El miedo

Una reflexión sobre lo que dejarnos llevar por el miedo puede hacer en nuestra vida y cómo podemos hacerlo a un costado.

Por Robert Bonnet

Después de décadas de andar deambulando por el planeta Tierra, a veces me he visto forzado a aprender que mis miedos son mayoritariamente imaginarios. He estado temeroso de estar solo, temeroso de vivir en la pobreza y no ser capaz de proveerme a mí mismo las necesidades básicas tanto mías como aquellas de otros. He estado temeroso de los desafíos, como por ejemplo cuando me enfermé de vértigo y tuve que dejar de trabajar por muchos meses teniendo que proveer dinero para cubrir las necesidades para mi esposa y mis niños pequeños. También he experimentado temor cuando decidí depositar todo el dinero que me quedaba después del divorcio en la bolsa de valores, y luego lo perdí. Sí, yo todavía estoy aquí.

¡Qué caro suele costarnos el dejarnos llevar por el miedo! Probablemente, ningún villano o criminal, desastre ecológico o natural haya causado tantos estragos en la vida de las personas como el miedo.

Y quizás nos preguntemos de dónde es que viene este sentimiento. Lo interesante es que el miedo se alimenta de nosotros mismos. Es un virus emocional que nosotros cultivamos.

Permitir que este virus crezca y se propague, no sólo tiene consecuencias en la vida personal, sino en el curso de la Historia. Mirando hacia atrás, el miedo ha sido el detonante de la mayoría de los horrores y miserias entre los seres humanos.

Cuando miro hacia delante, pienso en el tiempo que aún me queda por vivir, prefiero imaginar que vendrá acompañado de oportunidades de hacer mi vida mejor y más plena de lo que ha sido hasta ahora. Trato de imaginarme el mejor camino que debo escoger. Es entonces cuando el miedo aparece como un resorte saltarín, gritándome: ¿Qué vas a hacer si tú no tienes una entrada de dinero fija? ¿Dejarás tu profesión atrás? ¿En que contribuirá esta decisión a tus procesos mentales?

Esta instancia es inevitable en la previa a tomar cualquier decisión. La pregunta aquí es, ¿cómo hacemos para que estos miedos no nos condicionen? Creo que la respuesta está en tratarnos a nosotros mismos con respeto y amor. No podemos dar lo mejor de nosotros a los demás si no creemos en eso. Si la compasión no es practicada primero en nosotros mismos, ¿cómo podemos compartirla?

La vida no solo está diseñada por el amor en sí mismo, sino está llena de ejemplos de generosidad y alegrías, amistad y grandeza. Leí un artículo sobre dos hombres discapacitados, uno ciego, y el otro un doble amputado, los cuales pasaron sus últimos trece años replantando árboles en una parcela de 8 hectáreas de tierra en una zona rural China con la intención de prevenir que las inundaciones destruyan su pequeño pueblo así como también mejorar el ambiente. Ellos recibieron una pequeña suma de dinero del gobierno local por sus esfuerzos.

Hasta el momento, ellos han plantado un estimado de 10.000 árboles. Los habitantes del pueblo los ayudan a arreglar sus herramientas, a veces cargando los arbustos que van a ser plantados. Haixa recibió noticas recientes de sus doctores sobre la posibilidad de recobrar la visión de un ojo en un futuro cercano. Haixa todavía insiste en que él continuará plantando árboles hasta el día de su muerte.

Si alguno de estos dos hombres se hubiera dejado llevar por el miedo, nunca habrían podido hacer un bien tan grande. Estos hombres son ejemplo a seguir para tantos a los que nos cuesta confiar en la grandeza de lo que podemos hacer si lo hacemos con amor.

Dorothy Thompson, una periodista estadounidense y locutora de radio, una vez dijo que sólo cuando ya no tenemos más miedo es cuando empezamos a vivir. Tenemos tantas virtudes dentro de nosotros, tanto potencial para hacer lo que queramos y lograr todo lo que deseamos. No hay limitaciones. El destino es un concepto errado. Nosotros somos los ingenieros de nuestras propias vidas. Quizás la discusión que está en juego es sobre seguir haciéndole caso al miedo, que es, principalmente, la diva sobreactuada de una novela. La única cosa a la que tenemos que tenerle miedo es al miedo en sí mismo.

Fuente: Teología HOY

 

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