Carta por el inicio del ciclo lectivo – Fe y Alegría

Querida comunidad de Fe y Alegría Argentina:

Me es muy grato ponerme nuevamente en contacto con Ustedes, al momento en el que estamos iniciando un nuevo ciclo de trabajo. Y este año es muy especial para todos nosotros y nosotras ya que no solamente celebramos el Bicentenario de nuestra Independencia Nacional sino también porque estamos cumpliendo nuestros primeros veinte años de vida a nivel país. Los grandes aniversarios son ocasiones propicias para la reflexión, para los balances y para generar acuerdos que nos ayuden a seguir construyendo y creciendo. Teniendo en cuenta los importantes festejos del presente tiempo, me gustaría trazar en esta carta ciertas similitudes que encuentro en los valores que subyacen en ambos acontecimientos.

La celebración del 9 de Julio nos interpela. Si en 1816 nos independizamos del yugo español, la pregunta que debemos hacer en esta instancia es ¿De qué debemos independizarnos hoy? ¿Cuáles son nuestras dependencias actuales? ¿El individualismo? ¿La indiferencia? ¿La educación que no es universal y no es de calidad? ¿La violencia? ¿La falta de trabajo para nuestros jóvenes y adultos? ¿El narcotráfico? ¿La pobreza?

Como sabemos, la Independencia no es únicamente una declaración hecha en un momento histórico determinado. Es algo que se construye día a día, es un proceso. Para un pueblo, la Independencia es un proyecto colectivo de país y de sociedad que se construye a partir del pasado, de las vivencias del presente y de los sueños del futuro. Podemos afirmar que la Independencia es Libertad. Libertad para disfrutar de los derechos y garantías que dimanan de nuestras leyes, como también libertad para cumplir con las obligaciones que el ser ciudadanos y ciudadanas nos imponen, con absoluta responsabilidad. La fecha “9 de Julio de 1816” es parte de un devenir histórico, plagado de consensos y disputas, conflictos y armonías, muchas alegrías y también tristezas ¿Encuentran alguna similitud con nuestro recorrido como Fe y Alegría en estos 20 años? Yo sí…

La Independencia no es una declaración escrita, es un grito renovado de libertad siempre joven. Como nuevo es también nuestro Ideario, que a pesar de los años que han pasado, nos marca lo que proponemos desde Fe y Alegría. Nosotros optamos y queremos construir con nuestras comunidades, con nuestros equipos directivos y educadores, con nuestros educandos y educandas. En definitiva, construir una sociedad más equitativa, con mayor participación y verdadero empoderamiento de las y los olvidados del sistema. Nosotros y nosotras, en estos 20 años de trabajo, con nuestras vidas, queremos gritar cada vez más fuerte: ¡Queremos ser libres! Libres del olvido; libres de la falta de oportunidades para nuestra gente; libres de violencia que nos roba la vida; libres de toda forma de adicción… Desde nuestros centros educativos y comunitarios queremos ser protagonistas del cambio. Queremos sumarnos a otros y otras en este desafío de soñar un mundo mejor porque somos conscientes que solos y solas no podemos.

El corazón de Fe y Alegría está compuesto por personas, ello nos lo recuerda nuestro escudo que contiene a una niña y a dos niños. Es decir, Fe y Alegría está formada, antes que nada, por personas con características específicas. Personas que son portadoras de la Identidad, en su ser, en sus vivencias y en su hacer. Personas que han ejercido y ejercen su impronta en la Institución. Y es desde esas vidas únicas e irrepetibles que somos llamados a construir este Movimiento en Argentina. El ser parte implica también asumir que debemos contar con ciertas características que han quedado “selladas a fuego” en estos años de presencia en Argentina y en el mundo. Fe y Alegría está conformada por personas capaces de experimentar indignación ante realidades de injusticia y sometimiento; capaces de ser movidos por esa realidad acuciante y ponerse en acción; capaces de comprometerse con los más pobres. Estamos movidos por nuestra fe, en la búsqueda constante de alternativas para dar las mejores respuestas; tenemos que ser capaces de combinar sano realismo con audacia, capaces de orientar la acción en sentido del “magis ignaciano”: ser hombres y mujeres para los demás, con una opción clara y definida por los pilares de la Educación Popular; con capacidad de convocatoria, para invitar a otras y otros a trabajar en red para generar mayor impacto con nuestra tarea en pos de la promoción social a través de la educación formal y no formal de calidad.

Lo que nos jugamos en esta celebración por el Bicentenario y los 20 años de presencia de Fe y Alegría en Argentina es nuestra Libertad. Lo que está en juego aquí es nuestra propia dignidad. Nuestra dignidad vulnerada en tantas personas con las que y por las que trabajamos. La dignidad humana que al decir del P. Francisco Roux sj “es la conciencia viva, en cada uno de nosotros y nosotras del valor no negociable de su propia persona, de una vocación que va unida a la propia capacidad de sentir, entender, amar y tomar decisiones libres, y de experimentar en el silencio y la belleza la posibilidad de acceder desde sí mismo a la experiencia del misterio”. Dignidad humana que se experimenta de manera diferente en la originalidad de cada persona y de cada pueblo, pero que siempre tiene el mismo referente para nosotros y nosotras, cristianos: la persona de Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre. Nosotros somos personas en comunidad. Por eso nuestra experiencia de dignidad se da al interior de una cultura, de una memoria colectiva, de un sentido de pertenencia. De la posibilidad que tenemos desde el interior de nuestros centros y comunidades de identificar la vida querida, la forma como nosotros queremos vivir la dignidad, celebrar la dignidad, compartir la dignidad, proteger la dignidad, acoger a otros y otras en el horizonte de la dignidad compartida. Esta pasión por la dignidad de nuestros chicos, chicas, jóvenes y adultos se afirma “en el amar sin esperar nada en respuesta”; que crece entre más se entregue y más afirme la grandeza del otro. Como escribió el P. José María Vélaz sj: “Fe y Alegría deberá profundizar la eternidad pedagógica del amor, la ejemplaridad del trabajo y en la alegría de la creación personal como despertador y resucitador de las energías dormidas o latentes, en el respeto de la clave misteriosa que encierra cada persona”. Esta es nuestra Independencia. Y es este proceso el que celebramos.

El desafío que nos planteamos este año es celebrar esta dignidad que hacemos “carne” a diario en nuestra vida en los centros, a través de nuestros programas y proyectos, haciendo foco en la integración, para seguir construyendo a través de una Cultura de Paz y formándonos para la vida a través de la Cultura del Trabajo. Respetándonos como personas y respetando nuestro medio ambiente. Sin olvidar la importancia de seguir mejorando nuestro vínculo con nuestros socios estratégicos, los estados, y nuestros financiadores y bienhechores. Haciendo de la comunicación una “Cultura” que nos hermana y nos acerca a pesar de las distancias geográficas.

A partir de todo ello es que los y las invito a renovar nuestro compromiso y a celebrar estos 20 años de vida. Rogando a Dios que bendiga a cada uno y una de Ustedes y su trabajo, con afecto.

Fernando Anderlic, Director Nacional

 

Miserando atque…

Durante este año 2016, dedicado al Jubileo de la Misericordia, ofreceremos una serie de publicaciones para reflexionar sobre el particular inspirados por el lema pontifical del Papa Francisco: ‘Miserando atque eligendo’… – “Con misericordia y eligiéndolo…”

El título de esta serie refiere al lema pontifical que evoca el pasaje de la Vocación de San Mateo (Mt 9,11-17), en un escrito antiguo de San Beda (Homilía 21, s. VII). Este monje benedictino inglés, -apodado ‘el Venerable’-, es reconocido por las Iglesias católica, anglicana, ortodoxa y luterana.

El lema y su contexto aportan tres notas que actualizan el significado de estos términos en un siglo XXI que nos desafía: a) la misericordia como nota esencial de Dios encarnado; b) el llamado a un publicano excluido del ámbito religioso neotestamentario para ser discípulo por el Señor; y, c) que el autor tenga un reconocimiento ecuménico.

Como cristianos, esto también nos motiva: -a abrir las entrañas y el espíritu ante toda miseria humana; -a vencer los formalismos normativos, ajenos de Espíritu y vida; -a renunciar a toda excusa que nos ahorre el instante fecundo y propicio para el servicio y el encuentro fraternos.

‘Con misericordia y…’ nos da la excusa semántica para incorporar contenidos desde ópticas diversas al espejar cómo se experimenta a Dios-Misericordia en distintas familias religiosas y su espiritualidad. Y hacerlo de primera mano, acercándonos al testimonio de lo que cada una de ellas dice de sí misma en relación a la misericordia, empezando por la propia: la ignaciana.

En la gramática latina, el uso de la conjunción ‘atque’ –en español, ‘y’- es preferido a otras formas (ac, et, -que) cuando se quiere destacar la estrecha vinculación entre dos términos. No se limita a una adición de factores sino que pone de relieve la mutua implicancia entre ambos, casi como si fueran uno. Se interpreta entonces que, dicho en relación a Dios, el ser-mirado-con-misericordia atque ser-elegido-con-predilección por Él, es -en Jesús, un único acto amoroso.

En términos ignacianos, nuestra respuesta a Su llamada –y a tanto bien recibido-, no puede ser otra que un ofrecimiento de todo nuestro ser, amado incondicionalmente y llamado a ser también uno con Cristo crucificado; bajo Su bandera, para que ‘siguiéndolo en la pena’ también lo sigamos en la gloria. Un darse, apasionado y ‘sin medida’, desde la medida de nuestras potencialidades: siempre más

El «más» ignaciano –‘MAGIS’- es expresión de la generosidad de quien ha reconocido ‘tanto bien recibido’ y que se sostiene en aumento –más y más-, cuanto más se ahonda en la conciencia de ser amado, en Dios y a Su modo. Así, el único horizonte de esta respuesta será el de la identificación con Cristo.

Sólo resta discernir esta respuesta personal –y radical- para dar todo de nosotros mismos. Para más imitar a Jesús, no podemos hacerlo sino desde nosotros mismos, que nos reconocemos en Dios. Sólo así, esta respuesta abarcará el MAGIS más auténtico, el real, el pleno: no el ‘in-discreto’, no discernido.

El MAGIS de mi libertad, condicionada y posible; el de mi memoria, incluido mis ‘olvidos’. El de mi inteligencia, con sus opacidades y contrastes; el MAGIS de mi voluntad, magra o encendida, según el caso. El del ofrecer generoso mi haber y poseer, que no es más que, de lo recibido, cuanto ‘quiero, deseo y es mi determinación’ ofrecer.

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