Aprovechando la visita del Cristóbal Fones SJ a Mendoza, Marcos Alemán SJ, Párroco de la Parroquia Virgen de los Pobres, lo invitó a recorrer uno de los lugares donde los jesuitas hoy realizan algunas actividades pastorales: la cárcel. Marcos nos cuenta entonces, cómo fue esa experiencia.
Por Marcos Alemán SJ
El pasado viernes 13 de septiembre, en el marco de la visita de Cristóbal Fones SJ, visitamos al penal de Almafuerte, uno de los tantos penales que hay aquí en Mendoza. En este mismo penal estamos acompañando el proyecto de rugby que lleva el nombre “Caciques”.
Llevar arte y vida allí donde está más ausente
Nuestra intención era poder abrir un espacio de música y arte en un lugar de encierro. Los mismos internos a veces ven el penal como un espacio donde no tiene lugar la vida. Una vez que les propuse que celebráramos los cumpleaños, los mismos internos me dijeron “acá no se cumplen años, acá solamente se cuentan los días para salir”.
Allí quisimos estar presentes con Cristóbal, como un espacio de libertad entre las rejas. Con la intención, primero, de compartir un buen momento, tanto para ellos como para nosotros. Pero también para recuperar el arte que en cada uno de ellos puede haber dentro, ya sea música o baile. Que puedan recuperar esa dimensión artística para expresarse.
Una mañana especial en el Penal
El encuentro, que duró toda la mañana, tuvo tres momentos. Primero se hizo una bienvenida gratuita, de agasajo y de compartir. Es impresionante como el interno comparte de lo que no tienen y se desviven por atendernos bien. Ya sea con el mate o con el paquete de galletitas que tienen guardado que les dejó la visita, que en la cárcel es todo un tesoro. Todo esto lo comparten con uno.
Luego, salimos al patio, armamos un altar, y allí rezamos un rosario a la Virgen. Esta actividad la realizamos comúnmente cada 15 días. Entre misterio y misterio Cristóbal nos ayudaba con una canción, para que todos pudiéramos cantar y rezar. Cada uno de ellos iba compartiendo sus intenciones en voz alta. De a poco llevamos rosarios, para que aprendan a rezar con ellos.
Al finalizar, varios nos volvimos para dentro del pabellón y quedó un grupo más pequeño con Cristóbal. Se quedaron cantando y algunos que sabían tocar algo de guitarra también lo hicieron. Al ser un grupo más pequeño ayudó a que afloren más sentimientos y Cristóbal pudiera, desde su experiencia, contener.
Frutos para seguir creciendo
El interno es muy agradecido con cualquiera que de la calle vaya a visitarlos. Ellos se sorprenden mucho de que uno vaya allí, no por trabajo, no por una plata, sino simplemente por acompañarlos y estar bien con ellos.
También queda lo que yo llamaría “el desafío rapero”. Uno de los internos es muy bueno rapeando, pero hace rato que ya no hace, porque, me decía él, “todo mi rap está ligado a la violencia”. Esta música yo tengo que aprender a conectarlo con otro lugar que no sea la violencia, pero todavía no me sale y el penal tampoco me inspira mucho. Espero que esta sea una semilla dejada por Cristóbal que dé frutos en él, para podamos seguir adelante con este desafío rapero.