3° Preferencia Apostólica Universal: Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador
El Padre Marcelo Amaro SJ tiene un largo recorrido en el trabajo con jóvenes. Fue, hasta hace poco, director del Centro Manresa (Centro de la Pastoral Juvenil y Vocacional de Argentina Uruguay); y encargado de Pastoral Juvenil y Vocacional en ARU y más tarde de Latinoamérica y el Caribe (CPAL).
Por Marcelo Amaro SJ
Esta es la formulación de la tercera preferencia apostólica de la Compañía de Jesús. La Compañía de Jesús, en sintonía con la Iglesia que camina de la mano del Papa Francisco, nos invita a reconocer una inmensa diversidad de grupos y culturas juveniles; y a reconocer, también, que los jóvenes viven en un mundo que está en constante cambio, que los afecta tanto en su presente como en su perspectiva de futuro.
Acompañar, implica caminar junto a ellos, conocer profundamente lo que interiormente los mueve, para poder ser sus amigos y servidores. La gran mayoría de los jóvenes viven en situaciones de pobreza, y en contextos que acotan sus posibilidades de elegir libremente la vida que desean vivir. Queremos comprometernos a trabajar junto a ellos, para abrir caminos de esperanza en un presente que construya el futuro.
Recibí esta preferencia como confirmación de un camino en el que hace tiempo venimos trabajando. Hace varios años, tanto en América Latina como en nuestra Provincia Argentino-Uruguaya, hemos asumido el desafío de llegar a una mayor cantidad de jóvenes, y ofrecerles la oportunidad de un camino de crecimiento en la espiritualidad, en el conocimiento de sí mismos, promoviendo procesos de maduración, y en el servicio a los más necesitados. Así es que la fe, la formación y el servicio, vividos en comunidad, se transformaron en los pilares de la Red Juvenil Ignaciana.
También, recibí esta preferencia como impulso renovador; una invitación a no quedarnos cómodos en lo que hemos caminado, sino a renovar nuestra pastoral para llegar a más jóvenes y para adaptarnos a los jóvenes de hoy. Esto nos implica una auténtica conversión. Se trata, por una parte, de la necesidad de ser rigurosos en conocer los mundos juveniles, y, por otra, de ponernos en movimiento para caminar junto a ellos. Tenemos que situarnos junto a los jóvenes, conocer sus demandas, sus lenguajes y sus modos de procesar las experiencias. Así, podremos repensar las propuestas pastorales, integrando a los propios jóvenes en esta misma reflexión. Necesitamos caer en la cuenta de que no es suficiente una pastoral para los jóvenes, sino con los jóvenes, siendo ellos sujetos activos en la propuesta pastoral. Creo que si bien es un camino que venimos haciendo, tenemos que seguir profundizando en ello, y que esta dimensión del caminar junto a los jóvenes, impacte en nuestra estructura pastoral.
Creo que esta preferencia nos desafía a integrar una propuesta múltiple, en la que los distintos jóvenes puedan encontrar focos de interés que les sean significativos. Quizás, nos encontramos con el desafío de proponer múltiples modos de acercarnos a los jóvenes para integrar así tanto la diversidad de acciones como el mismo cambio en nuestras propuestas. Una pastoral plural es aquella que busca crear vínculos; que se anima a escuchar las inquietudes de los jóvenes y que convive con la incertidumbre propia de ellos. Es una pastoral que no se plantea rígida y que busca acompañar las diversas formas de vivir lo religioso y eclesial. Se trata de una pastoral que no impone, no manda, sino que al modo de Jesús, propone, invita, y pregunta ¿qué les parece?, dirigiéndose al entendimiento; y pregunta, también ¿quieren vivir esto?, apuntando a la voluntad y a la libertad de los jóvenes.
¿Qué podemos hacer?
Primero, podemos partir del convencimiento de que tenemos una espiritualidad honda, sana y que en sus venas está el adaptarse a las personas, tiempos y lugares.
Se nos hace necesario hacer un proceso de aprendizaje para poder ofrecer una Pastoral diversa y expansiva, que busque llegar a muchos desde distintas propuestas, siguiendo el impulso ignaciano de escuchar a los interlocutores y a ponerse en su lugar. Esto nos ayudará a abrirnos a lo que el Espíritu nos dice a través de los jóvenes, de sus búsquedas, anhelos y necesidades.
Creo que algo propio de este mundo en red, es la necesidad de en-red-darnos, y valorar así el aporte de todos, para buscar llegar a muchos, aunque la participación y la respuesta última sea de algunos. Hoy, la juventud, movida por la dinámica propia de las redes, nos dice que todos tienen voz y voto, que todos son de alguna manera líderes de sus propias búsquedas. En este último tiempo los jóvenes nos han mostrado que muchos que, quizás, no habíamos descubierto su liderazgo, siendo uno más entre tantos, manifiestan su opinión y promueven los valores que entienden como mejores. La juventud nos abre a una visión radicalmente democrática, solidaria y participativa de nuestras pastorales; reconociendo, también, con humildad, que nuestra propuesta, como la de Jesús, será una voz más entre tantas que llegan a los jóvenes; son ellos quienes, más tarde o más temprano, deberán poner en juego su propio discernimiento y libertad.
En esta realidad concreta y cambiante, encontramos que la Espiritualidad Ignaciana puede acompañar el camino de los jóvenes, y puede ayudar a que esta nueva realidad juvenil sea vehículo de un encuentro profundo con Dios, para que ellos puedan hallar caminos de libertad y de determinación, en pos de un proyecto esperanzador, de amor y justicia.