El Sínodo de los Jóvenes. Cuando una intuición lo cambia todo

Para conocer más sobre el sentido de la Asamblea Sinodal de Obispos que se celebrará en octubre próximo, y cuyo tema será ‘Los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento’.

Si estás leyendo esto, ya sabrás que en unos meses la Iglesia Católica celebrará en Roma el llamado “Sínodo de los Jóvenes”. Podría ser un sínodo pensado especialmente para involucrar a los jóvenes católicos. Todo un macro-evento lleno de sotanas, alzacuellos y preciosos discursos, diseñado para que los jóvenes por fin se animen a participar ilusionados en la vida de su parroquia o en organizaciones católicas y mo­vimientos laicos. Bueno, ese sería el Sínodo perfecto para muchos. A un problema interno, una solución en clave interna. ¿Pero es ese el sínodo que busca el Papa Francisco?

Y la respuesta la encontramos en su libro ‘La valentía de ser feliz’, al hablar sobre el propio sínodo: «Este es el sínodo de los jóvenes, y queremos escuchar­los a todos ellos», incluidos, según dice, los jóvenes que se han alejado de la Iglesia o los que se cuestionan la existencia de Dios. «Cada joven tiene algo que decir a los otros, tiene algo que decir a los adultos, tiene algo que decir a los sacerdotes, a las religiosas, a los obispos y al papa. Todos tenemos necesidad de escucharos».

Francisco es sin duda el Papa de la intuición. Sabe adelantarse, percibir la realidad en profundidad y mirar el futuro a lo ancho. Una forma de utilizar la mente y el corazón mucho más amplia y práctica, en donde los problemas se afrontan desde la perspectiva de quien no quiere dejar a nadie atrás. Una mirada a quienes son los protagonistas, no los “ayudantes”.

¡Ahí está el quid de la cuestión! ¿Qué son los jóvenes para la Iglesia? ¿Los que amenizan la misa del domingo con sus guitarras y cantos? ¿Los que ayudan en la parroquia como voluntarios? ¿O son los protagonistas de una vivencia espiritual que al propio Jesús le encantaba y buscaba? Energía, ilusión, fortaleza, deseo de cambiar las cosas, de construir un mundo mejor… ¡Verdad y Justicia!

Francisco lo tiene claro: los jóvenes necesitan a la Iglesia, pero la Iglesia necesita mucho más a los jóvenes. A los de hoy y a los de mañana. La Iglesia necesita aprender de ellos -ponerse en su piel y experimentar sus realidades físicas y espirituales- para saber regalar palabras y obras de esperanza, consuelo y acogida. Para ayudarles a discernir un futuro de unión y entendimiento. La Iglesia necesita a los jóvenes para no perder la maravillosa fuerza y el empuje que inspira la figura Jesús. Esa intuición de Francisco siempre ha sido acertada: si la Iglesia no se vuelve joven, poco a poco se marchitará hasta extinguirse.

Desde el mismo momento de su elección, Francisco parecía intuir esta profunda misión. Ese “tender puentes” hacia los jóvenes de todo tipo, se ve en muchos de sus discursos –la mayoría espontáneos-. Sus mensajes son la brújula perfecta para no perder el rumbo en este año en el que la Iglesia Católica puede intentar conquistar a los jóvenes…, o dejarse conquistar por ellos.

Fuente: Grupo de Comunicación Loyola

Simposio Internacional de Psicología y Ejercicios Espirituales

Con el lanzamiento de su sitio web www.loyolapsi2019.com se convoca oficialmente el próximo Simposio Internacional de Psicología y Ejercicios Espirituales que tendrá lugar del 20 al 24 de junio de 2019 en Loyola. Organizado por la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), su foco principal será cómo interpretar psicológicamente la propuesta central de Ignacio de Loyola para sus Ejercicios Espirituales: “Sentir y conocer las varias mociones…” (Ej 313).

En palabras del coordinador del comité organizador, Ignacio Boné SJ: “Tras quinientos años de la conversión de Ignacio en Loyola parece oportuna una reflexión sobre las diferencias entre el ‘subiecto’ del siglo XVI y el yo contemporáneo. El tema escogido refleja lo nuclear de la experiencia de Ignacio y su propuesta fundamental en los Ejercicios Espirituales con sus reglas de discernimiento de espíritus”. El simposio invita a una reflexión sobre los distintos procesos psicológicos implicados en la experiencia espiritual al modo ignaciano. El tema escogido busca entender, desde una perspectiva actual, el salto ignaciano entre la diversidad y superficialidad de emociones y pensamientos que experimentamos a la profundidad de las mociones del Espíritu que nos señalan cómo decidir en nuestra vida cristiana concreta.

El diálogo entre ciencias humanas y espiritualidad tiene una larga tradición en el ámbito ignaciano y jesuítico. El encuentro se enmarca en el 30° Aniversario del Simposio Internacional de Psicología y Ejercicios Ignacianos (Salamanca, 1989) que se celebró unido al quinto centenario del nacimiento de Ignacio de Loyola. La cita de Salamanca marcó un punto de inflexión en el diálogo con el campo específico de la Psicología. Treinta años después, con esta larga tradición y en el umbral de las celebraciones de los quinientos años de la conversión de Ignacio (2021), se ha visto oportuno continuar este diálogo recogiendo nuevas aportaciones: nuevas por referirse a investigaciones más recientes en psicología o espiritualidad y nuevas por convocar a investigadores más jóvenes y con nuevas inquietudes.

Las lenguas oficiales del simposio serán el inglés y el español con oferta de traducción simultánea para los actos en la sala principal. También habrá posibilidad de comunicaciones en francés e italiano. La participación puede ser presencial y online (video-streaming)

Organizado por la Universidad Pontificia Comillas (Instituto Universitario de Espiritualidad/Facultad de Ciencias Humanas y Sociales), son entidades colaboradoras la Provincia de España, el CEL-Santuario de Loyola, Unijes (Universidades Jesuitas de España) y el Grupo de Comunicación Loyola.

El comité de honor está presidido por el provincial, Antonio España SJ y el comité científico por José García de Castro SJ.

Fuente: InfoSJ

 

“Una vida, lo que un sol, vale”

Mientras haya uno solo, de mis hermanos y hermanas al borde del camino, tendré que detenerme hasta que se ponga de pie.

Por Daniel Ziloni SJ

En el camino de los Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos invita a contemplar un momento preciso de la historia, como la entendemos o buscamos comprender los cristianos. En algún instante tuvo que haber sucedido, sobre todo por lo que entendemos sobre el devenir de los acontecimientos, desde nuestra perspectiva cristiana. Hubo un momento en el que Dios decidió exponerse, abandonar su lugar y transgredir las leyes divinas, como eran entendidas en la época de Jesús, para venirse con nosotros; manifestó así una costumbre suya ya atestiguada en el Antiguo Testamento, la de poner manos a la obra por el clamor de sus hijos.

El dolor, el sin sentido, la angustia, la tribulación, la violencia hace que todos nosotros elevemos nuestro corazón, desde las profundidades viscerales de cada uno invocando a alguien presencia, acción, una mano tendida, una mirada, algo que suceda y nos salve.

Lamentablemente no escasean los motivos para clamar a Dios, nuestra cultura contemporánea parece haber insistido en la construcción de ambientes y rincones existenciales donde somos esclavizados:

  •  Niños esclavos trabajando en talleres textiles
  •  Jóvenes sin capacidad de expresar claramente sus ideas y sentimientos porque no han completado los ciclos mínimos de socialización que tiene la sociedad en los itinerarios educativos
  • Familias deshechas y niños solos
  • Mujeres compradas y vendidas; migrantes engañados huyendo de países donde son perseguidos por razón de su religión, porque es imposible conseguir comida o porque la guerra ha arrasado la geografía
  • Los casi 5.000 niños abortados en uruguay cada año
  • Las madres uruguayas que abortan
  • Hombres, en general, viviendo en las calles de nuestras ciudades

Y cuando tenemos la experiencia de recibir la visita de Dios en nuestras vidas nos resulta clara su presencia poderosa, abrazando nuestra miseria, sin salir disparando; tendiendonos la mano, como un luchador constante, sin descanso, buscándonos durante toda la historia hasta encontrarnos; habitándonos, en la profundidad y hondura de nuestro ser.

Sentimos que para Dios, para el que vamos conociendo, cada vida vale, toda vida vale. Resuena en nosotros la invitación a sumarnos al camino del Señor, a la lucha por la vida de todos los seres humanos; en nuestras palabras Jesús nos dirá una y otra vez:

Lo que yo quiero y deseo es superar todo lo que impide la vida de todos, sólo así llegaré a cumplir la razón de mi vida, aquello por lo que fui enviado a esta historia.

Mientras haya uno solo, de mis hermanos y hermanas al borde del camino, tendré que detenerme hasta que se ponga de pie.

¿Querés sumarte a este camino, a esta construcción, a esta lucha?

1 Lecturas recomendadas para orar:

“Las tres personas divinas miraban toda la planicie o redondez del mundo llena de hombres y como viendo que todos descendían al infierno, se determina en la su eternidad, que la segunda persona se haga hombre, para salvar a género humano y así venida la plenitud de los tiempos, enviando al ángel San Gabriel a Nuestra Señora…”

Ejercicios Espirituales, Texto Autógrafo, nro. 101

“Polvo de Estrellas” es una canción de Jorge Drexler, inspirada en un escrito del sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal.

Fuente: Fundación Jesuitas Uruguay

Bienaventurados los Normales

Pero la vocación, con todo, es algo ‘normal’, lógico: lo es si uno se toma en serio las cosas en la vida.

Por Sergio Gadea, SJ

Hace unos días, en una audiencia privada, el papa Francisco respondía a una pregunta sobre el discernimiento vocacional de los jóvenes. “El primero de los criterios es ser normales. Que sepan trabajar, si están estudiando, que sepan estudiar, que tomen con responsabilidad su vida en el momento en que se encuentran”, decía. Y el segundo “acompañarlos. En el camino hay tantas sorpresas… Estén atentos a las sorpresas. Hay que ayudarles a mirar a la cara a las sorpresas. Si hay dificultades: resolverlas de frente, a la cara. Ayudarles a alejarse de toda forma de hipocresía. La hipocresía en la Iglesia es una peste: digo una cosa y hago otra. La hipocresía de la mediocridad”.

Pero, ¿qué es ser normal? No me voy a meter en el terreno resbaladizo de definir la normalidad… Además, hablando claro, una vocación no deja de ser un hecho que rompe con la cadena causal de los hechos, digamos, normales. Pero la vocación, con todo, es algo ‘normal’, lógico: lo es si uno se toma en serio las cosas en la vida. Si uno no se conforma con las medias tintas. Y, sobre todo, si Dios juega un papel verdaderamente importante. El amor lo da todo y lleva a entregarlo todo. Por eso, si nos relacionamos con un Dios que es amor lo propio es que estemos llamados a darlo todo. Eso es lo normal.

Pero, ¿cómo estar seguro de esta vocación? Un consejo (que lo dice el papa): dejarse acompañar, lo cual empieza por ser honesto con uno mismo. Para esto hay que tener dos cosas claras. La primera: que una cosa es «lo que uno quiere» y otra cosa es «lo que Dios quiere». El tema pasa por hacerlas coincidir. De ahí, el segundo asunto: no es lo mismo «querer lo que uno quiere» que «querer lo que Dios quiera». Por muy buenas que sean nuestras intenciones, lo primero no deja de ser un ejercicio que muchas veces nos hace vernos con nuestras autosuficiencias, con la competitividad y las falsas proyecciones de uno mismo, lo cual es agotador. Esto tiene que ver con tantas carreras mal elegidas y tantos trabajos que no son coherentes con el sentido que aspira a tener la propia vida.

“Querer lo que Dios quiera” nos puede asustar y remover pero, sin embargo, se relaciona con la mejor versión de uno mismo, con encontrarle un sentido a las dificultades del día a día y con una paz y una alegría de fondo que pocas veces se dan con la primera opción. La clave se encuentra en el servicio. Dios quiere que sirvamos, sin hipocresías; y nosotros, solos, podremos creer que lo que buscamos es servir cuando en realidad también nos buscamos a nosotros mismos: «la hipocresía de la mediocridad».

Lo normal, aunque parezca mentira, no es conformarse con lo mediocre. Lo normal es que queramos devolver lo que hemos recibido. Y hacerlo con pasión. Lo normal es que aspiremos a la felicidad que se nos promete al darlo todo. Y lo normal es que eso empiece por la vida cotidiana, con aquello a lo que se dedica la vida. Y por quién se gasta. Bienaventurados, pues, los normales, porque ellos encontrarán el sentido de sus vidas.

Por Pastoral SJ

 

Universidades con Estilo Ignaciano

Jorge Humberto Pelaez Piedrahita es el actual rector de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. Visitó la Universidad Católica de Córdoba (UCC) en el marco de su participación en la Conferencia Regional de Educación Superior y conversó con nosotros.

Para comenzar, manifestó su enorme alegría de estar en Córdoba en la UCC y participar en esta conferencia donde se expresaron “voces muy diferentes que muestran la complejísima diversidad y también los problemas comunes que compartimos todas las universidades.”

Respecto a educación superior en América Latina ¿Qué nos une y qué nos distancia?

Para empezar, hay que superar ese discurso que divide el mundo de las universidades de gestión pública de las privadas. Tenemos un mismo reto de formar ciudadanos que construyan institucionalidad, país, y continente.

A la línea divisoria debe marcarla la calidad y el compromiso con la formación de ciudadanía.

Yo creo profundamente en los procesos de aseguramiento de la calidad y pienso que esta tiene que ser una apuesta para públicos y privados.

En nuestra región vemos serias amenazas a la democracia entre otras cosas debido a las profundas inequidades sociales. En este sentido, tanto las universidades públicas como las privadas tenemos que hacer un esfuerzo por reforzar la inclusión y por generar una mentalidad nueva que nos permita formar personas con unas competencias para impulsar el desarrollo de nuestros países.

Los temas económicos, la política y la democracia están profundamente unidos y el problema de la corrupción es un cáncer que corroe todas las estructuras de nuestros países.

Creo que hay que empezar por erradicar la cultura del plagio de la trampa, del fraude… son muchas cosas que van creando un microclima favorable a estas conductas que terminan por deteriorar todo el tejido social. Por lo tanto debemos ser implacables en términos de la calidad, los valores éticos y la reglas de juego que deben imperar en la sociedad.

¿Cómo se imprime el estilo Ignaciano en nuestras universidades?

Las funciones sustantivas de las universidades son las mismas desde la edad media:

todas hacemos enseñanza, investigación y tenemos interacción con la comunidad. Lo importante es que cada universidad de acuerdo con su misión y vocación originaria tenga en claro como, para qué y con quiénes lo hace. De lo contrario todas las casas de altos estudios estaríamos haciendo lo mismo.

Las universidades jesuitas tenemos cuatro elementos que nos dan un potencial fantástico. Uno es la utilitas, palabra latina que significa lo práctico y se refiere a los conocimientos, destrezas y competencias que debe adquirir un profesional. Este es un punto fundamental aunque no es diferenciador. Sí lo es un segundo elemento es el humanismo, ya que tenemos una visión particular del ser humano, de sus derechos, de la misión que tenemos que realizar sobre la tierra, de la ética y la sensibilidad. Ese sentido de humanidad viene acompañando la historia de las universidades de la Compañía de Jesús durante siglos.

Un tercer elemento es la incorporación de un profundo sentido de la justicia social: tenemos que formar a nuestros chicos y chicas para que puedan desarrollar su profesión pensando en la suerte de los más vulnerables. En este punto, incorporamos los temas de medioambiente, equidad, género…

Un cuarto elemento es la espiritualidad: nuestras universidades están abiertas a personas de todas las ideologías, tendencias, y confesiones; pero queremos que cada persona pueda realizar un crecimiento interior de búsqueda del sentido de la vida y de encontrar las respuestas a los grandes interrogantes de la humanidad.

¿Cómo se logra coherencia entre el discurso y la práctica?

Una de las formas de evitar el discurso esquizofrénico entre lo que se dice y lo que se hace es empezar por casa con políticas muy claras respecto a la relación laboral con nuestros profesores y empleados, las condiciones de trabajo y el reglamento laboral. Lo mismo podemos decir respecto a las relaciones con los estudiantes que deben estar marcadas por la justicia.

Con nuestros actos estamos dictando cátedra de justicia o injusticia. La forma como nos dirigimos a los demás, como saludamos, como reconocemos los trabajos, como llamamos la atención a una persona. Todo el tiempo estamos emitiendo un mensaje.

Podemos tener un discurso muy avanzado en temas de justicia social, pero si en la forma de evaluar a los estudiantes, empleados y profesores somos arbitrarios, estamos borrando con el codo los que escribimos con la mano. Entonces busquemos la coherencia sabiendo que esa búsqueda es una lucha continua.

La Pontificia Universidad Javeriana tiene dos capítulos en su historia. El primero desde que fuera fundada en 1623 hasta 1767 cuando Carlos II expulsó a los jesuitas de sus dominios y el segundo a partir de 1930.

Tiene dos sedes: la principal, en Bogotá, y otra seccional en Cali. La primera tiene 18 facultades, 213 programas académicos, 39 carreras y 158 posgrado, además de 62 departamentos y 14 institutos. La sede de Cali cuenta con 25 programas y con sedes de la Bolsa de Valores de Colombia y de la Fox School of Business de la Universidad del Temple.

En la actualidad, cuenta con 18.725 estudiantes de pregrado, 4.389 estudiantes de posgrado, 3.458 profesores de planta y más de 1.500 empleados administrativos.

Fuente: UCC

Así Nació el Encuentro Mundial de las Familias

En 1994, Juan Pablo II inauguró el primer Encuentro Mundial de las Familias, esta «Fiesta de la Iglesia Universal». Este año la cita es en Dublín, Irlanda del 22 al 26 de agosto y contará con la presencia del Papa Francisco.

«El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Son incontables los análisis que se han hecho sobre el matrimonio y la familia, sobre sus dificultades y desafíos actuales. Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia».

Así comienza el segundo capítulo de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco «Amoris Laetitia», publicada el 8 de abril de 2016 y que pronfundiza sobre el amor en la familia: base fundamental para cualquier sistema social y uno de los pilares esenciales de la Iglesia, la cual desde sus orígenes, ha promovido el fortalecimiento del vínculo familiar.

Celebrar la familia: núcleo social indispensable

Siendo consciente de los profundos cambios sociales experimentados en todo el mundo en las últimas décadas, la Iglesia se ha centrado en proteger la estructura familiar y fomentar la evangelización dentro de las familias, considerándolas como «Iglesias domésticas» en donde el mensaje del Evangelio cobra un pleno sentido práctico, en la convivencia diaria de sus miembros.

Y para reforzar el valor de esta «célula social indispensable», nació el Encuentro Mundial de las Familias: una reunión a nivel internacional, con una periodicidad de tres años, convocada por el Pontificio Consejo para la Familia, con el fin de compartir, rezar y reflexionar sobre la importancia del núcleo familiar, así como debatir acerca de sus desafíos actuales.

Se trata en definitiva, de un acontecimiento gozoso y enriquecedor para adultos, jóvenes y niños, que ayuda a crecer en la fe y en el amor. También es una oportunidad para reunir fuerzas para proseguir juntos «el viaje de la vida», no siempre fácil teniendo en cuenta las múltiples dificultades a las que se enfrentan las sociedades de nuestro tiempo.

Juan Pablo II: el Papa de las Familias

De la mano de San Juan Pablo II surgieron estos Encuentros Mundiales de las Familias, quien inauguró el primero en el año 1994 proclamando: «En la familia se fragua el futuro de la Humanidad».

El Papa Wojtyła tenía la fiel convicción de que el mundo «no puede avanzar si la familia, (primera escuela de la vida del hombre), está enferma».

También recordaba sin cansancio, «que es en la familia donde cada persona se realiza y santifica por medio del don y de la comunión».

Durante los 25 años de su Pontificado, escribió numerosas catequesis y enseñanzas dedicadas a la familia. Destacan especialmente su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, la encíclica Evangelium Vitae, varias escritos, como su Carta a las familias de 1994, así como su trabajo sobre la teología del cuerpo y la sexualidad.

Además creó el Consejo Pontificio para la Familia, el Instituto Juan Pablo II para la Familia, llevó a cabo el primer sínodo sobre la familia, y tuvo la extraordinaria idea de poner en marcha los encuentros mundiales de las familias. Por toda esta contribución, Juan Pablo II es recordado como el «Papa de las familias».

Benedicto XVI: la familia es patrimonio de la humanidad

Por otro lado, su sucesor, el Papa emérito Benedicto XVI, también profundizó sobre la importancia de la familia a lo largo de su Pontificado, dedicando a esta temática enriquecedores discursos, homilías y catequesis.

“La familia, fundada en el matrimonio, constituye un patrimonio de la humanidad, una institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad y esto afecta tanto a creyentes como a no creyentes», explicó Benedicto en un discurso el 13 de mayo de 2006, destacando que por lo tanto, «es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia».

La familia en tiempos modernos

En cada nueva etapa social, la Iglesia renueva su compromiso en la defensa de los valores familiares y este es uno de los objetivos primordiales de los encuentros de familias a nivel global: hablar de la institución familiar y su situación en los tiempos que corren.

Este año la cita es en Dublín, Irlanda, bajo el lema “El Evangelio de la familia, alegría para el mundo” y contará con la presencia del Papa Francisco, quien asegura que las familias «son un auténtico tesoro pero que no deben ser tratadas como piezas de museo», sino como instrumentos para concretar la capacidad de darse, el compromiso recíproco y la apertura generosa a los demás, así como el servicio a la sociedad”. (Cat. 1 de junio de 2017).

Una gesto total de entrega que, tal como subraya el Santo Padre en Amoris Laetitia, «permite experimentar la belleza y la alegría del amor”.

Fuente: Vatican News

¿Por qué el Padre Hurtado es un modelo de santidad en la Iglesia?

«El enfrentamiento que sostuvo el Padre Hurtado con distintos grupos del catolicismo chileno, con algunas autoridades políticas y eclesiásticas, fue la consecuencia de su seguimiento arduo y fiel de Jesús. «

Por Andrés Soto Alvarez SJ

¿Por qué el Padre Hurtado es un modelo de santidad en la Iglesia? Desde mi punto de vista, esta pregunta tiene una sola respuesta, que se ve manifestada en las distintas dimensiones de su vida. Es la desmesura en el seguimiento de Cristo. La palabra desmesura identifica bien las tensiones que aparecen en su biografía, este exceso de vitalidad en su mundo interior es la llama inextinguible que encendió Jesús cuando lo hizo consciente del crudo dolor de los más pobres, cuando le mostró que Dios mismo estaba con autenticidad radical en el rostro de los marginados.

Más aún, una consecuencia de este fuego sin medida que le había regalado Jesús, es quizá un aspecto poco conocido de Hurtado; con gran probabilidad el aspecto incómodo, ese que preferimos dejar de lado. Me refiero a su audacia para hacer frente al catolicismo vivido desde convencionalismos. No podemos olvidar que Alberto vivió en un contexto eclesial anterior al Concilio Vaticano II, en donde algunas fórmulas eclesiales no se ajustaban a los signos de los tiempos ni tampoco al enfoque dedicado por nuestros hermanos más pobres que veía tan presente en el Evangelio. El enfrentamiento que sostuvo el Padre Hurtado con distintos grupos del catolicismo chileno, con algunas autoridades políticas y eclesiásticas, fue la consecuencia de su seguimiento arduo y fiel de Jesús. Cuando escribió el polémico libro “¿Es Chile un país católico?” remeció la conciencia de muchos que pensaban en la religión como una suma de prácticas piadosas. Tuvo una sensibilidad única que le permitió estar cerca de la miseria, de toda clase de injusticias sociales, de la mala educación de jóvenes vulnerables, de las condiciones indignas de viviendas y de las pésimas condiciones laborales del pueblo.

Todo esto me dice que la valentía de cuestionar el modo clásico en cómo vivimos la religión y si este modo es realmente cercano al Evangelio es la dimensión de su vida que me parece más atractiva y ejemplar para el tiempo en que vivimos hoy. ¡Vivamos la desmesura del Evangelio!

El Silencio en la Era Digital: una Aproximación Educativa

Cada vez hay más experiencias de distinto género en lugares muy distantes que ponen en valor el papel del silencio, la meditación, el mindfulness, la respiración pausada, el yoga, el paseo entre árboles (shinrin-yoku), el simple contacto sin finalidad con la naturaleza.

Por Saunier Ortiz

Llevo una temporada cavilando sobre la falta de silencio que sufren mis hijos, tan rodeados por los hipermedia, tan conectados. Curioseando en la web (sí, yo también), por estas cosas de que a veces uno se siente raro al reflexionar sobre lo que siente, me he topado con un artículo del periódico The Guardian que recensiona un libro del famoso explorador noruego Erling Kagge; su título: Silence in the Age of Noise. Interesado por la opinión de alguien alejado de las cuestiones educativas, lo he leído con detenimiento. Me he sentido bastante identificado con sus impresiones iniciales (tenemos hijos co-generacionales) y con los sentimientos que las siguen. No ando tan desencaminado, pienso.

Medito hace algunos años. Mirar hacia dentro no me ha impedido seguir profundizando en lo que la tecnología significa para mi metodología de trabajo docente. Es más, ha acentuado mi necesidad de proyectarme con ella de forma adecuada hacia la sociedad que me rodea tal como es. Silencio, tecnología y sociedad son, a mi entender, un trinomio que debe entenderse poco a poco. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo lograr aunar aspectos aparentemente tan distantes? ¿Cómo hacerlo siendo inexpertos para unas circunstancias sociológicamente nuevas? ¿Cómo llegar a los centenials (Y) y táctiles (T) para que descubran el valor de la desconexión, la no-inmediatez y el silencio?

Nuestros jóvenes, adolescentes y púberes son curiosos, pero no les interesan las mismas cosas que a nosotros. Indagan en lo que les llama la atención; consumen lo que les atrae; se quedan donde encuentran acicates, espacio compartido con sus iguales, tendencias de su momento, preguntas que se hacen y respuestas que entienden. En el fondo, nada muy distinto de lo que hacíamos los baby boomers, pero con envoltorios distintos. También nosotros fuimos tecnológicamente diferentes a juicio de nuestros antecesores, pero lo hemos olvidado. Y también fuimos extraños en un mundo “ordenado”.

E. Kagge afirma que el asombro es el auténtico motor de la vida. Tiene razón; cuanto más joven, más. ¿Y se pregunta cómo asombrar con lo aparentemente “insignificante” para una generación desde el lugar de una anterior? Responde con un par de ejemplos que se resumen en algo obvio: haciéndolo posible. Probando a hacerlo, sí. Arriesgando.

En casa se me antoja que es difícil hoy en día encontrar la forma de transmitir a nuestros hijos la importancia del silencio que abre a la interioridad. Ser trabajador profesional y progenitor dedicado en esta época es una dedicación circense. Optar, acompañar y dar ejemplo resulta cada vez más una ardua tarea para la que no bastan cualidades y actitudes. Los jóvenes actuales se despegan pronto de la influencia de sus mayores, tienen necesidad de encontrar su propio espacio y no dejan muchos resquicios para intentarlo. Las familias necesitan ayuda en la maraña de necesidades y obligaciones. Y ahí encuentra un nuevo sentido educativo la escuela actual y la educación no formal.

Cada vez hay más experiencias de distinto género en lugares muy distantes que ponen en valor el papel del silencio, la meditación, el mindfulness, la respiración pausada, el yoga, el paseo entre árboles (shinrin-yoku), el simple contacto sin finalidad con la naturaleza,… Desde planteamientos religiosos o no, como forma de rebajar los niveles de ruido o de apaciguar los ánimos, o simplemente para que los más jóvenes ahonden en sí mismos y en el sentido de sus vidas y de lo que acaece, cada vez más educadores descubren que deben ofrecer a los que tienen bajo su cuidado algo más que conocimientos, habilidades personales y recursos sociales. Saben que deben darles alguna herramienta para que se miren a sí mismos, para que se encuentren y gocen (sí, sí) con lo que son, para que descubran lo que les resuena en el corazón. Que tienen que dedicar un tiempo específico al encuentro con el único saber radical que les acompañará siempre y cambiará indefectiblemente: el de sí mismos. Son cada vez más conscientes de que deben comenzar a hacerlo cuanto antes, para que los niños interioricen los hábitos y los encuentren naturales, y que su propia práctica y ejemplo es imprescindible para el éxito de la propuesta.

Los resultados que van siendo poco a poco divulgados demuestran que estas prácticas reducen los niveles de conflicto, mejoran el clima en las aulas, aumentan el bienestar de los alumnos y les dotan de un instrumento valioso para afrontar situaciones de tensión, duda o estrés. Se está investigando sobre las repercusiones en el autoconocimiento personal y la imagen de sí mismos. Y faltan algunos años para poder tener datos acerca de las repercusiones a medio plazo en la salud psíquica de quienes han aprendido a reservar estos espacios y a emplearlos en su vida cotidiana.

Me remito de nuevo a E. Kagge para decir con él que es fácil pensar que la esencia de la tecnología es la tecnología misma. Pero no, lo esencial somos tú, yo, todos. Darse cuenta de ello, ejercitarse en ello, convertirlo en hábito saludable, es una tarea para la escuela de nuestro tiempo; porque si la escuela no educa para la afrontar los problemas reales de nuestro tiempo, no aporta cuanto puede dar. Y más si las prácticas que promueve no son incompatibles entre sí y ayudan a vivir mejor.

Concluyo. Mientras esbozo estas líneas han saltado a la prensa dos noticias relacionadas con esta reflexión. La una habla del impulso que el Dalai Lama quiere dar en India a la enseñanza de la felicidad en las escuelas, algo que viene promoviendo también la Unesco desde hace poco tiempo, y uno de cuyos pilares es la práctica de la meditación en clase. La otra, extraordinaria, nos narra la capacidad de los niños del equipo de fútbol “Los Jabalíes Salvajes” de resistir las durísimas condiciones de encierro en la cueva de Tham Luang gracias a la práctica de la meditación con su entrenador y monje budista. Ambas noticias me reafirman en pensar que tenemos una tarea importante que hacer en nuestros colegios.

Fuente: Entre Paréntesis

 

¿Dónde están los curas?

Hoy, quien quiera conocer la verdad, tiene que moverse y buscar testigos, no altavoces cargados de ideologías.

Por Dani Villanueva, SJ

No me extraña que tanto jaleo mediático acabe confundiendo a muchos. Supongo que es comprensible que con tanta noticia y confusión haya quien se pregunte por los curas, y supongo que también por las monjas, los laicos y laicas… si es que va a ser verdad eso de que los medios hacen realidad y habrá quien esté perdiendo perspectiva. Que no, que no, no nos liemos, que hay mucha más Iglesia, y mucho más radical y auténtica de lo que se pinta ahí fuera. Hoy, quien quiera conocer la verdad, tiene que moverse y buscar testigos, no altavoces cargados de ideologías.

Me hubiera encantado que esa pregunta se la hagan a los niños que cargan cajas en el mercado de Mfoundi, en Yaoundé –Camerún–, pues seguro que hablan del Padre Alfonso, de Zamora, que lleva trabajando más de 40 años en un Hogar de la Esperanza para estos invisibles niños de la calle. O que pregunten a los refugiados en el campo de Kakuma, noroeste de Kenia, que seguro señalarán a Pau, catalán que con sus poco más de 35 años, estrena su sacerdocio en pleno desierto con estas poblaciones olvidadas. O que les pregunten a los campesinos en Massisi, en el Kibu Norte –Congo– que seguro que reconocen a la hermana Inés, una vasca decidida que acompaña con todo su equipo a quienes la guerra desplaza dentro de su mismo país. O que le griten estas consignas a los pastores de Mongo, en la zona de Guera –Tchad– y obtendrán sonrisas al hablar de Nicolás, por ejemplo, laico de Pamplona con casi 50 años que invierte sus años más productivos en coordinar redes de escuelas comunitarias para los más pequeños, curiosamente para una mayoría musulmana…

Y no haría falta irse tan lejos, pues ejemplos de Iglesia entregada y volcada en acompañar lo ordinario no nos faltan ni en nuestros mismos barrios. Pero es que he trabajado durante años con instituciones de Iglesia en más de 20 países africanos, he podido visitar sus trabajos y equipos de forma constante, y a veces me ofenden algunas generalizaciones. Lo digo porque lo he visto: en los lugares más remotos del continente africano, en los contextos más complejos y abandonados, uno se encuentra a multitud de misioneros y misioneras de Iglesia que están dando su vida junto a los olvidados, invisibles, desplazados y pequeños del mundo. Y ojo, ellos no nos piden nada, soy yo el que hoy clama su ejemplo, porque ayer fue el domingo mundial de las misiones, y porque estos cuatro casos son tan Iglesia española como cualquiera. Eso sí, quizá menos sonados, pero seguro más ejemplares, radicales y evangélicos… porque no todo es lo mismo, por mucho que algunos lo quieran poner así.

Creo que hace días alguien se preguntaba dónde están los curas. Una pena no estar en Mérida para responder. Porque tiene que decirse, que hay mucha Iglesia que aún está muy en forma, muy entregada, muy evangélica… sólo hay que saber a quién preguntar.

Fuente: Pastoral SJ

 

Inauguración de un Banco de Materiales en la UCC

El pasado martes 14 de Agosto se Inauguró un Banco de Materiales de Construcción, que tendrá sede en el Campus de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).

El proyecto surgió en el marco de la experiencia del que asiste hace 15 años a comunidades y familias de escasos recursos necesitadas de mejoramiento habitacional y humano.

A partir de la intervención de este Banco de materiales, se podrá sumar a la asistencia técnica la posibilidad de comprar materiales a precios accesibles. De esta manera, empresas constructoras de demolición o privados individuales podrán donar materiales excedentes, que luego seránentregados a un costo social a aquellas familias que necesitan mejorar su vivienda. Por otro lado, podrá cubrir necesidades de empleo de familias jóvenes de la ciudad de Córdoba, a partir de la capitalización de excedentes producidos por la industria de la construcción y por los grupos empresariales asociados.

 Este circuito económico-administrativo y logístico propone el desarrollo de un soporte informático, logístico y de asistencia socio-técnica ad-hoc, para poner en relación el banco de empresas donantes, el banco local de mano de obra y las familias de escasos recursos necesitadas de mejoramiento habitacional.

También supone una apuesta institucional a favor del trabajo interactoral y de incidencia en pos de mejores políticas habitacionales y de generación de oportunidades de empleo asociadas a la construcción.

 El Banco de materiales de construcción cuenta con el aporte de varios actores como Cáritas, Asociación de Vivienda Económica (AVE), empresas constructoras y nuestra Universidad, a través de las Facultades de Arquitectura, Ingeniería y Ciencias Económicas. El aporte económico lo proporciona el Fondo Ayudar bajo el Sistema Provincial de Promoción en Red de la Solidaridad Social, del Consejo Provincial de Políticas Sociales, del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

La primera comunidad con la que se comenzará a trabajar serán las familias de la Capilla del Camino San Carlos.

Fuente: UCC