Reflexión del Evangelio – Domingo 13 de septiembre

Evangelio según San Mateo 18,21-35.

Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: «Señor, dame un plazo y te pagaré todo».
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?’.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».

Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Cuando las 220 familias de las comunidades de Bojayá, Vigía del Fuerte y otros pueblos del Chocó y Antioquia, a orillas del río Atrato regresaron a sus viviendas, después de la masacre que perpetró la guerrilla de las FARC en medio de ellos, todo el pueblo colombiano quedó admirado de la dignidad de este pueblo. El 2 de mayo de 2002 un enfrentamiento entre la guerrilla y los paramilitares ocasionó una de las más graves tragedias ocurridas en la historia de nuestro país: 119 personas murieron, víctimas de un ataque de la guerrilla, mientras estaban refugiadas bajo el amparo del Templo parroquial de Bojayá. Las familias regresaron a su terruño en varias embarcaciones, una de las cuales llevaba el significativo nombre de El Arca de Noé. Como en el relato bíblico, el arco iris de la paz se convirtió en señal de la alianza de Dios con su pueblo. Pero no todo estaba solucionado. Al regresar, seguía habiendo presencia de la guerrilla y de los paramilitares en la región. Sin embargo, la gente no quería seguir desplazada y regresaron con las pobres garantías que les ofreció el gobierno.

Serafina, una de las señoras que regresó a Bojayá junto con su familia, comentaba: “Me gustó lo de las coplas y las pancartas. Pero la música no. Yo siento que todavía estamos de luto. (…) La familia no la hace la sangre sino la gente que vive con uno. A mí se me murió un primo, pero también casi 70 amigos y vecinos”. No estaban para fiestas ni celebraciones. La memoria de los muertos sigue viva en medio de este pueblo.

Junto a esta realidad, a nivel mundial recordamos en estos días la tragedia que vivió el pueblo norteamericano, y el mundo entero, en el año 2001, lo mismo que las represalias que esta acción terrorista produjo hacia el pueblo afgano y el mundo árabe. Recordamos el golpe militar en Chile, y el asesinato de su presidente, Salvador Allende hace ya 47 años. El dolor sufrido por los pueblos del mundo es tanto, que no podemos sino preguntarnos: ¿Cómo decirle a estas gentes de Bojayá, de Chile, de Afganistán, de la Torres de Nueva York, de Irak, de Palestina… y de tantas otras partes, que no deben perdonar siete veces, sino setenta veces siete? ¿Cómo explicar a una persona que ha sido maltratada o que ha perdido a sus seres queridos, que Jesús nos invita a perdonar como él nos perdona? ¿Perdonar es olvidar?

Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar es un artículo escrito por el P. Juan Masiá Clavel, S.J. y publicado en un libro que lleva por título “14 aprendizajes vitales”, de la colección Serendipity Maior. En este artículo el P. Masiá afirma que en toda experiencia humana en la que ha habido una herida de alguien hacia su prójimo, existen dos víctimas: la persona agredida y la persona agresora: “La víctima no es solamente la otra persona a la que yo he herido, sino yo mismo. Al hacer mal a otra persona, me he perjudicado a mí mismo”.

Desde esta perspectiva, la parábola que Jesús nos cuenta este domingo nos invita a colocarnos de ambos lados de la experiencia: a veces somos personas perdonadas, pero no sanadas… el perdón de Dios y de los demás no nos garantiza que después nos hagamos capaces de misericordia y compasión. Otras veces herimos y somos heridos cuando herimos. La víctima no es sólo el que es lastimado; también el agresor es víctima que hay que salvar. Esto es, precisamente, lo que Jesús quiere que sus discípulos entiendan y vivan con el milagro del perdón.

Fuente: jesuitas.lat

 

 

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