Julio Fernández Techera SJ Será el Nuevo Rector de la UCU

El P. Dr. Julio Fernández Techera, SJ sucederá, a partir del 29 de noviembre, al actual rector de la Universidad Católica del Uruguay (UCU), P. Dr. Eduardo Casarotti SJ.

¿Quién es el Nuevo Rector?

El P. Julio César Fernández Techera, SJ, nació en Montevideo en julio de 1966.

Es doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Ciencias Históricas por la Universidad de la República Oriental del Uruguay, licenciado en Teología y licenciado en Estudios Eclesiásticos por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.

Entre 2002 y 2011 fue Director de Bachillerato y Director Académico del Colegio Seminario de Montevideo, Uruguay.

Desde el año 2012, ha sido el Director del Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Humanas de la UCU y Director Ejecutivo de la Fundación Sophia.

Ha publicado varios libros, entre ellos, Recuerdos en Blanco y Negro, 1880-2005 (con Verónica Leone); Preparatorios del Seminario. Memorias de 60 años, 1942-2002 (con Carolina Greising, Inés Cuadro y Beatriz Fernández); y Jesuitas, Masones y Universidad en el Uruguay; que cuenta con dos tomos.

Por su parte, el P. Casarotti SJ ha sido destinado a trabajar como profesor en la facultad jesuita de Filosofía, en Argentina; una vez que deje su cargo en la UCU.

Fuente: Noticias UCU

 

10 Pasos para Hacer nuestro Entorno Más Amable

Aprender a valorar, cuidar y descubrir todas las cosas buenas que forman nuestro entorno es el espíritu de la Encíclica Laudato SI’. En este texto, te contamos 10 pasos que te pueden ayudar a llevar adelante esta empresa.

Por José Ramón Villarín, SJ

1. Dar gracia antes y después de las comidas

El propio Francisco sugirió este sencillo ritual. “Ese momento de la bendición, aunque sea muy breve, nos recuerda nuestra dependencia de Dios para la vida, fortalece nuestro sentido de gratitud por los dones de la creación, reconoce a aquellos que con su trabajo proporcionan estos bienes y refuerza la solidaridad con los más necesitados.” (Laudato si’, 227) Permítenos aprender a decir gracias. Y extender esto incluso para marcar el inicio y el final de cada día. Cultivar un sentido de regalo en lugar de un derecho. Oren por los que pasan hambre.

2. Escalar una montaña o bucear en el mar

Y cuando estés allí, no te olvides de mirar las estrellas. El punto es sumergirse en la maravilla y tener una idea de la escala y el tamaño. De alguna manera lo pequeño hace evocar un sentido de dependencia radical y de contingencia, de las cosas difíciles de controlar. A partir de esta consciencia, volvemos a un sentido del don y la gratuidad de nuevo. Hasta encontrar una montaña que escalar, también se puede pasear con un amigo, ponerse al día o volver a conectar con alguien…

3. Desenchufar y saborear el silencio

Dejar de lado los cables e incluso el inalámbrico. Ir a un parque o cualquier lugar donde pueda encontrar paz interior. Visitar la tumba de alguien querido. Ir a una capilla y aprender a rezar de nuevo. Cuando estas solo y tranquilo, haz todo lo posible para no revolcarte o estar deprimido. No ceda retrocediendo y lamentándose. Simplemente disfruta, descansa y respira.

4. Reparar algo roto

Puede ser una taza de café o una bicicleta o alguna cosa de valor personal… Aprenda el arte japonés antiguo de kintsugi (kintsukuroi) o “carpintería de oro,” un método que restaura cerámica dañada con una laca especial mezclado con oro, plata o platino. Este arte, fluye desde la filosofía de wabi-sabi, que valora toda la historia de un objeto, incluyendo sus abolladuras y defectos e imperfecciones. Resista la tentación de comprar algo para reemplazar lo que está reparando.

5. Acercarse a los pobre

Reúnete con ellos en todas partes. Usted puede ir a un hospital o a un vertedero de residuos o cualquier lugar que es periférico a la riqueza y el poder. Los pobres se vuelven más marginales cuando se desvían hacia los márgenes físicos y sociales. Aprende algo más que su nombre. Comparte algo con ellos, sí, pero aprende también a recibir de ellos. Aprende el significado de las palabras: “Bienaventurados vosotros los pobres, vosotros entraréis en el reino de Dios.” (Lc 6:20) Hay muchas causas de la pobreza social y ambiental. El egoísmo es el mayor de todos ellos.

6. Trata de ayunar

Prueba con esto no sólo para bajar las calorías. Es posible que desee ayunar en compras, o en cualquiera de esas compulsiones sutiles de la vida moderna. Siente el hambre; trata de entender la unidad, la presión y de dónde viene. Si el ayuno es difícil, prueba la gula. Y experimenta el vacío.

7. Leer un libro para niños

El punto es volver a conectar con los niños y ver el tiempo como un continuo integral. Hay muchos niños y libros infantiles. Un niño tiene una manera de despertarnos, no sólo para el futuro o las cosas que importan, sino también para las cosas que necesitan ser sano.

8. Cuidar un espacio que pertenezca a todos

No, usted no tiene que proteger todo el bosque o convertirse en un barrendero. Sólo unirse a grupos que protegen y embellecen un poco algún espacio que sea de todos, como un parque o una pieza de arte público. Sería mejor si se tratara de un espacio compartido que le importa a los pobres o los niños o las personas mayores.

9. Si es católico, recibir la comunión

Para toda tu sofisticación y la educación, es posible que desees considerar la estructura molecular de ese pedazo de hidratos de carbono. Recuerda que incluso el Profesor Higgs del bosón no sabe realmente de qué se trata acerca de la materia. El punto es recuperar nuestro sentido de la Santa Cena, nuestro sentido de lo sagrado en la materia. La esperanza es que vamos a ser alimentados por nuestro anfitrión y llevados más cerca a la integridad (y santidad).

10. Hacer una caja para tus objetos de valor

Estos no tienen que ser grandes cajas. Coloca lo más preciado en esta caja. Dinero o recuerdos a mantener. Recuerdos no sólo de lo que ha conseguido, sino también de lo que he dado. Como las personas no las podemos guardar, podemos guardar fotos. El punto es saber lo que atesoras, lo que desea llevar contigo siempre.

Fuente: EcoJesuit

Aprender a Abrir el Corazón

Para protegernos de los golpes de la vida, o prevenir sufrimientos por los que ya hemos pasado, tendemos a encerrar lo más íntimo de nuestra persona en el corazón, como si este fuera una ostra. Este texto invita a abrir el corazón y levantar la mirada siguiendo el ejemplo de aquellos que tienen menos cosas para guardar y a las que aferrarse.

Por Fernando Vidal

Los sueños perdidos y las luchas desgastadas hacen que nos encerremos dentro de una ostra en vez de vivir a corazón abierto. Pero los pobres nos ayudan a volver a vivir a corazón abierto una y otra vez. Para no perder la pasión por cambiar la Historia, necesitamos unirnos cada vez con más corazón a los pobres.

Muchas personas sin hogar sufren el Síndrome de la Ostra. Las ostras van acumulando capas conforme pasan los años, forman las valvas o conchas y eso les protege de las adversidades. Primero se cubren con una capa superior. Muchas personas que pasan los días en la calle se protegen de las miradas de los peatones. A veces son miradas recriminadoras; otras veces muestran miedo; las más de las veces son miradas que buscan quién es la persona que sufre así. Y para no ser vistas, las personas sin hogar bajan la cara, se la cubren con las manos, se acurrucan, se protegen entre cartones o incluso prefieren estar de rodillas con la cara contra el suelo. Se ponen gorras, se dejan barbas, suben las solapas… Como la ostra, van echando mantos de ropa y cartón para protegerse de la mirada de la sociedad.

Pero no es sólo la valva superior sino que, internamente, también hacen crecer una inferior que les proteja de sí mismos, de sus recuerdos y sueños. Es difícil estar sin hogar y a la vez recordar quién eras, tu familia, pareja, hijos, el trabajo que tuviste, los sueños de juventud, tu infancia, tu madre, tu padre, quién fuiste, lo perdido y lo anhelado. Así, la persona trata de no verse cara a cara en el espejo, en la memoria ni en los deseos.

Las dos valvas se cierran una contra otra y encapsula a la persona. Lo protege de sí mismo, de los demás y de todos los que se acercan prometiéndole una solución que finalmente no llegará. Cada vez que las Administraciones, ONGs, iglesias, voluntarios o ciudadanos les fallan, se echa una capa más a la valva haciéndola más gruesa. Y el sistema social ha fallado –hemos fallado– tanto a los más pobres –una y otra vez– que esas conchas son muy densas y difíciles de romper.

Cuando estamos con personas sin hogar tratamos de que otra vez nos den una oportunidad de ayudar. Se les pide que abran las valvas y que expongan su intimidad a la intervención social otra vez. Sólo la confianza logra que se abran porque están cansados, decepcionados y cada vez que fracasamos en ellos la vida se les hunde un poco más. Cerrarse como una ostra es un modo de protegerse de los demás y de uno mismo. Tratan de no ceder a la tentación de confiar, ilusionarse, soñar…No abrirse tanto que se les haga daño otra vez.

El síndrome de la ostra lo sufren muchas personas sin hogar pero… ¿no lo sufrimos también mucha otra gente? En nuestra juventud formamos anhelos de cambiar el mundo. Hemos soñado con encarnarnos en un barrio desde el que transformar la comunidad, unirnos a los pobres en amistad y desde ahí iniciar una pequeña revolución, un cambio significativo Hemos apostado por causas, por estilos de vida alternativos, hemos forjado compañerismo y hemos puesto nuestras vidas al servicio de cambios cualitativos… que no llegan. “La lucha por la Justicia es una larga cabalgada”, dice siempre mi amiga Fátima Miralles. Y muchos entre esos soñadores ceden al peso de la frustración, el cansancio o el escepticismo… También se forma una ostra alrededor.

Por un lado se forma una valva interna que trata de olvidar los sueños de cambiar el mundo, se evita examinar la propia vida… No se soportan las contradicciones, las cesiones… A veces es difícil diferenciar entre la tolerancia compasiva con los propios límites y la autocomplacencia. La indignación por la injusticia, los deseos de entrega y las ganas de luchar son ahogadas bajo la valva inferior de la ostra.

Y también nos defendemos con una capa externa hecha de escepticismo, condescendencia, suspicacia, amargura, resignación, impotencia, pesimismo, conservadurismo, desesperanza o falta de fe. Y así nos encerramos en nosotros, a salvo de los sueños y exigencias del compromiso con las causas en las que se juega el destino de nuestro mundo.

Conozco muchas personas que encierran la perla de su vida entre los mantos endurecidos de las ostras y, cuando te acercas para que se abran a nuevos compromisos, los aprietan aún más. Incluso se llega a reaccionar con violencia contra sí mismo y los demás. Y así las perlas de sus capacidades, su personalidad y su vida son enjauladas. Lo más peligroso no es que nuestro corazón esté dentro de una jaula sino que haya una jaula dentro de nuestro corazón.

Para superar el Síndrome de la Ostra está el vivir a corazón abierto. Los años no encierran nuestro corazón dentro de una ostra ni lo endurecen como piedra. Hay que arriesgarse a vivir, aunque tengamos que sufrir decepciones, impaciencias y decepciones.

Aprendamos de las personas sin hogar. Ellos nunca se encierran del todo dentro de “la ostra”: una y otra vez dan su confianza a quien viene a ayudar, buscan luchar por sus sueños y tan sólo necesitan un lugar en el mundo desde el que volver a comenzar. Y aunque pierdan y caigan de nuevo, lo siguen intentando una y otra vez. Lo más llamativo no es su pobreza sino su sabia resistencia para seguir defendiendo la vida sin rendirse jamás.

Con mayor o menor intensidad, todos sufrimos el Síndrome de la Ostra y son los más pobres quienes nos pueden ayudar a no perder la esperanza, a seguir creyendo en que el cambio es posible y a poner toda nuestra fe en la humanidad. Los pobres nos enseñan a vivir cada vez más a corazón abierto. Si pierdes fe en tu poder para cambiar las cosas pídesela a los pobres: ellos en el fondo siempre lo esperan todo de ti.

Fuente: Entre Paréntesis

MISERANDO ATQUE VIII

La misericordia en Jean Vanier

Continuamos publicando textos con que nos ayuden a reflexionar sobre la misericordia desde distintos ámbitos y perspectivas. En esta ocasión, a la luz de la experiencia de Jean Vanier, fundador de la Federación Internacional El Arca, que tiene como misión la acogida de personas con capacidades diferentes.

Por Javier Sánchez Villegas

«He descubierto la vía del corazón en el Arca, donde la persona y la vida de relación ocupan el primer lugar. Ser bueno y dulce con cada persona no me ha resultado fácil. Entré en la Marina con trece años, una edad en la que uno es muy impresionable. Allí fui formado para ser rápido, competente, eficaz, y esto es lo que llegué a ser. Cuando era oficial, e incluso después de haber dejado la Marina, era una persona bastante rígida, centrada en la eficacia, el deber, la oración, el deseo de hacer el bien y de seguir mis estudios filosóficos y teológicos. Mis energías se volcaban más hacia actividades y metas concretas que hacia las relaciones.»

Jean Vanier (Ginebra, 1928), fundador de las comunidades del Arca y de Fe y Luz, es el que habla.

Ser misericordioso es entrar en relación

Efectivamente, en 1963, Jean Vanier descubre un mundo ocultado e ignorado. Visitando instituciones, asilos, hospitales psiquiátricos, conoce el mundo de las personas enfermas y de los deficientes mentales, un mundo de desolación y de locura. Las personas estaban escondidas, marginadas, lejos de la sociedad, para que no se las viera… Ellas eran la vergüenza de sus familias, y el mundo no las tenía en cuenta ni las consideraba, dado que, según su criterio, no tenían nada que aportar a la sociedad. «Todas ellas parecían hambrientas de amistad y de afecto; se acercaban a mí, preguntándome con palabras o con la mirada: “¿Me amas? ¿Quieres ser mi amigo?”».

Este mundo de dolor y sufrimiento no dejó impasible a Vanier. Al año siguiente, decidió ir a vivir con dos personas con una deficiencia. A partir de ahí, fue experimentando y comprendiendo lo que es la misericordia: vivir en el amor. Ella es el centro y la clave para poder establecer relaciones de autenticidad en el seno de la comunidad. Así, esta puede convertirse en un espacio en el que la persona con una deficiencia puede dar y recibir, en el que es plenamente reconocida como persona. “Tú tienes lo que yo no tengo, yo tengo lo que a ti te falta”.

Para Vanier, amar a alguien no consiste primeramente en hacer algo por él sino en estar presente para revelarle su belleza y su valor, su unicidad, la luz oculta en él, el sentido de su vida. Es ayudarle a tener confianza en sí mismo. Es comunicarle una esperanza y un deseo de cambiar y de crecer. Esta comunicación de amor, si exige una palabra, es fundamentalmente no verbal; se realiza a través de actitudes, una mirada, una sonrisa, gestos…

Amar es dejar también que el otro toque mi pobreza y proporcionarle el espacio necesario para que me ame. En el amor, yo también me reconozco pobre, vulnerable, limitado… necesitado del otro. Y solo su amor puede restaurar mi caos interior, igual que el mío podrá restaurar el suyo.

Misericordia es vivir en comunión

Ser misericordioso, sin embargo, es ir todavía más lejos. No consiste simplemente en hacerse amigo de los pobres, sino en identificarse con ellos. Es despojarse de las vestiduras, como lo hizo Jesús, para lavar los pies del hermano y hacerse uno con él. Amar es comprender, es celebrar, es ayudar al otro a asumir la responsabilidad de su vida. Es perdonar, orar juntos… En definitiva, amar es entrar en comunión, corazón con corazón.

El núcleo de la misericordia es precisamente este: el corazón, la vía del corazón. Es aceptarse, en primer lugar, a uno mismo tal y como es y aceptar a los demás como son. Un corazón que ama no intenta imponer nada por la fuerza, sino que está a la escucha de aquello que cada uno está llamado a ser. No juzga, no condena. Se convierte en perdón, se hace compasivo, ve la presencia de Dios en los demás y se deja conducir por ellos hacia tierras sin explorar. Es un corazón que nos llama a crecer, a evolucionar y a llegar a ser plenamente humanos. Esta es la gran verdad de las personas: solo se puede vivir amando, entregándose al otro hasta el extremo, como Jesús.

Solo desde una experiencia profunda de la misericordia de Dios en tu vida es posible ser misericordioso: «Como el Padre me amó, yo os he amado…». Como consecuencia, hay que ir a la fuente del amor para poder amar. Hay que dejarse inundar por el Espíritu del Dios-misericordia para ser puro reflejo de la misericordia en relación a los demás.

Fuente: Entre Paréntesis

 

Una Imaginación Renovada para Afrontar Nuestra Misión

Camino a la Congregación General 36, el jesuita José Ignacio García hace un análisis de la historia a la luz de las últimas Congregaciones Generales y cómo estas han respondido a los desafíos de su tiempo. Al mismo tiempo, se plantean algunos desafíos y temas sobre los que se espera debatir en la Congregación General 36 (C.G.) que dará comenzará el 2 de octubre de 2016.

Por Jesús Bastante

El Órgano Supremo de Gobierno de la Compañía

La Congregación es el momento en el que se identifican nuevas líneas de acción, o se confirman otras que se han establecido previamente. Como el mismo P. Adolfo Nicolás declaró recientemente al ser preguntado sobre sus expectativas de cara a esta congregación general 36: “Estas serían mis expectativas. Es decir, espero que la Congregación produzca como fruto una más intensa vida religiosa en el espíritu del Evangelio y renovada imaginación para afrontar nuestra misión.”

Podemos decir que esta “renovada imaginación”, esta capacidad de mirar más lejos y en profundidad sería el resultado, deseado por muchos, de la CG 36.

Reflexividad sobre la Misión

Desde que la CG 32 (1975), bajo el liderazgo del P. Pedro Arrupe, definió la misión de la Compañía como “el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta” (Decreto 4, Número 2) los jesuitas se han esforzado por vivir esa “fe que realiza la justicia.”

No ha sido siempre fácil, ni tampoco evidente, cómo se debía llevar adelante esta vocación. El mundo nos ha situado en contextos totalmente contrapuestos; mientras unos jesuitas vivían en sociedades opulentas y consumistas, otros permanecían bajo regímenes totalitarios que negaban libertades fundamentales como la religiosa; al mismo tiempo, otros compañeros vivían la llamada a promover la justicia en sociedades donde unas pequeñas elites, mediante el uso de la violencia, mantenían a la mayoría de la población en extrema pobreza.

La CG 34 (1995) confirmó la misión de la Compañía como “servicio a la fe y promoción de la justicia” pero recordó la importancia del contexto en el que estas acciones se llevan a cabo, por eso la necesidad de estar atentos a los contextos culturales, y muy concretamente a la dimensión interreligiosa.

Pero además la CG34 recordó la importancia del “diálogo” como la categoría que debe orientar toda nuestra acción. Queriendo superar momentos donde la violencia, o el control político, han provocado reacciones más polarizadas, la Compañía busca que el diálogo sea el testimonio de Jesucristo, la Palabra encarnada.

La CG 35 (2008) confirmó una vez más el par fe-justicia, pero destacó, que esta misión constituye un ministerio de reconciliación – ministerio de reconciliación con Dios, con los otros y con la creación . (Decreto 3, los números 12 y31-36)

Por primera vez la Compañía de Jesús reconocía en uno de sus textos corporativos el lugar fundamental de la responsabilidad medioambiental. Esta declaración, primera, de la CG se vería reforzada con el documento Sanar un mundo herido (2011), del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología, que permitió una toma de conciencia amplia entre jesuitas y colaboradores.

En este recorrido breve, y simplificado, de la creciente toma de conciencia en la Compañía de Jesús de la importancia de los retos medioambientales tenemos que reconocer que nos hemos movido, y nos seguimos moviendo, mucho más lentamente que la sociedad civil.

El Papa Francisco ha puesto el acento en la conexión existente entre la crisis medioambiental y la crisis social que vivimos. Por eso, insiste Francisco, la solución exige una respuesta profunda y radical. Debemos alterar la dirección de nuestro desarrollo si queremos que llegue a ser sostenible. No basta con cambios cosméticos, necesitamos un modo nuevo de producir y consumir, que ponga la creación de Dios en el centro: a las personas y la naturaleza.

La CG 36 en ese “ejercicio de imaginación” que proponía el P. Adolfo Nicolas, ¿será capaz de ofrecer nuevas perspectivas para que la Compañía de Jesús pueda responder, corporativamente, a los retos medioambientales y de pobreza que afronta nuestro mundo? ¿Seremos capaces, los jesuitas, de leer los signos – en ocasiones dramáticos y ciertamente amenazadores – de nuestro tiempo?

Algunos Temas a Debatir

Obviamente es imposible saber hoy lo que la Congregación discutirá, pero algunos temas que no debería faltar en su agenda deberían ser:

  • Estilos de vida, tanto personales como comunitarios
  • El acompañamiento y cercanía con las comunidades más vulnerables.
  • La gestión responsable de nuestras inversiones
  • Tenemos que seguir profundizando en la contribución de nuestras instituciones educativas
  • La celebración de la creación como don que recibimos

Fuente: CPAL Social

 

San Pedro Claver

Nació en Verdú, Cataluña, el 25 de junio de 1581 y murió en Cartagena, Colombia, en 1654.

Ingresó a la Compañía de Jesús y estudió en Palma de Mallorca y en Barcelona, desde 1610, en Cartagena, hasta su ordenación en 1615. Se dedicó a atender esclavos con su cuidado médico, consejo, visitas, catequesis y misiones populares. Fue considerado santo en vida.

Fue beatificado por Pío IX, el 16 de julio de 1850; y canonizado por León XIII, el 15 de junio de 1888. Es considerado Patrón de Cartagena y protector de la población negra y de la servidumbre.

En un contexto europeo del s. XVII donde el debate de moda era si los negros tenían alma, el Espíritu sopló con urgencia a través de la pasión del anciano Alonso Rodríguez, portero del colegio de Montsió (Mallorca): así nació el gran apóstol Pedro Claver (1580-1654), que empapado de profundas entrañas por las historias de este viejo confidente, firmó como «Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre» su futuro en Cartagena de las Indias.

Allí dedicó toda su energía a limpiar, vestir, alimentar y sanar a las multitudes de esclavos torturados y comercializados por sus amos, los supervivientes que no habían muerto en la ingente travesía marítima. Prefirió que sus palabras fueran las obras, y su catequesis fuera practicada de rodillas. León XIII, al proclamarlo patrón de la misión entre los negros, decía: «Después de la vida de Cristo ninguna otra vida me ha conmovido tan profundamente como la del gran apóstol san Pedro Claver».

Hoy, en medio de tantas tragedias marítimas de nuevos mercaderes del s.XXI, quizás la vida de Pedro nos inspire Evangelio…

Fuente: Ser Jesuita

 

800 años de Misericordia Dominica

La misericordia nos identifica como cristianos, porque es una característica fundamental del Dios en que creemos. Sin embargo, hay carismas dentro de la Iglesia que la toman como estandarte y ven su historia como atravesada especialmente por ellas. Este es el caso de la Orden de los Predicadores (‘Dominicos’), fundados por Santo Domingo de Guzmán.

Por Fr. Vicente Niño Orti, OP

Coinciden en este año 2016 dos jubileos de profunda identidad para la Familia de la Orden de Predicadores -la Familia Dominicana-, el Año de la Misericordia que el Papa Francisco ha convocado para toda la Iglesia, y el Jubileo por el 800 aniversario de la Aprobación en 1216 de la Orden de Predicadores por el papa Honorio III.

Para mucha historia dan 800 años, para mucha vida vivida con una identidad que enriquece a la Iglesia desde la misión de la Predicación, que asumimos los dominicos como nuestra razón de ser. Una Predicación que, tal como soñó e ideó santo Domingo de Guzmán, desde la comunidad, el estudio y la contemplación del Misterio de Dios encarnado en Jesucristo y en la humanidad, pretende ser una predicación de la Gracia y el Amor, de la Misericordia de Dios, que en dominicano llamamos Compasión.

La Compasión que es uno de los rasgos más significativos en la vida de santo Domingo Guzmán, que ya siendo estudiante en la universidad de Palencia, se dejó conmover por el sufrimiento que una severa hambruna asolaba la castilla del siglo XII, y que le movió a la activa compasión –bien diferente de la lástima que nada hace– vendiendo sus más preciados bienes para fundar una especie de institución-limosna que tratase de ayudar a los que más sufrían.

Una compasión que llevó a Domingo a dejar seguridades y prebendas de clero acomodado, para dedicarse a la predicación itinerante, en pobreza, por el sur de Francia. Una compasión que le llevó a instituir una Orden que fuese y se llamase de Predicadores, para que el mensaje de amor de Dios por el mundo, llegase a todos los rincones de la tierra.

Compasión y Misericordia que ha estado presente, siguiendo los pasos de Domingo, en la misión de todos los dominicos en estos ocho siglos, y con significativos momentos.

Hoy los dominicos, en este año que celebramos los 800 años de nuestro nacimiento, no queremos simplemente mirar el pasado y gloriarnos de lo que fue. Queremos seguir construyendo un mundo y una Iglesia compasiva y dedicada a la misericordia. Se nos dice que somos los frailes “de la manga ancha”, y queremos seguir siendo, como Familia Dominica, esa voz de compasión y de misericordia, que lucha por la dignidad y la justicia, que hace del perdón, la comprensión, la gracia su identidad predicadora; que quiere mirar el mundo con los ojos del Dios del amor, que ven lo bueno, lo hermoso, lo positivo, la huella del Dios de la vida que hay tras cada hecho, que mira con bondad y misericordia, con compasión, comprensión y ternura a cada ser humano, predicando que así, y no de otro modo, es el rostro de Jesús de Nazaret, el rostro de Dios

Fuente: Entre Paréntesis

Cuatro Pasos Clave para el Discernimiento

Con el objetivo de facilitar la comprensión de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, el Padre James Martin SJ explica el significado y modo de proceder que implica el discernimiento ignaciano; considerando que el texto está atravesado por este concepto.

Por James Martin SJ

Una palabra que se repite en la nueva exhortación apostólica del Papa Francisco sobre la familia y el amor es ¨discernimiento¨. Para Jesuitas como el Papa, la palabra no es una frase genérica sino una con un significado específico. Entender el discernimiento, por lo tanto, es la clave para entender el ¨Amoris Laetitia¨, así como también el enfoque general del Papa hacia el cuidado pastoral. Su uso del discernimiento está estrechamente ligado a la idea de la consciencia, también resaltada en este documento, particularmente para aquellos que se enfrentan a decisiones espirituales complejas.

¨Discernimiento¨ en el lenguaje común es la habilidad de juzgar sabiamente y ser capaz de escoger cuidadosamente entre muchas opciones.

Para los jesuitas, como el Papa Francisco; sin embargo, ¨discernimiento¨ significa mucho más. Es la práctica orante de tomar decisiones a partir de herramientas espirituales específicas. La tradición jesuita del discernimiento está enraizada en los Ejercicios Espirituales, el manual clásico de oración escrito por San Ignacio de Loyola, el fundador de los Jesuitas en el siglo XVI. De hecho, uno de los principales objetivos de los Ejercicios Espirituales es enseñar a las personas a poner discernimiento en práctica.

El Discernimiento Ignaciano

Discernimiento para San Ignacio de Loyola significa estar consciente de que Dios nos ayudará a tomar buenas decisiones, aún siendo conscientes de vernos motivados por fuerzas contradictorias o contrarias entre sí. Unas que nos llevan hacia Dios y otras que nos empujan para alejarnos de él. Cualquiera que haya tomado una decisión importante conoce esta experiencia. Nos sentimos impulsados y orientados por una variedad de fuerzas internas: motivos egoístas contra motivos generosos, motivos libres contra los no libres, motivos sanos y saludables contra motivos enfermizos.

Así que el discernimiento es la habilidad de ver claramente cuáles son esas fuerzas; ser capaces de identificar, ponderar y juzgar. Y finalmente escoger el camino más alineado con los deseos de Dios para ti y para el mundo.

Por lo tanto, no es tan simple como seguir a ciegas ciertas reglas y regulaciones. Demás está decir que los Evangelios y las enseñanzas de la Iglesia son esenciales para la formación de nuestra conciencia pero, sobre todo, en tiempos de complejidad uno también debe confiar en los propios impulsos y acciones de Dios dentro de nuestro propio corazón.

¿Cómo se discierne?

Primero, tratar de ser ¨indiferente¨, eso es, libre de todo lo que te retiene para seguir los deseos de Dios. Por ejemplo, si estás discerniendo si vas o no a visitar un amigo enfermo al hospital y estás demasiado preocupado de si te vas a enfermar, no eres ¨libre¨. Algo te está impidiendo el hacer un bien. ¨Indiferente¨ no quiere decir que no te importe, sino que estás libre para seguir los deseos de Dios.

Segundo, pide la ayuda de Dios. El discernimiento no se lleva a cabo por su propia cuenta. Necesitas la ayuda de Dios para escoger el camino correcto. También necesitas partir de la base del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia, como un sólido punto de partida. (Es decir, nunca ‘discernirás’ sobre si debes a alguien). Y todo esto debe ser realizado en el contexto de la oración. Pero el intelecto está completamente acoplado también. Como les gusta decir a los jesuitas: “confía en tu corazón, pero usa tu cabeza”.

Tercero, sopesa los variados ¨movimientos¨ dentro de tí mismo, para ver cuál se origina en Dios y cuál no. Para alguien que esté progresando en la vida espiritual, dice San Ignacio, el ¨buen espíritu¨ le traerá apoyo, aliento y paz mental. Piensa en alguien que decide perdonar a otra persona y que siente una sensación de consuelo calmado cuando lo piensan. Lo opuesto es el ‘Mal Espíritu’. Este, causa ansiedad y presenta falsos obstáculos para obstaculizar nuestro progreso espiritual. Esto normalmente se manifiesta como la voz del egoísmo. En el caso de una persona buscando perdonar a otro, el ¨espíritu maligno¨ nos dirá: ¨si tú perdonas, la gente te verá como una alfombra!”.

 Curiosamente, dice Ignacio, para la persona que va en sentido contrario (del bien al mal) las cosas se invierten. El ‘Buen Espíritu’ no nos alienta, sino que más bien nos despierta con un sobresalto. Ese es el aguijón de la conciencia. El ‘Mal Espíritu’ nos alienta al mal comportamiento. ¨No te preocupes. Sigue robándole a la compañía. Todos lo hacen. Continúa…¨ La persona en experiencia en el discernimiento pronto se vuelve experta en identificar estos movimientos sutiles en su corazón.

Cuarto, si no hay una respuesta clara, puedes recurrir a otras prácticas sugeridas por Ignacio. Puedes imaginarte a alguien en la misma situación tuya, y pensar qué consejo le darías a él o ella: esto puede ayudar a disminuir la influencia de nuestros deseos desordenados en el discernimiento. O imagínate qué te gustaría decirle a Jesús en el Juicio Final: esto no funciona con todas las decisiones, pero puede ser clarificador para las decisiones éticas complejas, en particular. O piensa cómo juzgarías tu decisión en tu lecho de muerte: esto puede ayudarte a priorizar lo que es importante en tu vida.

Por último, después de hacer un buen discernimiento experimentarás un sentimiento de lo que Ignacio llama ¨confirmación¨, o un sentido de rectitud. Te sientes en sintonía con los deseos de Dios porque tú estás en su misma frecuencia. Y esto naturalmente trae paz.

La exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco está dirigida no sólo a familias e individuos, sino también a los pastores y otros responsables de ayudar a las personas a formar sus conciencias. No todas las personas o pastores harán uso de todas las prácticas tradicionales de discernimiento, pero para ambos, tanto individuos como pastores, la perspectiva global que ofrece el discernimiento —de que Dios nos quiere ayudar a tomar buenas decisiones y que prestando atención a nuestros corazones podemos escuchar la voz de Dios— es algo útil en todos los casos.

“Amoris Laetitia” nos habla una y otra vez sobre el discernimiento y la conciencia. Nos recuerda que mientras las reglas son importantes, en los entornos pastorales se necesita algo más, como es la acción de la gracia de Dios dentro de los corazones de los creyentes, que ayuda a tomar decisiones buenas, saludables y dadoras de vidas.

Fuente: Teología Hoy

38º Jornada Nacional de la Juventud en Montevideo

Ignacio Rey Nores SJ

La Jornada Nacional de la Juventud que se llevó a cabo en la tarde-noche del sábado 3 y en la mañana-siesta del domingo 4 nos ha dejado a todos los que tuvimos la suerte de participar con un muy grato sabor de consolación y esperanza. Ha sido una experiencia de Iglesia, de esas en las que uno puede y quiere verdaderamente “sentir con” ella; y en estas líneas quisiera compartir los “piques” ignacianos que pude percibir, contemplar y también celebrar.

El primero de todos lo percibí ni bien entré al anfiteatro del Colegio Clara Jackson repleto de gente, en el que me encontré con una gran cantidad de jóvenes de la RJI, algunos sentados pero la gran mayoría cantando y saltando en uno de los pasillos. Había de JMI del Isasa que participaron en gran número con sus dos asesores (Florencia Artola y Renzo Biazzi) y varios coordinadores, voluntarios de Fe y Alegría, algunos coordinadores del MIG con la Hna. Loly Fernández fi, voluntarios de la Olla de San Ignacio, y otros jóvenes que vinieron por su cuenta. El domingo se sumaron los voluntarios de Vayven y los Castores que llevaron adelante la obra sobre la Madre Teresa antes de la Misa, y también jóvenes de Esclavas y adolescentes del Barrio El Régulo con la Hna Sofía Pombo aci.

Además de los jóvenes de la RED, fue muy grato encontrarme con los jóvenes novicios de primer año, Juan Luis Panizza y Alejandro Gómez, que están haciendo la experiencia del mes de hospital aquí en Montevideo, acompañados por el P. Jorge Crovara sj.

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Las bandas de rock siguen haciendo su aporte “ignaciano” en las JNJ. Así como el año pasado la ganadora del concurso del tema musical de la JNJ fue la banda Ecos, con Vico y Andrés Márquez de la Parroquia de N.S de Fátima del Cerro, con la canción “Despierta”, esta vez le tocó el turno –nuevamente- a la banda Kerigma, liderada por Pepe González de la Parroquia San Ignacio, con el tema “Abrazo de Padre”. Conmueve escucharlo a Pepe dar su testimonio cada vez que tiene la posibilidad de hacerlo desde el micrófono, entre canción y canción; da gusto verla a Flopa, su esposa, acompañando siempre, sacando fotos, estando atenta a lo que haga falta; enternece ver a sus dos hijos estuvieron con él en el arriba en el escenario tocando y cantando con la banda.

En la obra sobre Jacinto Vera, una puesta en escena espectacular llevada adelante por el Grupo Texas y Parodistas Aristophanes, hubo una clara mención a su formación con los Padres Jesuitas en Buenos Aires, a donde va como “seminarista pobre”, y en donde hará sus estudios de teología.

Por último, el domingo 5, día de la canonización de Madre Teresa, los jóvenes de Vayven y los de Castores, pusieron en escena la vida de la nueva santa, acompañados y dirigidos por las Misioneras de la Caridad. Con ellas comparten sábado a sábado sus servicios en la Casa que tienen en el Barrio Borro, donde trabajan tanto con las ancianas que allí viven como con los niños del barrio.

Rezamos por los frutos de esta Jornada en los jóvenes que participaron y en todos aquellos que la organizaron y colaboraron para que tuviera tan buen suceso. Pedimos por la intercesión de Mons. Jacinto Vera, del P. Cacho y de Santa Teresa de Calcuta que el Señor siga haciendo crecer en nosotros y en nuestros jóvenes el anhelo de santidad: para la mayor gloria de Dios y para el bien de nuestros hermanos.

Sobre la Violencia en el Mundo…

Análisis de Emilio Alejandro Rufail, docente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba. Además, es Especialista en estudios Árabes, Americanos-Árabes e Islámicos; en Medio Oriente y África del Norte; y en Seguridad Internacional.

Por Emilio Alejandro Rufail

El mundo vive un tiempo signado por la violencia, la cual se ha convertido en un modo de acción social, político, económico, étnico, cultural y hasta religioso.

Aunque aquí debe hacerse una aclaración imprescindible, la violencia no es patrimonio exclusivo de una religión, una cultura, una etnia ni de una ideología política.

La violencia es parte de la naturaleza humana, y ha acompañado al hombre a través de la historia, siendo empleada muchas veces para dirimir los conflictos al interior de las sociedades y entre los Estados de la comunidad internacional. Sólo basta recordar la dimensión de la tragedia que significó la segunda guerra mundial en términos de vidas humanas.

La violencia hoy

En la actualidad, la violencia no sólo se manifiesta a través de los conflictos armados sino también de diferentes maneras como el terrorismo, y otros múltiples delitos violentos – entre ellos el narcotráfico, el tráfico de armas y personas, el crimen organizado en general y la delincuencia común-, pero también por medio de la violencia de género y la creciente violencia contra todo tipo de minorías, entre otras cuestiones. Ningún país está exento de estos fenómenos.

En los últimos años hemos asistido cotidianamente al terrorismo de signo islamista, practicado por organizaciones como Al Qaeda primero y luego por el Estado Islámico, cuyo surgimiento no es ajeno a los intereses de Estados Unidos y sus aliados. Estas organizaciones luego adoptaron una agenda propia, entre cuyos objetivos incluyen atacar los intereses de esos países a los que considera sus enemigos. En dicho contexto, se inscriben los recientes atentados en varias ciudades europeas.

Estos grupos han captado la atención de muchos ciudadanos del mundo que adhieren a sus causas, incluso se han sumado a sus filas como combatientes terroristas extranjeros, los cuales ponen en vilo la seguridad de Occidente, porque sus países de origen temen lo que puedan hacer una vez que retornen de las áreas de conflictos en Siria e Irak.

Otros, sin un vínculo formal con dichas organizaciones, actúan en su nombre, pero por cuenta propia. Son los llamados lobos solitarios.

Aquí, no podemos dejar de decir que, a pesar de que se esperaría un mayor esfuerzo de la comunidad islámica alrededor del mundo en condenar a estos grupos radicalizados y cortar sus redes de financiamiento, para impedir que se multipliquen, la mayoría de los musulmanes del mundo vive vidas cotidianas alejadas del estereotipo occidental que iguala a musulmán con terrorista.

Motivos Similares

Todos los fenómenos de violencia que aquejan al mundo –incluido el terrorismo- tienen causas particulares, propias, pero comparten una serie de condiciones que propician su propagación.

Las sociedades modernas están repletas de personas que viven en la intemperie, huérfanos de motivaciones para sus vidas, sin sentido de pertenencia, marginados de los beneficios del mundo desarrollado, con escaso o nulo acceso al trabajo y la educación, sin prestaciones de salud, y con ello, sin herramientas que permitan la movilidad social, sin oportunidades para cambiar sus vidas para mejor.

De este modo se convierten en el caldo de cultivo de frustraciones que son aprovechadas por los reclutadores, los nuevos profetas de nuestro tiempo – terroristas, narcotraficantes, etc.- con sus narrativas, que les ofrecen una vida mejor, a través de un trato engañoso, porque generalmente estas personas pierdan sus vidas en el intento, ya que deben emplear la violencia para alcanzar sus objetivos.

 Fuente: Noticias UCC