Fallecimiento del P. Carlos Cravenna SJ

El miércoles 27 de julio falleció en la Enfermería del Colegio Máximo de San Miguel, provincia de Buenos Aires, el padre Carlos Cravenna sj. Tenía 85 años de edad, 62 años de jesuita, y 49 años de sacerdote. Nació el 1 de mayo de 1937 en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, y cuando tenía 23 años ingresó al Noviciado de la Compañía de Jesús.

FORMACIÓN EN LA COMPAÑÍA

  • Ingresó a la Compañía el 3 de enero de 1960, en Córdoba.
  • Hizo sus primeros votos el 6 de enero de 1962 en la Quinta del Niño Dios (Córdoba). El
    celebrante fue el P. Miguel Elizondo.
  • Estudió Literatura y Humanidades en el Noviciado (Córdoba) y en P. Hurtado (Chile), en el
    período 1962-1963.
  • Estudio Filosofía en el Colegio Máximo, en el período 1964-1966.
  • Realizó su Magisterio en el Colegio de la Inmaculada (Santa Fe), durante los años 1967-
    1968.
  • Estudió Teología en el Colegio Máximo, en el período 1969-1972.
  • Se ordenó sacerdote el 12 de mayo de 1973 en el Colegio Máximo por Mons. Carlos Ferrari
    (Mántara – Italia).
  • Realizó la Tercera Probación en Villa Barilari en el año 1974-1975.
  • Obtuvo el título de Licenciado en Teología y Profesor en Filosofía.
  • Hizo sus últimos votos el día 6 de junio de 1975, en Colegio Máximo. El celebrante fue el P.
    Jorge Bergoglio.

SUS PRINCIPALES TAREA APOSTÓLICAS FUERON

  • Operario. Colabora en C.E.S.I. Curia Provincial (1973).
  • Ministro. Colegio Máximo de San Miguel (1974-1976).
  • Ministro. Consultor. Archivero. Operario. Prefecto de salud. Colegio Máximo (1978-
    1984).
  • Ministro. Catequista. Delegado ACIC. Colabora en la parroquia “Jesús Resucitado”.
    Santa Fe (1986-1992).
  • Consejero espiritual. Noviciado. Córdoba (1998).
  • Asesor Pastoral en la Facultad de Medicina. Asesor de exalumnos. UCC (2000-2001).
  • Ministro. Ecónomo. Residencia de Córdoba (2003-2009).
  • Profesor y Asesor Pastoral. UCC. Residencia de Córdoba (2009-2010).
  • Ecónomo. Profesor y Asesor Pastoral de la UCC. Residencia de Córdoba (2011-2012).
  • Residencia de Córdoba. Ecónomo. Capellán Casa de la Bondad (2013-2019).
  • Ora por la Iglesia y la Compañía. Enfermería del Colegio Máximo (desde 2019).

Rezamos por su eterno descanso y le damos gracias a Dios por su vida.

Misión jesuita en Quilmes

Un grupo de estudiantes jesuitas misionaron durante las vacaciones de julio en la comunidad San Francisco Solano, en Buenos Aires. La presencia de los jesuitas llegó a esa localidad a comienzos del año 2020, cuando asumieron una nueva misión dentro de la diócesis de Quilmes: acompañar a las comunidades de las Parroquias Nuestra Señora de las Lágrimas y Nuestra Señora de Luján. En esta oportunidad, Martín Algorta sj y Juan Pablo Suarez sj, quienes llegaron a Solano desde Córdoba para compartir diez días de misión, nos acercan su testimonio sobre la experiencia de encuentro con tantos rostros que los recibieron con generosidad y amabilidad.

Martín Algorta sj

La primera impresión al volver a Solano después de haber realizado el año pasado la misión desde la comunidad María Peregrina de la parroquia Ntra. Señora de las Lágrimas, como experiencia de adviento del noviciado, fue encontrarme con la alegría de mucha gente que durante ese mes se había entusiasmado y ahora desplegaban esos deseos y esa alegría novedosa en algún espacio de servicio, en el cual comparten su alegría de vivir siguiendo al Señor, y contagian ese entusiasmo a otros. Fueron muchos, algunos ejemplos son Patricia, Roberto, Claudia, Alberto y Beatriz, quienes ahora están acompañando como madrazas y padrazos del primer umbral del Hogar de Cristo (“El Principio”) que se encuentra en el predio de la capilla.

Esta vez nos recibieron desde la comunidad San Jorge, y con Juan Pablo nos tocó trabajar sobre todo con los distintos grupos de jóvenes que participan en las diversas comunidades de las parroquias. El sábado a la noche hicimos un fogón en donde participaron alrededor de 30 jóvenes de distintos grupos: de la confirmación de tres comunidades distintas (María Esperanza de los Humildes, Caacupé y San Jorge), del grupo de la parroquia de Luján, participaron también dos jóvenes del Hogar de Cristo y muchos otros. En esta actividad y en otras que les propusimos, fue mucho el entusiasmo y las ganas expresadas por los jóvenes de conocer a otros con los que puedan compartir su fe, sus ganas de vivir, sus búsquedas, sus miedos y de seguir conociendo a Jesús y sus caminos de amistad.

Por último, me gusta destacar la posibilidad de compartir la misión también con estudiantes que tienen más años en la Compañía y con los jesuitas que están en la comunidad y a cargo de las obras apostólicas. Conocerlos en el servicio a los demás es conocer a los compañeros queriendo desplegar lo mejor que tienen. Verlos y escucharlos a ellos transmitir su experiencia de Dios, sus alegrías y esperanzas me trae mucho consuelo y ánimo para el camino.

Juan Pablo Suarez sj

En mi caso, hasta ahora no había tenido la oportunidad de conocer la nueva comunidad en la diócesis de Quilmes. Desde que Rafa nos escribió a toda la provincia allá por septiembre de 2019 con el llamado a discernir ofrecerse para la nueva misión y la posterior generosidad de los compañeros que transmitieron su disponibilidad, no pude quedar menos que entusiasmado por poder conocer el horizonte apostólico que se abría. Después de estos escasos 10 días que pudimos misionar en las distintas comunidades de las dos parroquias, los distintos umbrales del Hogar de Cristo y en la misma comunidad jesuita (uno es consciente que, como jesuitas jóvenes, con la sola presencia a veces también agitamos los espíritus de nuestros compañeros más experimentados), pude vivenciar una compañía con potencia apostólica, con creatividad y alegría por anunciar el evangelio entre los más pobres.

Fueron muy pequeñas las actividades que pudimos realizar: diversas charlas de espiritualidad ignaciana para distintos públicos, reavivar el espíritu misionero y la alegría de la fe con los jóvenes y variadas visitas a las casas del barrio. Sin embargo, y a pesar de la sencillez de la siembra, pude reconocer cómo es Dios quién trabaja en el corazón de su pueblo a través de pequeños gestos, y se nos regaló ser testigos de lo fructífera y motivadora que resultó la misión para muchos jóvenes y adultos. Ya más en lo personal, el poder dejar -por un rato- los libros de lado y poner la misión de la compañía -la misión de Cristo- en el centro, patear el barrio y sentir las tensiones de la vida apostólica, me resulto provocador para seguir reflexionando sobre nuestra vocación y labor, y sobre todo absolutamente renovador espiritualmente hablando.

Comunicado 1|8|2022

Buenos Aires, 1° de agosto de 2022

 

El 13 de julio pasado dos exalumnos del Colegio del Salvador presentaron un escrito ante el Provincial de la Compañía de Jesús solicitando una reparación económica por situaciones abusivas que ambos sufrieron en el año 2002 de parte de César Fretes, religioso jesuita. El 16 de julio hicieron público su testimonio en la prensa escrita y luego en otros medios.

El rector del Colegio y el delegado de prevención de la Provincia publicaron ese mismo día una carta a la comunidad educativa y a la opinión pública, lamentando profundamente lo ocurrido y pidiendo perdón a todas las víctimas. Fretes fue dimitido de la Compañía en 2007 y falleció en 2015. En el curso de todos estos años los hemos escuchado, a sus familias o a ellos mismos, y les hemos ofrecido y ofrecemos acompañamiento. Seguimos atentos y respondiendo a todos aquellos que se quieran acercar a hacer su denuncia o dar su testimonio. Buscaremos también crear algún espacio para que la palabra pueda circular entre todos los que quieran expresarse.

En el día de hoy dimos respuesta a la petición efectuada por los dos exalumnos, representados por el Dr. Carlos D. Lombardi. La respuesta se fundamenta en estos cuatro puntos:

1. Las autoridades de aquel tiempo procedieron como correspondía de acuerdo con las normativas penales (estatales) y canónicas vigentes en esos años.

2. En consecuencia no hubo encubrimiento dado que la ley vigente en aquel momento no facultaba a las autoridades del Colegio a hacer la denuncia. El art. 72 del Código Penal de la Nación, hasta la reforma del 25 de octubre de 2018, no contemplaba la denuncia de oficio.

3. No hubo tampoco encubrimiento a nivel canónico porque las autoridades del Colegio pusieron en conocimiento de los hechos al superior provincial de la Compañía en aquel momento, quien actuó en consecuencia, apartándolo del colegio, imponiendo las medidas cautelares correspondientes, llegando hasta la dimisión.

4. La Compañía puso a disposición de los reclamantes acompañamiento, asistencia, apoyo psicológico y terapéutico, conforme a nuestros protocolos y a los documentos de la Santa Sede. Una eventual reparación económica se hará en la medida que sea dispuesta y determinada por las autoridades competentes.

Una vez más lamentamos profundamente lo ocurrido, sentimos pesar por el dolor de las víctimas, renovamos nuestra disposición a escucharlas, y nuestro compromiso de continuar generando ambientes sanos y seguros en todas nuestras obras e instituciones.

 

P. Alvaro Pacheco, SJ
Delegado para la Prevención

 

Comunicado 1/8/2022.pdf

Clausura del año ignaciano y Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

En el día de ayer, acompañado por la comunidad ignaciana presente en Loyola y en el mundo, el P. Arturo Sosa SJ celebró una misa con ocasión de la Clausura del año ignaciano. Bajo la insignia «Ignatius 500», el año ignaciano comenzó el 20 de mayo de 2021, aniversario de la herida sufrida por Ignacio en Pamplona, y finalizó ayer 31 de julio de 2022, festividad de San Ignacio.

La celebración fue un momento para agradecer por este tiempo que la Compañía de Jesús dedicó a la reflexión y a la búsqueda de una mayor y mejor entrega en el mundo que vivimos y habitamos, así lo expresó el P. Arturo Sosa sj en su homilía: «Nuestro tiempo es tan complejo como lo fue el de Ignacio de Loyola. Si aquí en Loyola comenzó para él un nuevo itinerario de vida con su conversión, hoy, otra vez en Loyola, cada uno de nosotros recibe la invitación a comprometerse con generosidad en el servicio de los demás, con una entrega total. Ese ha sido el objetivo que nos ha acompañado a lo largo de este año ignaciano.«

Siguiendo la fórmula del padre Pedro Arrupe SJ (1972), Arturo Sosa SJ renovó la Consagración de la Compañía al Sagrado Corazón de Jesús e invitó a todas las comunidades ignacianas del mundo a sumarse a esta iniciativa. «Renovamos la consagración de la Compañía al Corazón de Jesús y te prometemos la mayor fidelidad pidiendo tu gracia para continuar sirviéndote a Ti y a tu Hijo con el mismo espíritu y el mismo fervor de Ignacio y de sus compañeros.«

Reviví la celebración aquí

 

 

 

 

Fallecimiento del P. Diego Fares, SJ

En el día de ayer, martes 19 de julio, falleció en Roma el padre Diego Javier Fares SJ. Tenía 66 años y venía transitando una larga y dolorosa enfermedad.

Diego Fares nació en Mendoza el 9 de agosto de 1955. Ingresó al Noviciado de la Compañía de Jesús en 1976. Hizo sus primeros votos el 21 de febrero de 1978, en el Colegio Máximo, el celebrante fue el P. Jorge Bergoglio. Realizó gran parte de sus estudios en el Colegio Máximo de San Miguel y el día 15 de agosto de 1989 hizo sus últimos votos.

Trabajó durante veinte años en el Hogar de San José, un centro de acogida para adultos en situación de exclusión o extrema pobreza en Buenos Aires, y junto con el hoy arzobispo de Córdoba, monseñor Ángel Sixto Rossi SJ, fundador del movimiento Manos Abiertas, ayudó en la Casa de la Bondad, para personas con enfermedades terminales.

Actualmente vivía en Roma, donde afrontaba su enfermedad, y formaba parte del equipo del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica.

Escribió frecuentemente en revistas de Filosofía y Espiritualidad, tenía un blog donde escribía sus «Contemplaciones del Evangelio» y algunos de sus libros publicados fueron: «Formar el corazón en esperanza» (2001), «La oración en los ejercicios Ignacianos» (2002), «La contemplación en los Ejercicios Ignacianos» (2006), «Pequeños gestos con gran amor» (2006), junto con monseñor Rossi; «El olor del Pastor» (2015), «Cuidar al Pastor» (2016), «Papa Francisco. La Cultura del Encuentro», entre otros.

Los jesuitas en Argentina y Uruguay rezamos por su eterno descanso y le damos gracias a Dios por su vida.

Francisco Bettinelli sj sobre la despedida a los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora

Testimonio de Francisco Bettinelli SJ (ARU) sobre lo vivido en la misa de despedida de los compañeros jesuitas Javier Campos SJ y Joaquín Mora SJ, asesinados el pasado 20 de junio en Cerocahui, Tarahumara, México.

“Tomen y coman todos de él, porque éste es mi cuerpo…”

Pocas veces las palabras de la consagración me hicieron tanto sentido como en la misa de despedida de nuestros compañeros Javier Campos SJ y Joaquín Mora SJ en Cerocahui, México. “Sangre de la Nueva Alianza que será derramada por ustedes…” No era solo un rito, estábamos parados en el mismo presbiterio donde ambos fueron asesinados y su sangre derramada. Diría Santo Tomás, el signum indicó la res. En medio de todos los concelebrantes, dos velas encendidas recordaban el lugar donde perdieron su vida. Frente al altar, los rostros de tantas personas recordaban por quiénes dieron su vida. 50 y 23 años al servicio del pueblo rarahumarí y mestizo de la sierra Tarahumara que ahora los despedía entre lágrimas, cantos y bailes.

Las vueltas de la Providencia me llevaron a ser testigo de ese momento tan sagrado. No fue solo un funeral. Fue una semana entera de angustias, dolores, consuelo y esperanza. Cuentan que los días siguientes al asesinato no se movió un alma en Cerocahui. Todos encerrados en sus casas. Con miedo. Sin entender. Lejos, en Creel, una señora decía por la calle “el pueblo está triste”. Y era verdad. La sensación de que se cruzó una línea. Y si habían asesinado a los padres, ¿qué podía pasar con los demás que están menos protegidos?.

Los cuerpos recuperados a los tres días marcaron un quiebre. La misa en Chihuahua el sábado siguiente fue un ir y venir constante de la gente. Y comenzó la procesión por las sierras. De pueblo en pueblo, por el desierto, los montes, los bosques y las quebradas, los cuerpos fueron remontando las siete horas que separan a Cerocahui de la capital del estado. Y en cada pueblo o paraje la gente esperaba con guirnaldas y banderas blancas marcaban el signo de su paso.. 

“Vamos a buscar a los que están vivos” dijo uno de los sacerdotes cuando el cortejo fúnebre llegó a la ciudad de donde salieron escondidos en alguna camioneta. Y estaban vivos. Vivos en la gente que después de días se animó a salir. A salir para acompañar en su último trayecto a quienes recorrieron tantos caminos entre pueblo y pueblo, paraje y paraje por los senderos encumbrados de la sierra.

¿A quiénes lloraban? Lloraban a quienes bautizaron a sus hijos, pero en mi opinión lloraban mucho más. Lloraban la realidad que se vive. La injusticia a la que se ven expuestos. La impunidad. El riesgo constante de saber que la vida se vuelve moneda de cambio. Lloraban a sus propios desaparecidos. Hermanos, padres, vecinos, hijas… Todos tienen alguien a quien llorar. Pero no todos tienen el privilegio de encontrarlos. 100 mil desaparecidos lleva México en los últimos decenios. En los cuerpos encontrados se podía llorar a los cuerpos que todavía no se encontraron. Que andan perdidos. Que siguen errantes siendo buscados.

Por eso la velación pareció corta. Toda la noche de música y danza. Cada pueblo se fue turnando. Pasando uno por uno. Haciendo los bailes ancestrales rarahumarís. Llenando de color y de luz la sombra. “Hay que bailar hasta que amanezca un nuevo día”. Y vaya si amaneció. Un sol radiante que alumbraba la esperanza de que estas muertes no quedarán sólo allí. La certeza de que no pueden quedar solo allí. Que no pueden ser en vano. Que no pueden rendirse a la banalidad del mal. Que hay resistencia posible. Que existen otras opciones. Que la paz y la justicia no es solo un anhelo, sino un deber. Y que ese deber comienza honrando a quienes se vuelven luz y faro para su búsqueda.

Hermanos jesuitas de todo el mundo se encuentran en la Curia General

Durante la semana del 3 al 10 de julio, casi cuarenta hermanos jesuitas se encontraron en la Curia General en Roma para compartir su experiencia de vida religiosa como Hermanos. ¿Qué significa hoy ser religioso jesuita sin ser sacerdote? ¿Qué significa ser jesuita, según la experiencia de los miembros de la Compañía que han optado por la vida religiosa sin incluir el sacerdocio?

Se han propuesto temas de reflexión, momentos de oración e intercambios. Se ha tratado de la formación jesuita para los Hermanos y de formas de promover vocaciones a la Compañía que abran un amplio espacio a la vocación de Hermano. Se trató de ver más claramente lo que significa, para un Hermano, su participación en una comunidad apostólica. Y, ya hacia el final, se intentó identificar las vías por las que los hermanos podrían mantener y mejorar la comunicación entre ellos.

Todo comenzó con el Padre General, quien, desde que asumió el cargo, no ha dejado de acentuar la relevancia de los Hermanos para la vida de la Compañía: cuánto alimentó su propia vocación de jesuita el ejemplo de los Hermanos que había conocido en el colegio. Durante la primera sesión, hablando en español y dejando de lado el texto que tenía escrito, contó anécdotas, abrió su corazón y reiteró lo mucho que contaba con sus compañeros Hermanos para hacer que la Compañía fuera plenamente ella misma.

He aquí algunos elementos del “discurso” del General, que quería ser, ante todo, una introducción a la oración personal y comunitaria que iba a seguir.

“En esta introducción, les ofrezco algunos puntos de oración sobre la dimensión profética del carisma de la Compañía de Jesús.

El profeta es llamado y hace opción por el seguimiento de la llamada. Experimenta la presencia de Dios aunque no se sienta digno, su vida se transforme gracias a la misericordia que le ayuda a cambiar de vida… es un converso que suelta las riendas de su vida. Escucha la voz de Dios… opta por seguirla.

El profeta se mira a sí mismo por lo que es, no por lo que hace. Es una persona reconocida como hombre o mujer de Dios ya que ha experimentado al Señor en su corazón y reconoce su presencia en la historia, en la vida de las personas con las que comparte su vida. El profeta viene del pueblo, no de una raza o de una clase o de un clan. El profeta es enviado. El profeta experimenta con tal fuerza la presencia de Dios en su vida y en la vida del pueblo que no puede quedarse tranquilo, callado, apartado… tiene que profetizar, entrar en diálogo con el pueblo para compartir la Palabra de Dios que va escuchando.

Sin importar lo que haga, un Hermano Jesuita es un hombre de Dios que ha elegido ser compañero de Jesús, para compartir su vida, su palabra y su misión de reconciliación y justicia, proclamando que el Reino de Dios está cerca.

La dimensión profética de la vida-misión del Hermano jesuita se expresa en tener la mirada puesta primero en Dios; en que busca, encuentra y hace ver el camino hacia Dios; en que se opone al clericalismo, a la ambición desmedida, al abuso de poder; en su libertad interior que le lleva a dar testimonio de lo esencial de la vida religiosa; en la felicidad de caminar con Jesús, pobre y humilde, sirviendo en lo que se necesite.”

Lee los testimonios de José María Tejedor García, SJ y Guy Consolmagno, SJ aquí: TESTIMONIOS

Comunicado del Colegio del Salvador

COMUNICADO DEL COLEGIO DEL SALVADOR

Buenos Aires, 16 de julio de 2022

Estimada Comunidad Educativa:

En el día de hoy dos exalumnos brindan su testimonio en la prensa sobre situaciones de abuso sufridas en nuestro Colegio en el año 2002. Al respecto queremos ofrecer algunos elementos adicionales de información.

Al final del ciclo lectivo 2003 se recibió la primera denuncia de abuso de menores contra el entonces Hermano jesuita César Fretes. Las autoridades de la Compañía decidieron sacarlo inmediatamente del Colegio para evitar que hiciera más daño, fue apartado de todo trato con menores y, luego de un proceso interno, fue dimitido de la Compañía de Jesús. Las familias en ese momento no estimaron oportuno hacer una denuncia en el ámbito civil, algo que sólo ellas podían hacer, de acuerdo con la legislación de esa época. César Fretes murió en el año 2015.

Lamentamos profundamente lo ocurrido. Durante estos años hemos recibido a víctimas de César Fretes, incluyendo a los que hoy brindan su testimonio. Los hemos escuchado y les hemos ofrecido y ofrecemos acompañamiento. El dolor es grande y por eso pedimos perdón a las víctimas. No debieron sufrir eso en nuestra institución.

Como parte de la toma de conciencia de toda la Iglesia en relación con este flagelo, en los años sucesivos hemos puesto en marcha protocolos (que se actualizan periódicamente) y mecanismos de prevención para evitar que vuelvan a ocurrir situaciones abusivas como las que lamentamos.

Si algún otro antiguo alumno se ha visto afectado y aún no se ha acercado a conversar, puede hacerlo por el canal indicado en Prevención de abusos – (jesuitasaru.org) o por cualquier otro medio.

En nombre del Colegio y de la Compañía de Jesús pedimos perdón a las víctimas por el daño causado, conscientes del dolor que todavía hoy se manifiesta, y nos comprometemos a poner todos nuestros esfuerzos en el acompañamiento de todos los afectados, así como continuar los máximos empeños de prevención para evitar que se repita este tipo de abusos.

P. Jorge Black sj – Rector
P. Álvaro Pacheco sj – Delegado para la prevención de abusos

Beatificación de los Mártires del Zenta

Un sacerdote diocesano, don Pedro Ortiz de Zárate, y un jesuita originario de Cerdeña, Giovanni Antonio Solinas, serán beatificados en Argentina el  2 de julio de 2022; ambos se entregaron en cuerpo y alma a la evangelización de los pueblos indígenas durante la época de las “misiones jesuíticas” en la segunda mitad del siglo XVII. Otros cristianos, dieciocho en total, también dieron su vida en el marco de esta misión.

Nacido en 1643 en Cerdeña, Giovanni Antonio Solinas conoció a los jesuitas en el colegio y recibió de ellos una sólida formación cultural y religiosa; decidió entrar en la Compañía de Jesús nada más terminar sus estudios, con el sueño de ser misionero en “las Indias”. San Francisco Javier era su modelo. Después de su ordenación sacerdotal, fue enviado a Paraguay y trabajó durante diez años en las famosas “Reducciones” que los jesuitas habían establecido para que los pueblos indígenas pudieran vivir mejor y en paz. Luego fue enviado al Valle del Zenta, hoy en la provincia de Salta en Argentina, para llevar el Evangelio a los indígenas Hohomás. Allí fue martirizado el 27 de octubre de 1683. Desde el momento de su trágica muerte, se habló de su santidad tanto en los territorios de misión como en Cerdeña.

La causa de beatificación de los dos sacerdotes mártires de entonces, uno diocesano y otro jesuita, fue llevada por la diócesis de Orán bajo la responsabilidad de la postuladora, la Hna. Isabel Fernández, de la Congregación de las Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey:

“Es una inmensa alegría ofrecer este testimonio. Para mí, hija de la Iglesia, el martirio es un don excelso y la prueba suprema de amor, porque un discípulo acepta libremente la muerte por seguir a Jesús. Como hija de esta tierra argentina, admiro a los hombres y mujeres que dieron su vida para construir esta nación y sembrar en ella el Evangelio.

La presencia de los pueblos originarios es antigua y muy diversa. Su encuentro con los españoles, está cargado de luces y de sombras, cada vez mejor estudiadas. Pero de la historia de la evangelización siempre surgen ejemplos maravillosos.

Estudiar este martirio sucedido en 1683, en un despoblado valle del Zenta (Salta), era un verdadero desafío. Pero una abundante documentación civil y eclesiástica lo hacía posible. En ello pusieron interés los obispos de la Nueva Orán, como los historiadores y los testigos actuales de su fama. Mi tarea fue impulsar y guiar el trabajo de todos ellos, a quienes estoy muy agradecida. En pocos años se completaron los pasos de las fases diocesana y romana de la Causa.

Me sorprenden las muchas etnias indígenas de la región, sus costumbres, dificultades y sufrimientos. La relación con los conquistadores fue conflictiva. Sin embargo, mucho valoro a la gente valiosa, que como Pedro Ortiz de Zárate fue amante de los indios, siendo encomendero, alcalde y luego párroco, como también a los indios amigos que colaboraron con él – aunque hubo otros hostiles por razones comprensibles. Admiro a los jesuitas misioneros, como el padre Solinas, que compartieron todo con los indios, de forma generosa y abnegada, para sembrar entre ellos amistad, paz y la Palabra de Dios.

La llegada de la comunidad misionera al Chaco, formada por criollos, españoles, indios, negros y mulatos, hombres y mujeres, fue un hecho memorable. Dieciocho de ellos, con los dos sacerdotes, dieron allí la vida por vivir y anunciar el Evangelio. Hoy vuelve a resonar el llamado de Dios a respetar las naciones originarias, sin perder el celo apostólico de los discípulos misioneros de Jesús; y creo que aún es posible reunir carismas y fuerzas por el Evangelio y la salvación de los hombres.

Fuente: jesuits.global/es

Sinodalidad es caminar juntos

Un grupo de Comunidad de Vida Cristiana (CVX) comparte una reflexión sobre la sinodalidad, las preguntas que surgen en torno al tema, y la invitación que nos deja pensar en una Iglesia Sinodal.

Reflexión

El domingo nos juntamos en la parroquia San Alejandro a intercambiar ideas a partir de las reflexiones que inspiró un panel conformado por su párroco, Richard Arce y tres miembros de la CVX: María Márquez, Agustina Langwagen y Macarena Sarroca.

En nuestro corazón y mentes quedaron resonando algunas preguntas: “¿Cuáles son los modos de ser Iglesia? ¿Qué es ser Iglesia? ¿Qué es caminar juntos?”

En un contexto de crisis algunas claves parecen ser la apertura, la humildad y el desafío de ser portadores de alegría. A todos quienes somos parte de la Iglesia desde nuestra vocación particular se nos llama a la corresponsabilidad, nos sentimos parte en tanto “hacemos parte”.

Como CVX reflexionar en clave sinodal nos interpela nuestros propios modos de animar a la participación, en especial la de los más jóvenes y cómo nos vinculamos a su vez con nuestros hermanos de la Iglesia local y con la sociedad en general.

Para intentar darnos tiempo para hacer preguntas, compartimos un texto que da marco al encuentro.

Richard Arce – Sinodalidad.pdf