Contemplaciones SJ – A una nueva pesca

Contemplación del encuentro de Pedro, Santiago y Juan con Jesús – Lc 5, 1 – 11.

Por Joaquín Cayetano Taberas SJ

El sol de la mañana ya empieza a calentar. El viento parece despertar. El olor a agua se mezcla con los vapores de la tierra. Es una mañana como cualquier otra en el pequeño mar de galilea.

Algunas barcas comienzan a llegar a la orilla: son pescadores. Pescadores que vuelven con las redes vacías. El desaliento se trasparenta en sus caras cansadas de haber estado trabajando toda la noche. A uno de ellos, que llaman Simón, se lo ve aún más desalentado que a los demás. Por su aspecto, se nota que es el mayor de todos. Su modo de conducirse y el modo en que los demás lo tratan, deja entrever que es una especie de líder dentro de su grupo.

De repente, comienza a acercarse una tumultuosa muchedumbre que irrumpe la paz de esa mañana. La gente que llega se agolpa alrededor de un hombre que hasta no hace mucho caminaba tranquilo por las orillas. Ese hombre trasmite algo especial. Sus ojos… sus ojos te hacen sentir mirado. Tiene una de esas caras que parece conocida. Al verlo, uno siente que lo conoce desde siempre.

Tiene una sonrisa que abraza. Y palabras fuertes y sinceras que llegan al corazón. La gente lo llama maestro, y algunos lo llaman Jesús. Al verse rodeado de tantas personas, el que llaman Jesús pide prestada la barca los pescadores. Alejándose un poco de la orilla, comienza a enseñar.

Una vez que terminada su plática Jesús mira a Simón que sigue masticando el fracaso en la pesca de la noche. Le dice que reme un poco más adentro y eche las redes. “Maestro, estamos cansados, toda la noche estuvimos trabajando y no sacamos nada, no tiene sentido ir a echar las redes a esta hora de la mañana” Simón está cansado y convencido de lo que dice. Sin embargo, al levantar la mirada se encuentra con la de Jesús. Esa mirada lo interpela. Se siente comprendido. Alentado. “Pero si tú lo dices, maestro, echaremos las redes” le dice entonces.

Y así se alejan de la orilla remando despacito

A unos doscientos metros de la orilla, Jesús les dice que echen las redes. Se cruzan miradas de desconcierto, de burla, de enojo. ¡Allí nunca se pesca nada! Es necesario ir más adentro para poder pescar. Cualquier pescador lo sabe. Pese a la mala predisposición, echan allí las redes. En el momento en que éstas terminan de descender, comienza a sentirse como la barca se inclina.

¡No lo pueden creer! ¡la red rebalsa de peces! Gritan a sus compañeros de la orilla para que vengan a ayudar. Ríen, aúllan, a alguno se le escapa una lágrima. Sacan las redes y las barcas se llenan tanto que apenas pueden mantenerse a flote. Ninguno recuerda haber tenido una pesca tan buena. Jesús trabaja como un pescador más y disfruta con ellos.

Entre que terminan de sacar las redes y empiezan a remar hacia la costa, comienzan a caer en la cuenta de lo que les acaba de pasar. Esta pesca no era obra de sus habilidades como pescadores; ni era gracias a la bonanza del mar.

Además, se sienten distintos. Extrañamente radiantes. Extrañamente contentos. Llenos de plenitud, como nunca antes lo habían sentido. Simón es quien primero cae en la cuenta. Sin dudarlo, se tira a los pies de Jesús y los abraza. Con los ojos llenos de lágrimas le dice: “Señor, aléjate de mí, que soy un pecador”.

Jesús toma de las manos a Pedro, lo levanta y abrazándolo le dice: “No tengas miedo amigo, de ahora en adelante vas a ser pescador de hombres”.

La barca llega a duras penas a la orilla Al llegar, los pescadores dejan lo poco que tienen. Con el corazón radiante de alegría y lleno de dudas, deciden ir con Jesús.

 

 

Confiar en la Palabra

«A la luz del Evangelio de ayer (Lucas 5, 1-11) el P. Enrique A. Gutiérrez T., S.J. nos invita a “recuperar el valor y el sentido de la palabra es el reto que tenemos de ahora en adelante. Hemos vivido la experiencia de tener que asegurarlo todo con contratos, documentos escritos, testimonios y pruebas.

Por Enrique A. Gutiérrez SJ

Estamos tan acostumbrados a oír expresiones como las siguientes “te doy mi palabra”, “confía en mi palabra” que no creemos que eso corresponda a la verdad. La razón es muy sencilla: la gente no cumple la palabra empeñada. Vivimos en un mundo del cumplimiento (cumplo – y – miento). No sucede lo que acontecía en tiempo de nuestros mayores, especialmente nuestros abuelos, cuando la palabra empeñada era sagrada, se cumplía lo prometido, no había necesidad de hacer documentos escritos, porque la palabra tenía valor, era respaldada por las acciones, y si no se cumplía, podía llegar incluso hasta costarle la vida a la persona que había faltado a su palabra.

Pueden pensar quienes leen esta columna sobre cuál es el sentido de mi escrito de esta semana. La razón es clara. En el evangelio de este domingo encontramos que Pedro le dice a Jesús después de haber estado toda la noche en una pesca infructuosa “por tu palabra echaré las redes”. Era una invitación, no era una orden. Todo podía haber seguido igual, hubieran regresado desalentados, sin haber pescado cosa alguna. Pero hay algo en el interior de Pedro que lo mueve a hacer lo que están diciendo: confía en la palabra de Jesús. Hace lo que Él le dice y la recompensa es grande “hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red”.

Confiar en la palabra de alguien, significa creer en esa persona, descubrir que tiene algo importante para decirnos, que no podemos desoír esa invitación. Significa también tomar la decisión de hacerse vulnerable, de permitir que esa otra persona entre en nuestra vida y su palabra se convierta en luz para nuestro camino. Eso en el plano de las personas semejantes a nosotros. Y ¿cuándo se trata de Jesús, por qué no hacemos lo mismo, por qué dudamos, por qué no confiamos, si Él nos está mostrando el camino para seguirlo de manera incondicional?

Estamos acostumbrados a buscar las evidencias, las pruebas de todo, nos obsesiona la certeza y la seguridad. Eso podemos dejarlo al campo científico. Pero no podemos hacer lo mismo en el campo de lo espiritual, de las relaciones interpersonales. Si lo hacemos así, corremos el riesgo de aislarnos de las personas, de no encontrar caminos adecuados para interactuar, porque siempre tendremos la sospecha de que nos pueden estar engañando, de que no son honestos y sinceros con nosotros. Todo esto nos sucede porque no confiamos en la palabra, no creemos en el otro.

Recuperar el valor y el sentido de la palabra es el reto que tenemos de ahora en adelante. Hemos vivido la experiencia de tener que asegurarlo todo con contratos, documentos escritos, testimonios y pruebas. Todo porque dejamos que la palabra perdiera su valor y su significado como compromiso sagrado. La palabra tiene la fuerza de exteriorizar lo que somos en lo más íntimo y profundo de nuestro ser. Démosle ese sentido, no la desvirtuemos, recuperemos su valor. Y tengamos presente que cuando empeñamos la palabra, estamos invitando a la otra persona a que confíe en nosotros. No traicionemos esa confianza y respaldémosla con hechos de vida.

 

 

#MiExperienciaMAG+S: Invitación a una Fe valiente y confiada

Durante el mes de enero, en los días previos a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que este año fue en Panamá, se realizó el MAG+S: una experiencia ignaciana que lleva adelante como una suerte de pre-jornada organizada por la Compañía de Jesús. La experiencia nucleó a jóvenes de 18 a 30 años, provenientes de todo el mundo, quienes se mezclaron y dividieron en comunidades pequeñas, que se repartieron por distintos lugares de Centroamérica.

La Red Juvenil Ignaciana de Argentina – Uruguay tuvo una fuerte participación. Al regreso de los ‘peregrinos’, les hemos pedido que compartan su experiencia, respondiendo a tres consignas: 1) Contar un momento, sentimiento, aspecto, etc. que les haya quedado resonando de manera particular; 2) ¿Qué aprendizaje te llevas para tu vida de la experiencia del MAG+S 2019? 3) ¿Qué imagen representa lo que fue el MAG+S 2019 para vos?

Por Sofía Scremini – Uruguay

Lo que más me impactó de la experiencia, fue el intercambio cultural. En mi grupo éramos de países muy distintos: Uruguay, Argentina, Cuba, República Dominicana, El Salvador y Colombia, y fue increíble todo lo que aprendí sobre ellos. Pese a la diferencia cultural, me sentí, durante toda la experiencia, muy acompañada. Todos hablábamos un mismo idioma, marcado por la espiritualidad ignaciana. Esto hizo que nos entendiéramos y que nuestro vínculo fuera muy profundo.

Aprendí muchas cosas, pero sobre todo, a ser valiente y luchar por lo que de verdad queremos. En muchas ocasiones, es difícil pararse frente a alguien o frente a una situación y enfrentarla, decir que no es eso lo que necesitas o querés. Aprendí que, si se hace con respeto, amor y sobre todo, confiando en Dios, nada puede salir mal. El Salvador tuvo un papel fundamental en este aprendizaje. Su historia y sus personas de verdad me transformaron.

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Esta foto representa mucho de lo que viví y aprendí en esta experiencia. De fondo, todo El Salvador: país que me alojó durante mi experiencia Magis; y me enseñó que vale la pena luchar y jugársela por lo que creemos.

Además, en esta foto se puede ver una cruz un poco especial. Esta cruz simboliza mi relación con Dios, hay una parte que pone Dios, y que está siempre firme: es la parte de la cruz que podemos ver. El resto de la cruz, la parte que no está, es la que debemos poner nosotros. Ya sabemos cómo dibujarla, en qué dirección va cada línea, pero es responsabilidad nuestra completarla y de este modo encontrar lo que Dios quiere para nuestras vidas.

Los Ejercicios Espirituales como Camino de Reconciliación y Paz

Espiritualidad de los Ejercicios Espirituales como un camino de Reconciliación y Paz.

Por Prudencio Piña, SJ

“…la verdadera reconciliación entre hombres enfrentados y enemistados solo es posible si se deja renovar el sí mismo con Dios” Juan Pablo II

Introducción

Los autores traducen “espíritu” como “aliento de vida”, como ese aire que nos envuelve y respiramos tan fundamental para la vida de cualquier persona, sea religiosa o no. La espiritualidad está presente como principio dador de vida para cualquier ser humano, creyente o no. Espiritualidad en este sentido amplio es todo aquello que desde las relaciones con las personas, con la naturaleza y/o con la trascendencia, promociona la vida.

Ser espiritual es tener la habilidad para dar vida al relacionarse. La espiritualidad es la habilidad social que emerge de la profunda conciencia de las interconexiones comunitarias y universales para dar vida y vida en abundancia. Ser espiritual es ser hondamente consciente de que vivir es “convivir”. La vida es vida porque es vida en “comunión”. Pero cuando la comunión se rompe, vivir es “re-con-ciliacion” nueva llamada a vivir juntos. (López Pérez, p. 37)

Desde esta perspectiva, la reconciliación del sujeto consigo mismo (para que aprenda a convivir su yo) es esencial desarrollarla en la espiritualidad, en el silencio y en soledad interior. En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, se van logrando en el tiempo y con la intención que tenga el que participa en ellos de integrar sus afectos sueltos y dispersos. Reconciliarse con el sí mismo se realiza en etapas hacia un centro muy interior. “En la medida que los Ejercicios implican un proceso de transformación, abren una vía hacia la pacificación, porque propician una integración y una reconciliación de los diversos aspectos de la condición humana hasta hacernos imagen de Cristo, cuya misión ha sido reconciliar todas las cosas consigo, pacificando con la sangre de su cruz todas las cosas que están sobre el cielo y la tierra (Col 1,20)” (Melloni, p. 9)

En los E.E. no se logra acceder a las reconciliaciones más íntimas con el voluntarismo, sino con el deseo de amar y ser amado, motivándose con nuevas actitudes afectivamente renovadas. Dios busca la reconciliación del ejercitante con el sí mismo y con otros. Sólo asumiendo las actitudes adecuadas se podría entrar en el caminar de la reconciliación que se ofrece.

1.- Superar el propósito voluntarista (primera etapa de reconciliación)

Los que hacen los E.E. por primera vez quieren llegar a los frutos espirituales a fuerza de voluntad, con prácticas externas. No lo logran pues siguen hablando y viviéndolos fuera de sí, no quieren entrar en su interior.

Por alguna llamada a la atención, intentan la soledad… pero en ella emergen inquietudes, “batallas interiores” que hacen doler el aislamiento y asustan (temas familiares, preocupaciones laborales, dudas de fe, rechazos, resentimientos, etc.). Reaccionan de modo instintivo al recogimiento. No lo quieren. Sienten que tienen que hacer mucho esfuerzo “y ¿para qué?” Al menor descuido… vuelven a caer en el deseo de comunicar. Vienen desánimos.

Ponen mucha voluntad para enfrentar esas batallas. Sin darse cuenta, tienen resistencia a estar solos. Buscan compañías esporádicas “como para descansar”. Entran y salen de la interioridad. Se sienten desenfocados. No entienden muy bien lo que está pasando dentro de sí. Tienen incomodidad por enfrentar el “vacío” interior.

Los E.E. les parecen actividades extrañas que producen reflexiones inexplicables sobre lo que ellos son. Porque en realidad la agitación, el conflicto, la confrontación, la guerra y la violencia tanto exteriores como interiores proceden del afán por devorar y arrebatar imágenes, emociones, cosas y personas para llenar el vacío interior (Melloni, p. 9). Ese vacío interior puede llegar a asustar y se huye de él.

2. DISCERNIR LAS SOMBRAS INTERIORES (segunda etapa de reconciliación)

En la lucha por enfrentar los temas internos, comienzan a prestarle atención a los múltiples movimientos de la interioridad. Comienzan a discernir. Toman conciencia de la “muchedumbre de voces de distinto tipo” e intentan a distinguir las suyas propias y verdaderas de los fantasmas creados por la imaginación o la tentación.

Siguen buscando soledad para distinguir espíritus y algo de paz viene. Perciben cómo la Gracia les ayuda a reorientar los pensamientos. Tienen que hacer menos esfuerzos para mantenerse apartados. Sienten lo agradable que puede ser la soledad para su diálogo con Dios. Los demás que están a su lado ya no son tan necesarios.

“La agitación es una forma de resistencia. Desaparece cuando se cede. La paz adviene con la entrega y la rendición. Podemos pasarnos años de nuestra vida con un malestar interior por no atender a la llamada que sentimos. En la medida que uno descubre las decisiones propuestas o manipuladas se libera de miedos a entregarse” (Melloni, pág. 16).

Descubren una “Presencia Interna” pero todavía es como espectadora, no la dejan implicarse en sus historias internas. Constatan que las batallas pueden deshacerse y pueden construir su paz interior “llamando” fuerzas y gracias internas. Buscan al animador de los E.E. para hacer consultas y le ayude a orientarse. Comienzan a descubrir como el examen de la oración les ayudan a discernir espíritus para integrarlos en la contemplación.

Se empiezan a dar cuenta, que las causas que producen las batallas y divisiones interiores, son “fantasmas” que llaman a diferentes direcciones y les dividen por dentro. De momento sólo están contigo mismo. Perciben los E.E. como un lugar privilegiado para orar y descubrirse. Porque esas sombras de si, le traen mensaje de lo que necesitan sanar en el amor de Dios.

3. APOYARTE EN UN AMOR INTEGRADOR (tercera etapa de reconciliación)

Al avanzar en los E.E. empiezan a sentir el amor de Jesús. Quieren más. Ya están enfocados en un camino y se dejan llevar por el ritmo de las meditaciones y contemplaciones. Las “llamadas interiores” las identifican por su intensidad y su fuerza. Son invitaciones inesperadas que producen integración y paz.

Descubre la plenitud del concepto de Historia Personal de Salvación. Dejan que la “Presencia interna” haga cambios en la visión historia personal: sana heridas, renueva visiones, llama a renuncias, refuerzas servicios. Ya permanece en la soledad sin esfuerzo dándose cuenta que se estás reconciliando consigo mismo.

Hay una visión mucho más clara de las mociones y espíritus que le tocan interiormente e identifica su manejo dentro de sí. Estas se rehacen en la contemplación. Desean los diálogos con el animador de los Ejercicios por lo mucho que le aclaran. Ya no es la misma persona. Percibe los E.E. como procesos de reorientación de su historia personal en la Historia de Salvación Universal. El amor en el que descansa, “va uniendo los pedazos sueltos” y va conformando un nuevo ser.

4. LA DISPOSICIÓN DE ABANDONO TOTAL (cuarta etapa de reconciliación)

Está muy dentro de sí. Disfruta de la soledad y está continuamente en la “Presencia Interior” que es Dios. Ya no quiere que le moleste ninguna otra presencia. Sin esfuerzo está solo. Los demás ya ni le buscan. Esa Presencia divina se comunica en ambiente de afecto. Descubre que los combates interiores son lugares de renuncia e integración. Llega a comprender el significado de libertad total ante las criaturas (indiferencia). Es capaz de pasarse largos momentos de contemplación apoyada en su afecto integrador (González Faus, p. 15).

Va desapareciendo el vacío existencial como carencia radical pues experimenta que queda lleno de Dios. Ve que no carece de nada porque experimenta todo en Él. Cuando no está esa Presencia, la busca con deseo de reconciliación que trae la contemplación. Lo deja todo por Ella. Siente que está reconstruyendo el amor a sí mismo y a la humanidad. Percibe los E.E. como un descanso en el amor que le lleva a servicios muy especiales para sus hermanos.

Conclusiones

Los EE tienen en su horizonte la capacidad de escucha que posibilita percibir la presencia de Dios reconciliando en si todas las cosas. Para ello las personas que los hacen han de haber pacificado los propios ruidos. Solo una persona reconciliada consigo misma puede comprender de modo adecuado la relación entre las personas y las cosas y ver como Dios está actuando en ellas. Solo así puede transformar su entorno.

La paz que se desprende de la experiencia de los E.E. no es un aletargamiento ni una elución de los conflictos de la humanidad todavía inacabada, sino un nuevo modo de escuchar el latido del mundo. La persona que ha pasado por ellos tiene conocimientos de sí y esto le permite no proyectar sus conflictos personales sobre los demás o sobre su entorno, sino que tiene la mirada despejada para captar los dinamismos de espíritus que están en juegos. La persona que practica los E.E. se compromete con las causas justas de la tierra, pero sin crispación ni acritud, sino discretamente como el trabajo reconciliación de Dios en el interior de la historia.

BIBLIOGRAFÍA

  • González Faus, J. (2008) El mal y la misericordia en revista EIDES, no 52, págs. 7-20
  • López Pérez, E. (2011), “La espiritualidad de la reconciliación en JRS”, en revista de Espiritualidad ignaciana, CIS, no 128, págs. 29-41.
  • Melloni, J. (2011) “La pacificación que producen los Ejercicios Espirituales” en revista de Espiritualidad ignaciana, CIS, no 128, págs. 9-19

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

 

La Capilla del Encuentro de Salamanca, premiada como Espacio Sagrado 2018

La asociación norteamericana Faith & Form ha otorgado esta distinción por la conciliación entre teología y arquitectura.

Por C. Jiménez Ariza SJ

Consultamos el móvil 150 veces al día y no podemos estar más de una hora sin mirar el WhatsApp. Los estudios señalan también que cada día recibimos tres mil impactos publicitarios, a través de las pantallas o cuando caminamos por la calle. Esto supone más de un millón al año. En esta cultura de la imagen, en medio de tanto impacto visual, ¿por qué no crear un espacio limpio de imágenes, casi vacío, que ayude al encuentro del Creador con sus criaturas? Esta fue la idea inicial que puso en marcha la Capilla del Encuentro del Centro de Espiritualidad San Ignacio de Salamanca (CES).

La capilla, con capacidad para unas 25 personas, mezcla calidez y sobriedad a través de un equilibrado juego de telas y luces. Ha sido diseñada por los arquitectos de Pamplona Xavier Chérrez y Raquel Cantera. La asociación Faith & Form, con sede en Washington y el respaldo del Vaticano, le ha otorgado el premio al mejor espacio religioso de 2018. Faith & Form nació en 1967 para impulsar el diálogo interreligioso y premiar los esfuerzos hechos en el campo de la religión, el arte y la arquitectura. Forman parte de esta asociación sacerdotes, laicos, arquitectos y diseñadores internacionales que, cada año, se reúnen para premiar los mejores trabajos en el campo de la arquitectura, el arte o la pintura religiosa.

El jurado destacó la unión reflejada en el proyecto de Salamanca entre teología y arquitectura. Esa buena combinación se hizo posible gracias a las conversaciones entre el director del CES, Cristóbal Jiménez SJ y el arquitecto Xavier Chérrez. De allí surgió la idea de crear una capilla inspirada en la Tienda del Encuentro del libro del Éxodo y cuyo elemento central fuera el Sagrario, especialmente iluminado. Según Xavier Chérrez, «se quiso entroncar en la tradición cristiana de búsqueda de una belleza radical, como algo equiparable a la búsqueda de la verdad y la bondad». Pensando, sobre todo, en los jóvenes se buscó un espacio que ayudara a la oración y a la intimidad con Dios.

Para la definición de la Capilla del Encuentro se han dispuesto más de 600 lamas blancas translúcidas, tensadas por gravedad, que definen un espacio con forma de una tienda del desierto. Una estructura textil que no requiere de añadidos o decoración para expresarse. Se organizan siguiendo un patrón numérico de distancias variables. Para su construcción se han utilizado cuatro materiales: un tejido translúcido blanco y fino para paredes y techo; un tejido con un trenzado más grueso para el suelo; un conjunto armonioso de luz blanca y roja y, finalmente, madera para el altar y el ambón giratorio. Se eliminaron las esquinas y las juntas para ayudar a crear una atmósfera envolvente.

En palabras de Chérrez, «se puede entender como un espacio en el que la belleza de un paraje nevado se hace habitable gracias al calor que irradia el Sagrario». Iluminado en rojo, en una columna de suelo a techo, el Sagrario se siente, pero está velado, invitando al silencio y la interiorización en presencia del mysterium tremendum et fascinans, en la terminología del teólogo alemán Rudolf Otto.

Intencionadamente, el Sagrario no está totalmente visible. Es un pequeño homenaje a lo que Santo Tomás señala en el himno Adoro te Devote: «Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte».

La capilla dispone de un código Q, junto a la puerta de entrada, que permite compartir oraciones y experiencias a través de una página web. Hace miles de años, el pueblo de Israel encontró refugio en aquella Tienda, en medio de una cultura nómada, golpeada por la dureza del desierto y las asechanzas del hambre o la sed. Aquella Tienda protegía de las inclemencias y permitía encontrase con el Señor. Hoy, la Capilla del Encuentro de Salamanca quiere ser también para todos lugar de refugio y encuentro.

Fuente: Revista Jesuitas

 

Reconciliarnos con la Creación

“El interés de la Compañía de Jesús por la ecología se basa en una doble motivación: por una parte, existe una genuina preocupación por las amenazas que sufre la Creación; por otra, existe una conciencia clara de que el deterioro medioambiental está intrínsecamente vinculado al resto de injusticias que padecen los pobres del mundo”.

Desde que en 1972 el Club de Roma publicó Los límites del crecimiento, la comunidad científica ha acumulado tal cantidad de evidencias sobre la presión y deterioro que sufre el medio ambiente, que hoy, a finales de la segunda década del siglo XXI, resultan incontestables las voces que lo señalan como un desafío inaplazable para la humanidad.

La Iglesia ha denunciado con firmeza las amenazas al medioambiente durante las últimas décadas. El papa Pablo VI advirtió, ya en 1971, que «debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, (el ser humano) corre el riesgo de destruirla» (Octogesima Adveniens, 21). Posteriormente han sido numerosas las llamadas de atención durante el papado de Juan Pablo II, que vinculó la destrucción del medioambiente a un serio error antropológico: el ser humano cree poder disponer de las cosas libremente sin entender su carácter de don de Dios (Centesimus Annus, 1991, n. 37). El fruto más elaborado de este magisterio es la encíclica Laudato Si’ (2015) del papa Francisco, que además de ser una contribución al diálogo global sobre el medio ambiente, incorpora una dimensión mística profunda: el cuidado del medioambiente y los pobres se vincula a las raíces de la vocación cristiana, abogando por una auténtica revolución cultural y espiritual.

La Compañía de Jesús ha participado también de este proceso de sensibilización creciente. En 1983, la Congregación General 33 señaló que «al despreciar los hombres el conocimiento del Amor creador, rechazan la dignidad de la persona humana y destruyen la misma naturaleza creada» (d.1, n.35). En la siguiente congregación, la 34 (1995), hubo diecinueve postulados sobre ecología en los que se subrayaba la mutua relación entre la promoción de la justicia y el desafío de la degradación medioambiental. Aquella congregación encargó al P. General un estudio más profundo, que el Secretariado para la Justicia Social realizó al poco tiempo bajo el título «Vivimos en un mundo roto» y constituyó un hito en la toma de conciencia global sobre la ecología.

Fue la Congregación General 35 la que incorporó el compromiso ecológico al núcleo de la misión, entendida como «reconciliación con Dios, con los demás y con la creación» (d.3, n. 18). En 2010 el P. General Adolfo Nicolás modificó el nombre del Secretariado para la Justicia Social, para añadir «y la Ecología», y este secretariado publicó, junto con el de Educación Superior, un documento titulado «Sanar un mundo herido» (2011) en el que se explicitaba el fundamento que ofrece la espiritualidad ignaciana para el compromiso con el medio ambiente. La última congregación general, la 36, ha confirmado esta centralidad de la ecología en la misión de los jesuitas.

El interés de la Compañía de Jesús por la ecología se basa en una doble motivación: por una parte, existe una genuina preocupación por las amenazas que sufre la Creación; por otra, existe una conciencia clara de que el deterioro medioambiental está intrínsecamente vinculado al resto de injusticias que padecen los pobres del mundo. De hecho, el daño causado está afectando a comunidades rurales e indígenas que los jesuitas acompañan desde hace décadas en diversos lugares del planeta —la Congregación General 36 señalaba, por ejemplo, la necesidad de apoyar el compromiso de la Compañía con regiones como la Amazonía y la Cuenca del Congo (30)—. Proteger al pobre y cuidar la creación son en la actualidad dos caras de la misma justicia, que no puede ser ya comprendida exclusivamente como justicia social sino como justicia socioambiental.

Las iniciativas que dan respuesta a este reto desde la Compañía de Jesús se han producido a nivel local, nacional e internacional: las instituciones han introducido el cuidado de la creación en sus planes apostólicos; algunas universidades han instaurado programas de eficiencia energética, gestión de residuos, investigaciones medioambientales, etc.; los colegios llevan a cabo numerosas iniciativas de sensibilización y gestión de residuos; los centros sociales promueven la agricultura ecológica y el cuidado de la biodiversidad; algunas conferencias y provincias han renunciado a inversiones en empresas que extraen combustibles fósiles; y las comunidades jesuitas han realizado esfuerzos para adquirir hábitos de funcionamiento coherentes con este nuevo compromiso. Existe también una creciente búsqueda de las resonancias ecológicas en la espiritualidad ignaciana y se están ofreciendo Ejercicios Espirituales incorporando cada vez más esta perspectiva.

Queda mucho camino por recorrer, particularmente en cuanto a coordinación estratégica y articulación a nivel internacional. Pero los pasos que se han dado se orientan hacia una nueva forma de percibir el mundo y la misión de la Compañía en él. La nuestra es una visión esperanzada, a la que nos habitúa la «Contemplación para alcanzar amor» de los Ejercicios Espirituales: advertimos que Dios actúa en el mundo, reconocemos sus huellas en el ministerio de reconciliación que Dios ha comenzado en Cristo, y que se realiza en el Reino de justicia, paz e integridad de la Creación.

Fuente: Jesuitas.es

 

Después

Entonces apareces más hermano, más hijo, más… de rodillas.

Por Isidro Cuervo SJ

Después, cuando menos lo esperas

aparece más fresca la vida.

 

Y cuanto más alto miras,

cuanto más te sorprendes

más pequeños, más de rodillas

eres ante Dios.

 

Después, cuando menos lo esperas

el tiempo ha marcado su ritmo,

y un sendero por dentro

ha tejido otra entraña más viva.

 

Entonces apareces más hermano,

más hijo, más… de rodillas.

 

Es casi sin querer, al compás del deseo,

de la ilusión, como el hombre

va haciéndose criatura,

más a la imagen

del corazón del amor.

 

Y después, cuando menos lo esperas

no puedes menos que querer de rodillas.

 

Fuente: Pastoral SJ

 

Recursos Humanos

Tenemos ante nosotros una batalla constante: vivir en la verdad o en la mentira

Por Javier Rojas SJ

 Siempre he creído que el ser humano cuenta con recursos internos para hacer frente a las contrariedades que se presentan en su vida, cualesquiera sean. Esos recursos están en el centro vital del que brotan la creatividad, la fuerza, la pasión, el amor, la bondad… en definitiva: todo lo que se necesita para tener una vida plena, para crecer y madurar. Pero para llegar a ese centro necesitamos primero soltar los apoyos externos sobre los que nos afirmamos para vivir. La mayoría de nosotros recurre a seguridades externas, que pueden ser muy variadas: desde el dinero, el poder, el trabajo, la posición social, o cualquier cosa que se nos ocurra para sostener nuestra existencia. Aunque nos parezca extraño, no siempre encontramos el camino que nos lleve a ser conscientes de ese centro vital. Me animaría a decir que vivimos comúnmente en la periferia de nuestro ser, allí donde el ego tiene su reinado y gobierna nuestra vida.

¿Qué es el ego y de qué manera nos impide llegar al centro vital de donde nace el verdadero impulso a la vida? El ego puede definirse de muchas maneras, pero me gusta la perspectiva que encontré en un autor que lo define así. «El ego se define como el conjunto de maneras de mirarse, juzgarse, considerarse y tratarse a uno mismo» y agrega que es, «como el conjunto de los apegos a uno mismo, a la propia imagen». Otro autor, bellamente, lo define como «el pequeño ignorante y carenciado». El ego es ignorante porque desconoce su verdadera naturaleza, y otorga a sus sueños y fantasía un carácter real. El ego tiene carencias de tipo afectivas y psicológicas, necesita sentirse querido y valorado, deseado y considerado, sentirse seguro y fuerte. De esta ignorancia y carencia, debemos despertar para dejar de buscar instancias compensatorias, para sentirnos queridos y valorados. Por esta ignorancia y carencia el ego se dedica a cuidar su imagen, a cultivarla, para verse ante los demás como le gustaría ser.

La manera de salir de esta somnolencia es aceptar la ilusión sobre la que hemos montado nuestra vida. Hemos olvidado nuestros recursos internos, o lo que es peor, aún no sabemos que existen. El ego es lo contrario a la verdad y lo opuesto al desapego, porque vive en la ilusión y se aferra a todo cuanto puede garantizar su poder y hegemonía en nuestra vida. Dios es el primer interesado en que accedamos a ese centro vital y que tomemos  contacto con Él allí para desplegar juntos nuestros recursos internos.

No podemos vivir enroscados. Debemos desplegar lo que somos para que nosotros mismos y los demás, vivamos más plenamente. No solamente necesitamos conocer quiénes somos en realidad y la verdad de nuestra naturaleza, sino también los demás deben beneficiarse del don que somos.

Dios permite que atravesemos por crisis profundas que derrumban nuestras ilusiones y seguridades externas. Cuando esto ocurre nos enfrentamos a la batalla más importante: vivir en la verdad o según la ilusión del propio ego. ¿En qué consiste esa lucha? En desmentir la idea preconcebida de felicidad. La felicidad no está fuera, sino dentro de nosotros mismos. Cabe distinguir que no estamos hablando del ego que es sano, sino de ese ego “malo” que busca hacernos creer que la verdadera felicidad está fuera de nosotros, en lo que podemos conseguir o alcanzar, y nos hace olvidar, o desconocer, que nuestro valor principal está en sentirnos amados por lo que somos y no por lo que tenemos. No habremos hecho nada grande por lo que merezcamos ser recordados hasta que no nos encontremos con nosotros mismos en Dios.

 

Profecía de la Paz

Hacia él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos.

Isaías

Al final de los tiempos,

estará firme el monte de la casa del Señor,

descollando entre los montes,

encumbrado sobre las montañas.

 

Hacia él confluirán las naciones,

caminarán pueblos numerosos.

 

De las espadas forjarán arados,

y de las lanzas podaderas.

No levantará la espada nación contra nación

ni se ejercitarán más en la guerra.

 

Casa de Jacob, en marcha.

Caminemos a la luz de Yahvéh

Fuente: Pastoral SJ

 

Contemplaciones SJ – Con llanto de niño…

Contemplación del Nacimiento de Jesús.

Por Matías Hardoy SJ

Lucas 2, 6-7. “Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.”

Ya es de noche. En la soledad del campo, las estrellas brillan de manera especial. Silenciosas, son testigos de lo que ocurre. Miro a mi alrededor. De pronto, una suave brisa fresca me invita a un mayor recogimiento. Los animales, tal vez porque algo intuyen, se acercan… Me impacta la simpleza de esta escena.

Hay una mujer, María. Tiene el rostro quemado por el sol por tantos días de camino. Su marido, José, le sostiene la espalda. Lo atraviesa una mezcla de ansiedad y temor. Mira al cielo y piensa ¿cómo será esto? Duda, pero aún confía. Si de verdad es Dios, ¿veremos alguna señal, algo especial?

María, con cada contracción, se aferra más y más fuerte a la mano de José. Eso la sostiene. Grita. Puja. Lucha. Como toda mujer en este momento sagrado. Y ahí está.

De pronto un grito rompe el silencio de la noche. Un llanto. Como tantos otros, pero especial. Los ojos de José y María se llenan de lágrimas. Se miran. Miran al niño. ¡Cuánta emoción! Los miedos y las preguntas desaparecen. Todo se llena de gozo y de paz. Ahí (al fin) está el niño. Tan tierno, tan mimado. Es inmenso el cariño que lo abraza en medio de tanta austeridad. Tanto amor empieza a preparar lo que años más tarde vendrán.

El silencio. La Noche. No hay palabras. Sólo un llanto. El llanto del niño. María lo contempla y guardar en el corazón. José, silencioso como siempre, mira asombrado. Mientras, como tantas otras veces, sostiene a María.

De repente se oyen ruidos. Aparecen unos magos que, por sus vestiduras, parecen de oriente. Entran, como en puntas de pie, pero con gran solemnidad. Se quedan parados frente a María y el niño. Sienten en su corazón la gratitud de quien confirma en su vida una promesa de Dios. Se inclinan ante la Familia Sagrada. Dejan tres pequeños cofres que brillan con la luz de las estrellas.

María no comprende bien qué es lo que pasa. Levanta la mirada y ve, a lo lejos, un grupo de jóvenes que se acerca. ¿Más visitas?

Siente miedo. Aprieta al niño contra su cuerpo. José hace ademán de ponerse de pie. María, entonces, lo detiene. “Son pastores”, le dice. Los pastores, que ahora están muy cerca, miran curiosos.

Uno se anima a hablar .“Disculpen, pero hemos venido porque se nos apareció un ángel y nos dijo que buscáramos a un niño que sería el Salvador”. Ante la simpleza de la visita desconocida, José y María se miran y sonríen. Comienzan a entender. Dios está con ellos. Y los acompaña de modos tan originales…

Y yo acá. Descalzo. Con mi túnica sucia del trabajo del día. Con el cansancio de todo el día. Siento que, finalmente, puedo descansar.

Miro al niño.  Me emociono. Me acerco. Con una mirada se lo pido a María que, con confianza, me lo da. Lo tengo en mis brazos y nos miramos. Él “no sabe nada”, porque es niño. Pero me conoce… nos conocemos.

No puedo contener tanta emoción. Lloro. Con Él. Como un niño. Cierro los ojos y siento su calor. Sus movimientos. Escucho sus muecas. Sospecho que son esos ruidos inentendibles de Dios, que aunque está tan cerca y es tan humano, no deja de ser Misterio. Lo vuelvo a dejar en brazos de su mamá.

Con el corazón le digo: “Seguí descansando, ya nos volveremos a encontrar de camino…”