Solidaridad ecológica

Una reflexión que nos invita a creer que el ser humano está en la Tierra, no para poseerla, sino para amarla, cuidarla y respetarla.

 Por Adilia Vianney Estrada.

 ¿Y qué tal si empezamos a tejer relaciones y acciones solidarias por nuestro planeta? Tejer puede tener diversos significados en un mundo tan diverso y plural como en el que vivimos, es una actividad que ha estado presente desde el principio de la historia del hombre y de la mujer, y puede representar creatividad, transformación y unidad entre la sociedad.

 La solidaridad puede ser entendida como la capacidad de salir de uno mismo, de apertura al otro, de respeto, sensibilidad, cercanía, compasión y amor. En este sentido, la solidaridad ecológica significaría creer profundamente que la Tierra no pertenece al ser humano, sino que el ser humano pertenece a la Tierra y, por consiguiente, debe cuidarla, amarla y respetarla. Sin embargo, en los últimos años la Tierra viene pidiendo a gritos un poco de compasión y conversión en los estilos de vida para evitar un sobre-agotamiento que desde hace años se viene manifestando en el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, entre otras señales. Podría decirse que la tierra está llegando al límite de sus posibilidades. Ante esta situación, si nos unimos y tejemos juntos lazos de solidaridad con la Creación, podremos salvarla.

 El libro del Génesis dice que el ser humano fue puesto en el jardín del Edén para que lo cultivase y salvaguardase. Era un lugar para la creatividad, la relación y el compromiso: de esta manera, el Creador continuaba creando a través del ser humano. Con el paso de los años, el ser humano ha olvidado ese compromiso de creación y responsabilidad, y ha llegado al extremo de crearse necesidades artificiales y consumistas llenas de injusticias con la naturaleza y el planeta. Así, se podía leer en los distintos medios de comunicación que, al día 08 de agosto, ya se había consumido todo el “presupuesto” de la naturaleza para el año 2016; a partir de ese día hemos empezado a consumir más de lo que la Tierra puede generar, y estamos viviendo a crédito, un crédito que las próximas generaciones tendrán que pagar…

Por tanto, estamos urgidos a vivir de otra manera. Hay que ser más solidarios con nuestra Hermana Tierra, con nuestro Planeta, hay que globalizar la solidaridad ecológica: es una responsabilidad y una deuda que tenemos con la Creación. Sólo entonces podrá verse que el ideal de armonía, de justicia, de fraternidad y de paz para construir un mundo más justo y necesario es posible viviendo en solidaridad.

 El Papa Francisco nos dice que necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana (Laudato Si, nº 52). Por eso nos recuerda que sólo hay una crisis, que es socio-ambiental, y que se debe aprender a escuchar tanto el clamor de la Tierra como el clamor de los pobres; sólo así podremos salir de esa crisis. Necesitamos poner en práctica acciones solidarias con el cuidado de la Creación y de los hermanos y hermanas del planeta.

 Ahora más que nunca urge retomar la solidaridad como cuidado de la tierra y de la personas, en especial de los más empobrecidos, urge transformar el corazón de piedra en un corazón de carne, urge transformar y cambiar los modelos depredadores de consumismo e individualismo, por un modelo más asequible a todo el planeta, en donde todos los seres humanos podamos disfrutar de los bienes y maravillas que nos regala la Creación. En definitiva, urge cambiar el modelo de vida que ha impuesto la sociedad capitalista y consumista.

 ¿Te animas a intentarlo?

 Fuente: Entre Paréntesis

Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe

Mensaje del Papa Francisco en las vísperas a la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe de 2015. Compartimos aquí las palabras profundas y sencillas con las que el Pontífice describe a esta advocación de la Madre de Jesús. Les invitamos a sentir y gustar de cada una de estas palabras y, a pedir hoy especialmente la gracia de sentirnos abrazados por María, y que podamos extender este abrazo a todos nuestros hermanos que más lo necesitan.

Papa Francisco

«Con esta ocasión, deseo saludar a los hermanos y hermanas de ese Continente, y lo hago pensando en la Virgen de Tepeyac.

Cuando se apareció a san Juan Diego, su rostro era el de una mujer mestiza y sus vestidos estaban llenos de símbolos de la cultura indígena. Siguiendo el ejemplo de Jesús, María se hace cercana a sus hijos, acompaña como madre solícita su camino, comparte las alegrías y las esperanzas, los sufrimientos y las angustias del Pueblo de Dios, del que están llamados a forman parte todos los pueblos de la tierra.

Pope Francis

La aparición de la imagen de la Virgen en la tilma de Juan Diego fue un signo profético de un abrazo, el abrazo de María a todos los habitantes de las vastas tierras americanas, a los que ya estaban allí y a los que llegarían después.

Este abrazo de María señaló el camino que siempre ha caracterizado a América: ser una tierra donde pueden convivir pueblos diferentes, una tierra capaz de respetar la vida humana en todas sus fases, desde el seno materno hasta la vejez, capaz de acoger a los emigrantes, así como a los pueblos y a los pobres y marginados de todas las épocas. América es una tierra generosa.

Éste es el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe, y éste es también mi mensaje, el mensaje de la Iglesia. Animo a todos los habitantes del Continente americano a tener los brazos abiertos como la Virgen María, con amor y con ternura.

Pido por todos ustedes, queridos hermanos y hermanas de toda América, y también ustedes recen por mí. Que la alegría del Evangelio esté siempre en sus corazones. El Señor los bendiga y la Virgen los acompañe».

Fuente: Catholic.Net

Mis Estudiantes Saben más del Dios de Jesús que su Profesor

El jesuita Emmanuel Sicre SJ comparte su testimonio como profesor de materias relacionadas con la fe y cuenta alguna de las reflexiones de sus alumnos respecto de aquello en que les ha ayudado la materia para comprender el misterio de Dios.

Por Emmanuel Sicre SJ

El jueves dimos cierre a nuestra clase de teología para los estudiantes de diferentes carreras en la Universidad Javeriana. La materia se llama “Vida y horizontes creativos” y desde hace tres semestres, con distintos grupos, venimos trabajando el tema del arte como mediación para la experiencia de lo trascendente en el ser humano. Es decir, cómo a través de la dimensión estética de la vida podemos ser más humanos y, por tanto, más cercanos al misterio de Dios.

Como es evidente muchos de los que participan no creen necesariamente en Dios, y con el correr de las clases, vamos dándonos cuenta de que el Dios de Jesús es muy diferente a ese “dios social” o “institucional” que anda circulando dentro de esa palabra tan vacía de sentido para muchos.

Lo impresionante es que cuando llegamos a ver cómo un hombre como Jesús de Nazaret es el Cristo, Hijo de Dios, las cosas cambian de perspectiva. El gran mensaje y acción de Jesús comienza a tener forma en sus mentes y corazones para descubrir que lo que más desea el hombre de toda historia, es lo mismo que Dios desea y le ofrece en su Reino: el amor, la felicidad, la paz, el bien. ¿Qué más queremos si tenemos esto?

Así, vimos cómo la dimensión y función social del arte tiene correlaciones interesantísimas con la justicia del Reino que busca dignificar al hombre abatido por el descarte social. Pero también vimos cómo Jesús a través de los cuentos, las parábolas, las comparaciones tramposas que siempre hacía y que contienen los evangelios, comunicó su gran mensaje de amor entre los hombres invitándolos a una nueva relación con su Padre, más gratuita y libre.

Al leer las síntesis de sus aprendizajes finales quedé sorprendido y tremendamente agradecido. Aquí van algunos testimonios –con “nombres artísticos”- de lo que respondieron a la pregunta: “¿cómo le ayudó esta materia a relacionarse con aquello que se dijo sobre el Dios de Jesús y su dimensión trascendente referida al misterio?”:

  • “El hecho de comprender que los mensajes de Dios no vienen “literalmente” claros, me permitió comprender que el mensaje llega, pero para quien lo busca y se esfuerza por encontrarlo.” (Tamara)
  • “Hay que saber más a fondo toda su enseñanza, ya que, como ser humano, era como nosotros, y quería un mundo mejor. Para mí ahora Jesús no es más un Dios ni una inmaterialidad es un ser humano que tiene algo valioso para decirnos.” (Jaider)
  • “Pude comprender que hay cosas que van más allá de mi entendimiento y que todo se revelará su debido tiempo”. (Pablo)
  • “Me ayudó ver al Dios de Jesús de una manera muy diferente ya que comprender que, por ejemplo, las cosas no funcionan como “hago algo bueno, obtengo un premio, hago algo malo, obtengo un castigo”, sino que, de manera gratuita, Dios nos acerca a su perdón, hace que para mí las cosas funcionen muy distinto respecto a cómo veía antes mi presente y mi futuro”. (Lisa)
  • “Puedo entender más cómo Dios logra ayudarme a trascender con todas las dimensiones que me conforman y a ser mejor conmigo mismo, con los demás y lograr modelar mi forma de vivir de una manera más humana en compañía de Dios. No sabía que en verdad fuera tan creyente en Dios ni que le tuviera tanta confianza. Esto fue una novedad. Darme cuenta de que, gracias a Él a la clase, pude crecer un poco más como persona”. (José)
  • “Aunque mi vínculo no sea el mejor, siempre puedo tenerlo presente en los diferentes momentos de mi vida, donde siempre podrá tener un diferente significado el cual me ayudará a entender el suceder de las cosas”. (Laura)
  • “Entendí que Jesús más que ese ícono religioso fue simplemente una persona que a través de sus acciones reales mejoró la vida de quienes lo rodearon teniendo así un impacto en la sociedad”. (Romina)
  • “Lo más importante es que el Reino es en la misma tierra y que muchas veces nuestros pensamientos nublan nuestro buen juicio y es Dios quien nos puede ayudar.” (Andy)
  • “El misterio fue una pieza fundamental para poder darle y definir el sentido de mi vida, pues Jesús me enseña a hacer lo correcto está bien, pero hacer las cosas de corazón es mucho mejor”. (Orlando)

En fin, es notable cómo a través de un encuentro pedagógico puede haber también un espacio para que Dios hable, se manifieste, y nos consuele el alma.

Ventanas a la Misericordia

Nuevo libro de entreParéntesis al terminar el Año de la Misericordia

Se acabó el Año Santo, pero no debe acabar la práctica de la misericordia. Se cerraron las puertas, pero pueden abrirse las ventanas. Esta es la convicción del centro Fe-cultura-justicia de entreParéntesis que, a lo largo de todo el año, ha ido ofreciendo jugosas reflexiones sobre la misericordia, semana a semana, en su sección “Ventanas”. Ahora las recopila y las ofrece en un sencillo pero valioso libro, titulado precisamente “Ventanas a la Misericordia”.

El libro recoge medio centenar de artículos que, centrados en distintos aspectos de la misericordia, pueden ayudar a hacerla crecer en nuestras vidas. Se trata, pues, de un producto sencillo y accesible, que constituye una contribución relevante para que este Año de la misericordia no caiga pronto en el olvido sino que se encarne en nuestras vidas. Lo hace, además, con el enfoque específico de entreParéntesis: dialogar en las fronteras. Es decir, con diferentes procedencias y tradiciones. Sus diversos acentos no empañan la centralidad y la esencialidad de lo común sino que, por el contrario, se convierten en motivo de proximidad, de intercambio y de enriquecimiento mutuo.

Descargar libro

Fuente: Info SJ 

 

Inmaculada Concepción: Preparar el Corazón con María

En ocasión de la fiesta de la Inmaculada Concepción compartimos este material que, además de para recordar de modo especial a Nuestra Madre, puede ayudarnos para preparar el corazón a la luz de su imagen.

Decimos a veces que el mundo está loco, que faltan personas que demuestren con su vida en qué creen, que sean coherentes, felices con lo que tienen, firmes y a la vez humanos. Por eso, hoy, María, te miramos a ti, que nos sirves de ejemplo y que quieres compartir con nosotros tu mirada, tu sentir, tus palabras. Te miramos intentando parecernos un poquito a ti, entrando algo más en tu corazón para compartir contigo este tiempo de búsqueda y redescubrimiento de Jesús, de vida.

(…)

Donde todos hubiesen visto una locura, María vio un horizonte. Donde muchos hubiesen visto una trasgresión, ella intuyó la promesa de Dios. Donde tantos se hubiesen estremecido ante la perspectiva y hubiesen exigido más pruebas, más seguridades o más garantías, ella exclamó: «Hágase». Donde la ley era la referencia y la condena, ella fue capaz de cantar la grandeza del Dios que está con los más pequeños y da la vuelta a todos los órdenes establecidos. Donde todo era convencional, María, con una acogida hecha al tiempo de ignorancia y valentía, de confianza y entrega, fue capaz de colaborar con Dios de un modo radical.

 Pedimos a Dios, a imagen de María, ser capaces de decir en nuestra vida: «Hágase».

¿Y cuál es para mí el anuncio del ángel?

 Quizás esto, más que ninguna otra cosa, nos habla de encarnación, de la manera de Dios de hacer las cosas. Un Dios con una madre, como tú, como yo. ¿No te deja un poco sorprendido esa imagen? El eterno, el todopoderoso, el Dios que todo lo sabe, hijo de una mujer, como tú, como yo… Y si Jesús refleja para nosotros el modo de ser personas a que estamos llamados, María, en su maternidad absoluta, nos acerca también muy densamente a esa humanidad. Porque ella es, como tú, como yo, una mujer de carne y hueso. Una mujer que, abrazando con pasión y con un amor radical la buena nueva del ‘Emmanuel’ se convirtió en portadora de un amor capaz de salir de sí mismo. En la entrega radical de Jesús, y la aceptación de María, al pie de la cruz, se forja un lazo de amor, una forma de dar todo lo que uno tiene, que es en nuestro mundo exponente de la lógica distinta del evangelio.

Pedimos a Dios que nos enseñe a vivir arraigados en ese amor capaz de dar lo que más quiere.

 Fuente: Pastoral SJ

Reflexión del Evangelio, Domingo 20 de Noviembre

Evangelio según San Lucas 23, 35-43

Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes burlándose decían: “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”. También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabeza había una inscripción: “Éste es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Él le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Reflexión del Evangelio – Alfredo Acevedo SJ

La liturgia de este domingo nos invita a celebrar a Jesús como Rey del Universo. Estamos finalizando el año litúrgico para comenzar uno nuevo. Porque así es el movimiento propio de la vida: terminamos algo para comenzar lo nuevo; nos despedimos, asumimos el duelo, y nos disponemos a recibir aquello novedoso que la vida presenta. Soltar para volver a recibir. Sin uno, no es posible vivir lo otro.

En este marco es que Jesús aparece como Rey de todo, y de todos. Aquel que no necesitó soltar para recibir, porque era todo don, decidió animarse a vivir este proceso humano.

 En el relato del Evangelio, aparecen varios personajes que expresan, bajo el concepto de salvación, este deseo de retener, de no soltar. ¿Qué es para muchos la salvación sino el deseo de prologar aquello que somos y tenemos? De ahí que el pedido del malhechor “sálvate y sálvanos” tenga todo el sentido. ¡Claro! Aquella lección de entregar la vida para salvarla aún no la habían aprobado. Por eso, para ellos, salvar-se no es otra cosa que retener, poseer o conservar. Para Jesús, en cambio, el tema de la salvación no sólo es diferente a eso sino su opuesto. Podría decirse que Él sí está salvándo-se la vida, pues, no busca retenerla, sino entregarla. Entregar es lo que salva, lo que da vida y plenifica, aunque muchas veces también duela. He aquí la paradoja clara del evangelio: cuando se pierde, se encuentra; cuando se da, se salva.

En el texto lucano, que nos ubica en el momento de la cruz, magistrados, soldados y malhechores hablan, se expresan. Tal vez, mucha otra gente también lo hacía a modo de chisme: “¿este no era Jesús, el hijo de María?”, “¿este no era aquel que enseñaba en la sinagoga y andaba con un grupo de amigos y amigas?”. Lo cierto es que el único que acierta en el comentario es el letrero que alguien colgó sobre Jesús: “Este es el rey de los judíos”. Y es frente a ese letrero que el “otro” ladrón pide a Jesús aquello que lo salvará: el recuerdo.

 Lo lindo es la constatación de que los recuerdos salvan. Aquel hombre ajusticiado, puesto en cruz, como Jesús, no pide ser salvado. Tampoco pide que no se le tengan en cuenta sus pecados. “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”, es lo único que le dice a Jesús.

 Los recuerdos salvan. Pero no los recuerdos que se manipulan para escapar o evadir la realidad, sino los genuinos, aquellos que nacen del corazón y la memoria agradecida, aquellos recuerdos que están ahí, en lo profundo del corazón y que aparecen de vez en cuando para salvarnos de la rutina, de los miedos e inseguridades que nosotros mismos nos fabricamos. Ese recuerdo, gestado en el corazón de Jesús, fue lo que salvó al “otro” ladrón. ¿Habrá acaso algo más lindo que sentir que somos re-cordados por Dios? Porque al ser re-cordados, estamos pasando de nuevo por el corazón de Dios, estamos pasando por aquel lugar donde sólo estamos los dos, Él y yo. Nada más. Por eso, la exigencia de soltarlo todo se hace imperiosa. La promesa es grande, y vale la pena.

Pidamos el Señor la gracia de no conformarnos con lo poco o mucho que tenemos, porque seguro que es menos de lo que Dios va a regalarnos.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

500 años de la Reforma Protestante y una Histórica Visita del Papa

El pasado 31 de octubre, Francisco visitó la ciudad sueca de Lund para participar junto con varios representantes de la Iglesia Luterana, en una ceremonia conmemorativa de los 500 años de la Reforma. Un evento ecuménico excepcional. Particularmente los conflictos, pero también los intentos de unión fracasados a lo largo de la historia del cristianismo europeo.

Antes del Concilio Vaticano II, para los católicos la figura de Lutero era negativa (salvo raras excepciones entre algunos teólogos católicos). Después del Concilio las cosas cambiaron. El camino ecuménico ha hecho grandes progresos.

Para entender las implicaciones históricas de este extraordinario evento, CPAL Social ha entrevistado al historiador del cristianismo y pastor valdense Paolo Ricca, uno de los protagonistas del camino ecuménico.

Profesor Ricca, la próxima semana el Papa Francisco se va a dirigir a la ciudad de Lund, histórica para la Iglesia Luterana, con el ánimo de participar en el inicio de las celebraciones de los 500 años de la Reforma Luterana. Un hecho histórico que puede aproximar cada vez más a católicos y luteranos. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Para mí es un hecho histórico de gran importancia por varios motivos. Por exigencias de brevedad mencionare apenas dos. El primero es obvio: la presencia del Papa en Lund es una novedad absoluta. Es la primera vez en la historia que un Papa participa públicamente de la celebración de la Reforma, que fue condenada por Roma como herética y juzgada por más de cuatro siglos, hasta el Concilio Vaticano II (1962- 1965), como un elemento desorientador de la verdad cristiana. La presencia del Papa en Lund modifica profundamente ese veredicto negativo e implica un juicio positivo: la Reforma fue, en su conjunto, un bien.

El segundo motivo es que el Papa al visitar Lund, continúa el proceso de descentralización en relación a Roma, que ya había sido iniciado por él mismo hace algún tiempo, por ejemplo, yendo a África para inaugurar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. La unidad cristiana, de acuerdo con este Papa, se construye “caminando juntos”, pero ese camino común no lleva necesariamente a Roma. No hay duda de que el viaje del Papa a Lund contribuye a acercar a católicos y luteranos, sin embargo, no en el sentido de traerlos a todos de vuelta al redil romano.

Ciertamente, en la base de ese gesto del Papa Bergoglio, un Papa muy atento a la gestualidad, hay un cambio de actitud de los católicos en relación a la figura de Lutero. Tanto que el Papa recientemente hizo una declaración muy significativa: Lutero fue “un remedio” para la Iglesia Católica. ¿Usted cómo interpreta esa afirmación?

El juicio de los católicos a Lutero cambió mucho en estas últimas décadas. Al decir que Lutero fue “un remedio” para la Iglesia Católica, el Papa dice una verdad indudable, aunque sea necesario aclarar que la Iglesia Católica, en alternativa a la Reforma de Lutero, implementó con el Concilio de Trento (1545-1563) una reforma propia y al mismo tiempo una contrarreforma, justamente para no tomar el “remedio” propuesto por Lutero. Sin embargo es cierto que aunque indirectamente, el “remedio Lutero” también benefició y mucho, a la Iglesia Católica.

“Del conflicto a la comunión” es el título de un importante documento luterano-católico redactado por la Comisión Luterano- Católica para la Unidad, en dónde se aclara el paradigma del camino hecho desde los años 1980 hasta hoy. Aunque todavía no estemos en unidad plena, lo que nos une es mucho más que lo que nos divide. Le pregunto: ¿después del consenso alcanzado acerca de la doctrina sobre la justificación por la fe, qué falta para sellar la plena comunión?

Faltan dos cosas. La primera es el reconocimiento de las Iglesias evangélicas como Iglesias de Jesucristo y no como “comunidades eclesiales” (como está en el Concilio Vaticano II), que no se sabe bien lo que significa (o somos Iglesia o no somos), y en todo caso, es una definición en la cual las Iglesias evangélicas no pueden reconocerse. Sin este reconocimiento, la comunión no es posible.

Lo segundo que hace falta es una plataforma doctrinal común, formulada en conjunto, en la cual se diga cuál es la “esencia cristiana” que todos deben compartir para que exista comunión de fe y cuales son por el contrario, las doctrinas, las elecciones éticas y prácticas de piedad sobre las cuales podemos tener opiniones diferentes, sin que esto impida la comunión. En cuanto a la “purificación y la cura de las memorias” se trata de una operación necesaria pero delicada: requiere prudencia, paciencia, inteligencia espiritual y sentido de historia.

Volvamos a Martín Lutero. Usted es un insigne historiador del cristianismo, alumno de Oscar Cullmann (uno de los teólogos más importantes del siglo XX). ¿Cómo ha cambiado la historiografía católica y protestante sobre el reformador alemán? ¿Cuál es el punto común alcanzado sobre Lutero?

La historiografía católica sobre Lutero, como ya dije, cambió mucho. Hasta comienzos del siglo XX, Lutero era un “monje imposible” (así lo llamaba Nietzsche) o rebelde, o loco, también excesivo, absurdo, desorientador, quien obedecía diversos impulsos pero no la exigencia de una fe. Después, los historiadores católicos comenzaron a reconocer en él una auténtica búsqueda religiosa. Después, se admitió que, por lo menos sobre algunas cuestiones, Lutero fue como dijo el cardenal Willebrands en los años 1980 “nuestro maestro común”. Hoy en día la meta alcanzada juntos es la de considerar a Lutero como un verdadero reformador de la Iglesia cristiana.

Desde su punto de vista valdense, ¿qué perspectiva ve para el camino ecuménico?

Las perspectivas para el camino ecuménico son buenas en el sentido en que cuando en cualquier Iglesia se explica lo que es ecumenismo y lo que se quiere alcanzar, éste es bien aceptado y en ocasiones se recibe con entusiasmo. El ecumenismo parece ser, para todos los que lo conocen y entienden, una bella perspectiva o mejor, una elección necesaria: hoy en día no podemos ser cristianos sin ser ecuménicos. El ecumenismo está inscrito en el futuro de toda la cristiandad. Su futuro solo puede ser ecuménico.

Sin embargo, infelizmente, es necesario reconocer que todavía el ecumenismo es un hecho ampliamente minoritario en todas las Iglesias. Hoy en día están en curso muchos diálogo

s entre las Iglesias, pero éstas todavía piensan y actúan en el sentido del monólogo, como si cada una de ellas fuera la única Iglesia existente. Eso se percibe, entre otras cosas, en el hecho de que muchas Iglesias no practican entre sí la hospitalidad eucarística, es decir, cada una celebra por sí misma la Cena del Señor sin hospedar ni acoger a los cristianos de otras Iglesias. Por lo tanto, la situación ecuménica de la cristiandad todavía es bastante contradictoria. Por otro lado, el cristianismo es la única gran religión del mundo en la cual existe un movimiento ecuménico. No solo eso, sino que hoy en día, parece crecer el consenso entre las Iglesias al concebir como “diversidad reconciliada” la unidad cristiana que ellas intentan manifestar.

¿Qué significa para usted celebrar los 500 años de la Reforma en una época de globalización?

La reforma en el siglo XVI fue un evento global que tiene que ver no sólo con Alemania, sino con toda Europa. Para mí, celebrar los 500 años de la reforma es principalmente, un acto de gratitud a Dios por haberla suscitado. En segundo lugar, es una admisión de responsabilidad. La responsabilidad es la de revivir en nuestro tiempo la herencia que la reforma nos dejó, la cual yo resumiría así: anunciar la realidad de Dios como gracia y libertad.

Fuente CPAL Social

 

La Misericordia como Proyecto de Vida

No dejar que se nos escape el verdadero sentido de la misericordia y la invitación que se nos ha hecho a lo largo de este año jubilar.

En diciembre de 2015 dio la vuelta al mundo la noticia sobre la convocatoria que hizo el Papa Francisco de vivir, desde ese momento, un Año Santo, el Año de la Misericordia; convocatoria que se formalizó con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro.

Desde ese momento, hasta estos días, el Santo Padre en sus diferentes homilías, intervenciones y alocuciones, ha hecho referencia a distintos aspectos que conllevan el vivir la Misericordia. Mensajes que unas veces son noticia, otras son motivo de inspiración para la predicación de sacerdotes, en ocasiones se convierten en tema de las clases de religión, en otras quedan como palabras que deambulan por las redes sociales y no debería ser así.

El profundo sentido humano que tiene esta convocatoria amerita que asumamos la Misericordia como un verdadero proyecto de vida, porque no solo nos conduce a ser mejores personas, sino a participar en la construcción de una sociedad en la que cada uno sea reconocido como un verdadero ser, único e irrepetible, con todas sus realidades, limitaciones y posibilidades.

El soporte de esta propuesta lo podemos encontrar en la definición del Diccionario de la Lengua Española de la palabra Misericordia: “Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos.” Definición que encaja perfectamente con lo que de ella ha dicho el Papa Francisco: “es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.” (Bula de Convocación del Jubileo Extraordinario de La Misericordia, 11 de abril de 2015)

Esta invitación que nos hace el Santo Padre a todos, seamos o no creyentes; tiene como eje central poner al “otro” en un lugar privilegiado, es decir por encima del “yo”, gran desafío para una sociedad que parece privilegiar el egoísmo, el individualismo y el personalismo.

Pero además no es a cualquier “otro”, sino al que sufre, al esclavizado, al que es excluido, al ignorado, al desplazado, al despojado de sus bienes, de su honra, de sus afectos, al que fue víctima, pero también al que fue victimario; ese “otro” que a veces no reconocemos porque nuestra visión se ha nublado por la rabia, el rencor, los resentimientos… emociones que se desvanecerían si acudiéramos al perdón.

Aparece entonces el primer gran impacto de hacer de la Misericordia un proyecto de vida: perdonar; comenzando por nosotros mismos, pues hay momentos en los que nos damos tantos latigazos por nuestros errores, que quedamos sin aliento para recomenzar el camino.

Misericordia sin perdón no se entiende, como tampoco se entiende ninguna de las dos sin amor. En palabras del Papa Francisco: “la Misericordia es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano.”

Fuente: CPAL SJ

 

¿Religión o espiritualidad? Tan Lejos, Tan Cerca

Un texto que nos ayuda, primero a definirlas y diferenciarlas y luego, ver cómo se relacionan.

Por Ignacio Sepúlveda

En los últimos años han surgido con intensidad distintos movimientos reivindicativos de una nueva espiritualidad. Algunos autores intentan definir la espiritualidad como aquello que es del (E)espíritu, pero esta definición no da mucha claridad. Es complejo poder precisar qué se entiende por espiritualidad. Y esta dificultad radica, creemos, en dos puntos fundamentales: la novedad del fenómeno (aunque la espiritualidad en sí es muy antigua) y las diferentes definiciones que sus mismos defensores dan de ella. Aun así, intentaremos señalar algunas características de este nuevo fenómeno.

En una primera aproximación a la espiritualidad algunos filósofos y sociólogos de la religión destacan su aspecto subjetivista. Hay una centralidad de la propia vivencia sobre las tradiciones o dogmas que destacan en las comunidades religiosas. Junto con lo anterior, pareciera haber un gran acento en la idea de la unidad entre lo esencial de uno mismo (self) y el todo. Por otra parte, se da la preminencia de la búsqueda personal (autónoma) auténtica de un sentido plenificante que no se encuentra en los dogmas y ritos de las comunidades religiosas tradicionales.

En su trabajo, el sociólogo de la religión Wade Clark Roof se fija en las diferencias entre religión y espiritualidad a través de varios testimonios recopilados en sus investigaciones. Así, las religiones pondrían su acento en la doctrina y tradición, mientras que la espiritualidad se acercaría más a un sentimiento interior de relación con el todo. Su foco es la trascendencia la propia plenitud. Por otra parte, se pone un fuerte énfasis en los sentimientos (aunque hay espiritualidades que se distancian de ellos), lo que la puede hacer propensa a quedarse en una suerte de intimismo. Meredith McGuire, por su parte, entiende la espiritualidad como una sensación de condición individual en proceso, que sugiere una experiencia no terminada que está en desarrollo y es abierta.

En contraste con la ‘religiosidad’, la ‘espiritualidad’ puede ser usada para referirse a patrones de prácticas y experiencias espirituales que comprenden la ‘religión vivida’ como algo individual. La ‘religiosidad’, por su parte, tiende a describir la religión individual en términos de características tales como la membrecía formal o de identificación, porcentajes de participación en servicios religiosos, frecuencia en la oración o en la lectura de los textos sagrados, o el consentimiento a ciertas creencias y mandatos morales de una iglesia determinada.

Charles Taylor, por su parte, afirma que los que oponen espiritualidad a religión, creen que la espiritualidad se define por una especie de exploración autónoma que el sujeto debe hacer por sí mismo (aunque muchas veces hay un guía que acompaña la experiencia). Junto con esto, hay un rechazo a todo el moralismo religioso y a todas las expresiones ‘fetichistas’ que se encuentran en las iglesias. Esta postura proviene de dos reacciones: la primera de ellas es que no se siente la necesidad de la disciplina religiosa y, la segunda, el sentimiento de que las respuestas dadas por las iglesias son demasiado rápidas, demasiado fáciles y trilladas, y que ellas no reflejan una búsqueda profunda.

Muchas veces estos movimientos espirituales –que cubren un amplio rango de creencias muy distintas entre sí y que, por desgracia, se meten a menudo en el mismo saco- se tienden a concebir como movimientos que solamente intentan potenciar el desarrollo humano, pues se focalizan en la inmanencia y en el puro perfeccionamiento interior, dejando de lado las preocupaciones de contenido más social o trascendental. Aunque algunas veces esta crítica puede ser verdadera, quedarse en ella puede significar perder de vista la verdadera realidad espiritual de nuestro tiempo: la búsqueda individual de la trascendencia. El sociólogo y antropólogo inglés Paul Heelas afirma que muchas de las expresiones espirituales ponen el acento en el bienestar inmanente. Pero sería injusto decir que todos los movimientos espirituales modernos caen bajo el mismo patrón, pues en la actualidad muchos buscan ir más allá.

La riqueza de la espiritualidad, como muchos autores destacan, apunta a la transformación personal y al descubrimiento –o redescubrimiento- de la dimensión más profunda del ser humano. Leonardo Boff, quien también ha trabajado el tema de la espiritualidad, cita al Dalai Lama para explicar que se la espiritualidad: “no produce en usted una transformación, entonces no es espiritualidad”. La espiritualidad debe generar una transformación que nos abre desde la mera individualidad a un espacio de paz en medio de los conflictos y desolaciones sociales existentes. En este sentido, la espiritualidad remitiría a lo más profundo del ser humano. Así, la espiritualidad no sería un movimiento para estar o sentirse bien –como puede ser en el movimiento New Age-, sino para desinstalarse y hacer que nos pongamos en un camino de crecimiento. Como alguno ya habrá notado, desde esta perspectiva espiritualidad y religión no son tan lejanas como se podría pretender. Ambas tienen la apertura a la trascendencia y, se quiera o no, también un elemento social.

Es importante afirmar, pese a lo que algunos pudieran señalar, que este nuevo fenómeno de las llamadas nuevas espiritualidades no parece ser una moda pasajera con fundamentos frágiles, sino más bien un fenómeno fuerte que seguirá dando de qué hablar en el futuro.

Fuente: Entre Paréntesis

 

Reflexión del Evangelio, Domingo 13 de Noviembre

Evangelio según San Lucas 21, 5-19

Como algunos, hablando del templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto y cuál será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: ‘Soy yo’, y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”. Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas».

Reflexión del Evangelio – Por Maximiliano Koch SJ

En este domingo, al acercarnos al Adviento de Navidad, la liturgia nos presenta un texto difícil por su contenido apocalíptico. Para entender el mensaje, conviene tener presente que Lucas escribió su Evangelio mucho tiempo después de la muerte y resurrección del Señor y en un tiempo difícil para las comunidades cristianas. En efecto, estos grupos estaban siendo perseguidos por romanos y judíos y eran expulsados de las sinagogas. Muchos de ellos morían o, para salvar su vida, renunciaban a su fe. En aquellos momentos, seguramente la comunidad recordó palabras de Jesús en las que se anunciaban tiempos difíciles y que luego fueron recogidas en este texto, intentando explicar a los primeros cristianos que el camino del seguimiento no sería fácil.

Y no es fácil tampoco ahora. En diferentes partes del mundo, cristianos están siendo perseguidos, asesinados, deportados, silenciados por el simple hecho de querer vivir bajo las leyes del amor y la misericordia. Leyes que son traicionadas también dentro de la Iglesia y en nuestro entorno, cuando ponemos perspectivas, intereses, ideologías personales por encima del mensaje que aquéllos primeros cristianos quisieron custodiar con su vida.

Sí… tampoco ahora es fácil ser cristiano. Y probablemente tampoco será fácil mañana. Porque debemos reconocer que aún no sabemos amar generosamente y confiar en su poder transformador. Porque tememos ser remansos de agua mansa donde otros puedan beber. Porque no confiamos en los demás. Porque no creemos que, en el gesto de ensuciar nuestras manos para levantar al herido, se esconda una felicidad plena. Y así, la indiferencia se abre paso, evitando que el sueño de Dios se haga visible en nuestro entorno.

 Debemos reconocer que hoy, al igual que ocurrió con los primeros cristianos, nuestras respuestas son limitadas y equivocamos nuestro camino. Y debemos reconocer que nuestros propios medios no bastan para atender a una realidad dolorosa en la cual nuestros hermanos sufren los efectos de la droga, del hambre, de la soledad, de la violencia. Aunque nos cueste reconocerlo, necesitamos del Padre y de sus cuidados. Necesitamos volver a su casa para participar en la fiesta que se nos ofrece (Lc 15, 11-32).

 El Padre conoce nuestra fragilidad, nuestro pecado, nuestra impotencia. Y, sin embargo, ha querido darnos el Reino no por méritos propios, sino porque somos sus hijos amados (cf. Lc 12, 32). Y nos invitará a amar, a salir de nosotros mismos para atender las heridas de nuestros hermanos, como si en este gesto se jugase nuestra identidad más profunda (Lc 10, 25-37).

 Acercándonos al Adviento de Navidad, quizá sea tiempo de reconocer que nuestros esfuerzos no han sido suficientes para encontrar lo que deseábamos. Quizá sea tiempo de tomar conciencia de lo que pasa a nuestro alrededor. Y después de reconocernos humanos necesitados, emprendamos el camino que nos lleve a la casa del Padre, donde la fiesta está preparada.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe