idealizar personas o situaciones, que pueden llevarnos a pensar en ciertas cosas como llenas de santidad y otras como atravesadas o determinadas por su pecado. “Cuando percibimos pecado, debemos abrir inmediatamente el ojo para descubrir la gracia”.

 

Arquitectura para la Educación

Alumnos de la UCC ha propuesto para la tesis final de su carrera, un proyecto de refuncionalización arquitectónica de las instituciones educativas para adaptarlas a las necesidades que plantean las escuelas hoy y posibilitar cambios en los modelos educativos imperantes.

Martina Demaría, Araceli Toledo y Gabriel Bolaño son arquitectos egresados de la Universidad Católica de Córdoba (UCC). Su trabajo final de carrera Escuela Ya vol 1. y vol. 2, consistió en un programa arquitectónico para reformular los edificios de las escuelas públicas cordobesas con el fin de crear distintos espacios de aprendizaje diferentes al aula tradicional.

Un aspecto interesante, es que se plantearon reestructurar o redefinir los edificios existentes en lugar de hacer nuevos. Además, aplicaron el programa para plantear soluciones en tres escuelas con características muy diferentes: Jerónimo Luis de Cabrera; Presidente Sarmiento y Deán Funes. La idea fue comprobar que el plan se adapta a las múltiples problemáticas existentes en las escuelas de nuestra provincia.

¿Cómo surgió la idea de trabajar esta temática?

A—Todo surgió a raíz de una nota periodística que leí y que se titulaba “Las escuelas como cárceles”. El artículo hacía una analogía a nivel edilicio entre ambas: aulas y celdas; pasillos, patios, etc. Lo cierto es que muchas disciplinas han evolucionado en el tiempo y los cambios son visibles, pero la educación sigue siendo lo mismo de hace más de 100 años atrás. No hay una evolución a nivel arquitectónico–educativo. De allí surgió la idea de comenzar a investigar desde lo arquitectónico: cómo las estructuras influyen sobre la educación y viceversa.

G—En nuestro trabajo decidimos que mejor que hacer escuelas nuevas, era redefinir las existentes. Nos planteamos que el dinero que se utiliza para hacer nuevas escuelas, se puede utilizar para reestructurar todas las que ya existen aplicando este plan y analizando los problemas específicos de cada una para generar un cambio.

M—Por el cartel político, hay lugares donde cada tres cuadras hay una escuela y muchas están deshabitadas. Además, en general se construyen a nivel masivo sin tener en cuenta el barrio y las necesidades específicas de cada zona. No todas las escuelas deberían ser iguales.

¿A qué apuntan con estos cambios?

A—El aula y la forma de enseñar unidireccional tal cuál como existe hoy con un profesor en frente de la clase, es una de las formas de aprender y de enseñar. Pero existen muchas otras formas, situaciones y lugares de aprendizaje, la cuestión es diversificar esos espacios.

G—Dentro del programa hay distintos espacios de aprendizaje, algunos se parecen a los lugares formales con una pantalla al frente, otros están para trabajar en talleres.

M—La propuesta cambia el movimiento dentro de la escuela y por lo tanto cambia el programa. Definimos lugares de pertenencia donde los chicos pueden dejar sus cosas pero luego la idea es que utilicen varios espacios. Así, todo lo que es tecnología y soporte escrito estaría por toda la escuela. La información ya es accesible en todos lados a través de los dispositivos móviles. De esta forma, el profesor está para guiar en la realización de un trabajo, para sacar dudas, y no solo para transmitir contenidos que los chicos pueden obtener de muchas otras maneras. Otra cuestión es la conexión entre el edificio y la calle para que la escuela y el barrio interactúen. La gran mayoría de las escuelas no la tienen y en general son edificios que están cerrados a la comunidad.

 arq-escuela

¿Cómo debería ser la escuela?

M—En la investigación que realizamos, vimos muchos casos en todo el mundo y nos sorprendió conocer propuestas de 1930 que son muy vanguardistas para la época (y aún para hoy). Son casos especiales, pero lo que pudimos ver es que no se ha avanzado mucho sobre estas propuestas. En Córdoba lo más parecido a lo que planteamos sería el Colegio Manuel Belgrano.

G—En general se trata de intervenciones que agrandan los espacios, los hacen más útiles y accesibles y cambian todo el funcionamiento de un edificio.

Escuela Ya. Presidente Sarmiento

¿Por qué la elección de estas tres escuelas?

A—Elegimos tres escuelas totalmente diferentes (en relación a la época de construcción y situación urbana) para demostrar que el plan es aplicable a lugares con distintas características.

M—El trabajo se basó en transformar los espacios a nivel cualitativo para que se asemejen a un lugar al que me gustaría llegar. El programa redefine el uso de las condiciones de la escuela (cómo debería ser ese espacio a nivel cualitativo)

¿Cómo fueron las distintas experiencias?

G—Yo trabajé con el Jerónimo Luis de Cabrera, un edificio de 1909 del orden Neoclásico. Es una escuela de época y tiene toda la carga de patrimonio encima. En este caso, hubo que resolver muchas cuestiones de barreras arquitectónicas como escaleras y desniveles, y también el tipo de construcción porque tiene muchas paredes que soportan toda la estructura del edificio. Son paredes que en general no se pueden tirar, así que a la hora de agrandar espacios se complica. Además, es una escuela donde se trabaja en torno a un claustro por lo que mi trabajo fue tratar de romper esa centralidad. En lo que respecta a la conexión, intenté eliminar las barreras arquitectónicas para que se pueda convertir en un espacio accesible. La fachada en general se conserva aunque en este sentido, los tres estamos de acuerdo en que el patrimonio no debería condicionar la función específica que tiene un edificio.

A—Yo trabajé con la escuela Presidente Sarmiento (de 1936), de barrio Cofico que es moderna. Tiene jardín de infantes, nivel primario y secundario, y todos conviven en un espacio pequeño, por lo que tienen un problema funcional bastante complejo. Además de esta intervención a nivel programa, la propuesta fue hacer una reconfiguración del viejo edificio y la incorporación de uno nuevo, articulado con los existentes con un espacio común y otros particulares.

M—Yo abordé el caso del Dean Funes que es de1969. Tiene mucho espacio desaprovechado y está ubicado en un barrio sobrepoblado como es Nueva Córdoba. En mi propuesta la escuela conserva y agrega lugares de aprendizaje y propone la incorporación de un gran espacio público accesible a la gente.

Fuente: Noticias UCC

 

Más Allá de los Ídolos

Frente a la necesidad de todas las personas de tener algo o alguien a quien admirar, dos actitudes o modos de considerar al otro: cómo un ídolo o como un ícono.

Por Dani Cuesta, SJ

Hace poco murió un jesuita muy conocido y admirado por su vida entregada sin reservas a los demás. Hubo mucha gente que después de su entierro comenzó a hablar de él como si fuera un superhéroe del altruismo humano o un todoterreno de la ayuda a los demás. Pero curiosamente eran pocos los que hablaban de él como un hombre traspasado por la vida de Jesús, cuyo afán era el de intentar hacer presente su Reino en nuestras circunstancias.

Los ídolos se agotan en sí mismos, mientras que los iconos nos llevan a mirar más allá. Piensa en el deporte, o en la música. El ídolo termina haciendo que todo gire en torno a sí mismo. Al final ya lo importante no es la belleza del deporte, la habilidad o talento, sino sus tatuajes, sus romances o sus salidas de tono.

En el fondo todos necesitamos algo o alguien que admirar. También para creer, nos hacen falta realidades concretas. De este modo, aplaudimos a los misioneros en tierras lejanas, los que dedican todas sus energías a cambiar la sociedad, o incluso admiramos las imágenes e iconos de los templos, las ideologías, maneras de entender el Evangelio etc. Pero hay el peligro de que se conviertan en ídolos si nos quedamos tan solo en ellos sin ir más allá; si llegan incluso a ensombrecer y tapar a Jesús y su Buena Noticia.

Por ello creo que deberíamos tener dos actitudes fundamentales delante de nuestros ídolos (sean muchos o pocos, grandes o pequeños). La primera es la de aceptación, no de los ídolos sino de la necesidad humana de tener imágenes y modelos que nos permitan aterrizar la fe (que aparece numerosas veces en la Biblia y en la historia de la humanidad). Aceptar que somos limitados y que ante la dificultad que implica el creer en algo inabarcable, muchas veces nos refugiamos en realidades delimitadas y concretas.

Y la segunda, sin duda mucho más importante, es la del deseo de superar estos ídolos e intentar caminar por el camino de la fe (aunque ésta implique dudas). Es decir, no caer en la trampa de mirar al dedo que apunta a la Luna, sino más bien sabernos servir de él como un indicador que, lejos de encerrarnos en nosotros mismos, nos abre a un Dios que es mucho mayor que todo lo que podamos imaginar.

Fuente: Pastoral SJ

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 9 de Julio

Evangelio según San Mateo 11, 25-30

Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.

Reflexión del Evangelio – Por Ignacio Puiggari SJ

Intentemos escuchar la palabra del Evangelio que nos lleva hacia lo que Jesús en una ocasión quiso decir. Pensemos que esta lectura tiene un regalo para darnos; está envuelto en palabras y frases, pero ahí está. Sólo los pequeños saben lo hermoso que es recibir regalos y con el corazón atento, acordes a la ocasión, esperan por él. Algo nos dice Jesús de esta gratuidad y este peculiar poder del dar, muy diferente al poder que nos otorga el saber y la prudencia social con la que aprendemos a acomodarnos en este mundo.

Y sí, poder nos da mucho placer; pero ello no nos gana, sin embargo, el sentir la incondicional gratuidad de Dios. Más bien parece que hay un punto, un tiempo, una ocasión donde el cúmulo de esfuerzos humanos se quiebra para aligerar esa bienvenida al don de Dios. Y este suceso nos recuerda siempre que el hombre no puede bastarse a sí mismo, que la utopía del éxito y la autosuficiencia son una carga que no nos merecemos. Hijos en el Hijo por la abundancia de Dios Padre nos merecemos vivir de su gratuidad. Nos es legítima esta pobreza de pequeños que anhelan y quieren conocer el regalo prometido. Busquemos, pues, desandar estas palabras del Señor atentos a su regalo.

 El evangelio tiene tres partes: la primera es la alabanza de Jesús al Padre; la segunda, su dar a conocer la íntima relación entre el Padre y él mismo; finalmente, la invitación que nos hace a descansar en él y cargar su yugo. Así descubrimos algo de cómo es Jesús: es alguien que reza, alguien que da a conocer a otros su experiencia del Padre y alguien que invita. Esto no es menor. Imitarlo en este sentido sería sugerente: rezar, comunicar a otros nuestra experiencia de Dios e invitar a otros. Hay mucho bien condensado en ello.

Además, poniendo atención a los verbos, notamos que en las dos primeras partes la pareja “ocultar y revelar” se repite y se asocia a la pareja “cargar y descargar” del tercer momento. Podríamos decir que vivir con un Dios que no aparece es muy pesado y difícil, ¿quién puede acaso cargar con el yugo de una vida intrascendente? Y a pesar de que llenamos con saberes, ocupaciones y poderes esta ausencia, el agobio y la aflicción persisten. Sin embargo, está el deseo y la invitación del Padre por medio de Jesús ¿Y cómo verificar su llamado si no es a través de ese profundo alivio existencial que produce su voz? Pues seguramente se trate de una voz serena que nos inspire a poner en orden el mundo de nuestros afectos (saberes, ocupaciones, vínculos) y a descansar en el centro de su Amor. Descansar no significa no hacer nada, sino más bien cargar su yugo, es decir, poner sobre nuestras espaldas la certeza de su amor que nos impele al eco de una respuesta semejante. Sentirnos amados, deseados por el Padre es un regalo. Sabemos que decirlo y escribirlo es una cosa, pero sentirlo y recibirlo, otra. Puede ocurrir en cualquier momento: en una oración, un servicio o en la venida de un prójimo. Como un ladrón puede asaltarnos a media noche y solicitarnos un destino. Pidamos entonces la gracia de este regalo de cuya primicia siempre inédita nacen las respuestas más genuinas de nuestro amor.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

 

 

 

Arturo Sosa SJ: “He sentido la Serenidad de Quien Se Pone en las Manos del Señor y de los Compañeros”

Entrevista al P. Arturo Sosa SJ, que habla de su experiencia como Superior General de los jesuitas, a meses de haber asumido el cargo.

¿Cómo se encuentra el P. Sosa tras estos primeros meses como General de la Compañía de Jesús?

Acabo de cumplir siete meses desde la elección. Ha sido una temporada intensa desde todo punto de vista. Afectivamente me ha supuesto el proceso que todos vivimos cuando recibimos inesperadamente una nueva misión comprometedora.

Inmediatamente he tenido que tomar las responsabilidades del cargo, al mismo tiempo que continuaban los trabajos de la Congregación General (duró un mes más). Es una experiencia de aprendizaje sobre la marcha, solo posible por el apoyo cualificado del equipo de Consejeros, Asistentes, Secretarios, compañeros y compañeras que hacen de la Curia General un auténtico equipo de consulta y discernimiento. Me he sentido también espiritualmente consolado y desafiado. He sentido la serenidad de quien se pone en las manos del Señor y de los compañeros. He sentido profundamente lo que significa pertenecer a la Compañía de Jesús. Un grupo de compañeros dispuestos a servir la misión de Cristo, por tanto, confiados en que es Jesús quien se ocupa de ella, nos acompaña todos los días e inspira nuestro discernimiento.

¿Considera el P. Sosa que en la vida consagrada estamos decididos a ganar en agilidad para responder mejor a los retos de la pobreza en el mundo? ¿Estamos liberándonos de inmuebles del pasado para servir a la misión?

En la vida religiosa percibo dos actitudes distintas. Unos son los que se ubican ante los cambios del mundo, la Iglesia y las congregaciones de vida consagrada resignados a aceptar lo inevitable, aunque no siempre deseado. Otros, en cambio, los viven como llamada a contribuir a sembrar el evangelio en tierra nueva y desean adentrarse en la situación cambiante, aunque asuste no conocer bien el terreno. La primera se alimenta de la nostalgia del pasado y se resigna a “hacer lo que se puede” en el presente, con menos personal, instituciones con menor impacto social y sociedades secularizadas. Se plantean, entonces, los reacomodos necesarios para prolongar el testimonio y el servicio.

La segunda acepta el consejo del Concilio Vaticano II de ir a las fuentes carismáticas, al origen de cada congregación, y se dispone a escuchar el llamado que le hace hoy el Espíritu. Se preocupa menos del número de personas con las que cuenta o de la preservación de obras (inmuebles incluidos) que de responder con creatividad a lo que nos indican los signos de los tiempos. Se plantea, entonces, nuevas formas de vida comunitaria, de organización apostólica y de vinculación con la Iglesia y el mundo.

Considero que la vida religiosa está en un proceso de descubrir su identidad propia en la “Iglesia en salida” que propone el papa Francisco.

Formamos parte de un plan de Dios. El Espíritu está suscitando las vocaciones que quiere y como quiere. ¿Entendemos en la vida religiosa esta reducción drástica de nuestros números? ¿Estamos trabajando para recrear una nueva vida consagrada que comparta vida y misión con otras formas de seguimiento?

Con todos los cristianos buscamos hacernos discípulos del Señor Jesús y compartimos la misión evangelizadora. Con muchos otros seres humanos nos comprometemos en la tarea de humanizar este mundo roto por la injusticia social, la explotación personas y pueblos, la pobreza, las guerras, la violencia cotidiana… La fecundidad de la vida religiosa depende más de la calidad de su compromiso cristiano que del número de sus miembros. La reducción del número podemos leerla como una llamada a la radicalidad de nuestra consagración, preocuparnos más del ser que del hacer. Seguimos deseando muchas vocaciones y pidiéndoselas al Señor. Al mismo tiempo nos esforzamos en mejorar nuestra calidad de vida consagrada y colaborar generosamente en la misión de toda la Iglesia en la que cada quien responde a su vocación.

Fuente: CPAL SJ

Reglas para sentirse Iglesia: La Iglesia como Misterio

Concebir a la Iglesia como misterio implica tener una visión creyente de realidad. Creer en un Dios que habita y que actúa en ella, y en una acción y existencia que no siempre podamos encasillar dentro de nuestros esquemas humanos. La actitud a la que, de fondo, nos invita Ignacio es la del respeto ante el misterio. Un misterio querido por Dios y que define la esencia y el por qué de la existencia de la Iglesia mucho más que otros conceptos, como institución jurídica o grupo…

Para aproximarnos a la comprensión de este misterio, hay tres características iluminadoras puestas por Ignacio a lo largo de las reglas:

1. Definir a la Iglesia como Esposa de Cristo.

Con ello se define el tipo de unión que tiene Cristo con su Iglesia: al igual que los esposos, se hacen una sola carne, y por ende, el amor a uno implica, por extensión, amor y aceptación del otro.

2. La Iglesia no es sólo esposa, sino también, Madre.

Tales ideas están relacionadas al concepto de fecundidad: la Iglesia es mi madre ya que es el lugar donde nosotros hemos sido engendrados a la Fe; y gracias a quien el anuncio de Jesucristo ha sido y es recibido. Además, el nombrar a la Iglesia ‘Madre’ le otorga una nota afectiva que marca un tipo de relación y le da también una nueva característica: la de ser fuente de amor.

3. Creemos que el Espíritu de Jesús es el mismo Espíritu de la Iglesia, permitiéndole ser parte de su cuerpo.

Él la anima, la hace vivir, renovarse, le regala su vitalidad. Y así, la diferencia de cualquier otra institución o comunidad. La Iglesia es el lugar predilecto de la efusión del Espíritu Santo para el servicio de la humanidad. De este modo, la Iglesia no se concibe como fin, sino como un medio ligado esencialmente al Reino.

Transcribimos las reglas de Ignacio de donde son tomadas estas características:

EE., nº 353 “Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la verdadera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la Santa Madre Iglesia Jerárquica”.

EE. n°356 “Debemos siempre tener este principio para acertar en todo: lo que yo veo blanco, creer que es negro si la Iglesia jerárquica así lo determina; creyendo que, entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo Espíritu y Señor nuestro que dio los diez mandamientos, es regida y gobernada por nuestra santa Madre Iglesia”

Reflexión del Evangelio – Domingo 2 de Julio

Evangelio según San Mateo 10, 37-42

Dijo Jesús a sus apóstoles: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.

Reflexión del Evangelio – Por Patricio Alemán SJ 

La liturgia de este domingo nos ofrece un texto en el que encontramos una recopilación de frases y enseñanzas dichas por Jesús. Algunas parecen ser muy duras. Otras, una escena de “celos” de Jesús hacia quienes lo seguían o pretendían hacerlo. Pareciera que Jesús nos obliga a entrar en una lógica de “ellos o yo”, “tu vida o la mía”. Por eso, al leer el texto es común que nuestros corazones se estremezcan y atemoricen. Trataremos de ir más allá de esta primera impresión que el texto nos genera para intentar comprenderlo con mayor profundidad.

Lo que le da cierta unidad al texto litúrgico es la centralidad de Cristo en sus frases: “a mí”, “de mí”, “por mí”. Todo el mensaje está centrado en la vida y la persona de Jesús. De igual manera, podemos preguntarnos si es Jesucristo, el Hijo de Dios, el centro de mi vida. Tal vez allí esté la clave para comprender el texto.

 Al ser Jesús el centro de nuestra vida, ella se ordena en torno a Él. Entonces, no se trata de tener que elegir entre amar a nuestros padres (o hijos) o a Jesús. Sino que la invitación es a amarlos en él como un don que la vida nos ha dado. Un don que proviene del Dios de la Vida que Cristo nos anuncia. Es una invitación a vivir con la conciencia y la certeza de que nuestros padres y todas las personas que llegan a nuestra vida son regalos que Dios nos ha hecho. Que los hijos, como se dice popularmente, nos han sido “prestados” y encomendados por Dios. Y es precisamente Jesús quien nos enseña a relacionarnos con ellos. Basta contemplarlo hablando con su madre María, o con los niños, por quienes tiene un amor preferencial.

 Si aceptamos vivir en esa lógica del don, se nos vuelve un desafío mayúsculo tomar la propia cruz. O más que tomarla, aceptarla, abrazarla y amarla. Pero entendiendo la cruz como aquellas experiencias o situaciones que se nos presentan en la vida y nos obligan a crecer como personas, como hijos, padres, hermanos, profesionales. Como decía un jesuita, “donde abunda la crisis, sobreabunda el crecimiento”. La invitación de Jesús es abrazar nuestras cruces por él y por nuestro seguimiento. Y al hacerlo así, reconocemos que allí sobreabunda la vida, aunque muchas veces de modo incierto. Pero no sólo eso, sino que también descubrimos la abundancia de Cireneos presentes en nuestra vida.

 Al entrar en esta lógica del don a la que Cristo nos invita, vamos descubriendo que nuestra propia vida está llena de amores y de ciertas cruces. Y que, a través de ellas, vamos encontrando y reconociendo nuestro ser más profundo: que mi vida es también un don. Un don que se me ha dado por amor y que está llamado a la plenitud por el misterio de la cruz y resurrección. Una vida que todo el tiempo nos recuerda que somos amados incondicionalmente por el Dios de Jesús, el Dios que es Amor.

 Al comprender y creer en ello, nos encontramos con nosotros mismos. Y casi sin darnos cuenta, comenzamos a perdernos. Porque en lo más profundo de nosotros, también hemos comprendido que el don de la vida es para compartirlo. Como el pan que se parte. Como lo hicieron nuestros padres, como lo intentamos hacer con los propios hijos, hermanos, amigos. Lo hacemos “por Cristo, con Él y en Él”, de modo que ellos, y todos quienes nos rodean, puedan encontrarse con el Dios de la vida. Y ya no sólo cargamos la propia cruz, sino que nos convertimos en Cireneos de otros.

 Desde esta lógica, la última frase del evangelio toma una fuerza transformadora: “les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”. Porque empezamos a mirar, a reconocer y a entender que la vida está colmada de esos pequeños gestos de amor que nos revelan la lógica del Dios Amor. Lógica silenciosa y sencilla, humilde y transformadora. Como nuestras vidas centradas en Cristo. Porque no se trata de elegir entre “ellos o yo”, entre “tu vida o la mía”, sino en vivir la vida “con Cristo, por Él y en Él”.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe 

Mes Ignaciano: Reglas Para Sentirse Iglesia

Al finalizar el libro de los ‘Ejercicios Espirituales’, San Ignacio coloca una serie de ‘Reglas para sentir en la Iglesia’. Un apartado que da cuenta de un profundo afecto de Ignacio por la misma, pero que es, al mismo tiempo, fruto de un profundo discernimiento: Ignacio se siente llamado a servir dentro de una Iglesia cuya corrupción aparece con gran evidencia ante sus ojos y que en más de una ocasión le ha juzgado y cuestionado.

Y dentro de la que, a pesar de todo, se ha podido encontrar con Jesús, que se convierte en el principio y fundamento de la vida de Ignacio. De ahí podemos entender que el afecto hacia la institución sea profundo y sincero.

Al respecto de esto se ha expresado el jesuita Javier Montes SJ, quien explica:

“El amor a Jesucristo, la imitación, el seguimiento, se continúa, se hace misión, se concreta y se prolonga para San Ignacio en el amor de la Iglesia. Esto vale para hoy. Es muy importante hablar de la Iglesia en continuidad con el amor a Jesús. Sin hablar del amor personal a Jesucristo, el amor a la Iglesia podría hacer de nosotros hombres fanáticos y sectarios. Las reglas para sentir con la Iglesia no tienen nada de sectarias, son la continuación de un amor personal y de un proceso de conversión”.

El mismo religioso, aclara el por qué del cambio en el título de las reglas, que son más conocidas como “Reglas para sentir con la Iglesia”:

‘El verdadero título dice: “Reglas para sentir en la Iglesia”; más precisamente “Reglas para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener”.

Existe un matiz de gran importancia en este en, en lugar de con. Si se siente con la Iglesia, se marca una cierta alteridad. Yo me coloco frente a ella y juzgo y veo si estoy de acuerdo o no. La visión de S. Ignacio es más delicada y más profunda; a la Iglesia, no la miramos desde fuera. A ella se la mira por dentro y desde dentro o no se la entiende. A la Iglesia debemos descubrirla como algo que nos pertenece y a la cual pertenecemos. Somos la Iglesia; estamos en la Iglesia. Integrados a ella, debemos sentirnos la Iglesia. Mis defectos son los defectos de la Iglesia, mis cualidades son sus cualidades. Las fallas de la Iglesia, las faltas de nuestros pastores, los errores de las comunidades son, en cierto modo, míos. Hay aquí una visión eclesial muy importante: comprender la Iglesia y sentirla significa no sólo amarla sino suprimir toda alteridad. Así como Jesús es cabeza de su Iglesia, así no somos dos, la Iglesia y yo. Debe haber un esfuerzo de compenetración y es necesario vivir por dentro la realidad.’

 

¿Fue Jesús un Organizador Comunitario?

Al anunciar su mensaje, Jesús vino a dar respuestas dentro de la realidad de injusticia que se vivía: ¿cuál es nuestra respuesta frente a las injusticias del mundo de hoy? -fragmento.

Por Sor Christine Schenk, Hermana de San José

‘Ustedes han oído que se dijo: “ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo os digo: No resistáis [violentamente] a un malhechor. Pero si alguno te golpea en la mejilla derecha, ponle también la otra; y si alguien quiere demandarte y llevarse tu abrigo, dale tu capa también; y si alguien te obliga a recorrer una milla, anda también la segunda milla’ (Mt. 5, 48-51)

Las prácticas económicas romanas, especialmente en Galilea, fueron responsables del desalojo sistemático de las familias agrarias de sus tierras ancestrales. Los israelitas pagaron un impuesto triple: a los gobernantes herodianos locales, a Roma y al Templo. Este sistema regresivo benefició a la élite a expensas de los campesinos y los artesanos pobres, cuyo trabajo mantuvo a los ricos del imperio alimentados y vestidos.

¿Suena familiar?

Casi todos estaban siempre endeudados. El campesinado rural empobrecido se levantó periódicamente en una serie de rebeliones populares que fueron brutalmente suprimidas por las legiones de Roma.

Jesús era práctico. Ante la abrumadora fuerza militar, la violencia era una invitación al suicidio. Además, sabía que a menudo la violencia convierte a sus defensores en nuevos opresores.

Pero lejos de aconsejar la pasividad, Jesús anima a un campesinado degradado y desalentado a conservar su poder e iniciativa mientras trabajan por la transformación del sistema dominador. Parafraseo brevemente la explicación de Wink del texto de Matthean:

Gira la otra mejilla: En el mundo antiguo, un superior insultó a un inferior con una palmada con la parte trasera de la mano que aterrizó en la mejilla derecha de la persona insultada. Jesús sugiere que dicha persona debe ofrecer inmediatamente la mejilla izquierda. Esto rechaza al mismo tiempo el insulto pretendido e incomoda al opresor que ahora está obligado a dar una palmada con la parte trasera de su mano izquierda (nunca antes hecho porque en los días previos a los baños la mano izquierda se utilizaba para propósitos sucios) o intentar una bofetada con la mano derecha, que es físicamente desafiante si no imposible.

Dale tu capa también. La mayoría de la gente tenía al menos dos piezas de ropa, una prenda interior que era una especie de túnica o “capa”, y una prenda exterior que era como un abrigo. Una persona pobre por lo general sólo tenía estas dos. El abrigo se daba a menudo como garantía en un préstamo. En la ley judía, a un acreedor se le ordenaba devolverlo antes de la puesta del sol en lugar de privar a la persona pobre de cobertura nocturna. Cuando Jesús sugiere despojarse del abrigo y la ropa interior, está invitando a los oprimidos a desenmascarar la codicia de su acreedor y a avergonzarlo públicamente al salir totalmente desnudo del tribunal. En el judaísmo, la vergüenza caía sobre la persona que veía o causaba la desnudez más que la persona desnuda.

Anda la milla adicional: había muchas reglas imperiales prohibiéndoles a los soldados romanos a forzar a la gente local a llevar su equipo por más de una milla. Al ofrecerse a “Ir más allá”, la persona pobre estaba reteniendo su propia iniciativa y su poder mientras confundía al soldado, forzándolo a desobedecer la ley si se aprovechaba de la oferta.

La visión de Jesús era que en el reino de Dios, los desnudos se vestirían, los hambrientos serían alimentados y los ciegos verían (Mateo 11: 5, 25: 34-46). Su visión ha resonado durante milenios en los valores y aspiraciones de la cultura occidental.

Fuente: CPAL Social

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 25 de Junio

Evangelio según San Mateo 10, 26-33

Jesús dijo a sus apóstoles: No teman a los hombres. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

Reflexión del Evangelio – Por Alfredo Acevedo SJ

Este domingo, la liturgia nos coloca delante un texto en el que Jesús se dirige a los Doce. Es una especie de consejo o exhortación. Los discípulos, al igual que nuestras comunidades hoy, habían sido enviados a anunciar la Buena Noticia. Pero ese anuncio no estaba libre de persecuciones y críticas. El peligro de la muerte era una realidad concreta en medio de aquellos. Por eso, el Señor insiste: “no tengan miedo”. Este es el primer mensaje del evangelio de hoy. Frente a las persecuciones, las dudas, incluso, nuestras faltas, el Señor nos dice: “no teman”.

Pero Jesús no es una especie de curandero o astrólogo que anticipa el futuro o que da predicciones sin ningún tipo de racionalidad. Jesús sabe lo que dice, y fundamenta sus palabras. Su “no teman” tiene una razón, una base, que no es otra que su mismo Padre.

 “No teman a los que matan el cuerpo”, es decir, a los que critican, a los que persiguen, a los que descalifican…en definitiva, no teman a la muerte, en cualquiera de sus manifestaciones. Sin ir más lejos, la muerte es algo propio de la vida, porque, como decía un filósofo: “somos seres para la muerte”. Todos enfrentaremos algún día la muerte biológica, del mismo modo que enfrentamos ya las muertes cotidianas de las privaciones, los duelos, y demas “no” que la vida nos coloca. Esta es una realidad que debemos asumir.

 Pero frente a este hecho evidente, el Señor dice que debemos temer más bien a Dios, es decir, a aquel que puede matar alma y cuerpo. No temer a los hombres sino a Dios. Pero, de inmediato, Jesús, como buen predicador, coloca una imagen que ayuda a no perder el hilo de su razonamiento. La imagen de los gorriones que, al parecer, no cuestan nada pero Dios los cuida y sabe todo de ellos. Algo así es el Padre de Jesús, aquel a quien “debemos temer”. Esta es la segunda enseñanza del evangelio de hoy: nuestro Dios nos ama, y por eso nos conoce. Conoce nuestra fragilidad, nuestros desaciertos, nuestros miedos. Podríamos decir entonces que debemos temer sólo a aquel que nos ama y nos conoce profundamente.

 Es claro que Jesús conoce el corazón humano. Sabe que tememos, y que las dificultades de la vida pueden opacar nuestro deseo de seguirlo y de compartir nuestra vida con él. No debemos temer tampoco a esto. No debemos temernos tampoco a nosotros mismos. Porque es cierto que la mayoría de las veces, nosotros somos más duros con nosotros mismos que cualquier ser humano sobre la tierra. Tampoco temamos a nuestra dureza, a nuestra hostilidad. Dios, que se derrama en ternura, conoce hasta nuestra intimidad más íntima.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana