Centro de Espiritualidad «La Cova de San Ignacio»: un proyecto que continúa
Hace 500 años, Íñigo dejó la casa-torre familiar de Loyola para responder a la llamada del Señor. Se instaló en un hospital e iba a una cueva de Manresa a rezar. Pensó que se quedaría allí unos días, pero se quedó once meses. Su estancia en Manresa fue decisiva. Consolidó su proyecto y aprendió casi todo sobre la vida espiritual y cómo seguir a Jesús. Y fue entonces cuando comenzó a escribir la “guía” que llegaría a ser los Ejercicios Espirituales. Los jesuitas la convertirían en la principal herramienta para ayudar a la gente a encontrar su camino hacia Dios.
Situado en el mismo lugar donde Ignacio experimentó sus vivencias espirituales más profundas, el Centro de Espiritualidad La Cova de San Ignacio ofrece Ejercicios Espirituales, pero también es un centro de meditación, formación y educación para un amplio público internacional. El jesuita Lluis Magriñà, director de la Cova Sant Ignasi, nos cuenta más. Lo entrevistamos mientras Manresa se preparaba para recibir al Superior General de la Compañía de Jesús, el P. Arturo Sosa, para la fiesta de San Ignacio el 31 de julio, en pleno Año Ignaciano.
Entrevista al Padre Lluis Magriñà SJ
- ¿Por qué es significativo para ustedes que el Superior General, el padre Sosa, venga a celebrar la fiesta de San Ignacio aquí este año?
El P. Arturo Sosa es nuestro 31º Superior General, que lleva el timón de la Compañía en este siglo XXI. Su presencia en Manresa en esta celebración de la fiesta de San Ignacio es una llamada a escuchar el Espíritu hacia donde nos conduce. Es significativo también que él eligió que, después de la celebración, permanecería en la Cueva de San Ignacio para realizar sus Ejercicios Espirituales de este año.
- ¿Cómo se convirtió la casa de Ejercicios Espirituales del siglo pasado en el Centro de Espiritualidad que hoy tiene influencia internacional?
Fue el fruto de una reflexión y descernimiento en el año 2000, donde se estaba gestando una nueva era en una humanidad globalizada. El Centro tenía que abrir las puertas y responder a estas nuevas necesidades que van surgiendo en nuestro mundo. El programa de la “Cova Sant Ignasi” de Manresa se amplió enormemente y acogió a más personas de diversos países.
Ofrecemos en distintas lenguas los Ejercicios Espirituales (EE) de un mes, de ocho días, en la vida cotidiana. Tenemos una oferta específica a los jóvenes. También la formación, abierta a todas las personas, para acompañar los EE en la vida, es decir una formación para los agentes multiplicadores. Hemos creado programas de formación, por ejemplo, en el liderazgo ignaciano, en la oración contemplativa, en la preparación de la tercera edad y, más ampliamente, en la espiritualidad ignaciana.
El Centro también renovó sus instalaciones físicas para responder a las necesidades de la licencia ambiental, así como para optimizar todo el espacio y ofrecer los medios tecnológicos necesarios. La celebración de este Año Ignaciano, nos ha permitido renovar el santuario con los mosaicos del artista jesuita Marko Rupnik, que muestran el peregrinaje cristiano por medio de los Ejercicios Espirituales, y la construcción de un oratorio subterráneo con un gran ventanal que permite ver la montaña de Monserrat que San Ignacio veía desde la Cueva.
Estos cambios permiten que las personas puedan encontrar un lugar de silencio y espiritualidad que les permita crecer y encontrar respuesta a las preguntas que tienen, y donde alguien, que, si lo desean, los pueda acompañar.
- ¿Cómo participa concretamente el Centro de Espiritualidad de Manresa en el Año Ignaciano?
Tenemos las puertas abiertas para acoger a todos los peregrinos que llegan. Ofrecemos muchas tandas de EE y varios retiros. El mes de junio de 2022 ofreceremos un simposio sobre los EE que quiere tener un marcado carácter teológico-espiritual. Asimismo, nuestro centro tiene la voluntad de ofrecer un espacio abierto a aquellos acompañantes y directores de EE con larga trayectoria para compartir experiencias exitosas de adaptaciones de los EE en el mundo contemporáneo.
Fuente: jesuits.global