Promotio Iustitiae: Renovar el compromiso por una fe que obra la justicia

En el mes de abril de este año 2015, mientras se celebra el cuarenta aniversario de la Congregación General 32 de la Compañía de Jesús, nos hemos reunido en Roma los Coordinadores Sociales de las Conferencias. Hemos dialogado sobre cómo renovar hoy ese empeño por la justicia que brota de la fe. Después hemos plasmado en un documento los contenidos de aquel diálogo: las fuentes espirituales de nuestro compromiso por la justicia, los cambios experimentados en el mundo y en la Compañía, la experiencia sobre cómo promover hoy mejor la solidaridad en la Compañía y algunas recomendaciones para seguir avanzando.

En el mes de abril de este año 2015, mientras celebramos el cuarenta aniversario de aquel decreto 4º y nos acercamos a la Congregación General 36 que tendrá lugar el próximo año, nos hemos reunido en Roma los Coordinadores Sociales de las Conferencias. Hemos dialogado sobre cómo renovar hoy ese empeño por la justicia que brota de la fe. Después hemos plasmado en un documento los contenidos de aquel diálogo: las fuentes espirituales de nuestro compromiso por la justicia, los cambios experimentados en el mundo y en la Compañía, la experiencia sobre cómo promover hoy mejor la solidaridad en la Compañía y algunas recomendaciones para seguir avanzando.

Queremos dirigirlo a nuestros compañeros jesuitas y laicos –ellas y ellos– que comparten misión con nosotros. Pero nos gustaría que también pudiera ayudar a las muchas personas que forman parte de la familia ignaciana. Esperamos que lo puedas disfrutar.

Querido P. Arrupe,

Cuentan que pocos años después de la Congregación General 31, que le eligiera allí por el año 1965, se convenció usted de la necesidad de convocar una nueva. Confiaba que con ella la Compañía pudiera completar el proceso de adaptación que el Concilio Vaticano II había requerido a las congregaciones y órdenes religiosas.

Muchos de los teólogos jesuitas que habían participado en el Concilio fueron elegidos como miembros de la Congregación General 31. En ella se extrajeron las consecuencias que la novedad del Concilio aportaba a la Compañía. Dicen sus intérpretes que representó un gran giro en la Compañía. Pero pasados unos años, a usted aún le parecía insuficiente. Pensaba que había que dar un paso más.

El Concilio había supuesto una verdadera revolución en el interior de la Iglesia. Al profundizar en la fe y ahondar en el misterio de Cristo y de la Trinidad, transformó la comprensión de sí misma y adoptó una nueva actitud ante el mundo. Ya no lo miraba con severidad, sino con misericordia. Lo vio transido de sufrimientos ante los cuales no podía permanecer ajena.

A usted, Padre, le dolía el mundo, lo miraba con la ternura de quienes lo observan con los ojos de Dios. Desde su juventud se había acercado a barriadas habitadas por gente pobre; su vocación médica le acercó al sufrimiento de los enfermos; la catástrofe de la bomba atómica y sus innumerables víctimas le sorprendieron en el centro de la hecatombe en su querido Japón.

De otra parte, había compartido momentos entrañables con jesuitas entregados a la causa de los empobrecidos. Siempre los acompañó y le conmovió su generosidad. Su corazón vibraba con el de ellos. Era usted clarividente al percibir que el mundo se adentraba en una encrucijada histórica, en un proceso de grandes transformaciones que afectarían a todos sus rincones, algo que hoy ya es obvio. En particular, le estremecía saber que la humanidad disponía de los medios para acabar con el hambre, el subdesarrollo y las guerras, pero carecía de la voluntad requerida.

No le cabía a usted duda, la Compañía precisaba una puesta a punto. Decía el P. Kolvenbach en una ocasión que usted se había aventurado por los riscos de las altas cumbres, allí donde el horizonte se ve más nítido. Se convirtió en un gran guía para la Compañía, porque escuchaba la voz del Espíritu y nunca perdió de vista la “nube del Señor”que la orientaba.

Finalmente convocó aquella Congregación General (CG) 32 que comenzó el año 1974. No estuvo exenta de conflictos. Mirada en retrospectiva, fueron debates creativos que abrieron camino a la penetración del Espíritu en el cuerpo de una Compañía dispuesta a acogerlo. A esta Congregación le debemos la reformulación de nuestra misión: “la misión de la Compañía hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta…”. La promoción de la justicia quería contribuir a la llegada del Reino de Dios en la compleja realidad del mundo. Miraba el mundo entero, sin dividirlo, lo miraba con compasión, con el deseo de sanarlo en su conjunto y con la determinación de contribuir a ello.

El decreto 4º de la CG 32 fue como un estallido en el conjunto de la Compañía. En algunos liberó la energía de una generosidad completa, hasta dar la vida. En otros acrecentó el miedo a lo nuevo por desconocido, que pensaban que traicionaba el legado de nuestros primeros compañeros.

Usted sufrió los excesos, las acusaciones, la incomprensión, la pérdida de la confianza que en su persona habían depositado. Sin embargo, nunca abandonó el timón, ni lo dirigió a otro norte. Estaba convencido de que el Espíritu se había comunicado a la Compañía en aquel momento histórico y quiso serle fiel. Como pedía S. Ignacio al P. General, mostró “la magnanimidad y fortaleza de ánimo… para sufrir las flaquezas de muchos, y para comenzar cosas grandes en servicio de Dios nuestro Señor y perseverar constantemente en ellas cuanto conviene, sin perder ánimo en las contradicciones”.

No se lo agradeceremos nunca lo suficiente. Aquello nos puso en buena compañía, en la de los pobres y en la de tantos amigos que trabajan por un mundo más bello y más justo. Entre ellos hemos descubierto el rostro del Cristo pobre y humilde del Evangelio.

Perdimos muchos compañeros por el camino. De algunas de sus muertes supo usted cuando ya estaba incapacitado para comunicarse. Ya no pudo decirnos lo que sentía. Con certeza, un gran dolor. Posiblemente también una confirmación de la llamada recibida y consolación de que el Cuerpo de la Compañía pudiera acompañar al Cristo del Evangelio, que “padece en la humanidad” (EE 195).

El mundo no es hoy más justo que cuando usted lo conoció. Se ha hecho más pequeño, ya que está más comunicado y vinculado. Continúa atravesado por la injusticia, el hambre, la guerra y la violencia. La misión formulada en aquel famoso decreto 4º se ha hecho más perentoria y actual que nunca. Hoy ya no suscita oposición entre nosotros. Nuestro modo de leer la Escritura, contemplar el Evangelio y comprender la fe está teñido por esta misión, que entendemos que es la de Cristo, en la cual Él nos invita a colaborar.

Los jesuitas somos menos que en el año 1975 y aún disminuiremos más. Nuestra Compañía habla hoy muchas más lenguas y es más multicolor, más variada. Hoy seguiría usted disfrutando del encuentro con sus compañeros jesuitas. Le encantaría su diversidad y compartir con ellos el mismo espíritu de Ignacio, que fue también el suyo, el que le animaba.

Ha sido usted todo un ejemplo de que la tradición ignaciana ayuda a crecer a una persona en humanidad y en familiaridad con Dios. En el mes de abril de este año 2015, mientras celebramos el cuarenta aniversario de aquel decreto 4º y nos acercamos a la Congregación General 36 que tendrá lugar el próximo año, nos hemos reunido en Roma los coordinadores sociales de las Conferencias. Después hemos plasmado en un documento los contenidos de aquel diálogo: las fuentes espirituales de nuestro compromiso por la justicia, los cambios experimentados en el mundo y en la Compañía, la experiencia sobre cómo promover hoy mejor la solidaridad en la Compañía y algunas recomendaciones para seguir avanzando.

Queremos dirigirlo a nuestros compañeros jesuitas y laicos –ellas y ellos– que comparten misión con nosotros. Pero nos gustaría que también pudiera ayudar a las muchas personas que forman parte de la familia ignaciana. Con él queremos también ofrecerle a usted un pequeño homenaje: nuestro empeño por continuar hoy el servicio al Cristo pobre y humilde del Evangelio, en el que comprometió a la Compañía.

Coordinadores Sociales de las Conferencias

 

Crónica de la Reunión de Electores de CPAL

Por Rafael Velasco SJ

La reunión de los electores de CPAL se realizó del 2 al 5 de noviembre, en el Centro de espiritualidad Loyola de Santiago de Chile (más conocido como Padre Hurtado). Participamos 34 electores. El clima del encuentro fue de una profunda fraternidad.

Con este encuentro comenzaron oficialmente los trabajos de la CG 36 para nuestra Conferencia. Durante estos cuatro días compartimos nuestras expectativas respecto de la CG 36. Reflexionamos acerca de las llamadas que la Compañía siente de parte de Dios hoy y también acerca del documento preparado por el Coetus Previus, que reúne los postulados que las provincias enviaron con sus propuestas e inquietudes de cara a la Congregación. En ese documento se distinguen dos grandes temas: La necesidad de renovación espiritual de nuestra misión y estilo de vida, y  la convicción de que hay que revisar nuestras estructuras de gobierno. Hubo espacio, también, para compartir los sentires respecto del perfil del futuro General.

Impresiones Personales

Hubo una profunda coincidencia en la necesidad de conversión espiritual, personal, apostólica y comunitaria; que implique volver a la fuente de nuestra fe; a un Dios que se hace pobre y para los pobres. Y a responder a esta experiencia con nuestro estilo de vida comunitaria y apostólica. Para hacerlo más cercano a los pobres, afectiva y efectivamente. Claramente, nuestro estilo de vida es clave para nuestra misión, puesto que allí se juega la capacidad de ser “signo” de algo diferente en este mundo.

A su vez, coincidimos en que necesitamos algo que movilice a la Compañía desde la base; como, en su momento lo hizo la CGXXXII. Ésta movilizó a la Compañía tocando el nervio fundamental de la opción evangélica por los pobres, la urgencia de volver al estilo de Jesús pobre y humilde y nuestra llamada a ponernos al servicio de los pobres, con los pobres y desde los pobres, movilizando nuestras obras y alentando nuestras opciones apostólicas y vitales.

Otro punto en común fue: el Papa Francisco como fuente de inspiración para la Compañía y la encíclica “Laudato si” como un documento que marca caminos importantes a seguir. No sentimos la necesidad de desarrollar como Compañía, una suerte de magisterio respecto del problema ecológico ya que la Encíclica lo aborda en profundidad. En todo caso, deberíamos expresar nuestra “recepción” de ese documento y cuál será nuestro compromiso con el medio ambiente, los desplazados, las víctimas de este mundo herido por la desigualdad y cómo vamos a dejar que esos clamores cuestionen nuestro estilo de vida comunitario y nuestras opciones apostólicas.

Al mismo tiempo, consideramos que la Congregación General debe hablarle a los jesuitas, al corazón de la Compañía. No debemos caer en la tentación de pretender decir una palabra al mundo como si fuéramos la ONU.

A lo largo de días de socializar deseos y experiencias; de orar y reflexionar en comunidad, compartimos la convicción de que el Señor se nos sigue revelando allí donde dijo que lo encontraríamos: en los pobres, las víctimas del odio y la violencia, en los desplazados, los migrantes. Esos rostros son signos de un Dios, que, en esos pobres, nos sigue esperando para anunciarnos el Evangelio. Ellos son nuestros maestros también, en cuanto a nuestro estilo de vida comunitario y fraterno. Los pobres son el signo de Dios en nuestro tiempo. Son los cristos crucificados ante lo que debemos preguntarnos: ¿qué hicimos por Cristo? ¿Qué hacemos por Cristo? ¿Qué debemos hacer por Cristo?

Al comienzo mencioné la coincidencia en la necesidad de una conversión profunda. ¿En qué sentido? En ponernos en espíritu de Primera Semana delante del Señor: para que él nos muestra nuestro pecado, el desorden de nuestras operaciones y lo mundano en nosotros para aborrecerlo. Y así poder abrirnos al Señor pobre y humilde que nos invita a anunciarlo en este mundo.

Dos aspectos en los que pueden manifestarse algo de lo mundano en nosotros:

-Por un lado, en esa pretensión de decirle una palabra al mundo sobre todos los temas; o en asumir acríticamente los criterios del management y la gestión, dejando de lado lo propiamente nuestro, que es el liderazgo apostólico, el discernimiento, la cercanía con Dios para decidir de acuerdo a Su Corazón y su proyecto para nosotros.

-Por otro algo en las estructuras de gestión, que no terminan de dar cuenta del sentir de la Compañía y que en vez de facilitar el gobierno, lo complican.

-Pero lo más importante es dar la espalda a los pobres, ponerlos sólo como una opción más, vivir alejados de ellos física y espiritualmente.

Hemos compartido los electores la necesidad de un estilo de gobierno más simple, que vuelva a las fuentes; con una gran necesidad de “volver a las provincias”. Vemos que los desafíos se presentan en la realidad concreta de las provincias, y por lo tanto, es allí donde se afrontan. Desde allí se asume lo regional y universal.

Nos parece necesario revisar nuestro modo de gobierno para evitar quedar enredados en una red de estructuras y un estilo de gestión que acabe por apartarnos de lo fundamental: la llamada del Señor a estar cerca.

Finalmente elegimos cuatro electores para integrar las cuatro comisiones preparatorias de la CG 36. Se votó a Jorge Cela para la Comisión Coordinadora; a Arturo Susa para la Comisión del Estado de la Compañía; a Rafael Velasco para la Comisión de Renovación Espiritual de Nuestra Vida y Misión; y a Miguel Cruzado para la Comisión sobre Gobierno de la Compañía.

Estos compañeros se reunirán con los elegidos en las otras conferencias de provinciales para ir perfilando el armado de la CG y algunos textos que servirán para la reflexión y discernimiento.

Al plantearnos las tareas para este tiempo que viene, coincidimos en que este año previo debe ser un tiempo de preparación espiritual de toda la Compañía; de lo contrario la Congregación será sólo una cosa de los “electores” y poco más. Para eso se propuso articular algunos medios, con el fin de ayudar a orar personal y comunitariamente por la CG36.

Recemos, entonces, por la CG para que de verdad signifique una renovación profunda de nuestra vida y misión.

 

 

Es que eres TAN jesuita…

MD / The Jesuit Post

No pocos de entre nosotros hemos escuchado más de una vez esta reacción de parte de nuestros familiares y amigos. ¡Claro que no podría ser de otra manera! A decir verdad, a veces nos pesa pero la mayoría de las veces –aunque no lo queramos-, nos llena de orgullo.

Sea como sea, existe una gran cantidad de características que podríamos denominar ‘jesuíticas’ y, ciertamente, no son patrimonio exclusivo de los miembros de la Compañía. Confesémoslo: en prodigar nuestro estilo, ¡sí que somos generosos! Lo compartimos con la gran familia ignaciana, religiosas y laicos que se nos asemejan en más de una particularidad.

Veamos algunas de ellas que nos podrían merecer el apelativo de “TAN jesuita”.

1. Cuando escuchas la palabra “VISITA” no se te viene a la mente un familiar sino… el PROVINCIAL.

2. Cuando en una conversación cotidiana empiezas a usar términos como ‘puntos, Provincia, discernimiento, Ejercicios, examen’… sin necesitar explicarlos.

3. Cuando vives un encuentro, en otra ciudad o país, y te sientes como en tu propio grupo, comunidad, apostolado… y, además, ¡entiendes todos los chistes!

4. Empiezas a comparar las casas de Ejercicios: cuál te gusta más, qué cuarto es tu preferido y te conoces hasta el menú.

5. Sabes que la clave de wifi incluye, SÍ o SÍ, un lugar ignaciano y una fecha de la vida de San Ignacio… ¡LO SABES!

6. No necesitas más explicaciones para simpatizar con alguien que está pasando “una Tercera Semana” y rezar por él/ella.

7. Cuando conoces una comunidad jesuita –y la has visitado muchas veces-, y te vuelves capaz de encontrar los vasos y las tazas en cualquier OTRA comunidad de la Provincia. –¡YA NO HAY VUELTA ATRÁS!-

8. Las siglas pasan a ser lenguaje corriente en tu vocabulario. ¿Ah, decís que no? Bueno, prueba hablar todo un día sin decir: ARU, RJI, ENRE, SJ, EJI, CVX, UCU, UCC,… ¡ahí te quiero ver!

9. Si eres capaz de reconocer que todos los jesuitas tienen dos cosas en común: que no pueden ser más distintos entre sí y que todos volverían a ser jesuitas si pudieran elegir de nuevo.

10. Cuando te das cuenta que todos –o la inmensa mayoría de- tus amigos comparten los mismos grupos, las mismas anécdotas y les pasan las mismas 9 anteriores… ¡Es que te has vuelto TAN jesuita… y lo celebran juntos!

Apuesto a que podrías seguir completando esta lista. ¿Te animas? ¡Ánimo!

 

Vocaciones, ¿Escasez o Negligencia?

Observaciones incompletas sobre los jóvenes que buscan y las instituciones que acogen.

Por Emmanuel Sicre, sj

Dentro del marco desafiante las transformaciones sociales, del desencanto posmoderno, la crisis de las instituciones y de la representatividad, las repercusiones de la secularización, entre otras cuestiones, constatamos que el número de sacerdotes, religiosos, y religiosas ha disminuido en muchos países del mundo. Para atender a esta problemática se ha comenzado a desplegar una serie de estrategias de atracción de todo tipo, que, en más de una ocasión, deja el sabor amargo de un trabajo un poco frustrante.

Es evidente que el contexto de años en que hubo una “hiperinflación” de vocaciones ha cambiado. Si hace 30 años ingresaban, por ejemplo, 40 novicios, hoy de esos quedan supongamos 4 ó 5 que llegaron a perseverar, cantidad que coincide con los que ingresan y permanecen hoy en una institución aproximadamente, y aún hay que esperar un buen tiempo para comprobarlo. Además, quien quiere servir en la Iglesia de manera comprometida encuentra opciones en la actualidad que ya no se reducen solamente al rol del religioso o la religiosa. Los modos son cada vez más diversos. Miles de laicos en el mundo tienen mayores responsabilidades y celo apostólico, que muchos consagrados tanto en el campo social, como educativo, misionero, etc. Queda claro, además, que en una familia numerosa, de las que abundaban antes, que uno se hiciera religioso no era un problema, pero en una familia pequeña como las de ahora, la cuestión se complica. Es cierto también que el mundo secularizado ha golpeado los valores tradicionales de muchas familias llevándolas a desafíos nuevos, y diluyendo la opción religiosa del horizonte. Las propuestas de religiosidades contemporáneas han desdibujado también los contornos de la vocación religiosa o sacerdotal haciéndola algo extraño o estereotipado. Del mismo modo sucede con las idealizaciones de santos inalcanzables que no son atractivas para muchos de los jóvenes de hoy, o que generan un sentimiento de “él sí, pero yo no puedo hacer eso”. No quedan atrás los escándalos de varones y mujeres consagrados de la Iglesia que proyectaron una imagen degenerada de lo que es una persona de Dios, y si hay algo que molesta es descubrir que lo bueno haya devenido en malo. Éstas y otras causas llevan a plantear el tema de la escasez de vocaciones, uno de los puntos más claros de la crisis en la vida religiosa.

¿Será que ya no hay más gente que se pregunte por la vida religiosa o el sacerdocio? ¿Será que no sabemos acogerlas? ¿Será que Dios ya no manda más “operarios a la mies”? ¿Acaso estamos confundidos en la estrategia de atracción? Y si logramos atraer, ¿por qué no perseveran?

Dos niveles para pensar. Por un lado, los que andan en búsqueda de ser sacerdotes o religiosos, religiosas. Y, por otro, aquellas instituciones tales como seminarios, congregaciones, sociedades apostólicas, institutos de vida consagrada que acogen. En fin, las dos caras de la moneda.

QUIENES BUSCAN

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Respecto de los jóvenes que se plantean la vocación es claro que la pregunta existe. Aquellos que buscan qué hacer de su vida y que, de alguna manera u otra, han tenido una experiencia positiva con algún sacerdote o religiosa cuyo estilo de vida desean imitar, se preguntan si eso no es también para él o ella. “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1,38), ha dicho más de uno. Quizá no con la determinación de llevarlo a cabo, pero sí como posibilidad. Este cuestionamiento está directamente conectado con lo profundo de las aspiraciones del ser humano encarnadas en Jesucristo: el amor, la paz, el altruismo, la solidaridad, la justicia, la oración, la entrega en el servicio. Deseos que emergen con mayor fuerza en un espíritu joven (no hablo de edad) y entusiasmado con la vida. A su vez, estas notas se linkean con la dedicación a una vida espiritual intensa y fecunda tal como se encarna en aquellas personas de Dios que alguna vez todos conocimos. Y claro, el testimonio atrae. A decir verdad es lo único que sirve para atraer a quien sea hacia Dios. Esto es lo que hizo Jesús dando testimonio de su Padre: “sólo hablo lo que el Padre me ha enseñado” (Jn 8,28).

A su vez, resulta que muchos de los que se plantean la vida sacerdotal o religiosa encuentran una respuesta a sus carencias psicológicas y afectivas. Pero es cierto también, que a otros tantos les funciona en dirección opuesta, alejándolos, porque piensan que nunca podrían llegar al ideal que se han diseñado de la vida sacerdotal o religiosa, y “desoyen” el llamado por creerse incapaces de responder. Quizá dicho ideal sea una defensa a plantearse más comprometidamente la respuesta positiva, y terminan como el joven rico que “oyendo esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (Lc 18,23). O quizá tienen que seguir buscando qué modo de servir es aquel que mejor le calza con eso que el Espíritu les inspira en su vida.

A aquellos que tienen un deseo de reorientarse, ordenarse y “volver al camino” después de una vida “licenciosa”, este tipo de opción les viene al pelo para poder lograrlo. Y lo desean con buena intención. En efecto, las instituciones de formación muestran estructuras más o menos sólidas que representan el ideal de aquello que nunca se podría lograr “afuera”. A esto se suma que las agresiones culturales a nuestra sensibilidad hacen de nosotros personas cada vez más débiles y alienadas. Por lo cual, la opción de una vida así viene a ser una especie de “refugio” ante las adversidades. Cuestión que tiene en parte su verdad, pero no es todo.

Si llegan a ingresar a la formación religiosa comienzan a darse cuenta de que no es cielo, sino también tierra. Esto es obvio, pero desde afuera no se ve porque hay un velo que encubre el polo negativo con una especie de “angelización”. Lo cierto es que la formación en la vida sacerdotal y religiosa convive con los conflictos, problemas y derroteros propios de toda realidad. No se es “mejor” o “peor” por estar “adentro”. He aquí una cuestión clave. La vida religiosa no nos hace mejores que los demás, no nos desinfla nuestro ego irrespetuoso, no nos salva de nuestra miseria. Esto es tarea de Dios. Sólo cuando el religioso o la religiosa se dan cuenta de que optaron por esto no para ser poderosos, famosos, queridos y superiores, sino para dar respuestas más allá de las fragilidades, a algo que los mueve con fuerza arrolladora por dentro en pos de servir, entregarse y amar olvidándose de sí, es que se queda y resiste con alegría las contingencias del camino que toda vida tiene. (Aunque también están los que se quedan porque “afuera” no podrían subsistir y se acostumbraron quizá a vivir de la vida religiosa porque les resulta cómodo).

En cierto sentido, no es muy distinto lo que sufre una pareja que se prepara para estar toda la vida juntos, a lo que padece un religioso que busca entregarse también toda la vida al servicio de Dios en los hermanos. Es el ser humano que opta, y Dios que acompaña, sostiene, alienta, fortalece, guía, enseña, trabaja por cada uno de nosotros.

QUIENES ACOGEN

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Los responsables de recibir las inquietudes de miles de jóvenes que se plantean seriamente la vocación a la vida sacerdotal o religiosa, se encuentran con un desafío enorme. ¿Cómo ser instrumento de libertad y no de manipulación? ¿Cómo atraer sin convencer? ¿Cómo allanar el camino a Dios y no ser obstáculo en la vida del otro? ¿Cómo no anteponer la necesidad de vocaciones al bien de quien busca? ¿Cómo acompañar y no conducir? ¿Cómo decir no a tiempo?

Asumir la vida de otra persona en búsqueda es una responsabilidad que requiere siempre mucha delicadeza y confianza en el Dios de Jesús. Algunos le huyen, otros se desbordan, y hay quienes son más equilibrados. Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, vemos en quien busca a un persona que se experimenta atraída por algo que es muy valioso para el acompañante. A decir verdad, es hermoso darse cuenta de que Dios llama a alguien a la misma tarea que yo bajo la misma inspiración. Es bello sentir que Dios sigue trabajando para que haya consagrados y consagradas a él en este estilo de vida. A los religiosos nos conmueve saber que no estamos solos en este camino tan apasionante y lleno de desafíos. Pero no resulta fácil acoger.

La gama de instituciones que reciben a quienes buscan es enorme. De las más rígidas a las más laxas. De las que no permiten un paso en falso, a las que ceden a cualquier cosa. De las que “psicologizan” a todos, hasta las que hacen daño a la psicología de las personas por negligentes. De las que admiten sólo a los mejores, a las que autorizan desesperadamente a quien toque el timbre. De las que domestican en serie, a las que hacen de sus comunidades un circo. En medio de estos extremos caricaturizados, se encuentran las que pretenden hacer las cosas bien, siguiendo la tradición propia de su carisma y encontrándole la vuelta a las contingencias actuales con valentía.

La complejidad de la acogida de las vocaciones es seria. Requiere paciencia, formación y mucho espíritu de discernimiento. Pero más allá de las actitudes personales que cada uno asuma como parte del testimonio, es necesaria una respuesta más o menos planificada, progresiva y actualizada. No se puede recibir a alguien bajo unas condiciones que luego cambian completamente con quien trae unas nuevas. Es decir, el desconcierto de algunos religiosos ya formados se traslada a tal punto a la vida de los jóvenes que hacen desistir hasta al más perseverante. Es comprensible, en este sentido, que muchos sacerdotes, religiosas o religiosos que se formaron bajo el “esquema de perfección”, y aún perseveran, intenten dar de aquello que recibieron y las actualizaciones que hacen no alcancen a dar respuestas a los modos en que aparecen los temas humanos de quienes quieren ser religiosos. Sucede entonces que los parámetros, las normas y juicios con los que se rigen dentro de las instituciones ya no forman tanto como antes, sino todo lo contrario: deforman. Es el caso de quien impone reglas automáticamente (quizá sin mala intención) porque no sabe cómo acercarse con paciencia al conflicto humano de quien busca y no está libre de equivocaciones. Cuesta entrever qué hacer, pero al parecer el esquema de “ley pareja no es rigurosa” ya no funciona. De a poco se percibe cada vez con más y más fuerza que cada persona necesita de su propio método, de su propio proceso que ni ella misma conoce y hay que descubrir juntos, como yendo tras de la vida, como ayudándole a nacer. Ésta pareciera ser la tarea de quien recibe una vocación. Una especie de mayéutica.

Podríamos pensar con algún grado de acierto que las instituciones con mayor testimonio de arrojo y valentía son las que más vocaciones reciben. Esto es relativo si el testimonio está fundado sólo en la voluntad de sus miembros, o en el color del hábito. En este sentido muchas congregaciones se esfuerzan por mostrar lo sacrificado de nuestra vida como un polo de atracción que se aprovecha de psicologías a veces enflaquecidas y que andan buscando soportes que no pueden encontrar en sí mismas. Esto configura un problema cuando la cuestión del acompañamiento de la persona no está previendo su autonomía y la convierte en codependiente en vez de interdependiente.

¿ESCASEZ O NEGLIGENCIA?

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Pareciera que la balanza se inclina más hacia la negligencia que hacia la escasez. Si en verdad confiamos en que Dios envía corazones generosos para las necesidades de la Iglesia que Él quiere, y experimentamos que no hay vocaciones sacerdotales ni religiosas, entonces necesitamos discernir qué nos está diciendo Dios a la luz de los signos de los tiempos. No ser negligentes sería discernir por dónde nos está llevando el Espíritu de Dios con un corazón libre, preguntarse si lo que hacemos como religiosos es lo que necesita la Iglesia hoy, arriesgarse a transformar modelos mentales e institucionales caducos, y confiar en que Dios está guiándonos en la historia.

No se trata de no equivocarse, sino de que nuestro testimonio provoque en quien busca la pregunta fundamental: “¿será que Dios me está llamando para estar con Él?” O también en nosotros los religiosos (con una mano en el corazón): ¿la vida que llevamos es digna de ser imitada? Y, luego, discernir juntos de cara a Dios: quien busca y quien acoge, como dos peregrinos del Espíritu. Buscadores que se ayudan mutuamente y se retroalimentan en la búsqueda de Dios, desafiando las trampas del mal espíritu, sanando las heridas de la historia, reconstruyendo la autenticidad negada para el servicio de los demás.

Quizá el testimonio que conmueve a los jóvenes sea aquel que es real, que da cuentas de una vida interior honda, o de una alegría contagiosa, o de una dedicación auténtica, o de una libertad cuestionante, o de una cruz llevada con Cristo. Aquel testimonio que se revela en la vida de los tantos y tantas que están con Jesús y que quieren permanecer con él, aunque sean frágiles. Aquel testimonio de los discípulos en Tiberíades que “estaban juntos” y deciden seguir a Pedro cuando dice “voy a pescar” porque tienen ganas de compartir la vida y los trabajos en la misma barca: “también nosotros vamos contigo”, le dijeron. Sólo así podremos ser testigos de la bendición abundante del Resucitado que nos invita a compartir la mesa y la vida. (Ver: Jn 21, 3)

Los y las jóvenes que están dispuestos a entregar su vida no se la van a dar a cualquiera que les ofrezca finalmente un castillo de arena, un hábito que vestir, unas reglas que cumplir, o unas experiencias de supermercado y una historia gloriosa, no alcanza; si no a aquellos que les enseñen a seguir a Jesús con libertad, generosidad y arrojo, porque lo ven encarnado en su ser y en el del cuerpo al que pertenecen, porque buscan que Dios se haga presente en sus vidas tal y como son, porque desean con todo el corazón servir a los demás sin heroísmos de hojarasca, porque saben sufrir con los que sufren, llorar con los que lloran, llevar sus cruces con amor, y alegrarse de esos momentos de Reino que suceden a diario en este mundo herido, pero profundamente amado por Dios.

Por eso, más allá de la estrategia, tendríamos que dejar que el Resucitado le pregunte 3 veces a nuestras estructuras institucionales, a nuestras formas de tratarnos de siempre, a nuestro celo apostólico diario, al nervio de nuestros corazones, a nuestros votos y promesas, a nuestro sacerdocio, a nuestra promoción vocacional: “¿me amas más que a éstos?” (Jn 21, 15).

 

Ordenaciones Diaconales

El sábado 12 de diciembre en Santiago de Chile, cuatro compañeros jesuitas pertenecientes de diferentes países de Sudamérica serán ordenados diáconos.

Damos gracias por su vida, su entrega y su perseverancia en el llamado.

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Reunión de electores para la Congregación General 36

Los electores presentaron sus expectativas en relación a la Congregación General. Se coincidió en la necesidad de fomentar un diálogo inclusivo sobre el futuro del planeta y desarrollar prácticas ecológicas y sociales sostenibles.

Como parte del trabajo previo a la Congregación General 36 (CG 36) convocada para el próximo año por el Padre General Adolfo Nicolás, se reunieron del 2 al 5 de noviembre en la casa de Padre Hurtado los electores de la Conferencia de América Latina.

En la reunión, los electores presentaron sus expectativas en relación a la CG 36. Además, reflexionaron el resultado de las aportaciones enviadas por las distintas Provincias con miras a la cita de 2016.

Especialmente entusiasta fue la respuesta a la llamada para acompañar a los migrantes vulnerables, a los indígenas y a las personas sin hogar. Se coincidió en la necesidad de fomentar un diálogo inclusivo sobre el futuro del planeta y en la invitación a desarrollar prácticas ecológicas y sociales sostenibles.

También se abordaron los dos grandes temas que agrupan los postulados aprobados por el Coetus Praevius (comisión preparatoria): 1. “Una llamada a la renovación de la vida y misión de la Compañía”, y 2. “Un gobierno renovado para una misión renovada”.

Por último, se realizaron las elecciones de representantes de la Conferencia de América Latina para:

— Comité Coordinador de la CG 36, Jorge Cela sj (ANT).

— Comisión de Statu Societatis, Arturo Sosa sj (VEN).

— Comisión de “la renovación de la vida y misión de la Compañía”, Rafael Velazco sj (ARU).

— Comisión de “un gobierno renovado para una misión renovada”, Miguel Cruzado sj (PER).

Recordemos que la CG 36 fue convocada oficialmente a través de una carta firmada el 8 de diciembre de 2014 por el padre Adolfo Nicolás sj, Superior General de la Compañía de Jesús. Esta se llevará a cabo en octubre de 2016, en la Curia General de Roma.

La Congregación General de la Compañía de Jesús es la instancia superior en la Orden, el órgano supremo de gobierno. No es convocado periódicamente sino en caso de muerte del Superior General o por asuntos de especial importancia. Aunque el cargo de Superior General es vitalicio, se contempla la posibilidad de renunciar. El primero en hacerlo —por motivos graves de salud— fue Pedro Arrupe, en 1983. Su sucesor Peter-Hans Kolvenbach hizo lo mismo en 2008, y esta vez lo haría el actual Superior Adolfo Nicolás. IHS

Un Recorrido por la Casa Natal de Ignacio

El santuario Loyola está edificado en torno a la casa torre de la familia de los Loyola. Se trata de un edificio de los siglos XIV-XV dividido en una parte inferior de piedra, que evoca su pasado de fortaleza, y otra parte superior de ladrillo que representa la evolución a una casa palaciega.

Te mostramos aquí un vídeo que hace un increíble recorrido al interior de la Casa Natal de Ignacio ¡No dejes de verlo!

Santuario de Loyola

Y además: ‘El Santuario de Loyola estrena página web’

El día 15 de octubre se publicó el nuevo sitio web del Santuario de Loyola, gracias al trabajo de un amplio equipo que ha trabajado durante meses para llevar esta tierra natal de San Ignacio al mundo digital de hoy. Loyola quiere ser un lugar de encuentro y acogida siempre y para todos, también en internet. Por eso esta nueva web se presenta en cuatro idiomas (castellano, euskera, inglés y francés), también en versión móvil, todo con un lenguaje actual en los textos, vídeos y fotografías.

La coordinación del proyecto ha corrido a cargo de Damián Picornell con la ayuda de Mertxe Martín y el apoyo de Koldo Alzibar, Superior del Santuario de Loyola. La oficina SJ Digital ha desarrollado la web y renovado la imagen corporativa, realizando un trabajo de gran calidad.

Deseamos que este nuevo recurso ayude a muchas personas a conocer Loyola y acercarse a la espiritualidad ignaciana.

La web está disponible en esta dirección:

santuariodeloyola.org/es/

 

“El Padre Hurtado veía a Dios en el mundo”

Andrés Mardones, periodista – Publicado en Jesuitas Chile

A diez años de la canonización del Padre Hurtado, conversamos con el sacerdote jesuita Francisco Jiménez acerca de uno de los aspectos menos conocidos del santo chileno: su espiritualidad. ¿Cómo ese rasgo de su personalidad nos interpela hoy?

En octubre celebramos diez años de la canonización de Alberto Hurtado por el papa Benedicto XVI. Del santo jesuita conocemos mucho de sus obras y de su trabajo diario, de sus acciones en favor de los más necesitados de nuestro país. Pero es menos lo que sabemos de su espiritualidad, de su vida interior. El padre Francisco Jiménez, estudioso de la vida y obra del Padre Hurtado, nos da algunas pistas sobre este aspecto de su personalidad.

¿Cómo se fue forjando la vida interior del Padre Hurtado?

No tenemos tanta información de su vida interior. No dejó un diario o escritos estrictamente personales. Contamos con alrededor de diez mil manuscritos del Padre Hurtado, pero la mayoría son prédicas, cartas, documentos de preparación de conferencias, charlas, libros… desde ahí podemos ir desmenuzando su modo de vivir la fe. Dicho eso, pienso que lo principal es que la espiritualidad ignaciana lo marcó profundamente, muy fuertemente, desde niño. Fue muy jesuita, muy hijo de san Ignacio. Lo que se nota en varios aspectos. El primero es su inclinación por la acción. El Padre Hurtado, desde joven, fue una persona de acción, de hacer cosas. De hecho, al final de sus años en el colegio, estaba metido en las Congregaciones Marianas, escribía artículos, participaba en patronatos. Y después, en la universidad, ese aspecto se fue ampliando: participó en política, fue un hombre de decisiones. Y, segundo, diría que era muy conectado espiritualmente. Su relación con el Señor fue, aparentemente, muy fluida. En medio de su actividad vertiginosa, siempre dejaba tiempo para dar Ejercicios y para acompañar espiritualmente. Tiene un escrito muy bonito que se llama “Siempre en contacto con Dios”, en el cual dice que está demandado por cientos de actividades, trabajos, cosas en las que tenía que decir que sí, cuando quería decir que no, pero —expresa— “en un momento miro hacia arriba y salgo hacia Dios”. En ese sentido, el Padre Hurtado era profundamente religioso. Tenía una espiritualidad muy integrada. De hecho, vincula muy bien fe y justicia, incluso antes de que nos lo formuláramos como Compañía en 1975. Él siente muy fuertemente que lo que lo llama a la acción tiene que ver con su relación con Dios, con la fe en Jesucristo.

CONECTADO CON LA REALIDAD

Las acciones ético-sociales en el Padre Hurtado están estrechamente vinculadas a lo espiritual… se habla de un “místico social”.

Exactamente. Esa vinculación espiritual con lo social es muy potente.

…Siendo Cristo la figura central en su vida, el motor que activaba su dinamismo en el diario vivir.

Es la experiencia de ver a Cristo en el otro. De ver a Cristo sufriendo, de verlo en el marginado. Eso es muy fuerte en el Padre Hurtado.

Uno de los aspectos espirituales que me más conmueve de él tiene que ver con la lectura del Espíritu Santo. Estaba muy conectado con la realidad. Conocía lo que estaba pasando en política, lo que ocurría en Europa, lo que sucedía en la guerra, y predicaba mucho sobre eso. Era capaz de sintonizar con la cultura para rescatar lo que Dios estaba haciendo en ella. En eso fue bien precursor. En un país lejano, estuvo muy en sintonía con lo que acontecía en el mundo, en la Iglesia, en los cambios sociales. Que se haya metido en los sindicatos, fue un hecho revolucionario. Que un cura se involucrara en un mundo tan secular y tan contrario a las fuerzas católicas de la época… Sólo pensemos en que los sindicatos estaban dominados por los comunistas. Entonces, se lo trató de comunista, porque no tenía miedo de decir que éstos tenían razón, no en lo político sino en el hecho de estar con el pobre, con la masa trabajadora. Sentía que la Iglesia se estaba alejando de la masa trabajadora. Tuvo una lectura de la historia muy aguda y profunda.

¿Ese dinamismo social lo adquirió siendo religioso, o viene de antes?

En ese dinamismo social fue clave su madre. Una mujer que no se echó a morir tras la muerte de su marido. Ella, a pesar de tener muchas apreturas económicas, siempre tuvo una vocación social: llevó a Alberto a los patronatos, a trabajar con los franciscanos en las periferias de la ciudad. El segundo actor clave que lo marcó fue el colegio. En ese tiempo la mayoría de las clases las impartían jesuitas. Y tuvo insignes profesores, como Fernando Vives y Fernández Pradel, que fueron muy cercanos a él y lo marcaron en lo social. Y tuvo también compañeros notables: Manuel Larraín y el hermano de santa Teresa de los Andes, son dos de ellos. Vivió en un ambiente propicio para desplegar su personalidad.

SU RELACIÓN CON DIOS

En un libro el P. Álvaro Lavín habla de la “espiritualidad general y básica” del Padre Hurtado, y luego habla de “la práctica personal” de esa espiritualidad en el propio Padre Hurtado. ¿De qué se trata eso?

El Padre Hurtado rompió un cierto modelo de práctica espiritual en la época. La Compañía venía de la supresión, y estaba más bien asustada. En el siglo XIX, ya restaurada, se dedicó principalmente a la educación, a las misiones, a los Ejercicios, a las clases, y no mucho más. Se volvió cuidadosa, defensora del Papa y de la estructura de la Iglesia frente a la secularización. Eso, de cierta manera, la transformó en una “Orden monacal”. La vida jesuita se hizo más reglada, con oraciones comunitarias, con almuerzos en horarios exactos. Y el Padre Hurtado rompió con mucho de ello. Su vida espiritual ocurría en la acción. Estaba siempre muy ocupado. Y fue muy criticado por los jesuitas españoles que residían en Chile esos años. Hay varios informes de la Consulta en los que se dice que él era mala influencia para los otros jesuitas, porque no rezaba en coro, porque no llegaba a las comidas, porque no se sabía dónde estaba, porque “se mandaba solo”. Iba un poco contracorriente, pero recuperando lo más propio de Ignacio, que era justamente una vida espiritual, con silencio y oración, pero sobre todo siendo capaz de ver a Dios en el mundo.

¿Cuál es la imagen de Dios para el Padre Hurtado?

Él creía en un Dios que trabaja en el mundo. Elaboró mucho una doctrina que estaba en boga: la de Cristo Rey. La de un Dios que se encarna en la realidad fuertemente. El Cristo Rey es Aquél que interviene, actúa y vence en la realidad, muy diferente a la imagen que se tenía hasta entonces, cuando se creía más en un Cristo paciente, humilde, abnegado, centrado en la obediencia y la resignación. El Padre Hurtado promovía al Cristo Rey, un Cristo en la acción, un Cristo transformador, que no se deja vencer por los condicionamientos sociales ni históricos.

¿Y cómo se conectaba con Dios?

Valoraba en extremo su sacerdocio. La acción litúrgica, sacramental, fue muy importante para él. Hay varios escritos sobre eso. “Mi vida es una misa prolongada”; esa frase realmente resume cómo lo vivía. Dedicaba mucho tiempo a funerales, matrimonios… era muy sacerdote. Su espiritualidad se conectaba con eso. De hecho, pensaba que la solución para los problemas de la Iglesia era que hubiera más sacerdotes, porque creía que éstos tenían mucha influencia en la sociedad, y que había que potenciar y ocupar esa influencia. Sentía una conexión con Dios desde la mediación, un Dios que trabaja y que usa instrumentos para trabajar, y él se consideraba un instrumento privilegiado.

¿Cómo se ve actualizada la espiritualidad del Padre Hurtado en la Iglesia?

Se ve, sobre todo, en lo social, sin duda. Y en dos sentidos: Primero, en el llamado que hace el Papa hoy, de salir, de ser una Iglesia en salida, porque el Padre Hurtado fue muy en salida. Que lo social sea el eje de la Iglesia, es decir, una preocupación por el mundo, más que una preocupación por cuidarse a sí mismo, o por aumentar el número de fieles… Y, luego, algo que me hace sentido respecto de esto en el Padre Hurtado, es la vinculación entre fe y justicia. Algo que hoy no es tan fácil de unir. En su época era más simple porque la cultura era más católica. Actualmente es distinto. Se puede hacer trabajo social y no encontrarle ningún fin trascendente, o puedo dedicarme a lo netamente espiritual sin necesidad de unirlo con lo social. Pienso que esa vinculación que transmite el Padre Hurtado es muy sana para la Iglesia; que lo social transmita a Dios y que lo de Dios transmita que somos sociales por esencia.

Hacia la Congregación General 36…

 La llamada de nuestro Rey Eterno

Preámbulo

El P. General invitó a las Congregaciones Provinciales y Regionales a “meditar sobre la llamada del Rey Eterno, y a discernir cuáles son las tres llamadas más importantes que el Señor dirige hoy a toda la Compañía”. El Coetus Praevius, tras revisar las 242 aportaciones remitidas por las Congregaciones, percibe que se repiten algunas llamadas principales.

Contexto

Como jesuitas miramos nuestro mundo a través de la lente de los Ejercicios Ignacianos como experiencia fundacional. Sobre esta base ofrecemos la meditación que sigue, sobre las llamadas entendidas como forma de sintonizar con el espíritu del Evangelio y de formular una respuesta apostólica.

La contemplación del mundo conmueve nuestras entrañas. Con Jesús, llevado por el Espíritu, somos enviados en misión a dar la buena noticia a los pobres, libertad a los cautivos, vista a los ciegos y liberación a los oprimidos. Somos enviados a ser y proclamar con nuestras vidas la buena noticia (Lc 4,18-19).

Preludio

Contemplamos la mirada de la Santísima Trinidad hacia nuestro mundo: Vemos una juventud vibrante con ansias de una vida mejor. Vemos gentes que gozan de la belleza de la creación y se esfuerzan por encontrar a Dios en su quehacer diario. Observamos el rápido crecimiento científico, tecnológico y económico; advertimos el enorme potencial que existe para mejorar la vida en la Tierra.

Pero a la vez somos testigos de violencia, de brutal explotación y de injusticia. La intolerancia religiosa y étnica, el fundamentalismo y la discriminación corren al asalto de la dignidad humana, exacerban la desigualdad y arrojan a la marginalidad especialmente a las mujeres y los niños. El severo desequilibrio y degradación del medio ambiente, agudizados por una cultura del usar y tirar, apuntan hacia un planeta contaminado y envenenado.

El Padre quiere poner a los jesuitas con su Hijo, llevando su cruz. Jesús nos invita y nos llama, “bajo el estandarte de la cruz y bajo el Vicario de Cristo en la Tierra”, a servirle en transformar nuestro mundo en un hogar para todos, en el que las generaciones presentes y las futuras puedan vivir en paz, con dignidad y con justicia.

Llamadas

• Estamos llamados a ser testigos gozosos del Evangelio, y a cuidar de su Iglesia.

• Estamos llamados, como individuos y comunidades, como peregrinos y amigos, a ser embajadores del mensaje de reconciliación de Cristo (2 Cor 5,20); constituyéndonos así en agentes de su paz, su misericordia y su justicia.

CG36. Meditación “La llamada de nuestro Rey Eterno” 2

• Estamos llamados a caminar por un sendero de renovación espiritual – en cuanto individuos y comunidades – apropiándonos de manera nueva del patrimonio común de la espiritualidad ignaciana.

• Otra llamada, que expresan muchas congregaciones, es a fomentar un diálogo inclusivo y a la vez crítico sobre el futuro de nuestro planeta, implicando en esta búsqueda a naciones, culturas, religiones y sistemas económicos y políticos.

• Encontramos también una llamada urgente a que los jesuitas y sus colaboradores estén presentes hoy entre aquella abrumadora multitud de personas que se ven angustiosamente arrancadas de sus hogares. En concreto estamos llamados a acompañar a los migrantes vulnerables, los indígenas y las personas sin hogar.

• Finalmente, muchas congregaciones transmiten la fuerte convicción de que estamos llamados a ocuparnos de nuestro ambiente, tanto humano como natural, para desarrollar prácticas ecológicas y sociales sostenibles, capaces de sanar nuestro mundo roto, tanto dentro de nuestras comunidades y obras como en el entorno ciudadano al que pertenecemos.

Metodología

Responder a llamadas de esta categoría requiere conversión. Dejemos de lado el egoísmo y el propio interés, salgamos de la rutina y de actitudes defensivas para lanzarnos a lo profundo; salgamos con hondura al encuentro de Dios, del mundo, de los demás y de nosotros mismos.

Con hondura afectiva

Buscamos descubrir el rostro de Jesús entre su pueblo, con amor ardiente. El arrojo y la fuerza nos vienen de los que sufren y a la vez viven con esperanza. Como compañeros de Jesús acompañamos a aquellos entre los que a Él le gusta ser hallado, y a los que Él ama hasta el punto de dar su vida.

Con hondura intelectual

Non consagramos al estudio de las ciencias y de otras disciplinas académicas, incluyendo en ellas nuestras propias fuentes ignacianas, en busca de respuestas y de nuevas preguntas que puedan arrojar luz sobre las últimas causas de la explotación humana y de la creación herida, y guiarnos en el servicio del bien común.

Con hondura eficaz

Queremos afrontar los impresionantes desequilibrios en lo que toca a ecología, economía y justicia, buscando renovar nuestro entorno social en bien de las generaciones presentes y las futuras. Buscamos, con humildad y solidaridad, en unión con muchos otros, un mundo de paz y armonía.

Con hondura en la colaboración

Como amigos y peregrinos, recorremos juntos caminos nuevos, buscando y cultivando auténticos compañeros para nuestra común misión; alentando una genuina cultura de la atención de unos por otros y por el medio ambiente.

CG36. Meditación “La llamada de nuestro Rey Eterno” 3

Coloquio

Al contemplar la belleza y las heridas de la creación de Dios, vemos un ‘pueblo crucificado’ que cuelga de la cruz con Jesús. Vemos personas heridas por la pobreza, la opresión, el fundamentalismo, la violencia y la discriminación en sus múltiples formas; vemos familias separadas y muchas mujeres a las que se niega su legítimo lugar. Tantas personas desplazadas a la fuerza y arrojadas brutalmente de sus hogares. Ellos nos motivas a unirnos a la misión redentora de Jesús. Dios nos confía los unos a los otros.

Con la mirada puesta en el rostro de Cristo, contemplando el dolor que padece en este mundo y en sus gentes, nos formulamos las clásicas preguntas ignacianas:

¿Qué hemos hecho por Cristo?

¿Qué hacemos por Cristo?

¿Qué debemos hacer por Cristo?

¿Qué hemos hecho, qué estamos haciendo, que vamos a hacer para dar profundidad a nuestro espíritu, para vivir con alegría el Evangelio, para superar el egoísmo, buscar la paz, enderezar la injusticia, promover un diálogo inclusivo, ocuparnos de nuestro hogar común y para acompañar al pueblo de Dios en solidaridad?

Dar con nuestro camino de avance

Como peregrinos y amigos en el Señor, lo encontraremos en el partir el pan y en el compartir ese pan con otros hermanos y hermanas. Descubriremos al Señor según vayamos esforzándonos por dialogar con los que miran el mundo a través de cristales diferentes. Su luz resplandecerá en el rostro de los pobres a los que tenemos el privilegio de acompañar, y guiará nuestros pasos a través de los desiguales peldaños que conducen a la reconciliación de los que viven una inveterada enemistad. Nuestra búsqueda conllevará a la solidaridad con los movimientos populares, a escuchar el lamento de la tierra y a preocuparnos por nuestro hogar común. La entrega renovada al estudio orante y a la meditación de nuestras fuentes ignacianas y del discernimiento que ellas enseñan, nos servirán de guía para recorrer este camino.

El siguiente paso

Ofrecemos este sumario de las voces que llegan de la Congregaciones Provinciales y Regionales para que sirva en las primeras reuniones de la Congregación General que se tendrán en las Conferencias. Puede servir como contexto para el estudio y discernimiento de los postulados y otras cuestiones presentadas por los miembros de la Compañía hasta ahora.

Roma, 8 de septiembre de 2015 Fiesta de la Natividad de María

P. General Adolfo Nicolás SJ