Los principales ritos de Semana Santa

La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos, la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, y se extiende hasta la vigilia del Domingo de Resurrección. Para los católicos es la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, hechos centrales de nuestra fe. La fecha de la celebración es variable (entre marzo y abril según el año), ya que depende del calendario lunar.

La institución de la eucaristía, el Jueves Santo; la crucifixión de Jesús el Viernes Santo, y la resurrección en la Vigilia Pascual, durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección, son las principales celebraciones y conmemoraciones que se viven esos días.

La Semana Santa es un tiempo de oración y reflexión, tiempo para asistir a retiros, confesarse y participar de las liturgias y eucaristías que se celebran como muestra de fe. También la religiosidad popular ha instituido otras demostraciones, como representaciones de la pasión y muerte de Cristo a través del Vía Crucis y procesiones.

Ya en los Evangelios, particularmente en el de San Juan, se menciona que en esos tiempos se daba cierto énfasis al recuerdo de la última semana de la vida de Jesucristo, con bastantes detalles de sus palabras y acciones desde su entrada a Jerusalén hasta la Crucifixión.

Del Domingo de Ramos se cuenta que grandes multitudes se congregaban en el Monte de los Olivos, donde cantaban himnos y antífonas y escuchaban lecturas, para volver luego en procesión a Jerusalén, acompañando al obispo y llevando palmas y ramas de olivo delante de él. El evento central de este día, era la procesión de las palmas, y después se celebraba la misa solemne. Tiempo después se agregó la bendición de los ramos, que se debían guardar en las casas.

El Jueves Santo es un día especial, ya que, además de culminar la Cuaresma, nos introducimos en los tres días más importantes del año litúrgico, lo que llamamos el Triduo Pascual. Por la mañana, todos los sacerdotes se reúnen en la Catedral y celebran la misa Crismal, donde renuevan sus promesas sacerdotales. En esa misma celebración se bendicen los santos óleos con los que serán ungidos los niños que recibirán su bautismo, los enfermos y quienes celebren el sacramento de la Confirmación durante el año.

En la tarde se celebra el mandato del lavado de los pies, en memoria de la preparación de Cristo para La Última Cena. La liturgia, vista como conmemoración de la institución del Santísimo Sacramento, se celebra con ornamentos blancos, en medio de cierta solemnidad. Se canta el “Gloria in excelsis”, durante lo cual se tocan todas las campanas, que luego permanecerán en silencio como forma de expresar el duelo durante las horas de la Pasión.

El Viernes Santo se vive con gran recogimiento la crucifixión y muerte de Cristo. Es un día de ayuno y de abstenerse de comer carnes, además que no se realizan misas (día alitúrgico). Se efectúa la Adoración de la Cruz y la lectura del Evangelio corresponde a toda la pasión, según San Juan.

La ceremonia del Sábado Santo ha perdido mucho del significado e importancia de la que gozaba en los primeros siglos de la cristiandad. Originalmente, se trataba de una extendida Vigilia o “ceremonia de la espera vigilante”, que se celebraba en las últimas horas del sábado y que terminaba a media noche. Hoy al término de la eucaristía con que termina la Vigilia Pascual se renuevan las promesas bautismales. San Agustín la menciona como “la madre de todas las santas vigilias”.

Finalmente, el Domingo Santo o Domingo de Pascua es la celebración más importante que tenemos los cristianos. La misa, con su gozoso Gloria, y el tañido de las campanas proclaman la Resurrección del Señor.

Cronología de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús

  • Domingo de Ramos. Entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén.
  • Lunes Santo. Unción de Jesús en casa de Lázaro. Jesús expulsa a los mercaderes del Templo de Jerusalén.
  • Martes Santo. Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las tres negaciones de Pedro.
  • Miércoles Santo. Judas Iscariote conspira con el Sanedrín para traicionar a Jesús por treinta monedas de plata.
  • Jueves Santo. El Jueves Santo se celebra la última cena de Jesús de Nazaret con sus discípulos, la institución de la eucaristía, el orden sacerdotal y el lavatorio de pies.
  • Viernes Santo. Durante el Viernes Santo se recuerda la pasión de Cristo y el momento de su crucifixión en el Calvario para salvar al hombre del pecado y darle la vida eterna. Este día, los fieles católicos guardan ayuno y abstinencia de carne como penitencia. Prisión de Jesús. Los interrogatorios de Caifás y Pilatos. La flagelación. La coronación de espinas. Vía Crucis. Sepultura de Jesús.
  • Sábado Santo. Jesús en el sepulcro y su descenso al lugar de los muertos. Por la noche la Vigilia Pascual.
  • Domingo Santo. El Domingo de Resurrección, conocido también como Domingo de Pascua, conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día después de su crucifixión y su primera aparición ante sus discípulos. Es un día de suma alegría para los fieles y es interpretado como la esperanza de una nueva vida.
  • Triduo Pascual de Semana Santa
    Como Triduo Pascual se denominan los tres días de la Semana Santa en que se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo: Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo. Concentra los momentos más importantes del año litúrgico en el cristianismo.

Fuente: jesuitas.cl

Cristóbal Fones SJ y OPA Canta Irala: «Hace falta gente»

«Hace falta gente que riegue el futuro
con sangre y estrellas de liberación.
Hace falta gente que piense en los niños,
que piense en los pobres en nombre de Dios».

Cristóbal Fones SJ nos presenta a través de su sitio web una nueva canción: «Hace falta gente». Se trata de una composición del año 1984 de Casimiro Irala, sacerdote jesuita de gran trayectoria en la música religiosa y fundador del Grupo OPA en Brasil. Es a pedido de esta fundación que Cristóbal graba una nueva versión del tema, recreando el texto con una mirada actualizada sobre la realidad.

«Nos acercamos a la celebración del Misterio Pascual en Semana Santa y el contexto de la guerra en Ucrania, las múltiples formas de violencia estructural y delictual en nuestro continente, la conciencia de los abusos y delitos cometidos por miembros de nuestra comunidad a personas vulnerables, los desafíos de equidad de género y las nuevas luchas de poder en nuestros pueblos remecen el corazón y exigen de nosotros un espíritu atento, audaz, dispuesto, vigilante.» Afirma Cristóbal Fones.

Compartimos la letra y el vídeo de la canción:

Hace falta gente

Letra y música: Pe. Casimiro Irala, SJ
Producción “OPA canta Irala”, 2022.

Producción musical: Luciano Valdebenito
Ingeniero de sonido: Alfonso Pérez

Guitarras, bajo y percusiones: Luciano Valdebenito. Quenacho: Tomás Carrasco. Piano: José Patricio Fuentes.

Hace falta gente que al abrir el surco
Piense en la semilla, el fruto y la flor…
Hace falta gente que palpe la tierra
Con manos de virgen, con manos de Dios

Vibrante, es la voz de Dios amante
Ven, sigueme, toma tu cruz.
Ven conmigo

Hace falta gente que entone su canto
Con alma y con vida, sin miedo de amar
Hace falta gente que viva martirios
Audaz sacerdocio, sublime ideal

Doliente es la voz del continente
En su dolor quiere la luz,
quiere abrigo

Hace falta gente que riegue el futuro
Con sangre y estrellas de liberación
Hace falta gente que piense en los niños,
Que piense en los pobres en nombre de Dios

Vibrante es la voz de Dios amante
Ven, sigueme, toma tu cruz,
Ven, amigo. Ven, amigo…

Reflexión: ¿Vivir sin límites?

Por Álvaro Lobo SJ

¿Cuántas veces soñamos que no tenemos límites? ¿Cuántas veces creemos que podemos tener y tener más? O ser más, sin saber muy bien qué. Pasa en el deporte, en el estudio, en el trabajo, en el éxito, en la política… En muchas facetas de nuestra vida nos sentimos cómodos y vamos estirando nuestras posibilidades. No es algo malo porque estamos llamados a desear, a dar lo mejor de nosotros mismos, a intentarlo y a no ser conformistas, porque es mejor ser fracasados que mediocres, porque nos gusta soñar e imaginarnos con horizontes amplios.

Sin embargo, por mucho que nos esforcemos llegaremos a las fronteras de nuestra propia vida. Umbrales donde no podremos aguantar corriendo más o nuestra cabeza no da para aprobar una buena oposición. No tenemos las capacidades para alcanzar todas las posibilidades que nos gustarían y la actitud supera a la aptitud. Momentos donde vemos que nuestra salud ya no llega tanto como antes. Pero no son solo límites de nuestro cuerpo o nuestra cabeza. A veces no logramos tener la relación que quisiéramos con un hermano, un amigo o una pareja, nos duele porque por mucho que lo intentemos la cosa no puede mejorar.

Llegados a nuestras fronteras tenemos dos opciones. La primera es la no aceptación. Negar que somos finitos. Entonces embestimos las paredes, bajo el pretexto de la perseverancia, y no avanzaremos mucho. Terminaremos frustrados y con la sensación dolorosa de haber perdido el tiempo. Pero hay peligros mayores, cuando nuestros límites tienen que ver con los límites de los otros. La no aceptación nos lleva a equivocarnos porque podemos romper las relaciones. Aparece la envidia porque nos gustaría tener el coche del vecino o la inteligencia de nuestro jefe. Nos cabreamos, con nosotros y con los otros, porque no soportamos saber que nos hemos equivocado o machacamos el cuerpo, para ampliar nuestros límites, suspirando por un cuerpo diez. Y desde aquí es fácil tropezar de mil formas y maneras, provocando dolor a los otros y a nosotros mismos con reacciones que rompen las reglas.

Pero siempre hay otra alternativa: sí aceptar los límites, sabiendo que muchas veces es complicado y quizá injusto. Pero la realidad, aunque podamos mejorarla, es implacable. No es conformarse, sino, insisto, aceptar. La respuesta y la ayuda están en Dios, que nos quiere en nuestra imperfección y nos comprende tal como somos, más allá de nuestros límites, grandes o pequeños. Desde la aceptación comprendemos que todo lo que tenemos en nuestra vida –aptitudes, relaciones, posesiones…– es un regalo recibido y no es una deuda que debemos exigir al mundo.

Fuente: pastoralsj.org

Presentación del Congreso sobre San Ignacio para Junio 2022

El obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández presidió la presentación del programa del Congreso Internacional sobre San Ignacio de Loyola que se celebrará en esta ciudad del 22 al 25 de junio próximos.

Este encuentro abordará la figura de San Ignacio de Loyola con ocasión del 500 aniversario de la conversión de este Santo a través de expertos en la materia, entre quienes destacan el Provincial de España, Antonio España SJ, el padre José María Guibert SJ, rector de la Universidad de Deusto o de los internacionales Sylvie Robert, profesora del Centre Sèvres de París; Mark Bosco SJ, vicepresidente de Misión y Ministerio en la Universidad de Georgetown y Scott Hendrickson SJ, profesor en la Universidad Loyola Chicago.

Para asistir a este congreso, que también se retransmitirá de forma online, es necesario hacer una inscripción previa. Para más información, puede consultar la web www.congresosanignacio.com

Reflexión del Evangelio – V Domingo de Cuaresma

Domingo V de Cuaresma – Ciclo C (Juan 8, 1 – 11)

La liturgia nos ofrece este domingo una escena impresionante sobre el perdón. Ya no es una parábola, como lo era el domingo pasado la parábola del Padre y sus dos hijos, sino un hecho protagonizado por el mismo Jesús. Prestemos atención, de entrada, al solemne contexto en el que va a suceder el hecho narrado por el evangelista Juan: “… en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba”. El hecho sucede en el lugar más solemne posible, delante de mucha gente y en plena enseñanza de Jesús. Por tanto, de significación y repercusión grandes.

En el centro de la escena “una mujer sorprendida en adulterio”, hecho que nadie niega: en “flagrante adulterio”. No hay discusión sobre la culpabilidad de la mujer ni sobre la gravedad de la culpa: “la ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras”: no es ése el tema. Lo que los escribas y los fariseos pretenden, en el templo y delante de una muchedumbre, por tanto, en un escenario completamente favorable para ellos y hostil para Jesús es “comprometerlo y poder acusarlo”: la vida de la mujer no les importa nada, la dan por condenada y ejecutada. Piensan que van a coger a Jesús en fallo, porque saben de su compasión y de que es alguien que “come con publicanos y pecadores” (Marcos 2, 16) y que se atreve a decir “los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios” (Mateo, 21, 31).

Al contrario de lo que piensan sus enemigos, para Jesús lo importante no es su vida, ni salir él bien parado del aprieto, sino que lo importante, es la vida y la salvación de aquella mujer, por pecadora que fuera. Recuerda seguramente las palabras del profeta Ezequiel: “Por mi vida – oráculo del Señor Dios – que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta y viva” (Ezequiel 33, 11). Esa voluntad de salvación es la que marca toda la acción de Jesús en la escena: desde su respuesta a los acusadores: “el que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”, hasta sus palabras finales a la mujer: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. Primero el perdón; luego la invitación a cambiar de vida. El perdón es incondicional; el cambio de vida es resultado de la experiencia de misericordia.

El evangelio de hoy nos plantea una cuestión vital como seguidores de Jesús: ¿Cómo nos situamos ante el hermano o la hermana que han pecado? ¿Dispuestos a condenar o proclives a salvar, aunque nuestra conducta nos ponga en un aprieto o sea mal entendida? ¿Nos importa más nuestro prestigio, nuestro bien quedar, o el ayudar a nuestros hermanos más débiles? Si lo pensamos, quizá también nosotros tengamos que ir dejando algunas piedras que tenemos en los bolsillos, en la lengua o en el corazón.

Darío Mollá SJ

Fuente: centroarrupevalencia.org

Reflexión del Evangelio – IV Domingo de Cuaresma

Domingo IV de Cuaresma – Ciclo C (Lucas 15, 1-3. 11-32)

Este domingo la liturgia cuaresmal ofrece a nuestra meditación una de las parábolas más hermosas del evangelio: la parábola del Padre y sus dos hijos. Parábola que, seguramente, hemos leído y meditado muchas veces, pero que siempre que nos acercamos a ella toca de modo nuevo nuestro corazón. De entrada, es bueno recordar que el auténtico protagonista de la parábola es el Padre, cuyo proceder Jesús pone como razón última para explicar su comportamiento con publicanos y pecadores cuando es criticado porque “acoge a los pecadores y come con ellos”. Todos hemos sido en un tiempo el hijo pequeño y en otros momentos el hijo mayor: pero la llamada fundamental de la parábola es a comprender la misericordia del Padre y a sentirnos acogidos por ella.

Quiero poner la atención en un versículo que me parece central en el relato de Lucas: es el versículo 20. Dice así: “Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos”. ¡Qué bien nos puede hacer saborear una a una esas palabras!

“Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio”. El hijo está lejos, no sólo físicamente, sino vitalmente: su corazón aún no conoce la capacidad de misericordia del padre. ¿Cómo es posible que el padre vea en la lejanía al hijo que se acerca? En primer lugar, porque el padre ha salido de la comodidad de la casa a la intemperie del camino, y seguramente salió ya desde el día siguiente a la partida dolorosa del hijo. En segundo lugar, porque, como hemos experimentado también nosotros, cuando esperamos a alguien nuestro deseo de acogerlo aumenta nuestra sensibilidad para reconocer cualquier gesto de acercamiento.

“Echando a correr”. ¡Qué contraste entre el caminar del hijo que vuelve y el correr del padre que espera! El caminar del hijo es aún lento, lleno de dudas e incertidumbres, como intentando alargar el difícil momento y tiempo de la confesión. El caminar del padre, mayor en años y menor en fuerzas, no es caminar sino “correr”: tiene ganas de abrazar, de manifestar su cariño y su misericordia, de acabar con aquella pesadilla de la ausencia del hijo y del dolor causado por esa ausencia. El remordimiento del hijo hace su caminar lento; la alegría del padre por el reencuentro con el hijo acelera su paso.

“Se le echó al cuello y lo cubrió de besos”. Todo es exceso, el exceso del amor apasionado. No sólo le abrazó, no esperó a que el hijo tomara la iniciativa: “se le echó al cuello” y así cortó de raíz cualquier duda del hijo e incluso le impidió pronunciar el discursito de justificación preparado. “Lo cubrió de besos”: no sólo un abrazo, no sólo un beso, sino un beso por cada día de angustia, de separación, de dolor ahora felizmente concluidos.

Darío Mollá SJ

Fuente: centroarrupevalencia.org

Campaña CELAM: «Somos gestoras del cambio»

El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el pasado 8 de marzo ha lanzado la campaña continental “Mujeres Gestoras del Cambio” para visibilizar los resultados del proceso de escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe desde la perspectiva femenina.

La campaña consta de tres etapas: sensibilización, formación e incidencia y tendrá la duración de un año de marzo 2022 hasta marzo 2023 y se fomentará la articulación con organizaciones, como la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA), Red Eclesial Panamazónica (REPAM), Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR), Red Clamor, Cáritas Latinoamérica, entre otros.

Sobre esta campaña Monseñor Miguel Cabrejos, presidente del CELAM, señaló que “las mujeres son protagonistas de una Iglesia en salida” tal como “nos ha recordado el Papa Francisco, subrayando su capacidad de acogida y anuncio de la ‘buena nueva’”.

El lema de esta iniciativa es “Somos gestoras del cambio” e involucrará a todas las mujeres de la Iglesia en América Latina y el Caribe: laicas, religiosas, misioneras, catequistas, docentes, trabajadoras, jóvenes.

Fuente: asambleaeclesial.lat

Cuaresma Laudato Si’ 2022

El Movimiento Laudato Si’, publicó una propuesta para vivir este tiempo de cuaresma en sintonía con la Creación y desde la conversión ecológica.

La Cuaresma es un tiempo de preparación para la Pascua y la celebración del Misterio Pascual. Durante este tiempo de ayuno y renovación, se nos recuerda quiénes somos, criaturas completamente dependientes de Dios llamadas a vivir en amor y compasión con toda la creación de Dios.

Manteniendo nuestro tema de la «escucha» como base, te invitamos a elegir un ayuno de la lista sugerida y a comprometerte audazmente con él durante toda la Cuaresma. Ya sea el ayuno de productos cárnicos, de plásticos, de electricidad, de compras o de silencio, las reflexiones semanales nos guiarán y nos llamarán a vivir ese compromiso más profundamente, de modo que para la Pascua ese compromiso esté cerca de convertirse en un nuevo hábito de vida.

Ayuno de compras: Ayuno de compras innecesarias y exploración de los propios hábitos de consumo. Considera la posibilidad de donar al LSM el dinero que hubieras gastado o a una organización de tu elección.
Ayuno de productos cárnicos y cambio a una dieta basada en plantas.
Ayuno de plásticos: Ayuno de plásticos de un solo uso.
Ayuno de electricidad: Ayuno de electricidad innecesaria y adopción de hábitos para reducir el consumo de energía.
Ayuno de silencio: Ayuno de no hablar y compartir activamente la preocupación por nuestra casa común con amigos, familia, comunidad y líderes políticos.

Mediante temas semanales ofrecemos oraciones, eventos y formas de vivir nuestro compromiso de Cuaresma. ¿Cuál es tu compromiso este año?

Seguí las propuestas aquí laudatosimovement.org

Reflexión del Evangelio – III Domingo de Cuaresma

Domingo III de Cuaresma – Ciclo C (Lucas 13, 1-9)

El texto evangélico que nos propone la liturgia en este domingo de cuaresma tiene dos partes: una primera (versículos 1 a 5) en la que Jesús alude a dos hechos trágicos que la gente interpreta como castigo de Dios por pecados ocultos; una segunda (versículos 6 a 9) en que hay una pequeña parábola sobre una higuera que no da fruto. Con respecto a la primera, baste destacar que Jesús niega la interpretación de esos accidentes como un castigo de Dios a personas supuestamente más pecadoras y recuerda que todos somos pecadores.

Voy a centrar mi comentario de hoy en la pequeña parábola de la segunda parte. Personalmente, me resultan especialmente sugerentes las parábolas de Jesús que toman como base la agricultura y sus procesos para explicar a partir de ellos el proceder de Dios. Sugerentes e interpelantes. Este domingo se nos presenta el caso de una higuera que no da fruto y la reacción del labrador frente a la, por otra parte, lógica impaciencia del propietario del campo: “ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala”. El viñador le pide al amo paciencia: yo la seguiré cuidando y trabajando “a ver si da fruto en adelante”.

Una primera observación tiene que ver con el “dar fruto”, algo que ya hemos comentado en otros relatos evangélicos. Es lo que Dios quiere de nosotros “que demos fruto”. Fruto es algo bueno, que sirve de alimento a otros, en lo que convertimos todo aquello que Dios nos ha dado. Ser para los demás. No se trata de ser “estupendos”, de mirar sólo por nuestro desarrollo personal en una actitud narcisista, de ser los más guapos y los más listos… sino de dar fruto, de aprovechar a otros. Igual la higuera en cuestión era un árbol bien plantado, lleno de hojas verdes, hermoso a la vista… pero no daba fruto.

Se nos plantean en la parábola dos actitudes que, a una mirada superficial, pueden parecer contradictorias: exigencia y paciencia. La exigencia que pide el dueño del campo y la paciencia que le pide el viñador. El evangelio es exigente, no nos podemos engañar; para nada es un mensaje edulcorado o light que quizá puedan presentar otras propuestas de espiritualidad o, simplemente, de bienestar. Jesús no disimula ninguna de sus exigencias y de las renuncias que pide su seguimiento. Pero la paciencia es también el modo como Dios nos trata a todos: paciente con nuestros fracasos, limitaciones o pecados.

Exigencia y paciencia son dos actitudes básicas que ha de saber equilibrar, en mi opinión, todo buen educador y todo buen acompañante espiritual. La falta de exigencia, de marcar un horizonte y pedir un esfuerzo en el camino hacia él, desorienta y desmotiva. El educador y el acompañante no son “colegas” complacientes. Pero a esa exigencia se ha de unir una paciencia casi infinita: paciencia para comprender y acompañar procesos humanos que son, por propia naturaleza, lentos y con marchas adelante y atrás.

Darío Mollá SJ

Fuente: centroarrupevalencia.org

¿Qué nos falta?

Reflexión por Dani Cuesta SJ

Comenzamos de nuevo la Cuaresma y, casi de modo automático nos viene la pregunta de «¿qué podemos hacer?». Es algo que se repite de manera personal, comunitario, parroquial, o institucional. Enseguida comenzamos a pensar en propósitos, en acciones solidarias, en quitarnos de cosas que nos sobran, y en tantas otras cosas.

Sin quitar el valor a todos estos gestos y actos concretos, lo cierto es que creo que quizá podríamos completarlos con una pregunta de fondo. Esta no es tanto ¿qué me sobra? O ¿qué puedo quitarme?, sino que más bien pone su quid sobre el «¿qué me falta?»

Y es que, creo que muchas veces vivimos nuestra vida desde una carencia fundamental inconsciente que nos hace intentar rellenar ese hueco con otras realidades que no calman nuestro anhelo profundo. Así, pensamos en hacer tantas cosas y en lograr tantas metas. Pero, la realidad es que, al conquistar nuestros objetivos, nos sentimos vacíos y necesitamos emprender otros nuevos que, lejos de aliviarnos o unificarnos, nos desasosiegan y disgregan internamente. Tristemente, esta dinámica tan humana, traspasa también muchas de nuestras acciones como cristianos. Y así, al conseguir (o no) nuestros logros, nos sentimos tristes, vacíos, e impulsados hacia el activismo.

Por eso, creo que una pregunta fundamental que debemos hacernos en esta Cuaresma es la de «¿qué me falta?». Porque respondiéndola descubriremos por qué tenemos tanto miedo al silencio, a la soledad, a la desaprobación y al fracaso. Por qué pasamos tanto tiempo con el teléfono en la mano, mientras la vida pasa delante de nosotros. Por qué necesitamos llenar nuestro tiempo con mil cosas y entretenimientos que nos encierran en nosotros mismos y en nuestro círculo cercano. Por qué no somos valientes para arriesgar por los demás, y nos escudamos detrás de tantas excusas. Por qué en ocasiones sentimos nostalgia, tristeza, anhelo, sin saber de dónde vienen.

La respuesta a esta pregunta no está en hacer más cosas esta Cuaresma, ni en quitarnos de aquello que nos sobra. Sino más bien en descubrir que nos falta lo más importante: Dios. Nos falta el silencio cotidiano de la vida orante para descubrirlo. Nos falta la mirada contemplativa para encontrarlo en la realidad. Nos falta el deseo profundo de buscarlo y confrontarnos con Él. Nos falta tanto hacernos conscientes de su presencia. Nos falta decir «habla, Señor, que tu siervo escucha».

Quizá por ello esta Cuaresma merezca la pena detenerse a pensar ¿qué nos falta? Antes de ponerse a buscar ¿qué nos sobra? Para desprendernos de ello. Probablemente, debamos buscar más el silencio interior que el ruido de quien llena a amigos y conocidos de mensajes y pensamientos que ni siquiera ha meditado. Sin duda todo ello nos ayudará a ver después, desde la luz de ese Dios que nos falta y que tanto necesitamos, qué es aquello que nos sobra y de lo que debemos quitarnos.

Fuente: pastoralsj.org