Cinco preguntas para ordenar el consumo digital

Una adaptación de las «Reglas para ordenarse en el comer» que propone San Ignacio de Loyola. ¹

Por Agustín Borba SJ

Ignacio, que siempre ha vinculado sabiamente lo más espiritual que tenemos con lo más cotidiano de nuestras vidas, en esta ocasión le habla al hombre de su tiempo que encontraba en la comida una de las únicas fuentes cotidianas de placer, diversión y esparcimiento. Podía hacer del comer un ejercicio susceptible de canalizar desahogos, excesos y desórdenes que no ayudaban a la persona en su equilibrio vital y espiritual. 

Se pueden traducir estas reglas teniendo en cuenta que están dirigidas al comer en tanto consumir. Hoy no solo consumimos lo que comemos. Hoy consumimos muchas otras cosas. ¿Qué cosas consumimos? 

La realidad virtual, las redes sociales, todo el mundo digital, Netflix y demás, han pasado a ser nuestras comidas más habituales sobre las que se reflejan nuestros desórdenes, excesos y son espacios donde se canalizan desahogos, angustias, soledades. 

Regla 1. “Del pan conviene menos abstenerse, porque no es manjar sobre el cual el apetito se suele tanto desordenar, o a que la tentación insista como a los otros”

El pan como el alimento más simple de todos, el más común, que permite vincularnos y está presente en la mesa de todos. Es un alimento básico y nutritivo. 

El manjar es aquella comida que deleita, pero no sacia, no llena.
El manjar es lo ostentoso que entretiene y da placer, pero no es nutritivo. 

¿Qué simbolizaría el pan en el consumo de internet o uso de redes sociales? Usar en tanto sea medio nutritivo. En tanto ayude a crear vínculos. A brindar información enriquecedora. En el uso de las redes, ¿de qué conviene menos abstenerse? ¿de qué modo de uso conviene no abstenerse? 

¿En qué medida el espacio de las redes es un lugar de deleite que no sacia ni nutre? Se puede transformar en un espacio de deleite que entretiene, pero adormece, y sobre el cual el apetito tiende a desordenarse.

Regla 2. “Acerca del beber parece más cómoda la abstinencia, que no acerca el comer del pan; por tanto, se debe mucho mirar lo que hace provecho, para admitir, y lo que hace daño, para lanzarlo”

Ignacio pone el acento en la capacidad de “mucho mirar”, de examinar lo que consumimos para distinguir lo que hace bien de lo que no hace bien. 

“Somos lo que comemos” Aquello que consumimos, aquello que buscamos fuera de nosotros mismos, aquello sobre lo que fijamos nuestra atención, habla de lo que vivimos y somos por dentro, de nuestra vida interior. ¿Qué “comemos” en las redes? ¿Qué consumimos en internet?

Aparece la referencia al beber. La bebida también debe ser un foco de atención, porque embriaga. También hay determinados usos de las redes que nos embriagan. La mediación digital puede “licuar” muchos vínculos. Hacerlos más líquidos que sólidos. ¿De qué modo se transforman nuestros vínculos por la mediación digital? 

Regla 3. “Acerca de los manjares se debe tener la mayor y más entera abstinencia; porque así el apetito en desordenarse como la tentación en instigar son más prontos en esta parte; y así la abstinencia en los manjares, para evitar desorden, se puede tener en dos maneras: la una, en habituarse a comer manjares gruesos; la otra, si delicados, en poca cantidad

Se repite varias veces la palabra abstinencia. Y es que en la vida también es necesaria una cuota de abstinencia. En todo. No se puede vivir de manjares. Muchas veces nos toca postergar manjares y habituarnos a comer pan, o transformar nuestros panes en manjares. La sabiduría pasa por el saber gustar del pan como si fuera un manjar. Habituarse a los manjares comunes.

También en el uso de las redes es necesaria una cuota de abstinencia. ¿En qué momentos necesito de esa cuota de silencio digital? ¿Qué es necesario postergar? ¿Cuándo es necesaria la sobriedad digital?

Regla 5. “Mientras la persona come, considere como ve a Cristo comer con sus apóstoles, y cómo bebe, y cómo mira, y cómo habla; y procure imitarlo. De manera que la principal parte del entendimiento se ocupe en la consideración de nuestro Señor, y la menor en la sustentación corporal”

Se trata de, en todo, contemplar a Cristo, para imitar su modo. En todo. Hasta en el comer. “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” se puede traducir como: ¿qué diría Cristo en mis redes? ¿De qué modo usaría lo digital para vincularse mejor, para expresarse? 

¿Cómo dialoga la austeridad de Jesús con el consumo excesivo? ¿Cómo dialoga el “no necesito tanto para ser feliz” con el “quiero todo y todo yaa!”?

Que al vincularnos a través de las redes sociales podamos imaginarnos cómo lo haría Jesús, cómo cuidaría sus vínculos, cuánto tiempo gastaría en las relaciones digitales, cómo se mostraría en sus muros… ¿de qué modo ser auténtico y transparente en un espacio propicio para navegar en el anonimato?

Actitudes que nacen de una contemplación, no tanto de un voluntarismo exigente.

Regla 7. “Sobre todo se guarde de que no esté todo su ánimo intento en lo que come, ni en el comer vaya apresurado por el apetito, sino que sea señor de sí, así en la manera de comer como en la cantidad que come”

¿Qué significa ser señor de sí? Crecer en libertad. Llevar el control y no que lo que consumo me controle. Saber poner límites y ser firme. Saber decir que “no” cuando hay que hacerlo. No consumir por consumir. Saber saborear y masticar lento, en lugar de devorar y tragar ansiosamente. ¿Cómo se traduce esto en el consumo de internet, de las redes, de Netflix?

¿Me cuesta llevar el control? ¿Cuándo me gustaría ser más señor de mí mismo? 

No se trata de demonizar ni tampoco de idealizar el ámbito de las redes sociales, sino de entenderlas como medio de canalización y como un ámbito que es cada vez más amplio en nuestra vida. 

Examiná tu consumo digital para orientarlo a Dios, para vincularte mejor, para encontrarte cuando te encontrás con otros, para comunicar mejor a Dios.

 

¹Para una mayor claridad, desarrollamos 5 reglas para ordenarse en el comer (Ejercicios Espirituales 210-217), de las 7 señaladas por San Ignacio.

Resonancias sobre la #OraciónEnCuarentena

Emanuel Vega SJ (ARU), nos comparte algunas consideraciones personales sobre el espacio de oración que llevaron adelante junto con Nilson Castro SJ (COL). Se trata de una serie de vídeos cortos que estuvieron compartiendo en las últimas semanas, con preguntas para motivar la oración personal a la luz de los Ejercicios Espirituales Ignacianos.

Por Emanuel Vega, SJ

En este tiempo de cuarentena, que ha resultado benéfico para algunos y desafiante o desconcertante para otros, hemos sentido más que en otros momentos de nuestra vida la necesidad de «conectarnos» y «dedicarnos tiempo». Algunos se han puesto en contacto con amigos o familiares que tenían un poquito olvidados; otros procuraron buscar espacios para encontrarse consigo mismo a través de la música, el arte, el ocio o alguna serie; y otros se han reservado tiempo para «estar-se» con Dios, sin más, a fin de dar cumplimiento a un anhelo a veces soslayado.

Atendiendo a esta última necesidad, expresada por amigos y cercanos agentes de pastoral, decidimos con Nilson Castro, SJ (COL) -el ideólogo de la propuesta- realizar una serie de videos para ayudarles a orar siguiendo el itinerario propio de los Ejercicios
Espirituales. Junto con el Equipo de Comunicación de la Provincia Colombiana se le ha
puesto como nombre a esta propuesta «Oración en Cuarentena».

Esta serie de videos con «puntos para orar» fue muy bien recibida, tanto aquí en Colombia como en Argentina y otras latitudes. En medio de nuestra «propia cuarentena» (en la Comunidad de estudiantes jesuitas de teología en Bogotá), realizar estos videos nos ha desafiado y, al mismo tiempo, nos ha regalado la oportunidad de generar un espacio de esparcimiento y alegría: para nosotros jesuitas y para tantos otros que nos han compartido sus ecos de esta «Oración en Cuarentena».

Ojalá que puedan disfrutar del contenido de estos videos tanto como nosotros disfrutamos haciéndolos. Y, sobre todo, ojalá que los ayude a «encontrarse con Dios». Ese Dios de la Historia que desea con ansias salirnos al paso en lo ordinario de nuestra vida.

Nos encomendamos a sus oraciones.
Emanuel Vega, SJ

Invitación del Papa Francisco a la Semana Laudato Si

El Papa Francisco ha invitado a los católicos de todo el mundo a participar en la Semana Laudato Si’, del 16 al 24 de mayo.  Nos propone reunirnos para reflexionar, rezar y prepararnos para un futuro más justo y sostenible.

Como no será posible llevar a cabo los eventos planificados de forma presencial, en su lugar, la propuesta es unirnos en oración y reflexionar juntos, «mantenernos unidos con nuestros hermanos y hermanas en la fe mientras atravesamos esta crisis y construimos un mañana mejor.»

La Semana Laudato Si’ es uno de los primeros pasos de un camino de un año, es una manera de prepararse para emprender acciones durante el Tiempo de la Creación, que se llevará a cabo desde el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre.

Actividades propuestas:

  • 16 al 23 de mayo:Espacio de reflexión y formación a través de capacitaciones en línea.
  • 24 de mayo: Unirnos al día mundial de oración,  para conmemorar el quinto aniversario de Laudato Si’.
  • Empezar a preparar las acciones que tomaremos durante el Tiempo de la Creación, en septiembre de este año.

Para más información podes ingresar a la web: laudatosiweek.org

La Cátedra de Filosofía de la UCC reflexiona sobre la realidad actual

Profesores y estudiantes de la cátedra de Filosofía de la Naturaleza de la Universidad Católica de Córdoba, comparten algunas reflexiones que intentan encontrar el sentido a lo que vivimos con respecto a la crisis global del coronavirus. Así lo presentaban:

«Iniciamos la última clase presencial del curso de Filosofía de la Naturaleza con la siguiente cita de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS: «Esta no es solo una crisis de salud pública, es una crisis que afectará a todos los sectores, por lo que cada sector y cada individuo deben participar en la lucha». Seguidamente nos preguntamos retóricamente: «¿Cuál es nuestro sector?» a lo que no dudamos en responder, que nuestra tarea en un curso de filosofía es Pensar.»

Compartimos la reflexión presentada por la Cátedra:

La morada del Pensar en los tiempos de pandemia

Una de las ideas trabajadas ronda en torno a la radicalidad de la experiencia de indefensión en la que nos coloca la pandemia COVID-19, la cual ha puesto entre paréntesis nuestra cotidianeidad y nuestros proyectos, pero ha posibilitado la presentación de las preguntas existenciales. La pandemia a nivel global, devino en un tiempo y espacio abiertos en el que todos, tarde o temprano, nos detenemos a reflexionar ante la evidente fragilidad de la cual estamos hechos.

Distraídos en la urgencia de un hacer ordenado a la efectividad, hiperconectados, demorados en la futilidad de modas y novedades, nos deshumanizamos. El tercer planeta desde el sol, el pálido punto azul, la Tierra y su especie dominante, luchamos contra un micro-organismo invisible que amenaza nuestra vida, pero que paradójicamente, nos conecta con el pensar, con el filosofar acerca del lugar que ocupamos en la naturaleza, con la importancia de respetar la vida, con el valor de la solidaridad y de la sustentabilidad.

En este tiempo, nos preguntamos junto a María Zambrano «¿Por qué no aceptar que el medio propio de un ser como el hombre sea justamente éste que contiene una constante amenaza que lo obliga a despertar a una superior vigilia?». Pareciera que los Estados, países y personas sólo desean que esta crisis finalice: que la vacuna se encuentre y que el virus desaparezca, mientras aguardamos refugiados tras nuestras fronteras ¿No es acaso esto, seguir viviendo desde el deseo de control y poder del ser humano sobre sí mismo y su entorno?

La amenaza de este virus inhóspito nos invita a cuestionarnos y actuar, percatándonos que la reflexión es el ecosistema adecuado para inmunizarnos contra los excesos. El filosofar, al par que se vuelve inexorable, se torna un deber moral, y es al interior del hogar, en la intimidad de las familias, en lo vincular, donde el Pensar en tiempos de pandemia ha encontrado su nueva morada.

¿Hacia nuevos modos de relacionarnos?

El aislamiento preventivo, que ha suspendido el girar irreflexivo del mundo, nos da la enorme oportunidad de crecer en nuestra conciencia social, pero de manera intimista, en el vínculo con los cercanos, y en una proximidad ampliada por las nuevas tecnologías, que vienen a mostrarnos sus potencialidades, podemos conectarnos de otros modos, menos superfluos. Nos permite plantearnos nuevas perspectivas para construir juntos y desde la libertad, sociedades más justas y fraternas.

Estamos perplejos y no sabemos qué será de nosotros, pero ésta es una ocasión para replantear nuestro destino, individual y colectivo. La filosofía se propone clarificar conceptos y puede ayudarnos en estos tiempos donde “quedarse en casa” se vuelve ocasión para ser más libres y humanos. En la última página de La peste de Camus leemos: «Esto es lo que se aprende en medio de las plagas, hay más cosas en los hombres a admirar que despreciar».

Pareciera que la palabra que define esta situación mundial es miedo, que sale a la luz cuando la realidad desvela nuestra impotencia esencial, a la que definimos y llamamos crisis; Hannah Arendt en uno de sus escritos nos dice que las crisis nos obligan a «volver a las preguntas». Hacen nacer en nosotros toda la necesidad de significado de nuestro yo, en el nexo profundo entre nuestra relación con la realidad y nuestra autoconciencia como hombres. Otra de las preguntas que surge en este momento es ¿qué nos rescata del miedo? ¿qué vence el nihilismo que vivimos? Los discursos políticos, la información válida o el apoyo moral no logran responder a nuestro deseo de una verdadera presencia que venza nuestra fragilidad, de allí que nos preguntamos también ¿En dónde tenemos fundada nuestra esperanza?

Cuando llegue el fin de esta pandemia y retorne la normalidad en nuestras vidas, quizá sin darnos cuenta, habremos adoptado un modo de vivir diferente; hemos aprendido que podemos prescindir de las cosas, pero no podemos prescindir de los otros, hemos aprendido, dolorosamente, qué no necesitamos y qué sí necesitamos. El verbo central de este tiempo es cambiar. ¿Qué cosas? Perspectivas humanas y sociales. Modo de ser y de proceder. Escala de valores. Estructuras sociales y relacionales. ¿Crecer de una lógica individualista a una más solidaria que ancle en la dignidad de la persona humana?

Se trata de un cambio gestado desde la intimidad de los hogares, múltiples, y que demanda la presencia de todas las voces y requiere habitar el espacio del pensar, un pensar situado, un pensar plural e interdisciplinario, que posibilite la expresión de nuestra naturaleza humana que se nos descubre en la capacidad de la trascendencia, para comprender ¿A qué vigilia mayor nos está llamando nuestra relación con el Coronavirus?

Este virus que tiene algo nuestro, algo humano (en tanto virus, necesita de un organismo huésped). El coronavirus «es» lo que «es», debido a nuestra propia naturaleza humana; el miedo que provoca es nuestro miedo, la crisis que evidencia es nuestra crisis; el virus es nuestro virus. Ese «nuestro» lo dota de algo de humanidad y la humanidad es ciertamente más que la crisis que provoca. «Algo más» que acontece en la proximidad existencial con el otro y en los hogares, más allá o más acá de las grandes categorías, donde lo fundante hace su emergencia en lo mínimo de las acciones cotidianas.

 

Fuente: uccor.edu.ar

Contacto:
José G. Funes, S.J.
jfunes@ucc.edu.ar

La crisis como oportunidad para la unidad

Monseñor Jorge Lugones SJ, Obispo de Lomas de Zamora y Presidente de la Comisión Episcopal Argentina de Pastoral Social, emitió un comunicado sobre la situación socioeconómica actual de nuestro país, en el que afirma: “Debe convertirse en una oportunidad para la unidad de todos los argentinos”

«Es un tiempo que nos obliga a buscar nuevas formas de encuentro y solidaridad en medio de las dificultades. Que nos iguala en el dolor pero que nos compromete con la ayuda a los desiguales en términos de la salud, la alimentación, el riesgo humano y también la supervivencia en relación al trabajo y a la producción.», expresó.

En el mensaje repasa la dificultad económica que atraviesan tanto las grandes industrias como las pequeñas y medianas empresas, y afirma: “intentan con muchísima dificultad, encontrar caminos que les permitan mantener mínimos de producción y preservar empleos.” Además, afirma que la emergencia sanitaria viene a sumarse la delicada situación de emergencia alimentaria y social que tantos ya venían atravesando.

Resalta la importancia de mantener el diálogo y la cooperación entre los diversos actores sociales,“entendiendo que estamos en una coyuntura donde la creatividad de todos debe poder ayudarnos recíprocamente. Será sólo con la participación de todos los sectores, como podremos encontrar los mejores caminos de salida, ya que -como dice el Papa Francisco- estamos todos en la misma barca y sólo saldremos juntos.”

Por último, nos propone una actitud comprensiva, solidaria y colaborativa tanto ahora como después de la pandemia, “Sabemos que ya se habla de una lenta y ardua recuperación de la pandemia, pero tengamos cuidado, como dijo el Papa, que no nos azote otro virus, que es el del egoísmo indiferente, el que hace que pensemos que la vida mejorará si nos va bien a cada uno de nosotros, descartando a los pobres e inmolando en el altar del progreso al que se queda atrás. Esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”.

Finalmente, nos anima a volver la mirada a Jesús Resucitado, «para que sea Él quien renueve nuestra esperanza y nuestra confianza de que siempre camina junto a nuestro pueblo (..) Aprovechemos entonces esta situación como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

Papa Francisco: la memoria del primer encuentro

En su homilía de hoy,  el Papa Francisco pidió “que el Señor nos dé a todos la gracia de la creatividad en este momento”, en una Eucaristía que dedicó a los artistas, “que han puesto sus capacidades al servicio de la belleza”.

Comentando el Evangelio del día (Jn 6, 22-29), relata el reproche de Jesús a la muchedumbre que lo busca después de la multiplicación de los panes y los peces, sólo porque se han satisfecho y les exhorta a trabajar no por el alimento que no dura, sino por el alimento que permanece para la vida eterna y que el Hijo del Hombre dará.  Corrigió el camino de la gente que había tomado un camino más mundano que evangélico.

Esto también nos sucede cuando nos alejamos del camino del Evangelio y perdemos la memoria del primer entusiasmo por la palabra del Señor. Jesús nos hace volver al primer encuentro; esto es una gracia, frente a las tentaciones de alejarse. La gracia de volver siempre a la primera llamada, cuando Jesús nos miró con amor. Cada uno de nosotros tiene la experiencia del primer encuentro en el que Jesús nos dijo: «Sígueme».

En el camino muchas veces nos alejamos y perdemos la frescura de la primera llamada. El Papa nos invita a rezar para que el Señor nos dé la gracia de volver al momento en el que tuvimos la experiencia de encontrar a Jesús.

Fuente: vaticannews.va

P. Rafael Velasco SJ: El ahora y el después de la pandemia

En una columna para el diario La Nación, el P. Provincial Rafael Velasco SJ, comparte una reflexión sobre el «ahora» y el «después» de la pandemia del coronavirus. Hace hincapié en las desigualdades sociales que quedan a la vista día a día,  y también nos invita a pensar en las consecuencias de esta situación que nos atraviesa a todos.

Compartimos la nota completa:

23 de abril de 2020 – Por Rafael Velasco, SJ.

Mucho se habla en estos días del «después» de la pandemia y de los cambios y transformaciones que vendrán. Algunos hablan de un futuro venturoso, otros son más pesimistas. Como sea, el «después» depende de las conclusiones que saquemos del «ahora», en el que como humanidad estamos siendo puestos en jaque por un micro organismo maligno.

Y en el «ahora» estamos experimentando muchas cosas, por ejemplo que dependemos unos de otros más de lo que pensábamos, y que al caer muchas de las cosas por las que nos afanábamos y con las que vivíamos distraídos, nos damos cuenta de que hay pocas cosas esenciales: en primer lugar la vida que es sagrada y no tiene precio. Constatamos además, que las realidades fundamentales como el amor y el cuidado, no dependen del dinero sino de nuestra atención y dedicación.

Los creyentes de la tradición judeocristiana tenemos un relato de origen bastante conocido: el diluvio universal. Este texto relata que la tierra se había llenado de violencia a causa de la maldad del ser humano, por eso Dios decide destruir la creación, pero preserva a un puñado de seres humanos, encabezados por Noé, y a un grupo de animales, para volver a comenzar. La saga es conocida; también sus consecuencias. Después del diluvio Noé y los suyos no tardaron mucho en volver a las andadas; por eso -a la luz de ese texto- el mundo esta como está, por la incapacidad o la rebeldía del ser humano para aprender de sus errores. Todo relato es interpretación. Este no es la excepción. El autor bíblico explica una desgracia natural, como algo ocurrido a consecuencia de sus malas acciones que atrajeron un «castigo divino». Es una interpretación. Ahora bien, pasada mucha agua debajo del puente de la historia, vamos aprendiendo que las desgracias que solíamos atribuirlas a Dios, no son más que consecuencias de nuestras acciones u omisiones. En el caso de esta pandemia lo vemos claramente. La causa de nuestro sufrimiento está vinculada a acciones humanas y la pandemia deja a la luz las injusticias, las inequidades que nosotros hemos edificado. Vemos como muchos quedan expuestos al contagio y a la muerte porque hemos construido sociedades a costa del ser humano, con la sangre y el sudor de muchos para el disfrute de una minoría.

«Estamos todos en la misma barca», nos lo recordó Francisco . Y es verdad. El problema es que mientras unos viajan en primera otros van amontonados en la bodega. Unos pudiendo disfrutar de las bondades del restaurante de cubierta y otros anónimos y valientes a la fuerza, trabajando para que todos estemos a salvo, dentro de lo posible, arriesgando sus vidas en el intento. Si hoy valoramos y aplaudimos a los que trabajan para que la nave no naufrague, sería ya un aprendizaje que no los lancemos por la borda cuando el peligro haya pasado.

Se dice que después de la pandemia hasta la democracia ya no será igual. Ojalá. La revolución francesa que nos legó este modelo democrático, proclamó la libertad, la igualdad y la fraternidad. Durante los siglos posteriores, los defensores de la libertad y los de la igualdad han tenido numerosas reyertas. Libertad e igualdad han tenido movimientos que las enarbolan. La hija pobre y postergada de la revolución ha sido la fraternidad. Justo la que hoy puede salvarnos. Tal vez un aprendizaje que nos va ofreciendo el «ahora», es que no hay igualdad, ni libertad si no vivimos más fraternamente, haciendo más lugar en la mesa, superando grietas, trabajando juntos los de diverso espacio político, las diversas religiones, los de diferente ideología, etc para que los más vulnerables no sean lanzados como lastre por estribor y puedan vivir un poco mejor en la misma barca.

«Ahora» estamos pasando momentos oscuros, en los que sin embargo vemos con claridad cosas fundamentales. ¿Alcanzará para que el día «después» no perdamos la memoria?

Fuente: lanacion.com.ar

Cura apostolica et cura personalis: siempre para la misión

¿Cómo pensaba San Ignacio conservar la unidad de sus compañeros jesuitas, mientras que desde los primeros años de existencia de la Compañía de Jesús sus compañeros estaban dispersos por todo el mundo? Instituyó un «sistema de cartas» muy eficaz, que todavía hoy sirve de base para la información que necesita el Superior General.

Entre todas las cartas recibidas y enviadas al General -todas ellas numeradas y archivadas, desde la fundación- están las «cartas anuales» o «cartas ex officio«. Al comienzo de cada año, todos los Provinciales, sus asistentes, los superiores de comunidad y a menudo otros jesuitas y responsables laicos de las obras jesuitas envían al Padre General su evaluación de la vida de la Compañía, de las fortalezas y debilidades que han marcado el apostolado y la presencia de los jesuitas en su medio durante el año anterior. A menudo, el General especifica algún punto sobre el que desea ser informado.

Así, al inicio del 2019, las «cartas ex officio» pudieron arrojar luz sobre el modo en que se armonizan la cura apostólica – el cuidado que debe prestarse a la acción y a los compromisos de la Compañía – y la cura personalis – la atención que debe prestarse, sobre todo por parte del superior, a la calidad humana y espiritual de la vida de sus compañeros. Después de recibir miles de cartas y de meditar sobre la información recibida, el P. Arturo Sosa publicó, el 25 de marzo pasado, una carta «a toda la Compañía» en la que resume y comenta esta rica documentación.

El Padre General señala en primer lugar que la tensión que existe entre estas dos formas de liderazgo es propia del carisma y del modo de proceder de la Compañía de Jesús. Añade que esta tensión merece una atención especial en el contexto de “cambio de época” en el que vivimos, en el que la colaboración, el discernimiento en común y la planificación apostólica son instrumentos habituales de gobierno.

Una buena parte del texto del Padre General destaca las buenas prácticas, algunas dificultades, y los principales desafíos en la interacción entre cura personalis y cura apostolica, tal como se desprenden de las cartas que recibió. Una de sus conclusiones es que las dificultades que se presentan tienen como origen principal la separación entre estas dos formas de cura, de cuidado. Esta proviene de una separación de competencias entre el superior de la comunidad y el director de la obra. Ahora bien, insiste el Padre Sosa, la solución a los posibles desequilibrios está en la toma de conciencia, por ambas partes, de que en el fondo no hay más que una única cura que se ocupa de las personas, de las comunidades y de las obras, al servicio de la misión. Es la misión de la Compañía – y la misión de la Compañía tal como se encarna en tal o cual ámbito, por tal o cual obra – la que da sentido al cuidado que todos los responsables deben tener por las personas comprometidas en la misión.

Esta atención personalizada, señala el Padre General, es también asunto de todos, no sólo de los superiores y directores. Cada jesuita que se preocupa por la misión de la Compañía debe ocuparse de los demás según su nivel de responsabilidad y teniendo en cuenta las vocaciones particulares de cada uno.

Después de haber puesto de relieve algunos instrumentos útiles para la cura de la vida y la misión de la Compañía, el padre Sosa afirma que es posible vivir de manera fructífera la tensión entre cura apostolica y cura personalis. Para apoyar esta integración, el propone medidas concretas que pueden tomarse desde ahora: cultivar la transparencia y la libertad interior, promover la conversación espiritual, construir una cultura del diálogo. Y concluye recordando, en el espíritu de un decreto de la 36ª Congregación General, que la comunidad jesuita es un lugar privilegiado de discernimiento apostólico y que si bien los lazos fraternos de «amigos en el Señor» están orientados al servicio de la misión, ellos son también, en sí mismos, una forma de misión.

Texto completo de la carta del Padre General.

Fuente: jesuits.global

La Semana Santa de los jesuitas que realizan la Tercera Probación

Hace unas semanas atrás, celebrábamos la finalización del mes de Ejercicios Espirituales de nuestros compañeros jesuitas que se encuentran transitando la etapa de la Tercera Probación en Cochabamba, Bolivia. En el día de ayer, el P. Emmanuel Sicre SJ, nos compartía la experiencia que vivieron como grupo durante la Semana Santa. Aquí compartimos su mensaje:

Por Emmanuel Sicre SJ

Después del mes de Ejercicios Espirituales, la comunidad de tercerones junto a su instructor Agustín Rivarola SJ, de la Provincia Argentino Uruguaya y el ministro Freddy Quilo Quispe SJ,  de la Provinicia Boliviana,  llevó a cabo un discernimiento comunitario para ver cómo es que Dios la invitaba a vivir esta Semana Santa tan particular en el contexto del COVID-19 que impidió las misiones a las distintas comunidades del país.

La moción principal fue la de “vivir el recogimiento espiritual y el encuentro con el Señor Crucificado/Resucitado en los crucificados del mundo, buscando de signos de resurrección en comunidad”. Esto nos llevó concretamente a intensificar en nuestras oraciones personales y comunitarias la intercesión por aquellas personas que nos pedían oraciones vía redes sociales.

Fue una manera muy bella de vivir este tiempo complejo que nos tiene dentro de casa, pero abiertos; aislados pero conectados; distanciados, pero en comunión con los dolores y los gozos de la gente.

Y ahora, con el espíritu pascual de este tiempo, nos encontramos estudiando las Constituciones y las Normas Complementarias de la Compañía. Cada día, en medio de las tareas domésticas necesarias, leemos, reflexionamos, compartimos y rezamos el origen de nuestro carisma a la luz de las actualizaciones sucesivas.

Para los apostolados nos estamos poniendo a disposición del acompañamiento de Ejercicios y de cursos de pedagogía y espiritualidad ignacianas para quienes colaboran en distintas obras de la Compañía en Bolivia, especialmente con Fe y Alegría. También estamos buscando ayudar a distancia con las Parroquias de Moxos.

Seguimos agradeciendo sus oraciones y continuamos pidiendo a Dios para que nos ayude a responder de la mejor manera a los desafíos que la realidad nos presenta.

AMDG 21/04/2020, Cochabamba, BOLIVIA

Papa Francisco: un plan para resucitar

El papa Francisco escribe una nueva reflexión para Pascua. Se trata de una meditación de puño y letra para la revista Vida Nueva Digital y para toda la Iglesia. A partir del «Alégrense» de Jesús a las mujeres, envía un mensaje de esperanza que nace de la alegría pascual y que anima la vida en estos tiempos que corren.

Presentamos a continuación el texto íntegro de la meditación escrita por el Papa:

Un plan para resucitar

“De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera.

Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que parece tener la última palabra.

Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar.

Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo” (1) . Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora.

Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr. Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente.

Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todo los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora capaz de no romper la caña quebrada ni apagar la mecha que arde débilmente (cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia. Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (2). Cada acción individual no es una acción aislada, para bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para frenar la pandemia. “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (3). Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado.

Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos” (4).

En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios.

 

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Fuente: vidanuevadigital.com