La tentación de ser protagonistas

Reflexión por Genaro Ávila-Valencia SJ para pastoralsj.org

Una de las grandes tentaciones que vivimos actualmente los jóvenes en la Iglesia, y también en otros ambientes, es el avasallador deseo de ser protagonistas. Penosamente, me ha tocado ser testigo de grupos juveniles que quedan heridos y desintegrados porque algunos de sus miembros pelean por el pedestal principal, ese ansiado lugar en donde todos los vean, les obedezcan y les rindan algún tipo de pleitesía. Me parece que esa misma tentación acecha también a las comunidades de religiosas, religiosos y a cualquier grupo humano. Todos estamos expuestos a la tentación de sentirnos indispensables, insustituibles y únicos; y es verdad, cada uno de nosotros es absoluto en sí mismo, imagen del buen Dios y también sujetos de su amor que sobrepasa todas las cosas, pero ninguno de nosotros somos los protagonistas ni de nuestra propia vida.

A muchos jóvenes nos parece que el mundo ha nacido con nosotros y parece que ignoramos que antes de nosotros ha habido muchas personas que han labrado, con su esfuerzo y su sudor, esta bendita tierra que ahora habitamos. La historia no nació con nosotros y el mundo no terminará después de nosotros. ¡Qué liberador resulta ser el darse cuenta de que no somos el centro del mundo y que el universo no gira alrededor nuestro! ¡Qué liberador es percatarse de que las cosas se hacen conmigo, sin mí y, a veces, a pesar de mí! ¡Qué liberador, también, es ser consciente de que soy uno más en la fila de la vida…Uno más y nada más!

El mejor ejemplo siempre lo encontramos en Jesús de Nazaret, que «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20, 28). Ese mismo Jesús, que sabiamente aconsejaba a sus discípulos, también nos aconseja a nosotros «el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor» (Mt 20, 26). No somos más que servidores en la viña del Señor y nuestro aporte, por más valioso y necesario que sea, no es indispensable. El complejo mesiánico hace mucho daño a nuestras comunidades. Si el Señor nos ha regalado un don o un carisma particular, no es para sentirnos especiales, sino para ponerlo al servicio gratuito y desinteresado de los demás.

Cuidemos nuestro corazón de los vanos deseos de ser protagonistas, pues esos deseos nos pierden y nos convierten en los antagónicos de la historia de nuestras comunidades. Cuidemos nuestro corazón de la hambrienta búsqueda de los reflectores y de los aplausos que tan fugazmente se desvanecen y nos dejan en la nada. Contemplemos cómo la fecundidad de una semilla siempre brota en lo profundo y secreto de las entrañas de la tierra, sin aspavientos, sin escándalos y muy lejos de toda ambición de grandeza.

Del deseo de ser aplaudidos y del temor de ser olvidados: ¡líbranos, Señor!

Reflexión del Evangelio – Domingo 07 de Octubre

Mc. 12, 38-44.

Los letrados (escribas) y la viuda constituyen dos símbolos que encarnan maneras de vivir diametralmente opuestas.

Los primeros se mueven por el poder, queriendo ofrecer una imagen ostentosa y persiguiendo reconocimiento, privilegios y dinero por cualquier medio. Jesús denuncia el “amplio ropaje” que suele utilizarse, en los ámbitos más dispares, como signo distintivo de superioridad. (Si se me permite un paréntesis: ¿qué sentido tiene que, todavía hoy, la jerarquía de la iglesia siga vistiendo capisayos que producen vergüenza ajena y que, para más inri, tienen su origen en los que vestían los poderosos del Imperio romano? Indudablemente, la resistencia a abandonarlos, parece indicar la necesidad, consciente o inconsciente, de manifestar una posición de poder).

En un nivel más profundo, los “letrados” pueden verse como símbolo del ego (religioso), que se mueve en virtud de sus propias necesidades e intereses narcisistas.

Por su parte, la imagen de la viuda, tal como es presentada en el relato, representa a la persona capaz de entregar y entregarse (“todo lo que tenía para vivir”), de manera generosa y desapropiada.

El contraste que el relato pone de manifiesto refleja el que cada uno de nosotros vivimos en nuestro interior. En nosotros conviven, mejor o peor, y en diferentes “dosis”, tanto el “letrado” -el ego que gira constantemente en torno a sí mismo- como la “viuda” -la dimensión profunda que vive en la comprensión y se expresa en el amor que se entrega-.

La psicología profunda nos enseña que “todos tenemos de todo” porque, más allá de la imagen que mostramos y en la que nos reconocemos, hay otra parte equivalente -la sombra- donde se albergan aspectos ocultos de signo contrario. La sombra no es mala. De hecho, en cuanto somos capaces de reconocerla y de abrazarla, la sombra nos humaniza, regalándonos, a partes iguales, humildad y compasión. Dejamos de “ver la mota en el ojo ajeno” -como diría el propio Jesús-, porque ya hemos visto la “viga” en el propio (Lc 7,41).

¿Reconozco al “letrado” y a la “viuda” que habitan en mí?

Enrique Martínez Lozano

Fuente: cvxuruguay.org

Congreso Internacional de Ejercicios Espirituales «De la herida a una nueva vida»

Desde el Lunes 25 al jueves 28 de Octubre, se llevó a cabo el Congreso Internacional de Ejercicios Espirituales «De la herida a una nueva vida», organizado por la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL) y por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia.

Hubo aproximadamente más de 800 inscriptos, un equipo técnico conformado por más de 30 personas, y más de 80 facilitadores que hicieron posible las conferencias, talleres, paneles y testimonios.

El momento de apertura del Congreso comenzó con la Eucaristía presidida por Monseñor Luis José Rueda, Arzobispo de Bogotá. Luego, el P. Roberto Jaramillo Bernal SJ, actual presidente de la CPAL, dio un mensaje de bienvenida a todos los presentes. Para finalizar este primer día, hubo un Conferencia de Apertura a cargo del P. Francisco de Roux SJ, Presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición de Colombia.

 

El día Martes 26, segundo día del Congreso, tuvo como Eje temático principal la manera de aceptar y acoger nuestras heridas. Los paneles y talleres estuvieron orientados a dialogar sobre las heridas tanto personales como sociales, y el modo de trabajarlas e incorporarlas en la experiencia de los Ejercicios Espirituales, no sólo desde la propuesta de oración sino también desde el acompañamiento espiritual. La provincia Argentino Uruguaya se hizo presente con la participación del P. Rafael Velasco SJ y el P. Agustín Rivarola SJ en el abordaje de las heridas sociales. Para la perspectiva de las heridas personales, participaron el P. Juan Carlos Juárez SJ y Juan José Berli SJ.

Esta jornada finalizó con un espacio de entrevista en simultáneo al P. Adolfo Chércoles Medina SJ, la Hna. Nora  Beatriz Kviatkovski y el P. Francisco López Rivera SJ.  Tanto aquí como en los paneles que hubo durante el día, el público pudo enviar preguntas que el moderador iba seleccionando para realizarle a los disertantes.

       

El eje temático del tercer día fue la búsqueda de una comprensión diferente de lo que significan las heridas. Las conferencias de inicio estuvieron a cargo de la Dra. María Clara Bingemer y del P. Javier Melloni SJ.

El primer aporte proponía distinguir entre las heridas que generan confusión, exclusión, descarte, opresión, y las que nos abren al servicio, heridas que pueden ser reinterpretadas y en ese ejercicio ayudarnos a encontrar una perspectiva de futuro. Por su parte, Javier Melloni, remarcó la importancia de comprender las heridas personales, de la necesidad de vivir una experiencia de interioridad que nos lleve a nuestro núcleo humano, y desde allí trabajar para ubicarnos en un lugar nuevo, «una vida nueva», tal y como lo vivió Ignacio en la peregrinación de su vida.

Con una perspectiva desde lo diferente, los paneles pusieron en tema de diálogo distintos temas como: Pueblos originarios, diversidad de género, política, todos los temas fueron tratados desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales y se abordaron distintas aristas como: el rol de la mujer a la hora de dar Ejercicios, el saber estar como mujer acompañante, el rostro femenino en la espiritualidad, el acompañamiento en la diversidad sexual, invitando finalmente a ser Iglesia en salida, que recibe y abraza el mundo diverso que habitamos.

La Conferencia de cierre del día proponía un espacio para compartir modos alternativos de dar y acompañar Ejercicios Espirituales, el primer aporte estuvo orientado a la importancia de proponer dinámicas para quienes recién llegan a la experiencia y no tienen conocimiento alguno de qué se trata la oración ignaciana. El segundo aporte propuso una dinámica de Ejercicios que combina puntos para la oración escritos y películas. De esta manera utiliza dos tipos de recursos para guiar la experiencia de oración.

El último día del Congreso, jueves 28 de Octubre, tuvo como eje temático el camino para transformar las heridas en fuente de vida, de amor y servicio.  La Conferencia principal contó con la participación del P. General Arturo Sosa SJ, quien presentó el tema «Transformar la herida», haciendo que el itinerario vital y la experiencia de Ignacio, dialogue con la vida de cada uno. Tomando diferentes hitos ignacianos, que nos sirvan de aprendizaje para el camino espiritual personal.

Los paneles y talleres del último día pusieron en diálogo temas como: justicia socio ambiental, mundos juveniles y nuevas tecnologías. Las ponencias sobre el ámbito juvenil y ejercicios espirituales, expusieron los desafíos que se presentan a la hora de acercar la experiencia de oración a los jóvenes, las dificultades, las limitaciones.  Y a partir de las experiencias de los disertantes ayudar a encontrar salidas y propuestas para que los mundos juveniles encuentren cada vez mas un camino hacia la interioridad desde la propuesta ignaciana.

Finalmente, el Congreso fue un espacio que convocó a la familia ignaciana en el mundo, que permitió comprender desde distintas perspectivas las heridas del mundo y de los grupos que lo habitan, comprenderlas para transformarlas en vida, en proyectos, en horizonte de trabajo.

 

 

 

 

 

 

Reflexiones: Rumiar la vida

En la larga historia evolutiva de los herbívoros uno de los factores que hizo que algunas especies –como las jirafas, los ciervos o las vacas– desarrollaran la capacidad de rumiar fue la necesidad de defenderse frente a los depredadores.

Los rumiantes digieren los alimentos en dos etapas: primero los consumen, y luego realizan la rumia, que consiste en la regurgitación del material ingerido. Los biólogos que han estudiado esta adaptación evolutiva nos informan también de que, al remasticar el bolo regurgitado, los rumiantes reducen el tamaño de las partículas fibrosas, facilitando así su paso al resto del tracto gastrointestinal. En resumen, primero ingieren rápido; y luego rumian despacio en lugar seguro, alejados de los depredadores.

Los seres humanos no somos herbívoros. No podemos digerir la fibra vegetal ni rumiar. Por eso el verbo lo usamos en sentido figurado cuando, por ejemplo, queremos pensar algo despacio: «necesito rumiarlo», decimos coloquialmente si necesitamos tiempo antes de tomar una decisión.

En la Biblia no se habla de la rumia porque no se conocía el complejo mecanismo digestivo de los herbívoros. Pero sí se invita con frecuencia a parar, contemplar y meditar. Contemplar la naturaleza –el libro de la creación– y meditar la Escritura –el libro de la revelación– con una actitud pausada y reflexiva.

Muchas prácticas espirituales también pueden interpretarse desde esta clave, como ejercicios de rumia –no del bolo alimenticio, claro, sino de la experiencia humana–. El examen del día, por ejemplo, ¿no es acaso una forma de traer de nuevo a la memoria lo vivido, para saborearlo y digerirlo despacio? Y la oración y la participación frecuente en la eucaristía, ¿no es también una forma de asimilar la experiencia central de la fe cristiana para nutrirnos espiritualmente?

En nuestra época, sin embargo, la capacidad humana de rumiar se está atrofiando por la aceleración de muchos órdenes de nuestra existencia, así como por la fragmentación creciente de la atención.

El rumiante, en sentido espiritual, es el sabio. Y los rumiantes, aquellos que buscan juntos la verdad, la bondad, la belleza y la sabiduría. Ahora bien, en una época marcada por la mercantilización de la atención y la distracción constante ocasionada por los dispositivos digitales, ¿cómo podemos recuperar la serena atención que es requisito de una vida sabia?, ¿qué prácticas cotidianas pueden reconectarnos con nosotros mismos, con los demás y permitirnos saborear de nuevo la vida?

Quizás en nuestro tiempo deberíamos reinventar los antiguos bestiarios adaptando uno de los imperativos de Jesús –«Sed sencillos como las palomas, astutos como las serpientes»– para añadir: «y sabios como los rumiantes».

Perder la capacidad de rumiar nos condena a vivir en la inmediatez, la superficialidad y la ansiedad.

Parar, meditar y saborear despacio la vida nos ayuda a vivir con sensatez, profundidad y serenidad.

Jaime Tatay, sj

pastoralsj.org/es

Reflexión del Evangelio – Domingo 31 de Octubre

Evangelio según San Marcos 12,28b-34.

Por Emmanuel Sicre SJ

Para amar a Dios déjale la iniciativa. No quieras ser mejor que Él.
No lo busques, permite que Él encuentre adonde estás ahora.
Piensa que siempre está más allá de tus errores y fracasos,
no le pongas condiciones a su amor.

Evita devolverle tanta bondad cumpliendo obligaciones y deja que te gane siempre. No compitas con su generosidad. Gracias a Él, es una batalla perdida.
Siéntelo caminando a tu lado durante el día, hablándote en todo lo que te rodea, llegando a todos sin restricciones, incluso a quienes más te cuestan.
Mira cómo disfruta vivir a tu lado desde que naciste.

Para amar a los demás
Deja que sean como pueden ser, no como te gustaría.
Agradece que existan, que tengan sueños, búsquedas, anhelos.
Reconoce sus dones, rescátalos de sus traspiés, juega a su favor, pide tanta fuerza para quererlos cuanto más difícil se torne el vínculo personal y social.
Contempla sus historias, sus heridas y sus respuestas cotidianas con respeto.
Corrígelos, si puedes, con amor, sólo con amor.
Súfrelos con paciencia infinita recordando toda la paciencia que tienen contigo.

Para amarte a ti
Respira hondo y mira cómo la maravilla de ser creatura suya te ha hecho una persona digna, libre, capaz de amar y de crecer.
No temas al “sano egoísmo” de pensarte alguien que busca, aún con sus fragilidades, el bien en un mundo roto.
Contempla tus propios cambios y dales tiempo a los procesos complejos. No corras mucho. Ve al ritmo del Espíritu en ti.
Agradece ser quien eres, aunque tengas tus conflictos y autoreproches, ámate como puedas, pero ámate. Siempre estarás contigo.
Abre toda tu mente, todo tu corazón, todo tu espíritu y déjalos así para que escuchen en su intimidad: “Amarás…”

Emmanuel Sicre SJ

Rehabilitar el sentido del sacrificio

La palabra sacrificio genera sentimientos encontrados y reacciones paradójicas en nuestra época.

Por un lado, a ojos de la gran mayoría de nuestros contemporáneos, resulta lógico y evidente la necesidad de generar una cultura del sacrificio para alcanzar objetivos en el ámbito del deporte, del trabajo o de la investigación académica. Nadie llega a la cumbre sin haberse esforzado, sin haber sacrificado los deseos y los apetitos que le desviaban de la meta establecida.

Sin embargo, en cuestiones religiosas el término lleva asociada una connotación negativa y levanta no pocas sospechas. El sacrificio por razones espirituales resulta para muchos –creyentes o no– cuestionable. Es posible que haya razones históricas de peso que justifiquen el prejuicio cultural existente hacia el discurso y las prácticas sacrificiales, aunque, como sucede con todo prejuicio, convendrá examinarlo detenidamente para rescatar aquello de valioso que ha quedado encubierto.

Conviene recordar que la palabra sacrificio (del latín sacrum, sagrado; y facere, hacer) significa literalmente «hacer sagrado». El ser humano «hace sagradas» –de forma natural e inevitable– múltiples realidades: tiempos, lugares, objetos, relaciones, personas y recuerdos. El ciclo litúrgico, por ejemplo, no es otra cosa que una sacralización del tiempo. Y lo mismo sucede con lugares significativos –templos, tumbas, ermitas, rutas de peregrinación– que han sido sacralizados a lo largo de los siglos.

La tendencia a hacer sagrado el mundo, sin embargo, desborda el ámbito de la religión y se cuela en toda realidad humana. Siempre hay recuerdos, personas, épocas y lugares que resultan especiales –sagrados– para una persona, para una familia o para una comunidad. Porque remiten a experiencias fundantes que dejaron huella: la memoria de un antepasado, el lugar de las vacaciones familiares, el colegio de la infancia o un acontecimiento que marcó un antes y un después. Todas ellas son susceptibles de sacralización.

En el ámbito religioso, por desgracia, parece que la palabra sacrificio se ha empobrecido progresivamente y ha quedado limitada a la renuncia y a la abstinencia, a un conjunto de prácticas ascéticas –en apariencia, para algunos, masoquistas– que impiden descubrir aquello que hay también de positivo en ellas. Y lo que es quizás peor, la deformada comprensión contemporánea puede esconder sacrificios que –disfrazados bajo otros ropajes– aceptamos sin rechistar. Clarificar y rehabilitar el sentido del sacrificio constituye, por tanto, una de las tareas espirituales principales de nuestro tiempo.

Una narración paradigmática que alerta sobre el peligro de los falsos sacrificios son las tentaciones de Jesús en el desierto. Cuando el diablo plantea que se postre y le adore, ¿no está invitándole a que sacrifique su proyecto del Reino a cambio de hacer sagradas otras realidades: la satisfacción de los apetitos, el poder político, el reconocimiento religioso?

Quizás podríamos añadir a la lista contemporánea de los (falsos) sacrificios que nuestra sociedad propone el culto al bienestar, al éxito, a la apariencia física y a la imagen pública –que tantas renuncias, a menudo cruentas, conlleva–.

Podemos concluir preguntándonos también si una renovada y sana comprensión del sacrificio no nos ayudaría a orientar nuestras decisiones vitales más importantes; si no podría ser un instrumento privilegiado para elegir lo que resulta más valioso en la vida: aquello que vale la pena hacer sagrado.

Jaime Tatay, sj

Retiros espirituales del año ignaciano

Hace unos meses se lanzó el primero de los retiros “Acompañando a san Ignacio” que ofrece la Comisión del Año Ignaciano de la Provincia de España, para jesuitas y colaboradores. Los materiales están divididos en tres escenarios, según los pasos de Ignacio en su conversión. Estos escenarios sirven como composición de lugar para luego traer a nuestra realidad la experiencia en la que queremos acompañar a Ignacio. El primero de ello se centra en Pamplona y varias PA de la provincia ya lo han realizado con satisfacción. Ese primer paso se centra en la bala de cañón en la batalla: La ruta de los deseos truncados, los cañonazos de la vida, y la vuelta a la casa familiar. Los camilleros y los que nos ayudan a sanar…

Está pensado para realizar a finales del curso pasado o con el arranque de este. Los materiales de los otros dos retiros ya están disponibles para descargar en la web de Ignatius500. El segundo de ellos, cuyo escenario es Loyola habla de los caminos de la conversión, la debilidad física y los lugares de encuentro con Dios, el redescubrimiento de Dios.

Es idóneo realizarlo entre octubre de 2021 y marzo de 2022. Por último, el retiro “Manresa” se acerca a la experiencia de discernimiento: la crisis espiritual, el discernimiento en los Ejercicios Espirituales y la apertura a la iluminación (el mundo y los compañeros, el redescubrimiento de la misión). Se sugiere desarrollarlo entre marzo y julio de 2022.

Los materiales incluyen hojas de oración, guías para la conversación espiritual en grupos y guiones para la eucaristía, y pueden ser adaptados a la realidad y posibilidades de cada plataforma, cada comunidad, obra o institución.

Descargá el material en este ENLACE

Inicia el sínodo 2021-2023 ‘Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión»

El pasado mes de octubre se inició, en cada diócesis, la 1ª fase del SÍNODO “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” 2021-2023, convocado por el Papa Francisco.

La intención es hacer posible que la Iglesia entera participe en la búsqueda de métodos, reales y efectivos, para que todos los bautizados -papa, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos- caminemos juntos en comunión y fraternidad.

El proceso finalizará en octubre de 2023 cuando se celebre en el Vaticano la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, tras un novedoso itinerario de 2 años.

La participación inicial se hará efectiva a través de una  encuesta que consulta al pueblo de Dios sobre cuáles de los temas propuestos parecen más oportunos para el discernimiento diocesano, con una posterior Consulta al Pueblo de Dios, respecto a los temas seleccionados entre noviembre y diciembre.

En marzo 2022 se hará un Encuentro diocesano pre-sinodal que dará fin a la fase diocesana del camino sinodal.

  • PARA PARTICIPAR: se invita a elegir 3 (tres) aspectos de la sinodalidad –entre un total de 10-, que se consideran como los más oportunos para trabajar en cada diócesis del Uruguay.
  • ACCEDER AL FORMULARIO

La participación está abierta hasta el domingo 31 de octubre.

Un año desde Fratelli Tutti: Aprendiendo a vivir de verdad

Por Bruno Pazzi, Secretariado para el servicio de la Fe

Ha pasado un año desde la publicación por el Papa Francisco de Fratelli tutti. Un año durante el cual hemos experimentado la importancia de ser comunidad. Por un lado, hemos visto cuán importante ha sido la comunidad para mitigar y superar los efectos de un virus mortal, pero también hemos descubierto las formas en que éste ha expuesto nuestras vulnerabilidades sociales y personales. Llegamos a comprender que ninguno está a salvo hasta que todos están a salvo, y todos están en riesgo cuando yo me pongo en riesgo.

Sin embargo, mucho antes de la pandemia de Covid, había otras pandemias diferentes que atravesaban nuestras sociedades, pero parecieron salir más a la superficie cuando el Covid emergió: el ‘virus del nacionalismo’ que pareció apoderarse de las buenas intenciones y de la visión de la necesidad de proporcionar la vacuna para todos; el “virus de las noticias falsas” (o fake news), que pone a muchas personas en grave peligro. El Covid-19 puso de manifiesto situaciones con las que en nuestra “vida normal” nos habíamos familiarizado, las formas en las que nos habíamos vuelto ciegos ante nuestro vecino en riesgo, sordos a los gritos de ayuda en medio de todo el ruido de la vida moderna. Fratelli tutti nos hizo conscientes de estas crisis a las que nos habíamos vuelto inmunes. Así como ahora se nos dice que el Covid-19 es endémico, algo con lo que tenemos que aprender a vivir, eso no significa que tengamos que vivir con las enfermedades más profundas de nuestra sociedad, en las que necesitamos enfocarnos más.

Una cosa que ha salido a la luz es la crisis de la salud mental. Siempre estuvo ahí, pero el aislamiento forzado de la pandemia la ha hecho más visible (y en algunos casos más profunda). Ha sido ayudada por nuestra dependencia de los medios y las tecnologías de la comunicación. Resultaron muy importantes durante la pandemia, pero también nos acercan más a su “red”: una red no es lo mismo que “solidaridad”.

Fratelli tutti nos da esperanza. Nos recuerda que sí, tenemos muchas pandemias, pero nuestra mayor fortaleza radica en acercarnos unos a otros, construir nuevas redes y relaciones de atención y apoyo para que todos puedan prosperar. ¿Suena esto utópico? Quizás. Pero el virus por sí no solo nos muestra la fuerza y la vulnerabilidad de nuestra vida en común, en la forma en que se propaga y se adapta, también nos da un poderoso ejemplo de una “comunidad” que parece saber cómo actuar junta para sobrevivir. ¿Podemos hacer lo mismo no solo por la supervivencia sino por el bien común de todos, incluida nuestra Casa común? Fratelli tutti nos permite ver que lo “normal” solo funcionó para algunos, sacrificando, hiriendo o explotando a otros, pero también nos da la esperanza de una nueva posibilidad de cambio: el redescubrimiento de la humanidad de nuestra comunidad. La figura bíblica de Caín no tiene la última palabra, yo soy el guardián de mi hermano y hermana. Eso es vivir de verdad.

Ahora es el momento de comenzar a construir algo nuevo. Trabajo duro y paciente, pero buen trabajo en el que todos tienen un papel que desempeñar: un nuevo y profundo sentido de fraternidad. Si el virus nos ha recordado que no podemos sobrevivir o florecer el uno sin el otro, ahora es el momento de comenzar a crear la nueva vida de fraternidad. Requiere algo más que una visión política, económica o incluso ecológica; requiere que vivamos desde lo más profundo de nuestra alma con compasión y ojos que puedan ver al otro en su necesidad. Fratelli tutti enseña a abrir los ojos de nuevo y descubrir que no solo tenemos el poder de ser el buen samaritano, sino que también somos los que yacen heridos y moribundos y necesitamos ayuda.

Fuente: jesuits.global/es

Reflexión del Evangelio – Domingo 24 de Octubre

Evangelio según San Marcos 10,46-52.

Bartimeo, los discípulos y nosotros

Este episodio cierra una larga sección del evangelio en la que Jesús ha ido formando a sus discípulos sobre los temas más diversos: los peligros que corren (ambición, escándalo, despreocupación por los pequeños), las obligaciones que tienen (corrección fraterna, perdón) y el desconcierto que experimentan ante las ideas de Jesús a propósito del matrimonio, los niños y la riqueza. Después de todas esas enseñanzas, el discípulo, y cualquiera de nosotros, puede sentirse como ciego, incapaz de ver y pensar como Jesús.

En este contexto, la actitud de Bartimeo, gritando insistentemente a Jesús que se compadezca de él, es un símbolo de la actitud que debemos tener cuando no acabamos de entender, o no somos capaces de practicar lo que Jesús enseña. Pedirle que seamos capaces de ver y de seguirle incluso en los momentos más difíciles.

Otros detalles interesantes del relato:

1. Bartimeo llama a Jesús “hijo de David”. Es la única persona que le da este título en el evangelio de Mc. Puede tener dos sentidos: a) Jesús, como “hijo de David”, es el Mesías esperado, el rey de Israel; aunque inmediatamente antes haya hablado de su muerte, de que ha venido a servir, no a ser servido, el ciego confiesa su fe en la dignidad de Jesús y en su poder de curarlo. b) Jesús, como “hijo de David”, es igual que Salomón, al que las leyendas posteriores terminaron atribuyendo poder de curaciones. En este sentido se usa con más frecuencia en el evangelio de Mateo.

2. Es curioso que se cuente que “soltó el manto” antes de acercarse a Jesús. Parece un detalle innecesario. Sin embargo, recuerda lo que se ha dicho al comienzo del evangelio a propósito de los primeros discípulos, que “dejando las redes, lo siguieron” (Mc 1,18).

3. Aunque Bartimeo piensa que Jesús puede curarlo, Jesús le dice “tu fe te ha curado”, poniendo de relieve la importancia de la fe.

4. Este es el único caso en todo el evangelio en el que una persona, después de ser curada, sigue a Jesús por el camino. Aunque el texto no lo dice, lo sigue hacia Jerusalén, hacia la muerte y la resurrección. Una vez más, Bartimeo se convierte en modelo para nosotros.

José Luis Sicre SJ

Fuente: cvxuruguay.org