Reflexión del Evangelio – Primer domingo de adviento

Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37

Domingo 1º de Adviento – Ciclo B

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

Comentario por Darío Mollá SJ

«No sea aque venga inesperadamente…»

Comenzamos este domingo el tiempo de Adviento, tiempo de preparación a la celebración del nacimiento del Señor. Este año litúrgico toma como evangelio dominical básico el evangelio de Marcos, el primero de los que se escribió. Para este primer domingo del año la liturgia escoge unos breves versículos del capítulo 13 que exhortan a la vigilancia y atención a la venida del Señor al final de los tiempos, para que no nos coja desprevenidos. Su contexto concreto es el capítulo 13 del evangelio de Marcos que es un discurso escatológico, del que estos versículos son su final. ¿Qué sentido pueden tener estos versículos, y la advertencia contenida en ellos, al comienzo del año litúrgico, en la preparación de la Navidad?

La pregunta puede tener su lógica: la agenda de la Navidad está clara, no hay sorpresas. En las calles, en los comercios e incluso en la liturgia: cuatro domingos de adviento y una fecha clave que es el 25 de diciembre. ¿Viene inesperadamente? Pues sí, inesperadamente: porque, aunque la fecha “oficial” esté fijada en el calendario, Dios nos sorprende, y nos sorprende cada año y cada vez, en los modos por los que se hace presente en nuestra vida y en las propuestas y desafíos que nos hace en cada momento.

Los modos y las formas como Dios se hace presente en nuestra vida son bien sorprendentes y bien imprevisibles. Lo fueron para los contemporáneos de Jesús, desde los pastores hasta Herodes, y lo son para nosotros. Basta hacer un ejercicio de memoria de nuestra vida para ver de qué modos tan diversos el Señor se nos ha hecho presente y nos ha tocado el corazón: a través de personas (muchas veces, las más inesperadas), de experiencias vitales (tantas veces o preparadas o imprevistas), en lugares no pensados (tantas veces no asociados al culto), en acontecimientos de la vida (positivos y también dolorosos)…

También nos sorprende Dios con aquello que nos pide en cada momento y que, tantas veces, ha desbordado nuestras planificaciones y proyectos. A veces nos pide decisiones que cambian radicalmente la vida y que nos cuesta asumir o que asumimos con alegría porque Él nos da la fuerza; a veces nos pide cambios de rumbo sorprendentes; a veces lo que nos pide son sencillamente pequeños gestos que nos sacan de la rutina…

Por todo eso, sí: Adviento es tiempo de estar atentos, vigilantes… y esperanzados. Porque si algo es cierto, seguro, es que el Señor vendrá a cada uno de nosotros y que cuando el Señor viene es para dar luz, paz, alegría, vida. Vale la pena estar atentos para que su paso no nos pase desapercibido.

centroarrupevalencia.org

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