hostias copón madera

Un Dios que se Deja Tomar entre las Manos

Para invitar a rezar sobre la cuaresma, tenemos este texto que reflexiona sobre el misterio de un Dios que se hace cercano y cómo estamos invitados a vivir esa cercanía de un modo especial en la eucaristía.

 Por Ángel Rossi SJ

 Después del lavatorio de los pies, en el texto paralelo, aparece el momento de la institución del sacerdocio y de la eucaristía. Pero sería lindo también al contemplar esta escena, rumiar este misterio inmenso de la Eucaristía. Esta presencia del Señor en la eucaristía que es un misterio grande, inmenso, en términos de San Ignacio “un misterio de profundo y total abajamiento”. El inmenso y bellísimo misterio de un Dios que ha querido encarnarse, que como decía Martín Descalzo “se dio cuenta de que sólo se ama aquello que se puede abrazar”. Y un Dios que hasta tal punto se hace a nosotros que asume nuestra carne y nuestra fragilidad, que llega a esta locura de la eucaristía.

 El omnipotente, el innombrable, el infinito, el inalcanzable, el que era motivo de temor para el antiguo testamento ante el cuál había que taparse el rostro para no caer muerto al verlo cara a cara, el admirable para los filósofos, este Dios inmenso, comete “la amorosa imprudencia” de quedarse entre nosotros y para nosotros bajo la forma de pan y de vino.

Algo tan sencillo, tan a la mano, tan cotidiano, tan vulgar… ¿No habría sido mejor que lo haga bajo la forma de algún alimento más difícil de conseguir, o más caro, o más escondido, para que sólo accedan a Él quienes lo busquen arduamente y no tengamos que vivir dudando de los méritos de muchos que llegan a Él con la misma facilidad que nosotros? Haciéndose tan a la mano ¿no se auto desvaloriza? Así pensamos nosotros, pero Dios no piensa así.

La Eucaristía es misterio de descalabro, de celebración gozosa para los pequeños y de escándalo para los fariseos que si por ellos fuera pedirían certificado de conducta intachable del alma en la fila de la comunión. Un Dios que se deja tomar entre las manos, que se deja pasar de mano en mano con el riesgo de que no siempre ellas estén lo suficientemente limpias como algo tan sagrado merecería... y Él lo sabe e insiste en quedarse, y no se arrepiente ni quiere volver para atrás y ser sólo un motivo de reverente y fría admiración, cuidadoso de no rozarse con nuestras miserias para no ensuciarse. Podemos decir: “Señor no te entendemos pero te agradecemos, nos cuesta entender este abajamiento, este no tenerle miedo a las heridas del corazón que muchas veces supuran más que las heridas del cuerpo”.

Muchas veces hemos confundido la preparación del alma para la eucaristía y en vez de sacar a luz nuestras heridas, las maquillamos, en vez de acercamos a comulgar en debilidad, lo hacemos enarbolando los títulos de buenos cristianos, en vez de buscarlo sedientos, lo hacemos saciados y empachados de méritos. O al contrario viéndonos a veces tan poca cosa, tan indignos, no nos acercamos como si la encarnación y la Eucaristía dependieran de nuestra carpeta de méritos. Nos olvidamos de que son dos presencias totalmente gratuitas, motivadas por nuestra fragilidad y no como recompensa a nuestros buenos comportamientos.

Captura de pantalla (147)

 Es cierto que no podemos acercarnos de cualquier modo a la Eucaristía y que hay que ser muy delicado, pero no esperemos tener pureza de ángeles para recibirlo, de lo contrario, como dice el poeta, “nos moriremos de sed al lado de la fuente”. A veces nos dice la gente: “Yo no voy a misa porque los que van a misa después durante la semana son iguales a nosotros o peores” y yo les respondo que somos iguales, y por eso vamos a misa, porque somos igualmente pecadores. Es cierto que nuestro testimonio será cristiano en la medida que nuestros gestos sean cada vez más coherentes con nuestra fe y es cierto que normalmente escandalizamos y alejamos a la gente cuando advierten en nosotros ese quiebre entre lo que pensamos y proclamamos y lo que en realidad vivimos. Justamente porque queremos que esa grieta entre mi querer y mi obrar, entre lo que en el templo deseamos y lo que afuera hacemos desaparezca o disminuya, vamos a rezar, a escuchar la Palabra y a fortalecernos con la Eucaristía.

 La misa, reunión de débiles y necesitados

 Ir a misa no es garantía de santidad, al contrario, es garantía de debilidad. El que entra a misa con perseverancia y sinceridad, al traspasar la puerta de la Iglesia hace un acto de humildad, se reconoce y se declara públicamente débil. Si no lo fuéramos no necesitaríamos venir a alimentarnos, nos quedaríamos en casa regodeándonos satisfechos de ser fuertes.

La misa es esto, reunión de débiles que necesitan ser fortalecidos con la Palabra y la Eucaristía; reunión de heridos que necesitan ser curados, o aliviados, de hijos pequeños que necesitan sentir la paternidad de Dios, de ciegos que necesitan luz, de hombres y mujeres que hemos perdido el camino y entonces venimos al que es el Camino, para que nos saque con la delicadeza con que solo Él sabe hacerlo de los acantilados donde fuimos a parar. O si vamos bien, podamos perseverar y no tentarnos de dejar el sendero estrecho para indagar recodos o atajos falsos, o cansarnos y quedarnos al costado del camino.

 En definitiva la misa no es para los que se creen buenos sino para los que estamos convencidos de que necesitamos mucha ayuda de Dios y de nuestros hermanos, por eso celebramos la misa en comunidad, para seguir deseando ser buenos. Y esto lo hacemos en ámbito de fiesta, de celebración, porque con San Pablo, “nos gloriamos en nuestra debilidad, porque cuando estoy débil, entonces soy fuerte porque en mí debilidad se muestra su fuerza” ( 2Corintios 12, 9-10).

 La propuesta es admirarnos de este Señor que ha querido no escaparse de nosotros a pesar de nuestras traiciones sino que ha querido quedarse allí como alimento, como fuerza… ha querido quedarse entre nuestras manos y en nuestro corazón.

 Fuente: Oleada Joven

Para Reflexionar en Cuaresma: la Humildad

¿Qué simboliza la ceniza que recibimos al comenzar la cuaresma? ¿Qué invitaciones nos hace la partida de Jesús al desierto a la vida de cada uno? Compartimos un material para reflexionar.

Creo que la experiencia más humana y más consoladora a la vez, pasa por reconocer delante de otra persona nuestra fragilidad y debilidad y experimentar el perdón y el abrazo del otro.

Recibir la ceniza es manifestar públicamente la voluntad de convertirse. Eso sólo puede pasar por la Humildad. No humillación, sino humildad como la capacidad de hacer verdad en nuestra vida, de reconocer que no siempre llegamos a todo, de reconocernos necesitados de otros y de Dios. La ceniza que recibimos al comenzar la cuaresma, simboliza ese SÍ, LO SIENTO, no lo hice bien aquí y contigo, pero quiero intentarlo de nuevo y que me aceptes desde y con lo que soy.

Esta invitación hoy, una vez más, es a encontrarnos con un Dios que acompaña, levanta y perdona siempre

 Fuente: Pastoral SJ

6 Características de la Espiritualidad Ignaciana

La espiritualidad ignaciana ha sido definida y caracterizada en multplicidad de documentos, decretos, imágenes, videos… a veces hay tanto material que nos resulta difícil elegir una definición concreta.

Al mismo tiempo, la Espiritualidad Ignaciana sigue siendo un misterio para muchos, al tiempo que crece su popularidad gracias al énfasis del Papa Francisco en el uso de conceptos propios de la misma, (como los de discernimiento, la unión entre la fe y la justicia, etc.) y la promoción de los ejercicios espirituales.

En un intento de facilitarle la tarea a quien quiera contar, describir o recomendar algún material que permita algún acercamiento a una definición de nuestra Espiritualidad, les presentamos 6 características de la Espiritualidad Ignaciana:

Relación personal con Cristo y amor por su Iglesia

Es una espiritualidad cristocéntrica, que propone al joven un modo de acercarse a Dios, buscando conocer, amar y seguir a Jesucristo. El Amor a Cristo es inseparable del amor a su Iglesia, dentro de la cual se celebran los distintos sacramentos que fortalecen a la persona para ser fiel en el seguimiento.

Ser contemplativos en la acción

Es una espiritualidad de la contemplación porque, teniendo como centro los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, cuya experiencia impulsa en quien la hace una profunda identificación con Cristo, para intentar imitar su modo de mirar, de amar, de actuar, y de seguir la voluntad del Padre.

Al mismo tiempo, es una espiritualidad de la acción, que busca una coherencia entre lo que se dice, se piensa y lo que se hace. Para esta acción considera como eje fundamental la inseparabilidad entre Fe y Justicia. Invita a cada persona a verse como compañero o compañera de Jesús e invitado/a colaborar en la construcción de su Reino.

Es una Espiritualidad optimista que responde a las necesidades de nuestra época.

Lejos de cualquier visión apocalíptica de los tiempos que corren, la espiritualidad ignaciana nos enseña a reconocer a Dios presente en el mundo, trabajando activamente por el bien de todos, aún en los lugares más oscuros de la humanidad. Es una espiritualidad que nos ayuda a abrir los ojos a la presencia de Dios en toda nuestra realidad, bajo la convicción de que lo podemos ‘buscar y hallar’ en todas las cosas. Y del mismo modo, estamos llamados a ponernos a su servicio en medio del mundo.

Moviliza en las personas preguntas fundamentales.

Las mismas se desprenden de los Ejercicios Espirituales: ¿cómo está Dios en mi vida? ¿Qué quiere el Señor de mí?

Discernimiento para encontrar la Voluntad de Dios en la vida.

El método de oración ignaciana tiene, entre sus objetivos, el ‘ordenar la propia vida’, así como también los afectos y los deseos, en torno a su principio y fundamento: Dios mismo. Y que este proceso, elegir acercarse a todo lo que aumenta su intimidad y cercanía con Dios, y desechar todo lo que lo aleja de Él.

Ver cómo Dios trabaja en el mundo.

Con la certeza de que Dios habita en todos y en todo y de que lo podemos encontrar, contemplamos cómo su acción amorosa sostiene el mundo y se nos regala en nuestros hermanos y hermanas, en nuestra comunidad, en el prójimo cercano y también en el más lejano.

Créditos Imagen

Quitá el Corazón Viejo y Danos un Corazón Nuevo

Cuaresma es un tiempo en el que la Iglesia invita a la conversión, a preparar el corazón para la fiesta más grande de nuestra fe: la Pascua. Compartimos este texto del Padre Rossi, para empezar a reflexionar sobre esta invitación.

Por Ángel Rossi SJ

«Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un Espíritu nuevo, quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne» (Ezequiel 36,26)

Le pedimos al Señor que pase por sus manos nuestro corazón, que lo cambie, que Él lo acaricie, lo cure y este corazón de piedra en el roce de su mano se vuelva, de a poco, un corazón de carne. Cada uno sabrá qué parte del corazón se ha vuelto piedra. Pedirle al Señor humildemente «Señor cambiame el corazón» y dejarme responder por Él con este texto de Ezequiel y hacerlo propio.

Como una manera de examinar el alma podemos preguntarnos qué significa en mí el corazón de piedra, o qué lugares de mi corazón están endurecidos. Algunos lugares son luminosos y llenos de vida otros oscuros y fríos; algunos solitarios, otros poblados de rostros y cariño.

Quitá de mí el corazón cerrado, un corazón que pone llave a lo que pasa dentro con el pretexto de que sólo él entiende lo que le pasa y nadie más…

Quitá de mí el corazón enredado que vive dando vueltas sobre sí mismo…

Quitá de mí el corazón lleno de espinas que vive siempre a la defensiva…

Quitá de mí el corazón guardado, un corazón sin uso que no se termina de entregar que se vive cuidando de tener afectos, de solidarizarse, de amar de más y de ser amado de menos. Un corazón guardado a veces para una supuesta ocasión que nunca llega, un corazón enamorado de sí mismo

Quitá de mí el corazón víctima que considera que todos lo han herido, que no le queda sino estarse sólo con él, todos le están en deuda…

Quitá de mí el corazón empachado de sí mismo que harta a los demás hablando de sí, o a veces un corazón inalcanzable que siempre todos tienen que ir hacia él y nunca baja a los demás. Un corazón narciso que se pasa la vida contemplándose a sí mismo, ególatra, autosuficiente que necesita de los demás para sentirse admirado. De los otros ama sus aplausos no a la persona, ama a los que piensen bien de él…

Quitá de mí el corazón dividido, disperso, desordenado, desprovisto de la capacidad de elegir… Acá entra la sensualidad, lo que entra por los sentidos, la calle, la televisión, internet, esto que hace que el corazón esté esclavo, que ha asentado la vida en la arena movediza de la dispersión, que por esto mismo está descentrado que le falta el hogar interior. Un corazón que se ha vuelto ciego…

Quitá de mí el corazón implacable, inmisericorde, que no se perdona nada, que vive a presión, que no sabe disfrutar. Un corazón ícaro que vive persiguiendo un ideal que es inalcanzable, vive frustrándose porque no tiene la humildad de reconocer que no todo lo puede…

Quitá de mí el corazón enfermo de apariencia, abrumado de la necesidad de contentar a los otros, un corazón enfermo de «tener que» y no poder disfrutar…

Quitá de mí un corazón atrincherado en su capilla interior, demasiado ocupado en la propia santidad, un corazón que ama a la humanidad pero no soporta a los hombres…

Quitá de mí el corazón de piedra…

Reflexión del Evangelio, Domingo 19 de Febrero

Compartimos el Evangelio del Domingo 19 y una breve reflexión para poder seguir rezando esta invitación que nos hace Jesús a lo largo de la semana. 

Evangelio Mateo 5, 38-48

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente” Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado.

 También han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así. Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto (Mateo 5, 38-48).

Reflexión Del Evangelio – Por Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

 1.- Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”…

La frase ojo por ojo, diente por diente expresaba la llamada Ley del Talión. El término talión proviene de talis, que en latín significa igual o semejante, y establecía un principio de proporcionalidad: a tal ofensa le corresponde tal reacción o castigo equivalente. De ahí el concepto de la retaliación. La Ley del Talión, enunciada en el Código de Hammurabi, legislador caldeo y sexto rey de Babilonia, fallecido en el año 1750 AC, constituyó una limitación a la venganza desmesurada.

 Varios libros del Antiguo Testamento hacen referencia a la ley del Talión, como el Éxodo (21, 23-25: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe), el Levítico (24, 17-20: El que le quite la vida a otra persona, será condenado a muerte. El que mate una cabeza de ganado, tendrá que reponerla: animal por animal. El que cause daño a alguno de su pueblo, tendrá que sufrir el mismo daño que hizo: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; tendrá que sufrir en carne propia el mismo daño que haya causado), y el Deuteronomio (19,21: cobren vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie).

Pero Jesús va más allá al proponer un comportamiento que supere toda forma de venganza para terminar con la espiral de la violencia, que va creciendo a medida que se devuelve mal por mal y sólo puede parar mediante un comportamiento que se identifique con el del mismo Dios, de quien dice el Salmo responsorial: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas [Salmo 103 (102), 8-10].

 2.- También han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”…

En la tradición judaica, los prójimos eran las personas cercanas o próximas, las de la misma raza o nacionalidad. Así la frase amarás a tu prójimo como a ti mismo, que encontramos en la primera lectura, se limitaba a los lazos nacionales. Los extranjeros eran excluidos de ese amor. Y aunque en los libros de la Ley o “Torah” de la Biblia no estaba escrito formalmente como una norma odiar al enemigo, sin embargo en el Salmo 109 [108] el perseguido maldice a quien lo persigue y le desea toda suerte de males.

 Por eso la interpretación de la Biblia implica tener en cuenta una evolución en la forma de entender el amor al “prójimo”, y es con la predicación y el ejemplo de Jesús cuando este entendimiento llega a su plenitud: los “prójimos” son todos los seres humanos, sin distinciones ni exclusiones. Y esto lo dice Jesús no sólo en su predicación sino también acercándose a todas las personas sin discriminaciones, mostrando su compasión por los pecadores y pidiendo perdón a su Padre por quienes lo han torturado y clavado en la cruz.

 3.- Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto

 En la primera lectura Dios exhorta a la santidad: Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo. Él, en efecto, como lo dice el libro del Génesis en el primer relato de la creación, nos ha creado a su imagen y quiere que participemos de su vida divina.

 El Concilio Vaticano II, celebrado (1962-1965), dice en su Constitución sobre la Iglesia: Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado (…), son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre (LG 11, c). (…) El Divino Maestro y modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y a cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida (…): “Sean pues ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (LG 40, a).

 Pero ¿en qué consiste la verdadera santidad? En el Evangelio de Lucas (6, 36) Jesús culmina su predicación diciendo: sean pues ustedes misericordiosos como Dios es misericordioso. He ahí la clave para entender a qué tipo de perfección invita Jesús: a la perfección de Dios, que se muestra precisamente en la misericordia. Esta invitación se opone a los criterios de una falsa sabiduría, que incluye el arte de saberse vengar del enemigo. Por eso san Pablo dice en la segunda lectura que la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios.

Pidámosle entonces al Señor que nos disponga a identificarnos cada día más y mejor con Él, que con el ejemplo de su propia vida nos reveló al Dios infinitamente compasivo y misericordioso, de modo que así lo seamos también nosotros, llevando a la práctica lo que decimos en la oración que Él mismo nos enseñó: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden.

Fuente: Jesuitas Colombia 

Espiritualidad Ignaciana España estrena Página Web

Espiritualidad Ignaciana, un blog que brinda periódicamente reflexiones sobre cuestiones de la vida cotidiana a la luz de los ejercicios espirituales, suma otra plataforma para difundir su contenido. Al mismo tiempo, la página web ofrecerá material de formación y la posibilidad de hacer cursos online.

El portal de Espiritualidad Ignaciana comenzó su actividad hace poco más de cinco años. Un tiempo suficiente para crecer y consolidar la presencia de nuestra espiritualidad en internet, pero también una etapa de rápidos cambios en la red, que nos han llevado a dar un paso adelante y actualizar nuestras páginas web y la imagen corporativa.

 La web principal, www.espiritualidadignaciana.org se convierte en lugar de referencia y herramienta colaborativa en el ámbito de la espiritualidad, con una información más amplia y una presencia renovada del blog “Al modo de Ignacio”, Facebook, Twitter y el buscador de ejercicios.

 La plataforma de ejercicios online ejercicios.espiritualidadignaciana.org también renueva su diseño facilitando el acceso a quienes participan en esta modalidad de ejercicios. Además se ofrece una nueva sección con materiales de formación y de apoyo para acompañantes de ejercicios espirituales en cualquier modalidad.

 Por último, la plataforma de cursos online formacion.espiritualidadignaciana.org propone nuevos cursos breves de formación a partir de marzo, en torno a la espiritualidad del P. Arrupe y al acompañamiento de los ejercicios de profundización.

Fuente: Entre Paréntesis 

Para Reflexionar en Verano: el Descanso

El mes de enero tiene un ritmo marcadamente diferente al del resto del año. Por eso compartimos algunos textos sobre los temas más populares de este tiempo…

 El descanso es uno de esos temas que sufre las consecuencias de nuestro frenético ritmo cotidiano durante el curso, tan poco dado a despegarse de la actividad. Al descanso malamente le concedemos calidad, porque no le asignamos un significado mayor que el de reponer simplemente fuerzas agostadas.

Pero descansar es más que regular equilibrios físicos y psíquicos perdidos. Tiene mucho que ver con el Espíritu y su manera de narrar historia de salvación. A san Ignacio le parecía que el Espíritu permite acoger con quietud y pacificación la realidad que Dios pone en nuestras manos (cf. Ej. 316).

Dicho de otro modo: el Espíritu nos introduce en pasividad: esa pasividad, clave para entender el misterio de la vida, que deja que las cosas queden liberadas de la trampa de nuestra activismo para que simplemente sean lo que son…

El descanso nos creaturiza: apela a la creatura que somos y que es todo, y provoca así que nos reencontremos con nuestra identidad. No pretende mucho más: le basta con que nos dejemos envolver por el silencio, contemplemos naturaleza, presenciemos la vida ordinaria de nuestra familia y nuestros amigos, escuchemos a los otros, estemos con quienes necesitan sólo de nuestro estar y nos impliquemos en tareas básicas y sencillas.

El descanso nos sumerge en espacios y tiempos esenciales. Así que ojalá, vengamos del verano verdaderamente descansados

Fuente: Info SJ

Para Reflexionar en Verano: los Amigos y la Distancia

El mes de enero tiene un ritmo marcadamente diferente al del resto del año. Por eso compartimos algunos textos sobre los temas más populares de este tiempo…

 En los meses de verano muchos de nosotros viajamos, visitamos, hacemos turismo. Hacemos nuevas amistades y cuidamos las antiguas en un modo diferente. Francisco Javier nos sirve de ejemplo también en esto porque fue un hombre de amistad.

Desde que salió de Roma para ir a las Indias siempre tuvo presente a sus amigos en Europa. Se carteaba con ellos e incluso recortó las firmas de algunas cartas que recibía para llevarlas siempre consigo.

También tuvo esta actitud de cuidado de sus amigos en sus viajes por Asia, como demuestra una carta que escribe en enero de 1548:

«Acabada la Cuaresma, con mucho amor de todos, así de los cristianos como de los infieles, partí de Maluco para Malaca. Por la mar no me faltaron ocupaciones. Y en unas islas en que hallé cuatro navíos, estuve con ellos en tierra algunos 15 ó 20 días, donde les prediqué tres veces, confesé a muchos, y hice muchas paces. Cuando me partí de Maluco, por evitar lloros y llantos de mis amigos y amigas, en la despedida, me embarqué cuasi a media noche. Esto no me bastó para los poder evitar, porque no me podía esconder de ellos.»

Contemplar cómo habla Francisco Javier de la amistad, que se impone en situaciones difíciles, nos puede ayudar a entender cuando oímos decir: «Vosotros sois mis amigos» (Jn 15,14).

 Fuente: Espiritualidad Ignaciana

Para Reflexionar en Verano: los viajes

El mes de enero tiene un ritmo marcadamente diferente al del resto del año. Por eso compartimos algunos textos sobre los temas más populares de este tiempo…

 ¿Qué hacemos en los viajes largos? Esos viajes en los que no queda más remedio que permanecer sentado, horas y horas, mientras todo pasa. Quietos en el asiento de un autobús o en un tren que viaja hacia algún lugar lejano.

Es una oportunidad para seguir contemplando. Miramos la vida que se mueve mientras estamos quietos con los sentidos abiertos. Vemos la gente que comparte su asiento y viaja como nosotros, los que se quedan y los que se van, los que trabajan o descansan y nos miran pasar. También los lugares por los que atraviesa el camino transmiten su historia y su belleza a cada viajero.

Cuando viajamos podemos percibir que el Señor nos va acompañando y sigue actuando en nuestro entorno. Aunque estemos quietos o en movimiento. Es un buen momento para rezar por todo ello y ofrecérselo a Dios con agradecimiento.

Fuente: Espiritualidad Ignaciana

Epifanía: Buscadores de Dios

En el día de la Epifanía del Señor, recordamos a esos magos que emprendieron una travesía desde el Oriente siguiendo una señal, que no sabían bien hacia dónde los llevaría ni qué encontrarían allí.

Así también nosotros nos encontramos en una constante búsqueda por encontrarnos y llenarnos de Dios, aunque a veces caminamos a oscuras y llenos de incertidumbres. Compartimos con ustedes este texto para seguir reflexionando.

 Por Dani Cuesta SJ

 Tú que le has sentido dentro, busca y camina, sal a su encuentro, vuelve adonde le viste, camina y corre a su lado.

 Buscador de Dios, porque un día te habló muy dentro, te trató como nadie lo había hecho, te puso un nombre nuevo y te descubrió quién eras.

 No te importe que ahora no le sientas, no te asustes cuando te encuentres vacío, no temas si a veces dudas y piensas que todo fue un sueño.

 Sigue adelante, rastrea su presencia, ponte a tiro. Recuerda esos días en que lo intuiste, vive de ellos pero camina en su búsqueda.

 No intentes retenerle, pues se te escapará. No te acostumbres a Él, pues siempre sorprende. Cuando creas que ya lo sabes todo, vuelve a aquel momento en que buscabas a oscuras y deja entonces que te asombre, ilumine y desborde.

 Buscador de Dios, no estás solo, Él va contigo. Junto a ti caminan otros con los que puedes compartir, dejarte enseñar y aprender.

 Vuélvete hacia dentro y busca, sal hacia fuera y comparte. Confía y agradece, ora y camina. Busca siempre, aunque quizá cuando te canses y pares, Él te encuentre.

 Fuente: Pastoral SJ