«En Buena Compañía», el programa de la Red de Radios Jesuitas LAC

La Red de Radios Jesuitas de América Latina y el Caribe (RRSJ LAC), que cuenta con más de cien radios interconectadas, ha lanzado su programa semanal de 15 minutos.

«En buena compañía» es el nombre del programa radial producido por la Red de Radios jesuitas de la CPAL, cuya finalidad es dar a conocer la labor que realizan las obras, instituciones, parroquias y centros educativos y de acción social vinculados a la Compañía de Jesús y que están presentes en América Latina.

Como parte del equipo de producción se encuentran el P. Lucas López SJ, miembro del equipo central de la CPAL, y Alexander Medina, quien también es el locutor principal del programa.

El programa de 15 minutos va intercalando en cada emisión micronoticias, reportajes y entrevistas de cada una de las provincias jesuitas, así como historias y música de nuestros países latinoamericanos.

«En buena compañía» se difunde todos los viernes a través de las redes sociales de Somos Jesuitas, y a lo largo de cada semana en las emisoras jesuitas.

Pueden escuchar los programas emitidos hasta hoy en este listado:

Fuente: jesuitas.lat

Pascual Cebollada SJ: Una invitación al año ignaciano

Por Pascual Cebollada SJ, coordinador del Comité del Año Ignaciano

Hace varios años se diseñó el «Camino Ignaciano» con el objetivo de recrear el recorrido que Íñigo hizo desde su casa en Loyola hasta Manresa en 1522. Hoy se ofrece a quienes quieran seguir los pasos del «peregrino» en el norte de España.

Todo había empezado para él el año anterior, cuando el 20 de mayo de 1521 fue herido gravemente en las piernas mientras defendía de los ataques franceses el castillo de la ciudad de Pamplona. Trasladado a Loyola, pasó allí varios meses convaleciente, incluso en peligro de muerte, hasta que sanó del todo. Como sabemos, la lectura de libros religiosos fue el medio del que Dios se valió para tocarle el corazón, de tal forma que los de su casa se fueron dando cuenta de que algo había cambiado en su interior, sospechando que el enfermo no era ya el mismo que antes. Así ocurrió, de tal forma que Íñigo decidió abandonar lo que había hecho hasta entonces y peregrinar a Jerusalén como penitente. En febrero de 1522, llevando apenas nada consigo, salió hacia Barcelona para embarcar allí a Tierra Santa. Pero antes de llegar a la costa mediterránea pensó en quedarse unos días tranquilos en la villa de Manresa. Allí estaría hasta febrero de 1523, casi once meses, que fueron decisivos en su conversión

Ahí fue donde reconoció «que le parecían todas las cosas nuevas». Fue la consolidación de su transformación inicial en Loyola. Y por esto, al recordar al Ignacio peregrino 500 años después, el lema escogido ha sido «Ver nuevas todas las cosas en Cristo». En Cristo, su Señor, tras cuyos pasos querrá caminar toda su vida. Aquel al que descubre interiormente y al que ayudará a otros muchos a conocer, amar y seguir por medio de los Ejercicios Espirituales.
Ahora, la Compañía de Jesús ofrece para ella y para todos sus amigos y colaboradores la ocasión de renovarse profundamente a partir de la experiencia de su fundador. La vuelta a temas como el camino espiritual, la reconciliación, la conversación espiritual, el discernimiento, la identidad e historia ignaciana y jesuítica, las vocaciones y su promoción en los jóvenes, la misión de evangelización … ayudará a reconocer la obra de Dios a lo largo del tiempo hasta hoy. En particular, el «Año Ignaciano» se concentrará alrededor de dos realidades: la conversión y la pobreza, a partir de las cuales tiene lugar la evangelización. Así ocurre con Ignacio de Loyola, que, despojado de sus cosas, se deja conducir por el Espíritu sin adelantársele. Una pobreza que vincula con Cristo pobre y humilde, al mismo tiempo que con los pobres, sus amigos. Una pobreza que hoy se vive comunitaria institucional y globalmente, revisando el modo de combatir mejor la injusticia que sufren las personas y la naturaleza. Desde 2019 la Compañía se ha propuesto dar estos mismos pasos con las Preferencias Apostólicas Universales, de las cuales se trata abundantemente en este mismo Anuario. La celebración del Año Ignaciano, pues, no pretende añadir más elementos, sino combinar con ellas los que se propongan.
Para ayudar a promover estas actitudes, varios grupos trabajan, sobre todo en España y Roma, desde 2017. El objetivo es que esta conversión pueda vivirse en los ámbitos adonde llega la espiritualidad ignaciana: colegios, universidades, centros de espiritualidad, centros sociales, lugares de hospitalidad y ayuda a migrantes y refugiados, parroquias y santuarios, a través de las letras y las artes, gracias a los diversos medios de comunicación, etc. Naturalmente, se invita a ingeniar y organizar muchas actividades, pero con la condición de que no distraigan del propósito principal: ayudarse del camino interior de Ignacio tanto entre Loyola y Manresa como después hasta Roma, para que cada uno, adaptándolo convenientemente, «saque provecho», como piden los Ejercicios Espirituales. La acción deberá combinarse en su justa medida con la contemplación y la mirada hacia dentro de sí con la mirada exterior. Ayudará a ello captar el modo en que Ignacio se deja llevar en su seguimiento de Cristo, para que realmente la novedad de las cosas que se experimentan tras una conversión pueda considerarse como algo vivido junto a Jesucristo.
Si el inicio del Año recordará la herida de Íñigo (20 de mayo de 2021), y su clausura será cuando se celebra el nacimiento para el cielo del peregrino (31 de julio de 2022), en el centro se hará memoria de los 400 años de la canonización de san Ignacio (12 de marzo de 2022); el mismo día en que fueron también canonizados san Francisco Javier, santa Teresa de Jesús, san Isidro Labrador y san Felipe Neri. Esta será probablemente una ocasión para reflexionar sobre la santidad en la Iglesia y sobre las vías por las que Dios ha conducido desde siempre a quienes se ponen a tiro, tal como lo sigue haciendo en la actualidad.

Los mosaicos de Marko Rupnik SJ transforman el Santuario de la Cueva de Manresa

El artista y jesuita esloveno Marko Rupnik y su equipo, formado por unas veinte personas de diferentes países del mundo, trabajaron en el Santuario de la Cueva de San Ignacio, en Manresa, instalando el conjunto de mosaicos que han creado para las capillas laterales del Santuario.

Una obra que se encuentra todavía inacabada pero que cautiva a quien la contempla, por la fuerza de su mensaje, su belleza y el fascinante proceso que implica su creación. Son más de 550 metros cuadrados de mosaicos, que muestran el peregrinaje cristiano a través de los Ejercicios Espirituales. «Un itinerario de oración», ha explicado el propio artista, «en el que se pasa de un catolicismo declarado a una fe vivida».

La obra está llena de detalles, y todos nos están diciendo algo. Muchos de ellos, estrechamente vinculados a la espiritualidad ignaciana. Pero el artista ha definido esta obra, sobre todo, como espacio de encuentro. Marko Rupnik explicó que el mosaico es un arte extraordinario que implica una experiencia comunitaria. «Una experiencia de iglesia, como comunión de personas, que expresa lo que somos». Los materiales que utiliza provienen de todo el mundo y el artista asegura que, en esta técnica, se establece un diálogo con la piedra. «La primera lección para cortar la piedra es tomarla con amor, con ternura».

Poder llevar a cabo esta obra justo en el lugar donde San Ignacio de Loyola comenzó a escribir el libro de los Ejercicios, representa, para este artista jesuita, un regalo que recibe con «una gratitud inmensa» y también como «una culminación de lo que durante toda la vida yo he pensado y estudiado».

Marko Rupnik y su equipo han dedicado unos minutos a presentar el trabajo que están realizando a medios de comunicación y representantes de instituciones de la ciudad de Manresa y de la Compañía de Jesús. Sin embargo, los trabajos no se han detenido durante la presentación. Los mosaicos ocupan las ocho capillas laterales del Santuario y también habrá uno en la pared interior de la puerta de entrada que estará dedicado a la parábola del sembrador.

A lo largo de esta semana está previsto que se complete la instalación y posteriormente se finalizarán las obras con la iluminación y las tareas de limpieza. El Santuario podría volver abrir al público probablemente a partir del 10 de abril, mientras que el acto solemne de inauguración tendrá lugar coincidiendo con el día de San Ignacio, el 31 de julio, y con presencia del Superior General de la Compañía de Jesús, el P. Arturo Sosa SJ.

La remodelación del interior del Santuario se enmarca en la celebración de Ignatius 500, el año que conmemora entre mayo de 2021 y en julio de 2022 la conversión del fundador de los jesuitas. Una celebración que se vivirá de forma intensa en Manresa, ya que coincide con los 500 años de su llegada a esta ciudad.

Marko Rupnik

El jesuita y artista esloveno Marko Ivan Rupnik ha sido bautizado por la crítica internacional como el Miguel Ángel del siglo XXI. Nació en Zadlog (Eslovenia), el 28 de noviembre de 1954. Es doctor en Teología y profesor en Roma en el Instituto Oriental Pontificio, en la Universidad Gregoriana y director del Taller de arte espiritual del Centro Aletti. Es miembro de la Academia Europea de las Artes y las Ciencias y ha sido galardonado con varios premios internacionales. Como artista que plasma en mosaico el mensaje cristiano, cuenta con más de 130 grandes obras en todo el mundo. Entre su amplísima producción internacional cabe mencionar sus trabajos en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano, en la catedral de la Almudena (Madrid) o en la Curia General de la Compañía de Jesús en Roma.

Álbum de imágenes en este enlace.

Fuente: ignatius500.org

Palabra de la CPAL: Pancrisis

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de Abril.

Por Roberto Jaramillo, SJ – Presidente de la CPAL 

“Sueñan las pulgas con comprarse un perro.
Y sueñan los nadies con salir de pobres…”
Eduardo Galeano

La más desafiante e inédita experiencia que nos ha traído la pandemia del COVID-19 es la de habernos instalado universalmente en la incerteza: una ausencia radical y generalizada de seguridad ante el futuro que crece exponencialmente ante la amenaza de volverse permanente.

Es verdad que en los tiempos inmediatamente prepandémicos se discutía mucho acerca de la “modernidad líquida” como un estado de cambio constante, de transitoriedad permanente, generalmente ligado a factores educativos y culturales; era el paradigma de un nuevo espíritu que permitía interpretar (aproximativamente) de forma nueva la realidad de la persona, sus relaciones con otros y con las cosas materiales o inmateriales. Pero se trataba de una ‘liquidez’ de la realidad que parecía afectar -no por el arte de la discusión, sino por el acceso a los medios disponibles- a sólo una parte de la humanidad que se liberaba, así, de condicionamientos anteriores juzgados como premodernos.

Con el impacto social  y frenazo económico que ha significado la pandemia del COVID-19, y con el consecuente retorno -inevitable- a condiciones de vida que parecen remontarnos a 20 o 60 años atrás (dependiendo de los medios con que se re-accione ante ella), nos vemos ahora forzosamente instalados en otro tipo de incerteza: no como un síntoma provocado por el virus sino como la consecuencia masiva de una serie de condiciones desordenadas que la pandemia ha desvelado, revelado, descubierto: condiciones inhumanas de la salud pública, creciente pérdida del sentido y oportunidades de trabajo, desigualdades abismales en el acceso a la educación, sobreexplotación irracional de recursos naturales, restricción y manipulación de la participación política, corrupción rampante en las más diversas esferas, etc. Las mismas que antes afectaban exclusivamente a ‘los nadies” de la vida, ahora se imponen a todos y cada uno de los seres humanos, sin hacer ‘tanta’ discriminación. De ahí que sea ésta la primera vez en muchos siglos de historia en que se puede verdaderamente hablar de un conjunto de situaciones críticas que han cobrado dimensión planetaria: una PANCRISIS.

Todos pensamos, insensatamente, que iba a ser más breve. Lo cierto es que la nueva normalidad con que soñamos parece que va a ser ésta que tenemos hoy, ¡y por mucho tiempo! Saber contemplar con ojos renovados y transformar “la tragedia de cifras en rostros, de rostros en historias, de historias en acontecimientos de gracia” es la primera de las ventanas de sentido (para no hablar de ‘puertas de salida’ porque: por ahora… no hay salida) que encontramos para vivir con nueva luz este momento. No hay un mejor tiempo que éste porque no tenemos (y muchos no tendremos) otro.

“¡Llegó la hora!”, tal como dice el P. Víctor Martínez en su artículo de la revista Aurora No. 16: “es tiempo de centrarnos, de saber ubicar y distinguir lo fundamental de lo accidental, de tomar conciencia y decidir si la ley, la institución y el individuo están sobre la vida, la persona y el bien de la comunidad. Tiempo de responder: ¿cuál es el amor que nos mueve? y ¿dónde está el tesoro que nos enriquece?”

Roberto Jaramillo, S.J.
Presidente CPAL

Mensaje del P. Rafael Velasco SJ para Semana Santa

El mensaje de Semana Santa que el P. Provincial Rafael Velasco SJ envía a toda la comunidad jesuita de la Provincia Argentino Uruguaya.

Queridos Compañeros:

Otra Semana Santa marcada por el COVID. Una sombra que nos acompaña desde hace ya más de un año. Desde su aparición ni nuestras alegrías ni nuestras tristezas son iguales; todo el tiempo miramos por el rabillo del ojo esa presencia amenazante. Ha golpeado a compañeros, a seres queridos, a colaboradores y colaboradoras…ha diezmado proyectos y esperanzas, ha pisoteado y pisotea las expectativas de una normalidad más o menos normal…

La presencia del COVID ha materializado además muchas de las otras “pestes” que azotan a la humanidad (el egoísmo, la injusticia y la exclusión a la hora de acceder a tratamientos y vacunas, por ejemplo). Esta realidad de muerte nos increpa y nos reclama a nosotros, discípulos del Resucitado. Pone a prueba nuestra fe y nuestra esperanza. Y en esta Semana Santa de manera especial.

En la Pascua celebramos que la Vida vence a la Muerte, que en medio de las regiones de muerte, Dios irrumpió poniendo Luz y Vida, haciendo resucitar al que estaba muerto. La Resurrección de Jesús no le ahorró el paso por las zonas de muerte. Así en Jesús como en nuestra experiencia humana, la Vida de Dios surge de las regiones de oscuridad; sólo hay Pascua cuando en la fe se atraviesa el Mar Rojo, o se pasa de algún modo de la Muerte a la
Vida.

Celebramos que el Crucificado ha Resucitado de entre los muertos. Y esa celebración ilumina nuestra vida y nuestra misión. Somos discípulos del Crucificado – Resucitado. Deberíamos, por lo tanto, ser experimentados en reconocerlo vivo en medio de la oscuridad y el dolor de la muerte; como Juan que fue capaz de reconocer en las vendas y el sudario enrollado en el sepulcro un signo de que el Señor está Resucitado. En la aparente ausencia comprende una
Presencia Silenciosa y Luminosa: Vio y creyó (Cfr. Jn. 20, 8).

Que en esta Semana Santa también nosotros veamos y creamos y ayudemos a otros a ver y creer; aún en medio del dolor que siembra la pandemia, aún en medio de las pequeñas o grandes muertes cotidianas. Que aprendamos del pueblo fiel que nos enseña a ver y creer mientras lucha contra viento y marea, mientras carga las cruces más pesadas.
Jesús Resucitado desde el sepulcro de la desesperanza hizo amanecer para nosotros una Esperanza que no tiene fin.

Que allí donde la muerte ha dejado su marca nosotros podamos descubrir la manifestación del Resucitado. Que en palabras laicas de Ítalo Calvino podamos “distinguir en medio del infierno, quién y qué no es infierno, y hacerle espacio y hacer que dure.”¹

Que Dios nos conceda una Santa Semana Santa y una feliz Resurrección.

Fraternalmente,

Rafael Velasco S.J.
Provincial

 

¹Italo Calvino, Las Ciudades Invisibles.

Gaël Giraud SJ, el economista ecológico

Gaël Giraud es un jesuita y economista francés que trabaja en torno a la temática medioambiental y su impacto en los sectores mas desfavorecidos. En los últimos años ha puesto todo su esfuerzo y su saber en buscar la manera de integrar todas estas realidades al mundo que él domina profesionalmente, la economía.

Por Xavier Sartre

Sarh es la tercera ciudad más grande de Chad, en el sur del país, a orillas del río Chari. A este pueblo, que hoy cuenta con cien mil habitantes, donde Gaël Giraud llegó hace 25 años para realizar sus dos años de servicio civil. Enseñó matemática y física en el colegio jesuita Saint-Charles-Lwanga. Para este joven con una brillante carrera universitaria, que se convertiría en investigador del CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica), el templo de la investigación científica francesa, esta experiencia fue a la vez un shock y una revelación.

«Allí vi materialmente, ya en aquella época, tanto la escasez de agua en una zona que todavía era de sabana como el rapidísimo avance de la desertización», dice el economista jesuita. «Esto hizo que yo – un parisino que procedía de la élite universitaria francesa – me diera cuenta, al tocarlo con mis propias manos, de que el problema de la desertización, el calentamiento global, la escasez de agua, la erosión del suelo, la biodiversidad, era algo extremadamente tangible».

  • Los niños de la calle, o el grito de los pobres

La permanencia de dos años en una ciudad en la que ni siquiera había electricidad puso a Giraud frente a otra realidad, esta vez humana: los niños de la calle. Transcurrió el primer año como voluntario en el colegio de los jesuitas de Sarh, pero luego decidió pasar el segundo entre los lugareños, en las condiciones materiales de los pobres.

Todas las mañanas va al pozo a por agua y prepara el té en el kanoune, el brasero. Día tras día se encuentra codo con codo con los niños que viven en la calle. No los que piden limosna, como prescriben las “madrasas” o escuelas donde estudian, sino los que ya no tienen familia o se ven obligados a dejarla para no pesar más sobre los hombros – a menudo – de su madre.

Gaël Giraud se instaló entonces en las ruinas del cine Rex, para dormir con ellos. Así nació el centro de Balimba, que hoy se levanta a pocos kilómetros de la ciudad. No son más de 40 los niños que encuentran aquí cobijo, comida y educación. Los más violentos de entre ellos no van a la escuela, sino que reciben una educación in situ, gracias a los maestros que vienen a propósito.

  • La comprensión de que todo está conectado

Esta experiencia «me permitió ver con mis propios ojos lo que significa para los despojados ser víctimas del calentamiento global», explica. «En el fondo, cuando en la encíclica Laudato si’ el Papa dice que el grito de la tierra y el grito de los pobres son un mismo grito, encuentro ahí la experiencia que me hicieron vivir los niños de la calle en el Chad hace ya veinte años», dice el sacerdote.

De vuelta a Francia, Gaël Giraud estudió para ser jesuita y siguió una formación teológica mientras continuaba su trabajo como economista. «Poco a poco, la experiencia que tuve en el Chad y lo que aprendí en el campo de la economía me hicieron ver cómo mi tarea era entender, como economista, el extraordinario impacto del cambio climático en la población».

  • La fe cuestionada y confirmada

La reflexión personal y las obras del padre Gaël Giraud han estado influidas por la fe. «La experiencia de la fe cristiana alimenta en mí la «esperanza contra toda esperanza» que hace que no tenga – o no tenga inmediatamente – el reflejo de esconderme en la negación» de la situación medioambiental y de la catástrofe en curso. Al mismo tiempo, su fe ha crecido.

«Hoy percibo con mucha más fuerza la fragilidad de la creación, así como el hecho de que la creación está puesta en nuestras manos y que tenemos la responsabilidad como sus custodios», explica el jesuita; y así lo escribe el Papa Francisco en la Laudato si’. No somos los dueños de la creación: el único dueño de la creación es Dios». Pero Él mismo «no quiere ser el amo del mundo, sino su servidor». Y éste es el camino que debemos seguir, dice el economista.

  • La Laudato si’, un evento

Gaël Giraud acogió, por lo tanto, la encíclica Laudato si’ con «extraordinaria sorpresa». Este texto, según el economista, es «el acontecimiento eclesial más importante desde el Vaticano II». Muy pronto todo el mundo se dio cuenta de que «era la primera vez que una institución internacional, en el caso concreto la Iglesia católica, se posicionaba de forma tan clara, preparada y correcta y a nivel mundial sobre la cuestión fundamental de la crisis ecológica, que es la de nuestra generación».

Y Gaël Giraud está convencido: «Los cristianos tenemos un papel, una responsabilidad en la resolución de esta gravísima crisis». Para el padre jesuita, una de las causas antropológicas de la situación actual es la concepción, aparecida en los siglos XVI y XVII en Europa, del hombre como dueño y señor de la naturaleza. La antropología cristiana difiere de esta concepción. Tenemos que entender el significado de «dominar la Tierra», como se expresa en el Libro del Génesis, con el significado de «servir al crecimiento de la creación».

Por lo tanto, corresponde a los cristianos, fortalecidos por esta tradición bíblica y espiritual encarnada en particular por San Francisco de Asís, «inventar juntos soluciones a la crisis ecológica». Esto es lo que Gaël se compromete a hacer en la nueva misión que le ha encomendado la Compañía de Jesús: crear y desarrollar un centro de justicia ambiental en la Universidad de Georgetown, en Washington, Estados Unidos.

Fuente: jesuitas.lat

Una nueva comisión para abordar el rol de la mujer en nuestra misión apostólica

El pasado 8 de marzo, el Padre General envió una carta a toda la Compañía anunciando la creación de una comisión para abordar el papel de la mujer y las responsabilidades de las que se hace cargo en la Compañía de Jesús.

Cuando se promulgaron los decretos de la Congregación General 34ª, el año 1995, el documento que más llamó la atención de los periodistas fue el Decreto 14, titulado “Los jesuitas y la situación de la mujer en la Iglesia y en la sociedad”. La máxima autoridad de la Compañía de Jesús reconocía en él la relevancia de este tema: la cuestión del papel de la mujer, que resulta fundamental en el mundo de hoy. Mujeres llevan adelante nuestra misión de integrar la fe y la justicia. A lo largo de los años, en todas partes y también en el seno de las obras de la Compañía, se han ido dando pasos para que las mujeres desempeñen papeles importantes en pie de igualdad con los varones.

Más recientemente, en noviembre de 2019, durante el congreso del quincuagésimo aniversario del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología que se celebró en la Curia General, el padre Arturo Sosa pidió a la Asamblea que reflexionara sobre “el lugar de la mujer en nuestras instituciones y en nuestras prioridades apostólicas”. Las numerosas participantes se tomaron en serio esta petición y, juntas, mantuvieron una larga reunión con el General. Propusieron la formación de una comisión oficial sobre este tema. Tras las pertinentes consultas, el Padre General ha podido elegir a los miembros que integran la comisión, y que anuncia hoy.

La comisión consta de diez miembros: seis mujeres, un hombre laico y tres jesuitas. En su carta a todos los jesuitas, el padre Sosa pide expresamente que se colabore de forma concreta con este equipo, con espíritu de apertura y marcado por “el respeto, la reciprocidad y la igualdad”, retomando así palabras del decreto de la CG 34.

La comisión tiene un mandato de tres años, al término del cual deberá presentar un informe sobre los objetivos que se le asignan. Se pueden resumir así: 1. Evaluar la asimilación del Decreto 14 de la CG 34 en un mundo que ha cambiado desde 1995, y comprobar en qué medida se ha promovido la corresponsabilidad, la colaboración y la inclusión de las mujeres en la planificación apostólica. 2. Evaluar el nivel de participación de las mujeres a todos los niveles en las instituciones y obras de la Compañía. 3. Hacer recomendaciones sobre cómo fortalecer la misión de la Compañía creando espacios que favorezcan la participación de la mujer y el diálogo entre hombres y mujeres en las obras de la Compañía. 4. Formular recomendaciones para la promoción de prácticas eficaces de integración y solidaridad, sin excluir la formación y los cambios estructurales.

Por último el Padre General deja la puerta abierta para que la comisión le vaya indicando, a lo largo de los años de su mandato, injusticias o prácticas inadecuadas que pueden perjudicar los objetivos de respeto mutuo e igualdad entre hombres y mujeres.

El Padre General nos invita, en la conclusión de su carta, a vivir esta llamada a la reciprocidad y a la solidaridad en la oración: “Contemplando a Jesús en la cruz durante este tiempo de Cuaresma, pidamos, a través de Nuestra Señora de la Estrada, la gracia de una verdadera conversión a todos los niveles del cuerpo universal de la Compañía: personal, comunitario e institucional. Tengamos presente la memoria agradecida de todas aquellas mujeres que han sido parte de nuestro camino, especialmente en nuestras instituciones y obras apostólicas”.

Los miembros de la comisión:
• Andrade, Donna – Fairfield, EE.UU.
• Assouad, Victor SJ – Consejero General, Roma
• Duffy, Michael – University of San Francisco, EE.UU.
• Jayme Lao, Maria Elissa (Melissa) – Ateneo de Manila, Filipinas
• Joseph, Victor Edwin SJ -Vidyajyoti – Delhi, India
• Muñoz, Maria del Carmen – CINEP, Colombia
• Sujita, Mary SND – Bihar, India
• Vanneste, Cecilia – Ignatian Apostolic Network, Flanders, Bélgica
• Waiyaki, Catherine – CLC/CVX, Kenya
• Yi, Simon Kuen-Sang SJ – Jesuit Centre for Migrant Workers, Gimpo, Corea del Sur

 

Fuente: jesuits.global

«¡Ámense!: El mandamiento ‘insistente’ de Jesús»

Juan José Bernal Guillén SJ, estudiante jesuita de la Provincia del Paraguay, quien actualmente se encuentra cursando sus estudios en la ciudad de Córdoba, nos comparte su testimonio en clave de memoria agradecida por lo vivido interiormente en la misión del verano 2021.

Durante los Ejercicios Espirituales (EE. EE.) de este verano, una pregunta resuena con fuerza en mi corazón: ¿Por qué Jesús, estando próximo a su muerte, pide a sus discípulos con insistencia que se amen unos a otros?  ¿Cuál es el misterio de este mandamiento nuevo? Silenciosamente, esta invitación enciende en mí un deseo que me habla de compasión. Compasión al estilo de Jesús. Compasión en la cruz, como signo contradictorio de muerte y de vida. Cruz que me llama a la esperanza de la resurrección. Resurrección que me impulsa a consolar a otros desde el amor recibido.

Con estas mociones interiores, inicio -días después- la semana de servicio en el Pequeño Cottolengo de Gral. Lagos (Rosario, Santa Fe). En esta misión, soy testigo de la encarnación de aquel misterio del amor. Misterio reiterado por el Señor a los suyos poco antes de su pasión. La consigna del viaje interior es consolar a los ‘cristos’ sufrientes y hallados en profunda soledad. Es así que la misión en Lagos me coloca, cara a cara, ante la impotencia y el dolor humanos. Me enseña a saber estar ante ellos. Me regala la gracia de la creatividad y del compartir con los residentes del lugar.

En el Cottolengo, mis días transcurren en medio de una silenciosa quietud. Las miradas, los gestos y las mímicas son el centro de la comunicación y del ‘diálogo’. No faltan las sonrisas y los dibujos coloridos que alegran el corazón y transmiten cercanía.  No obstante, es en esa quietud en donde la impotencia y la esperanza se disputan por conquistar mi corazón. Cuando el desánimo parece ganar la batalla, la vida misma de los residentes se impone como signo de esperanza y como certeza de un Jesús resucitado.

 

La experiencia también me habla de profunda compañía. ¡No estoy solo en la misión! Hay otras personas que caminan conmigo. En este sentido, la Compañía me regala un compañero: Vidal SJ. No hay mucho tiempo para detenernos a hablar. ¡El trabajo es arduo! Sin embargo, la presencia silenciosa de ambos nos invita a hacer lectura de las mociones del corazón, reflejadas en las miradas -en las nuestras y en las de nuestros amigos y amigas-.

Vidal y yo nos ocupamos de acompañar, a diario, el trabajo de los orientadores del lugar. Visitamos los hogares. Ayudamos con el paseo de los residentes por los jardines. Jugamos con ellos. Pasamos largos ratos bajo los árboles, contemplando la quietud de sus cuerpos y oyendo el grito de sus corazones. Ignacio, en sus EE. EE., nos dice que “no el mucho saber harta y satisface al ánima, más el sentir y gustar de las cosas internamente”.[1] Nuestros nuevos amigos nos enseñan, con su modo de ser, sentir y actuar, el sentido de aquella moción ignaciana. Tal vez no expresen mucho con las palabras, pero sí con sus inocentes y profundas miradas, de corazón a corazón.

 

El día a día tiene lo suyo. Y como tal, el cansancio no se deja estar. Sin embargo, es momento propicio para acoger aquella invitación del Señor reiterada en los Ejercicios: volver a poner la mirada en él. La oración se torna un escenario clave para pasar por el corazón de Dios todo lo que transita interiormente. Volver a él se traduce en descubrirlo en aquellos hermanos míos que me hablan de vida. Significa salir de mí e ir junto a ellos. Asimismo, el verbo ‘volver’ es conexo con el verbo ‘confiar’. ¿Confiar? ¡Sí! Confiar en que Jesús resucitó en la vida de los residentes. Pero, el volver y el confiar no son disposiciones unilaterales. Son gracias que Dios me va concediendo en comunión con otros. En este sentido, la gratitud por los compañeros de misión, tiene cabida especial en mi corazón: orientadores, auxiliares, enfermeros, voluntarios, religiosos orionitas…

Hoy, después de un mes de haber vivido esta experiencia, la pregunta inicial sigue latiendo en mi interior: ¿Por qué insistes con el pedido de amarnos unos a otros? No sé si tenga respuesta para tal cuestionamiento. De lo que tengo certeza, es que esta experiencia del amor de Jesús por la humanidad me mueve al cambio. Cambio en mi modo de pararme ante el dolor humano. Cambio de la palabra por la mirada. Cambio de mis pretensiones personales por aquellas que siento que vienen de Dios y que me hablan de entrega. Cambio que pone de manifiesto lo más genuino de mi ser: el deseo de amar y servir.

[1] Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, Santander, Ed. Sal Terrae, 1991, p. 1, [2]

 

Juan José Bernal Guillén SJ

Carta del P. Rafael Velasco SJ a la comunidad de San José del Boquerón

Buenos Aires, 9 de marzo de 2021
Querida Comunidad y amigos de la Parroquia San José del Boquerón:
En primer lugar quiero agradecerles a los que me escribieron personalmente pidiéndome que revea la decisión del traslado del padre Juan Carlos a la Enfermería del Colegio Máximo. Esas cartas muestran el cariño que le tienen a Juan Carlos y sobre todo lo que él ha sembrado en su vida entregada durante tantos años en la Parroquia de San José del Boquerón.
Así como ustedes exponen sus razones desde la perspectiva del cariño que le tienen, quiero exponer las mías. Lo hago desde el cariño que le tengo al padre Juan Carlos y más aún, desde la responsabilidad que los jesuitas tenemos en esta misión en San José del Boquerón.
Los jesuitas somos una comunidad religiosa. Hacemos votos de pobreza (es decir de compartir nuestros bienes), de castidad (entregamos nuestra vida a la misión de Dios sin tener mujer ni familia propia), y de obediencia (de ir a donde se nos envíe para ayudar a la misión de la Iglesia). Somos una comunidad misionera.
El padre Juan Carlos es miembro de nuestra comunidad jesuita y llegó allí hace más de 45 años misionado; no fue por su propia cuenta. Más allá de que él deseara esa misión y le haya dado con pasión toda su vida. De hecho todos los jesuitas hacemos eso en las misiones que se nos encomiendan; lo hacemos dándolo todo, con nuestras virtudes y defectos, aciertos y errores. Ysabemos claramente que esa misión es “prestada” a cada uno porque somos servidores quehacemos lo que tenemos que hacer durante el tiempo que nos toca. El tiempo que le tocó al padre Juan Carlos ha sido largo. Después de mucho tiempo, por fin podemos tener una comunidad conformada allí con tres padres jesuitas que van a continuar la misión. Eso significa que la Compañía de Jesús quiere darle continuidad a la obra en la que el padre Juan Carlos ha empeñado gran parte de su vida.
Es momento de que el padre Juan Carlos acompañe desde otro lugar. Como ocurre con todos los compañeros jesuitas después de una larga vida de acción apostólica. Somos una comunidad y por eso mismo cuidamos de los nuestros y disponemos del modo de cuidarlos. Para eso es la Enfermería de la provincia. Allí el padre Juan Carlos como los demás compañeros tienen el cuidado que necesitan. Debo decir que no me parece justo que unos compañeros estén en la Enfermería como debe ser y otro compañero, por determinadas excepciones, no lo esté.
Para los compañeros jesuitas que viven en la Enfermería es el momento de sostener con su oración la misión activa de otros compañeros. Desde que empezamos nuestra vida como jesuitas, todos sabemos que ese es nuestro destino. Todos los compañeros de la enfermería han dado lo mejor de sí y han recibido el cariño de las comunidades a las que sirvieron.
Llega un momento en que los jesuitas sabemos que tenemos que hacer espacio a otros compañeros que trabajen donde nosotros lo hicimos y debemos dejarle libertad de acción. Por eso ya no podemos permanecer en el mismo lugar y debemos ir a donde se nos misione. El padre Juan Carlos estuvo en Boquerón más de 45 años, ahora hay otros compañeros que continúen con la misión que se nos encomendó a la comunidad Jesuita. A pesar de las dificultades de salud que el padre Juan Carlos tiene desde 2010, fue dejado unos años más por atención a sus años de entrega solitaria allí. Ahora ha llegado el momento de hacer lugar a otros en la misión activa y dedicar su vida a rezar y sostener la misión con sus buenos deseos y oraciones. Y ser cuidado por su propia comunidad.
La vida en la enfermería es claramente diferente a la del Monte, sin embargo es un lugar en el que el padre Juan Carlos tendrá los cuidados que necesita, puede recibir visitas y también podrá de vez en cuando, volver a visitarlos No se lo echa de ninguna parte; cumplió su misión y hace espacio para que otros compañeros puedan seguir cosechando lo que el padre Juan Carlos y otros compañeros que pasaron por allí sembraron. También les tocará a ellos sembrar generosamente ahora, para que otros cosechen en el futuro.
Comprendo que esto puede ser difícil de entender, hasta duro; pero es nuestra vida. Ninguna de nuestras misiones es para siempre. No es tampoco una misión personal, no nos labramos el propio futuro de vivir dónde queremos y pasar los años de la tercera edad dónde queremos. Lo sabemos desde el inicio de nuestro camino en el noviciado. El padre Juan Carlos lo sabe y por eso lo ha asumido con tanta disponibilidad y espíritu religioso.
Jesús dice en una parábola del evangelio que después de haber hecho lo que se nos encomendó, debemos decir, “somos simples servidores, hicimos lo que se nos encomendó hacer”. El Padre Juan Carlos puede decir eso con paz y alegría. Ha hecho mucho; tanto que ayudó a muchísima gente y también mantuvo encendida la llama de la presencia de los Jesuitas en Boquerón. Ahora son otros compañeros los que toman la antorcha y siguen. Seguimos los jesuitas allí, como comunidad.
Comprendo el dolor que toda despedida causa. Comprendo también la dificultad que puede causar aceptar la partida de una persona que ha dado tanto.
Lo que sí les puedo prometer es que los jesuitas seguimos comprometidos con nuestra misión en Boquerón. Como comunidad.
Le vuelvo a reiterar mi agradecimiento a ustedes por el cariño que le tienen al padre Juan Carlos, y hago expreso mi agradecimiento a él por todo el bien que ha hecho en estos fecundos años y también por su disponibilidad para esta nueva misión.
Que Dios los bendiga.
Rafael Velasco S.J. –  P. Provincial

Palabra de la CPAL: Horizonte apostólico común

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de Marzo. 

Por Roberto Jaramillo, SJ – Presidente de la CPAL

Está ya muy próximo el desafío de promulgar un nuevo PAC en la CPAL. Para el final del mes de mayo esperamos presentar al P. General nuestro plan para los próximos seis años. Desde marzo de 2020 comenzamos el proceso de evaluación del primer Proyecto Apostólico Común (2010-2020) y de recabar elementos y discernir lo que Dios le pide a la Conferencia en los próximos seis años (2021-2027).

Más de tres mil personas encuestadas entre los meses de mayo y agosto de 2019, y siete rondas de consultas de diversa amplitud nos han ofrecido el material básico para establecer logros, fracasos y errores, fortalezas y debilidades, aciertos y desaciertos metodológicos, áreas de mayor impacto y desafíos estructurales y organizacionales, entre otros elementos que alimentan el discernimiento a diversos niveles.

En el año 2019 el P. General le pidió a la CPAL un plan de reestructuración de las provincias de América Latina y El Caribe; de hecho, fue un pedido suyo para cada una de las seis Conferencias. En esa ocasión, los superiores mayores reunidos en Asamblea le pedimos al P. General que antes de darle una respuesta nos diera un tiempo para pensar, discernir y decidir primero nuestra misión (horizonte apostólico común), en segundo lugar, definir las estrategias para realizarla y los desafíos que comporta, y – en un tercer lugar – proponer un Plan Apostólico (PAC.2) que, como todas las decisiones de la Asamblea, nos vincula como un solo y único Cuerpo.

El PAC.2 está en gestación y hasta ahora el sentimiento de los diversos involucrados es de consolación e impulso apostólico. Con la consciencia de que este proceso es de todos queremos compartir con ustedes la propuesta del horizonte apostólico común que nos inspira y los elementos estratégicos para realizar la misión en los próximos seis años.

Le pedimos a todos ustedes compañeros y compañeras de este Cuerpo Apostólico que llevemos a la oración y a la conversación espiritual esta propuesta, que aquellos y aquellas de entre ustedes que quieran expresar su “parecer en el Señor” lo hagan con toda libertad (presidente@cpalsj.org) y que encomendemos al Señor a las instancias y personas que han de terminar, con nosotros, este discernimiento.

 

Horizonte apostólico común

«Anunciar a Jesucristo,
caminar con los pobres y excluidos,
ser agentes de reconciliación en la justicia.»

Estrategias para implementar esa misión
2021-2027

  1. Fomentar en todos nuestros servicios apostólicos una experiencia y una formación espiritual que ponga a cada persona en relación con Dios, y le mueva a conocerle, amarle y seguirle más de cerca (EE No. 104).
  2. Contribuir para que en la educación y formación de personas – especialmente de niños, adolescentes y juventudes – y de comunidades, se promueva siempre su desarrollo integral personal y social, su creatividad, su formación ética ciudadana, y su responsabilidad ecológica integral (cuidado de la Casa Común).
  3. Colaborar en la gestación de una cultura de la reconciliación en la justicia:
  • Estando cerca de la vida de las personas empobrecidas, excluidas y víctimas de todo tipo de violencia, reconociendo y apoyando sus valores, su cultura, sus capacidades, sus organizaciones, y visibilizando sus luchas y necesidades.
  • Incentivando un compromiso concreto y eficaz con las personas forzadas a migrar, con las poblaciones indígenas y afroamericanas, y con los pueblos de la Panamazonía, de Cuba y de Haití.
  • Estimulando espacios de investigación científica, de estudio y reflexión, de diálogo y acción, mediante la colaboración y participación intersectorial, interprovincial e interinstitucional.

Roberto Jaramillo, SJ

Presidente CPAL