Pascua.. y ahora ¿qué?

Para reflexionar después de la Semana Santa, darle lugar a las preguntas.. y ahora ¿qué?

Pasó la Cuaresma, pasó la Semana Santa… y un mes después seguimos en este tiempo de aislamiento comenzando a celebrar la Pascua. Durante la Cuaresma la crisis de la COVID nos invitaba a profundizar en el sentido del tiempo de conversión: silencio, aislamiento, prueba, cambio de vida, desierto, tentación… Pero ¿Y ahora?

También vivimos la Pasión con un rostro sufriente fácil de reconocer. No necesitábamos buscar cruces, ni tumbas abiertas, ni madres dolorosas, ni amigos desesperados, bastaba mirar las noticias. Pero ¿Y ahora?

¿Dónde está la luz? ¿Dónde la alegría? ¿Dónde la comunidad que celebra la presencia del Resucitado? ¿Dónde la vida venciendo a la muerte? Este tiempo de Pascua que se abre ante nosotros es para muchos nuevo. Muchos hemos vivido siempre la Pascua en un contexto de alegría natural, de vacaciones, de fiesta. Y ahora ¿qué Pascua celebramos?

De nuevo aparece aquí un diálogo fundamental, la conversación entre la realidad y la fe. El diálogo supone que ambas partes se reconocen, se hablan y se escuchan. Los discípulos no experimentaron la Resurrección inmediatamente como una gran fiesta. María no fue capaz de reconocer al Resucitado a primera vista. Las mujeres no salieron del sepulcro colmadas de felicidad, sino con miedo y alegría. A Tomás no le bastó con saber que Jesús había resucitado. Los discípulos seguían encerrados después de saber la noticia. Lo fueron descubriendo al poner en diálogo la realidad de su miedo y sus dudas con la alegría y la esperanza que manaba de su fe.

Tal vez nos habíamos acostumbrado con demasiada facilidad a que el contexto facilitaba la experiencia personal, y ahora es tiempo de descubrir que, aunque estén cerradas las puertas, Jesús se vuelve a poner en medio. Él nos vuelve a salir al encuentro, vuelve a caminar con nosotros, pero nosotros debemos querer reconocerlo. Hoy debemos poner en diálogo la oscuridad de la realidad que nos envuelve y la luz de la fe en el Resucitado. Y lo debemos hacer cada uno personalmente, porque el encuentro con Cristo es personal.

Quizás esa sea la invitación de este tiempo, redescubrir que nos dice Jesús Resucitado en nuestra realidad concreta. Discernir que supone anunciar la Vida eterna en este tiempo de vidas truncadas. La Resurrección de Jesús toma la realidad humana para revestirla de gloria, también esta realidad que nos envuelve ahora, atrevámonos a hacer este camino.

Por Javier Prieto.

Fuente: pastoral.sj

Para resucitar con Vos

Ilumina nuestras sombras para llevar tu luz.
Ilumina nuestras sonrisas para abrazar tus resurrecciones.
Ilumina nuestras impotencias para fortalecernos en tu amor.
Ilumina nuestro andar, hoy quedándonos en nuestros hogares, para crecer en la entrega.
Ilumina nuestras palabras para no tener miedo a tus silencios.
Ilumina nuestras lágrimas para seguir sembrando.
Ilumina nuestros errores para aprender de vos
Ilumina nuestra oración para no ser sordos a tu llamada.
Ilumina nuestro latir para no perder el ritmo del Reino.
Ilumina nuestras necesidades para animarnos a vivir más allá de ellas
Ilumina nuestro amor para que sea incondicional y hasta el extremo como el tuyo.
Ilumina nuestro soñar para despertar contigo.
Ilumina nuestra música para cantar con los demás
Ilumina nuestras heridas para regarlas desde tu manantial.
Ilumina nuestros carismas y nuestras espiritualidades, para que sean plenitud de vida.
ilumina nuestras distancias para construir nuevas cercanías.
Ilumina nuestra Eucaristía, hoy espiritual, para hacerla en memoria tuya.
Ilumina nuestra paz, que es la Tuya.

Marcos Alemán sj

Papa Francisco: «Que el resucitado sane las heridas de la humanidad desolada»

El papa Francisco presidió este domingo 12 de abril en la basílica de San Pedro la misa del domingo de Resurrección, rezó por el mundo entero e impartió la bendición Urbi et Orbi. 

“Hoy resuena en todo el mundo el anuncio de la Iglesia: “¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado”, dijo en su reflexión. “Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!»”, aseguró.

“No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no ‘pasa por encima’ del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios”, profundizó.

Que el Resucitado “conceda su consolación”

En ese sentido, invitó a mirar al Resucitado, “que no es otro que el crucificado”, para “que sane las heridas de la humanidad desolada”, y mencionó especialmente a los enfermos, a los que han fallecido y a las familias que lloran la muerte de sus seres queridos: “Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus” y pidió para ellos “que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación”. Del mismo modo, recordó al personal sanitario, a las autoridades y a todos los que trabajan en los servicios esenciales.

Lutos, sufrimientos físicos y problemas económicos, enumeró el Pontífice al referirse a la pandemia, y advirtió: “Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación”. En ese marco, animó a recordar la antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua del Misal Romano: “No temas, he resucitado y aún estoy contigo”.

Por otra parte, Francisco expresó su cercanía con quienes enfrentan un futuro incierto, porque temen perder el trabajo y las consecuencias que esto genera; también con quienes toman decisiones políticas, y los exhortó a que encarnen la búsqueda del bien común de todos los ciudadanos “para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas”.

“Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos”, exhortó.

Una nueva humanidad

Para finalizar su reflexión, el Santo Padre pidió a la humanidad y en especial a la comunidad católica, que actúen en la construcción de una nueva humanidad, fruto de la resurrección de Jesús entre nosotros.
Para ellos, exhortó a no dejar solos a los pobres, a los presos y a los que no tienen hogar. “Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos”.

Fuente: AICA

Reflexión del Evangelio – Viernes Santo

Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42

Por P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

La liturgia del Viernes santo nos propone todos los años la lectura de la pasión del Señor, tal como la presenta el evangelio de San Juan. Quiero llamar la atención hoy sobre las veces que perdemos el sentido de los textos, cuando los leemos separados de su contexto; un ejemplo típico de esto, me parece que puede descubrirse en la siguiente historia:

«El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: «Tenemos la absoluta certeza de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance».

En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían. Pero ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea? Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda una noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía: «Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación».

De forma que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro. Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado.

Veinte años después pasó un profeta por la aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: «¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este país. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto». «¿Y qué podía hacer yo?», alegó el alcalde. «El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia». «Ese fue vuestro error», dijo el profeta. «Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado a sus ojos»» (De Mello, Canto del pájaro).

Si recuerdan, este pasaje está en el mismo Evangelio de San Juan; son las palabras de Caifás, el Sumo Sacerdote. Cuando el Sanedrín está discutiendo lo que deben hacer ante Jesús, después de la resurrección de Lázaro, Caifás pronuncia estas palabras que son la sentencia de muerte de Jesús (Juan 11,50). No basta, pues, encontrar LA respuesta a nuestros interrogantes; es fundamental leer todo el pasaje, todo el texto y si es necesario el capítulo o el libro entero, para entender una frase. Cuando sacamos las frases de su contexto, es muy fácil que nos engañemos.

Es conocida la queja de personas que son entrevistadas para algún periódico o revista y que se quejan porque han colocado frases que efectivamente dijeron, pero son presentadas sin el contexto de la conversación, de la pregunta, etc. Pero aquí no aparece sólo la necesidad del contexto; aparece también la necesidad de leer primero la situación en la que estamos; ya hemos dicho que el Evangelio o la Biblia no son una fuente infinita de fórmulas para aplicar inmediatamente a la vida; es fundamental mirar a los ojos del que tenemos al frente; mirar a los ojos de la misma realidad a la que queremos responder y ante la cual tenemos que reaccionar.

Cuando Jesús está hablando del amor a los enemigos y la forma de ayudarles a que cambien dice: «(…) al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrécele también la otra» (Mateo 5,39); sin embargo esto no es una norma para aplicar directamente sobre toda realidad; Jesús está hablando de no resistir al mal con mal; invita a vencer el mal con el bien, vencer el odio con amor… Cada uno tiene que ver cómo, de acuerdo a sus circunstancias y SU situación, tiene que responder. Hoy nos cuenta el Evangelio de Juan cómo, cuando Jesús estaba siendo juzgado por el Sanedrín, el Sumo Sacerdote le pregunta sobre sus discípulos y su doctrina; Jesús le respondió que siempre había hablado en público, y que no había dicho nada en secreto, que le preguntara a los que lo habían oído… «Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?» Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Juan 18,22-23). Es una reacción distinta, en una situación similar a la de la frase de la que estamos hablando; ¿será que Jesús se contradice? ¿será que Jesús no es coherente con lo que dice? ¿será que Jesús predica pero no aplica, como decimos tanto de muchas personas?

El principio sigue igual: No responder al mal con malvencer el mal a fuerza de bien; eso significa que en cada situación tenemos que inventarnos una respuesta nueva, que sea coherente con el principio, pero no que reproduzca una fórmula. Si esto no fuera así, ¿qué haríamos con afirmaciones como las siguientes?: «Si pues, tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida manco o cojo que con los dos manos o los dos pies, ser arrojado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida con un solo ojo que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna del fuego» (Mateo 18,8-9).

Por tanto, tenemos que tener en cuenta que el Evangelio no es para aplicarse sin más; no se trata de una lista de normas, fórmulas, recetas… Es una vida que nos puede inspirar e ilumina nuestra propia vida, pero no nos exime de buscar nuestras propias respuestas a nuestras propias circunstancias. Dejemos que este texto de la pasión del Señor nos ilumine y nos anime a buscar la mejor forma de asumir hoy la pasión de nuestro pueblo y nuestra propia pasión, sin repetir fórmulas ni responder con estereotipos.

 

Fuente: jesuitas.lat

#Jesuits.online: los jesuitas estamos con ustedes

La Curia General de la Compañía de Jesús en Roma, ha recibido un gran número de iniciativas jesuitas en relación con la crisis de COVID-19. 

En respuesta, el P. Arturo Sosa SJ, Superior General, ha pedido que se lance un nuevo sitio web para reunir estas iniciativas en un solo lugar, así como para promoverlas agrupándolas por idiomas para que la gente de todo el mundo pueda acceder a ellas más fácilmente.

El equipo digital de la Curia General aceptó este desafío y ha creado un nuevo sitio web JESUITS.ONLINE . En los próximos días, semanas y meses, se irán incorporando nuevos contenidos, incluyendo misa en vivo, retiros en línea y recursos para la oración. Por favor, no dejen de ‘darse una vuelta’ por esta página, echar un vistazo y aprovechar las propuestas que les resulten más atractivas.

«La fe pascual alimenta la esperanza»: Mensaje del Papa para la Semana Santa

El Papa Francisco dirigió un mensaje a todos los fieles, para expresar su cercanía y afecto en esta Semana Santa que ya comenzó y que será inusual para todos. Invita a todos a aprovechar este tiempo lo mejor posible y a disponernos al acompañamiento buscando maneras creativas para expresar el amor. «Los unos al lado de los otros, en el amor y la paciencia, podemos preparar en estos días un tiempo mejor”.

 

 

Mensaje completo:

Queridos amigos, buenas noches,

Esta noche tengo la oportunidad de entrar en vuestras casas de una manera diferente a la habitual. Si me lo permitís, me gustaría hablar con vosotros unos momentos en este período de dificultad y de sufrimientos. Os imagino en medio de vuestras familias, mientras vivís una vida inusual para evitar el contagio. Pienso en la vivacidad de los niños y los jóvenes, que no pueden salir, ir a la escuela, hacer su vida. Llevo en mi corazón a todas las familias, especialmente a las que tienen algún ser querido enfermo o a las que desgraciadamente están de luto por el coronavirus u otras causas. En estos días pienso a menudo en las personas solas para las que es más difícil afrontar estos momentos. Sobre todo pienso en los ancianos, a los que quiero tanto.

No puedo olvidar a los que están enfermos a causa del coronavirus, a las personas ingresadas en los hospitales. Tengo presente la generosidad de los que se exponen al peligro para curar esta pandemia o para garantizar los servicios esenciales a la sociedad. ¡Cuántos héroes, de todos los días, a todas las horas!También recuerdo a los que pasan apuros económicos y están preocupados por el trabajo y el futuro. Pienso además en los presos en las cárceles, a cuyo dolor se suma el miedo a la epidemia, por ellos y por sus seres queridos, pienso en los que carecen de domicilio, que no tienen un hogar que los proteja.

Es un momento difícil para todos. Para muchos, muy difícil. El Papa lo sabe y, con estas palabras, quiere expresar a todos su cercanía y su afecto. Intentemos, si podemos, aprovechar este tiempo lo mejor posible: seamos generosos; ayudemos a quien lo necesita en nuestro entorno; busquemos, a lo mejor por teléfono o en las redes sociales, a las personas que están más solas; recemos al Señor por los que pasan por esta prueba en Italia y en el mundo. Aunque estemos aislados, el pensamiento y el espíritu pueden llegar lejos con la creatividad del amor. Es lo que hace falta hoy: la creatividad del amor.

Celebramos la Semana Santa de una manera verdaderamente inusual, que manifiesta y resume el mensaje del Evangelio, el del amor ilimitado de Dios. Y en el silencio de nuestras ciudades, resonará el Evangelio de Pascua. Dice el apóstol Pablo: «Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Cor 5, 15). En Jesús resucitado, la vida ha vencido a la muerte. Esta fe pascual alimenta nuestra esperanza. Me gustaría compartirla con vosotros esta noche. Es la esperanza de un tiempo mejor, en el que también nosotros podamos ser mejores, finalmente liberados del mal y de esta pandemia. Es una esperanza: la esperanza no defrauda; no es una ilusión, es una esperanza.

Los unos al lado de los otros, en el amor y la paciencia, podemos preparar en estos días un tiempo mejor. Gracias por dejarme entrar en vuestras casas. Tened un gesto de ternura con los que sufren, con los niños, con los ancianos. Decidles que el Papa está cerca y reza para que el Señor nos libre pronto del mal a todos. Y vosotros, rezad por mí ¡Buena cena , hasta pronto!

 

Fuente: www.vaticannews.va

 

Y cuando al fin volvamos a abrazarnos

Por Gonzalo Sánchez-Terán

Y cuando al fin volvamos a abrazarnos
propongo, hermanos, no volver los unos
a los otros ni con los mismos ojos
ni con los mismos brazos.

Tras la riada vuelve el río al cauce,
a ser el mismo río, sin memoria
de los ahogados y su cuerpo roto.
Y después del incendio vuelve el bosque
a ser el mismo bosque, sin recuerdo
del llanto de los árboles quemados
ni reconocimiento del mantillo
que desde el dolor nutre las raíces.

Pero tú y yo tenemos almas, mentes.

El hombre que regresa del desierto
jamás vuelve a mirar un vaso de agua
del mismo modo; quien vivió la hambruna
nunca más sostendrá de igual manera
un puñado de trigo entre sus dedos.

Cuando por fin podamos abrazarnos
no volvamos los unos a los otros
con la misma mirada, el mismo verbo,
el mismo corazón, los mismos brazos.

Al volver a abrazarnos, la mañana
plena de besos, lágrimas, caricias,
que sean nuestros brazos brazos nuevos,
más sabios, más clementes, más humanos.

 

Fuente: pastoralsj.org

Reflexión del Evangelio – Domingo de Ramos

Evangelio según San Mateo 26, 14 – 27, 66

Relato de la Pasión

 

Por: P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Contemplar el mundo desde la Pasión del Señor, especialmente cuando estamos todos conmocionados por una enorme crisis planetaria producida por un virus desconocido, nos invita a preguntarnos por el origen de la fuerza salvífica de esa Pasión en nuestra propia historia. Tal vez no haya que dar muchas vueltas y resumir el mensaje que Dios nos regala en la Pasión de Jesús diciendo que no podemos vencer el mal haciendo el mal. Que la violencia no puede ser venciada con más violencia.

Uno de los beneficios de la situación que ha generado esta situación que hoy padecemos parece ser el hecho de que ha bajado la intensidad de muchos conflictos que enfrentan a pueblos y naciones, así como las diferencias y tensiones entre personas particulares. Estamos concentrados en combatir un enemigo nuevo que nos ataca a todos por igual. Nos sentimos, de alguna manera, unidos en una nueva cruzada por una amenza que no tiene distingue credos, grupos sociales, razas ni convicciones políticas. La situación nos ha unido en cierto modo. Por eso, es posible que la humanidad salga fortalecida de este cataclismo y aprenda que lo único que nos puede salvar son las dinámicas de apoyo, de colaboración y los esfuerzos compartidos por hacer que todos tengamos vida y salud.

Sin embargo, y no quiero ser pesimista, es posible que pasados los picos de la pandemia, volvamos a caer en la dinámica de la ley del Talión: Ojo por ojo y diente por diente, olvidando que la violencia no se combate con la violencia y que la derrota del enemigo no puede ser el cimiento de una paz duradera. Y allí es donde viene el mensaje de la Pasión del Señor, que pone en duda lo que normalmente pensamos que es más eficaz para combatir el mal. Jesús nos enseña que la paz no se construye con la guerra: “Todos los que pelean con la espada, también a espada morirán”, decía Jesús en Getsemaní sal ser arrestado. No fue fácil dar este paso ni es fácil hoy levantar esta bandera cuando vivimos casi tiempos de guerra contra un enemigo común. Pero no podemos olvidar a Erasmo de Rotterdam cuando decía que la guerra era dulce sólo para el que no la ha probado.

Leyendo la Pasión del Señor según San Mateo, ha vuelto a rechinar en mi interior una pieza que no acaba nunca de ajustarse en todo el engranaje de la vida de Jesús: ¿Por qué no huyó ante la inminencia de la muerte? “Después del beso de Judas Jesús le contestó: –Amigo, adelante con tus planes”. ¿Por qué no se defendió con la fuerza? Después de que “uno de los que estaban con Jesús sacó su espada y le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote, Jesús le dijo: –Guarda tu espada en su lugar” ¿Por qué no se defendió ante Caifás? “Entonces el sumo sacerdote se levantó y preguntó a Jesús: –¿No contestas nada? ¿Qué es esto que están diciendo contra ti? Pero Jesús se quedó callado”. ¿Por qué no se defendió ante Pilato? “Mientras los jefes de los sacerdotes y los ancianos lo escuchaban, Jesús no respondió nada. Por eso Pilato le preguntó: –¿No oyes todo lo que están diciendo contra ti? Pero Jesús no le contestó ni una sola palabra”.

El silencio de Jesús, la actitud paciente frente a la burla, la difamación, el insulto, los golpes, la tortura, la muerte violenta, todavía nos escandalizan. Con razón él decía: “Todos ustedes van a perder su fe en mi esta noche”. ¿Quién no? Lo que hace Jesús sobrepasa nuestras posibilidades. ¿Quién está preparado para seguir esta propuesta hoy? ¿Quién cree que entregar la vida es más eficaz que imponerse y dominar a otros? ¿Quién está dispuesto a defender que la pasión de un justo es una fuente de salvación para toda la humanidad? Cualquiera entiende hoy ese versículo de Mateo al final del arresto de Jesús: “En aquel momento, todos los discípulos dejaron solo a Jesús y huyeron”. Ojalá pudiéramos tener la dicha de no escandalizarnos de la Pasión del Señor y él mismo nos concediera la gracia que le regaló al capitán romano que fue testigo de esta tragedia, para poder decir con él: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

 

Fuente: jesuitas.lat

Propuestas de la Conferencia Episcopal Argentina para celebrar el Domingo de Ramos

El Secretariado Nacional de Liturgia (Senali), de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), dio a conocer una serie de orientaciones a fin de poder celebrar en familia el Domingo de Ramos, con el que se inicia la Semana Santa, en el contexto actual de cuarentena por la pandemia del coronavirus.

Texto del comunicado:

Todos los años, la «puerta» que se abre para que entremos a la Semana Santa es la celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Y en ella hay un gesto muy querido por todos: la bendición de los ramos que traemos a nuestros hogares, como signo de nuestra participación en esta celebración y, fundamentalmente, como signo de nuestra fe en Jesucristo, a quien reconocemos como nuestro Salvador.

Este año no podemos ir a nuestros templos porque estamos cumpliendo el aislamiento social preventivo y obligatorio. Por eso viviremos esta celebración en casa, ya que nuestro bautismo nos capacita el corazón para unirnos a Jesús, celebrando la memoria de su muerte y resurrección.

Para poder celebrar y rezar en familia en este Domingo de Ramos tan particular, el Secretariado Nacional de Liturgia de la Conferencia Episcopal Argentina ofrece un subsidio celebrativo para que caminemos unidos en la oración en este tiempo que nos toca vivir.

Aquí debajo se acompaña el archivo en formato PDF para su descarga.

Domingo-de-Ramos.CEA

«Tal vez estamos viviendo, de un modo colectivo, lo que le sucedió a Ignacio de Loyola»

Javier Melloni SJ, anotropólogo, teólogo y escritor español, nos acerca una reflexión sobre la situación sanitaria mundial y nos ofrece una analogía entre la pandemia que atraviesa al mundo y la etapa convaleciente de la vida de San Ignacio de Loyola.

En esta situación tan abrumadora que estamos viviendo hay algo nuevo: y es que no podemos hablar en singular, porque nos afecta a todos. Estamos ante un éxodo colectivo que nos está acercando los unos a los otros de una manera nueva, sin igual. Una extraña cercanía, porque no puede ser física, y sin embargo nos sentimos más cerca unos de otros que nunca: con los compañeros de comunidad, con todos los que colaboran con nosotros de diferentes modos, con los vecinos de nuestro barrio y de nuestra ciudad, con el país, con el mundo, con las difíciles decisiones que han tomar los políticos, con todo el cuerpo sanitario y con toda la cantidad de otra gente cuyos servicios damos por supuesto en nuestra sociedad tan anónima y que ahora empiezan a tener rostro. Nos sentimos hermanados más que nunca, y agradecemos lo que hacemos unos por otros.

A su vez, necesitamos tomar perspectiva y darnos cuenta de que tal vez estamos viviendo, de un modo colectivo, le que sucedió Ignacio de Loyola: una bomba segó su pierna en plena batalla y se detuvo. Fue forzado a un confinamiento, de unos nueve meses. Las primeras semanas se debatió con el dolor y con la muerte, pero luego se empezó a abrirse en él algo diferente y de ese tiempo nació un hombre nuevo. ¿No es esta la oportunidad que se nos está dando como sociedad, incluso como civilización? ¿No es una bomba la que ha segado nuestra carrera imparable, el galope de un gigante que nadie podía detener? De pronto hemos sido inmovilizados por unos pequeños seres que ni siquiera vemos y el gran coloso ha caído. El mundo que creíamos invulnerable no lo es.

Confusos y aturdidos, con dolor y también con temor, estamos postrados en cama, cada cual en la suya (porque cada uno tiene que hacer su propio proceso) pero todos en la misma habitación, porque esta postración nos afecta y nos atañe a todos. Hay y habrá que pasar por todas las fases de este trance. No nos podemos ni podremos saltar ningún paso porque la Vida tiene sus leyes y la Vida es maestra. Procede de Dios y nada es ajeno a Él, sino que todo es manifestación suya. También esta prueba. Ignacio necesitó su tiempo para comprenderlo. Al comienzo tuvo que lidiar con la fiebre y el dolor de sus heridas; cuando se empezaron a calmar, primero buscó entretenerse y finalmente fue hallado por Quien le buscaba a él a través de esa herida. Lo que al inicio vivió como una derrota y un fracaso, fue su segundo nacimiento. Como Ignacio, tal vez tratemos al comienzo de entretenernos leyendo libros de caballerías que nos evadan de nuestro verdadero combate; o tal vez ya nos hemos puesto a leer textos verdaderos, textos revelatorios que nos devuelvan a nosotros mismos para disponernos a Escuchar.

Lo nuevo de todo esto es que no es una situación individual, sino colectiva y civilizatoria. Es ahora cuando se nos da la oportunidad de ponernos realmente a Escuchar y a discernir los signos. Pero no solos, sino juntos. Tal vez esta sea la diferencia fundamental con respecto a Ignacio. Como le sucedió a él, el reto está en pasar de un confinamiento forzado a un retiro libremente elegido.

Disponemos de muchas herramientas –entre ellas, las que Ignacio mismo nos dejó- para convertir este confinamiento colectivo en un retiro compartido, en unos Ejercicios colectivos de discernimiento y [re]conversión. Son muchos los elementos, muchos los planos y niveles que están en juego. San Ignacio empezó a ponerles nombre en su lecho convaleciente de Loyola. Allí aprendió a discernir. Pero fue solo cuando le detuvieron y fue de una forma abrupta y dura. Él no lo hubiera hecho por mutuo propio. Tampoco nosotros, tampoco nuestra sociedad estaba dispuesta a hacerlo.

Bendito confinamiento si nos sirve para recibir una luz y un conocimiento que no teníamos y bendita prueba si nos ayuda a recibirla y descubrirlo juntos. Más que nunca nos necesitamos unos a otros. La luz de uno es luz para todos.

Por Javier Melloni SJ