Con el objetivo de facilitar la comprensión de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, el Padre James Martin SJ explica el significado y modo de proceder que implica el discernimiento ignaciano; considerando que el texto está atravesado por este concepto.
Por James Martin SJ
Una palabra que se repite en la nueva exhortación apostólica del Papa Francisco sobre la familia y el amor es ¨discernimiento¨. Para Jesuitas como el Papa, la palabra no es una frase genérica sino una con un significado específico. Entender el discernimiento, por lo tanto, es la clave para entender el ¨Amoris Laetitia¨, así como también el enfoque general del Papa hacia el cuidado pastoral. Su uso del discernimiento está estrechamente ligado a la idea de la consciencia, también resaltada en este documento, particularmente para aquellos que se enfrentan a decisiones espirituales complejas.
¨Discernimiento¨ en el lenguaje común es la habilidad de juzgar sabiamente y ser capaz de escoger cuidadosamente entre muchas opciones.
Para los jesuitas, como el Papa Francisco; sin embargo, ¨discernimiento¨ significa mucho más. Es la práctica orante de tomar decisiones a partir de herramientas espirituales específicas. La tradición jesuita del discernimiento está enraizada en los Ejercicios Espirituales, el manual clásico de oración escrito por San Ignacio de Loyola, el fundador de los Jesuitas en el siglo XVI. De hecho, uno de los principales objetivos de los Ejercicios Espirituales es enseñar a las personas a poner discernimiento en práctica.
El Discernimiento Ignaciano
Discernimiento para San Ignacio de Loyola significa estar consciente de que Dios nos ayudará a tomar buenas decisiones, aún siendo conscientes de vernos motivados por fuerzas contradictorias o contrarias entre sí. Unas que nos llevan hacia Dios y otras que nos empujan para alejarnos de él. Cualquiera que haya tomado una decisión importante conoce esta experiencia. Nos sentimos impulsados y orientados por una variedad de fuerzas internas: motivos egoístas contra motivos generosos, motivos libres contra los no libres, motivos sanos y saludables contra motivos enfermizos.
Así que el discernimiento es la habilidad de ver claramente cuáles son esas fuerzas; ser capaces de identificar, ponderar y juzgar. Y finalmente escoger el camino más alineado con los deseos de Dios para ti y para el mundo.
Por lo tanto, no es tan simple como seguir a ciegas ciertas reglas y regulaciones. Demás está decir que los Evangelios y las enseñanzas de la Iglesia son esenciales para la formación de nuestra conciencia pero, sobre todo, en tiempos de complejidad uno también debe confiar en los propios impulsos y acciones de Dios dentro de nuestro propio corazón.
¿Cómo se discierne?
Primero, tratar de ser ¨indiferente¨, eso es, libre de todo lo que te retiene para seguir los deseos de Dios. Por ejemplo, si estás discerniendo si vas o no a visitar un amigo enfermo al hospital y estás demasiado preocupado de si te vas a enfermar, no eres ¨libre¨. Algo te está impidiendo el hacer un bien. ¨Indiferente¨ no quiere decir que no te importe, sino que estás libre para seguir los deseos de Dios.
Segundo, pide la ayuda de Dios. El discernimiento no se lleva a cabo por su propia cuenta. Necesitas la ayuda de Dios para escoger el camino correcto. También necesitas partir de la base del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia, como un sólido punto de partida. (Es decir, nunca ‘discernirás’ sobre si debes a alguien). Y todo esto debe ser realizado en el contexto de la oración. Pero el intelecto está completamente acoplado también. Como les gusta decir a los jesuitas: “confía en tu corazón, pero usa tu cabeza”.
Tercero, sopesa los variados ¨movimientos¨ dentro de tí mismo, para ver cuál se origina en Dios y cuál no. Para alguien que esté progresando en la vida espiritual, dice San Ignacio, el ¨buen espíritu¨ le traerá apoyo, aliento y paz mental. Piensa en alguien que decide perdonar a otra persona y que siente una sensación de consuelo calmado cuando lo piensan. Lo opuesto es el ‘Mal Espíritu’. Este, causa ansiedad y presenta falsos obstáculos para obstaculizar nuestro progreso espiritual. Esto normalmente se manifiesta como la voz del egoísmo. En el caso de una persona buscando perdonar a otro, el ¨espíritu maligno¨ nos dirá: ¨si tú perdonas, la gente te verá como una alfombra!”.
Curiosamente, dice Ignacio, para la persona que va en sentido contrario (del bien al mal) las cosas se invierten. El ‘Buen Espíritu’ no nos alienta, sino que más bien nos despierta con un sobresalto. Ese es el aguijón de la conciencia. El ‘Mal Espíritu’ nos alienta al mal comportamiento. ¨No te preocupes. Sigue robándole a la compañía. Todos lo hacen. Continúa…¨ La persona en experiencia en el discernimiento pronto se vuelve experta en identificar estos movimientos sutiles en su corazón.
Cuarto, si no hay una respuesta clara, puedes recurrir a otras prácticas sugeridas por Ignacio. Puedes imaginarte a alguien en la misma situación tuya, y pensar qué consejo le darías a él o ella: esto puede ayudar a disminuir la influencia de nuestros deseos desordenados en el discernimiento. O imagínate qué te gustaría decirle a Jesús en el Juicio Final: esto no funciona con todas las decisiones, pero puede ser clarificador para las decisiones éticas complejas, en particular. O piensa cómo juzgarías tu decisión en tu lecho de muerte: esto puede ayudarte a priorizar lo que es importante en tu vida.
Por último, después de hacer un buen discernimiento experimentarás un sentimiento de lo que Ignacio llama ¨confirmación¨, o un sentido de rectitud. Te sientes en sintonía con los deseos de Dios porque tú estás en su misma frecuencia. Y esto naturalmente trae paz.
La exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco está dirigida no sólo a familias e individuos, sino también a los pastores y otros responsables de ayudar a las personas a formar sus conciencias. No todas las personas o pastores harán uso de todas las prácticas tradicionales de discernimiento, pero para ambos, tanto individuos como pastores, la perspectiva global que ofrece el discernimiento —de que Dios nos quiere ayudar a tomar buenas decisiones y que prestando atención a nuestros corazones podemos escuchar la voz de Dios— es algo útil en todos los casos.
“Amoris Laetitia” nos habla una y otra vez sobre el discernimiento y la conciencia. Nos recuerda que mientras las reglas son importantes, en los entornos pastorales se necesita algo más, como es la acción de la gracia de Dios dentro de los corazones de los creyentes, que ayuda a tomar decisiones buenas, saludables y dadoras de vidas.
Fuente: Teología Hoy