Las Cualidades del Padre General Hoy

Más allá de que todos los electores son diferentes, en sus modos de ser, en sus historias y en cómo sus contextos han ido moldeando la vivencia de la vocación, hay ciertas características que se consideran necesarias para quien ocupe el cargo más alto en el gobierno de la Compañía de Jesús.

A las puertas de la sesión plenaria de la Congregación General 36 que elegirá a un nuevo Padre General de la Compañía de Jesús, es interesante recordar lo que del perfil del Prepósito General se dice en las Constituciones. El jesuita Inglés Nick Austin ha publicado recientemente un artículo en la revista Manresa analizando dicho retrato que el mismo San Ignacio hace del Padre General ideal.

¿Qué dicen las Constituciones?

El retrato es innegablemente desafiante, pues el Prepósito General “debe ser de los más señalados en toda virtud, y de más méritos en la Compañía y más a la larga conocido por tal” [Co 735]. Más que las excelencias técnicas de una persona, se apunta a las cualidades más profundas de su mente y de su corazón, lo que Ignacio llama “virtudes”. Lo que él quiere para dirigir la Compañía de Jesús no es un mero experto, sino una clase determinada de persona, alguien que pueda dirigirnos sobre todo con su ejemplo, que sea “un espejo y dechado” para todos nosotros. Lo que quiere, sobre todo, es que sea un buen jesuita.

En terminología contemporánea, podríamos expresarlo así: Sobre todo, el P. General tiene que ser una persona de profundidad espiritual, de amistad con Dios en la oración, en la acción y en sus relaciones humanas. Con libertad de corazón, para que lidere con un amor humilde, justo y valiente. Que sea una persona de iniciativa y perseverancia en el bien, mostrando siempre magnanimidad cuando se enfrente al éxito o al fracaso. Con cuidado de su salud y de su apariencia. Que en el espíritu, alma y cuerpo viva el magis con un corazón grande, abierto a Dios y a los demás.

Un retrato así puede parecer tan exigente que no hay forma de encontrar a nadie que se acerque mínimamente a él. El mismo Ignacio parece que fue consciente de este problema. Por eso añadió en el mismo párrafo un criterio último recogiendo tres únicas cualidades imprescindibles: “Y si alguna de las partes arriba dichas faltasen, a lo menos no falte bondad mucha y amor a la Compañía y buen juicio acompañado de buenas letras”. En otras palabras, lo esencial es el tríptico de un carácter sano, un profundo amor a la Compañía, y un culto buen sentido. Ante la innegable sensación de que todos nosotros nos quedamos cortos; a las puertas de esta Congregación General confiamos, sobre todo, en la gracia de Dios.

Fuente: gc36.org

 

La Historia detrás del Nombre ‘Jesuitas’

¿Por qué a los miembros de la Compañía de Jesús le llaman jesuitas? ¿Siempre fue así? ¿De dónde viene ese nombre? ¿Qué significa?  Esta nota te dará la respuesta a estas preguntas y muchos otros datos que seguramente no conocías…

¿»Compañeros de Jesús” o “jesuitas»?

La palabra “jesuita” no fue inventada ni usada por Ignacio, ni por la Compañía. No se encuentra ni en las Constituciones, ni en ningún documento oficial, desde la aprobación de la orden por Paulo III, en 1540, hasta 1975.

Entre insulto y alabanza

A los “compañeros de Jesús” se les empezó a llamar “jesuitas” en Austria y Alemania.

En diciembre de 1544, Pedro Canisio en carta desde Colonia a Pedro Fabro, uno de los primeros compañeros de San Ignacio, le cuenta: …en cuanto a nosotros te puedo decir que nos llaman jesuitas. Al año siguiente vuelve sobre el tema: Nosotros seguimos llevando adelante los trabajos de nuestro instituto, no obstante la envidia y las injurias de algunos que incluso nos llaman “jesuitas”.

Con el paso del tiempo la palabra “jesuita” había adquirido un sentido muy distinto del que le daba Ludolfo de Sajonia, el Cartujano, en su “Vita Christi” que apareció en Alemania en 1350, 190 años antes del nacimiento y aprobación de la Compañía. Allí se decía: Así como los que, por la gracia bautismal, por Cristo somos llamados cristianos, así en la gloria seremos llamados, por el mismo Jesús, jesuitas, es decir, salvados por Él. En esta primera edición, al menos encontrada hasta ahora, el término “jesuita” es particularmente positivo y estimulante. Antes de la invención de la imprenta la obra había tenido gran difusión. Su primera impresión es la de Estrasburgo en 1474. Le siguieron 400 ediciones, muchas en los siglos XV y XVI, en diversas lenguas europeas. San Ignacio leyó, en su convalecencia de Loyola la traducción de Fray Ambrosio Montesinos, y conocía esta palabra. Probablemente en París no le pasó desapercibido el sentido peyorativo que se le daba.

En el “Confesionale” de Gottschalk Roremund (Amberes 1519) se propone, incluso, esta pregunta: ¿Has omitido enseñar la palabra de Dios por temor a que se burlen de ti y te llamen fariseo, jesuita, hipócrita, beguino?

El significado de jesuita como fariseo e hipócrita es ya muy despreciable; pero aún es más ofensivo el de “beguino”, vocablo de origen flamenco, que conlleva el sentido de hereje y depravado.

Por otra parte, con el auge de la devoción al nombre de Jesús en la Italia de los siglos XIV y XV, el pueblo dio el nombre de “jesuitas” a los “Clérigos Apostólicos de San Girolamo”, fundados en 1360 por el Beato Giovanni Colombini, porque iniciaban y concluían sus predicaciones con la frase “Alabado sea Jesucristo”, nombre que se convirtió en “jesuato”, sin ningún sentido peyorativo. San Bernardino de Siena en 1427 fue acusado de herejía por la forma en que propagaba la devoción al nombre de Jesús. El humanista Poggio Bracciolini lo denunció por su “jesuitismo”. El Papa Martín V, sin embargo le autorizó y exhortó a seguir en la predicación de esta devoción, enarbolando, como antes, el estandarte con el gran monograma JHS.

“Jesuita” como identificación de la Compañía

La evolución semántica de la palabra “jesuita” es un hecho normal. La evolución semántica de las palabras, habitualmente, es un reflejo del comportamiento humano; pero esa evolución después de la fundación de la Compañía parece querida, por:

1) Usar el término “jesuita” sólo y exclusivamente para designar a los miembros de la Compañía de Jesús.

2) Atribuir a los jesuitas fechorías de todo género.

3) Convertir el término “jesuita” en sinónimo de astuto e hipócrita, y así difamante. Protagonistas de esta tendencia fueron, sobre todo, la Alemania protestante, la Francia galicana y jansenista y la de la Ilustración, y un poco Inglaterra. De ahí se extendió el antijesuitismo a toda Europa y  consiguió la supresión de la Compañía. Con la supresión se atenuó un poco ese antijesuitismo, pero se reavivó y, con el correr de los tiempos se difuminó algo, pero todavía los diccionarios siguen repitiendo: “jesuita” miembro de la Compañía de Jesús, y persona astuta, intrigante e hipócrita.

Mientras el antijesuitismo seguía dándole un sentido difamante a “jesuita”, los católicos encontraban que la palabra, por su brevedad y por su significado etimológico, era muy idónea para sustituir las largas expresiones compañero de Jesús, o miembro de la Compañía de Jesús. Y en ese sentido exclusivo de miembro de la Compañía de Jesús se extendió de forma notablemente rápida.

Ese significado parece sancionado por el concilio de Trento. No lo usa en sus decretos, pero sí en sus actas. Al P. Diego Laínez se le llama General de los Jesuitas. La popularidad que el vocablo “jesuita” adquirió en el mundo católico no ha sido ni promovida ni deplorada por la Compañía.

Ha reconocido que para el pueblo católico no era más que un sinónimo de Societatis Jesu y Compañero de Jesús, y merecía un respeto. De hecho es de uso corriente en el lenguaje de la orden y de sus miembros que se refieren a sí mismos como “jesuitas”. Sólo ha sido usada oficialmente, 435 años después de la fundación de la Compañía, en la Congregación General XXXII (1975), en uno de sus decretos (2, 1): ¿Qué significa ser jesuita? Reconocer que uno es pecador y, sin embargo, llamado a ser compañero de Jesús, como lo fue Ignacio….

Fuente: Revista Jesuitas España

Marcos Aleman SJ: “Hacia una intemperie de nuestra vida comunitaria”

Este mes de Septiembre, la CPAL sugiere como artículo de lectura para nutrir la vida espiritual, un texto del jesuita argentino Marcos Aleman SJ. Si bien el mismo está encuadrado dentro del contexto de la vida religiosa, desde la Conferencia, han considerado que esta misma reflexión se puede realizar en las comunidades cristianas de grupos parroquiales, movimientos…

Leer artículo completo 

“Hace un tiempo cuando alguien ingresaba a la vida religiosa, o incluso al recordar aquel día, medio en serio, medio en broma se lo indicaba como el día que ‘dejé el mundo’, o ‘el día en que salí del mundo’.

Salíamos del mundo para entrar en la vida religiosa, todo en una sola decisión.

¿Cuánta carga había o hay detrás de ese imaginario? ¿En qué lugar de privilegio o supuesta perfección nos ubica? ¿En qué lugar deja a los que quedan ‘afuera’?

Y si a este imaginario todavía le agregamos el hecho de tomar la vida consagrada como un estado de mayor perfección, como un signo de lo escatológico, entonces el riesgo es mucho mayor: nos instalamos como si ya hubiéramos llegado y nos olvidamos que antes que nada la vocación cristiana, sea cual sea, tiene sobre todo un fuerte perfil de peregrinos, de ‘caminar hacia’. Esa tensión que refleja toda la teología paulina entre el ‘ya’ y el ‘todavía no’ del Reino”.

“Parto de este imaginario para así poder plantearnos y descubrir qué lugar le estamos dando hoy a nuestra vida comunitaria, y qué la caracteriza, teniendo en cuenta que como religiosos/as la vida comunitaria no es un agregado a nuestra vocación sino que es parte constitutiva de la misma”.

Fuente: CPALSJ

 

Que Nunca Apartemos la Mirada

Frente a las realidades injustas, las grandes luces y los espectáculos impresionantes, los más pequeños, pobres y marginados, corren el riesgo de pasar desapercibidos… Este texto nos invita a fijar en ellos especialmente la mirada.

Por José Luis Pinilla SJ

¡Cómo me gustaría que –en este tiempo donde tantas cosas se hipotecan y secuestran– no nos secuestraran nunca la mirada sobre la realidad de los niños en nuestro mundo! Expreso este deseo ante el regalo que me ha hecho Mari Fran de la Sección de Menores en Riesgo de la CEE, recomendándome el Informe anual de UNICEF sobre el estado mundial de la infancia

Una lectura diagonal del mismo me abre el apetito para hacerlo sosegadamente en el próximo fin de semana. Pero al menos quiero que ya quede la huella y la impronta de un impacto brutal: UNICEF, a nivel mundial, alerta sobre los 69 millones de menores que podrían morir por causas evitables para 2030. Casi la mitad en África subsahariana y una tercera parte en Asia meridional. Y para ese año otros 167 millones vivirán en la pobreza

De lo global a lo local: la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social en España se sitúa en el 34,4 por ciento. La pobreza infantil ha aumentado hasta alcanzar a 2,5 millones de niños. España está invirtiendo en protección social de los niños y sus familias un 1,4 % del PIB, cuando la media europea es del 2,2 %. En España, la tasa de riesgo de pobreza de los niños batió récords: pasó del 30% de 2014 al 34,4% en 2015. Y ¡cómo no! , esta cifra llega hasta el 60,3% de los nacidos en familias extranjeras en hogares de migrantes con hijos pequeños, dato que pone en evidencia las barreras de estos colectivos en el acceso a derechos y servicios.

Un panorama desolador para el futuro de los niños en situación de mayor pobreza en el mundo, si los gobiernos, los donantes, las empresas y las organizaciones internacionales no aceleran los esfuerzos para responder a sus necesidades básicas. Este informe no hace más que reiterar el convencimiento de que, desde hace muchos años en muchas regiones del mundo, la migración afectando a los niños fue una piedra incomoda en el zapato de los gobiernos de las regiones de Centro y Norteamérica o de otras partes del mundo. Situación de la que se desentendían casi por completo desviando la mirada y minimizando el asunto. Eso seguiremos haciendo. Para nuestra desgracia. Desviar la mirada, mucho antes de que esta migración alcanzara las sorprendentes dimensiones que ahora la hacen “visible”, por ejemplo a la sociedad mexicana e internacional, ya era un problema que, por sus características y no sólo por sus proporciones numéricas, era estremecedor y suficientemente grave por sí mismo.

En fin, cierro el informe. Espero al domingo. Las miradas rápidas sobre la realidad emocionan fácilmente. Ver es fácil; es un fenómeno biológico. Pero es necesario mirar, contemplar sosegadamente, dejar que cale el cruce de miradas. Y que los textos, números, y gráficos que acompañan la compleja y cruel realidad de la pobreza infantil sean digeridos por un sano ejercicio del raciocinio, por una atención detenida, y sobre todo, por la experiencia del tiempo que sabe depositar en el alma humana los ecos de verdades incuestionables que empujan a la imprescindible rebeldía. Educar la mirada sobre la vida de los pobres es una habilidad necesaria para construir interpretaciones más ricas de la realidad. Y así buscar lo verdadero dejándonos llevar por el rescoldo que se posa en el corazón Dejarnos llevar es ver. Profundizar en el magma de las cosas es un ejercicio de retórica que nos hace más humanos y mejores. Somos lo que somos capaces de mirar en profundidad. Nuestra mirada puede retener el poso y el paso por la existencia, una cotidianidad conquistada, ¡Contemplativos, en suma!

El informe de Unicef contempla la realidad y la perfora. Y la denuncia diciendo a cualquier gobernante que se ponga a tiro que la inequidad no es “ni inevitable ni infranqueable”. O que ¡no nos andemos con zarandajas! Que el objetivo a largo plazo es mucho más simple: demos una oportunidad a los niños. Demos a los niños una voz. El futuro es suyo.

Fuente: Entre Paréntesis

 

Encuentro Juvenil Ignaciano en Córdoba

El pasado sábado 10 de Septiembre, se llevó adelante en la ciudad de Córdoba el Encuentro Juvenil Ignaciano (EJI) Regional. Del mismo participaron unos 60 jóvenes pertenecientes a grupos ignacianos del Movimiento Eucarístico Juvenil (MEJ), de la Parroquia Sagrada Familia y del Centro Manresa.

La actividad se llevó adelante en las instalaciones del Colegio y la Parroquia Sagrada Familia.

La jornada comenzó cerca de las 10 de la mañana, con una animación organizada por los anfitriones. El resto de las actividades fueron organizadas por los diferentes apostolados de centro Manresa, y tuvieron como consigna común el invitar a la reflexión y a compartir la experiencia personal de Misericordia.

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Luego de la bienvenida hubo un tiempo de oración y adoración. Al finalizar, los jóvenes compartieron el almuerzo, tras el cual hubo un breve tiempo de esparcimiento.

A las 14, volvieron a reunirse para prepararse para el tiempo dedicado al servicio y la misión. Esta actividad se llevó adelante en la misma parroquia Sagrada Familia y en dos de las capillas más cercanas. Allí, los jóvenes se dividieron entre quienes visitaron las casas de los barrios de puerta en puerta; y quienes llevaron adelante talleres para los niños y adultos que asisten a la catequesis familiar en ese horario. Este tiempo de servicio y misión estuvo atravesado por la pregunta: “¿A dónde llevar la misericordia hoy?”.

 Al regresar, y tras una merienda, se dedicó un tiempo, de algo más de una hora, a la Formación. La misma tuvo como título: “Ponerle el cuerpo a la Misericordia”. A lo largo de ella, los jóvenes se dividieron en pequeños grupos para compartir la experiencia de Misericordia en sus espacios de servicio cotidianos.

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Tras este espacio de Formación, los jóvenes se trasladaron a la Parroquia para compartir la eucaristía con la comunidad.

Sin embargo, el EJI no terminó ahí, ya que, al finalizar la misa, estaba organizada una “EJI-Peña”. En la misma, se presentaron varias bandas y solistas que musicalizaron la noche, mientras los participantes del encuentro compartían unos panchos y las resonancias de la jornada.

En general, la instancia transcurrió en el mejor clima de encuentro y trabajo en equipo. Para la Red regional de Córdoba, esta constituye la primera instancia de este tipo, y por ello ha significado un gran aprendizaje y crecimiento.

 

El Círculo de la Contemplación y la Sencillez de Vida

Contemplar con profundidad la Creación como regalo nos ayudará, no sólo a cuidarla y respetarla, sino también a hacer nuestra vida más sencilla y ‘disfrutable’.

Por Xavier Pifarré

Un verbo que se repite hasta la saciedad en la Laudato Si del papa Francisco es “contemplar”. Capacidad de contemplación, en este caso, de la Creación, como regalo infinito que Dios pone en nuestras manos. Mirar, escuchar, oler, tocar, gustar…… Todos nuestros sentidos absorbiendo el don de la naturaleza, de sus criaturas, de sus paisajes…… Una contemplación que nos acaba enamorando, que nos admira, que nos fascina.

Más allá del gozo que esto produce en nosotros, para Francisco representa un paso esencial en la conversión hacia estilos de vida más sencillos y respetuosos con la Creación. Algo así como que “es más fácil respetar y cuidar aquello que se conoce, se valora y se admira”. Estos nuevos estilos de vida que nos propone la encíclica pasan por cambios de hábitos en aspectos muy variados de nuestras vidas, como la alimentación, el consumo, el gasto energético o la movilidad. Un principio general que rige todos estos cambios es la reducción de necesidades y del consumo en general.

Seguramente hemos oído hablar de la huella ecológica como el “rastro” que nuestra vida deja en nuestra Casa Común, la Tierra. Ella es, con el Sol, la fuente última de nuestro sustento. Si medimos la superficie de planeta necesaria para mantener (de forma sostenible y renovable) nuestro actual estilo de vida, habremos calculado nuestra huella ecológica. Y en nuestro Primer Mundo (Mundo Civilizado, Mundo Desarrollado, Mundo Deseado por tantos y tantas……) nuestra huella es tan grande que, de extenderla a todos nuestros hermanos/as, habitantes de la Tierra, harían necesarios tres planetas como el nuestro para evitar el agotamiento de los recursos y el colapso final. En otras palabras, nuestro actual ritmo de consumo y de generación de residuos no es sostenible. Por lo tanto, una vida sencilla, sin necesidades superfluas, evitará daños innecesarios a la Creación, reduciendo la explotación de sus recursos, disminuyendo los residuos y evitando emisiones de esos gases “invernadero” que tanto nos preocupan…

Volviendo al plano personal, basta una mirada rápida a nuestra cocina, a nuestro comedor, a nuestro garaje… Para descubrir decenas de aparatos mecánicos e instrumentos tecnológicos, cada vez más complejos, cuya finalidad, nos dicen en los anuncios, es mejorar nuestra calidad de vida y “ganar tiempo para nosotros/as mismos/as”.

¿De veras disfrutamos mejor de nuestro tiempo ahora de lo que lo hacían nuestros abuelos, en sus pueblos, en los años 50, 60 ó 70? Personalmente, intuyo que algunos de estos bienes de consumo, que vienen a cubrir necesidades de nuestro día a día, acaban generándonos nuevas obligaciones y exigencias que al final consumen, con creces, ese tiempo que supuestamente venían a ahorrarnos.

Reducir es, por lo tanto, un camino para recuperar espacios y tiempos perdidos en nuestras vidas; espacios para leer, para dialogar, para rezar, para contemplar… La vida sencilla, con poco equipaje, es más relajada, menos estresante. Una de sus ventajas es que nos facilita el acercamiento a la naturaleza, a sus paisajes y a sus criaturas. Nos proporciona capacidad de contemplación, de admiración.

De este modo cerramos el círculo Contemplación-Vida Sencilla-Contemplación. La primera nos tiene que motivar a experimentar la segunda; la segunda nos facilitará recuperar la primera. Podemos entrar en el círculo por donde nos resulte más sencillo; incluso podemos hacerlo por dos sitios a la vez.

Fuente: Entre Paréntesis

 

Hacia la CG36: Ruta Espiritual Ignaciana II

Seguimos la invitación de los representantes de América Latina a la Congregación General 36 de compartir un camino de preparación espiritual, que propicie “un clima de oración y discernimiento en nuestras comunidades y obras, para responder al Señor y servirle con hondura… en colaboración, en medio de los retos y oportunidades de nuestra historia”. En esta segunda propuesta, animados por la mirada misericordiosa de Dios, nos adentramos en aquello que necesita conversión en nuestras vidas, en nuestra misión y estilo de vida.

1er Momento

Nos hacemos conscientes de la presencia de Dios en nosotros, entre nosotros, en nuestra vida y tarea compartida. Dejemos que la mirada misericordiosa del Señor, manifestada en Jesús, nos inunde.

Ante esa mirada compasiva, pedimos: “Señor, una palabra tuya bastará para sanarnos”.

2do Momento

“Seguir a Cristo cargado con su Cruz significa abrirnos con Él a todo tipo de sed que aflija hoy a la humanidad. Cristo mismo es alimento, la respuesta a toda hambre y a toda sed. Él es el pan de vida que, al saciar a los hambrientos, los congrega y los une. Él es el agua de vida, el agua viva de la que habló a la mujer samaritana,… Al salir a su encuentro, Jesús se abrió a la diferencia y a nuevos horizontes. Su ministerio trascendió las fronteras. Invitó a sus discípulos a ser conscientes de la acción de Dios en lugares y en personas que ellos se inclinaban a evitar…Como agua que da vida a todo el que está sediento, Jesús se mostraba interesado por todas las zonas áridas del mundo; y, así, en cualquiera de esas zonas áridas, Él puede ser aceptado, ya que todos los sedientos pueden llegar a comprender lo que significa el agua viva. Esta imagen del agua viva puede dar vida a todos los jesuitas en tanto que servidores de Cristo en su misión, porque, habiendo gustado ellos mismos de esta agua, estaremos ansiosos de ofrecerla a todos los sedientos y de llegar así a gentes situadas más allá de las fronteras –donde quizás el agua no haya brotado todavía– para llevar una nueva cultura de diálogo a un mundo rico, diverso y polifacético.” (CG 35, D 2; n 12)

“Siguiendo este camino, los jesuitas confirmamos hoy todo lo que fue declarado en las tres últimas Congregaciones Generales sobre la misión de la Compañía. El servicio de la fe y la promoción de la justicia, indisolublemente unidos, siguen estando en el corazón de nuestra misión. Esta opción cambió el rostro de la Compañía. La hacemos nuestra una vez más y recordamos con gratitud a nuestros mártires y a los pobres que nos han nutrido evangélicamente en nuestra propia identidad de seguidores de Jesús: “Nuestro servicio, especialmente el de los pobres, ha hecho más honda nuestra vida de fe; tanto individual como corporativamente”. Como seguidores de Cristo hoy, salimos también al encuentro de personas diferentes de nosotros en cultura y religión, conscientes de que el diálogo con ellas es también parte integrante de nuestro servicio de la misión de Cristo. En cualquier misión que realizamos, buscamos sólo estar donde Él nos envía. La gracia que recibimos como jesuitas es estar y caminar con Él, mirando al mundo con sus ojos, amándolo con su corazón y penetrando en sus profundidades con su compasión ilimitada”. (CG 35, D 2, nº 15)

Aportes para la oración

– Ante la mirada de Jesús, repasemos de qué sentimos hambre y sed en nuestras comunidades y obras; ¿cómo reflejar mejor Su presencia en el testimonio cotidiano de mi compromiso, mi modo de ser y estar con otros? ¿Qué espacios o situaciones son las que reclaman Agua viva para florecer?

– ¿Nos dejamos cuestionar y confrontar por los sedientos de este mundo: por los pobres, en una cercanía afectiva y efectiva? ¿nos dejamos nutrir por los pobres en nuestra identidad de seguidores de Cristo pobre y de servidores de su Reino anunciado a los pobres?

– Dejar que el Señor nos inspire y nos conduzca en esta oración

3er Momento: Coloquio ante Cristo Crucificado

Delante de los crucificados de hoy y del Señor que de Creador se hace hombre, de vida Eterna se entrega en la muerte temporal, y así por nuestros pecados… ¿Qué hemos hecho… Qué hacemos… Qué hemos de hacer… por Cristo?

Se propone que cada grupo o comunidad pueda compartir las mociones en común y ‘sacar provecho’ de la oración compartida, en un ofrecimiento formulado con las inspiraciones de cada uno y presentado como oración final.

 

Primera Sesión en el Aula y Dimisión de Adolfo Nicolás SJ

En el trascurso de la mañana el P. Nicolás ha presentado la dimisión y ha pedido su aceptación a la Congregación, a lo que ésta ha respondido afirmativamente. El padre Grummer, a partir de ese momento, se ha hecho cargo de la responsabilidad de la Compañía como Vicario General.

En la fiesta de San Francisco de Borja, patrón de la Curia General, el P. James Grummer ha invitado a la asamblea a ponerse en pie para invocar el Espíritu Santo cantando el Veni Creator. Inmediatamente ha invitado al P. General a tomar la palabra. Éste ha anunciado que confiaba la animación de la Congregación al P. Grummer y que lo elegía como Vicario General de la Compañía para el período que habría de preceder a la elección de un nuevo General. En este momento el P. Adolfo Nicolás ha preferido abandonar la tribuna y pasar a sentarse entre los demás miembros de la Congregación. Se ha retomado la oración.

El P. Grummer ha presentado el equipo de secretarios que tomarán nota de las intervenciones orales durante la Congregación. A continuación se han presentado los intérpretes, precisando cada uno las lenguas con las que trabaja. Se han descrito las responsabilidades del equipo técnico. Tras ello la asamblea se consideraba dispuesta a comenzar oficialmente el trabajo, cuya primera etapa consistía en constatar que todos los convocados estaban presentes, que la Congregación se consideraba “completa”.

Fuente: gc36.org

 

Misa de Apertura de la CG 36

El domingo 2 de octubre los 215 miembros de la Congregación General 36 celebraron la Eucaristía en la Iglesia del Gesù, comenzando con ello oficialmente los trabajos de la asamblea. La misa fue presidida por el padre Bruno Cadoré, Maestro de la Orden de Predicadores. Según una tradición consolidada desde hace muchos años, se invitaría al superior de los Dominicos para celebrar el funeral del General de los Jesuitas. En este caso, ha sido invitado a presidir la celebración de apertura de la Congregación que recibirá la renuncia de Adolfo Nicolás SJ. Esta será la primera tarea de la Congregación antes de proceder a la discusión del estado de la Compañía y de la elección del nuevo General.

 Durante la eucaristía de apertura de la Congregación general, el Maestro de la Orden de los Predicadores pronunció una homilía inspirada en los textos bíblicos ofrecidos por la liturgia del día, 27º domingo del tiempo ordinario: versos del profeta Habacuc, de la carta de san Pablo a Timoteo y del capitulo 17 del evangelio de san Lucas.

Homilía Completa del P. Bruno Cadoré

Señor, ¡aumenta en nosotros la fe!

Este pedido urgente al Señor es la más bella oración que se pueda imaginar para «abrir» la celebración de su Congregación General. Y, en el Evangelio que acaba de ser proclamado, Jesús destaca dos razones por las que dicha oración es tan apropiada. La fe es necesaria – aunque sea tan modesta en apariencia como un grano de mostaza – porque se trata de arriesgarse a intentar lo improbable: «podrían decir a este árbol: desarráigate y vete a plantar en el mar, y los obedecería». La fe es necesaria, más aún, porque es necesario comprender que, aunque intentemos lo increíble, ¡debemos arriesgarnos a decir: «somos simples servidores: sólo hemos cumplido con nuestro deber»! Una asamblea como la de ustedes, enraizada en una tradición de evangelización tan rica, y llena de tantas experiencias de unos y de otros, se desarrollará sin duda entre el deber de llamar continuamente a la Compañía a intentar la audacia de lo «improbable», y a la voluntad evangélica de hacerlo con la humildad de aquellos que saben que, en este servicio donde el ser humano pone toda su energía, «todo depende de Dios».14516563_917710125040256_6227913518229465090_n

Pero ¿es posible para nosotros tener esa audacia de lo improbable, esa audacia del Evangelio, audacia de vuestro fundador Ignacio que funda su Compañía, pequeña como un grano de mostaza, en un tiempo de crisis, de necesidad de fraternidad y frente a desafíos inmensos? Me parece que es la pregunta que atormenta al profeta Habacuc: «¿Hasta cuándo clamaré a ti, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves?». Muchos de ustedes podrían enunciar las maldiciones del profeta que explican la fuerza con la que interpela a su Dios. Hoy todavía el mundo está desfigurado por aquellos que acumulan lo que no les pertenece, que persiguen antes que nada sus propios intereses, construyen un mundo sobre la sangre de muchos olvidados que son manipulados, inventan continuamente nuevos ídolos. Violencias, que desfiguran el rostro de lo humano en las personas, las sociedades y los pueblos. Lo más improbable, en este contexto, tal vez no sea derrocar con nuestras manos humanas y dentro de los límites de nuestra inteligencia y de nuestras capacidades, tales violencias para poner el mundo un poco más al derecho. Es necesario, por supuesto, arriesgarse a buscar el modo de remendar lo que está roto. Pero la verdadera audacia de lo improbable ¿no consiste en hacer oír, en medio de ese trabajo de «remiendo», la voz de Aquel que, contra viento y marea, conduce a su pueblo y le da la fuerza de vivir por medio de su fidelidad? Que el Señor les conceda la gracia, a lo largo de sus reflexiones y discernimiento, de dejarse guiar, engendrar, por la audacia de hacer oír por medio de vuestro compromiso, sus palabras, sus solidaridades, la voz siempre inesperada de Aquel que espera el mundo, que vence la muerte y establece la vida, Aquel a quien ustedes buscan darle la mayor gloria. Lejos de ser ingenua, esta audacia es realista. El apóstol Pablo, en su segunda carta a Timoteo, nos ayuda a comprender la razón. Es una audacia realista, en primer lugar, porque se apoya sobre un primer don: «Revive el don gratuito de Dios», invitación que hace eco a otras formuladas por el Apóstol «Con solicitud incansable y fervor en el Espíritu, sirvan al Señor.» (Rm 12, 11). «No apaguéis el Espíritu» (1Te 5, 19). Probablemente la principal tarea de una Congregación, como la que inicians hoy, consiste en buscar la audacia de lo improbable en la fidelidad a la obra del Espíritu. Encontrar la fuerza y la creatividad de la fidelidad en el soplo que nos llega del Espíritu y que nos conduce al encuentro y a la escucha del otro, que abre en el corazón del hombre el manantial de la compasión, que consolide la alianza indefectible con aquellos que nos han sido confiados. Pero la audacia de lo improbable es realista, también, porque busca continuamente estar al unísono con Aquel de quien Pablo, soportando sus sufrimientos, fue hecho heraldo, apóstol y doctor, Jesucristo el Salvador que hizo lo improbable cuando destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio (v. 9-12). La audacia de la evangelización está orientada hacia el rostro del Salvador, de cuya voz busca hacer oír, cuyo misterio busca hacer percibir. El misterio de esa voz es que ella tiene como única pretensión el afirmar que en el afrontar humildemente el absurdo de la vida dada se puede abrir en este mundo el camino de un nuevo nacimiento a la vida.

Aumenta nuestra fe, pedían los apóstoles. Pero, ¿cómo les surge esta pregunta? ¿Cómo responderemos en nuestro tiempo a la necesidad urgente de vivir como hombres de fe, contemplativos en acción, hombres cuya vida será realmente entregada por los demás?

Bruno-Cadore

Recordaréis que, en el Evangelio de Lucas, el pasaje que hoy hemos escuchado es la continuación de una enseñanza de Jesús sobre la vida entre los hermanos. Es inevitable que surjan escándalos, y debéis estar atentos para no llevar al pecado a uno sólo de estos pequeños. A continuación, está la enseñanza sobre el perdón ininterrumpido concedido al hermano, una vez, siete veces… Y ¡ahí aparece la pregunta de los apóstoles! En el fondo, siempre es lo mismo: come el Reino, lo improbable nunca está lejos de ti. Sí, por supuesto, es la búsqueda apasionada de abrir en este mundo caminos para la sabiduría, caminos donde la palabra y los proyectos humanos cobren sentido en la búsqueda de construir un mundo hospitalario para el hombre. Pero aquello que puede dar un fuego interior a esta búsqueda apasionada es la experiencia concreta, a veces banal y con frecuencia difícil, del perdón. Es experiencia de sobreponerse a la ofensa para dar, de nuevo, sin condiciones, la vida en abundancia. Esa experiencia que lleva a descubrir que uno tiene en sí mismo una vida mucho más fuerte, mucho más bella, que la que uno creía poseer, una vida que encuentra su verdad plena cuando se desprende de sí misma para ofrecerse al otro. Experiencia de vida fraterna, cuyo testimonio es tan importante hoy. Creo que no es gratuito si en el Evangelio de hoy, Jesús continua con la evocación del simple servidor. ¿De qué es exactamente servidor? De una mesa, mesa de pecadores, mesa de acogida de todos donde está invitados ciegos y cojos, fariseos y publicanos, adúlteros y hombres de bien. Ignacio, vuestro fundador, hacía esta oración: «Señor Jesús, enséñanos a ser generosos, a amaros como Vos lo merecéis, a dar sin contar, a combatir sin preocuparme de las heridas, a trabajar sin buscar el descanso, a gastarme sin esperar otra recompensa que el saber que hacemos vuestra Santa Voluntad» ¿No es esta una invitación, hoy todavía, a ponernos al servicio de esa mesa?

Mesa de Emaús, donde el simple servidor aprende su oficio dejándose guiar por su primer compañero, Jesucristo el Salvador. ¡Señor, aumenta nuestra fe!

Fuente: gc36.org

Reflexión del Evangelio, Domingo 18 de Septiembre

Evangelio según San Lucas 16, 1-13

Jesús decía a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto”. El administrador pensó entonces: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!”.

 Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”. “Veinte barriles de aceite”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez”. Después preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. “Cuatrocientos quintales de trigo”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo y anota trescientos”. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les con fiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.

Por Julio Villavicencio SJ

 El evangelio de este domingo es muy interesante. Aquí vemos algo que nos llama la atención. En la parábola, el señor elogia la astucia de alguien que no está siendo honesto. Esto me hace acordar a cuando yo trabajaba en uno de nuestros colegios y estaba encargado de acompañar a los muchachos en la pastoral. Entre muchas de estas actividades, había una que me encantaba, se llamaba “Aprendizaje en servicio”. Se trataba de que los alumnos fueran a lugares con necesidad y a través del servicio que ellos pudieran prestar, tuvieran experiencias capaces de enseñarles dimensiones humanas que en el colegio sería muy difícil que descubrieran.

 El hecho es que en varias reuniones que tenía con otros profesores, los mismos alumnos que en el servicio demostraban gran interés, mucho liderazgo y gran capacidad de empatía con las personas que servían, eran en las clases, de lo más indisciplinados y muchas veces, tenían malas calificaciones. Una vez charlando con uno de ellos a raíz de un incidente recuerdo haberle dicho “¿te das cuenta hermano, que si vos usaras tus habilidades para cosas buenas, harías tanto bien, en vez de estar metiendo la pata cada dos por tres?”. Esto es para mí el evangelio de hoy.

 El señor elogia a su administrador no por lo que está haciendo, sino por la astucia que tiene en el manejo de los asuntos:

 “Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido”.

 Es así como a veces usamos las gracias que Dios nos da, no para hacer el bien, no para construir Reino, para aportar a un mundo más justo, más humano, más divino. Sino que las usamos para pequeños intereses personales que, a la larga, nos van destruyendo. No es que no queramos la felicidad, pero la buscamos en el lugar equivocado, haciendo cosas equivocadas, con personas equivocadas.

 Y sin embargo, cuando nos animamos a compartir lo que tenemos con los que no tienen, lo poco que podemos brindar, con aquellos que lo necesitan, descubrimos algo en nosotros que no sabíamos que teníamos. Es más, descubrimos quienes somos realmente cuando nos brindamos a los otros. Y no me refiero a grandes empresas que a veces nos son imposibles de realizar. Me refiero al trato con el que tengo al lado, con los miembros de mi familia, con mis amigos y enemigos. Con el enfermo que sé que necesita una visita, y yo tengo mi agenda muy ocupada como para pasar diez minutos por su casa. Me refiero a regalarle una sonrisa a un niño o un buen momento a alguien que lo está pasando mal. Se trata de convertir esta vida cada vez más en propiedad de Dios con los dones que Él mismo nos da. Hacer Reino.

Finalmente descubrimos, que cuando nos ponemos a servir a los demás, ya no podemos encerrarnos en nosotros mismos. Nos duele el dolor del otro, nos interpela. Y el otro me salva de mi egoísmo, de encerrarme en mi indiferencia. Cuando descubrimos al Señor en los otros, ya no podemos dejar de seguirlo. No podemos tener otro Señor una vez que nos encontramos amados por Jesús en el servicio a los otros.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe