Dios viene igual

No espera el momento oportuno, se hace tiempo propicio e inaugura algo nuevo.
No necesita todo ordenado, se hace armonía en el caos de lo que no controlamos.
No teme a la noche fría, la ilumina cálidamente.
No pretende un lugar limpio para llegar, sino que se hace pureza en la escoria.
No cumple con una idea linda de lo que debería ser Dios, es realidad que lo embellece todo dotándolo de vida.
No trae lo que le pedimos, se hace don él mismo.
No cae del cielo como un rayo tremendo y soberbio, se gesta humildemente en las entrañas de una madre y en la confianza de un padre.
No viene desde arriba, sino desde abajo, emergiendo con simpleza.
No responde nuestras preguntas, se hace palabra sabia que, misteriosamente, desconcierta y calma a la vez.
No pide vestidos lujosos, sólo es envuelto en pañales y recostado en un pesebre.
No impone su autoridad sobre la gente, se hace él mismo ternura que convoca.
Le pedimos paz, amor, prosperidad, salud, ¡tantas cosas!, pero viene él mismo.
Le pedimos cambiar lo que no nos gusta y nos transforma en la relación con él.
Es como si siempre esperáramos que nos mande lo que necesitamos y lo que Dios nos dice con Jesús, es que es él quien, al relacionarnos desde nuestra libertad, viene a salvarnos de nosotros mismos cuando la paradoja de nuestra vida nos abruma, nos enemista, nos mata.
El regalo de toda navidad es Dios mismo, no esperemos más y corramos al encuentro con él. Hablémosle, tomémoslo en nuestros brazos, arrullémoslo, cuidémoslo. Y todo lo demás, vendrá por añadidura.
Emmanuel Sicre, SJ
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