Noviembre: Mes de Todos Los Santos y Beatos de la Compañía

El 5 de noviembre es el día de todos los Santos y Beatos Jesuitas. También es el día de la oración por las vocaciones a la Compañía porque pedimos al Señor, junto con nuestros Santos y Beatos, que envíe más vocaciones a la Compañía de Jesús.

En esta fecha los religiosos, laicos y la comunidad ignaciana del mundo entero agradecen por los Santos y Beatos jesuitas que contribuyeron en la predicación y vivencia del Evangelio y en la construcción de un mundo más igualitario y fraterno. Este agradecimiento es acompañado por la petición al Santo Padre para que siga enviando muchas, de calidad y santas vocaciones de hermanos y sacerdotes a la Compañía de Jesús.

Rezar por las Vocaciones

Orar es ponerse en camino a la espera del Señor que recrea horizontes y llena los pulmones de aire fresco. Inspirados en Ignacio de Loyola podríamos decir que la oración de petición es dejarse llevar por la dinámica más profunda y auténtica de aquellos deseos que tienden a liberarnos del propio “amor querer e interés” (Cfr.EE, 189). Orar es asumir la vida que anhelamos como un don y como una tarea; orar es acoger los deseos que Dios pone en nuestros corazones, los cuales, al igual que los retoños henchidos de vida frágil y en estado de promesa, albergan los frutos que habrán de saborearse en el tiempo de la cosecha. (Armando Raffo SJ)

Contemplando y agradeciendo la vida, entrega y ejemplo de estos jesuitas, estamos invitados, a lo largo de todo este mes de Noviembre a a pedir de manera especialmente por las vocaciones que el Señor quiera regalar a la Compañía de Jesús; y por todos los jesuitas que conocemos. Para que Dios le de vitalidad en la nuestra vocación y una vida entregada que sea como un fuego que enciende otros fuegos.

El Padre General ha nombrado un Nuevo Provincial para Paraguay

El Padre Ireneo Valdez Colmán de 55 años, ha sido nombrado nuevo Superior Provincial de la Compañía de Jesús en el Paraguay. El Padre Valdez entró al Noviciado en 1988, fue ordenado sacerdote en 1999, hizo estudios de filosofía en Asunción (1990-1992) y en el Instituto de Teología (UC). Cursó un Diplomado en Ciencias Sociales y Ética en el ILADES de Santiago de Chile (1993-1995). Obtuvo la Licenciatura en Teología, en la Facultad de Granada, España (1995-2000) y cursó un semestre en la Universidad Gregoriana de Roma (1999-2000).

El Padre Valdez asumirá en los inicios de 2017 y sucederá al Padre Alberto Luna, que ya ha cumplido su período de seis años en el cargo. Su nombramiento fue anunciado el 5 de noviembre por el nuevo Superior General, el Padre Arturo Sosa Abascal SJ, recientemente elegido en la Congregación General 36 que se está llevando a cabo en Roma.

Principales Ministerios

Fue Ayudante del Maestro de Novicios y Director del Pre-noviciado, en Paraguarí (2000-2005). Estuvo como responsable de la Pastoral Vocacional en los años 2004 y 2005. Fue Maestro de Novicios desde el 2005 hasta el 2014. En este tiempo el noviciado fue trasladado de Paraguarí a San Ignacio-Misiones.

Actualmente el P. Ireneo es párroco de la Parroquia Sagrada Familia, de la Arquidiócesis de Asunción, es Consultor de Provincia desde el 2011. Un hecho memorable ocurrió en el 2015, cuando recibió al Papa Francisco en su parroquia durante la visita Papal al Bañado Norte.

Los Jesuitas en Paraguay

Los Jesuitas tienen una significativa presencia en la historia del Paraguay, en la primera etapa signada por el gran proyecto de las Reducciones Jesuíticas (1598-1768) cuyo testimonio nos queda en el primer santo paraguayo, el jesuita Roque González de Santa Cruz, y en la segunda etapa (1927-2016) los jesuitas son reconocidos por su compromiso con la educación en conocidos colegios como Cristo Rey y Técnico Javier de Asunción, la obra educativa de Fe y Alegría, la acción social con medios populares, en la labor cultural, académica e intelectual, como en la pastoral parroquial y en los centros de espiritualidad.

Fuente: CPAL SJ

Homilía de Clausura de la Congregación General 36

Compartimos el texto completo de la homilía del Superior General de la Compañía durante la misa de clausura de la Congregación General 36. 

Por Arturo Sosa SJ

Al final de una fuerte experiencia de discernimiento suele aparecer en nosotros un sentimiento de vértigo frente a lo que va a venir después. Sentimos la dificultad de hacer vida la elección realizada, de convertirnos al modo de proceder que exprese la decisión que hemos tomado siguiendo el soplo del Espíritu Santo.

Los Ejercicios Espirituales de san Ignacio presentan como transición a la vida cotidiana la “contemplación para alcanzar amor”. Una contemplación en la que resuena con fuerza la primera carta del apóstol san Juan que acabamos de escuchar. Dios quiere darse a conocer como Aquel que es Amor. Por eso se hace presente en la humanidad enviando a su Hijo, gesto de amor que nos da vida, la única vida verdadera a la que nosotros aspiramos. Dios Padre pone en práctica las dos observaciones que nos hace san Ignacio al comienzo de la contemplación: “el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” y “el amor consiste en comunicación de las dos partes”, en la que cada uno da todo lo que tiene y es. El Señor se ha entregado totalmente, hasta la muerte en cruz, y está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, porque nos ha dado su Espíritu. San Ignacio nos invita a pedir el reconocimiento de tanto bien recibido como motor para que también nosotros nos entreguemos enteramente para en todo amar y servir a su divina Majestad.

 Esta es la frase que ha guiado nuestras sesiones en el aula de la Congregación. Cristo en cruz ha estado presente en nuestras tareas para llevar nuestro discernimiento más allá de nuestros razonamientos, de nuestros gustos o malestares, para llegar a la consolación que proviene de estar en sintonía con la voluntad del Padre. Jesús, en la víspera de su pasión, se acercó al monte los Olivos y luchaba en su oración incluso hasta sudar “como gotas espesas de sangre” para aceptar las consecuencias de su misión, bastante alejadas de lo que le gustaba o con las que pudiera estar de acuerdo. Nosotros también nos quedamos impactados por los testimonios de nuestros hermanos en situaciones de guerra y así, nos sentimos empujados por el amor para decir juntos: “Tomad, Señor, y recibid, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y mi poseer; Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta”.

 También en esta Congregación General hemos vivido de nuevo esta experiencia del amor de Dios que se hace presente de modos tan distintos en nuestra vida personal y en nuestro cuerpo de compañeros de Jesús. Una vez más nos ha sorprendido la abundancia, la variedad y la profundidad de sus dones. Todo lo que hemos experimentado ha sido gracia, don gratuito y sorprendente.

El proceso de discernimiento de la Compañía reunida en Congregación General nos pone ante el reto de convertirnos en ministros de la reconciliación en un mundo que no se ha detenido durante nuestras deliberaciones. Las heridas de las guerras siguen ahondándose, los flujos de refugiados crecen, los sufrimientos de los migrantes nos golpean cada vez más, el Mediterráneo se ha tragado decenas de personas en estos dos meses que nosotros hemos pasado juntos. Las desigualdades entre los pueblos y dentro de las naciones son el signo del mundo que desprecia a la humanidad. La política, ese “arte” de negociar para poner el bien común por encima de los intereses particulares sigue debilitándose ante nuestros ojos. Los intereses particulares, de hecho, enmascarados bajo capa de nacionalismos, eligen gobernantes y toman decisiones que detienen los procesos de integración y el actuar como ciudadanos del mundo. La política no consigue convertirse en el modo humano de tomar decisiones razonables cuando renuncia a invocar la imposición de los poderosos. El deseo profundo de las madres y de los niños de todos los rincones del mundo de poder vivir una vida en paz, con relaciones fundadas en la justicia, parece alejarse en medio de conflictos y guerras por motivos opuestos al amor que nos puede hacer vivir.

Captura de pantalla (90)

Nuestro discernimiento nos lleva a ver este mundo con los ojos de los pobres y a colaborar con ellos para hacer crecer la vida verdadera. Nos invita a ir a las periferias y a intentar comprender cómo afrontar globalmente la integralidad de la crisis que impide las condiciones mínimas de vida a la mayoría de la humanidad y pone en riesgo la vida sobre el planeta Tierra, para abrir espacio a la Buena Nueva. Nuestro apostolado es, por lo tanto, necesariamente intelectual. Los ojos misericordiosos que hemos adquirido al identificarnos con Cristo en cruz nos permiten afrontar la comprensión de todo lo que oprime a los hombres y mujeres de nuestro mundo. Los signos que acompañan nuestro anuncio del Evangelio son los que corresponden a expulsar los demonios de las falsas comprensiones de la realidad. Por eso aprendemos lenguas nuevas para comprender la vida de los distintos pueblos y a compartir la Buena Nueva de la salvación para todos. Si abrimos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo y nuestras mentes a la verdad del amor de Dios no beberemos el veneno de las ideologías que justifican la opresión, la violencia entre los seres humanos y la explotación irracional de las reservas naturales. Nuestra fe en Cristo muerto y resucitado nos permitirá contribuir, con tantos otros hombres y mujeres de buena voluntad, a imponer las manos sobre este mundo enfermo y colaborar en su curación.

Vayamos, pues, a predicar el Evangelio por todas partes, consolados por la experiencia del amor de Dios que nos ha puesto juntos como compañeros de Jesús. Como a los primeros Padres, el Señor nos ha sido propicio en Roma, y nos envía a todos los lugares del mundo y a todas las culturas humanas. Vayamos confiados porque Él trabaja a nuestro lado y confirma con signos inéditos nuestra vida y misión.

Fuente: gc36.org

 

 

La Congregación General 36 Llega a su Fin

Hacia media mañana del pasado sábado 12 de noviembre de 2016, la Congregación General 36 proclamó su finalización. El día comenzó con la tradicional oración que, en esta ocasión, se transformó en un examen contemplativo de las seis semanas de trabajo, guiado por los padres Mark Revizza y Pablo Alonso. El viernes por la tarde se tuvo la ocasión de realizar una primera evaluación por grupos de conferencias de provinciales. Luego, el sábado por la mañana, se favoreció el diálogo espiritual en profundidad en pequeños grupos mixtos. La evaluación de la Congregación se completará con una encuesta on-line que los delegados deberán de responder en los próximos días.

En la última sesión de trabajo en el Aula, tras la votación necesaria para decretar el final de la Congregación, se procedió a una ronda de agradecimientos. Quien comenzó fue el Padre General.

El Padre Sosa tomó la palabra para agradecer los trabajos de la Congregación apoyándose en el texto de Mc 4,26, para enfatizar la importancia de reconocer que es el Señor quien hará crecer la semilla que hoy planta la Congregación. Agradeció a todas las personas y equipos involucrados en el proceso de preparación, coordinación, equipos de trabajo, comunicación, traducción, personal de la curia… terminando con un especial agradecimiento a las comunidades jesuitas de Roma que con tanto cariño han acogido a los miembros de la Congregación.

A continuación, el Secretario de la Congregación, el P. Orlando Torres, agradeció también a todas las comisiones y equipos de trabajo de los decretos, así como a los subsecretarios y resto del equipo de coordinación de la Congregación.

La sesión de clausura terminó con el tradicional Te Deum, cantada con alegría por todos los delegados, que continuó por la tarde en la Eucaristía de Acción de Gracias que la Congregación celebrará en la Iglesia de San Ignacio a las 16.00h, seguida de una recepción final en la Universidad Gregoriana.

Fuente: gc36.org

 

La Conversación Espiritual como Instrumento para Tomar Decisiones

¿Qué es la conversación espiritual? ¿Para qué sirve? ¿Cómo se lleva adelante? ¿Qué resultados tiene? Una breve explicación a la luz de la experiencia en las Congregaciones Generales.

La tarea de la congregación general, más allá de la elección del general, es también preparar las orientaciones que la Compañía de Jesús llevará adelante los próximos años. Un grupo heterogéneo de más de 200 personas, ¿cómo pueden reflexionar juntos para llegar a tomar una decisión común?

Cada tema concreto es afrontado desde diversos niveles.

Ante todo a nivel personal. Cada delegado cuenta con un tiempo personal para que puedan rezar y reflexionar sobre el tema. Cada uno tiene la posibilidad de clarificar cuál es su posición personal, su pensamiento y su sentir interno. Los delegados pueden también confrontarse libremente los unos con los otros en un intercambio informal donde la diversidad de opiniones ayuda a alargar los horizontes personales y a considerar la cuestión desde otros puntos de vista o a acoger nuevos matices.

Después, la reunión en grupos pequeños, que pueden ser mixtos, bien lingüísticos o por asistencia/conferencia. El grupo pequeño permite exponer de modo sencillo y favorecen el compartir a diversos niveles: intelectual, emotivo y espiritual. Poco a poco, escuchándose, se forman opiniones, se va creando consenso entono a ciertas instancias, y se dejan de lado otras que al principio parecían relevantes.

Por último la discusión en el aula, donde la confrontación con la asamblea entera se convierte en una ocasión para situar la propia posición y reconocer que cosas están de verdad en el corazón del cuerpo entero de la Compañía. Como en un tamiz, las ideas propias se encuentran y se contrastan con las de demás, plasmándose y modificándose para purificarse de los intereses personales, aun no queridos, y convertirse en una búsqueda honesta y transparente del bien común.

Para alcanzar profundidad en la comunicación, la tradición ignaciana prevé una modalidad de diálogo particular: la conversación espiritual. No consiste, necesariamente, en una discusión sobre cuestiones espirituales, es más bien una modalidad de interacción basada en el número 22 de los ejercicios espirituales de San Ignacio:

“Para que así el que da los ejercicios espirituales como el que los recibe, más se ayuden y se aprovechen: se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición dl prójimo que A condenarla, y si no lo puede salvar, pregunte como la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor, y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve.”

El “presupuesto”, como es llamado, pide que uno se ponga en una actitud de escucha profunda y seria del otro, buscando entender que quiere transmitir con sus palabras y su actitud. Es una escucha intencional, y no un juicio, que busca entender hasta el fondo la verdad de lo que el otro está comunicando.

Por otro lado, cuando se habla de un determinado tema, es necesaria libertad de espíritu (la indiferencia ignaciana) y el esfuerzo de salir de uno mismo y del propio interés y tener en cuenta el bien del grupo entero. Ponerse delante del Señor al considerar una cuestión, aunque no sea explícitamente espiritual, ayuda a liberarse de aquella ideas previas, prejuicios o ideologías que a menudo actúan aun de un modo inconsciente en nuestro modo de razonar. Se necesita silencio y concentración, pero sobre todo el deseo de servir al bien común.

La conversación espiritual es un proceso basado en la confianza mutua que implica, más allá de la relación con el otro, la dimensión espiritual y a la propia persona. Naturalmente, el hacer realidad este tipo de comunicación no está exento de dificultades, sobre todo las que hacen referencia a la comprensión mutua. A veces es difícil alcanzar el entendimiento mutuo, sobre todo cuando se generan malentendidos o ambigüedades entorno al modo de entender alguna cuestión. Sin embargo cuando se capta la buena intención del otro y uno es solidario en la tarea de sintonizar, sucede una cosa extraordinaria: el grupo se pone en una situación en la cual es capaz de reconocer de modo claro donde quiere conducirlo el Espíritu Santo. La señal por la cual todos se dan cuenta de que está sucediendo es la consolación espiritual que llena el corazón de cada uno.

Fuente: gc36.org

Ad Negotia: Navegando Aguas Profundas

Por Javier Vidal, SJ

 Desde el lunes, cuando iniciamos la segunda etapa de la CG, se siente el deseo de seguir navegando en aguas profundas con temas que son conocidos pero que aún no hemos podido encarnar como cuerpo apostólico. Hay temas que implican un proceso de conversión y que necesitan de tiempo y cuidado para que se hagan carne de nuestra carne.

 La Congregación General 35 nos regaló una frase que hasta el día de hoy sigue siendo un desafío para nosotros los jesuitas: “somos colaboradores para la misión que nos confía Jesús y la Iglesia”. Durante los últimos 8 años hemos ido haciendo un esfuerzo por cambiar el “chip” y hacernos conscientes que los colaboradores no son “otros” sino nosotros los jesuitas y seglares que compartimos el trabajo y que la misión no es “nuestra” sino de Jesús. Hay provincias que han dado saltos cualitativos en el modo de proceder y han incluido a los “otros” en el discernimiento, las decisiones y la dirección de las obras. Son provincias que se han atrevido a acoger esta invitación y hoy nos ayudan a reconocer que es posible llevar adelante la misión que Jesús nos confía con un sentido de cuerpo con otros.

 Sin embargo, este paso es difícil, lo sabemos, en el fondo nos resistimos de manera silenciosa, pues reconocemos que implica un modo totalmente distinto al que estamos acostumbrados a llevar la misión. Reconozco que durante mis años de párroco tuve miedo de perder el control y la última palabra. Sin embargo, este es el camino del Concilio Vaticano II, de la nueva evangelización y el que nuestro Padre General expresó en su primera homilía: “La Compañía de Jesús sólo podrá desarrollarse en colaboración con otros, sólo si se vuelve mínima Compañía colaboradora. Atención a las trampas del lenguaje. Queremos aumentar la colaboración, no solo buscar a otros para que colaboren con nosotros, con nuestras obras, porque no queremos perder el prestigio de la posición de quien tiene última palabra. Queremos colaborar generosamente con otros, dentro y fuera de la Iglesia, con la conciencia que surge de la experiencia de Dios, de estar llamados a la misión de Cristo, que no nos pertenece en exclusividad, sino que compartimos con muchos hombres y mujeres consagrados al servicio de los demás”.

 Me parece que esta CG36 nos lleva a una “repetición ignaciana”, la cual es muy necesaria, pues la encarnación es un proceso que necesita de tiempo y cuidado. Esto nos llena de entusiasmo y alegría pues nos revela que Dios es paciente y nuestro cómplice, va por delante de nosotros en todos estos diálogos, y una vez más, nos invita a profundizar en esta llamada. Hoy le quiero dar las gracias a tantas personas dentro y fuera de la Iglesia que confían en nosotros y nuestro modo de anunciar el Reino en medio del mundo. Gracias por su paciencia y querernos como somos y unirse a las filas de la misión que Jesús nos confía.

 La exhortación apostólica Evangellii Gaudium nos recordó que el Vat. II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo. Por tanto, la misión debe abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”. En palabras del Papa Francisco: “invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores”. Por tanto, con espíritu de consolación y deseo creciente de conversión terminamos nuestra tercera semana de CG.

Fuente: gc36.org

Un Equipo de Gobierno para La Misión

En esta nota publicada el sábado en la página de la Congregación General 36, el P. Gustavo Calderón Schmidt SJ habla del proceso de elección del equipo de gobierno y de la función que deberán cumplir los elegidos.

Por Gustavo Calderón Schmidt SJ

Los elegimos ayer. Ha sido una jornada larga, llena de expectativas para quienes siguen las noticias de la CG36. Es que ellos son importantes. Tendrán un rol protagónico en el gobierno del nuevo Prepósito General. Ahora está completo el equipo. Se trata de los asistentes ad providentiam y el admonitor. Son miembros del Consejo del General. Estarán muy cercanos, velando el devenir apostólico de la Compañía, pero sobre todo cuidando que el Superior Mayor de la Compañía de Jesús pueda hacer su tarea contemplando asuntos que no tienen solo que ver con la misión de manera directa, sino también con su vida espiritual, con su descanso, con su manera de ver el universo mundo y ahondar en los problemas que más llamen la atención.

 Ellos tendrán que ser capaces de abordar al General cuando consideren que hay aspectos que no fluyen por caminos que van acorde a nuestro modo de proceder, al Instituto, a la calidad de la misión. Incluso estarán atentos a ciertas actitudes que pudieran haber sido inapropiadas para la situación que se está viviendo. Son su gente de confianza, a quienes él aprenderá a escuchar detenidamente. Es que la vida de un General demanda todos estos avatares de lo cotidiano. Es un hombre con defectos y virtudes como cualquier otro, e Ignacio quiso ofrecer este apoyo al Prepósito para que su gobierno pudiera ser más fructífero, más acorde a lo que le exigen las circunstancias que se le presentan.

En la fórmula No. 137 dice que el admonitor “sea un hombre apreciado como persona religiosa, familiar con Dios en la oración, entrado ya en edad, de buen juicio, maduro y muy estable emocionalmente…” Esto nos da el talante de su trabajo. Será quien acompañe, anime y guíe el espíritu de servicio con el que el General se entregará cada día. Nos tenemos que situar en la vida normal de un ser humano común y corriente, que tendrá aciertos y desaciertos. Ahí, este acompañamiento se torna primordial para la sostenibilidad de la misión.

 Los hombres de cinta verde han ejercicio la democracia. Sí, exacto. Algunas personas piensan que en la Compañía todo es verticalidad, pues que sepamos todos que los cargos más relevantes de gobierno de los jesuitas se eligen por votación directa de representantes de la Compañía universal. Ellos se quedarán hasta la próxima congregación general, a no ser que se produjera alguna situación contemplada por nuestras normas. Arturo Sosa está listo para gobernar. Encomendamos su labor. Orar, discernir y tomar decisiones. La congregación ha terminado de elegir el equipo central, un gobierno para la misión. Estamos en marcha.

Fuente: gc36.org

Elección de Asistentes Ad Providentiam y Nombramiento del Secretario de la Compañía

La CG36 continúa el proceso de elección de quienes llevaran adelante su gobierno.

Hoy Viernes 4 de Noviembre la Congregación General ha estado reunida eligiendo los Asistentes ad providentiam. A última hora de la tarde, el Padre General ha comunicado a toda la Compañía la elección como Asistentes ad providentiam a los siguientes padres:

  •  P. Fratern Masawe (AOR)
  • P. Vernon D’Cunha (BOM)
  • P. Douglas Marcouiller (UCS)
  • P. John Dardis (HIB)

A su vez, ha sido elegido como Admonitor del Superior General el P. Douglas Marcouiller (UCS).

Hoy se ha hecho público también, que ayer 3 de noviembre, el Padre General ha nombrado al P. Antoine Kerhuel (GAL), Secretario de la Compañía de Jesús.

A partir de los decretos y las recomendaciones que apruebe la Congregación General es posible que se produzcan otros nombramientos en la Curia General de los que se dará puntual información en su momento.

Fuente: gc36.org

De Caracas A Roma: la Historia de Arturo Sosa

Dos días después de la elección, el equipo de comunicación de la Congregación General se encontró con el Padre Arturo Sosa, SJ para conversar sobre su vida y su pensamiento. La conversación pretende dar a conocer al nuevo Padre General de forma más personal, y está pensada para todos los Jesuitas y los amigos y amigas de la gran familia ignaciana distribuida por el mundo.

Sobre su elección como Padre General 

Como todos los electores llegué a la Congregación preguntándome quienes serían los mejores candidatos para el cargo de Padre General y, obviamente, yo no me tenía en esa lista. El primer día de las murmuraciones1 fue empezar a averiguar sobre los que yo creía que eran los candidatos, el segundo día empecé a escuchar que me preguntaban a mí, o que habían preguntado por mí, el tercer día comencé a preocuparme pues ya era mucho más directo y el cuarto más todavía. En los tres días últimos hablé con 60 personas, y muchos ya preguntaban por mi salud. Así que empecé a hacerme a la idea, aunque rogando que los compañeros se tomaran en serio lo que dice San Ignacio sobre ir a la elección sin la decisión cerrada. El día de la elección, al ver las votaciones, me fui haciendo a la idea, con una profunda intuición de que aquí me tengo que fiar del juicio de los hermanos, pues del mío no me fío. Si ellos me eligieron ha sido por algo, y trataré de responder lo mejor que pueda.

En esta elección yo creo que se valora la experiencia de trabajo local e internacional, y no dudo que los últimos años en Roma tienen que ver con ello. Pero principalmente entiendo que soy uno de tantos jesuitas de la Compañía Latinoamericana que ha intentado poner en práctica lo que las Congregaciones han dicho en los últimos 40 años. Yo loentiendo como una confirmación de la dirección que comenzó la Compañía en tiempo de Arrupe. Entiendo esta elección como una confirmación de que hay que seguir por aquí.

Pero yo, personalmente, soy como muchos jesuitas de mi generación.

I – Origen y Formación

Familia

Nací en el escasísimo periodo de democracia que hubo en la primera mitad del S. XX en Venezuela, en 1948. Mi nacimiento fue el 12 de noviembre, y el 24 de ese mes hubo un golpe de estado contra el 1er presidente elegido democráticamente en el país después de la independencia. Mis abuelos vivieron una gran pobreza, pero mi padre ya fue de la generación que construyó el país.

Éramos una familia muy extendida, donde compartíamos espacio varias generaciones. Para mí fue muy importante estar tan juntos. Nuestras casas no tenían muros, no había distinción entre un jardín y otro, todos vivíamos conjuntamente. Éramos una familia muy católica, aunque poco expresiva en su religiosidad. En ese entorno aprendí a ver la realidad desde la perspectiva de ir más allá de lo que hay, de que las cosas no son necesariamente como están. Me crié siempre batallando por ir un poco más allá de lo que había.

Era una familia en ese sentido muy sensible a la realidad y convencida de la necesidad de estudiar. Siempre me motivaron muchísimo a conocer la realidad, a abrirme al mundo, a aprender idiomas… Mi papá era un hombre muy inquieto, viajaba mucho fuera y dentro del país. Si en aquel tiempo en Venezuela habría 10 personas que leían la revista Time, uno era él. Era economista y abogado y estuvo dos veces en el gobierno. Muchas veces me invitaba a acompañarlo en los viajes internos. Cuando llegábamos a una ciudad que yo no conocía siempre me decía: «vamos a montarnos en la circunvalación», y dábamos la vuelta a la ciudad mientras me explicaba todo lo que íbamos viendo. Era como un constante abrir los ojos a una realidad siempre más grande, a no quedarme encerrado en lo que ya conocía.

El colegio

El otro ambiente donde se desarrolló mi infancia fue el colegio San Ignacio, en Caracas. Empecé el colegio en kínder cuando tenía 5 años y ahí pasé 13 años hasta que terminé el bachillerato. Mi papá también había sido alumno del mismo colegio. Entonces en los colegios de la Compañía había muchos jesuitas, sobre todo jóvenes: maestrillos y hermanos. Para mí era una especie de segunda casa. Según mi mamá la primera, porque yo nunca estaba en la casa. Había actividad desde el lunes a veces hasta el domingo, día que había misa en el colegio. Si soy sincero no me acuerdo de la química o la matemática, pero sí recuerdo muy bien haber creado grupos dentro del colegio como la Congregación Mariana, el centro de estudiantes… teníamos mucha actividad de este tipo. Esto tiene mucho que ver con el nacimiento de mi vocación al haber experimentado la dimensión de sentido de la vida cuando te entregas a los demás.

II – Itinerario jesuita

Mi Vocación

Yo conocí a los jesuitas en el colegio y nunca tuve ninguna duda sobre mi vocación a la Compañía. Ni siquiera me la planteaba como sacerdocio, sino como ser jesuita. En concreto, haciendo memoria, los jesuitas que más me impresionaron fueron los hermanos.

Había muchos hermanos en la Provincia de Venezuela. En concreto, en el colegio había hermanos cocineros, el que arreglaba el autobús, el chófer… y había hermanos maestros. Las clases de los grados de primaria las daban bastantes hermanos, que eran de verdad pedagogos. Los hermanos y los maestrillos eran la gente que de verdad nos acompañaba, a los curas ni los veíamos.

Mi interés por la Compañía nace en este contexto, muy alimentado también con una fuerte mirada a la situación del país. Yo pensaba que uno puede hacer algo por la situación de este país y el mejor sitio, para mí, era la Compañía. Mi generación fue muy sensible a las necesidades de seguir construyendo el país, otros compañeros de grupos y de la Congregación Mariana fueron médicos, ingenieros, se fueron al Amazonas… había un sentido de fondo, creímos en un proyecto de país, de sociedad.

Tiempo del Concilio

El Concilio tuvo mucha importancia para mí, fue sin duda una gran noticia. Lo seguimos como si fuera una novela. La Congregación Mariana era como el lugar donde nuestra reflexión vinculaba lo social con lo espiritual y era allá donde leíamos los documentos que alimentaron la reflexión semanal de nuestros grupos durante los 4 años. Lo seguíamos muy paso a paso…

Y en ese tiempo vino la elección de Arrupe, que fue otra bocanada de aire nuevo. Arrupe es elegido cuando en mi grupo estábamos decidiendo si entrar a la Compañía. En el colegio era histórica la relación con las misiones de Japón y Ahmedabad, en la India. Así que la elección de un misionero en Japón fue muy simbólica e importante.

Ya en el noviciado, teníamos el libro de los decretos de la Congregación General 31 (CG 31) y los leíamos más que al Padre Rodríguez3 , los estudiábamos. Y vino la Carta de Río4 , coincidiendo con la Conferencia de obispos latinoamericanos en Medellín. Ocurrió algo parecido que con el Concilio, pues vivimos muy de cerca toda la dinámica y la reflexión. Los documentos preparatorios de esa conferencia fueron prácticamente transformados por una dinámica que venía de las bases, como un grito que había que escuchar, la propia gente decía que teníamos que cambiar, y eso significó un grandísimo aliento para la Iglesia latinoamericana y para la Iglesia venezolana.

Hay que decir que la Iglesia venezolana era una Iglesia muy frágil y por eso el Concilio es tan importante para nosotros. La Iglesia en Venezuela fue prácticamente exterminada durante el s.XIX. Se trata de una sociedad mucho más laica que la de Méjico o Colombia, mucho menos expresivamente religiosa. Además fue muy golpeada y expropiada por los distintos gobiernos. Por eso llegaron los jesuitas a Venezuela, los llamaron para trabajar en el seminario, para formar el clero de una iglesia pobre y frágil en la que no había vocaciones. Este es el contexto en el que el Vaticano II, Río, Medellín… era como decir: la Iglesia ha encontrado su fuerza en la gente, ha encontrado su fuerza en la fe.

4 Meses antes de la Conferencia de Obispos de Medellín, los Provinciales jesuitas de América Latina, reunidos con el Padre Arrupe, dirigen una carta a la Compañía, llamada «Carta de Río » (mayo 1968) que resultará clave para el impulso de la posición de la Compañía en la defensa de la justicia social en Latinoamérica; del pueblo y de esa fe tenemos que vivir y de esa fe vamos a poder generar otra Iglesia.

Magisterio en el Centro Gumilla

En este momento la Compañía estaba creando en América Latina los centros de investigación y acción social (CIAS), haciendo un esfuerzo para que los jesuitas se formaran en ciencias sociales. Muchos compañeros fueron enviados a estudiar economía, sociología, antropología… y empezaron a formarse grupos de investigación y de trabajo. Al primero de esos CIAS en Venezuela se le puso el nombre de Centro Gumilla, un jesuita que anduvo por el Amazonas y escribió una gran cantidad de obras sobre antropología y botánica. Ese grupo comenzó justo cuando yo acababa de entrar en la Compañía y como novicios nos tocó ayudar a montar la biblioteca. Yo tenía muchas ganas de estudiar ciencias sociales y toda esta coincidencia fue muy motivadora.

Años más tarde, los provinciales empezaron a plantearse posibles destinos de magisterio fuera de los colegios y tuve la suerte de ser enviado de maestrillo al Centro Gumilla de Barquisimeto. Este Centro se ocupaba fundamentalmente de las cooperativas campesinas en los barrios de dicha población. Otros compañeros fueron a parroquias. La provincia estaba en la actitud de ofrecer a los jóvenes posibilidades distintas de las tradicionales.

Teología en Roma

Tuve que venir a Roma a regañadientes pues en Venezuela no había oportunidad de estudiar teología. Nosotros queríamos estudiar teología en Chile o en Centroamérica, pues en esos momentos eran lugares de un vivo dinamismo religioso y político. Viéndolo desde este momento, agradezco que me hayan obligado a venir a Roma, pues nunca habría podido experimentar de otra manera el vivir intensamente con jesuitas de 30 países distintos. En este tiempo la gente y el entorno estaban muy vivos. En Italia conecté muy bien con comunidades cristianas. Estos años fueron claves para mi apertura a otras perspectivas de sociedad, de Iglesia y de Compañía.

Eso sí, en mi grupo nos empeñamos en que el 4º año de teología queríamos hacerlo de vuelta en Venezuela, y Arrupe – con la palanca del padre McGarry – fue muy comprensivo. Tras la creación del Centro Gumilla, se creó un conjunto de comunidades religiosas en Venezuela con la idea de hacer una facultad de teología, y en este tiempo pude hacer un cuarto año ad hoc de seminario intensivo.

III – Ciencias políticas

Universidad Central de Venezuela

El padre Gumilla, misionero jesuita del siglo XVIII, fundador de varias poblaciones en los ríos Apure, Meta y Orinoco, era sobre todo un hombre de acción y un perspicaz observador de la naturaleza y la antropología. Murió en algún lugar de Los Llanos venezolanos el 16 de julio de 1750, tras 35 años de labor como misionero.

Durante el último año de teología también trabajábamos. En ese tiempo yo estaba en actividad más bien pastoral. Ese año vivíamos en Catia6 – parroquia de la Compañía en Caracas – y trabajaba con otro compañero en una parroquia cercana en El Valle mientras se hacían los estudios de teología. Al terminar este año comencé los estudios en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela. Se trataba de la universidad más importante del país, donde además había jesuitas profesores y llevábamos la parroquia universitaria. Era un ambiente muy importante para la Compañía, empeñada en mantener presencias no solamente en la Universidad Católica, sino también en la Central donde había mucha más amplitud de discusión ideológica.

Centro Gumilla

En este tiempo me destinan al Centro Gumilla, en Caracas, de forma que comienzo a trabajar en la revista SIC al mismo tiempo que hago el doctorado y doy clases en el ciclo básico. Estuve trabajando en este centro desde el año 1977. Cuando al P. Ugalde le nombran provincial, me nombran director de la revista y en dicho trabajo estaré volcado por los siguientes 18 años hasta el 96. La revista era el órgano de comunicación del Centro Gumilla, encargado de la difusión del trabajo intelectual y de investigación que realizaba el Centro directamente. La revista se llama SIC, que significa «sí» en latín, pues había nacido en el Seminario Interdiocesano de Caracas, muchos años antes y fue después tomada por el Centro Gumilla.

En esa revista intentábamos hacer un seguimiento mensual de la realidad social además de fomentar la formación socioeconómica de estudiantes, grupos de las parroquias, grupos populares… Teníamos también una fuerte vinculación con la universidad donde todos trabajábamos dando clase o con algún grupo de investigación. En Barquisimeto promovíamos cooperativas de ahorro y crédito en los barrios y cooperativas agrícolas en las zonas campesinas. Teníamos una reflexión común muy interesante y esos años me dediqué a escribir, leer, discutir, y participar en cursos de formación.

IV –Liderazgo jesuita

Época como Provincial

Me toca comenzar de Provincial en 1996 cuando ya se veía que los cambios sociales iban a ser fuertes y se necesitaba fortalecer la identidad de la provincia. Todo estaba ya listo para abrirse a las vocaciones venezolanas dentro de la provincia, no sólo a las vocaciones jesuitas sino también a tanta gente que ya estaba comprometida con las distintas instituciones: la universidad, colegios, Fe y Alegría, parroquias… era un momento muy interesante, ya había un cuerpo de gente que estaba con nosotros y con un fuerte sentido de identidad en una misión compartida. De ahí salió la idea de hacer un proyecto apostólico de  largo plazo, hasta el 2020, que aún está en marcha. Aquellos años fueron muy intensos, fue una reflexión muy interesante en la que la oficina provincial era únicamente un catalizador, se implicó a muchísima gente, laicos y jesuitas, y duró varios años hasta llegar a las grandes orientaciones de la provincia.

Llegó un momento en que logramos dar un sentido de sujeto apostólico. Esa expresión que hoy todo el mundo usa, la inventamos en Venezuela en ese tiempo. Ahí viví en primera persona la intuición de que la misión apostólica no nos pertenece. No la he leído, la he experimentado al encontrarme con gente que vive la misión con mayor profundidad que uno mismo, desde condiciones mucho más difíciles. Al fin y al cabo nosotros estamos liberados para hacer eso pero hay muchos colaboradores que lo hacen a la vez que llevan adelante una familia y en situaciones bien complejas, sin disminuir por ello su gran compromiso con la misión. A raíz de este movimiento comenzó la necesidad de crear condiciones para fomentar la identidad compartida. Lo mismo que hacen falta 20 años para formar un jesuita, con estudios, experiencias, ejercicios, etc… nos pusimos a pensar en una oferta de formación y experiencias más sistemática para los laicos. De ahí surgieron nuevas formas de ofrecer Ejercicios Espirituales a todos los niveles sociales, o el mismo movimiento Huellas, que se plantea como un itinerario de formación para jóvenes. La idea de fondo es que la experiencia cristiana es una experiencia de formación en la fe y que junta el compromiso apostólico con la formación y con la vida espiritual y el conocimiento del país.

Universidad de Frontera en Táchira

Táchira está a 1000 km de Caracas, ya en la frontera con Colombia, y allá no había posibilidad de estudios universitarios. En los años anteriores al Concilio, el obispo del Táchira intuyó que la forma de mantener a la gente joven en la zona era ofrecer una universidad. Los jesuitas ayudaron a hacer una extensión de la Universidad Católica Andrés Bello en el Táchira, bajo la responsabilidad de la diócesis. Tras 20 años se convirtió en la Universidad Católica del Táchira.

Cuando llegué, la universidad estaba más o menos consolidada, había que impulsar su crecimiento tanto institucional como misionalmente. Hicimos un campus nuevo, creció el número de estudiantes, pero sobre todo pusimos mucho énfasis en fomentar el contacto con la realidad, clave de nuestro concepto de formación integral que va más allá de lo académico.

En Táchira, además de la universidad, los jesuitas tenemos la responsabilidad de dos parroquias en la zona de frontera, una emisora de radio y cinco escuelas de Fe y Alegría. En la parte colombiana también hay instituciones de la Compañía, especialmente escuelas de Fe y Alegría. Así que se planteó hacer el esfuerzo de trabajar en un proyecto interprovincial y regional, ya que en esa zona la frontera es algo completamente artificial. Es cierto que tiene razones históricas, pero es la misma cultura, la misma gente e incluso las familias están dispersas en los dos lados. Se trata de la frontera más fluida entre Venezuela y Colombia y nos planteamos aprovechar ese fuerte sentido de identidad y crear una zona apostólica que pudiera juntar las dos naciones con varios tipos de trabajo propios de laCompañía, como la educación universitaria, primaria, secundaria, el trabajo pastoral, el trabajo con refugiados… Logramos un trabajo interesantísimo porque los estudiantes participaban en las actividades de la pastoral y los centros educativos, y el resto de las obras utilizaban la universidad como centro de referencia.

Experiencias de articulación latinoamericana

La época de Provincial fue un momento también de entrar en contacto con la Compañía de Jesús y la Iglesia latinoamericana. Destacaría tres experiencias muy fuertes de construcción conjunta en esos años:

La Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL) nació cuando yo estaba de Provincial en Venezuela. Ya estaba madura la decisión de mantener dos asistencias pero a la vez crear una única conferencia de provinciales. El arranque de la CPAL fue una apuesta por la articulación en contra del parecer de mucha gente. Mucho le debemos a la tenacidad del P. Francisco Ivern. Latinoamérica es muy grande y diversa, de México a la Patagonia hay una buena distancia y el Caribe no tiene nada que ver con la Argentina. Nuestro esfuerzo tenía que romper con una larguísima tradición de América Latina norte y cono sur caminando separados. Pero nos pusimos a ello y empezaron a salir proyectos comunes.

La otra experiencia fue el nacimiento de la Asociación de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL). Ha sido precioso participar en la evolución de la AUSJAL hacia una red efectiva. Pasar de ser un club de amigos donde los rectores nos reuníamos una vez al año para compartir experiencias, a una organización donde lo que funciona es el cuerpo – lo que llamamos los grupos de homólogos – promoviendo proyectos sobre pobreza o liderazgo juvenil y donde participan varias universidades. Así se va creando la red. En mi experiencia de universidad pequeña, aislada, en la frontera… AUSJAL supuso un respiro de verdad, abría posibilidades de experiencias, intercambio de profesores, de estudiantes, ideas, proyectos, que dan otra dimensión al sentido de mantener proyectos frágiles, pero significativos.

Otra experiencia de articulación supra-provincial fue el nacimiento de Fe y Alegría y su transformación en una red internacional. Con Fe y Alegría los lazos son de mucho tiempo. Realmente tengo que decir que yo empecé a conocer los barrios de la mano de Fe y Alegría. Desde el colegio San Ignacio cuando estaba en 6º grado – que fue cuando empezó Fe y Alegría – ya íbamos a los barrios de la mano de este movimiento. En bachillerato me encantaba la biología y mis padres me regalaron un microscopio y yo iba con mucha frecuencia al barrio de Petares al colegio Madre Emilia, uno de los primeros colegios de Fe y Alegría. Cuando entré en la Compañía mi madre me preguntó “¿qué haces con el microscopio?, ¿se lo regalas al colegio Madre Emilia?» El Padre Vélaz, el fundador de Fe y Alegría, era una persona conocida en el círculo que nos movíamos. Poder apoyar desde donde yo estaba y ver el crecimiento de Fe y Alegría como red internacional, fue una experiencia bien gozosa. Las redes son especialmente importantes desde las fronteras, donde los recursos son muy escasos. Es un privilegio ver cómo la pertenencia a la red hace posible una escuela de Fe y Alegría en zonas muy vulnerables con una fortaleza que no puede tener por sí sola.

Experiencia en el gobierno central

Viví la CG32 cuando estaba estudiando en Roma. Nunca olvidaré lo que fue escuchar al propio Arrupe contarnos a los estudiantes del Gesù, su propia experiencia en dicha Congregación tan importante para nuestra Compañía. Mi primera experiencia como delegado fue en la CG 33, a donde fui elegido con tan solo 34 años. Era el congregado más joven. Fue una experiencia muy intensa, un momento complejo en que no era fácil acertar y vivimos el rápido consenso en la elección de Kolvenbach como una experiencia realmente inspiradora. El nuevo Padre General se manejó magistralmente en esa transición hacia ganarse de nuevo la confianza de otros sectores de la Iglesia hacia la Compañía sin que dejásemos de profundizar en las grandes intuiciones de la CG32. Luego participé también en la 34, muy de la mano del P. Michael Czerny, encargado de la coordinación de la comisión de justicia social. Ahí conocí al P. Adolfo Nicolás, que era el secretario de la Congregación. Mi vinculación en el gobierno central comienza en la CG35 cuando el P. Nicolás crea los asistentes no residentes (otros nos llamaban volátiles o volantes…). Tras ser elegido, me dijo en un pasillo: “quiero que participes del gobierno de la Compañía, pero no desde aquí”.

Nos nombraron al P. Mark Rotsaert y a mí, y fue una experiencia bien interesante pues participábamos del consejo general pero no vivíamos en Roma. Veníamos fundamentalmente en los tiempos fuertes, 3 veces al año y traíamos una mirada y una voz más allá de la cotidianeidad. Fue una etapa agotadora, pero aprendí mucho ya que suponía mantener contacto con la compañía universal, ya a nivel de gobierno general, no en clave deliberativa como son las Congregaciones. Años más tarde, el asistente me mandó un email preguntándome «cómo ves tú la posibilidad de trabajar como responsable de las casas internacionales de Roma?» y yo le mandé la clásica respuesta jesuita: «Entré en la Compañía para hacer lo que me digan, no lo que yo quiera, pero me parece que…» y expliqué todos los argumentos para el no.

Honestamente me quedé muy tranquilo pues pensaba que las casas internacionales de Roma estaban fuera de mis competencias y además había sido muy crítico con ellas. Semanas más tarde me llegó el nombramiento. No me preguntaron más. El provincial me llamó y me dijo «tengo una noticia que no puedo ni decirte, no puedo ni hablar, pues no sé qué vamos hacer con la universidad si tú te vas». Y así terminé viniendo a Roma por segunda vez.

Debo decir que la experiencia de estos dos años aquí ha sido muy interesante. Es muy distinto estar de estudiante en la Gregoriana con 28 años que venir a los 60 y pico para serresponsable de 400 jesuitas que trabajan en las casas internacionales. Esta nueva perspectiva supone conocer las personas más de cerca y las dinámicas de las instituciones. Tengo que reconocer los grandes esfuerzos que se han hecho en los años anteriores por renovar estas estructuras. El gran sueño ahora es que se constituya el consorcio universitario entre las tres instituciones clásicas de la Compañía en Roma. Nombre que recibe la comunidad de jesuitas que cursan su primer ciclo de teología en Roma. La comunidad es adyacente a la Iglesia del Gesù.

Durante estos dos últimos años he tenido la ocasión de encontrar al Papa Francisco cuatro o cinco veces, siempre con ocasión de cuestiones relacionadas con las casas internacionales de la Compañía en Roma. La relación ha sido siempre muy gentil y con mucha chispa, con esa sintonía propia de este Papa que nace de la simpatía. Creo que el mensaje del Papa Francisco en estos últimos años ha sido una manera de entusiasmar a la Compañía en lo que estamos haciendo – aquí y en otras muchas partes. Así como en la CG35 fue clave el discurso de Benedicto, en este tiempo Francisco nos está confirmando que estamos en la dirección propia de la misión de la Compañía. Incluso nos anima a ir más allá, como si dijera: «ustedes están todavía muy atrás en lo que pueden hacer». Es el Santo Padre, con su ejemplo y con su conocimiento de la Compañía, el que continuamente nos confirma que estamos en buena dirección.

V – Y ahora… de Espíritu y de corazón

Mirando al Futuro

La gente me pregunta ¿cómo está? y siempre respondo que estoy tranquilo. Estoy convencido que no hay Compañía si no es «de Jesús». Y esto tiene dos vertientes: no habrá Compañía si no hay una unión íntima con el Señor, y por otro lado si verdaderamente es de él, confiamos que nos ayude a cuidar de ella. Creo que esa centralidad es una de nuestras claves: si la persona de Jesucristo no está delante de nosotros, dentro de nosotros y con nosotros todos los días, la Compañía no tiene razón de ser.

Una consecuencia de esta intuición es la certeza de que se trata de «su» misión, la misión que compartimos nosotros es la de Jesús, junto con todos los demás que comparten dicha llamada. Por eso hay dos temas que me parecen fundamentales, y que abordé en la homilía de la Eucaristía de acción de gracias: la colaboración y la interculturalidad.

El énfasis en la colaboración no es una consecuencia de que no podemos solos, es que no queremos. La Compañía de Jesús no tiene sentido sin la colaboración con otros. Ahí estamos llamados a una enorme conversión, pues en muchas partes aún vivimos la nostalgia de cuando hacíamos todo, y no nos queda más remedio que compartir la misión. Creo profundamente que es exactamente lo contrario, nuestra vida está en que podamos colaborar con otros.

El otro es el de la multiculturalidad/interculturalidad, pues es lo propio del Evangelio. El Evangelio es una llamada a la conversión de todas las culturas para afianzarlas como culturas y llevarlas a Dios. El verdadero rostro de Dios es multicolor, multicultural y multivariado. Dios no es un Dios homogéneo. Todo lo contrario. La creación nos está mostrando por todas partes la diversidad, cómo se complementan unas cosas con las otras. Si la Compañía logra ser imagen de esto estará siendo ella misma expresión de ese rostro de Dios.

Creo que tras el Concilio la Compañía ha logrado esta variedad cultural. Hemos logrado enraizarnos en todas partes del mundo y de ahí surgen vocaciones tan auténticas unas como otras. Puedes encontrar jesuitas, verdaderos jesuitas, en cualquier lado, de cualquier color, en cualquier actividad. Creo que hay ahí un signo de la Iglesia para el mundo. En nuestra diversidad nos une la vinculación con Jesús y el Evangelio y de ahí surge la creatividad de la Compañía y la gente con la que compartimos misión. Es increíble cómo son capaces darle el propio toque al mismo mensaje que es el mensaje para todos.

Conclusión

Tengo una gran esperanza en que esta congregación ayude a la Compañía y al recién electo General a tener claro hacia dónde hemos de caminar y cómo. La Compañía no tiene muchas dudas de cuál es su misión, pues lo que formuló la CG 32 y reformularon las siguientes ya se ha hecho sangre en nuestra gente. Podemos decir que ya sabemos lo que podemos ofrecerle a la Iglesia. El gran desafío de la Compañía de Jesús es ahora cómo nos organizamos para ser eficaces en esa misión. Por eso introduje el otro tema de la profundidad intelectual, porque no es una cuestión de copiar modelos, sino de crear. Crear significa entender. La creación es un proceso intelectual muy arduo. Entender lo que está pasando en el mundo de hoy, en la Iglesia de hoy, poder entender la fe… es lo que nos puede dar las claves para focalizar la misión sobre la que ya hemos encontrado un gran consenso y encontrar los modos más eficaces de hacerlo.

Mi impresión es que la Compañía está muy viva y que hay muchos procesos en marcha. Hay que focalizar lo que hacemos, hemos de abonar, sabiendo que podemos plantar, pero no sabemos cómo crecerán nuestras semillas. Eso lo sabe Dios. Él es el que labora, la clave es ayudar, no estorbar. Nuestra pasión está fundada en la certeza de que acompañamos a la gente con la garantía que Dios está con nosotros, precediéndonos!!

Fuente: gc36.org

Testimonio del Provincial de Argentina-Uruguay desde la CG36

El Padre Provincial de Argentina-Uruguay ha enviado una carta desde Roma a los compañeros de su Provincia en la que cuenta su experiencia de la Congregación General 36.

Por Alejandro Tilve SJ

Queridos Compañeros: 

Con la alegría del nombramiento del nuevo P. General, Arturo Sosa, se cierra una etapa fuerte de la Congregación General. Desde la primera sesión, con la renuncia del P. Adolfo Nicolás, se fueron sucediendo los diversos momentos de la Congregación: la primera misa; el inicio solemne en el Aula; la reflexión sobre el ‘Estado de la Compañía’ por grupos…; fue todo un tiempo de ponerse en movimiento y vivir la importancia de una Congregación General en la vida de la Compañía. Con la participación en grupos diversos se va palpando de primera mano la diversidad de culturas, problemáticas y proyectos apostólicos que conviven en la Compañía. Pero sobre todo, en el encuentro personal y fraterno entre los delegados es cuando se da la mayor riqueza: detrás de las historias personales se descubre al hermano y se percibe la misma vocación en contextos diversos. Se pasa de la comprensión de los problemas a vibrar con la misión común, la universalidad de la Compañía y la inmensidad de los desafíos que se nos plantean ante la mirada de Dios.

El descanso del fin de semana pasado vino bien para empezar con toda frescura el proceso de elección del nuevo P. General. La murmuratio fue un momento de enorme franqueza, en el que uno va descubriendo las fortalezas y debilidades de los compañeros y se van perfilando los posibles candidatos. Se va construyendo una comprensión profunda del otro: su relación con Dios, la audacia apostólica, la empatía con el hermano que sufre, el espíritu sacerdotal, la capacidad de llevar adelante el trabajo en equipo, la creatividad, la serenidad de espíritu, la salud…, tantas cosas. Esas notas que apreciamos en los compañeros de comunidad y que quizá ni siquiera sabemos poner en palabras.

Se valora a cada uno, sin posibilidad de realizar una comparación lineal entre candidatos. Es la hora de ponderar y sopesar las fortalezas y debilidades; de pasar de los proyectos a la calidad humana de las personas, sabiendo que sobre el P. General cae el peso del conjunto de la Compañía en toda su complejidad.

En este punto, la Fórmula de la Congregación concibe un paso más: ponerse delante de Dios en silencio y oración para atender al Espíritu. En la mañana de hoy, luego de misa concelebrada, se nos exhortó a ponderar las cualidades que se esperan del P. General antes de compartir una hora de oración en común, dentro del Aula, antes de la votación. La elección en sí es un acto muy solemne en el que se vive la seriedad y trascendencia de lo que estamos haciendo: la papeleta especial, la procesión para depositar el voto en la urna, la verificación del número de votos y luego el proceso de contar los votos.

La sobriedad en el Aula se rompió cuando el P. Arturo pasó los 107 votos necesarios para la elección. Siguen las formalidades pero empiezan las felicitaciones. Luego el llamado al Santo Padre, la profesión de fe y el saludo uno a uno de todos los congregados, ya con los responsables de las comunicaciones dentro del Aula. Hubo varios momentos emotivos durante los saludos: el gesto de algunos asiáticos ofreciendo unas bufandas de paño con colores representativos de sus regiones; el abrazo con el Provincial Venezuela, su Provincia de origen; pero sobre todo, la reverencia del P. Adolfo Nicolás frente a su sucesor.

Le siguió el saludo de todos los miembros de la curia y los equipos de apoyo al trabajo de la Congregación. Y de ahí a la capilla para la acción de gracias. Una oración sencilla y bien preparada como todas las que venimos teniendo, en varias lenguas y con cuidada armonía musical.

Mañana tendremos la Misa solemne presidida por el P. General, en la Iglesia del Gesú, para celebrar lo vivido y empezar una nueva etapa en la vida de la Compañía con su P. General número 31. Con el P. Arturo se comienza esta etapa. Como ayuda trabajaremos en el Aula diversos temas que puedan darle alguna orientación para el camino. Se ha expresado el deseo de que haya pocos documentos, pero la creatividad jesuítica puede depararnos todavía alguna sorpresa más.

Me despido agradecido por las oraciones de todos y encomendándolos en el trabajo.

Un abrazo,

Alejandro SJ