Fe y Alegría: veinte años cumpliendo un sueño

El 3 de junio pasado se cumplieron veinte años del día en que 42 niños del barrio Alberdi, en la ciudad de Resistencia, Chaco, comenzaron sala de 5. Fue la primera escuela de Fe y Alegría en Argentina. En este país, la red de colegios ofrece educación gratuita desde 1996 y cuenta con 6000 alumnos y más de 350 docentes en localidades con altos índices de pobreza y analfabetismo de las provincias de Salta, Jujuy, Chaco, Corrientes y Gran Buenos Aires.

Con la idea de compartir esta fiesta desde sus protagonistas, la Revista Sophia entrevistó Nélida Meza, una docente que trabajó los primeros años de este primer establecimiento de la Fundación.

Hoy Nélida es directora de nivel inicial de la UEP Fe y Alegría Argentina N° 78 y sus primeros alumnos ya son papás y mamás que mandan a sus hijos al mismo jardín donde todo comenzó.

“Todavía estoy transitando este sueño, lo estoy caminando–comparte emocionada-.En aquel momento, al inicio, mi sueño era que mis alumnos y alumnas llegaran a la universidad, o que sacaran a sus familias de la precaria condición de vida en la que vivían. Al ver el crecimiento de lo que es Fe y Alegría hoy, me doy cuenta de que lo estoy cumpliendo. Hoy somos un movimiento reconocido en Argentina, muchos saben de nuestra labor en Salta, Jujuy, Chaco, Corrientes y Buenos Aires, sin hablar del resto del mundo. Hoy veo la escuela, la cantidad de alumnos y alumnas, el equipo de maestras… y no me cabe duda: alcancé mi sueño”.

Primeros pasos

Un día, la directora la llamó para contarle de un nuevo proyecto en la zona, para el que le habían pedido recomendaciones de maestras jardineras. “Se trataba de la primera escuela de Fe y Alegría en Argentina; un Movimiento Internacional de Educación Popular y Promoción Social que pertenece a los Jesuitas. El plan de acción estaba explicado en dos hojitas”. La directora le advirtió: “Es un proyecto diferente; no va a ser un colegio como el nuestro”.

 Había que comenzar una escuela en una comunidad muy carenciada en las afueras de Resistencia, ciudad capital de la provincia de Chaco. “No tenía idea adónde estaba yendo” confiesa entre risas hoy.

Nélida Meza, primera maestra de Fe y Alegría.

El lugar elegido para el desembarco de Fe y Alegría fue el barrio Juan Bautista Alberdi, conocido como el más peligroso de la ciudad.

Nélida cuenta de la precariedad de las condiciones de vida en el barrio y la situación de marginación que vivían sus habitantes: “Las viviendas eran de chapa y cartón. Era una zona de esteros, repleta de barro… No entrabas ni por casualidad. No existían servicios públicos. Si querías agua, había una sola canilla en una esquina y ya. Con padres y vecinos se armó una comisión y ellos nos fueron compartiendo su realidad cotidiana. Contaban cómo sus hijos eran discriminados en las escuelas estatales; muchos de ellos por la sola razón de no contar con un documento de identidad”.

El inicio fue difícil. “Comenzamos un mediodía, el 3 de junio de 1996, con 42 nenas y nenes en una sala de 5 años. Usábamos un espacio de la capilla Santa Rita. Todo era muy precario. Llegaba fin de año y los chicos tenían que pasar a un segundo grado o un tercer grado… pero no había aulas”. A medida que crecían, había que conseguir más y más salones donde educar. De a poco, Fe y Alegría empezó a comprar los terrenos de los vecinos y esas mismas casas se convirtieron en aulas.

Veinte años después

Hoy, por ese mismo barrio, el centro educativo se impone con un edificio para cada nivel: jardín, primaria y secundaria. Más de 600 alumnos y alumnas asisten cada día de manera gratuita.

Cuando Nélida, hoy con 47 años, se remonta al año 1996 y ve el camino recorrido comparte algunas lecciones aprendidas. “Todos los días hay algo nuevo: a veces feo, a veces lindo. Uno planifica para aprovechar bien la jornada, pero siempre surgen emergencias. No hay un día igual a otro. Somos un movimiento de educación popular; un desafío diario. No es algo rutinario donde uno ya sabe lo que va a pasar. Es un movimiento y se trabaja en eso que va sucediendo”.

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Además, Nélida cuenta que en Fe y Alegría aprendió a ser más reflexiva a la hora de actuar: “con los años aprendí a no atropellarme, a frenar a tiempo y a pedir ayuda cuando es necesaria”.

Un equipo de Docentes y Familias

Cuando Nélida habla acerca de las maestras de la escuela, se le nota el orgullo. “Me costó mucho armar el equipo de trabajo con las docentes. Fueron muchos años de trabajar la escucha, el respeto por el otro y dar lugar a cada uno, a cada una. Cuando las chicas se engancharon con eso, la tarea se alivianó”.

Las maestras son las líderes en la sala, y la comunidad las percibe como un equipo bien armado. Además, explica que “se trabaja alumno por alumno, alumna por alumna. Los conocemos como en una radiografía. Cada uno es una personita única y especial”.

Para Nélida, la docencia se trabaja desde el servicio y desde lo humano. “Un actor clave en la dinámica educativa es la familia. Esta comunidad de padres y madres, esta comunidad barrial ¡me ha enseñado tanto! –cuenta orgullosa y emocionada-. “Entre lo que ellos ofrecen y lo que ofrezco yo, construimos juntos. Hoy soy lo que soy, gracias a ellos”.

Un enorme desafío

“Antes el drama era el chico que tenía hambre y su familia que salía a trabajar para ganar el pan día a día. Hoy, ese nene que va al jardín está en un ambiente de droga y violencia”. Esta nueva realidad impulsa a la docente a pensar en que hay que reformular el modo de trabajar con los pequeños y con su familia.

Nélida se entusiasma con cada nueva camada que egresa del jardín, y con cada egreso de la secundaria. Los frutos del trabajo y del amor de tantos años la colman de alegría. Al pensar en todo el camino recorrido en la fundación, expresa: “no sé si alguna vez caeré en la cuenta; me parece algo hermoso, sublime. ¡Cuánta vida ha pasado y cuánta vida seguirá pasando por acá!”.

Fuente: Revista Sophia Online

 

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