Desde el Magisterio

Este año, cuatro jesuitas inician su etapa de Magisterio. Ellos son Matías Hardoy, Agustín Borba, Cristian Marín y Ernesto Miguens; que se repartirán entre cuatros colegios muy distintos en diferentes lugares de Argentina y Uruguay. Cristian fue destinado al Colegio de la Inmaculada, en Santa Fe; Matías, al Colegio del Salvador, en la ciudad de Buenos Aires; Agustín, vuelve a su país tras vivir 6 años en Argentina, para trabajar en el Colegio Seminario de Montevideo, Uruguay; mientras que Ernesto regresa a San Miguel, para trabajar en el Colegio Parroquial Patriarca San José.

Los cuatro comparten brevemente lo que va siendo su experiencia en sus nuevos destinos, que por el momento, tiene mucho más de expectativas que de camino recorrido.

Agustín Borba SJ

El Magisterio es una etapa de trabajo apostólico en una obra de la Compañía como parte de nuestra formación, y que implica un corte entre los estudios de Filosofía y Teología. Esto marca lo desafiante de este nuevo tiempo. Se trata de poner en juego lo aprendido y lo experimentado en los años anteriores como novicio y como estudiante, y de poner en juego la entrega personal, para seguir aprendiendo de Dios, de los compañeros jesuitas y de la gente con la que toca trabajar.

Dar clases en el Colegio Seminario, acompañar la pastoral de movimientos como asesor espiritual, participar de distintas actividades del colegio son algunas de las principales tareas que me encomiendan para este tiempo. Significan, sin dudas, un desafío y también tienen mucho de oportunidad. Es la oportunidad para compartir este modo de vivir la fe con otros, para continuar aprendiendo a ser jesuita junto a otros, para acompañar y sensibilizar a los más jóvenes en el servicio a los más necesitados, desde el aula y desde la oración compartida.

 Cristian Marín SJ

Al llegar al Colegio Inmaculada Concepción uno se encuentra con una institución que se preocupa y se ocupa por la educación integral de los alumnos, formando «hombres para los demás».

Hay una apuesta grande no solo por ofrecer una educación intelectual de excelencia, sino también por la búsqueda del magis… con un clima de trabajo lleno de entusiasmo, desafiante y de colaboradores ‘con la camiseta puesta’.

El desafío personal que siento es el de la fidelidad a ese espíritu de tantos compañeros jesuitas que con su disponibilidad hacían del Colegio una ‘segunda casa’, el colegio ‘del amor que nunca muere’ como tantos lo describen.

 Matías Hardoy SJ

Me toca empezar esta nueva etapa de formación, el Magisterio, en el Colegio del Salvador en Buenos Aires.

Llego a un colegio que en un primer contacto me impacta por su vida. La cantidad de gente, proyectos, viajes, propuestas: me lo van contando y, de a poco, intento ir asimilándolo.

Siento que las distintas tareas representan un desafío grande. Por un lado, el de conocer y sumarme a todo lo que ya se viene realizando y de insertarme en una comunidad con un dinamismo, espíritu e  identidad propios

También siento como un desafío el poder aportar mi creatividad, tratando de repensar lo que ya hay y de poner mis dones al servicio. Estoy recién llegado, pero animado y contento, porque siento que, sin dudas, el magisterio será un tiempo para crecer y seguir compartiendo mi vida con quienes Dios me regala compartir este tiempo.

Ernesto Miguens SJ

A mí me toca acompañar los colegios de San Miguel: La Asunción, Santa María, Nuestra Señora de Itatí, Nuestra Señora de Luján y Patriarca San José.

Los colegios de San Miguel tienen una impronta religiosa muy fuerte, donde convive la espiritualidad ignaciana con las devociones populares. Las procesiones a la Virgen “Desatanudos” todos los ocho, las fiestas patronales, las novenas, etc., siguen siendo la forma principal de celebrar la fe. En estos festejos también se dejan ver las raíces gauchescas de nuestros barrios, donde el folclore y los bailes criollos no pasan de moda. A la vez, la espiritualidad de los Ejercicios, la oración ignaciana y la pausa ignaciana, forman parte de la cotidianidad en el ámbito escolar.

Una de las fortalezas más grandes de estos colegios es el espíritu solidario. Tal vez por haber nacido para los inmigrantes, que suelen preocuparse unos por otros y trabajan con la ilusión de recrear su comunidad. Esa solidaridad se percibe en la disposición para trabajos sociales, para misionar, para juntar fondos, y también en la preocupación de los docentes por los alumnos y sus situaciones particulares. Gran parte de los profesores y maestros son exalumnos de los colegios, y demuestran un sentido de pertenencia y un compromiso muy fuertes.

Por otro lado, un desafío grande que tenemos es resignificar la religiosidad que vivimos. Hoy nuestros alumnos enfrentan una realidad muy diferente a la de sus padres o abuelos inmigrantes, y sus preguntas existenciales son otras. La forma de vivir y expresar la fe ha cambiado, así como los valores que promueve la sociedad. En este contexto, creo, al hábito del discernimiento que nace de la búsqueda espiritual, sigue siendo la mejor herramienta que podemos brindar.

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte IV: Condiciones comunitarias

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Generalmente, las comunidades que se proponen hacer un discernimiento comunitario se interesan por las condiciones que hacen posible este ejercicio espiritual. Se busca aclarar primero la posibilidad teórica de esta práctica y los pasos concretos de un método lo más claro y definido posible. Sin embargo, la mayor dificultad no está en los aspectos teóricos, ni aún en los aspectos prácticos, estrictamente hablando; el mayor problema está en las deficiencias de la vida de comunidad. El estilo de vida de las comunidades debe favorecer la comunicación y la creación de un sujeto comunitario. Es en esta dinámica, capaz de crear un nosotros, y no en la simple yuxtaposición de los miembros, donde se debe buscar la voluntad de Dios.

Esta construcción del sujeto comunitario, ocupa el primer lugar en el camino del discernimiento compartido; se trata de crear una auténtica comunión entre los miembros del grupo; comunión que supone, tanto el momento de la unidad alrededor de un mismo objetivo o fin, como el momento del reconocimiento de las diferencias:

“La Comunidad que desea discernir debe estar unida de antemano por una vocación común, y tener la convicción de que todos los miembros adhieren a la línea de pensamiento o acción desde la que se desea iniciar el discernimiento. Este acuerdo no implica presuponer al inicio cuál será el resultado final del proceso. Sino que las diversas tensiones que operan dentro de la comunidad  pueden resolverse mediante una solución en la que convergen el dinamismo religioso y la creatividad apostólica. El acuerdo básico (del que no hay que apresurarse a creer que ha sido alcanzado) presupone que el objeto de discernimiento ha sido elegido, que la comunidad está determinada a abrirse a lo que sea que Dios quiera comunicar, directamente o a través de otros, es decir, deseando aceptar cualquier cosa manifestada en sí misma dentro de la comunidad y por la  comunidad como algo que viene del Señor.”

No podemos suponer, demasiado pronto, la existencia de esta condición previa en una comunidad. Añade aquí Dumeige algunas señales que permiten reconocer esta comunión básica: cuando el objeto del discernimiento ha sido ya escogido; cuando la comunidad está dispuesta a abrirse a lo que Dios quiera manifestarles directamente, o a través de los demás miembros, y a reconocer en ello la voluntad del Señor. Otros comentaristas del discernimiento comunitario también insisten en esta condición inicial[21]. Este principio cumple, en el discernimiento espiritual comunitario, la función que cumple el Principio y Fundamento en los EE. Es el centro desde el cual brota la vida y el sentido de toda la búsqueda de la voluntad de Dios. Si este principio no está bien colocado y definido, será imposible intentar una búsqueda común de la voluntad de Dios.

La experiencia de comunión alrededor del fin último que orienta la búsqueda de la comunidad, deberá crear condiciones de comunicación suficientes para iniciar el proceso. Se requiere un clima de confianza recíproca que, evidentemente, no se puede improvisar ni mucho menos imponer. Este clima de comunicación mutua está hecho de factores imponderables, de disposiciones de ánimo y de buena voluntad:

“El clima ideal para el Discernimiento en común es el de la amistad sincera, y tal amistad tampoco puede alcanzarse de la noche a la mañana. El recreo en común, en el caso de las comunidades religiosas, la participación en los descansos extraordinarios, la asistencia a ciertos actos de comunidad no obligatorios, la renuncia parcial a los propios planes, el sacrificio del tiempo programado individualmente, en una palabra todo lo que signifique preferir las personas a las obras, los intereses comunitarios a los particulares, forma parte de las precondiciones del Discernimiento en común».

Estas disposiciones son formas exquisitas de caridad que no siempre encuentran una expresión verbal, pero que sí se perciben en el ambiente y son capaces de crear las condiciones necesarias de una comunicación profunda entre los miembros de una comunidad. El silencio y la palabra son dos elementos indispensables en el proceso de la comunicación:

“En el interior del diálogo el hecho de callarse es tan significativo como el hecho de hablar. Por esta causa los evangelios señalan con toda claridad la diferencia entre el silencio que está siempre lleno de sentido y el mutismo –es decir, el hecho de ser mudo– que carece de todo significado».

De este modo, es fundamental tener en cuenta, en el diálogo y la comunicación al interior de una comunidad, no sólo las palabras y opiniones que se expresan verbalmente, sino también los silencios que son, a su manera, una palabra que hay que saber escuchar e interpretar.

Como lo habíamos mencionado más arriba, la comunión supone, también, el momento del reconocimiento de las diferencias existentes entre los miembros de la comunidad. Querer borrar la tensión que existe entre lo diferente es querer matar a la misma comunidad. Esta tensión, evidentemente, en niveles soportables, es la que mantiene vivo el cuerpo y le permite buscar una solución a sus problemas. La psicología reconoce que es precisamente la angustia del enfermo la que le puede llevar a su curación. Esto es, precisamente, lo que hace el discernimiento espiritual comunitario: no deja a la comunidad en la quietud y en el letargo estéril, sino que la mueve, la angustia, la inquieta por dentro, y la dispone en una actitud de búsqueda para que encuentre salidas a sus problemas y pueda crecer.

En este sentido, cada uno de los miembros del grupo debe sentirse reconocido en su vocación particular. Sólo así, la decisión final incluirá a todos y cada uno de los miembros, creando una comunión que no pasa por encima de la vocación de ninguno:

«(…) hay que cerciorarse de que se dan las condiciones necesarias para que sea reconocida por el grupo la vocación de cada uno. Cada uno es llamado por su nombre, según lo que él es y según la gracia que se le da, a participar en la realización de ese plan universal de Dios. Así pues, aunque se trata de tomar una decisión comunitaria, tal decisión en ningún caso deberá ir contra la vocación personal de cada uno. ¿Qué se debe hacer para que cada uno se reconozca a sí mismo en la decisión común? Hay una respuesta teórica a esta pregunta: que desde el comienzo mismo se reconozca a cada cual por lo que es en la comunidad y que la comunidad se considere responsable de cada uno de sus miembros».

Lo que Dhôtel llama decisión comunitaria, no debe entenderse en principio, como un acuerdo al que se llega finalmente por mayoría de votos. El discernimiento espiritual comunitario, lo hemos repetido suficientemente, no desconoce el papel del Superior competente que debe tomar la última decisión, sí teniendo en cuenta el camino recorrido, pero con la independencia y responsabilidad propia de su servicio de autoridad. De modo que la aceptación, desde un comienzo, de esta forma concreta de llegar a la definición del discernimiento en común, deberá hacer parte de las condiciones que requiere la comunidad que se ejercita en la búsqueda de la voluntad de Dios. La comunidad debe dar un cheque en blanco al Espíritu Santo antes de comenzar el discernimiento y confiar en la honestidad del que desempeña el servicio de la autoridad, comprometiéndose de antemano con cualquier cosa que llegue a decidirse.

Resumiendo las condiciones comunitarias, podíamos decir que tendría que haber unidad en el fin y diversidad en los medios; unidad en lo que el grupo busca en último término y diversidad en los medios que consideran los que más y mejor los van conduciendo a alcanzar ese fin. Sin lo primero, se haría imposible un camino de comunicación y de acuerdo en los términos; sin lo segundo, no habría, propiamente hablando, necesidad de un discernimiento, pues habría consenso en la forma de solucionar un problema o una pregunta dada.

 Fuente: Jesuitas Latinoamérica 

Reflexión del Evangelio – Domingo 17 de Marzo

Evangelio según San Lucas 9, 28-36

 Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

Por Fabio Solti SJ

 En este segundo domingo de cuaresma (tiempo de volcar la vista al Señor), la liturgia nos propone meditar la Transfiguración.

 Jesús pide a sus amigos que lo acompañen al monte. Él ya tiene determinado el “para que”: Jesús se transfigura en oración y hace parte de esa trasfiguración a sus amigos que lo acompañan también “para rezar”.

 Durante la oración, nos dice el evangelio, el rostro de Jesús cambia y sus vestiduras brillan, lo que nos habla de la manifestación de su condición divina.

 Aparecen luego dos personajes: Moisés es representativo de la Ley, la Torá del Antiguo Testamento, que regía la vida del pueblo judío y Elías es representativo de los profetas en general. Podemos decir entonces que la manifestación de esos dos personajes, hablando con Jesús, nos dice respecto a cómo toda la Antigua Alianza ahora mira hacia Jesús. Así, la antigua alianza, converge en Nueva Alianza: La nueva y definitiva alianza que nos propone con Jesús, Dios Padre.

 En su oración Jesús acepta la misión del Padre, acepta ir a Jerusalén, con la certeza de lo que ahí va a ocurrirle, pero con la confianza en que adhiriendo a la voluntad del Padre la Humanidad estará salvada. Jesús no se evade en la oración.

 La verdadera oración consiste en intentar buscar y hallar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Rezar es incluir a la realidad en la “conversa” que tenemos con Dios en intimidad para asumirla con más responsabilidad. Es decir que, transfigurados en la oración, podemos también transfigurar la realidad, confiando siempre en el amor fiel e inagotable del Señor.

 Por otro lado, tenemos las imágenes de los apóstoles pidiendo a Jesús quedarse en esa “comodidad”. Esta sería una actitud errónea con la cual podemos entender una “oración”: evadirse de la realidad en la búsqueda de un momento intimista para encontrar una especie de paz pasajera o “comodidad” pasajera. Es muy interesante, que cuando los apóstoles piden quedarse “cómodos” aparece la voz del Padre que los invita a “escuchar” a Jesús.

 Es escuchando a Jesús, en intimidad, que vamos a poder mudar la realidad de pecado que encontramos en nuestra habitualidad. Es mirando a Jesús, nueva alianza, que vamos a poder responder con determinación a la invitación de continuar con su trabajo: denunciar las injusticias y anunciar y construir un mundo de equidad.

 Nosotros también podemos subir con Jesús a la “montaña de la oración”, para “CON ÉL” transfigurarnos y bajar para ser Iglesia que evangeliza anunciando su Palabra y poniéndola en práctica.

 Que este tiempo de cuaresma sea propicio para eso: volver a Jesús y dejar su marca.

 ¡Volemos alto!

 ¡Así sea!

Fuente: Red Juvenil Ignaciana 

El P. General lanza un desafío a los Antiguos Alumnos de los colegios jesuitas

El Padre Arturo Sosa SJ se reunió con un grupo de exalumnos jesuitas en Bandra, India. Compartimos aquí el discurso completo que dirigió a los presentes. 

Es para mí una gran alegría estar aquí y poder compartir con ustedes ideas y reflexiones. Su presencia aquí esta tarde es un signo del afecto que conservan hacia las instituciones de la Compañía en las que estudiaron. Significa también que siguen manteniendo los valores e ideales que absorbieron durante sus años de colegio y universidad. Les agradezco mucho el tiempo que han dedicado y el esfuerzo que supone haber pospuesto muchos de sus compromisos de trabajo y familia para estar aquí.Las palabras que voy a dirigirles se dividirán básicamente en tres partes. La primera se ocupará de la misión de la Compañía de Jesús en el contexto actual. La segunda tratará sobre cómo hacer posible que Antiguos Alumnos y jesuitas participen unidos en la tarea de llevar adelante esta misión. Y, finalmente, haré algunas observaciones acerca del papel de las asociaciones de Antiguos Alumnos.A. La Misión de la Compañía de Jesús hoy.Antes de hablar de la misión en concreto, es necesario situarla en su contexto. En otras palabras, es necesario detenerse en la situación de nuestro mundo actual. Sin hacer una detenida elaboración, hago mención de los principales temas que nos salen al paso hoy día.

  1. Pobreza y desigualdad: Los avances tecnológicos han dado como resultado una explosión de bienes materiales y una gran variedad de servicios. Todos ellos, sin embargo, muy lejos del alcance de los pobres, millones de los cuales han de luchar a diario para sobrevivir.
  2. Masivos desplazamientos de población: Pobreza, conflictos violentos y desastres naturales obligan a un gran número de personas a huir de sus hogares para emprender una vida nueva en otra parte. Estos migrantes y refugiados tienen que hacer frente a enormes desafíos en su peregrinaje. No podemos permanecer indiferentes ante su difícil situación.
  3. La crisis ecológica: El uso derrochador que hacemos de los recursos materiales ha originado una rápida degradación del medio ambiente natural. Los pobres y marginados son los más afectados por esta crisis. Estamos llamados a escuchar el grito de la tierra y el grito de los pobres y hacer todo lo que esté en nuestra mano para cuidar nuestro hogar común.
  4. El ascenso de la derecha y el fundamentalismo: La identidad religiosa y la identidad nacional se están convirtiendo en instrumentos en manos extremistas. Estos grupos fundamentalistas están suscitando una sensación de miedo e inseguridad, con el resultado de que las minorías suelen ser víctimas de violencia y de políticas de exclusión.
  5. La realidad virtual: La tecnología de la información ha cambiado el mundo de arriba abajo y hoy día lleva las riendas de nuestras vidas. No podemos negar que nos ha aportado grandes beneficios. Nos preocupa, sin embargo, que esta nueva forma de vida afecta a nuestra forma de relacionarnos. Resulta paradójico que los nuevos medios de comunicación hayan reducido nuestra capacidad de comunicarnos cara a cara.

Esta enumeración no es exhaustiva, pero quiere poner de relieve las principales cuestiones que conforman la realidad que nos rodea. En este contexto vive la Compañía de Jesús, discerniendo su misión y los medios para llevarla adelante.Con humildad y sinceridad, la Compañía de Jesús ve su propia misión como parte de la más amplia misión de Dios. Esta misión invita a hombres y mujeres a unirse a Dios y crear con Él un mundo de justicia, de amor y de paz. Nuestra misión sigue siendo esencialmente la misma, pero ha de ser abordada desde diferentes ángulos dependiendo de las circunstancias concretas. A la luz de la realidad de hoy, la Compañía de Jesús ha discernido que Dios nos llama a una Misión de Reconciliación y Justicia. Esta misión contiene en sí tres dimensiones fundamentales: Reconciliación con Dios, con la humanidad y con la creación. Las tres están interconectadas y son inseparables.

La fe y la experiencia nos dicen que la fuente de nuestra vida es Dios. Sólo en unión con el Todopoderoso podemos experimentar la plenitud de la vida y entender mejor cuál es nuestra finalidad en la Tierra. Hoy, más que nunca, los seres humanos necesitamos desbloquear el potencial liberador que se esconde en el núcleo de la espiritualidad y de las tradiciones religiosas. Los jesuitas y las instituciones de la Compañía de Jesús ofrecen a todos, hombres y mujeres, como poderoso medio de ayuda para alcanzar un encuentro personal con Dios, la espiritualidad ignaciana.El inmenso sufrimiento y la injusticia de nuestro mundo son escandalosos, se oponen al plan de Dios y ofenden al concepto mismo de dignidad humana. Las instituciones de la Compañía están empeñadas en formar ‘hombres y mujeres para los demás’ – la frase entrañable que P. Pedro Arrupe llevaba en el corazón. Nos esforzamos por levantar unas estructuras de apoyo, que ayuden a las comunidades marginadas a alcanzar un nivel de vida razonable. Al mismo tiempo, pretendemos formar la conciencia personal, promoviendo una cultura de la fraternidad y la aceptación.

La reconciliación con la creación se ha convertido en una nueva urgencia de nuestro tiempo. Es algo que requiere un enfoque plural capaz de cuestionar los modelos de desarrollo al uso y favorecer un mayor respeto por la creación de Dios. A nivel más amplio queremos unir nuestras fuerzas a las de expertos en la tarea de detectar cuáles son las raíces y cuáles las soluciones a la crisis ecológica. Y no podemos obviar la necesidad de revisar nuestros propios patrones de consumo para adoptar un estilo de vida que refleje nuestro ideal.

B. El compromiso de los Antiguos Alumnos con la Misión.La Compañía de Jesús es uno de los muchos grupos que se comprometen con la misión de Dios. Vemos complacidos cómo nuestros Antiguos Alumnos pasan a formar parte de este compromiso común. Voy a referirme brevemente al modo como los Antiguos Alumnos pueden contribuir a la misión común.

Implicándose de instituciones de la Compañía: Ésta es una de las formas en que muchos de ustedes expresan en concreto su compromiso personal. Varios de ustedes se han esforzado en mejorar las instalaciones de su Alma Mater, mientras que la contribución de otros ha consistido en ofrecer muy necesarios servicios profesionales. Me dicen que algunos de ustedes se acercan a prestar ayuda en algunas de las obras que lleva la Compañía en áreas rurales. Un ejemplo es la asociación de Antiguos Alumnos de Loyola, Goa, que se ha puesto en contacto con nuestra escuela de Manmad. La Asociación Stanislaus ha participado en diversos proyectos en Talasari y Uplat. Les estoy muy agradecido por su generosidad.

Tomando parte en servicios de diversa índole: Las instituciones de la Compañía no son el único lugar en que se expresa el compromiso con la misión. Muchos ex-alumnos están involucrados en distintas organizaciones religiosas y seculares al servicio de los pobres. Sería egoísta por nuestra parte pedir a ninguno que abandonase estos compromisos adquiridos para ayudar en instituciones nuestras. Nos alegra mucho ver que la concepción de la vida y los valores recibidos de sus maestros y guías espirituales son ya parte integral de sus vidas.

El testimonio de la vida cotidiana: Aprecio la generosidad de todos al ponerse al servicio de estas causas, pero eso no me impide ser consciente de que la mayor parte de su vida está dedicada a su carrera profesional y a sus compromisos familiares. Entre los aquí presentes esta noche, habrá abogados, ingenieros, médicos, químicos, banqueros, etc. Su apretada agenda les dejará muy poco tiempo para participar en tareas de servicio social. No olviden que su principal campo de misión es su lugar de trabajo y su hogar, en el trato con sus compañeros de trabajo, en la atención a los clientes u ocupándose de sus hijos. En todas estas ocasiones logren que todo lo que hagan y decidan tenga como norma una gran competencia profesional y los valores humanos más hondos. Ese debe ser su modo de participar activamente en la misión de Dios, dando testimonio con sus palabras y sus obras.

Vida política y civil: Actualmente vivimos una crisis de liderazgo en la esfera pública. Los líderes políticos nos han llenado de promesas vacías y a menudo nos hacen lamentar la carencia de un buen gobierno. Tal vez en esto la culpa sea también nuestra, y nuestras lamentaciones desde la barrera no ayudan a mejorar la situación. Es imperiosamente necesario que hombres y mujeres íntegros, renunciando a sus carreras personales, se entreguen al servicio público. Sí, vería con agrado que muchos más de ustedes asumiesen el reto de ofrecerse como líderes en el terreno administrativo o político, en Mumbai, Maharashtra o en la India.

C. El papel de las asociaciones de Antiguos AlumnosHasta aquí he intentado describir nuestra misión compartida y algunas formas en que los Antiguos Alumnos de la Compañía se comprometen con ella. Las asociaciones de Antiguos Alumnos pueden desempeñar un papel clave para hacer más hondo y amplio este compromiso. Para que esto suceda, las asociaciones de Antiguos Alumnos deben tratar de hacer lo siguiente:

Convertirse en una oportunidad para que surjan lazos afectivos: Da la impresión de que la mayoría de asociaciones lo están haciendo bien. En sus reuniones regulares muchos ex-alumnos logran reanudar viejas amistades que nacieron en las aulas y sacando del olvido hermosos recuerdos de sus días de estudiantes. Esto es ya valioso en sí mismo, pero creo que a éste se unen otros frutos. Al renovar viejas amistades se está logrando afianzar los vínculos con la institución. Al recordar “viejos tiempos”, un ex-alumno logra conectar de nuevo con los valores que un día se le transmitieron. Recuerda el papel inspirador de algunos profesores en su vida y moviliza su interior para ser fuente de inspiración para otros.

Proporcionar una plataforma para el discernimiento y la planificación: Por muy valioso que sea lo expuesto hasta aquí, espero que nuestras asociaciones den aún otro paso adelante, transmitiendo a la misión un tono de reflexión y planificación. Nuestras Asociaciones pueden ofrecer a los ex-alumnos la oportunidad de reunirse para hablar de la misión personal de cada uno. Esto, hecho con espíritu de ayuda y de mutua confianza, permite a comprender mejor la propia misión en la vida diaria. Compartir hace posible que se abran posibilidades a la colaboración. Estos intercambios consiguen que los que participan se hagan más conscientes del gran depósito de experiencia que poseen entre todos, y les capacitan para canalizar mejor su servicio de ayuda a la institución o de apoyo al buen trabajo de algún antiguo compañero de estudios. Estas reuniones pueden servir también para planificar actividades conjuntas, para evaluar proyectos en curso de realización y para definir unas estrategias que permitan mayor participación en la sociedad.

Establecer un foro de formación permanente: al tratar de la misión, casi siempre nos centramos en cuál puede ser el servicio que los ex-alumnos pueden prestar para pagar, por así decir, la deuda que contrajeron con la institución. Con esto se debe continuar, por supuesto, pero no como si se tratase de una relación unilateral. Yo insto a nuestras asociaciones de Antiguos Alumnos a que reflexionen sobre cuál sería el modo como la Compañía de Jesús puede continuar prestándoles un servicio, especialmente en lo que atañe a su formación permanente. El tesoro de la espiritualidad ignaciana puede servir de gran ayuda para navegar por los complejos caminos de la vida adulta. Las asociaciones de Antiguos Alumnos podrían organizar sesiones en las que algún jesuita pusiese a su disposición algunas herramientas capaces de cambiar su vida. Por ejemplo el Discernimiento, la Conversación Espiritual o el Examen de Conciencia. Llegar a familiarizarse con estas prácticas espirituales sería, no me cabe duda, de incalculable valor para su vida personal y profesional.

ConclusiónTeniendo en cuenta la gran importancia de las asociaciones de Antiguos Alumnos, les animo a que sigan haciendo todo lo posible para promocionarlas. No duden en invitar a un número creciente de compañeros de clase a formar parte de ellas. Todos pueden convertirse en embajadores cualificados de su Alma Mater localizando antiguos compañeros y haciendo que se pongan en contacto de nuevo con la institución. Otra forma de hacerse más fuertes es el trabajo en red entre las distintas asociaciones. Me alegra saber que son ustedes miembros activos de las Jesuit Alumni Associations of India (JAAI) y de la WUJA, al ser Mr. John Nellankavil miembro directivo de la WUJA. Me complace también conocer los pasos que se dan para estrechar la vinculación con las asociaciones de la Zona Oeste. Sigan avanzando en esta dirección. Unido a esto podrían hacer algunos esfuerzos para promover las asociaciones de Antiguos Alumnos en las escuelas rurales. Celebro que algunos de ustedes hayan visitado Talasari y Manmad para alentar el proceso de creación de asociaciones de Antiguos Alumnos en esas localidades. Pido finalmente que al menos un jesuita participe activamente en cada asociación, y que preste especial atención, entre otras cosas, a la formación permanente.Doy las gracias e manera muy especial a los organizadores del acto de esta tarde. Sé bien cuánto tiempo y cuánto trabajo han dedicado para poner en pie un programa de esta envergadura. Y a todos los aquí presentes… gracias por estar aquí, gracias por el servicio que nos brindan y gracias por el gran cariño que nos demuestran. Que todos sigamos trabajando juntos por la mayor gloria de Dios.

Fuente: sj.curia

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte III: Condiciones personales

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Cada uno de los miembros de una comunidad, o grupo, que pretenda embarcarse en la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios, a través de un proceso de discernimiento espiritual comunitario, debe vivir una auténtica experiencia de Dios; sentir a Dios como su Creador y Salvador, aquí y ahora. Sentir a Dios trabajando en su interior y en la realidad que lo rodea. Esta experiencia de Dios, que crea y salva en un mismo movimiento, debe llevar a los miembros de la comunidad que discierne, a una expresión y comunicación de la propia experiencia. El discernimiento espiritual no puede prescindir de este impulso divino, que lleva a las personas a salir de sí mismas, para trascenderse en el otro y encontrar, en este camino de vaciamiento que Dios escogió para revelarse a los hombres, la voluntad salvífica de Dios para cada uno en particular y para la comunidad en su conjunto.

Por otra parte, es necesario que estén superadas, o no existan, posiciones adquiridas y fijadas. El que se acerca al discernimiento compartido tiene que esforzarse por lograr una indiferencia auténticamente ignaciana, que le permita colocarse ante las alternativas de la búsqueda con una verdadera disponibilidad confiada en la novedad permanente de la Palabra de Dios, que se va manifestando a los hombres en cada paso del camino. Sin embargo, no es indispensable que todos hayan ya logrado una indiferencia plena:

«Pero no es necesario que todos los componentes del grupo la tenga ya conseguida desde el principio. Cada cual puede tener sus preferencias, y tendrá ocasión de manifestarlas. En la deliberación, la indiferencia consiste en aceptar que las preferencias personales se sometan a la decisión final. El método mismo del discernimiento comunitario, según vaya desarrollándose, colocará a cada uno de los componentes del grupo y al grupo entero en la actitud de indiferencia».

La indiferencia supone la disposición sincera de acoger la decisión final del superior competente, como la manifestación clara de la voluntad de Dios. Poco a poco, se irá alcanzando esta actitud tan necesaria para cualquier búsqueda, ya sea personal o comunitaria. Puede hablarse, también, de una actitud de pobreza y apertura confiada ante lo que Dios quiere manifestar a través del proceso comunitario. Discernir es ver, y cuanto más despejado esté el cristal de nuestros lentes, de la plata, más claramente podremos descubrir, detrás de él, la realidad de los demás y de Dios; cuanto más oscurecido por la plata esté nuestro cristal, más nos veremos a nosotros mismos, como sucede con un espejo.

Es necesario, también, que los que participan del discernimiento comunitario hayan experimentado en sí mismos los Ejercicios Espirituales ignacianos y, en este sentido, tengan el hábito de la reflexión, la oración, la contemplación, la meditación. Los EE, vividos en profundidad, deben haber alcanzado en cada uno, una capacidad de hacer discernimientos y elecciones personales, que sólo busquen lo que más y mejor los conduzca hacia el fin para el cual han sido creados, sin dejar que los afectos desordenados los desvíen del camino correcto. De hecho, el modelo orientador de todo discernimiento, hecho individualmente o en común, son, para quienes siguen la espiritualidad ignaciana, los EE. Los EE suponen una serie de condiciones que deben cumplir los individuos; es sabido cómo san Ignacio se negaba a dar los EE completos a quienes no consideraba suficientemente preparados para ellos. No se trata de excluir de la participación a ciertas personas o a ciertas comunidades, sino de saber prepararlas y disponerlas para que la experiencia produzca los frutos deseados.

Muy seguramente, quien haya vivido los EE ignacianos con un acompañamiento cualificado, también habrá reconocido la necesidad de la mediación de otro, y de los otros, para encontrar lo que debe hacer en cada momento de su historia. Habrá experimentado la incapacidad para hallar solo la voluntad de Dios en su vida. Habrá reconocido que a través de la experiencia espiritual de los demás, se nos manifiesta la voluntad de Dios:

«Habrá verdadero discernimiento espiritual comunitario si se produce un proceso en el que se quiere llegar a poder interpretar honradamente como voluntad de Dios una de las alternativas que se ofrecen en opciones que impone la vida; si luego se trabaja teniendo en cuenta que Dios se hace presente a través de persuasiones, sentimientos y reflexiones razonables en uno mismo o en otros para uno y en diversas personas para un grupo; pero teniendo en cuenta que Dios se hace presente en libertad y, por tanto, en tiempos y situaciones contingentes, no de forma intemporal y deducible; y también que Dios se hace presente suscitando libertad; por tanto, dando señales de sí que requieren atención e interpretación; de forma que solamente se le puede encontrar escuchando y atendiendo a lo que en la comunidad ocurre y a la forma como ella lo vive, tratando de interpretarlo con ella sin ilusiones iluministas».

Podríamos enumerar otras condiciones que se desprenden de lo que san Ignacio propone para la experiencia de los EE, pero aplicándolas en este caso para la disposición personal de los que se acercan a la experiencia del discernimiento espiritual comunitario. Es necesario llegar a él “con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su sanctísima voluntad” (EE 5). Es importante también, que todos los miembros de la comunidad estén familiarizados con “las reglas de la 1ª. y 2ª. Semana, que son para conoscer varios spíritus” (EE 8), puesto que, normalmente, habrá momentos de consolación y desolación que es fundamental saber interpretar desde la perspectiva ignaciana.

Conviene, también, que los que se van a embarcar en un discernimiento comunitario estén atentos a sus propias motivaciones y a buscar sólo lo que Dios nuestro Señor les vaya señalando, sin apegarse a sus preferencias, “de manera que la causa de desear o tener una cosa o otra, sea sólo el servicio, honra y gloria de la su divina majestad” (EE 16). De este modo, resulta también conveniente que las persona tengan una recta inteligencia del Reino y del seguimiento de Jesús (Banderas), suficiente libertad interior (Binarios) y un auténtico desasimiento de sí (Tres maneras de humildad).

Fuente: Jesuitas Latinoámerica

 

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte II: Requisitos y condiciones

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la segunda parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema.

Por Hermann Rodríguez SJ

Las condiciones que suelen proponerse para la realización de un discernimiento, que se pueda llamar comunitario desbordan, la mayoría de las veces, las posibilidades de las comunidades reales que se acercan a esta práctica. En otros casos, sencillamente, se prescinde de todo método y de cualquier condición previa, y se llama discernimiento a cualquier tipo de reunión en la que se busque un acuerdo comunitario sobre algún problema. Sin embargo, no hay que llegar a ninguno de los extremos: No hay que presentar unas exigencias tan desproporcionadas que hagan del discernimiento espiritual comunitario una utopía, en su sentido más estricto; ni tampoco podemos llamar discernimiento espiritual comunitario a toda forma de comunicación colectiva, sin tener en cuenta un mínimo de condiciones que son indispensables. Es fundamental partir de la situación propia de la comunidad, e ir dando los pasos posibles dentro de esta situación dada:

“Como, en la práctica, las condiciones ideales nunca se darán plenamente, lo mismo que acaece en otros campos, habrá que considerar en cada caso, si es posible dentro de los límites convenientes, comenzar un camino pedagógico grupal, que conduce a perfeccionar a los miembros del grupo o comunidad, humana y espiritualmente, cada vez más; o si se ha de renunciar por el momento hasta que las condiciones pedagógicas de sus miembros hayan alcanzado, al menos, los niveles mínimos recomendables para que la reunión sea fructuosa».

Por esta razón, el camino que proponemos se mueve entre el extremo de una lista estricta de condiciones, que debe ser satisfecha perfectamente antes de hacer cualquier intento en esta dirección, y la ausencia total de método, en la que se pretende avanzar sin orientación ni norte. Proponemos un proceso de crecimiento progresivo en las disposiciones, tanto interiores como comunitarias, para ir haciendo posible la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios a través de un discernimiento. Lo cierto es que el discernimiento espiritual comunitario, en alguna de sus formas, no puede perderse:

“Lo practiquemos o no con metodología ignaciana, este Discernimiento, aparte de pertenecer al patrimonio común de la Iglesia, sigue hoy exigido, tanto y más que en las décadas pasadas, por la necesidad ineludible de comunicación que experimenta el hombre de hoy y porque el trabajo en equipo es forma inevitable de muchos apostolados modernos».

Por tanto, teniendo en cuenta que se trata de condiciones ideales, que no se darán con frecuencia, habrá que estar dispuesto a caminar en esta dirección, sin imposiciones ni camisas de fuerza, pero sí, generando los espacios y el ambiente necesario para que florezca, en medio de las comunidades, una búsqueda sincera y colectiva de la voluntad de Dios, en el aquí y ahora de nuestra historia. Así lo ha vivido la Iglesia desde sus orígenes:

«Ni viváis solitarios, replegados sobre vosotros mismos, como si ya estuviérais justificados, sino reuniéndoos en un mismo lugar inquirid juntos lo que a todos en común conviene» (Carta de Bernabé, IV, 10)»[6].

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Los Hermanos jesuitas – Santidad a través del Servicio

El P. General Arturo Sosa SJ se encontró con un grupo de hermanos jesuitas en su visita al Asia Meridional. Allí, pudieron conversar sobre el sentido de la vocación de los hermanos y plantear diversas inquietudes. 

San Alonso Rodríguez, hermano jesuita y santo de la Iglesia, es una figura francamente importante en la historia de la Compañía de Jesús. San Alonso, santo patrón de los hermanos jesuitas, a lo largo de la historia de la Compañía, por su ejemplo de sencillez de vida y dedicación a su trabajo, ha sido paradigma de la “santidad a través del servicio” que caracteriza la vocación de hermano. Bajo este foco 165 hermanos de la Conferencia Jesuita de Asia Meridional fueron convocados a celebrar el 400 aniversario de su muerte. Los hermanos compartieron su herencia común y buscaron promover los ministerios que dependen de la vocación del hermano en toda la India, mediante una serie de actividades dirigidas a apoyar su formación espiritual. Uno de los puntos culminantes del programa fue el encuentro que tuvieron con el Superior General, P. Arturo Sosa, el 7 de marzo en Pune.

Dirigiéndose a los hermanos, el P. General reafirmó la importancia de la vocación de hermano jesuita, trayendo a colación el decreto 7 de la Congregación General 34: “de alguna manera el hermano encarna la vida religiosa en su esencia, y es capaz de ilustrar ésta vida con particular claridad”. El P. Sosa continuó citando los numerosos ejemplos de hermanos jesuitas, tan diversos en su formación como en sus ministerios, que han desempeñado papeles cruciales en la Compañía de Jesús a lo largo de su existencia.

El Padre Sosa reconoció que la vocación de hermano no recibe la atención que merece. Afirmó que cuando los jesuitas hablamos de vocaciones, no ponemos suficiente énfasis en la promoción de la vocación de hermano. «Tendemos a hablar primero del sacerdocio y sólo cuando nos encontramos con alguien que, por razones históricas o sociológicas, parece menos dotado a nivel intelectual, empezamos a pensar en una posible vocación de hermano. En la Compañía actual, los hermanos -al menos algunos de ellos- han perdido la esperanza y empiezan a pensar en que la vocación de hermano jesuita irá desapareciendo poco a poco. Sin embargo, puedo asegurarles, mis queridos hermanos, que a no ser que Dios en su providencia albergue otros designios, la Compañía cuenta en estos momentos con que la vocación de hermano permanecerá para siempre Para subrayar la importancia de la vocación del hermano, el P. Sosa reveló que fueron los hermanos jesuitas de su escuela los que fueron la fuente de su vocación religiosa.

Después de la charla del P. General, el H. Siluvainathan, coordinador del año San Alonso, presentó a la asamblea un informe en el que se hacía eco tanto de las alegrías que a los hermanos jesuitas ha supuesto su vocación, como de la decepción que ha sido para muchos no sentirse reconocidos plenamente como compañeros jesuitas. Mientras que la conciencia de la vocación de hermano ha mejorado con los años, parece pervivir todavía, con demasiada frecuencia, la idea de que el hermano es como un jesuita “incompleto”. Un jesuita que no reúne las condiciones necesarias para acceder al presbiterado.

Estas preocupaciones les fueron planteadas directamente al P. General durante una sesión de preguntas y respuestas en la que se le preguntó por qué la formación de los hermanos carece de los mismos fundamentos básicos y de la misma hoja de ruta que la de los jesuitas que se preparan para el presbiterado, y termina una vez acabado el Juniorado. El P. General prometió hacer llegar esta preocupación a los formadores de las diversas Conferencias de la Compañía y pidió a su nuevo Consejero General para la Formación, P. Mark Ravizza, que intentara dilucidar de qué recursos debería echar mano la Compañía para apoyar la vocación de hermano en esta dirección.

Fuente. sjcuria.global

Materiales Didácticos para colaborar con la Campaña de Hospitalidad

La Red Jesuita con Migrantes ha diseñado una campaña ‘Por la Hospitalidad’ que se viene difundiendo a lo largo de América Latina y el Caribe los dos últimos años.

Ahora, la campaña de hospitalidad de la Conferencia Latinoamericana de Provinciales apuesta por los centros educativos, los colegios, los grupos juveniles, parroquiales y/o de animación social, etc. como lugares privilegiados para construir un cambio de actitudes que lleve al compromiso con las personas migrantes, refugiadas y desplazadas y a practicar la hospitalidad.

Descripción de nuestra propuesta de colaboración

El material didáctico que se ofrece ahora forma parte de la Campaña por la Hospitalidad de la Red Jesuita con Migrantes de Latinoamérica y el Caribe (RJM LAC) y de las organizaciones que la co-patrocinan. El objetivo de la campaña es que las niñas y los niños, las y los adolescentes, las y los jóvenes: reconozcan la realidad de las personas en situación de migración forzada, refugio y desplazamiento; descubran la riqueza que supone la diversidad cultural y la interculturalidad; se comprometan a acoger y respetar a todas las personas; defiendan la dignidad y los derechos de las personas extranjeras y en situación de migración forzada, refugio o desplazamiento.

Necesidades, apoyo o solicitud

Se ofrecen dos guías de actividades y una guía metodológica para educadores:

Discernimiento espiritual comunitario Parte I

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Para hablar del discernimiento espiritual comunitario, es importante recordar que desde los orígenes mismos de la vocación de Ignacio de Loyola, la mediación del otro, en la búsqueda de la voluntad de Dios, ha sido una constante irremplazable. El discernimiento espiritual, tal como lo desarrolló Ignacio, no puede entenderse como una búsqueda aislada del individuo, aunque para ejercitarse en él, la persona tenga que recurrir a los movimientos de su interioridad; estos movimientos o mociones más íntimas no se pueden considerar, sin más, como manifestaciones de la voluntad de Dios, si no están confrontadas con un acompañante espiritual, con el superior respectivo, con la comunidad de la Iglesia. San Ignacio coloca en la persona del Vicario de Cristo en la tierra, la última instancia frente a la cual es necesario avalar las búsquedas y los hallazgos hechos en el ámbito más personal.

El cristiano, en cuanto individualidad y también en cuanto referido a una comunidad particular, hace parte de un todo más amplio que es el cuerpo vivo del Señor Resucitado en la historia; esto supone que no es autosuficiente en su existencia, sino que vive en cuanto se abre a una comunión más amplia con otros creyentes. De ahí, que consideremos no sólo posible, sino necesario, el hecho de que todo discernimiento se mantenga en una apertura, no solamente frente a Dios, como trascendencia absoluta, sino también frente a la comunidad, como mediación fundamental de la Revelación de Dios en la historia.

Esto daría un giro a la discusión, en el sentido de que no sólo tendríamos que hablar del discernimiento que practica una comunidad creyente, sino también de la dimensión comunitaria de todo discernimiento verdaderamente espiritual. La confrontación con los criterios de la «sancta madre Iglesia hierárquica» (EE 170,2) y en general, una vez aprobada la Compañía, la necesaria mediación del superior en el proceso de discernimiento de cada jesuita, supone una apertura a un universo más amplio que el de la pura individualidad o el de la relación inmediata con Dios.

El ejemplo más claro de esta necesidad de la mediación comunitaria en la búsqueda de la voluntad de Dios en las fuentes de la espiritualidad ignaciana, quedó recogido en el documento sobre la «Deliberatio Primorum Patrum», de 1539. Esta experiencia, vivida por el grupo de compañeros, poco antes de la fundación de la Compañía, nos revela claramente cómo vivieron un auténtico discernimiento espiritual comunitario.

Algunas de estas nuevas formas de vivir el discernimiento en común, fueron aplicadas en la práctica de gobierno de Ignacio como Superior General de la Compañía de Jesús y, por lo menos, señaladas en las Constituciones que él mismo fue redactando con la colaboración de sus hermanos. Las Constituciones dejan abiertos muchos espacios para la búsqueda de la voluntad de Dios en las circunstancias concretas de la vida de los jesuitas a lo largo de la historia. La fidelidad a este cuerpo legislativo de la Compañía pasa por la misma recreación de las normas teniendo en cuenta los tiempos, las personas y los lugares en los que se quieran aplicar. Consideramos, por tanto, que el discernimiento espiritual comunitario, tal como ha sido promovido y animado por los últimos gobiernos generales y por las últimas Congregaciones Generales, tienen plena consistencia dentro de la tradición ignaciana y jesuítica.

Han pasado los tiempos de las discusiones dolorosas sobre la legitimidad de la práctica del discernimiento espiritual comunitario. Los ánimos de muchos se han ido tranquilizando, y los defensores y enemigos de esta forma de proceder son menos intransigentes. Sin embargo, el peligro que se corre ahora, después del ir y venir del péndulo, es que todo este movimiento se detenga y termine por archivarse el problema, dejándolo de lado por imposible. Son tantas y tan complejas las exigencias de una práctica tan compleja como novedosa, que puede convertirse en un sueño inalcanzable para muchos.

La Congregación General 36ª. ha querido invitar a la Compañía de Jesús, en sus obras y comunidades, a realizar su misión hoy, contando con tres herramientas fundamentales: el discernimiento en común, la colaboración y el trabajo en red. Sin embargo, a la hora servirnos de estas herramientas, es necesario tener claro cuáles son sus requisitos y exigencias. Nos queremos referir en este artículo a las condiciones de un ejercicio comunitario del discrernimiento hoy, tanto en el ámbito propio de las comunidades de la Compañía de Jesús, como en sus obras e instituciones.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Marcelo Amaro SJ sobre la Preferencia Apostólica Universal n° 3

3° Preferencia Apostólica Universal: Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador

El Padre Marcelo Amaro SJ tiene un largo recorrido en el trabajo con jóvenes. Fue, hasta hace poco, director del Centro Manresa (Centro de la Pastoral Juvenil y Vocacional de Argentina Uruguay); y encargado de Pastoral Juvenil y Vocacional en ARU y más tarde de Latinoamérica y el Caribe (CPAL).

Por Marcelo Amaro SJ

Esta es la formulación de la tercera preferencia apostólica de la Compañía de Jesús. La Compañía de Jesús, en sintonía con la Iglesia que camina de la mano del Papa Francisco, nos invita a reconocer una inmensa diversidad de grupos y culturas juveniles; y a reconocer, también, que los jóvenes viven en un mundo que está en constante cambio, que los afecta tanto en su presente como en su perspectiva de futuro.

Acompañar, implica caminar junto a ellos, conocer profundamente lo que interiormente los mueve, para poder ser sus amigos y servidores. La gran mayoría de los jóvenes viven en situaciones de pobreza, y en contextos que acotan sus posibilidades de elegir libremente la vida que desean vivir. Queremos comprometernos a trabajar junto a ellos, para abrir caminos de esperanza en un presente que construya el futuro.

Recibí esta preferencia como confirmación de un camino en el que hace tiempo venimos trabajando. Hace varios años, tanto en América Latina como en nuestra Provincia Argentino-Uruguaya, hemos asumido el desafío de llegar a una mayor cantidad de jóvenes, y ofrecerles la oportunidad de un camino de crecimiento en la espiritualidad, en el conocimiento de sí mismos, promoviendo procesos de maduración, y en el servicio a los más necesitados. Así es que la fe, la formación y el servicio, vividos en comunidad, se transformaron en los pilares de la Red Juvenil Ignaciana.

También, recibí esta preferencia como impulso renovador; una invitación a no quedarnos cómodos en lo que hemos caminado, sino a renovar nuestra pastoral para llegar a más jóvenes y para adaptarnos a los jóvenes de hoy. Esto nos implica una auténtica conversión. Se trata, por una parte, de la necesidad de ser rigurosos en conocer los mundos juveniles, y, por otra, de ponernos en movimiento para caminar junto a ellos. Tenemos que situarnos junto a los jóvenes, conocer sus demandas, sus lenguajes y sus modos de procesar las experiencias. Así, podremos repensar las propuestas pastorales, integrando a los propios jóvenes en esta misma reflexión. Necesitamos caer en la cuenta de que no es suficiente una pastoral para los jóvenes, sino con los jóvenes, siendo ellos sujetos activos en la propuesta pastoral. Creo que si bien es un camino que venimos haciendo, tenemos que seguir profundizando en ello, y que esta dimensión del caminar junto a los jóvenes, impacte en nuestra estructura pastoral.

Creo que esta preferencia nos desafía a integrar una propuesta múltiple, en la que los distintos jóvenes puedan encontrar focos de interés que les sean significativos. Quizás, nos encontramos con el desafío de proponer múltiples modos de acercarnos a los jóvenes para integrar así tanto la diversidad de acciones como el mismo cambio en nuestras propuestas. Una pastoral plural es aquella que busca crear vínculos; que se anima a escuchar las inquietudes de los jóvenes y que convive con la incertidumbre propia de ellos. Es una pastoral que no se plantea rígida y que busca acompañar las diversas formas de vivir lo religioso y eclesial. Se trata de una pastoral que no impone, no manda, sino que al modo de Jesús, propone, invita, y pregunta ¿qué les parece?, dirigiéndose al entendimiento; y pregunta, también ¿quieren vivir esto?, apuntando a la voluntad y a la libertad de los jóvenes.

¿Qué podemos hacer?

Primero, podemos partir del convencimiento de que tenemos una espiritualidad honda, sana y que en sus venas está el adaptarse a las personas, tiempos y lugares.

Se nos hace necesario hacer un proceso de aprendizaje para poder ofrecer una Pastoral diversa y expansiva, que busque llegar a muchos desde distintas propuestas, siguiendo el impulso ignaciano de escuchar a los interlocutores y a ponerse en su lugar. Esto nos ayudará a abrirnos a lo que el Espíritu nos dice a través de los jóvenes, de sus búsquedas, anhelos y necesidades.

Creo que algo propio de este mundo en red, es la necesidad de en-red-darnos, y valorar así el aporte de todos, para buscar llegar a muchos, aunque la participación y la respuesta última sea de algunos. Hoy, la juventud, movida por la dinámica propia de las redes, nos dice que todos tienen voz y voto, que todos son de alguna manera líderes de sus propias búsquedas. En este último tiempo los jóvenes nos han mostrado que muchos que, quizás, no habíamos descubierto su liderazgo, siendo uno más entre tantos, manifiestan su opinión y promueven los valores que entienden como mejores. La juventud nos abre a una visión radicalmente democrática, solidaria y participativa de nuestras pastorales; reconociendo, también, con humildad, que nuestra propuesta, como la de Jesús, será una voz más entre tantas que llegan a los jóvenes; son ellos quienes, más tarde o más temprano, deberán poner en juego su propio discernimiento y libertad.

En esta realidad concreta y cambiante, encontramos que la Espiritualidad Ignaciana puede acompañar el camino de los jóvenes, y puede ayudar a que esta nueva realidad juvenil sea vehículo de un encuentro profundo con Dios, para que ellos puedan hallar caminos de libertad y de determinación, en pos de un proyecto esperanzador, de amor y justicia.