Uruguay: La pastoral bajo una “nueva normalidad”

La Iglesia en Uruguay ha abierto las celebraciones a la participación presencial de fieles. Una nueva normalidad: barbijos, alcohol en gel, bancos señalizados y ventilación de ambientes son algunos de los cambios.

Por Sebastián Sansón Ferrari – Colaborador de Vatican News

Misa de domingo a la tarde: al llegar el momento del gesto de la paz, una chica saluda a otra con el codo. Desde uno de los últimos bancos del templo otra persona sonríe por debajo del tapabocas. Este es uno de los signos de la “nueva normalidad” eclesial en Uruguay, un país que ha sido reconocido por su eficiente gestión de la pandemia de Covid-19. A esto se suma el ya habitual uso de mascarillas, la aplicación de alcohol gel, el aireamiento de los locales y la clara señalización de los puestos asignados dentro de los templos.

Tras un diálogo fluido entre la Iglesia católica y el gobierno nacional, el 19 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, se retomaron las celebraciones con la participación de fieles. El protocolo elaborado por la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU), y avalado por el Ministerio de Salud Pública, determinó las medidas a aplicar. La primera fase fue la más restrictiva: las liturgias no podían durar más de 45 minutos, el aforo permitido era de un tercio del total de personas que entraban sentadas y no se autorizó más de una misa por día en cada parroquia o capilla.

El 1 de septiembre empezó la segunda fase que, según el comunicado del episcopado uruguayo, manteniendo todas las medidas de protección del protocolo original, introdujo tres cambios. En primer lugar, se admitieron dos celebraciones en el mismo espacio durante el día, bajo la condición de que haya siete horas de diferencia entre ellas y que el lugar sea desinfectado. En segundo lugar, la duración de las liturgias ahora puede llegar a los 60 minutos. Por último, se exhortó a que, dentro de las posibilidades de cada sitio, se realicen celebraciones al aire libre para aumentar el número de participantes y preservar las normas sanitarias.

Para respetar los cupos, las parroquias adoptaron distintas modalidades como, por ejemplo, anotarse directamente en la entrada del templo, reservar un lugar a través de una aplicación digital o inscribirse por medio de la secretaría parroquial.

El balance del episcopado uruguayo

El secretario general y portavoz de la CEU, monseñor Milton Tróccoli, obispo de la diócesis de Maldonado-Punta del Este-Minas, valora positivamente este periodo como un tiempo de recuperación de la actividad pastoral.

“El tener que suspender muchas actividades y, sobre todo, la misa con presencia física de fieles fue un gran dolor, aunque también fue un tiempo de creatividad y de buscar otras formas de comunicación con la comunidad de los fieles. A partir del comienzo de las celebraciones litúrgicas también se comenzaron a dar pasos para retomar, con los debidos cuidados, otras actividades pastorales, sobre todo las catequesis de niños, adolescentes y jóvenes. Vemos importante que no se pierda el sentido comunitario de la fe y su vivencia, especialmente en los sacramentos. Igualmente, que la comunión espiritual no deje de lado la comunión con el Cuerpo de Cristo en la hostia consagrada”, comenta el obispo.

Respecto de la respuesta de la feligresía, el pastor la considera muy buena, ya que ve una participación activa tanto en los momentos de las celebraciones transmitidas por medios digitales, como ahora, cuando se puede asistir presencialmente. Además, explica que progresivamente han sido más fieles los que se han acercado nuevamente a celebrar su fe y también a varias actividades que se pueden realizar cumpliendo con los protocolos establecidos. “Ha sido un gran consuelo este tiempo el desarrollo de lo que podemos llamar ‘el Evangelio de la caridad’. Se ha multiplicado la ayuda en alimentos y ropa que reciben las parroquias y capillas, así como los grupos -sobre todo de jóvenes- que salen a repartir canastas de alimentos y ropa a los más necesitados. Lamentablemente, se ha multiplicado también la demanda, signo de otras consecuencias de esta pandemia, que no son sólo sanitarias”, detalla monseñor Tróccoli.

Desafíos que persisten

Pese a estos avances en el retomar una normalidad relativa de la vida litúrgica y pastoral, el portavoz de la CEU asegura que aún quedan desafíos pendientes, como reforzar el sentido comunitario de la vivencia de la fe y también que no se pierda la creatividad que se ha desarrollado en este tiempo. “La utilización de las redes sociales para acortar distancias y favorecer encuentros es algo que tenemos que seguir desarrollando”, exhorta. Además, reconoce que habrá que seguir empeñándose en el cuidado y la preparación de la celebraciones litúrgicas, para que los que participan puedan sentirse fortalecidos y edificados en su fe, porque asegura que “para muchos, hoy es el único momento comunitario para seguir fortaleciendo su fe en comunión con sus hermanos”.

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